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EL RÍO DE LA PLATA: UN ENIGMA EN EL SUR DE AMÉRICA

Rodrigo Moreno Jeria


Cuando Cristóbal Colón hizo sus dos últimos viajes de descubrimiento, su principal objetivo fue hallar el ansiado estrecho que permitiera el paso de sus naves rumbo a lo que la cartografía de entonces conocía como el Quersoneso Áureo y, de allí, probar su gran descubrimiento, navegando por el conocido océano Índico.1 Sin embargo, nada de eso ocurrió. Intentó infructuosamente hallar un canal a la altura de lo que hoy es Panamá, y aunque su sentido común no era tan lejano a la realidad en cuanto a lo que buscaba, por aquel entonces dicho paso no se podía realizar.

Tras Colón, o mejor dicho contemporáneo a él, Américo Vespucio constató que la única forma de definir geográficamente con mayor exactitud las nuevas tierras descubiertas por Colón, en particular la desembocadura del río Orinoco, era navegar por la costa hacia el Sur, puesto que de esta forma se podría constatar la real extensión del territorio y comparar con lo que hasta entonces era la tierra conocida de Asia.

Vespucio no navegó solo ni era parte de la única expedición que buscaba verificar la existencia de nuevas tierras. Álvares Cabral descubrió también nuevas tierras en 1500 y las bautizó como Brasil. Sin embargo fue el sabio florentino quien en 1503, tras realizar un viaje que lo llevó hasta el sur de lo que hoy conocemos como el Río de la Plata, escribió una carta llamada Mundus Novus, en la que constató intelectualmente que lo que había visitado no era Asia, sino un nuevo mundo.2

De allí en adelante, la historia es conocida. En 1507 el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó el mapa Universalis Cosmographia, y al territorio al sur del Orinoco se lo denominó América, en conmemoración de Vespucio, pero recordando la condición femenina de la tierra recién descubierta.3

El viaje de Vespucio fue, al menos hasta lo que podemos constatar4, el primero que buscaba resolver en el Sur un enigma, que consistía en definir si las tierras descubiertas por Colón eran parte del continente asiático o pertenecían a un mundo nuevo, un continente no conocido que, en caso de existir, rompía en pedazos la teoría de la división tripartita del mundo, a partir de la cual Europa, Asia y África eran las únicas tierras habitadas por seres humanos.

Pasaron los años, y a su paso quedó abierta la inquietud por explorar de manera más acabada las costas del nuevo mundo al sur del Brasil, más aún cuando por definición del Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, dichas tierras pertenecían a la Corona de Castilla.

Fue así que, transcurrida más de una década desde el viaje del florentino, en 1516 se comenzó a organizar la expedición de Juan Díaz de Solís, a quien la historia reconocería el mérito de ser el verdadero descubridor del Río de la Plata o Río de Solís, como sería denominado por un breve tiempo esta importante cuenca hidrográfica. Sin embargo, versiones portuguesas dan a la expedición de Nuño Manuel y Cristóbal Haro, realizada entre 1513 y 1514, el honor de haber sido la pionera.5

Díaz de Solís, oriundo de Lebrija, arribó a la gran desembocadura del río en febrero de 1516, y desde allí se adentró por su estuario norte. En primera instancia el lugar fue denominado Mar Dulce, posiblemente ante la duda que inicialmente generaba la inmensidad que observaban, y que podía dar cabida a la existencia del tan anhelado estrecho meridional que conectara el Mar Océano o Mar del Norte (Atlántico) con el llamado Mar del Sur (Pacífico).6 Para entonces, los indígenas identificaban toponímicamente el lugar como Paraná Guazú.7

Lamentablemente esta importante expedición hispana no dejó testimonio cartográfico, puesto que cuando Solís estaba explorando la costa de lo que hoy es Uruguay fue asesinado por nativos del lugar junto a casi todos los hombres que le acompañaban y por lo tanto se perdieron las anotaciones y levantamientos que para entonces estaba haciendo el Piloto Mayor de Castilla.8


Imagen 1: Mapamundi, Battista Agnese, 1544, cortesía Library of Congress (LOC).

