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Prólogo

Escribí Las Inferencias de Abel Damiani entre el 2009 y el 2011, motivado principalmente por dos razones: tiempo atrás había leído el ensayo sobre Chesterton que Borges había publicado en su libro Otras Inquisiciones. En el mismo, Borges explicaba que, en cada uno de los relatos del Padre Brown, Chesterton presentaba un misterio cuya primera explicación era del tipo demoníaco o mágico, para reemplazarla, al fin, por una explicación de este mundo. Me acuerdo de que esa apreciación no me había convencido del todo, ya que, habiendo leído muchos de los cuentos del Padre Brown, no sentía que las primeras explicaciones fueran del tipo paranormal, o al menos no lo suficiente como para generalizarlo en un rasgo. Sin embargo, sí me pareció interesante la idea de un personaje que resolviera misterios aparentemente paranormales de un modo racional, hechos que sucedieran de forma más bien fortuita, y no que fueran planeados y ejecutados por una mente humana, como sucede en cada episodio de Scooby-Doo. La segunda razón fue una anécdota que me contó un amigo y que dio origen al cuento Voces del más acá, el primero que escribí y que me permitió componer al personaje principal.

Abel Damiani es un estudiante universitario de Lomas de Zamora que decide tomarse un año sabático para recorrer el país en moto, de La Quiaca a Ushuaia. Es curioso, perspicaz, en extremo racional, y quizás sea por eso que en su camino se cruza con todo tipo de casos paranormales, casos que no busca deliberadamente pero que siente que debe resolver casi como si se tratara de un deber moral, abrazando la máxima que no hay efecto sin causa y misterio sin explicación. Una maldición que aqueja a un pueblo del Norte, la apertura de un portal interdimensional cerca del cerro Uritorco, la aparición de duendes malvados en Paraná, un galpón en Bahía Blanca donde se escuchan extrañas voces y una estatua de la Virgen en la catedral de Bariloche que derrama una lágrima de sangre son los cinco misterios que buscará resolver.

Pasaron ya varios años desde que escribí estos relatos, tal vez demasiados, y, así como Abel Damiani no puede más que sucumbir a la tentación de resolver misterios, yo he sucumbido a la tentación de publicarlos. Sólo espero que ustedes ahora sucumban a la tentación de leerlos.

L.A.V

Buenos Aires, 10 de febrero de 2020.

Las inferencias de Abel Damiani

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