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Capítulo 3 Cassie

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La sombra de Seth se cernía sobre mí. Él estaba aquí. ¡Seth todavía estaba aquí!

—Aléjate de mí —Mi voz era un susurro frenético.

El aliento caliente de Seth golpeaba mi cara. Gemí, luchando para liberarme. ¡No! No otra vez. No lo sobreviviré.

La risa de Dillon y Chase hacía eco en la habitación.

El cuerpo transpirado de Seth presionado sobre mí. Luego sentí a alguien tirando de mis brazos.

—¡No! —Me retorcí, respirando en cortos y dolorosos borbotones. Yo estaba en mi habitación. Estaba vacía.

Presionando mis palmas sobre mi cara, trate de borrar el recuerdo de lo que me había hecho Seth. Todavía podía sentir la manera en que sus manos y sus labios trepaban sobre mi cuerpo. Su colonia barata y su transpiración se aferraron a mí. ¿Por qué todavía podía olerlo? Necesitaba tomar una ducha para lavar su olor, para olvidar.

Con esfuerzo forzado, me senté y todo comenzó a girar. Hice una pausa, esperando que la habitación dejase de girar. Cuando finalmente me paré, no había sensación en mis piernas. Era como si no hubiese nada manteniéndome parada, y caí al piso.

—Chile, ¿estás bien ahí dentro? —El golpeteo del bastón de Willa Mae sonó desde la otra habitación.

Una sombra oscura se deslizo dentro de la habitación. Manos callosas tocaron mis brazos. Grité.

No era un sueño. ¡Seth está de vuelta! ¡Él volvió!

—¡No me toques! —Mi mano amoratada golpeó su pecho musculoso. Luché contra la piedra inamovible que me abrazó, desesperada por escapar. Un par de crueles ojos grises me miraron hambrientos. Me golpeé contra él, arañé el rostro ensombrecido, desesperada por escapar.

—Cassie soy yo —Los brazos de la voz aflojaron su agarre.

—¡Aléjate de mí! —Traté desesperadamente de escapar de la sombra, pero mis piernas no se movían.

—Soy yo. Mike. Cariño, mírame —Una mano me alcanzó, tocando mi mejilla. Lloriqueé.

—Está bien, Chile. Estas a salvo ahora —Hubo un clic y la luz inundó el dormitorio. Junto al interruptor de la luz estaba Willa Mae.

Parpadeé, y la sombra desapareció, reemplazada por ojos azules amables.

—¿Mike? —Rompí en llanto.

—Shh, todo está bien ahora. Nosotros te vamos a cuidar —dijo él— Déjame ayudarte a levantarte. ¿Puedo poner mi brazo alrededor de tu cintura para que te apoyes en mí?

Asentí con la cabeza.

Él me estudió, midiendo mi reacción mientras lentamente colocaba su brazo alrededor de mi cintura. Agarrándolo por el hombro, cojeé hasta la cama, haciendo una mueca ante las mil agujas que pinchaban mis piernas al despertar.

Mike se tomó su tiempo para ponerme cómoda, colocando un par de almohadas detrás de mi cabeza. Él me miró, con la cara arrugada por la preocupación. Sus ojos se detuvieron cuando tomaron mis brazos y mis muslos. Tragó saliva a la vista.

—Necesitamos llevarte a un hospital —Se atragantó.

Eché un vistazo a las marcas rojas con forma de huellas de manos en mis brazos y piernas. Había una delgada línea de sangre seca que viajaba por mi muslo interno hasta mi rodilla.

Mi cara se puso caliente de vergüenza. Rápidamente, alcancé la sábana, tirándola sobre las piernas que parecían estar siendo usadas como un saco de boxeo. Los movimientos me hicieron estremecer de nuevo. Incluso mi cara dolía.

Me volví hacia el gran espejo del tocador y respiré por lo que vi. No reconocí los asustados ojos marrones que me devolvían la mirada. Con dedos temblorosos y manchados de sangre, toqué los verdugones rojos de mis mejillas y mis labios hinchados y magullados. Estaban hinchados y tiernos.

—Chile, vamos a llevarte al hospital. Necesitas un médico —Dijo Willa Mae con una expresión de dolor en su cara.

Me resistí. No podía dejar que nadie me viera así. Ellos sabrían. Sabrían lo que Seth me había hecho

—No. Yo…Solo necesito ayuda para meterme en la cama. Estaré bien. Quiero estar limpia antes de que Cody vuelva a casa y me vea así.

Willa Mae y Mike se miraron, la tensión estaba escrita por todas sus caras.

—¿Qué pasa? ¿Dónde está Cody?

—¿No lo recuerdas? Él estuvo aquí. Él te trajo a la cama y… —Los ojos de Willa Mae miraron para otro lado, evitando los mios— Y luego se fue.

Una tenue imagen de Cody meciéndome en sus brazos pasó por mi mente. Oh no, él me vio así

—No —gruñí, empujándome fuera de la cama. Me balanceé cuando la habitación giró—Tenemos que detener a Cody. Mike, tenemos que encontrarlo.

Mike suavemente colocó una mano sobre mi hombro, impidiéndome caer nuevamente al piso. —Es demasiado tarde. Se metió en una pelea con los Bakers en El Dixie. Él está bien —dijo rápidamente cuando vio mi cara palidecer— Él no estaba herido. Pero el sheriff lo encerró.

—Oh Cody, no —sollocé. Él rompió la promesa a su padre por mí. Y ahora mira dónde estaba, en prisión justo como su padre lo había estado. —Es mi culpa. Es toda mi culpa.

—Ya, no pienses así —Dijo Willa Mae con un bufido— No es la culpa de nadie pero la de esos demonios que pusieron sus manos sobre ti.

—Willa Mae tiene razón —dijo Mike— Lo último que me dijo Cody fue que te cuidara. Necesitamos llevarte a un hospital.

—Yo…No puedo —Miré mi reflejo en el espejo otra vez. No había manera de esconder los moretones. La gente sabría lo que me paso.

La cara de Willa Mae se suavizó. Sentándose en la punta de la cama, ella dijo —Voy a estar ahí para ti cada paso del camino, y también lo estará Mike. No vamos a dejar que nadie te lastime.

—Así es —dijo él— Por favor ve…por Cody.

Cerré mis ojos, lágrimas calientes rodaban por mis mejillas. —Está bien, por Cody.

Juramento Vaquero: Parte Tres

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