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Capítulo 1. Definiendo el Maltrato

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El maltrato es una situación a la que cualquiera puede verse sometido en un momento determinado, ya sea en su domicilio, puesto de trabajo, o simplemente paseando por la calle.

Cuando el maltrato se recibe dentro del ámbito familiar suele denominarse violencia doméstica o intrafamiliar. Uno de los problemas con respecto a la violencia doméstica es que escasamente se denuncia, debido a la proximidad emocional entre agresor y víctima.

Con respecto a la violencia doméstica, el agresor es cualquier persona que ejerce violencia física o psicológica sobre cualquier otro miembro del núcleo familiar (descendientes, ascendientes, cónyuges, hermanos, etc.) no entrando en esta categoría la violencia de género, la cual se define como aquella ejercida por parte de un hombre sobre una mujer con la que comparte o ha compartido lazos afectivos.

Si nos fijamos en los resultados ofrecidos por Google, sobre las tendencias de búsqueda del término de violencia doméstica, en sus distintas acepciones alrededor del mundo desde el 2004 hasta el 2017, se puede comprobar que el primer país más preocupado sobre ello, es Angola, seguido de Uganda y Puerto Rico; quedando para la posición dieciséis Estados Unidos, y ocupando la posición número cincuenta y dos España de los sesenta y un países que componen el resultado de Google, siendo la última posición ocupada por Italia.

Esto no refleja el número de casos de este tipo de violencia en función del país, si no las veces que este término ha sido buscado, esto es, puede haber un país en donde se dan pocos casos de violencia doméstica pero la población está muy sensibilidad, con lo que tendrá muchas búsquedas en Google al respecto.

O al revés, una población en donde la violencia doméstica esté institucionalizada y en cambio exista una escasa conciencia de este problema, y casi no se produzcan búsqueda sobre ello.

A resaltar que entre los veinte primeros puestos de países que buscan este término, catorce provienen del continente americano.

Igualmente señalar que de forma global se ha producido una caída del uso de dicho término con los años, quedando en el 2017 por debajo del 50% de las búsquedas que se realizaban en el 2004.

Si se realiza un análisis acumulado de tendencia de búsqueda en Google estacional, se puede observar cómo es en los meses de febrero, marzo, septiembre y octubre se realizan más búsquedas relacionadas con la temática de la violencia doméstica; mientras que en los meses de julio, agosto, diciembre y enero es cuando menos búsquedas se realizan al respecto.

Los datos sobre violencia doméstica provenientes del I.N.E. (Instituto Nacional de Estadística) de España, sobre la Violencia Doméstica y Violencia de Género desde el 2011 hasta el 2015 (último informe publicado en junio del 2016) muestran una paulatina disminución de casos pasando de siete mil setecientos cuarenta y cuatro en 2011 a siete mil doscientos veintinueve en 2015.

En mujeres las reducciones más destacadas se dan en el rango de edad de 70 a 74 años, donde se pasa de ciento noventa y tres casos en 2013 a ciento ochenta y siete en 2015; por el contrario, los aumentos más destacados en mujeres se dan entre las menores de 18 años, pasando de setecientos cuarenta y cuatro casos a ochocientos noventa y cuatro.

En hombres, la reducción más destacada se produce entre los 20 a 24 años, pasando de ciento sesenta y siete casos en 2013 a ciento cuarenta y dos en 2015; mientras que el aumento más destacado se produce entre los menores de 18 años, pasando de cuatrocientos sesenta y cinco casos en 2013 a quinientos noventa y dos en 2015.

El perfil de la víctima de la violencia doméstica en 2015, fue mujer (63,0%), nacida en España (el 83,6%) menores de 18 años (el 20,6 %).

El perfil del agresor de violencia de género en el 2015 es de un hombre (75,0%), nacido en España (83,9%), con una edad inferior a 50 años (86,9%).

Con respecto a la relación entre víctima y agresor, en el 2015 las relaciones paterno filiales ocupan el 65,1% de las denuncias por violencia doméstica, de los cuales el 28,7% fue la madre la víctima; el 11,1% fue el padre y el 25,3% fueron los hijos.

