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Introducción

La Teoría del conocimiento es la disciplina filosófica que estudia cómo es el conocer del hombre y cuáles son sus niveles. El conocer humano tiene la peculiaridad de que todos y cada uno de sus niveles actúan de una manera necesaria, es decir, actúan como actúan y no pueden actuar de otro modo, siendo tal manera perfecta. A esa perfección los filósofos clásicos griegos y medievales que la descubrieron la llamaron ‘acto’. ‘Acto’, frente a ‘potencia’, denota perfección.

Esto indica que el conocer humano no se puede ejercer según cada persona humana desee. Desde luego que el sujeto puede ejercer o no ejercer todos y cada uno de sus niveles cognoscitivos, pero si los ejerce, estos conocen de modo necesario tal como conocen, tal cual es su diseño, no de la manera que al sujeto le gustaría que conociesen. Por eso, el sujeto, ni aun queriendo, puede cambiar el modo de actuar del conocer de todos y cada uno de los niveles del conocimiento humano.

Lo que precede indica que el conocer humano tiene una suficiencia intrínseca, una perfección que le es constitutiva e indeleble. En efecto, el conocer humano es como es y no puede ser de otro modo, pues de serlo no conocería. Esta característica se puede denominar ‘axiomática’, lo cual equivale a sostener que, tras esclarecer ese modo de ser del conocer humano, se puede exponer su temática de modo patente, obvio, incontestable, a la par que se puede demostrar que cualquier otro parecer contrario al carácter inexorable del conocer humano es erróneo. Esta peculiaridad del conocer humano fue descubierta por Aristóteles (cfr. ‘De Anima’, l. III). Fue proseguida en la Edad Media sobre todo por Tomás de Aquino en muchas de sus obras (cfr. de entre ellas el De Veritate), y esclarecida con abundancia recientemente por Leonardo Polo (cfr. entre otros, su monumental Curso de teoría del conocimiento, I-IV (1984-2004).

Las nociones clave a tener en cuenta en este manual son las siguientes: la de ‘objeto’ conocido en tanto que conocido (a esto usualmente se suele denominar abstracto o idea); la de ‘acto’ de conocer; la de ‘distinción’ real y jerárquica entre los actos cognoscitivos; la de ‘unificación’ entre ellos; la de ‘hábito’ intelectual cognoscitivo (bien sea adquirido, bien natural o innato); y la que responde al hallazgo aristotélico superior: la de ‘entendimiento agente’. Además, debe tenerse en cuenta la ya mencionada noción de ‘axioma’. Otras nociones son, más bien, colaterales: la de ‘órgano’, dimensión propia de las facultades cognoscitivas sensibles (pero no todas son así); la de ‘facultad’ (equivalente a la de ‘potencia’); la de ‘especie impresa’, etc. En las nociones centrales de la teoría del conocimiento cabe ver su evidencia intrínseca, de modo que podamos demostrar la falsedad de cualquier propuesta contraria y dar razón de su error. Leonardo Polo ofrece el siguiente elenco de axiomas centrales, los cuales son tomistas, porque en rigor, son aristotélicos:

A) El conocimiento es acto.

B) La distinción entre objetos y operaciones es jerárquica.

C) Las operaciones, los niveles cognoscitivos, son insustituibles, pero también unificables.

D) La inteligencia es operativamente infinita.

Al primero Polo lo llama ‘axioma de la operación’ y se atribuye a todos los niveles del conocer humano. Al segundo lo llama de ‘de la distinción’, e indica que un acto superior del conocer humano conoce más que el inferior, es decir, un tema distinto, y precisamente aquello que el inferior no podía conocer. Al tercero, lo denomina ‘de la unificación’, e indica que es precisamente el nivel superior del conocer humano el que conoce al inferior, por eso lo unifica. Al cuarto, ‘de la culminación’, e indica que el nivel cognoscitivo superior de la inteligencia no son los actos u operaciones inmanentes, sino los hábitos adquiridos, perfecciones intrínsecas de esta facultad que la hacen crecer como inteligencia.

