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Capítulo II
ОглавлениеLA MANO DEL DESTINO
En la primavera de aquel maravilloso año, estaba yo en Beirut. Los jardines estaban llenos de flores de Nisán, y la tierra tenía una alfombra de verde césped; y era como un secreto de la tierra revelado al Cielo. Los naranjos y los manzanos, que parecían huríes, o novias enviadas por la Naturaleza para inspirar a los poetas y excitar la imaginación, llevaban blancas vestes de perfumados capullos.
La primavera es hermosa en todas partes, pero es más hermosa en el Líbano. Es un espíritu que vaga por toda la Tierra, pero que hace su morada en el Líbano, conversando con reyes y profetas, cantando con los ríos los Cantares de Salomón, y repitiendo con los sagrados cedros del Líbano los recuerdos de las antiguas glorias. Beirut, libre de los lodos del invierno y del polvo del verano, en la primavera es como una novia, o como una sirena que se sienta a orillas de un arroyo, y que se seca la suave piel a los rayos del sol.
Un día, en el mes de Nisán, fui a visitar a un amigo cuya casa estaba algo apartada de la brillante y hermosa ciudad. Mientras charlábamos, un hombre de aspecto digno, como de unos sesenta años de edad, entró en la casa. Al levantarme para saludarlo, mi amigo me lo presentó como Farris Efendi Karamy, y luego mi amigo pronunció mi nombre, con palabras elogiosas. El anciano me miró un momento, y se tocó la frente con las puntas de los dedos, como si estuviera tratando de recordar algo. Luego, se acercó a mí sonriente, y me dijo:
-Es usted hijo de un amigo mío muy querido y me da mucho gusto ver a ese amigo en la persona de usted.
Muy conmovido por las palabras del anciano, me sentí atraído hacia él como un pájaro cuyo instinto lo lleva a su nido antes de la inminente tormenta. Al sentarnos, me contó su amistad con mi padre, y recordó el tiempo que habían pasado juntos. Los ancianos gustan de remontar sus recuerdos a los días de su juventud, tal como los extranjeros que ansían volver a su propio país. Se complacen en referir anécdotas del pasado, así como el poeta se complace en recitar su mejor poema. El anciano vive espiritualmente en el pasado, porque el presente pasa para él velozmente, y el futuro le parece una aproximación al olvido de la tumba. Así transcurrió una hora llena de viejos recuerdos, como las sombras de los árboles sobre el césped. Cuando Farris Efendi se levantó para marcharse, me puso la mano izquierda en el hombro y estrechó mi mano derecha, diciendo:
-No he visto a tu padre desde hace veinte años. Espero que lo sustituyas, con frecuentes visitas a mi casa.
Agradecido, le 'prometí cumplir ese deber de amistad hacia un querido amigo de mi padre.
Al salir el anciano, le pedí a mi amigo que me contara algo más acerca de él.
-No conozco a ningún hombre en Beirut cuya riqueza lo haya hecho amable, y cuya bondad lo haya hecho rico -me dijo-. Es uno de esos raros hombres que vienen a este mundo y se van de él sin hacer daño a nadie, pero las personas de esa clase generalmente sufren mucho, y son víctimas de la opresión, porque no son lo suficientemente hábiles para salvarse de la maldad de los demás. Farris Efendi tiene una hija, de carácter muy parecido al suyo, cuya belleza y gentileza están más allá de toda descripción; y también ella sufrirá mucho, porque la riqueza de su padre ya la está colocando al borde un horrible precipicio. -Al pronunciar mi amigo estas palabras, noté que su rostro se ensombrecía. Luego, mi amigo continuó: -Farris Efendi es un buen anciano, de noble corazón, pero le falta fuerza de voluntad. La gente lo maneja como a un ciego. Su hija le obedece, a pesar de ser orgullosa e inteligente, y tal es el secreto que gravita en la vida de padre e hija. Este secreto lo descubrió un mal hombre, que también es obispo, y cuya maldad se cobija a la sombra del Evangelio. Este prelado tiene apariencia de ser amable y noble. Es la cabeza religiosa de esta tierra de gente piadosa. La gente le rinde obediencia y lo venera. Y conduce a esta gente como un rebaño de ovejas hacia el matadero. Este obispo tiene un sobrino, lleno de odio y de corrupción. Más tarde o más temprano, día llegará en que colocará a su sobrino a su derecha, y a la hija de Farris Efendi a su izquierda, y, al alzar su impura mano y al pronunciar los votos del matrimonio sobre las cabezas de estos dos jóvenes, unirá una virgen pura a un sucio degenerado, colocando el corazón del día en las entrañas de la noche.
"Es todo lo que puedo decirte acerca de Farris Efendi y de su hija, así que te ruego que no me hagas más preguntas al respecto.
Al decir esto, mi amigo volvió la cabeza hacia la ventana, como si estuviera tratando de resolver los problemas de la existencia humana y de concentrarse en la belleza del universo.
Al salir de esa casa, le dije que pensaba visitar a Farris Efendi unos días después, con el propósito de cumplir mi promesa, y por la amistad, que había unido a él y a mi padre. Se quedó mirándome un momento y noté un cambio en la expresión de su rostro, como si mis escasas y simples palabras le hubieran dado una nueva idea. Luego, me miró a los os de extraña manera, con una mirada en que se mezclaban amor, la piedad y el temor; con la mirada de un profeta que prevé lo que nadie más puede anticipar. Luego, sus labios temblaron levemente, pero mi amigo no dijo nada al dirigirme yo a la puerta. Esa extraña mirada se grabó en mí, y no pude comprender su significado hasta que maduré en el mundo de la experiencia, donde los corazones se comprenden uno a otro intuitivamente, y donde los espíritus maduran con el conocimiento.