En relación con el nombre del río, la denominación que la cartografía consagró definitivamente hacia 1530 como De la Plata se generó en tiempos de Solís, cuando Alejo García, uno de los sobrevivientes de su expedición, tiempo más tarde desde la costa sur actual del Brasil tuvo noticias de un rey blanco y de las fascinantes sierras de plata, imaginarios que los lugareños contaban que existían al interior del territorio. Esto lo animó a organizar una expedición en busca de tan apetecidos objetivos. La expedición se concretó en 1524 en compañía de cuatro españoles, un mulato y un número indeterminado de indios auxiliares. Al recorrer y explorar el río Paraguay se internaron en el Chaco, hasta llegar a las tierras altoperuanas, actual territorio boliviano. Sin embargo, no continuaron camino al Perú y decidieron regresar a la costa atlántica. Ahora bien, lo notable de dicha empresa es que se realizó casi una década antes de que arribaran al Perú los conquistadores procedentes de Panamá, por lo cual se puede afirmar que fue inicialmente la región del Plata la puerta de entrada al Tahuantinsuyu.9

En cuanto al resultado del viaje, si bien encontraron metales preciosos, Alejo García no pudo atesorarlos porque al regresar de su viaje murió a manos de indígenas guaraníes en las proximidades del río Paraguay.

Ahora bien, aunque la plata hallada por este insigne aventurero no tenía relación directa con el río descubierto por Solís, quedó en la memoria colectiva la existencia del mineral en un entorno “no lejano” del río, tema que más tarde fortaleció el topónimo, ya que se produjo la conquista del poderoso mundo inca y el hallazgo del Cerro Rico de Potosí.

Y a propósito de cartografía, un mapamundi anónimo, atribuido a Batista Agnese que se guarda en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, datado aproximadamente de 154410, es el primer testimonio concreto donde se puede corroborar la inclusión del topónimo platense; es decir pocos años después de la muerte de García y posiblemente influido por las noticias que Sebastián Caboto llevó a Europa a partir de esa misma expedición y de otros intentos inmediatos por explorar la región andina desde el Atlántico.11

No obstante, es recurrente reconocer en la historiografía tradicional el valor del mapamundi del cartógrafo genovés Battista Agnese, quien lo confeccionó en Venecia hacia 1544. En aquel hermoso mapa, impreso y bastante conocido, el topónimo Río de la Plata cobró tal importancia que muchos han creído por siglos que este había sido el primer testimonio con dicho nombre. Con toda seguridad Agnese tomó la noticia de otros mapas manuscritos de la época y por ello no es de extrañar que antes de su obra pudiera haber existido el topónimo, tal como queda demostrado en este Mapamundi (Imagen 1).12

Después de las expediciones de Solís y del intento de Alejo García, que fortuitamente dio nombre al río, fue el referido Sebastián Caboto quien realizó un nuevo intento por explorar el interior del río entre 1526 y 1529.

Si bien la empresa de este navegante estaba inicialmente definida para ir en busca de las bíblicas Tarsis y Ofir, así como de Cipango y Catay, según la capitulación de 1525, el carácter mercantil de la empresa hizo cambiar de opinión a Caboto, quien optó por buscar éxitos económicos en el menor tiempo posible, para lo cual decidió ir en demanda de las riquezas que se encontrarían en los contrafuertes andinos, de acuerdo con lo que se contaba de la expedición de García, de la cual tuvo noticias en Pernambuco.

Este marino y cartógrafo genovés, afincado desde muy joven en Venecia, era hijo del célebre explorador Juan Caboto, quien había navegado al servicio de la Corona británica, y había sido el primer explorador europeo en época moderna que oficialmente había recorrido las costas de Terranova en Norteamérica.13

Al conocer en detalle las noticias de Solís, gracias al hallazgo de náufragos en la costa sur del Brasil, así como también de las últimas noticias que se tuvieron de García, puso especial atención en navegar río arriba y realizar los primeros asentamientos en el Río de la Plata en nombre de la Corona española, cosa que hasta la fecha no había ocurrido.

Al explorar la zona del río Uruguay, en las cercanías de la actual Colonia del Sacramento, en un sitio que denominó San Lázaro, Caboto fundó un pequeño fortín en abril de 1527. Se trató del primer asentamiento español en el estuario del Plata, al que dos meses más tarde seguiría otro más importante, el fuerte Sancti Spiritu, que se convertiría en la primera fundación en actual territorio argentino, en las cercanías de la ciudad de Rosario, en la confluencia de los ríos Coronda y Carcarañá (Imagen 2).

Mientras realizaba esta importante exploración fluvial hacia el interior, con sorpresa apareció Diego García de Moguer, quien estaba al mando de otra empresa con fines comerciales. Este sobreviviente de la expedición de Solís, que había conseguido importante apoyo en La Coruña, quiso disputar con Caboto los derechos de exploración de dicho territorio, aunque desconocía que la capitulación del genovés era cinco meses más antigua que la de él y, por lo tanto, sus pretensiones en el Río de la Plata no eran legales.14 Sin embargo, la supuesta legitimidad de la empresa de García de Moguer se sustentaba en que tampoco Caboto había cumplido su plan original, que se enmarcaba inicialmente en Asia y no en el Nuevo Mundo.


