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QUIÉN SOY YO

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Hola, mi nombre es Lorena Farré Gutiérrez y es un honor para mí que estés leyendo estas líneas.

Me gustaría empezar explicándote quién soy yo y cómo creo que este libro te puede ayudar.

Las cosas no ocurren por casualidad, sino por causalidad. Si este libro ha caído en tus manos es por una razón, así que estoy segura de que podrás identificarte en algunas de mis vivencias.

No tengo muchos recuerdos de la infancia. Nací en una familia muy humilde con problemas de liquidez hace cuarenta y tres años.

Mi padre era alcohólico y el dinero que entraba en casa volaba.

Mi madre tuvo que ponerse a limpiar escaleras y casas para poder sacar adelante a la familia.

Tengo una hermana, ella es seis años menor que yo. Al año más o menos de nacer tuvo un problema grave en un oído y no hallaban qué le ocurría. Eso hizo que mi madre sufriera mucho, hasta que finalmente le pusieron un montón de inyecciones y le curaron. Tenía una infección muy grave interna en el oído y no habían conseguido verla. Mi madre pasó tanto miedo que creo que eso hizo que le diera mucha atención, más de la que necesitaba. Todo se basaba en ella, en que comiese, en que estuviese bien y no volviera a enfermar, en que tuviese todo lo que quería. Incluso recuerdo que, para que comiera, eso ya con unos cuatro años, le ponían siempre unos dibujos en vídeo. Aún retengo en mi memoria los dialógos de Astérix y Cleopatra, porque, como alguien hablase, los volvían a poner desde el principio.

Muchos fines de semana me cuidaban mis abuelos. De mi abuelo sí me acuerdo. Me llevaba a los bares donde me daba monedas y jugaba a las tragaperras. Recuerdo la emoción que sentí el día que me tocó el premio. Supe en aquella temprana edad que yo no quería ser como mis padres, que yo quería tener dinero. Mi hermana no llegó a conocerlo porque justo falleció antes de que ella naciera.

No hay muchas más memorias de ese tiempo. Mi abuelo falleció cuando tenía seis años y mi abuela se vino a casa a vivir con nosotros.

Por aquel entonces, mi madre trabajaba de sol a sol para poder hacer frente a todos los pagos.

Fueron pasando los años y el alcoholismo de mi padre fue acentuándose. Él inició su relación con la bebida a los dieciocho años cuando le destinaron a la cantina durante el servicio militar.

Nunca consiguió un trabajo estable, o lo despedían o se despedía, y lo poco que ganaba se lo gastaba en los bares.

Con los años he comprendido que, dado que su vida era un desastre, mi padre bebía para sentirse bien, para estar más animado y cariñoso. El tiempo también me ha hecho entender que el alcoholismo de mi padre, además de tener un impacto devastador en el funcionamiento familiar, también lo tuvo en mí, ya que sin darme cuenta me formé la creencia de que la bebida implicaba diversión. Más adelante descubrirás cómo esa asociación ha estado presente en mi vida.

Con todo, siempre fue un padre muy cariñoso conmigo y ese es el recuerdo que he querido mantener de él.

A pesar de no tener dinero, siempre nos vestían con las mejores ropas y zapatillas de marca.

La época del colegio la pasé rozando el larguero de la suspensión. Con catorce años lo único que me preocupaba era salir de fiesta y no estar en casa.

Por aquel entonces mi entorno estaba formado de amigos o, más bien, conocidos con los que me juntaba en un parque y compartía drogas y alcohol. A esa temprana edad veía como los mayores se metían heroína y se quedaban colgados. Algunos de ellos, por no decir la mayoría, murieron.

Así que si yo bebía el fin de semana o me tomaba algún tripi o pastilla no era tan malo. Eso es lo que me decía a mí misma. De esta forma empezó mi relación con ese mundo.

En mi mente se fue creando la idea de que lo que yo hacía no estaba mal, pues no era heroína. Con esa droga se moría la gente y con las que yo tomaba, ingenuamente, pensaba que no… Así seguí varios años.

Llegué al instituto por los pelos y conseguí sacarme el COU por la tenacidad de mi madre, pero las salidas y las fiestas cada vez me importaban más.

