Lenguas y devenires en pugna
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Julio Hevia Garrido Lecca. Lenguas y devenires en pugna
Índice
Prólogo
Introducción
CAPÍTULO I. Ciencia, discurso y estrategia
CAPÍTULO II. Vigilancia estatal y desprendimiento de significantes
CAPÍTULO III. Lengua mayor, usos menores
CAPÍTULO IV. Auge y caída de la personal(de)idad
CAPÍTULO V. Lenguas y devenires: La pugna entre adultos y adolescentes
1. Continuidad y ruptura: El reto de la enseñanza actual
2. Alejamiento y retorno: El caso del verbo computar
3. Una clínica ambulatoria: Sobre traumas, paranoias y alucinaciones
4. Positivando negativos: Locos, mostros y malditos
5. Metamorfosis y minimalismo: El caso de la requintada de madre
CAPÍTULO VI. Las preguntas del poder y el poder de las preguntas
Bibliografía
Отрывок из книги
Lenguas y devenires en pugna. En torno a la posmodernidad
Julio Hevia Garrido Lecca
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El proceso inverso, clínico si se quiere, es el que se sigue en el reciente filme de L. Von Trier, Contra viento y marea (1996). Allí lo incondicional del amor lleva a la protagonista a nadar contra la corriente y a enfrentar el escarnio colectivo: lo curioso es que la heroína no encuentra más apoyo que una religiosidad cada vez más distante del sentir comunitario. Así, pues, cuando de regímenes totalitarios se trata, la alienación se extiende y capilariza en directa correspondencia con una incredulidad y una duda estandarizadas (Aulagnier, 1980: 35-49). Esas sospechas deberán activarse al emitir o recoger una información; tanto para el sujeto como para el objeto de un comentario; lo mismo al divisar que al ser divisado en un feudo cualquiera. No es casual que en las megalópolis de fin de siglo las proxemias epidérmicas que acompasan los flujos citadinos acentúen, paradójicamente, la distancia imaginaria de los transeúntes.
Recuérdese, entre nosotros, la “suspensión de las garantías”, el síndrome del “toque de queda”, y su reverso festivo: las reuniones de “toque a toque”. Evóquese la cotidianidad de los atentados y de los secuestros en general; o de los coches-bomba, en particular. De esas atmósferas y del ritmo adrenalínico que destilaban, solía acusar un impacto más claro el extranjero o el visitante eventual, antropólogo al paso de una escena conflictiva que, mal que bien, enriquecía su saber. He ahí uno de los hábitos que un régimen paranoico consolida y “naturaliza”: cuanto más preocupado esté el sujeto en detectar problemas afuera, más alterado, más alerta, menos indiferente se encuentra por dentro: transfiguración topológica que no debe soslayarse, dado el peso que en tales contextos adquieren los denominados analizadores (Lapassade, 1979). Al analizador hay que entenderlo como un emergente, cuya sola expresión suele dar cuenta de un sentir más o menos generalizado; como un vocero que consigue sopesar las condiciones existentes, en un tiempo y lugar dados; como un ente protagónico que provoca variaciones respecto de las crisis, o que madura una alternativa contra éstas.
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