Читать книгу Bitácora de almas - Juliana Del Pópolo - Страница 12
A veces para salvarnos a nosotros mismos
es necesario romper
el corazón
a quien nos quiere
cortar
las alas
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Sus besos eran fríos, casi frenéticos. Nada de lo que ella necesitaba. Nada de ternura o calidez
Ella estaba entre temerosa y fascinada, mientras se abría para él
Él devoraba su boca. Invadiéndola. Profanándola. Entreverando sus lenguas en una melodía que rayaba en lo siniestro
Ella sentía todo tan absurdo. Inexplicable. Cerca de lo surreal
Y lo fue. Porque él desapareció
No era algo que la afectara, pero sí se sentía hastiada de ese tipo de comportamiento de algunos hombres
Sin querer darle mayor importancia lo eliminó de su vida, y continuó viviendo rutinariamente sin detener sus pensamientos en fantasmas que querían cernirse sobre ella
No debería haber dado nada por hecho, ya que, contra todo pronóstico, él volvió
Llegó sin ser llamado. Imponiéndose. Arrastrándola una vez más
Volvió con sus besos, menos duros que antes
Volvió con sus caricias, que la enloquecían
Él le mostraba un mundo al que nunca fue capaz de llegar. Ella se iba despojando de sus miedos e inseguridades
Eran protagonistas de una danza sensual y agresiva a la vez. Desenfrenadas caricias. Apasionados besos. Insinuantes gemidos. Todo los llevaba a un punto sin retorno
Ella aún dudaba. Él la decodificó desde el primer instante y supo cómo hacer para tranquilizarla
Y así, en este compás creado por ellos, con el instinto a flor de piel, la melodía en un constante in crescendo, se abandonaron a ese deleite, del cual estaban tan sedientos
Ella nunca antes se había sentido más segura de su cuerpo
Él sólo había disfrutado una vez más de una mujer
Ajena a lo que la rodeaba, se perdió en la satisfacción de saberse completa, de saber que una sensación no determina nada
Comprendió que cada vez que no había gozado y se sentía frustrada, no era por ella sino por ellos. Que la habían manipulado muy sutilmente. Que solo se habían interesado por su placer
Y así, con esa loca aventura pasajera, dejó sus complejos
Y fue el mejor final que jamás pudo haber esperado. Porque él se fue
Y quedaba solo ella, entera y con la hermosa tarea que había comenzado: amarse a ella misma