Tal y como se ha señalado, a pesar de los datos recogidos y analizados todavía existe mucho de la violencia doméstica que no es denunciado precisamente por la proximidad entre la víctima y el agresor, ya sea porque exista una relación afectiva o de dependencia. Así es difícil que un anciano denuncie a un nieto, aun cuando se produzca una agresión por parte de este.

A medida que se dé más visibilidad a estos casos, y sobre todo la posibilidad de denunciar, los datos recogidos serán más próximos a los reales.

A pesar de lo anterior, se ha de prestar especial atención al perfil de la víctima para poder establecer mecanismos de denuncia y ayuda; y por otra parte con respecto al perfil del agresor para implementar medidas de prevención.

<<Ante un acontecimiento estresante o una situación de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica (catástrofes naturales, accidentes, atentados terroristas, agresiones, malos tratos, abuso o agresión sexual, tortura, secuestro, etc.) vivido ya sea de forma directa o indirecta, se produce en las víctimas un sentimiento de miedo intenso, indefensión, amenaza y pérdida de control que tendrá unas consecuencias traumáticas en la persona que lo sufre.

Cuando ha ocurrido un episodio único, el trauma o daño psicológico habitualmente cursa en fases. En una primera fase hay una primera reacción de sobrecogimiento y embotamiento generalizado, que se caracteriza por lentitud en las reacciones y mecanismos de negación. Es lo que se denomina estado de “shock”. En una segunda fase, aparecen fuertes reacciones emocionales de dolor, rabia, impotencia, culpa, miedo que alternan con periodos de profunda tristeza y abatimiento. Por último, pueden aparecer las reexperimentaciones del suceso de forma espontánea o ante estímulos relacionados. Estas reacciones pueden dar lugar al T.E.P. (Trastorno de Estrés Post-traumático).

Cuando la situación de violencia se hace crónica en el tiempo, como ocurre en el abuso sexual o maltrato infantil y en la violencia de género, las víctimas pueden presentar alteraciones en la personalidad en cuanto a su capacidad para relacionarse y a su propia identidad. Esto es lo que se ha denominado Trauma complejo.

Es importante señalar también que, en ocasiones, puede ocurrir un daño psicológico ante situaciones que aparentemente no son traumáticas pero que la persona las vive como tal debido a sus propias características personales, momento evolutivo, consecuencias para su vida, etc.>>

Virginia Mora, Experta en Violencia y Trauma.

Al respecto comparto mi experiencia, mientras realizaba un taller de Bioenergética, dentro de las actividades programadas de un congreso internacional de estudiantes de psicología donde presenté una ponencia.

El taller consistía en realizar una práctica colectiva empleando la técnica de la Bioenergética, la cual presupone que tenemos unas defensas “activas” que permiten llevar una vida “normal” a pesar de los acontecimientos traumáticos vividos.

La tarea consiste en mantener una postura el mayor tiempo posible, parecida a las que se usan en yoga. Se espera que cuando el organismo se agote, baja sus “defensas” y aflora cualquier conflicto o trauma.

Éramos un reducido grupo de unas diez personas, que una a una iba “cayendo” de cansancio, tras lo cual debían de compartir su experiencia con el resto.

En un momento determinado, una de las alumnas se dejó caer y empezó a golpear los cojines que había en el centro del círculo que formábamos los participantes, a la vez que gritaba, “¿Por qué?; Tío, ¿Por qué a mí?”.

Evidentemente por su expresión corporal y sus palabras estaba de alguna forma rememorando un acontecimiento traumático, probablemente un abuso infantil, pero a la hora de compartir su experiencia en el grupo prefirió no hacerlo, poniéndose serie y rígida, y siguiendo como si nada hubiese pasado.

De esta manera, la chica había “subido” sus defensas, según la teoría Bioenergética, lo que le permitía tener una vida “normal”, ajeno al sufrimiento que había sido capaz de rememorar en ese ejercicio.

Con ello quiero resaltar que a pesar del tiempo que transcurra, si no se trata en terapia, determinados eventos del pasado, como el haber sufrido maltrato o abuso durante la infancia, van a estar ahí, afectando a cualquier edad, e influyendo en la vida sin que la persona sea consciente de ello.

<<¿Por qué se produce el trauma?

