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ОглавлениеNota del autor
Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro.
No, no es el ciclo de la vida. No son objetivos.
Son sueños y estos son los míos.
Tengo una familia hermosa, esposa y cinco hijos, y de pequeño tuve mi propio árbol, regalo de mi abuelo querido.
No soy escritor ni me gano la vida vendiendo libros. Soy vigilador privado (parafraseando, trabajo en seguridad) desde hace ya una década y, sin embargo, siempre me gustó expresarme a través de la escritura. En pequeños trozos de papel o en mi celular, siempre estoy escribiendo mis ideas.
Honestamente, no escribo para recordar, lo hago para que me recuerden. Siendo vigilador, no puedo dejar como legado más que la felicidad que les hago sentir a mis hijos, los juegos, los consejos; todo quedará en sus recuerdos. Serán recuerdos eternos si fui una gran persona o serán pasajeros si solo fui uno más en el mundo. No conforme con eso, busqué una y otra vez de qué manera dejar una huella. Mi propia huella. No pretendo que sea grande y no me asusta que sea pequeña. Tendrá una marca, una firma y será mía. Una historia, un personaje, una enseñanza, algo que quede durante años grabado en la memoria de aquellos que estén del otro lado del mundo. ¿Cómo un vigilador podría escribir un libro? ¿Cómo compararme con los grandes escritores de la industria?
Un día, me dije a mí mismo: «¿Por qué no? ¿Por qué no puedo escribir? ¿Por qué no puedo cumplir mi sueño?». Entonces, comencé a escribir. Día y noche, en mis tiempos libres, en el tren, el colectivo o donde fuera que se me ocurriese una idea. Poco a poco, fui creando la historia en mi mente, como una película. Luego, solo escribía lo que ocurría en ella. Comenzar cada capítulo, cada párrafo, eso fue lo más difícil. Pero una vez que comenzaba a escribir, ya no podía parar. El entusiasmo se alimentaba solo con cada avance, con cada página nueva.
¿Miedo? Por supuesto que sí. Mucho miedo, incluso ahora que escribo con mi libro ya terminado. Miedo y vergüenza, también. Vergüenza de lo que pueda llegar a pasar, de lo que puedan decir de mí y el ejemplo que le estaría dando a mis hijos. Miedo de fracasar y no poder soportarlo. Pero… ¿qué sería de la vida sin miedo? No estaríamos preparados para los peligros y los fracasos. Y ¿qué sería de la vida sin fracasos? Viviríamos en la mediocridad sin perfeccionarnos. Después de todo, ¿cómo sabremos de lo que somos capaces si nunca damos el primer paso?
Sin más, con mucho esfuerzo y el apoyo de mi familia, les presento Transiciones, una novela corta de suspenso psicológico.
Esta es una novela corta, narrada en forma disruptiva a partir de relatos del propio protagonista. Conoceremos la fecha exacta en la que tuvo lugar cada hecho, pero no su sucesión lineal. Siempre bajo la perspectiva del narrador y a su favor, ordenando sus recuerdos de manera inteligente para crear su versión de la historia y jugar con la mente del interlocutor y lector/a.
Querido lector/a, me veo en la obligación moral de aclarar que los hechos y personajes son ficticios. Todo lo relatado es producto de mi imaginación: la historia y los personajes. Para nada simpatizo con las ideologías aquí reflejadas, ya que solo corresponden a las de un personaje ficticio creado con el mero fin de entretener. Por otro lado, deseo expresar la intención de mi novela. Mostrar cómo, a mi entender, acontecimientos del pasado traen consecuencias a futuro y cómo se puede jugar con los deseos y las necesidades afectivas de las personas. Deseo demostrar con mi libro en su totalidad, no solo con mi novela, el poder de la escritura.
¿Qué es la escritura para mí? Considero que la escritura es una extensión de nuestro cuerpo. Tan importante como nuestros pies para caminar, nuestras manos para sujetar utensilios o nuestra lengua para hablar. Vital al momento de expresarnos, tan importante o más que el lenguaje oral, a pesar de tener la posibilidad de comunicarnos con medios tecnológicos, utilizando WhatsApp, por ejemplo, enviando audios. Pues, hasta la actualidad, todos sabemos que hay documentos más valiosos que un audio; documentos de identidad, actas de nacimiento, contratos, etc. En mis años como vigilador privado, hubo infinidad de ocasiones en donde tuve que llamar a mi supervisor para transmitirle las novedades y, sin importar el tiempo que durara la charla y la manera en que esta se desarrollaba, él siempre terminaba la conversación con la misma frase: «Anotalo en el libro».
Siempre fue más valioso lo que escribía que aquello que comunicaba con mi propia voz. Gracias a la escritura, pude transmitir felicidad cuando sentía tristeza y amor cuando sentía odio. En momentos en que las lágrimas ahogaban mis palabras, la escritura me sirvió para engañar y transmitir seguridad, me ayudó a defenderme con inteligencia y valor cuando me sentía asustado. La escritura es un poder enorme que uno tiene y hay que saber usarlo. Varias veces preferí escribir para enamorar: solo, sentado en una silla, comiendo una fruta o un caramelo, escribiendo de manera tal que en su mente se escuchaba la voz de su príncipe soñado y yo imaginaba que ella más me deseaba cuanto más me leía.
Agradezco a la literatura por brindarme ahora la posibilidad de llegar a ustedes y les agradezco desde lo más profundo de mi ser por leerme y tomarse unos minutos para conocerme a través de estas páginas.
J. P. Pulcinelli
Agradecimientos
Solo puedo agradecer a unos pocos, porque todo lo hice en silencio. Hablo de ese envión que se necesita para alcanzar los sueños. Pues yo no lo tuve. Porque fueron grandes propulsores como si de un transbordador se tratara. Elegí solo algunos, y ninguno se detuvo.
Gracias por ayudarme a llegar a lo más alto: María Angélica, Eduardo Pulcinelli, Evangelina Pogonza, Favio Núñez, Maximiliano Barrionuevo, Matías Bisciones, Gabriel Ponce, Lucas Bisciones y Juanita Gómez.