A mis dieciocho años, la Ruta del Bakalao eclosionó en España. Para los que sois muy jóvenes, o bien no habéis vivido en España, podéis ver que hasta Wikipedia cuenta con un artículo al respecto.

La llamada Ruta Destroy (o Ruta del Bakalao, como se la conoció más mediáticamente) fue heredera directa de la movida valenciana y consistió en el mayor movimiento clubbing de España. Inició en ciertos aspectos el movimiento clubbing en el país, y tuvo consecuencias a largo plazo sobre la forma de ocio nocturno en España.

Consistía en una forma de ocio nocturno de miles de jóvenes en las discotecas del área metropolitana de Valencia, sobre todo en la carretera de El Saler (CV-500), de entre las cuales destacaron salas como Barraca, Spook Factory, Chocolate, Espiral, NOD, Puzzle y ACTV, cada fin de semana, y sin apenas descanso, durante la década de los ochenta y la primera mitad de los años noventa.

Básicamente lo que hacíamos en esa ruta era drogarnos y bailar, estar todo el día, mañana y noche, de un local a otro. Apenas dormíamos ni comíamos, ¡llegué a pesar cuarenta y ocho kilos!, cuando mi peso normal es de sesenta kilos.

Me iba a Valencia el viernes y volvía el lunes para trabajar. Me pasaba el fin de semana de discoteca en discoteca. Como te puedes imaginar, no fue nada fácil para mis padres, sobre todo para mi madre: un alcohólico en casa y una hija perdida que no atendía a nada y que se perdía sin dar señales de vida durante un largo fin de semana.

La verdad es que solamente hoy entiendo por qué pasé por las drogas. Y es por lo que estoy haciendo aquí y ahora, para poder compartir, porque puedo decir que he visto como muchos de mis amigos se han perdido.

Yo tuve el valor de romper con todo eso el día que vi morir a uno de mis amigos. En el funeral pensé que yo también podía morir, que mi amigo cuya muerte lloraba podía ser yo, y decidí en aquel momento cambiar drásticamente mi forma de divertirme. Yo no había venido al mundo para esto.

Por aquel entonces trabajaba en una perfumería, donde cobraba muy bien para la edad que tenía, pero todo lo que ganaba lo gastaba en salir. Como os podéis imaginar, si salía el viernes y volvía el domingo, el lunes no tenía una cara para estar atendiendo al público. Así que decidieron pasarme al almacén, preparaba los pedidos para las tiendas y allí estuve un tiempo hasta que no me renovaron el contrato.

Este hecho junto con la muerte de mi amigo fueron puntos decisivos en mi vida para comenzar a definirme y cambiar completamente de rumbo.

Me dolió tanto verme metida en ese mundo, fue como abrir los ojos de repente, y me dije: «¡Basta ya!».

Recuerdo que lo primero que hice fue ir a casa de mi madre, llorando, pidiéndole ayuda porque quería ser mejor persona. Yo no quería esa vida.

Pedir ayuda es algo que no solía hacer, solía creerme autosuficiente y que yo podía con todo, pero en ese momento me di cuenta de que no.

Mi madre me animó a que volviera a estudiar y así lo hice. Empecé un curso de Secretariado Bilingüe y ahí conocí al que fue mi primer marido. Pero sigamos por orden, más adelante os explicaré a dónde me llevó esa decisión.

Un día estando en casa me llamó un vecino y me dijo:

—Lorena, baja, que tu padre se ha caído.

Bajé a la portería y hallé a mi padre en el suelo con las gafas rotas. Subimos a casa y mi madre vio el estado de mi padre. Le dije que cogiera el bolso y que nos íbamos a urgencias. Ya en urgencias le dije al doctor:

—Mire, no sé qué tiene que hacer, pero no, mi padre no va a volver a casa. No pienso llevármelo. Es un borracho.

El doctor me contestó:

—Hoy es mi cumpleaños, ¿me harías el regalo de ayudar a tu padre si admite que es un alcohólico y que hará lo que sea necesario para dejar de beber?

Yo le contesté:

—Dile lo que te acabo de decir. O se compromete, o no entra en casa.

Ahí estaba el universo de nuevo, o Dios o como tú prefieras llamarle, mostrándome que se puede cambiar, mostrando el camino a seguir.

Esa fue la última vez que mi padre bebió. Nos enseñó que con mucho esfuerzo y apoyo se puede conseguir.

