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CAPÍTULO 1

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No cabe duda de que no te das cuenta de que estás adentro, hasta que estás afuera…

Este libro está dedicado a todas las mujeres que están pasando la terrible experiencia de vivir con una “pareja”, donde ya ven el espejo y no se ven, donde ya no hay ni voz y menos voto, donde estás atrapada en una relación en la que ya “NO PUEDO VIVIR NI CONTIGO NI SIN TI.”

A todas esas mujeres que ya pasaron por esa experiencia y no saben cómo reconstruir su vida y capitalizar la experiencia.

También para prevenir a las que no han entrado y para las que tienen alrededor mujeres que lo están viviendo en este momento, y saber cómo apoyarlas, qué decirles, qué hacer y qué no.

Solo las que hemos pasado por esto sabemos lo que se siente. Ya no es que no quieras salir, ya no puedes salirte. Empiezas a vivir el infierno de que sabes que no quieres eso en tu vida, sabes que no es ahí tu lugar, pero estás atrapada como en una teleraña.

Ni una misma puede entender qué hacemos ahí. Incluso cuando logras liberarte, no entiendes qué te pasó y en qué momento llegaste ahí, al punto de haber aceptado humillaciones, violencia psicológica, incluso física y peor aún, sentirte responsable de que lo “merecías”.

Es difícil explicarse y más difícil explicar qué hacemos ahí.

Escuchar comentarios y preguntas como: “¿Qué haces aquí?”, “déjalo”, “¿qué no te quieres?”, “¿cómo te dejas?”, “te gusta la mala vida”… solo nos hunden más.

Llegar a una relación así, no tiene que ver con cuestiones socioeconómicas, ni con ser o no inteligentes, ni buenas personas, ni “buena educación”.

Lo más importante es detectarlo a tiempo, no pasar por alto la PRIMERA SEÑAL. La importancia del primer pleito o discusión es clave.

¿Qué sucede cuando llega la persona que has soñado y esperado durante tanto tiempo? Esa persona carismática, la que todas quisieran tener, tú eres primero en todo, te ríes con él, te lleva a conocer lugares “mágicos”, te dice que se siente orgulloso de estar a tu lado, que eres la envidia de sus amigos, que nunca había conocido a alguien como tú, te celebra todo, te felicita por tu trayectoria en la vida (hagas lo que hagas), conoces otra cosa con él. No te presiona en el aspecto sexual, va a tu ritmo, disfruta de estar con tu familia, dice que eres lo mejor que le ha pasado en su vida, que eres con quien soñaba. Mejor no puede estar.

Te empiezas a enamorar, a agradecerle a la vida ese hombre maravilloso que se ha cruzado en tu camino, has sido recompensada por ella, no hay discusiones, te complace en todo, todo parece perfecto. Por fin, una se siente valorada.

No pasan muchos meses cuando viene la primera agresión, y lo peor: es difícil darse cuenta.

De repente se pone serio, no dice nada. Le preguntas qué tiene, no contesta o te dice que nada o que luego hablan. Insistes y por fin habla. “¿Por qué me haces eso?” Y tú, absolutamente desconcertada, preguntas: “¿qué te hice?”

Te empieza a decir que lo sacaste de onda con tu actitud, te deja ver su molestia por tu comportamiento, “¿por qué le haces eso si él te quiere tanto?”, él da todo por ti, y ¿tú?

Entre líneas te “recuerda que la lotería te la sacaste tú”, según él. Te deja ver que lo cuides, que él es el premio mayor. Viene lo peor: te responsabiliza de sus sentimientos, de sus emociones. Si tú no te comportas así, él estará bien; si tú haces “bien” las cosas, él estará bien y no solo eso, seguirá amándote y no se irá de tu lado.

Y, ¿qué hiciste? Seguramente te reclamará algo como: “¿quién es esa persona que tanto te veía?”, “No me diste mi lugar con tu familia, estuviste más tiempo con ellos que conmigo”, “¿Quién te llamó que te dio mucho gusto?”… En fin, cualquier frase que critique tu actitud y lo más difícil, entender por qué se molestó.

