Читать книгу Aborto libre - Karen Glavic - Страница 8
ОглавлениеEl momento del aborto libre(prólogo)
Karen Glavic*
Este libro fue convocado bajo la consigna “aborto libre”. De manera un tanto intuitiva, apelamos a una sentida aspiración que creemos debiera movilizar al feminismo y fue la manera en que quisimos proponer la invitación en un país que, desde hace algunos años, ha visto como sectores de la sociedad han buscado “correr los límites de lo posible”. Sabemos que la lucha por el aborto en Chile no es nueva, no lo es en su historia de militancias ni como materia de salud pública, no es tampoco una reivindicación propia de las protestas de la última década, ni exclusiva de la marea feminista que se ha esparcido por varios lugares del mundo y que en Argentina se ha teñido particularmente de verde, contagiándonos con la fuerza de sus pañuelos.
La premura de este libro surgió a propósito de que en Chile se instalaba nuevamente un gobierno de Sebastián Piñera. En la posdictadura chilena, la derecha ha gobernado dos veces y, entre tanto, la Concertación de Partidos por la Democracia (que en su último periodo pasó a llamarse Nueva Mayoría con la incorporación del Partido Comunista), contó con cinco mandatos. La hegemonía concertacionista en el poder no significó avances concretos en lo referido al aborto hasta el último gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018), pues, muy por el contrario, y como ya ha sido suficientemente estudiado y repetido, lo que ha caracterizado a la democracia de la posdictadura ha sido el consenso, traducido en innumerables ocasiones en la mesura, y en un “todavía no” para las transformaciones sociales más profundas. Esto puede leerse como el relato cultural e ideológico funcional a la administración del modelo neoliberal, que ha vivido durante los años de democracia bajo el fantasma y amenaza permanente hacia los ciudadanos y ciudadanas de que las posiciones extremas amenazan la gobernabilidad que tanto costó recuperar y reconstruir tras la dictadura.
La ley de aborto en tres causales que fuera impulsada y aprobada en el último gobierno de Bachelet es extremadamente limitada en su alcance y solo contempla, tal como su nombre lo indica, tres situaciones en las cuales una mujer puede optar a la posibilidad de un aborto legal: riesgo de vida para la madre, inviabilidad fetal y violación. Según estimaciones, los abortos que se realizan en Chile bajo estas condiciones alcanzarían a un 3% de los casos. En un país con una legislación tan limitada en torno al aborto y con sectores conservadores tan poderosos, este avance significó para muchos, una cuenta alegre. Dentro de todo, se estaba avanzando y poniendo en evidencia un consenso social en torno a la reposición del aborto terapéutico, pues esta ley estaba avalada por un alto porcentaje de la población que se mostraba favorable a despenalizar el aborto bajo causales específicas.
Durante la democracia el tema del aborto vivió sus propios silencios al menos en lo institucional. Proyectos de ley desechados o dormidos en el parlamento, una oposición férrea de la derecha, poca voluntad de los partidos y resistencias dentro de la propia Concertación en sus sectores más conservadores, hicieron del aborto, tal como ha ocurrido y ocurre en muchos otros países del mundo, un tema incómodo y de bajo consenso para formar coaliciones progresistas. El movimiento feminista de los años ochenta que se organizó en contra de la dictadura y que tuvo también entre sus temas la legalización del aborto, sufrió quiebres y dispersiones entre la institucionalización y la recuperación de sus demandas más sentidas, que hicieron de la palabra “género”, como ha planteado Nelly Richard en tantas ocasiones, el significante dominante y desarticulador de la potencia de los feminismos.
El lenguaje tecnificador de la democracia contrabandeó la palabra aborto entre “derechos sexuales y reproductivos” y “agendas valóricas”, dejando para después el debate sobre una práctica milenaria que en Chile tuvo una legalidad específica entre 1931 y 1989. Eliminar el aborto terapéutico que rigió en ese periodo fue uno de los últimos amarres conservadores que dejó la dictadura de Pinochet, con la consecuencia de un retroceso cultural en torno a la legitimidad del aborto, que se ha visto además cruzada por avances tecnológicos que han hecho del feto una entidad que circula en su propio marco de producción de sentido a través de imágenes y discursos conservadores.
Como era de esperarse, el gobierno de Sebastián Piñera que se instaló en 2018 torpedeó los modestos avances que la ley de aborto en tres causales significó. No fue necesario hacer un ejercicio de ficción política, ya que el protocolo para la realización de esta práctica y las modificaciones a la objeción de conciencia, que se realizaron a semanas de instalado el gobierno, dieron cuenta de lo esperado. Los sectores más conservadores hicieron presión en la disputa por la hegemonía, donde sabemos, el cuerpo de las mujeres es presa del sometimiento y la subordinación.
A partir de allí, de esa contingencia, surge este libro e invitación. Pero como los tiempos de escritura y pensamiento no corren siempre con la misma prisa, la vorágine inicial algo ha decantado. No teníamos a la vista aún la campaña en Argentina cuando convocamos, y fue tanto ella como la marea feminista chilena de 2018 las que imprimieron un pulso y miradas a los textos, aunque no a todos ellos. Las mujeres que aquí escriben tienen una trayectoria en sus campos de estudio y militancia, lo que hizo que elaboraran reflexiones cruzadas por el tiempo que habitamos, pero ese tiempo, claramente, es un vaivén de idas, vueltas y miradas entrelazadas de pasado, presente y futuro.
Queremos agradecer a cada una de las autoras de esta compilación por su disposición y por el tiempo que dedicaron a la escritura de estos textos, tanto a quienes aparecen en este libro, como a aquellas que no lo hicieron y fueron convocadas, ya sea porque no pudieron, no quisieron o faltó tiempo. Sabemos que muchas de ellas son comprometidas activistas que ponen buena parte de su energía diaria en acompañar a mujeres que necesitan un aborto, o en pensar cada día estrategias para generar avances hacia un aborto libre, legal y seguro. Un libro nunca puede tratarse de todo ni ser justo en su composición, eso guarda relación, por supuesto, tanto a decisiones políticas como a cuestiones más triviales y sencillas: a olvidos, desconocimiento, también a la precariedad laboral. En un tema delicado y cruzado por el secreto, nos vimos como editorial muchas veces explicando cuál era nuestra intención al realizar esta convocatoria, y la verdad es que terminaba siendo sorpresivo de lado y lado el sinceramiento de que a todas y todos nos empuja sobre todo la voluntad de justicia y de dar una disputa cultural en torno a los temas urgentes y necesarios. El aborto es uno de ellos.