Dicho autor formula, junto a estos axiomas centrales, otros laterales que apoyan a los precedentes, y que son los que siguen:

E) No hay objeto sin operación.

F) El objeto es intencional.

G) El objeto es formal si es precedido en el órgano por una especie impresa o retenida.

H) La inteligencia no es un principio fijo. Crece como tal merced a los hábitos.

La redacción de estas páginas es ascendente. Así, tras ofrecer, en el Tema 1, una panorámica de los cuatro niveles indicados en que se puede dividir el conocer humano: el sensible, el racional, el de los hábitos innatos (al cual en el Edad Media se denominó ‘intelectual’), y el superior, al que podemos designar como ‘personal’, luego se procede a centrar la atención en cada uno de ellos, partiendo de los inferiores y terminando con los superiores –Temas 2, 3 y 4–. Seguidamente se procede al estudio de la verdad, objeto propio de todo nivel cognoscitivo, y del error, que es la falta de verdad debida en cada nivel. Asimismo, a las principales propuestas cognoscitivas de la historia del pensamiento occidental, a saber, el realismo, el nominalismo y el idealismo, las cuales admiten diversas variantes.

Por lo que se refiere a la denominación de la asignatura conviene llamarla ‘Teoría del conocimiento’, porque es nuestro saber (teoría) acerca de nuestro conocer. No son tan pertinentes los nombres de ‘Gnoseología’, porque la palabra ‘gnosis’ tiene una marcada significación racional, pero en el hombre hay niveles de conocimiento inferiores y superiores a la razón. Tampoco el de ‘Epistemología’, porque ‘episteme’ (término griego) significa, literalmente, teoría de la ciencia, pero nuestro saber humano no se reduce al conocer de la ciencia (ni en el sentido clásico ni en el moderno).

Por otra parte, a diferencia de otros manuales, aquí no se ofrecerá explicación de algunas de las actitudes subjetivas humanas frente a la verdad y el error, por ejemplo, la certeza o la duda, porque tales actitudes no son propiamente cognoscitivas ni dependen de ningún nivel del conocer humano, sino que son voluntario-subjetivas. En efecto, uno, si quiere, puede dudar o estar cierto de lo evidente, pero con eso no modifica en modo alguno la verdad de lo conocido en error y tampoco gana nada en conocimiento. El que gana o pierde con esas actitudes no es el conocer humano, sino el propio sujeto. Tales actitudes pueden ser éticas o antropológicas, o contrarias a esas disciplinas, pero este estudio es de Teoría del conocimiento, no de Ética o Antropología.

Otras aclaraciones terminológicas son las siguientes: los términos ‘potencia’ y ‘facultad’ son sinónimos, como lo son los de ‘inteligencia’, ‘entendimiento’, ‘razón’, ‘entendimiento posible’, etc., pues todas estas significan la misma realidad, a saber, una potencia o facultad inmaterial de conocer, a la que de ordinario llamamos razón o inteligencia. Por su parte, la palabra ‘fantasía’ –a veces se emplea ‘imaginación’– designa en general las diversas facultades de los sentidos internos más altos (imaginación, memoria y cogitativa). Para mayor explicitación de algunos términos propios de la Teoría del conocimiento se ofrece al final un breve glosario.

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El contenido del manual debe sus principales directrices a Leonardo Polo, cuya teoría del conocimiento está en sintonía con la de Aristóteles y Tomás de Aquino, aunque las corrige en algunos puntos y, sobre todo, las desarrolla enormemente y detalla sus entresijos mucho más que aquellos pensadores, a la par que corrige ciertas tesis de los principales pensadores modernos y contemporáneos.

Para el esclarecimiento de alguno de los conceptos usados en el manual y para facilitar su comprensión y su estudio hemos añadido al final un sintético glosario.

LOS AUTORES

Teoría del conocimiento

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