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Retrospectiva histórica

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Es necesario revisar brevemente el uso de la escala a lo largo de la historia de la música y en especial, en el ámbito de la guitarra, para entender su importancia dentro del repertorio didáctico y de concierto.

En el Renacimiento, dentro de la escritura de la variación y la práctica de la improvisación en instrumentos de tecla y cuerda pulsada, apareció la técnica de la disminución, que consiste en la “división de las notas de una melodía en otras más breves con la intención de ornamentar” (Randel, 2009, p. 407). La aplicación de este procedimiento sobre un cantus firmus lento generaba también un tipo de contrapunto complejo y muy activo. En sentido similar, la glosa en España presentó una serie de fórmulas melódicas utilizadas “para embellecer cadencias y rellenar intervalos […] o cuando se improvisa[ba] sobre un ostinato armónico” (Randel, 2009, p. 536). Una práctica similar se desarrolló con las divisions en la música inglesa para laúd.

Este fragmento de la Fantasía VII para Laúd de John Dowland (1563-1626) presenta un ejemplo notable del uso de divisions elaboradas a partir de un contrapunto ingenioso del bajo.

Fantasía Nº VII para Laúd

John Dowland


Figura 1.1. La Fantasía VII para laúd de John Dowland

Fuente: Willard, J. (2005). Guitar Classics. 125. Timeless pieces from the Masters. pp. 30-31.

Durante el período barroco, el género instrumental presentó evidentes aportes. En este sentido, fueron determinantes la consolidación de la música de cámara para instrumento y el papel del solista dentro del concierto; allí las cadencias y movimientos rápidos se convirtieron en espacios ideales para exhibir habilidades técnicas de este tipo. El siguiente ejemplo tomado del primer movimiento del Concierto Brandemburgués N° 4 (BWV) de J. S. Bach (1685-1759) ilustra el alto nivel técnico alcanzado por los solistas del concerto grosso a finales del periodo barroco. Esto gracias al uso de figuras comparativamente más rápidas a las anteriores dentro del movimiento, el uso de escalas sinuosas, secuencias y la libertad de la línea melódica en un rango de dos octavas y media.

Concierto Brandemburgués BWV en sol Nº 4 (I mov) - Violín Principal

J. S. Bach



Figura 1.2. Concierto Brandemburgués BWV en sol Nº 4 (I mov) - Violín Principal. J. S. Bach

Fuente: Bach, J. S. (1976). Brandemburg Concerto Nº 4. G major. (BWV 1049).

En las décadas finales del siglo XVIII apareció la guitarra de seis cuerdas inspirada en la sencillez del estilo clásico reciente y en un enfoque didáctico sistematizado. Su repertorio, técnica interpretativa y sistema notacional se desarrollaron y extendieron rápidamente por el continente. Así, la producción en el campo de la escala durante ese periodo fue amplia, en especial dentro de los primeros métodos para guitarra de seis cuerdas, en las colecciones de estudios, en las obras de concierto y, de manera destacada, en los primeros conciertos para guitarra de Giuliani (1781- 1829) y Carulli (1770-1841).

Es importante destacar la influencia que ejerció el estilo operístico italiano del bel canto dentro del repertorio de la guitarra clásica; dicho estilo generó un modo característico similar al de la música vocal en el tratamiento de la escala y otros recursos virtuosos como el arpegio. Se identificaron entonces aspectos como la perfección e igualdad del sonido, el cultivo del registro agudo del instrumento, la agilidad en la ejecución, la ligereza de la línea melódica, la variedad en la articulación, el gusto por la ornamentación y finalmente, el desarrollo espontáneo y libre del discurso musical, que en ocasiones se confundía con la improvisación. De esta forma, en muchos pasajes el guitarrista de esta época emuló en su instrumento a las grandes figuras vocales de su momento.

En los años siguientes, dentro del contexto musical del Romanticismo, surgió el concepto del virtuosismo técnico, idea que moldeó un nuevo enfoque de la producción musical y su ejecución. Este enfoque contrastaba con el ideal de la música “seria” de carácter complejo y elevado, destinada a un público “culto”. En contraste, el virtuosismo técnico surgió dentro del concepto del entretenimiento musical de la época, el cual buscaba complacer y sorprender a un público descomplicado, en parte gracias al despliegue de las capacidades técnicas del intérprete. Pese a su carácter ligero, es innegable que este estilo también aportó obras importantes dentro del Romanticismo.