A pesar de que la educación chilena es uno de los bastiones del modelo neoliberal, existe un pequeño campo intelectual que se resiste y mantiene crítico al disciplinamiento de la indexación y los sistemas de acreditación. Muchos de estos intelectuales, escritoras y escritores, editores y editoras, conformamos un circuito de editoriales que intenta posicionar temas y publicar libros que no tendrían circulación de otro modo. Es también allí donde este volumen se inscribe. Por eso resulta tan importante poner de manifiesto que siempre pensamos este trabajo como una suerte de donación, de apertura de un espacio compartido para quienes luchan por el aborto libre, legal, seguro y gratuito desde distintas trincheras. Tenemos la convicción de que la escritura es una de ellas y no puede abandonarse aquí ni en otras luchas feministas, pues es, precisamente, del campo de la palabra del que las mujeres y las disidencias han sido excluidas, y desde donde los feminismos en su potencial emancipatorio son silenciados. La escritura es una materialidad también y hemos de procurar pensar y ser críticas de la cesura entre “hacer y pensar”, tanto porque tomar la palabra es necesario para dotar de contenido a la acción política, como porque la fórmula reproduce una separación que ha puesto históricamente a las mujeres en el lugar opuesto al pensamiento y la razón. Hay muchas formas de desplegar la escritura y el pensamiento, subvertir el orden androcéntrico es posible desde la toma de palabra y sus diferentes formatos y expresiones, disciplinas, afectos y acciones. Esperamos que este libro, en sus distintas tonalidades, pueda ser muestra de ello.
Dentro de esos acomodos de la escritura, hemos decidido mantener el uso del género que cada autora dio a su texto. Homogeneizamos y editamos solo cuestiones mínimas con el fin de facilitar la lectura. Tanto la “e” como la “x” tienen su propio potencial e historial político. Hay quienes deciden feminizar los plurales o mantener el neutro. Nos parece una discusión abierta y con impronta particular, los textos aquí llevan firmas de nombre propio, pero también son voces colectivas, y eso es lo más importante de destacar. Eso pensamos como Pólvora Editorial y, por esta razón, este prólogo se desdoblará entre una voz plural y una singular. La editorial que convoca y la compiladora que edita este texto.
El momento actual
Cuando pienso en este título, no lo hago a propósito de que hoy estén dadas las condiciones históricas y políticas necesarias para legalizar el aborto en Chile. Más bien, refiero a la actualidad de la discusión y sus condiciones específicas para un momento conectado hacia el pasado y el futuro. “No es el momento”, es una frase que ha resonado en la lucha por la despenalización del aborto en Chile. Y no solo en lo relativo al aborto, también a las transformaciones sociales. Ha resonado en la institucionalidad, desde el cálculo de los partidos y los gobiernos de la posdictadura, y en el imaginario político atascado en los límites conservadores y domesticados del consenso neoliberal. Para las mujeres que quieren abortar siempre es el momento, y el deseo, la necesidad, la premura, se abren paso con o sin un sistema médico y jurídico que contenga esa voluntad. Por eso la interpelación del título no tiene que ver con un gesto de oportunidad, es la invitación a la lectura de un contexto, y allí las autoras que escribieron los artículos de este libro se movieron con soltura en torno a la invitación a discutir sobre el aborto libre. La interpretación es variada porque sus lugares de enunciación, militancia, reflexión y trabajo son variados. Del mismo modo en que lo son sus posiciones políticas, y ese es, precisamente, el valor que este texto busca proponer. Sin sacarle “el cuerpo” a la discusión, tomando posición, no olvida que los feminismos son múltiples y que el significante “libre” en torno a la palabra aborto, ha sido y es todavía materia de disputa.
María Ignacia Banda y Cecilia Moreno1 (2018), en un texto publicado en el blog Antígona Feminista de Alejandra Castillo, titulado “Desafíos de una estrategia de aborto libre en el momento feminista” sitúan un nudo de tensión para una estrategia colectiva en la lucha por el aborto en la relación con el Estado. Afirman que la fórmula “aborto libre” pareciera suponer la no intromisión de terceros, contraviniendo con esto la apelación al derecho positivo y la garantía del derecho a abortar contenida en la fórmula “aborto legal”. Acentúan lo enunciado, sugiriendo la distinción entre “legalización” y “despenalización” como aspectos contrapuestos de la demanda social, donde “aborto legal” sería una prestación garantizada en el sistema de salud versus un ejercicio de “lo libre” que sugeriría “libre demanda”, “sin plazos” y omitiría la responsabilidad del Estado. Luego se preguntan: “¿Cuál de estos términos nos interpreta mejor? ¿Cuál favorece mejor a la diversidad de cuerpos gestantes en sus posiciones raza y clase? ¿Cuál podemos pensar que es más convocante? ¿Cómo trabajamos para eso último? ¿Es posible una síntesis?”. Me parece que es interesante lo que la interpelación introduce, ya que es cierto que en Chile existen y han existido tensiones en la relación con el Estado desde el movimiento feminista. Como podrá leerse en los artículos que componen este libro, el significante “libre” puede ser entendido de variadas maneras. Y lo cierto es que funciona y ha funcionado como una fórmula que permite correr el sentido de lo posible. Más que libre de plazos o como un enunciado meramente liberal del “yo decido”, lo libre puede operar como posición ante el “todavía no” de la democracia posdictatorial, como una disputa generacional entre feministas mayores y jóvenes que han sorteado de manera distinta la institucionalidad y las demandas hacia el Estado. Tiendo a creer que entre los grupos que militan la causa por el aborto, las estrategias políticas no consisten en negar la legalización, sino que más bien en promover otras formas de organización en torno a un Estado que no garantiza, precisamente, un acceso equitativo a la salud sexual y reproductiva. El colectivo Con las amigas y en la casa (2016) plantea:
Nosotras tenemos el objetivo de descriminalizar socialmente el aborto, y por eso entregamos la información de cómo hacer un aborto seguro en casa. Sin embargo, tú sabes que no es un impacto gigante dado a la cantidad de llamadas recibidas en un par de horas y cinco días a la semana. Entonces, sabiendo que cada llamada durará por lo menos veinte minutos, no es mucho. Estamos conscientes de que no vamos a llegar a tanta gente, pero sí hay una cosa simbólica en decir “yo estoy ayudando a mujeres a abortar. Simbólicamente hace algo porque nos interesa el tema cultural […]. Sabemos que su despenalización es importante porque no queremos que más mujeres vayan presas y que sufran todo ese tipo de interrogatorios, pero una puede elegir donde pone la energía, y la nuestra está en el trabajo cultural de tratar de desarmar ese tabú respecto al aborto y la culpa.
