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La incapacidad del alma

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Pensando en las personas que me hicieron daño y en todas las que lo hacen en general, reflexionaba sobre la incapacidad del alma…

Escuchamos hablar todo el tiempo de términos como «incapacidad», «discapacidad» o «capacidad diferente». Muchas veces los usamos erróneamente solo por desconocimiento e incluso muchos difieren en cuanto a su significado o definición.

Una vez busqué la definición que el diccionario da de la palabra incapacidad:

1. Falta de capacidad para hacer, recibir o aprender algo.

2. Falta de entendimiento o inteligencia.

3. Falta de preparación o medios para realizar un acto.

4. Incapacidad laboral (provocada por alguna situación de enfermedad, por ejemplo).

5. Carencia de aptitud legal para ejecutar ciertos actos o cargos públicos.

En cambio, la discapacidad tiene que ver con la disminución de una capacidad en algún área específica, por lo que el uso de este término reconoce que todos los individuos, aun con discapacidades, tienen mucho que contribuir a nuestra sociedad. Tener una discapacidad no quiere decir ser incapaz, sino tener una o algunas capacidades diferentes, que incluso a veces hacen desarrollar más las otras.

Pero volviendo al primer término, y más allá de todo válido debate religioso respecto al significado de alma que ahora no viene al caso, yo afirmo y me atengo al significado antes expuesto, que existen personas con «incapacidad en el alma» o con un «alma incapaz».

Son aquellos incapaces de amar o incapaces de sentir empatía; aquellos incapaces de sentir alegría; incapaces de no quejarse cada día de todo y por todo; incapaces de dar; incapaces de admirar la belleza de un amanecer; incapaces de valorar lo que tienen; incapaces de realizar el mínimo esfuerzo; incapaces de admitir errores; incapaces de aprender de los propios errores; incapaces de sonreír sin motivo aparente; incapaces de aceptar aquello que no se puede cambiar; incapaces de buscar un cambio si es necesario; incapaces de intentar; incapaces de levantarse un día y proponerse simplemente disfrutarlo a como dé lugar; incapaces de proyectar, incapaces de soñar.

Son incapaces de tantas cosas que se vuelven capaces de lastimar.

Las discapacidades pueden compensarse con otras capacidades, pueden mejorarse con medicamentos o terapias, pero la incapacidad del alma, ¿cómo se cura?, ¿cómo se mejora o adquiere la habilidad para sentir, para querer, para soñar?

Eso es algo que solo nosotros podemos conseguir, es algo que no depende de nadie más que de nosotros.

Las personas con incapacidad en el alma, generalmente, no lo advierten y viven sumidos en la tristeza, la bronca, el rencor, la rabia, la envidia o la apatía, amargados y/o amargando a quienes los rodean, sin dejarse ayudar, atrapados en la propia arrogancia que su incapacidad provoca.

Agradezco a la vida, a mis padres y a mi propia fuerza de voluntad por formarme con un alma capaz de todo, hasta de equivocarse, obviamente.

Ya no pienso en aquellas personas que me hirieron preguntándome si hubieran o si no hubieran hecho esto o aquello, porque ¡ya no importa! Doy las gracias porque lo que hicieron, aunque fue doloroso, me hizo aprender y crecer.

Brindo por las almas bondadosas y habilidosas, ruego por aquellas almas incapaces que fueron capaces de lastimarme, con la esperanza de que adquieran alguna habilidad, y, sobre todo, las perdono, sin reproches.


Sin reproches

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