Durante este periodo, la guitarra, pese a atravesar un declive frente al esplendor del piano y el sinfonismo, mostró importantes avances y, particularmente, fue el campo de la miniatura musical el que aportó las obras más importantes de este tipo. En este sentido, se observan ejemplos significativos en los preludios, estudios, fantasías, caprichos, valses, variaciones sobre aires de la época o divertimentos de autores como Coste 1805-1883), Mertz (1806-1856), Legniani (1790 – 1877) y Arcas (1832-1882), entre otros. En el campo didáctico, a modo de ejemplo, los métodos como el de Coste continuaron presentando este tema bajo el mismo modelo de los primeros métodos para guitarra del período clásico.

Finalmente, si se considera a Francisco Tárrega (1852-1909) como la última gran figura de la guitarra romántica, cuya estética estaba más interesada en el desarrollo expresivo y sonoro del intérprete, se observa un distanciamiento, más no un abandono, del virtuosismo técnico característico de años anteriores. Desde el punto de vista técnico, Tárrega consolidó el uso del ataque apoyado en la ejecución melódica, lo que influyó determinantemente en la técnica de la escala, una característica que se manifestó posteriormente en la obra de sus discípulos.

Durante el siglo XX, la abundancia de propuestas estético-musicales ofreció escenarios más o menos propicios para la evolución de este tema dentro del repertorio para guitarra. Fueron especialmente favorables el movimiento neoclásico y las tendencias nacionalistas en España y Latinoamérica. En España, la producción de Turina y Rodrigo fueron las más reconocidas durante la primera mitad del siglo. Piezas de Joaquín Turina (1882-1949) como la Sevillana Opus 29 (1923), el Fandanguillo Opus 36 (1925), Ráfaga Opus 35(1929) y el Homenaje a Tárrega (1932) están inspiradas en el estilo andaluz2. Dentro de estas obras, el tema de la escala es tratado frecuentemente con un carácter expresivo, siempre dentro de las posibilidades técnicas propias de la guitarra, sin llevar su exigencia a límites extremos.

Por otro lado, la producción de Joaquín Rodrigo (1901-1999) para guitarra, que incluye al menos cuarenta composiciones para guitarra solista y cinco conciertos con orquesta, presentan con seguridad el mayor número de ejemplos y retos técnicos en cuanto a rango, extensión y dificultad de las escalas. La producción de Rodrigo estaba inspirada en la música tradicional española, en la obra de los vihuelistas del Renacimiento español y en las piezas para guitarra barroca de Gaspar Sanz (1640-1710). Rodrigo denominó su estilo “neocasticismo” (1995)3, dentro del cual desarrolló continuamente rasgos nacionalistas y neoclásicos. Son ejemplos notables de su tratamiento el Concierto de Aranjuez (1939), La Fantasía para un gentilhombre (1954) y el Concierto para una fiesta (1982). También son importantes obras para guitarra solista como: Ecos de Sefarad (1987), Dos Preludios (1977), Elogio de la Guitarra, el primer movimiento de la Sonata Giocosa (1960) y En un tiempo fue Itálica famosa (1980).

En el ámbito latinoamericano, el estilo nacionalista, el neoclásico y el anacronismo musical, entendido este último como el tipo de composición que no solo se inspira en estilos musicales pasados, sino que los recrea con rigor, fueron espacios propicios para el uso de la escala como recurso técnico y expresivo. Este es el caso de Agustín Barrios (1885-1944), cuya producción musical presenta obras inspiradas en los ritmos latinoamericanos en el folclor andaluz y en el Romanticismo europeo del siglo XIX. A través de su obra, Barrios desarrolló un estilo más conservador que el de sus contemporáneos, lo que contrasta con la calidad e interés que ha generado su producción. Como ejemplos significativos del uso de la escala, podemos mencionar un grupo de obras escritas entre los años 1921 y 1944 aproximadamente como Leyenda De España, Arabescos, Escala-Preludio en sol menor y su Estudios de concierto N° 2.