No deja de ser importante pensar en lo jurídico de un proyecto de despenalización o legalización. Pero tal vez, la pregunta anterior es sobre el consenso, acuerdo cultural o despenalización social que permite discutir esas categorías jurídicas. Si bien es cierto que, como plantean Banda y Moreno en su texto, hay posiciones en la lucha por el aborto libre que se preguntan en torno a la intervención biopolítica sobre los cuerpos, es importante rescatar en el contexto situado de la discusión que han significado ciertas campañas, consignas u ofensivas en determinados momentos. Traigo estos dos ejemplos a colación, porque me parece que además es importante conocer y discutir como las nuevas organizaciones y partidos políticos en formación abordan conceptualmente la discusión. Es cierto que la consigna “aborto libre” puede generar el efecto indeseado de aparejarla con “hago lo que quiero”, entre otras cosas, porque el relato ideológico de la posdictadura en Chile corre por ese carril, pero aquello no puede descuidar una discusión conceptual que dote de contenido las demandas y sobre todo los imaginarios por los que luchamos.
Sofía Brito (2018), militante del Partido Comunes que también conforma el Frente Amplio, publica también un texto en el blog Antígona Feminista con ocasión del 25 de julio de 2018, donde aborda las limitantes de la ley de aborto en tres causales e introduce una pregunta de mucho interés ante la irrupción masiva del feminismo: ¿Cómo enfrentar la apropiación/procesamiento de las disputas cuando el feminismo se instala en el debate público? Brito profundiza la pregunta agregando datos del contexto político, al afirmar que la lucha en el campo de los derechos sexuales y reproductivos impugna el pacto subsidiario que permite un feminismo universal en el que coincidimos y que incluso es procesable por un feminismo conservador. También afirma que no basta con que el aborto sea libre, sino que también legal, seguro y gratuito, en consideración de que reapropiar la capacidad reproductiva de las mujeres es recuperar y conquistar derechos sociales. La lucha por el aborto es una lucha contra la precarización de la vida que tiene clivajes en un Estado subsidiario que financia privados y vela por sus intereses. Con la apelación ética a la objeción de conciencia, y una defensa de la libertad económica velada en la “defensa a la vida”, parece nuevamente sensato pensar más allá de la consigna del aborto libre.
Es muy relevante que organizaciones que vienen del movimiento estudiantil del 2011 y que han protagonizado la apertura y consolidación de espacios feministas en las universidades reflexionen y conceptualicen posiciones en torno al aborto. Es relevante porque las tramas partidarias, los amarres institucionales y la sumisión feminista a ellos (que serán críticamente abordados por María Isabel Matamala en este libro) durante los años de gobiernos de la Concertación están todavía muy presentes en las disputas e imaginarios de las militantes por el aborto. La escisión entre feministas autónomas e institucionales es aún un campo abierto, pero que logra llenarse de otros contenidos en virtud de que el mapa institucional se ha modificado. La llegada de nuevas generaciones y de otros escenarios políticos en que el feminismo se ha instalado en el debate público, evidentemente modifican la trama posdictatorial. La interpelación para estas nuevas organizaciones es, quizás, cómo procesarán política y conceptualmente la lucha por el aborto, y cuánto y de qué forma podrá negociarse en los espacios institucionales. La conquista de derechos sociales implica pensar también a los sujetos que ejercerán esos derechos, y afirmar la necesidad de la movilización es asumir además que la movilización no es homogénea.
En La condición fetal. Una sociología del engendramiento y el aborto (2016), Luc Boltanski se adentra en los cambios culturales que la despenalización del aborto ha significado para Francia. En un trabajo de entrevistas a mujeres que se han practicado abortos y en una conceptualización que no descuida la noción de persona y ser humano que hay tras la figura del feto, remarca en alguno de los pasajes del libro, que las mujeres no han dejado de estar solas en el momento de practicarse un aborto, a pesar de ser un procedimiento asegurado por el Estado. El mundo puja alrededor entre discursos conservadores y progresistas, entre la culpa y la ambivalencia del deseo de engendramiento y aborto. El tema no se cierra una vez que el Estado dirime, y me parece que es este nudo desde el cual se necesita afirmar que el trabajo social y cultural es tarea permanente. Boltanski describe en su estudio las contradicciones que las mujeres viven al ser observadoras de las imágenes de un feto que cada vez tiene más agencia y plantea que no se trata de escindir a éste por completo del cuerpo de las mujeres. Por una parte, porque esta es la estrategia de los grupos conservadores: dotar de entidad a un embrión y darle la calidad de persona de manera anticipada y, de otro lado, porque las mujeres no lo viven así en todas las ocasiones. Cada experiencia es única, los programas de acompañamiento son necesarios y las redes de solidaridad son necesarias, eso lo tienen claro las activistas de las redes de socorristas y líneas telefónicas que han visto cómo en países en que se ha legalizado el aborto su rol se ha perseguido. En la trama de la organización social se moviliza una potencia del feminismo y no es ni posible ni deseable reducirla a la discusión institucional. No hace mucho en la Argentina se publicaba una nota titulada “Las mujeres indígenas somos las primeras aborteras” (Alba 2019), que desde la ciudad de Rosario denuncian la violencia específica que sufren las mujeres indígenas de distintas comunidades a la hora de intentar acceder a un aborto, por lo que exigen un protocolo de interrupción legal del embarazo traducido a sus lenguas, y esto es solo una arista del reclamo. El movimiento por el aborto puede también no procesar las diferencias culturales y hegemonizar el relato en función de una legalidad abstracta, de una solidaridad abstracta, de una idea de salud que no contemple, por ejemplo, salud espiritual. Lo humano es vuelto a interpelar aquí.