Aquí lo que menos importa ya es lo que “tú hiciste” que a él no le gustó, lo importante es el mensaje que envió: “Si tú haces ‘bien’ las cosas, él estará bien”. A partir de este momento te responsabiliza de sus emociones y sentimientos. Para él, tú serás la responsable de que la relación funcione, de que él esté contento, de que sea fiel. Si no está bien, será tu culpa.

Pides perdón (no sabes ni de qué) y regresa ese hombre tierno, cariñoso, ese príncipe que tú conociste y concluyes que no fue tu intención, que se están acoplando como pareja, que fue un mal entendido y que no va a volver a suceder.

Empezó su estrategia de amoldarte.

No pasa mucho tiempo cuando nuevamente viene un reclamo, siguiente agresión pasiva. Lo mismo, no sabes de qué estás siendo acusada. OJO, dije actitud que a él no le gusta, no que tú lo hagas mal. El problema es que una empieza a interpretarlo al revés: lo hago mal y por eso no le gusta.

Tus conductas van a ser evaluadas, da igual lo que hagas, poco a poco dejará de felicitarte o reconocerte tus logros del día día y las evaluaciones negativas serán cada vez más.

¿Por qué lo hace? Su intención es “educarte”, “adiestrarte”, te está moldeando a su manera, pronto dejarás de ser tú misma.

Viene la tercera y aquí es un parteaguas: o te sales de la relación o sigues en ella.

Cuando llegan a mi consultorio mujeres que viven con una persona así, les pregunto cuántas veces las han agredido. No saben, perdieron la cuenta; no es que me digan “ya van 324 veces”, no es eso, significa que ya no hay límites. Alguien que aguanta o pasa la tercera agresión, ya pasó el límite y está vulnerable a soportar cualquier cantidad de agresiones, desde psicológicas hasta físicas.

En una relación de pareja, ante la primera agresión es: “te explico que no me gusta que me traten así y que no estoy dispuesta a soportar eso”.

La segunda: “te aviso que es la última”, tal vez algo no le quedó claro; y la tercera: “ya no estoy para escuchar explicaciones y menos para decirle que así no se trata a nadie”.

Claro, esto no aplica cuando hay agresión física, a la primera te vas.

Una no está para “enseñarle” cómo se trata a la gente. Para empezar, cuando él se presentó contigo y los primeros meses del noviazgo, te trataba extroardinariamente, ¿y ahora resulta que ya no sabe hacerlo? ¿Se le olvidó tan rápido?

Sabe hacerlo perfectamente bien, pero ahora ya no le conviene tratarte así y cada vez será más espaciado este tipo de trato.

La mayoría de las veces lo que hacemos es “explicarle cómo se trata a la gente” una y otra vez, esta fue función de sus padres o quién haya estado a su lado de pequeños, pero de adulto, ¿tú crees que es falta de información? Sabe perfectamente tratarte bien, pero también tratarte mal.

¿Hasta cuándo aguantar? ¿Hasta cuánto aguantar? Y sobre todo, ¿para qué?

La respuesta que por lo general damos: “es que lo amo y él a mí, pero a veces (viene la justificación, aunque sea absurda) no sé qué le pasa, pero en el fondo es lindo”.

Llega un momento en que te hartas, y decides irte de su lado, no puedes más. ¿Qué sucede? Llora, te dice que te ama como nunca ha amado, eres el amor de su vida, te pide perdón, te suplica que no te vayas. Te convence y te quedas, te conmovieron sus lágrimas.

Aquí se completó el círculo:

 Primera etapa: el hombre carismático, lindo, amable, tierno.

 Segunda etapa: el que te juzga, te evalúa y no te aprueba, te reclama, te agrede.

 Tercera etapa: te suplica, te llora y pide perdón, pero no te vayas.

Es hora de ponerle nombre a este personaje: MISÓGINO.

Ni contigo ni sin ti

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