También en el contexto latinoamericano, la obra para guitarra de Heitor Villa-lobos (1887-1959) ofrece ejemplos importantes del uso de la escala en sus Douze etudes pour guitarre (1929), algunos de sus Preludios (1940) y en su Concierto para guitarra y orquesta (1951). Aunque el número de ejemplos no es tan abundante como con otros autores, sus obras resultan trascendentales dado el grado de originalidad y exigencia que este autor plantea.

En el campo didáctico, en la primera mitad del siglo aparecieron los métodos que prepararon el estudio de las escalas dentro de un concepto novedoso: la técnica pura. Esta consiste en una serie de ejercicios básicos, desprovistos de estilo musical, abstractos, de cierta forma, y cuyo objetivo es desarrollar la conciencia corporal, el control mecánico y el dominio del instrumento desde un enfoque casi meditativo. En este campo se destacan los libros 3 y 4 de La Escuela Razonada de la Guitarra (1954) de Emilio Pujol (1886-1980), el Método Moderno para guitarra (1921) de Pascual Roch (1896-1977) y la Técnica Superior de Guitarra (1998) de Julio Sagreras (1879-1942). Todas estas son obras continuadoras de la escuela de Tárrega, especialmente en lo referido al uso del ataque apoyado. Sagreras en su Técnica Superior elaboró un libro de escalas tradicionales con variaciones rítmicas y propuso una grafía para indicar la pulsación apoyada: (Λ). Asimismo, a mediados de siglo, aparecieron varias publicaciones de las escalas diatónicas tradicionales como las de Andrés Segovia (1893-1987), Abel Carlevaro (1916-2001) o Luise Walker (1910-1998), publicadas respectivamente en los años 1953, 1966 y 1947.

Ya en la segunda mitad del siglo XX se dio el contacto de la guitarra con otras músicas, lo que generó una renovación técnica y estilística. De esta forma, las fronteras de la guitarra clásica como instrumento académico empezaron a disolverse hasta producir un repertorio más diverso a finales de siglo. De este proceso han surgido modelos y formas variadas de tocar escalas provenientes del rock, el jazz, el flamenco, el tango o el bolero, las cuales han enriquecido las posibilidades técnicas de la guitarra tradicional. En el mismo sentido, tanto en Latinoamérica como en el ámbito colombiano se ha encontrado una fuerte influencia de la música popular y se han dado algunos trabajos didácticos con aportes importantes.

En el campo de la música popular, por ejemplo, los ritmos de la zona andina muestran una fuente importante en el formato del trío típico (bandola, tiple y guitarra). Particularmente, el ritmo de pasillo rápido o fiestero ha generado una especie de virtuosismo criollo realizado en un ambiente de flexibilidad rítmica, fruto de la compenetración interpretativa de sus integrantes. Dentro de este formato, la guitarra desempeña normalmente el rol de instrumento acompañante, sin embargo, con frecuencia realiza líneas melódicas ágiles por medio de pasajes de escalas.

En cuanto al campo didáctico nacional, dos libros recientes abordan el tema de la escala y su aprendizaje: Música por colores, el más completo diccionario de escalas, de Roberto Martínez (2001) y 100 Escalas digitadas para guitarra (Fragmentos de repertorio), de Ángela Triana (2010). El libro Música por colores, el más completo diccionario de escalas, es un reflejo de los hallazgos de su autor en el campo del jazz. Su trabajo ha tenido repercusión en la formación de estudiantes de este género, pero también ha ampliado las perspectivas de otros estudiantes de guitarra clásica. Este libro presenta información copiosa relacionada con el universo de las escalas y modos del jazz, las primeras analizadas comparativamente con la escala mayor (jónica). Para su análisis y codificación, Martínez utiliza los colores convencionales rojo, verde y amarillo. También, propone otros modelos para clasificar escalas Bebop de ocho sonidos; son más de setecientas escalas allí.

Por otra parte, el libro de Ángela Triana propone cien escalas recopiladas con las que la autora discute sobre sus posibles digitaciones y su conveniencia. Después de esta fase, propone que el estudiante realice su propia solución, todo un proceso didáctico novedoso y significativo en la práctica de un recurso tan importante como la digitación.

Estudio integral de las escalas en la guitarra clásica

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