Las líneas de aborto y redes de socorristas han tenido un componente importante de activismo lésbico. Este encuentro no hace otra cosa que hablar de una impugnación al orden reproductivo heteronormado. La “lesbianización del aborto”, que ha sonado como consigna entre grupos de activistas, apunta hacia la pregunta sobre las características que describen a las mujeres y como el negarse al mandato reproductivo hace confluir a una mujer que aborta con una lesbiana. Lo potente de estas reflexiones es que desordenan y desplazan sentidos en un orden sexual en que el aborto y la diversidad sexual tienen un componente prohibitivo. El aborto es, incluso, un mayor y poderoso disuasivo, pues las uniones homosexuales y lesbianas son mejor procesadas por las democracias liberales que la negación a la reproducción y el futuro que implica el aborto. Por eso la imagen del feto se ha vuelto tan relevante para las campañas de los grupos provida. Jorge Díaz (2016) afirma:
Es importante entender que el feto no existe si no es en su exceso de visualidad, en su saturación de significados, en su visualidad esparcida que no lo restringe a ningún lugar, es decir, está construido en el proceso semiótico-material que implican las tecnologías de visualización: cámaras de alta definición, fibras ópticas, máquinas de ultrasonido, pantallas en tres y cuatro dimensiones. La imagen de la ciencia sirve, cuando el médico se la muestra a la mujer en la pantalla y le dice “usted va a ser mamá”, para construir un rol que pareciera natural para la mujer: ser madre, ser una mujer sentimentalmente reproductora. Es por esto que la tecnología de la representación ecográfica no es neutral, sino que está al servicio de una determinada política conservadora con un presupuesto maternalista. Porque la política se basa en eso: en el trabajo eficaz de hacer circular ciertas imágenes para construir la realidad.
Este texto de Jorge Díaz reflexiona sobre una campaña/performance que realizara el Colectivo CUDS (2012) años antes, y que tenía dentro de sus frases más polémicas “el feto no es un ser humano”. Interpelando aquí el inicio de la vida, pero también de la humanidad y sus significados en disputa. El colectivo buscaba trabajar los signos que cruzan al aborto en función de políticas que interrumpan el orden heterosexual de la reproducción. El texto de Díaz comienza haciendo referencia a que las estrategias tradicionales para hablar y representar el aborto se centran en el cuerpo de la mujer, mientras que los grupos provida usan la imagen del feto, los grupos proaborto se centran en las mujeres y las consignas que reafirman su autonomía, la decisión sobre el propio cuerpo y la experiencia no transferible.
Me parece importante recoger experiencias, posiciones y relatos que incorporen el pensamiento y el activismo no-hete-rosexual en la lucha por el aborto. Este tema no ha dejado de ser una controversia en los feminismos y es importante mantener posiciones no esencialistas que abran y potencien la disputa cultural que la legalización del aborto conlleva. Creo que los textos que aquí se agrupan, y las reflexiones que he traído brevemente a este prólogo debieran ir en la dirección de pensar políticas feministas que, como plantea Alejandra Castillo en su texto, apunten más que a ser “de mujeres” hacia una alteración del orden de dominio heteronormado y reproductivo. Eso implica no solo ampliar nuestras alianzas políticas, sino que, desde la conceptualización, desestabilizar las categorías que hagan de la mujer un sinónimo de madre y de víctima. Las teorías y prácticas que provienen de la disidencia sexual son herramientas necesarias, del mismo modo en que lo son las disputas por la legalidad. Sin ánimo de resignarme en el empate, ni asumir una posición conciliadora, más bien me interesa insistir el necesario e ineludible disenso de toda lucha política. La diferencia quizás con los años de posdictadura, es que la convicción sobre la lucha por los derechos y la necesidad de correr “lo posible” se ha esparcido por la sociedad y nuevas generaciones han impugnado los acuerdos y consensos de los años precedentes.
Observamos un “giro conservador” en la región, reorganización de grupos antiderechos, caída de los progresismos y persecución a sus líderes. Es importante leer el momento feminista también en ese contexto. El feminismo ha sido un detonador de movilización que debe buscar formas de consolidar su potencia. Para ello, el activismo y la militancia en diversos frentes seguirá siendo necesaria, del mismo modo en que lo es la solidaridad que sus prácticas y políticas suponen. Contra la precarización de la vida, por un aborto libre de causales, por dotar de nuevos sentidos a la palabra libre, para que no sea necesario temerle cuando queramos hablar y reafirmar la exigencia de derechos.
Esta compilación
Probablemente, la certeza de que la actual ley de aborto en tres causales está fundamentada bajo la idea de la mujer-víctima es uno de los principales acuerdos de este libro. De una u otra manera, es la condición de sujeto de las mujeres la que está puesta en cuestión en la negación del aborto, y es el significante “libre” el que permite contravenir el orden patriarcal que coarta la voluntad de las mujeres a decidir sobre la maternidad. La palabra “libre” se articula de variadas maneras en los artículos, ya sea desde su posible oposición a un orden de lo legal que podría introducir una confusión en torno a la ausencia de marco que lo regule; encadenada siempre al enunciado “legal y seguro” o “legal, seguro y gratuito”; libre como libre de causales; libre como expresión de las otras tramas en las que el aborto se realiza y que se desarrollan de manera paralela al Estado (y aún de forma ilegal, por cierto), pero como una afirmación de las redes de solidaridad entre mujeres que se acompañan en la experiencia del aborto. “Libre” pareciera ser una fuente de afirmación de la voluntad y de la condición de sujeto para las mujeres —sin dejar de cuestionar la noción de sujeto— en una legislación y una narrativa cultural que sitúa a las mujeres en el reducto de la víctima.
