Читать книгу Volviendo al nido - Jullianna Barreto - Страница 8
ОглавлениеYATZIRI Y SU METAMORFOSIS
En noches de luna llena ella se transformaba en una loba con dos capas de pelaje grueso y negro, una externa y otra interna, y le daba fuerza a lo psíquico.
Ella seguía manteniendo el brillo de los ojos color amarillo y a veces color rojo, con patas fuertes que le daban agilidad al correr. Era una raza difícil de encontrar, tan rápida que alcanzaba a cualquier presa en su momento de hambre. No recurría a la violencia, solo en casos de extrema necesidad a pesar de su fuerza y perseverancia.
No andaba en manadas, desarrollaba su fuerza y confianza de manera individual, pero cuando se encontraba con algún lobo o loba, sabía identificar de dónde provenía. Eran pocos los lobos negros, pero había muchos marrones y mezclados.
Al ser loba, tenía el poder de acechar, de la invisibilidad y la protección familiar. Por su espíritu de enseñanza, ya que tenía el instinto ligado a la inteligencia, enfrentaba cada ciclo de su vida con el valor que había adquirido con el paso de los tiempos, dando así una experiencia de mujer para luego sentirse una loba completa.
Ella se destacaba como un mito o leyenda, en los pueblos antiguos creían que Yatziri había sido llevada por su verdadera ferocidad y coraje de mujer. Ella luchaba por ser libre y no quería amar sin ser real, sin vivir al máximo los sentimientos, porque era una guerrera valiente que no se rendía y no podría disfrutar de la vida dando la suya a cambio de la felicidad de su padre.
Ella amaba vivir, quería ser libre, quería volar, quería fluir, quería saber el valor de la vida en pequeños momentos con la naturaleza que tenía en sus manos. Ella podía ser loba, podía ser puma, podía transformarse en lo que quería.
La loba más bella del pueblo podía estar libre.
En la noche de la luna de sangre Yatziri consiguió transformarse como todas las noches de luna llena, pero esta vez duraría más tiempo que de costumbre, pues tendría que elegir entre ser mujer o ser un Canis lupus, una loba. Tomó la decisión para ser feliz en el medio de la gigante selva que la tendría acogida.
—Perdóname, papá, pero yo necesito ser feliz y vivir mi libertad —habló ella sola cuando estaba en su transformación. Una lágrima bajaba por su rostro, pero logró su objetivo.
Se había prometido a sí misma cuidar y ser una guardiana del hogar donde estaban sus padres, quienes no sabían que Yatziri ahora era una loba y que no podrían conquistar lo prometido.
En poco tiempo, el príncipe y su familia se habían enterado y el rey, padre de Yatziri, justificó la ausencia de su hija diciendo que había sido secuestrada por lobos de la selva por su gran belleza y su alma pura con cuerpo salvaje.
Itze, el príncipe, no se conformaba, quería al menos ver a la hermosa princesa en carne y hueso. Era una mujer tan bien hablada y de una belleza extrema comentada por todos en el pueblo. No podía haber perdido tan perfecta oportunidad. Pero él no sabía que estaba siendo observado por Yatziri en el palacio de sus padres.
Al ver a la madre de Yatziri desconsolada, el rey Balam trató de esperar y pensar en una solución, ya que la princesa podría estar muerta. De eso ella no podría escapar porque estaba en la selva y todo allí era peligroso. Pero el rey no sabía que Yatziri era parte de esa selva, íntima amiga de quien gobernaba allí.
La doble vida le dio esa piel tan suave y la dejó bella y llena de juventud. Corría por las noches y la luna llena la dejaba más viva, más feroz, con su alma salvaje completando la inmortalidad. Surgió su inspiración de mujer que no odia ni ama, sino que sobrevive.
Ella aúlla en las noches y condena a los frágiles.
Antes de partir, Yatziri entró en los sueños de su madre diciendo:
Querida madre, luchaste para que sea la voluntad de algo que ya estaba predeterminado.