Imagen 2: Detalle de De Voorgenome Scheeps-Togt Sebastiaan Gaboto om Door de Straat Magallan na de Moluccos to Stevenen aan Rio dela Plata Voleynigt. Liede, Pierre Vander, s/a, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.

Ante la imposibilidad de imponer sus fuerzas uno sobre otro y ante la necesaria mediación que habría que hacer en España decidieron ambas expediciones continuar la exploración río arriba, navegando por el río Paraguay. Fue de este modo como descubrieron en 1529 el río Pilcomayo. Lamentablemente para las dos empresas, no se pudo concretar el objetivo central, que consistía en arribar a las riquezas de las míticas Sierras de la Plata, y para agravar el fracaso, al retorno a Sancti Spiritu se constató que un ataque indígena había destruido esta primera fundación, con la consiguiente pérdida de las vidas de quienes habían quedado a cargo del emplazamiento.15

Por otra parte, antes de dicho episodio, Caboto, ante la imposibilidad de llegar por vía fluvial a las montañas andinas, había enviado otras expediciones terrestres de exploración hacia diversos puntos; una de estas fue liderada por el célebre Francisco César, quien salió con 15 hombres en busca de las Sierras del Plata. César y sus gente nunca arribaron al Perú, aunque cuando retornó poco menos de la mitad del grupo, los sobrevivientes mencionaron maravillas que habían visto en las regiones interiores, entre ellas “indios ricos” y “hombres blancos”, lo que por el tiempo y la distancia recorridos debieron haber correspondido a la región de Córdoba del Tucumán o a Cuyo. Si bien César sobrevivió, su apellido dio origen al famoso mito de la Ciudad de los Césares, imaginario que con el correr del tiempo se fue desplazando geográficamente hacia tierras magallánicas, puntualmente a la idea de la existencia de una ciudad con enormes riquezas, poblada por hombres blancos que se mezclaron con nativos del lugar.16

Mientras tanto Caboto, que para entonces ostentaba el cargo de Piloto Mayor de la Casa de Contratación17, regresó a España en 1530, no sin antes tener una serie de disputas con parte de sus colaboradores, lo que al retorno le significó fuertes cuestionamientos por dejar inconcluso el proceso de asentamiento y exploración, así como por abandonar a su suerte a una parte de sus hombres, que quedaron en la región del Río de la Plata.18

Tras una breve deportación en Orán, posteriormente permaneció en Sevilla hasta 1547, cuando regresó a Inglaterra donde continuó sirviendo con sus navegaciones durante los años siguientes. Sin embargo, fue durante su permanencia en España, sirviendo a dicha Corona, cuando realizó su famoso Mapamundi, que data de 1544. Los cartógrafos plasmaron en sus mapas los resultados de esta expedición, representaron el Río de la Plata con su gran complejidad fluvial, registrando desde entonces el aporte de Caboto al conocimiento cabal de dicho espacio geográfico (Imagen 3).


Imagen 3: De Voorgenome Scheeps-Togt Sebastiaan Gaboto om Door de Straat Magallan na de Moluccos to Stevenen aan Rio dela Plata Voleynigt. Liede, Pierre Vander, s/a, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.


Imagen 4: Paraguay o Provincia de Río de la Plata, Joannes Janssonius, 1647-1650, Nouvelle Atlas Du Theatre Monde, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.

Con esta empresa, Caboto y su expedición cerraron este primer gran enigma del sur de América, ya que descartaron definitivamente la existencia de un paso al norte del estrecho de Magallanes, que para entonces ya había sido descubierto, y al mismo tiempo dimensionaron de mejor forma el entorno de la región rioplatense, la que sin estar totalmente explorada se abrió como un mundo que había que continuar explorando y fortaleciendo, principalmente por su condición fronteriza con los dominios portugueses del norte y porque su riqueza fluvial podía ser la conexión con los territorios andinos recién conquistados.