Alejandra Castillo en su texto “Aborto libre, sin pedido de disculpas” abre esta compilación y afirma que legalizar el aborto es un acto de justicia con las mujeres. Un acto de justicia con el goce negado que no solo remite al terreno de lo sexual, sino que también a la posibilidad de desarrollarse como persona en el espacio público. Señala a la legalización del aborto como una de las amenazas al pacto interclase de la fraternidad de hermanos que une a los varones en un ejercicio de poder transversal: el dominio sexual sobre las mujeres. Tanto este pacto como la cohesión de la clase dominante (que usa estrategias liberales y conservadoras a simple vista contrapuestas) suman un gran acuerdo en la negación del goce de las mujeres y la prohibición del aborto. “El aborto debe ser libre”, afirma Castillo. Libre para todas las mujeres y no solo para las privilegiadas, libre de límites, pruebas y causales que pongan en entredicho a las mujeres como sujetos, pues es, precisamente, de esta condición de la que se le pide restarse a la hora de decidir sobre una interrupción del embarazo. Las mujeres deben demostrar que son víctimas y que la situación que le aqueja se ha configurado en contra de su voluntad para acceder a la posibilidad de un aborto. Dicho esto, la autora no descuida una advertencia sobre el límite del orden jurídico y los derechos, en el que el acotado marco del consentimiento en el que se mueve la voluntad de las mujeres, es también el marco de lo humano, una humanidad que ha descrito una promesa de inclusión bajo límites y exclusión. El aborto libre es feminista. El aborto libre y la potencia del “no” que comporta, interpela los límites de la eterna promesa del “yo decido” que se ha articulado bajo el orden de dominio masculino; el feminismo es lo contrario a este orden de la excepcionalidad y el aborto libre no solo ha de considerarse como una “política de las mujeres” sino como la posibilidad de alteración del orden heteronormado y reproductivo.
La fórmula de análisis sobre la mujer-víctima (aceptable) y la mujer autónoma (inaceptable) es retomado por María Isabel Matamala en su análisis sobre las condiciones políticas y culturales que dieron posibilidad a la promulgación de la ley de aborto en tres causales en el último gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Con un detallado y crítico recorrido sobre los acuerdos y domesticaciones a las militancias feministas en la posdictadura, la autora propone una lectura que permite entender los retrocesos culturales que conspiran para la despenalización social del aborto. En su texto “Aborto en la medida de lo posible: sumisión feminista y obstrucción de conciencias” retoma el hilo de la historia del aborto terapéutico que tuvo vigencia en Chile durante el siglo XX, la excepcional experiencia del Hospital Barros Luco y por, sobre todo, la referencia a la historia de la práctica de interrupción del embarazo, ese “hacerse un remedio” que ha sido parte de la historia de las mujeres durante siglos a modo de memoria feminista. Señala que la subjetividad conservadora de la dictadura, profundizada por los acomodos neoliberales de la democracia, ha atropellado la ética médica, persiguiendo a las mujeres que hoy piden un aborto, y hostilizan y estigmatizan al personal de la salud que persiste en su voluntad de servicio. La autora se pregunta por la falta de voluntad política —particularmente en el último gobierno de Bachelet en el que se aprobó la ley— que no previó los obstáculos evidentes que traería su aplicación. Junto a esto, analiza el poco compromiso con las transformaciones culturales que eran necesarias para que la sociedad aceptara la decisión y voluntad de las mujeres sobre el aborto. Resulta particularmente valiosa, la lectura que la autora hace de la subordinación de las militantes feministas al interior de los partidos, porque actualiza la ya conocida disputa entre “feministas y políticas” que sugiriera Julieta Kirkwood, lo lee en lo relativo al aborto, y abre un punto de interrogación hacia el presente y el futuro cuando nuevas fuerzas políticas se suman a la disputa por el poder en la conformación de partidos y alianzas. El texto señala que fue la comodidad de “lo posible” y el “todavía no” aquello que conspiró sobre el debate y contribuyó al estigma del aborto, no sin reconocer que hoy, a pesar de la dificultad, los feminismos en Chile han avanzado más allá de la solidaridad abstracta.
El contexto feminista actual es abordado por Hillary Hiner y Lieta Vivaldi, quienes hilvanan la larga historia de la lucha por el aborto y sus principales hitos, a la luz de las nuevas generaciones feministas que tanto protagonismo han tenido durante los últimos años en Chile. Recorriendo los acuerdos de la transición que mantuvieron los proyectos de ley de aborto por fuera de la agenda parlamentaria, Hiner y Vivaldi ponen de relieve la constante organización y movilización de las organizaciones feministas en torno al tema, señalando las distintas estrategias, tonos, alianzas y quiebres que se dieron en su interior, manifestando la distancia político-generacional que ha pujado entre el aborto libre y el aborto terapéutico. En “¡Aborto libre ya! Nuevas generaciones de feministas y las luchas por el aborto en Chile” se observa también como la noción “libre” significa un corrimiento a los amarres políticos de “lo posible”, que tienen un visible impulso en las movilizaciones estudiantiles del 2011 y la profundización del activismo feminista en las universidades, que instaló espacios de formación y construcción política que superaba lo educacional, y que pudo leerse en 2018 en la ola feminista que impulsó en la agenda pública el tema de la educación no sexista y el abuso sexual en el espacio universitario. A través de un mapa de militantes, organizaciones, discusiones y campañas, las autoras realizan un ejercicio clave para comprender el momento presente que, sin obviar las dificultades que han recaído sobre la despenalización social del aborto, la instalación de gobiernos conservadores en Chile y Latinoamérica, y la asonada de grupos antiderechos, permite seguir dando lugar a la lucha por el aborto libre, seguro y gratuito poniendo de manifiesto su necesidad y su mayor aceptación en las nuevas generaciones. Junto al giro conservador hay también mayor movilización, y allí las autoras destacan la “argentinización del debate”, país en que si bien no se aprobó el proyecto de ley presentado en 2018 contagió de movilización y amplia visibilización del tema a Chile. “La mujer que aborta somos todas”, enfatizan las autoras. Todas en nuestra diversidad. Trayendo de forma necesaria las diferencias de etnia, clase, sexualidades y razas que no deben olvidarse en la lucha por el aborto. En un sistema neoliberal la lucha por el aborto debe pensarse en intersección con otras luchas y en atención al régimen que constituye los afectos que lo describen. No todo es sufrimien to, no todo es victimización, también hay solidaridad, cuidado, alegría y tranquilidad.