Por supuesto, tenía a mi madre, que le apoyó y acompañó en todo el largo y duro proceso.

Él se comprometió y lo logró.

Como comentaba, volví a estudiar, y decidí empezar a crear mi camino al éxito.

Como no podía ese año acceder a la universidad, como he comentado anteriormente, opté por realizar un curso de un año de Secretariado Bilingüe.

Allí conocí a mi exmarido. Era el profesor. Viniendo del mundo del que venía y siendo él alguien totalmente opuesto a las personas con las que yo estaba acostumbrada a relacionarme, me enamoré de él.

Al finalizar el curso empezamos a salir y trabajamos juntos en su empresa. La situación en la empresa no era buena, parecía que su socio no acababa de cumplir con lo pactado y, antes de que quebrara, decidimos ir a vivir a Irlanda.

Pero no te pienses que como pareja, no, para nada, cada uno vivíamos en una habitación de una familia diferente. Fuimos allí con el objetivo claro y comprometido de dominar el inglés, y el hecho de vivir cada uno en un sitio nos daba más oportunidades, a pesar de que era más difícil. Me obligué a mi misma a salir de la zona de confort.

Después del verano él volvió para España y yo decidí quedarme. En aquel momento no sabía por cuánto tiempo, lo que tenía claro era que cuando volviera tenía que dominar el inglés a la perfección porque sabía que era fundamental para conseguir uno de mis objetivos: ser ejecutiva.

En Irlanda empecé limpiando mesas porque no hablaba nada de inglés. Fue muy duro, no entendía nada el idioma porque en España, en mi época de colegio, se priorizaba el francés al inglés, y además no teníamos, como en otros países, la posibilidad de ver, por ejemplo, series, noticias o dibujos animados en versión original. Sabía que el inglés me abriría muchas puertas y por eso aguanté. Mi única opción era aprender el idioma costase lo que costase. Decidí no hacer amistad con ningún español y los fines de semana salía con gente local.

Recuerdo que al principio era cómica la situación, pero un día empecé a entenderlo todo. El clic fue pasar caminando de la cocina a mi habitación y al escuchar la televisión, me di cuenta de que entendía todo lo que estaban comentando en las noticias. Ahí comprendí que ya estaba preparada y decidí empezar a buscar un trabajo mejor.

Comencé a entregar currículums y en poco tiempo conseguí trabajo en una de las multinacionales más importantes de sistemas informáticos, donde hice grandes amigos. Por supuesto, mi inglés se fue perfeccionando, y con ello llegó una nueva oportunidad laboral en un prestigioso bufete de abogados, la cual no dudé en aceptar. Suponía un reto difícil para mí: aprender materias legales y habilidades de atención al cliente. Sin embargo, esa formación me ayudaría a alcanzar mi meta y objetivos.

Cuando llevaba más de un año cogiendo autobuses y trenes para llegar a mi lugar de trabajo, pasando un frío desolador, llegaron las navidades y decidí regresar a España con mi familia.

También me reencontré con mi novio. Aunque yo creía que la relación estaba acabada, para mi sorpresa, él me pidió que la retomáramos.

Decidí volver con él y poco tiempo después estábamos viviendo juntos. Al mes de estar en España, eché solamente un currículum y conseguí una entrevista que se convirtió en un puesto de secretaria en un laboratorio farmacéutico.

Tengo que admitir que la vida con él no fue nada fácil, pero gracias a él decidí matricularme en la universidad.

Con él recuperé las ganas de estudiar, de ser alguien en la vida, aquello que mi madre había tratado de inculcarme desde mi infancia.

Durante esa relación, que duró seis años, no me di cuenta de que me iba haciendo más y más pequeña. Había idealizado a esa persona, pero en realidad no la conocía, es más, lo que veía no me gustaba para nada.

Eso sí, fue un gran apoyo y siempre le estaré agradecida por haberme animado a retomar mis estudios. Mi camino al éxito seguía su trayectoria.

Conseguí sacarme la carrera de Empresariales y después me licencié en Administración y Dirección de Empresas. Ambos programas los cursé a distancia mientras seguía trabajando en Uriach, el laboratorio farmacéutico que me contrató.

Empecé como secretaria y acabé siendo business development manager. En los dieciséis años que estuve, mi carrera laboral escalaba posiciones a medida que iba adquiriendo más estudios.