Yo soy fruto del amor verdadero, el amor más puro, que me dio la libertad. Pero no temas por el futuro, yo seré una loba mansa, en su debido tiempo volveré pronto para estar a tu lado.
Mientras no esté en forma de mujer, seré la guardiana de nuestro castillo y no dejaré que el mal entre, porque atacaré a todos los que vengan con malas intenciones.
Yo estaré siempre alerta, de pie, con olfato y audición frente al enemigo y sin piedad arrancaré cada pedazo de su ser.
Estuve en una jaula y conseguí abrirla para buscar y obtener mi libertad. Los hombros encogí y al bosque me largué.
Quiero ser libre, sin cadenas y sin barreras.
Enseguida Yatziri desapareció en una luz en el fondo de una hermosa caverna, llena de paz, calma y pasión. La reina despertó asustada, sin palabras se puso a pensar en todo lo que había sentido... Era tarde... Aún era de noche.
La reina se puso a llorar, su angustia era plena, no tenía a quién acudir con el dolor de su corazón porque el rey era muy duro para hablar de sentimientos y emociones. Ella esperaría todo el tiempo del mundo porque quería que su hija fuera feliz y no estuviera atada a ellos.
Amarse en secreto
Las palabras condenan
a las mentes serenas.
Es que del latir
uno no puede vivir.
Hay que resistir
la suave condena
del compartir.
Porque el pensar de una nena
hecha de amar
es elegir el sentir
de una mujer
hecha de placer.
Quedar sola para amarse
no significa
dejar de querer
al prójimo.
Es pensar en uno mismo
y buscar
el satisfacer.
Un minuto en silencio,
un minuto de meditación,
un minuto, luego pienso,
un minuto de autoproyección.
No olvidemos el amor propio
que nos hace crecer
y nos mantiene en el brote
de la metamorfosis
en cada anochecer.
Sin excusas,
sin disculpas.
Valora detalles,
suma sacrificios.
Eres la primordial,
tú decides,
quieres
y proyectas
lo que quieres ser.
Ella había ido en su mejor oportunidad, pasaba sus noches en los mejores lugares, con la mejor compañía. En pocos meses vinieron los dzulez, eran los extranjeros. Ellos fueron los que deshicieron todo. Llevaron temor al pueblo maya, mataron su cultura, destruyeron las flores y se llevaron las estrellas. Acabaron con hombres mayas, se llevaron mujeres y niños. Yatziri quiso volver cuando su pueblo quedó solo; no podía verlo en ruinas. A pesar de que no sabía qué hacer, no podría dejar a su gente en aquella situación.
En medio de muchas personas, ella quiso atacar a los hombres que lastimaban a las mujeres cerca de un río, pero un hombre blanco la dejó tirada en la orilla con una costilla rota y no pudo levantarse ni abrir los ojos.
Luego, cuando los hombres blancos se fueron de ese lugar, cuando el clima cambió y empezó a refrescar, las hojas de los árboles se veían mojadas y el suelo, más húmedo, apareció un hombre fuerte, con rasgos mayas. De piel color café, sus ojos color tierra, el cabello oscuro hasta los hombros, de estatura mediana. Llevaba poca ropa, retazos de tela de colores vivos.
Yatziri ya no era una loba, ella era una mujer. El golpe en su costilla y el sufrimiento por ver a su pueblo así la transformaron en una mujer maya, la naturaleza lo decidió.
La mirada del hombre con rasgos mayas era de preocupación, vio que estaba respirando, podía escuchar su corazón, entonces la tomó en sus brazos y la llevó. Ella estaba herida y no quería lastimarla.
Él se llamaba Yunuen, era de una aldea próxima a la de Yatziri, pero no se imaginaba que ella era la princesa más bella de todo el reino de los mayas y desconocía su metamorfosis porque la había encontrado como mujer.