En su texto “¿De qué color son los pañuelos verdes? El auge del abortismo y la tela que cubre las hegemonías feministas”, Ángela Erpel introduce una lectura crítica a la manera en que la demanda por el aborto se instala en el debate público desde el movimiento social. O también, a la manera en que se conceptualiza e instalan posiciones político hegemónicas en esta movilización. Las mujeres aparecen nuevamente como un colectivo amplio y diverso, sobre el que no se puede obviar su subordinación de género en intersección con otras violencias: el racismo, la xenofobia o la transfobia han de ser consideradas también a la hora de pensar agendas políticas. La autora señala que la movilización por el aborto ha adquirido una importancia inédita a nivel internacional y reconoce también la importante fuerza que ha inyectado la campaña en Argentina. Esto, para el caso de Chile, si bien, transmite solidaridades, experiencias y empuje, también trae a colación viejas discusiones que han recorrido el feminismo y que para los años de posdictadura en el país son particularmente notorias: la dicotomía de lo autónomo y lo institucional, el financiamiento y el rol de las ONG versus el Estado, todo esto conviviendo en la lucha por el aborto. En la diversidad de estrategias, la autora sitúa a los grupos que han potenciado el trabajo legal separado de aquellos que han optado por la autonomía de la acción directa: las líneas telefónicas que hoy por hoy también se han ampliado hacia el trabajo de acompañamiento, construyendo redes de socorristas que se retroalimentan en conocimientos e intercambios con otros países de Latinoamérica y tienen su fuente de inspiración y financiación en la ONG holandesa Women on Waves. Se trata de no perder el ojo crítico, pues no hay “aborto prístino”, ni el de la rebeldía como alegría, ni el con pastillas que en la ilegalidad que está lejos de llegar a las mujeres más pobres. Propone un movimiento reflexivo y no inquisidor con el trabajo realizado, que, sin perder la siempre necesaria lectura crítica de las propias prácticas, ha de ser propositivo, amoroso y con vocación colectiva.
La diputada Camila Rojas y la vocera de la Mesa de Acción por el Aborto, Macarena Castañeda, ambas militantes del partido Comunes del Frente Amplio, proponen una mirada sobre la lucha por el aborto desde un feminismo socialista. Acusando recibo del “nuevo aire” de las movilizaciones del 2018 y la campaña argentina, analizan la lucha por los derechos viendo en perspectiva los años de la transición en Chile y la desactivación del movimiento feminista o, más bien, su reducción a la noción de género, los “temas de mujeres” y la institucionalización. En el contexto de la profundización neoliberal y la desarticulación de la movilización social, el aborto es visto por las autoras como una lucha por la reapropiación de la capacidad reproductiva y la demanda por los derechos sociales, la búsqueda de la plena autonomía de las mujeres y la reapropiación del placer que también es expropiado cuando la mujer es relegada a las labores de crianza que suponen reproducción de fuerza de trabajo y traspaso de capitales. La lucha por los derechos es entendida aquí como una demanda al Estado. “Una mirada desde el feminismo socialista a la lucha por el aborto” distingue la necesidad de que el aborto no sea solo “libre”, sino que también legal, seguro y gratuito, en la medida en que esto modificaría el orden neoliberal, reafirmando los derechos sociales y apostando por salir de la triada mujer/madre/víctima. El cierre elitario y conservador profundizado en democracia debe ser desarticulado con movilización social, recuperando la propia historia y haciendo de la potencia feminista un articulador para avanzar en materia de derechos que desborde la consigna y posición individualista de la decisión sobre el propio cuerpo.
También con inquietud sobre frases como “yo aborto porque hago lo que quiero con mi cuerpo”, Constanza Michelson instala la pregunta sobre la opacidad presente en el “yo decido” en su artículo “Aborto: por el derecho al conflicto”. Se introduce en la subjetividad y las ambivalencias del deseo, en la complejidad que reside en cualquier decisión, “el tironeo” entre anhelos y deseos que pujan desde lo inconsciente y, también, desde el pacto social. Nuevamente la idea de mujer víctima aparece a la base del análisis, el problema de la agencia y los existenciarios femeninos (que culturalmente son distintos a los de los varones y ya ponen en entredicho la igualdad, pues se basan en que las niñas son sujetos de mayor fragilidad y dependencia) que presionan a la mujer frente a esta decisión. No hay derecho a decidir sin conflictos, la posición liberal del “hago lo que quiero” tiene el límite de la fantasía de la voluntad plena, por lo que más bien se debiera aspirar a ejercer una posición ética. Esto no es más que poder decidir sobre la propia vida, en contraposición al ser mujer “como asunto moral” que está profundamente instalado en la cultura. La subjetivación de las mujeres es contradictoria, desde niñas son presionadas a vérselas con el goce, con ser objetos sexuales, con la responsabilidad de no embarazarse y no convertirse en potenciales criminales con un aborto. Una mujer que goza y es responsable de su deseo es juzgada, por eso el aborto en tres causales reproduce una elaboración en que las mujeres no tienen agencia, son víctimas y sospechosas, sobre todo si pensamos en la causal de violación, que además entreteje las dudas en torno a una posible provocación. La autora sostiene que elegir es poder existir y el derecho a una existencia, con una ética que permita las elecciones, no es lo mismo que el cinismo del “yo hago lo que quiero”.
Pamela Eguiguren en “Objeción de conciencia médica en Chile o la resistencia cultural del patriarcado frente al avance en la libertad de decidir de las mujeres”, introduce un panorama amplio y documentado sobre uno de los principales obstáculos para la aplicación de la ley en la actualidad. Como ya ha sido introducido en otros artículos, sostiene que la voluntad y la condición de sujetos de las mujeres es desdeñada, en un contexto de “desaprendizajes” culturales en torno al aborto que la posdictadura ha intensificado, estableciendo brechas entre las mujeres y los profesionales de la salud que las asisten. El aborto es una práctica ancestral y ha sido criminalizado, acallado en hospitales, reducido al mínimo en su enseñanza en universidades, lo que ha limitado fuertemente la experiencia en torno a él en la formación. Para Eguiguren, Chile a través del gobierno en ejercicio y el Ministerio de Salud han jugado un rol guardián de los intereses económicos y políticos del sector privado, banalizando la posibilidad de la objeción de conciencia con la introducción de la objeción de conciencia institucional. Allí, además de una evidente paradoja en la definición, hay una presión hacia el personal de salud, que debe someterse a “la conciencia institucional” aun cuando pueda estar de acuerdo con el aborto en alguna o todas las circunstancias que comprende la ley. Son de mucho interés para la discusión los matices políticos que la autora introduce en torno a quienes declaran objeción de conciencia, donde distingue, por ejemplo, la desobediencia civil y también a los “falsos objetores u objetores no comprometidos con su rol”, es decir, personas más preocupadas de intereses políticos, que se protegen de un estigma profesional o velan por su comodidad, sin razones éticas fundadas para rechazar practicar un aborto. Una suerte de “yo hago lo que quiero” en el tono liberal ya señalado en el artículo anterior. También, la pregunta sobre la ética vuelve a ser clave: ¿Cuál es la ética médica en la obstaculización a un aborto que expone a mujeres a procedimientos tardíos o con mayores complicaciones? ¿Por qué estos profesionales no ven como una práctica menos ética no comprometerse con los riesgos a la salud a las que sus pacientes se ven expuestas? Para la autora hay también aquí una clara vinculación a temas de orden de género, hay una resistencia a la autonomía femenina que es un problema cultural que no deja enfrentar la reflexión necesaria que un servicio de salud debiera darse: hay que pasar del hacer “lo que se quiere” a hacer “lo que se debe y puede”.