Fue duro, no nos engañemos, porque además realicé un máster en Comercio Exterior, otro en Marketing Farmacéutico y por último en Negociación.

Así que entre los viajes y los estudios la relación fue cada vez peor, hasta convertirnos en desconocidos. Lo que había visto en él ya no existía, no había nada que me uniese a él.

Después del divorcio fui de relación en relación. Pero porque así lo elegí, quería ser yo la que decidiera en cada momento lo que quería hacer.

Vendimos el piso donde vivíamos y las ganancias fueron muy sustanciales. Sin embargo, en mi mente no había ningún archivo de ahorro, así que ya te puedes imaginar qué pasó con el tiempo. Pero esta creencia limitante que tenía la comentaré más adelante.

Después de que mi padre llevara meses de dolor en un hombro, un día me llamó mi madre diciéndome que acaban de salir del médico de familia, que mi padre tenía cáncer de pulmón y que iban de camino a urgencias del hospital.

Mi primera imagen después de esa llamada es estar en urgencias de la Cruz Roja de Barcelona.

Cuando llegué y nos llamó la doctora tuve como una intuición, les dije a mis padres que se quedaran fuera, que ya entraba yo sola.

Tengo que decir que los médicos a veces no tienen nada de tacto y así fue, la doctora me dijo claramente que me llevase a mi padre, que no podían hacer nada por él, que le quedaba un día de vida.

No sé de dónde saqué las fuerzas, pero salí de allí y le dije a mi padre: «Está bien, ya sabes que tienes cáncer, pero con la quimioterapia te vas a curar, ten fe en el tratamiento. Al igual que con un ibuprofeno te curas la gripe, con la quimio curarás el cáncer».

El primer año prácticamente lo pasó ingresado en el hospital, en una habitación doble.

Cada persona que le acompañó durante ese año nos aportó algo, eran como ángeles, o así lo creímos nosotros, porque nos daban lo que justo necesitábamos: esperanza.

Recuerdo que mi padre decía durante las sesiones: «Bueno, de esto salgo, es como una gripe muy fuerte y saldré».

Y así fue, mi padre siguió con nosotros cinco años más, hasta que decidió dejar de luchar. Vivimos momentos increíbles. Fue varias veces a Londres a visitar a mi hermana, que entonces vivía allí. Viajó con mi madre. Hizo de DJ cuando cumplí treinta años. En fin, muchísimos grandes momentos que me enseñaron una y otra vez el poder de crear tu realidad.

Murió porque dejó de creer. Se dio cuenta de que su brazo no sanaba, el hueso que se había roto no hacía callo y eso le demostraba cada día que no saldría del cáncer. Empezó a comprender que no había esperanza para él.

Pasó su último año lleno de dolor. Fue un año muy duro, sobre todo para mi madre, que recibía la ira que mi padre sentía.

Cuando murió dejó un vacío indescriptible. Mi madre cayó en una depresión profunda.

Decidí mudarme con ella para ayudarla y no dejarla sola.

No era consciente de que nosotras chocábamos mucho y eso llevó a que mi madre tomase una decisión: «Mejor me voy, porque aquí no hago nada».

Un día, para ser concretos el Día de los Enamorados, estaba comiendo con un chico con el que salía ―en el siguiente libro, El control de tu mente está en ti, os explicaré cómo pude salir de esa relación tóxica―. Mi hermana me llamó, sentí en ese momento que algo había ocurrido con mi madre, lo supe, así que salí corriendo y cuando llegué a casa pude comprobar que el peor de mis pensamientos se había cumplido.

Estuvo varios días en coma, pero, como mi madre siempre ha sido una luchadora, con tiempo y muchísimo esfuerzo logró superarlo.

Todo eso no ocurrió de la noche a la mañana, tuvo que combatir contra la depresión durante años.

Ella siempre ha sido un ejemplo de superación para mí, todo lo que le ha ocurrido, de dónde venía, sus raíces…, simplemente no pudo con más. Ahora lo comprendo.

Su fuerza es uno de los motivos por los cuales he conseguido muchas cosas en la vida. Como a ella, a mí también me ha tocado superar mis batallas y salir más fuerte, porque tengo un gran ejemplo en ella.