Después de unos días, Yatziri despertó asustada, pudo verse como mujer, hacía mucho tiempo que no se veía así. Encontró a Yunuen, quiso escapar, pero el joven la tomó de la mano y dijo:
—Estás muy frágil. No te haré ningún mal. —Miró a sus ojos.
—¿Quién eres? —preguntó desconfiada.
—Me llamo Yunuen, estoy aquí para cuidarte. Te veías muy frágil, creo que algún dzulez te ha lastimado.
—¿Quiénes son ellos? ¿Qué hacen aquí? —Yatziri no sabía lo que sucedía.
—Ellos son hombres blancos que invadieron nuestras tierras, quitaron el pueblo de sus hogares y arruinaron nuestra cultura.
—No podemos permitir eso, Yunuen, debemos luchar y seguir adelante. En unos días será luna llena, debo estar mejor. —Yatziri tocó al lado de su costilla.
—Descansa. Debes hacer reposo. —La acostó con cuidado.
Y en verdad Yatziri estaba cansada, no estaba bien, necesitaba dejar el cuerpo sobre la cama y cerrar los ojos. Yunuen estaba preparando algunas plantas medicinales para que ella sienta menos dolor y que la herida se cierre.
Pasaron los días y Yatziri ya estaba mejor, podía ayudar a Yunuen en algunas tareas simples, siempre sentada para no forzar todo su cuerpo.
Una noche de viento suave y fresco, Yatziri y Yunuen salieron a mirar las estrellas. Él estaba enamorado de ella desde el primer momento en que la tomó en los brazos, pero no quiso demostrar nada para no asustarla, quiso que todo siguiera su camino y que ellos pudieran formar una linda amistad.
Yunuen siempre decía a todos sus amigos que una buena relación debería empezar con la amistad, era la base para un futuro largo al lado de quien amas de verdad. Cuando uno ya es viejo, queda la amistad para siempre, ya si es solo por atracción física, no será de la misma manera una relación duradera.
Enseguida Yatziri pudo contar que era la princesa y Yunuen quedó admirado, porque él conocía la historia de la mujer loba, todos hablaban de ella como una mujer valiente y, dentro de todo, era la más hermosa del pueblo maya, incluso eso se estaba transformando en una leyenda. Los más viejos se lo contaban a los niños y quedó registrado en el Códice, un libro que solo leían los conocidos y estaba en orden, cada página llevaba un marco grueso de color rojo. La parte que hablaba de Yatziri ocupaba tres páginas de aquel libro que era leído de izquierda a derecha.
Yunuen estaba sin palabras, actuaba diferente con Yatziri, se sentía avergonzado y no sabía de qué hablar con ella. Era una mujer tan fuerte y no podía creer que una princesa estaba en su casa, un lugar tan simple que no pudo más que decirle:
—Te pido disculpas si no es un lugar muy adaptado para ti, mi hogar es simple. Pero tengo muchos conocimientos de las hierbas y te ayudaré a estar mejor en pocos días. Te lo aseguro, luego te llevaré a tu hogar.
—No, Yunuen, no sé de qué me hablas. Yo soy una loba, he vivido en lugares más húmedos, más incómodos y terribles de lo que puedas imaginar. Realmente estoy en un palacio, porque eres tan amable desde el momento que me recibiste y veo que eres sincero, porque antes de que supieras que yo era la princesa ya eras así.
—Es que del primer momento que te había visto, mi corazón quedó apretado, era como una conexión. Sentía que debía tenerte protegida aquí. Si no escuchaba mi corazón, era probable que murieras.
—Sí, pienso lo mismo. Te agradezco por todo lo que estás haciendo conmigo, es digno de un hombre fuerte y valiente.
Yunuen se sintió orgulloso por las palabras de Yatziri y pudo sentir su corazón cada vez más apurado. Estaba emocionado y quiso en un momento besarla, pero no se acercó, tenía que controlar sus emociones. Sabía que todo tenía su tiempo y su apuro podría asustar a Yatziri. Él no olvidaba que decían que ella tuvo su metamorfosis debido a que sus padres la querían casar con el príncipe.