Dentro de lo estipulado en la ley de aborto en tres causales se encuentra un programa de acompañamiento al que las mujeres pueden acceder si así lo desean. Paula Sáez aborda la introducción de este programa en la ley como un disuasivo para las mujeres que buscan un aborto. En su texto “El deseo roto. Algunas reflexiones sobre el aborto en Chile”, la autora remarca el pensamiento conservador que ha cruzado la discusión sobre el tema desde la dictadura. Trae a colación una elocuente cita de Jaime Guzmán, ideólogo conservador de la dictadura y la Constitución de 1980 en la que señala que una mujer “debe tener el hijo en cualquier circunstancia y como parte de la cruz que carga”. No hay gravedad ni tragedia que excluya a los seres humanos de cumplir la ley moral, y un embarazo es una obligación y un designio de dicha ley. Para Sáez más que el anecdotario político, esto no es más que la prueba del mandato existencial de las mujeres de cumplir su destino como madres, un mandato heroico e ineludible que tiene traducción cultural y política en la ley promulgada. Para Sáez, tanto el programa de acompañamiento como la objeción de conciencia expresan el deseo inconsciente (y patriarcal) de la ley, la paradoja de autorizar el aborto en su contenido manifiesto y negarlo en su contenido latente. Ambos actúan como un disuasivo. El programa de acompañamiento no estaba dentro del proyecto original presentado por el Ejecutivo, sino que fue producto de una negociación y una forma de destrabar la discusión parlamentaria para lograr los votos de la Democracia Cristiana (DC). Este es el escenario en que surge la propuesta, y es también una muestra de lo que la posdictadura ha sido: una puja entre la derecha conservadora y la Concertación que en su composición tiene sus propios elementos conservadores, ubicados principalmente en la DC, pero no solo allí. Si el proyecto incluye la entrega de información y la posibilidad de apoyo psicosocial ya existente, ¿por qué sumar una nueva estrategia? Para Sáez el programa (que además se establece en el Programa Chile Crece Contigo, un Sistema de Protección Integral a la Infancia) busca la disuasión basado en una serie de supuestos que ponen en entredicho, nuevamente, la condición de las mujeres como sujeto, pues asumen que un aborto nunca es deseable, que las mujeres están en posición de vulnerabilidad y esto impide que puedan tomar decisiones correctas o que el aborto es siempre traumático. Estos supuestos debieran ser el punto de inicio de toda discusión. Suponer que el aborto nunca es deseable cruza tanto a partidarios como detractores y niega con ello el deseo y las infinitas posibilidades en torno a la inscripción psíquica de un embarazo. El deseo de no ser madre no tiene lugar en lo social. Si hay un acompañamiento, afirma la autora, debe ser el de acompañar a las mujeres en su libre tránsito, reconociendo su autodeterminación y decisiones.
Cerrando este libro, y siguiendo la hebra del acompañamiento a las mujeres, Ruth Zurbriggen nos trae el texto “¡Quiero que salga!”. Su título es ya elocuente y en él se relata la experiencia de un aborto con misopostrol en Neuquén, Argentina. La autora es activista feminista y parte del colectivo La Revuelta que forma parte de Socorristas en Red y la Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, campaña que ha llevado adelante la organización en torno a la legalización del aborto y la presentación de proyectos de ley en el congreso argentino, la “marea verde” que pudimos observar con tanto protagonismo en 2018. “Las revueltas” como llamará al colectivo en el texto, son mujeres que acompañan a otras mujeres que han decidido abortar, mujeres que se han formado y forman a otras mujeres en este rol de acompañamiento. Entregan información y contención amorosa, feminista, un cuerpo a cuerpo que se pierde allí donde el aborto no tiene asistencia legal ni soporte médico e institucional. Entregan datos de médicos y médicas “amigables” que realizan ecografías y aportan en encaminar el proceso, pero finalmente son ellas quienes en el momento de la toma de pastillas explican que irá pasando, sugieren medidas para aminorar el dolor, responden preguntas, van hasta sus casas e interactúan con el entorno familiar o la ausencia de éste. Daniela es la protagonista de esta historia, una joven que desde la Patagonia argentina representa a miles de otras que acuden a las redes de socorristas que se han instalado por América Latina. Hay Danielas en Chile acompañadas de otras Ruth que tienen el teléfono encendido de forma permanente para acompañar a quienes no encuentran atención legal de salud, a quienes también necesitan de otra que entienda que un embarazo también puede resumirse en un temprano ¡quiero que salga ya! Una expresión del deseo o del no deseo, hoy por hoy sin lugar y ubicación en lo social, o también en permanente pugna por la inscripción en lo social y cultural.