Durante su depresión yo intentaba tirar de todo, traté de hacerlo lo mejor que pude, sin darme cuenta de que yo también estaba mal.

Tampoco era consciente en aquel momento de que estaba enfadada, no era capaz de conectar con el dolor tan grande que tuvo que sentir para tomar esa decisión. En el próximo libro podrás ver qué hice para sanar ese dolor, esa culpa tan grande que cada día crecía más y más dentro de mí.

No fue hasta que conocí a mi marido, el padre de mi hijo, cuando empecé a ver comportamientos en mí que detestaba.

Encontrarle fue una bendición, es la persona más buena que jamás podré conocer y desde el primer momento me enamoré de él. A pesar de todas las diferencias que teníamos entre nosotros, conseguimos formar una familia.

Hoy en día, en muchas ocasiones, no hace falta ni que le diga las cosas, solamente con mirarnos sabe lo que pienso.

Al año nos casamos, me quedé embarazada y perdí al bebé.

Al tiempo lo volvimos a intentar y nació nuestro deseado hijo. Ahí me di cuenta de lo mal que estaba por dentro.

Tenía ataques de ira, insomnio, apatía, arremetía con frustración justamente contra las personas que más me ayudaban. Estaba tan cansada que no disfrutaba del mejor momento de mi vida: la maternidad.

En mis siguientes libros, El control de tu mente está en ti y Ser feliz está en ti, podrás comprobar cómo pude superar cada uno de esos obstáculos. He decido partir en tres mi vida con el fin de poder ayudarte más profundamente.

Pero por ahora puedo decirte que mi mente se volvió oscura, todo era negativo, no podía dormir por las noches.

El cansancio se apoderó de mí hasta que un día dije: «BASTA YA, ya me ha dolido lo suficiente». Y empecé a trabajar en mí.

Un gran amigo me recomendó una psicóloga hipnoterapeuta: Ana. Gracias a sus sesiones, empecé a encontrarme mejor, a trabajar mi mente, a vaciarla de todos los momentos negativos y a instaurar nuevas creencias potenciadoras.

Ese fue el inicio de mi reprogramación. Como a mi madre, tampoco me ha resultado fácil, he tardado seis años en lograrlo.

En uno de los eventos de crecimiento personal a los que asistí conecté con mi propósito de vida, y desde entonces puedo decir que me he dedicado a hacer lo que verdaderamente amo. Siendo totalmente sincera, tengo que decirte que no era ni consciente de que me gustaba escribir hasta que me apunté a una mentoría para crear un best seller. Me comprometí a escribir seis hojas diarias durante tres meses y fruto de ello surgió esta trilogía.

Mi misión es transformar la vida de las personas que quieran estudiar mis libros para que puedan alcanzar lo que se propongan. En este libro encontrarás la metodología que he aprendido, para que a ti te lleve menos tiempo y mostrarte que se puede lograr lo que uno quiera.

Solamente te pido un favor, que compruebes cada cosa que te digo. No me creas, ponlo en práctica. ¡¡¡Compruébalo!!!

No malgastes lo único que hay en la vida que no se puede comprar: el tiempo.

Deseo de todo corazón que este libro te sirva de herramienta para llevar tu vida a otro nivel. Si estás todavía aquí, demuestras que estás comprometido con ello y quiero felicitarte por tu decisión.

Es tu vida. Ámate, respétate, cuídate y valórate.

¡Tu camino a vivir una vida apasionada empieza aquí!

Gracias

Gracias

Gracias

Durante toda la trilogía verás que al final de cada capítulo hay unas declaraciones, están escritas para plantar semillas en tu mente.

Como he comentado antes, aprendemos por repetición, quizá al principio no te creas lo que vas a declarar a continuación, pero llegará un momento en que tu mente lo aceptará.

Respira profundamente tres veces de la siguiente manera: inhala durante cinco segundos, sostén el aire otros cinco y exhala en cinco más. Ahora pon la mano en el corazón y lee en voz alta:

Yo soy energía,

estoy lleno/a de vitalidad.

Los fracasos de mi pasado

son enseñanzas de mi presente

y victorias de mi futuro.

Yo soy responsable de crear en mi vida

felicidad, éxito y riqueza

porque

¡¡¡todo lo que necesito está en mí!!!

Todo lo que necesitas está en ti

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