El trauma o daño psicológico ocurre a consecuencia de que el suceso negativo que ha experimentado la persona desborda su capacidad de afrontamiento y de adaptación. Cuando nos enfrentamos a una situación que nos genera de forma abrumadora dolor, miedo, vergüenza, indefensión o pánico bien sea por su intensidad, por el momento vital en el que ocurre o porque no exista posibilidad de defenderse o de huir de la situación que nos daña, el sistema de defensa del organismo puede verse colapsado y no es capaz de procesar adecuadamente lo ocurrido ni de elaborar una respuesta de control. Debido a lo cual, el sistema de defensa se mantiene en un inadecuado estado de alerta permanente que va a provocar que ante cualquier estímulo relacionado con la situación traumática se disparen las mismas reacciones a nivel fisiológico, cognitivo, comportamental y emocional que se pusieron en marcha ante el acontecimiento traumático. >>

Virginia Mora, Experta en Violencia y Trauma.

Uno de los problemas con respecto al trauma y cómo afrontarlo es la falta de denuncia por parte de la víctima, ya sea porque tema las consecuencias del agresor o porque este sea un familiar o persona próxima a la familia.

En ocasiones, es el propio profesional de la salud quien se ve imposibilitado a ofrecer una “solución” más allá de ayudar a la persona a sobrellevar su situación.

Tal y como tuve la oportunidad de comprobar hablando con una colega, docente universitaria de un país iberoamericano que además recibía en terapia a personas de barrios desfavorecidos.

Ella me narraba cómo estaba atendiendo a una madre de una menor, la cual era abusada por su padre, una situación de la que no podía “salir”, pues no quería abandonarle, ni contaba con medios o recursos para independizarse y dejar todo aquello atrás.

Mi compañera me contaba con resignación lo limitado de su intervención, máxime cuando ni siquiera era a la menor a la que atendía sino a su madre. Una situación “sin salida” en la cual la madre sufría por los abusos de su hija sin poder “hacer nada”.

<<¿Cómo se trata el trauma?

La intervención psicológica con las personas que han sufrido un trauma va a depender en gran medida del enfoque y abordaje terapéutico que utilice cada profesional.

Diferentes autores especializados en trauma como Pierre Janet, Van del Kolk o Herman, establecen la necesidad de abordar la intervención por fases.

En una primera fase de Estabilización, el objetivo será la reducción o eliminación de sintomatología postraumática. Se trata de dotar a la persona de recursos y herramientas para la regulación y autocontrol emocional, aprendizaje de estrategias de afrontamiento y fortalecimiento de sus recursos personales. En definitiva, tiene que ser una fase de empoderamiento.

En una segunda fase nos centraremos más en una intervención sobre el hecho traumático. Se trata de superar la fobia al recuerdo, procesando adecuadamente lo vivido de tal forma que pueda ser “engranado” en la narrativa biográfica de la persona. La memoria traumática suele estar fragmentada, sin narrativa, con recuerdos sensoriales de gran impacto y sin integración. El objetivo por tanto es integrar. En esta fase pueden utilizarse técnicas como el E.M.D.R. (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) que están demostrando una gran eficacia en el abordaje del T.E.P y otros trastornos derivados de una situación traumática.

Finalmente, se trata de consolidar la integración, facilitar el duelo y reconectar a la persona de nuevo con su ambiente consiguiendo una adaptación óptima a su vida diaria y en sus relaciones interpersonales.>>

Virginia Mora, Experta en Violencia y Trauma.

El maltrato pues va a convertirse en una fuente importante de estrés en el mundo emocional algo que no va a afectar a todo el mundo por igual ya que va a depender mucho del desarrollo de la inteligencia emocional que se tenga, pero especialmente de la resiliencia.

<<Existen personalidades más resistentes al estrés y por tanto a la traumatización, que se caracterizan por tener un adecuado control de las emociones, valoración positiva de sí mismo, estilo de vida equilibrado y contar con apoyo social entre otras características.

Es a lo que nos referimos cuando hablamos de las capacidades de resiliencia o resilientes de una persona, la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.>>

Virginia Mora, Experta en Violencia y Trauma

Si bien el término de resiliencia surgió del testimonio de los supervivientes de los casos más extremos a los que se puede someter a una persona, tal y como fueron los campos de concentración nazi en la Segunda Guerra Mundial.

En donde se analizó, por qué unos habían sobrevivido y otros no, y de los supervivientes, por qué unos conseguían "rehacer su vida" y otros estaban sumidos en la desesperación; y eso que todos habían vivido los mismos horrores de la guerra.