Los textos que componen este libro tienen un claro tinte de actualidad. De un 2018 de marea verde y feminista. Eso hace que haya énfasis coyunturales y que incluso discusiones de corta data estén menos presentes. Como ya hemos dicho, el aborto es una práctica milenaria que, en el mundo, en Latinoamérica, en Chile, ha tenido variadas expresiones, fórmulas, discusiones y vaivenes que van de la aceptación a la criminalización. El aborto es un nudo importante de disputa para las luchas feministas, para pensar la agencia de las mujeres y el límite que imponen los derechos que muchas veces incluyen en su propia constitución legal formas disuasivas u obstaculizadoras. Los cambios culturales son una clave, la despenalización social del aborto es la que ha permitido que éste se instale como un tema en la agenda política y los gobiernos avancen en su legislación. Pero no se puede dar la discusión solo enfocada en la promulgación de una ley o pensando que con ello el consenso será general. Incluso en los países donde el aborto es legal las mujeres son estigmatizadas o abortan en la soledad de procedimientos regularizados que no necesariamente caminan a la par de los procesos psíquicos. Las diferencias de clase, de raza, de etnia y de acceso a la salud son también un aspecto que no se puede pasar por alto, no es “la mujer” que aborta, sino que “las mujeres” en su diversidad. Quisimos plantearnos una compilación que pudiera circular por distintas voces, que tuviera a activistas, acompañantes, a militantes de partidos, a historiadoras, a filósofas, a psicoanalistas, médicas y matronas que trabajan en salud pública, que introdujera miradas transversales, en perspectiva histórica, situadas y coyunturales. Testimonios y análisis. Todo desde un relato coral que no espera ser exhaustivo, pero sí contribuir a la discusión y a la lucha por un aborto libre, libre en las acepciones que aquí vimos y, en otras, libre de pensarse, seguramente, muchas veces hacia delante, según cómo el presente y el futuro exijan, con memoria feminista, en compromiso con los derechos, los deseos y los cuerpos de las mujeres y las personas gestantes.
Referencias
Alba, Lilian. 2019. “Las mujeres indígenas somos las primeras aborteras”. Página 12, 12 de abril. https://www.pagina12.com.ar/186554-las-mujeres-indigenas-somos-las-primeras-aborteras
Banda, María Ignacia y Cecilia Moreno. 2018. “Desafíos de una estrategia de aborto libre en el momento feminista”. Antígona Feminista (blog). https://antigonafeminista.wordpress.com/desafios-de-una-estrategia-de-aborto-libre-en-el-momento-feminista/
Bellucci, Mabel. 2014. Historia de una desobediencia: aborto y feminismo. Buenos Aires: Capital Intelectual.
Brito, Sofía. 2018. “Rearticular la lucha por el aborto libre desde el estallido feminista”. Antígona Feminista (blog). https://antigonafeminista.wordpress.com/rearticular-la-lucha-por-el-aborto-libre-desde-el-estallido-feminista/
Boltanski, Luc. 2016. La condición fetal. Una sociología del engendramiento y el aborto. Madrid: Akal.
Busdygan, Daniel, coord. 2018. Aborto. Aspectos normativos, jurídicos y discursivos. Buenos Aires: Biblos.
Centro de Derechos Humanos UDP. 2018. Informe anual sobre Derechos Humanos en Chile. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales.
Con las amigas y en la casa. 2016. “Entrevista a Viviana Díaz Muñoz”. Rufián Revista 26. https://rufianrevista.org/con-las-amigas-y-en-la-casa/
Corporación Humanas. s/f. “La demanda por el aborto libre en Chile”. Visitado el 15 de diciembre de 2018. http://www.humanas.cl/?p=15203
Chia, Eduardo. 2018. “Aborto farmacológico y libertad de información en Chile”. El aborto en América Latina. Estrategias jurídicas para luchar por su legalización y enfrentar sus estrategias conservadoras, compilado por Paola Bergallo, Isabel Jaramillo y Juan Vaggione. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Darat, Nicole. 2018. “Cuerpos gestantes, cuerpos aliados. El aborto más allá de la propiedad del cuerpo”. Antígona Feminista (blog). https://antigonafeminista.wordpress.com/cuerpos-gestantes-cuerpos-aliados-el-aborto-mas-alla-de-la-propiedad-del-cuerpo/
CUDS (Colectivo Universitario de Disidencia Sexual). 2012. “Dona por un aborto ilegal/Campaña”. https://vimeo.com/42176905
Díaz, Jorge. 2016. “La imagen política del feto”. El desconcierto, 29 de abril. https://www.eldesconcierto.cl/2016/04/29/la-imagen-politica-del-feto/
FIDH (Federación Internacional de los Derechos Humanos)-Observatorio Ciudadano. 2018. “Aborto en Chile: las mujeres frente a innumerables obstáculos” https://www.fidh.org/IMG/pdf/informefidh-observatorio_aborto_en_chile_21-agosto-2018.pdf
Flores, Valeria. 2010. “Reescrituras del aborto”. Escritos Heréticos (blog). http://escritoshereticos.blogspot.com/2010/09/reescrituras-del-aborto.html
Garat, Francisca. 2018. “Aborto libre para el cuidado de sí”. Antígona Feminista (blog). https://antigonafeminista.wordpress.com/aborto-libre-para-el-cuidado-de-si/
Lacombe, Andrea. 2012. “Inapropiadas e inapropiables. Claves para entender el aborto como alteridad”. Nueva Sociedad 241: 149-156. http://nuso.org/media/articles/downloads/3900_1.pdf
Lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto. 2014. “El aborto lesbianiza”. Página 12, 19 de abril. https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-3395-2014-04-19.html
Matamala, María. 2016. “Despenalización social del aborto, un proceso reemergente”. Rufián Revista 26. https://rufianrevista.org/despenalizacion-social-del-aborto-un-proceso-reemergente/
Richard, Nelly. 2013. Crítica y política. Santiago de Chile: Palinodia.
Vacarezza, Nayla. 2017. “Los fetos de otra manera. Reflexiones sobre afectos, abortos y políticas reproductivas a partir de obras de Zaida González y Felipe Rivas San Martín”. Afectos políticos. Ensayos sobre actualidad, editado por
Daniela Losiggio y Cecilia Macón. Buenos Aires: Miño y Dávila.
Vargas, Vanessa. 2014. “Línea Aborto Libre: En Chile ni los médicos saben cómo utilizar el misopostrol de manera segura”. El desconcierto, 8 de julio. https://www.eldesconcierto.cl/2014/07/08/linea-aborto-libre-en-chile-ni-los-medicos-saben-como-utilizar-el-misoprostol-para-abortar-de-manera-segura/
Zerán, Faride, ed. 2018. Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado. Santiago de Chile: LOM.
1 Militantes del Frente Feminista del Movimiento Autonomista perteneciente al Frente Amplio.