Tras las trágicas circunstancias en las que terminaron la expedición de Solís, la de Alejo García y los conflictivos asentamientos de Caboto y de su competidor García de Moguer, quedaba ya resuelto el enigma del gran río, el mismo que algunos años antes, específicamente el 12 de enero de 1520, Hernando de Magallanes había recorrido en su camino al anhelado estrecho. A propósito de este episodio, el célebre cronista Antonio de Pigafetta recordaba la aventura de esta forma:

Este río forma siete islas pequeñas, en la mayor de las cuales, llamada cabo de Santa María, se encuentran piedras preciosas. Anteriormente se había creído que es agua no era de un río sino un canal por el cual se pasaba al Mar del Sur; pero se vio bien pronto que no era sino un río que tiene diecisiete leguas de ancho en su desembocadura. Aquí fue donde Juan de Solís, que andaba como nosotros descubriendo nuevas tierras, fue comido con sesenta hombres de su tripulación por los caníbales, en quienes se había confiado demasiado19.

Magallanes y sus hombres habían pasado por el lugar, aunque sin saber acerca de la trascendencia histórica que tendría; sin embargo, dejaron para la posteridad un topónimo relevante que se incorporó a la geografía rioplatense, y que dos siglos más tarde daría lugar al emplazamiento urbano más importante de la banda oriental del río Uruguay: Montevideo.

Finalmente, fue a partir de la fundación de Buenos Aires, en febrero de 1536, a cargo de la sufrida expedición de Pedro Mendoza, y a partir de la construcción de fuertes fundados en el Coronda, en el Carcarañá y luego en río Paraguay (entre ellos Nuestra Señora de la Asunción en 1537), cuando se inició una nueva y larga etapa de consolidación de la presencia hispana en el Río de la Plata. Se trató de un largo proceso, lleno de dificultades y vicisitudes, a partir del cual la importancia geográfica quedaría reflejada en la gran riqueza cartográfica que comenzó a florecer desde la segunda mitad del siglo XVI hasta llegar a las magníficas representaciones de los siglos XVII y XVIII (Imagen 4).

NOTAS

1 Verlinden, Charles y Florentino Pérez – Embid. Colón y el descubrimiento de América. Madrid: Rialp, 2006: p.112.

2 Vespucio, Américo. “El Nuevo Mundo, Carta de Américo Vespucio a Lorenzo Pier Francesco de Medici, 1503”. En El Nuevo Mundo, Viajes y documentos completos. Madrid: Akal, 1985: p. 55.

3 El mapamundi de Waldseemüller fue realizado en coautoría con el humanista y tipógrafo Mathias Ringmann en Saint-Dié-des-Vosges, Lorena, lugar donde también había llegado una copia de la referida carta del florentino Vespucio. Arciniegas, Germán. Amerigo y el Nuevo Mundo. Madrid: Alianza Editorial, 1990: pp. 315-332.

4 Hay testimonios que nunca han podido ser comprobados de otros viajes realizados por navegantes europeos, presumiblemente portugueses, antes de Vespucio y Alvares Cabral.

5 Lucena, Manuel. El descubrimiento y la fundación de los Reinos Ultramarinos. Madrid: Rialp, 1982: VII, p. 401.

6 Pérez – Mallaína, Pablo Emilio. “Tierras por descubrir y ganar”. En Manuel Lucena Salmoral, Historia de Iberoamérica. Madrid: Cátedra, 2008. II. p.95.

7 La traducción del nombre originario sería río caudaloso grande o simplemente río grande.

8 Solís había reemplazado a Américo Vespucio como Piloto Mayor, tras la muerte de este último en 1512.

9 Cuesta Domingo, Mariano. “La Conquista de América del Sur,”. En Navarro García, Luis. Historia de las Américas. Madrid: Alhambra Longman – Universidad de Sevilla, 1991: I, p. 562.

10 Autor anónimo, atribuido a Battista Agnese c.1544, Library of Congress (LOC).

11 Sobre noticias del mapa vaticano véase Mateo Martinic.1999: pp.7 y 21.

12 Biblioteca del Cogreso (LOC).

13 Asumimos como ciertas las navegaciones vikingas en el Medioevo.

14 Lucena. 1982: p.403.

15 Cuesta Domingo. 1991: p. 563.

16 Estellé, Patricio. “La ciudad de los Césares: origen y evolución de una leyenda (1526-1880)”. En Historia, nº 7, 1968: pp. 283-309.

17 Martín Merás, Luisa. Cartografía Marítima Hispana. Madrid: Lunwerg – CSIC, 1993: p. 69.

18 A propósito de los incidentes véase Cuesta Domingo, Mariano. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Madrid: CSIC, 1983: II, p.55.

19 Pigafetta, Antonio. Primer viaje en torno al Globo. Santiago de Chile: Editorial Francisco de Aguirre / Antártica, 1997: p. 19.

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