De este análisis y de testimonios como el de Viktor Frankl, quien desarrolló la logoterapia como método de afrontamiento de estas situaciones; es de donde surgió esta especie de "fórmula" para sobreponerse a cualquier adversidad; algo que parece estar ligado con el carácter de la persona, pero también con su forma de pensar y de ver la vida.

La resiliencia es una capacidad que se puede aprender y desarrollar, y que tiene un papel fundamental a la hora de proteger a la persona, ya que todo el mundo está expuesto al estrés diario, pero con un desarrollo adecuado de la resiliencia se puede aprender a superar las dificultades que vayan surgiendo, por ello es importante enseñarlo a los pequeños en edades escolares, con lo que ayudar a prevenir los efectos provocados por el abuso o maltrato que puedan experimentar en su vida.

El boom de los años ochenta sobre la Psicología Emocional, y en concreto de su rama más aplicada de la inteligencia emocional, ha permitido el desarrollo de todo un vocabulario tan específico que a veces no se está familiarizado con todos ellos, como es el caso de la Resiliencia, que puede ser entendida como el conjunto de capacidades y habilidades personales que tiene a disposición el individuo para hacer frente a las situaciones más difíciles como en los casos de abuso o maltrato y salir “victorioso” de las mismas.

Aunque algunos lo han identificado con una cualidad personal con la que se nace, algo así como el carisma, mayoritariamente se considera que se puede entrenar y mejorar, permitiendo así tener las herramientas adecuadas para superar hasta las circunstancias más difíciles de la vida, pero ¿A partir de qué edad es adecuado entrenar la Resiliencia?

Esto es precisamente lo que ha tratado de responder un estudio realizado por la Universidad de Hong-Kong cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Universal Journal of Health.

En el estudio participaron doscientos cincuenta y siete estudiantes de instituto, teniendo el 86% entre los 16 a 20 años; y el resto más de 20 años, de los cuales la mitad eran chicas.

A todos se les administró una serie de cuestionarios para conocer su nivel de estrés, si existía sintomatología física asociada al estrés, la presencia de depresión, el nivel de autoconfianza, autoestima y optimismo del estudiante.

Los resultados informan que la mitad de los participantes consideran que tienen una adecuada resiliencia unido a un buen nivel de autoestima y de autocontrol personal.

En cuanto a la comparación en función del género, se encontraron mayores niveles de ansiedad y estrés con una menor percepción social entre las estudiantes.

Con respecto a los hijos de familias monoparentales que se corresponde con el 10% de los participantes, se observó que mostraban menores niveles de resiliencia y de autoestima comparado con el resto de sus compañeros.

Los resultados son cuanto menos preocupantes, debido a que la mitad de los estudiantes tienen una baja resiliencia, algo que se puede entrenar y que resulta muy útil tanto para aumentar la autoestima como el desempeño académico, además, y tal y como mencionan los autores, una escasa resiliencia puede acarrear un trastorno del sueño, asociado a la ansiedad, así como otros trastornos psicosomáticos.

El estudio destaca que son jóvenes en formación, y al igual que se preocupan desde el centro educativo de que hagan deporte porque están desarrollándose físicamente, también sería conveniente establecer programas de enseñanza de resiliencia, con lo que mejorar su inteligencia emocional y con ello hacerles más competentes a la hora de afrontar el estrés y la ansiedad, algo que por otra parte parece afectar en mayor medida a las chicas, aspecto que a pesar de haber sido encontrado en otros estudios anteriores no parece estar todavía suficientemente explicado.

Por tanto, el desarrollo de la resiliencia es una vía fundamental de apoyo a las víctimas de maltrato y abuso ya que las ayuda a sobrellevar las situaciones de estrés vividas, y con ello a superar en la medida de lo posible dichas experiencias con lo que “continuar” con su vida sin que se produzcan traumas que condicionen su modo de verse a sí mismo o de relacionarse con los demás.

Lo ideal sería que dentro de la familia o la escuela se ayudase al menor a desarrollar la resiliencia, de forma que estuviesen preparados para “soportar” cualquier tipo de agresión durante su vida, reduciendo así los efectos psicológicos asociados al abuso o maltrato recibido.

Psicología Del Maltrato

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