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LE CORBUSIER. La paradoja de la teoría frente a la práctica
El problema de la casa no se ha planteado. Los elementos actuales de la arquitectura ya no responden a nuestras necesidades. Sin embargo, existen las normas de la vivienda. La mecánica lleva en sí el factor de economía que selecciona. La casa es una máquina de habitar.
le corbusier, Ojos que no ven... los aviones
L os fundamentos teóricos y las ideas estéticas del arquitecto suizo-francés Charles-Édouard Jeanneret (1887-1965), quien utilizó desde 1918 el seudónimo Le Corbusier, parten de su actitud crítica frente a los valores de la sociedad europea de entreguerras, tiempo en el que vivió y estuvo activo profesionalmente y como teórico de la arquitectura. Por fortuna fue un arquitecto especialmente proclive a la escritura, gracias a ello hemos podido conocer las motivaciones que estuvieron detrás de sus proyectos y analizar ambas formas de expresión –construcción y escritura– para observar el profundo contenido crítico y las relaciones dialécticas que hay entre ambas. Entre 1920 y 1925 publicó regularmente sus artículos en la revista internacional de estética L’Esprit Nouveau (El nuevo espíritu), de la cual fue fundador junto con el pintor Amédée Ozenfant y el poeta Paul Dermée. Le Corbusier se manifestó repetidamente a favor de la transformación radical de la arquitectura, siguiendo los avances tecnológicos de la ingeniería y los principios de la estética purista, definida por él mismo y por los demás miembros del grupo. Criticó duramente la Academia de Bellas Artes de París y la señaló como la principal responsable del atraso en el que habían caído los arquitectos de la época, respecto a los avances de la ciencia y la ingeniería. Promovió enérgicamente la abolición de los estilos arquitectónicos y de todas las técnicas constructivas tradicionales, a favor del uso de los nuevos materiales como el concreto armado, el acero y el cristal plano, los cuales permitían una mayor ligereza en las construcciones, además de una total libertad estructural, ya que con los nuevos sistemas constructivos los muros divisorios dejaron de ser elementos estructurales. En sus proyectos favoreció el uso de cubiertas planas, lo cual permitía aprovechar las azoteas como terrazas habitables, a diferencia de los techos inclinados utilizados en Francia hasta entonces. Diseñó ventanas panorámicas y pilares redondos con los que consiguió elevar los edificios por encima del suelo, dejando la planta baja libre para crear mejores áreas verdes en sus proyectos habitacionales. Sus opiniones frente al statu quo de la arquitectura de su tiempo lo llevaron a emitir enunciados radicales y deterministas, como su frase: “Arquitectura o revolución. Se puede evitar la revolución”,24 aparecida en su texto “El espíritu nuevo en arquitectura”, publicado en febrero de 1925 en la citada revista.
El trabajo de este arquitecto revolucionario plantea disyuntivas entre su contenido eminentemente crítico y la declaración de principios y valores fijos o “invariantes”, como él mismo los describía. Le Corbusier expresó enfáticamente su oposición a los estilos, pero su enunciación de una larga serie de principios estéticos para el diseño arquitectónico creó involuntariamente un estilo purista y racional que en sus obras nunca fue capaz de eludir. En su afán crítico y revolucionario, el arte de Le Corbusier genera una paradoja: busca liberar la arquitectura de las normas tradicionales del diseño y la construcción, pero simultáneamente emite nuevos principios deterministas que vuelven a convertirse en normas fijas y anulan el principio de libertad del cual se originan. Para sus nuevas reglas y principios de diseño, el arquitecto considera al ser humano como una especie puramente racional con características físicas y psicológicas homogéneas e independientes de su identidad cultural, algo que otros movimientos de su época que reunieron a artistas y arquitectos, como el grupo holandés De Stijl y los alemanes de la Deutscher Werkbund, también perseguían y nombraban coloquialmente “valores universales”. Al mismo tiempo, en su búsqueda de la transmisión a la arquitectura de la estética purista presente en la ingeniería y de la aplicación de los principios tecnológicos e industriales de vanguardia a la producción en serie de viviendas, anulaba la posibilidad de incorporar la personalidad de los habitantes al diseño de sus construcciones. Su concepto de la casa como “máquina de habitar” excluye la libre expresión de sus habitantes, la incorporación de sus afectos y defectos, dentro de los espacios íntimos y personales de sus viviendas. La construcción de casas sin duda puede llegar a mecanizarse, pero el ser humano no es una pieza de dicho mecanismo, como aparentemente asumía el arquitecto.
La influencia de las ideas y proyectos de Le Corbusier en una generación entera de arquitectos a nivel mundial contribuyó significativamente a la creación del llamado estilo internacional, surgido de los textos25 y la exposición Modern Architecture: International Exhibition (Arquitectura moderna: exposición internacional),26 organizada por el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA) en 1932, con la colaboración de los arquitectos Phillip Johnson y Henry Russell-Hitchcock. Varios proyectos de Le Corbusier fueron mostrados y analizados en la exposición y gozaron de incontables elogios y difusión a nivel internacional, lo cual los hizo influyentes para muchos otros arquitectos de distintas latitudes.
En 1933 Le Corbusier y una delegación de franceses organizaron el iv ciam, para el cual redactó la Carta de Atenas (durante el viaje en barco de Marsella a Atenas), un manifiesto que plasma su postura frente a la construcción de la vivienda popular, de los nuevos barrios y ciudades de acuerdo con sus doctrinas puristas y racionales. El documento tuvo gran influencia entre los miembros del congreso, ya que subrayó las implicaciones económicas y políticas del urbanismo moderno mundial. En él señalaba que los ensanches urbanos habrían de construirse siguiendo estrictos patrones de separación de circulaciones peatonales y vehiculares, sus calles se planteaban con dimensiones superiores a la norma de la época, ya que favorecían medios de transporte de gran velocidad, automóviles y trenes rápidos, con pasos peatonales subterráneos o elevados. Los conjuntos habitacionales derivados de los principios expresados en la Carta de Atenas resultaron ser unifuncionales (“ciudades-dormitorio”) y alejaron a las personas de los centros de las ciudades, a pesar de que estas dispondrían de extensas áreas verdes y servicios comunes, contribuyendo a la alienación de los habitantes por la separación entre las viviendas y los lugares de trabajo, ocio, comercio y servicios.
Paradójicamente, los arquitectos que trabajaron los siguientes años bajo la influencia del gran maestro transformaron gradualmente sus ideas revolucionarias en fórmulas que repitieron casi sin cuestionarlas, hasta llegar a convertirlas en estilos. Infinidad de conjuntos habitacionales se realizaron en África, Asia y América a partir de los ideales forjados por Le Corbusier en los años veinte. Muchos de ellos gozaron de gran éxito inicial pero sufrieron un desgaste conceptual relativamente veloz, dado que los arquitectos no tomaron en cuenta en sus proyectos las distintas identidades nacionales ni las condiciones climáticas, culturales y sociales propias de las diferentes geografías, asumiendo las necesidades humanas como si fueran iguales para todos los individuos.
textos críticos
Prácticamente todos los textos escritos por Le Corbusier aparecieron en la revista L’Esprit Nouveau entre 1920 y 1925; la mayor parte de ellos fue compilada en su libro Vers une architecture (Hacia una arquitectura),27 publicado en 1923. A pesar de ser un personaje especialemente discursivo, el propio arquitecto expresó que prefería dibujar a hablar, ya que “el dibujo es más rápido y deja menos espacio para la mentira”.28 En apariencia no tenía la misma opinión respecto a la escritura, la cual practicó constantemente en sus artículos publicados mes a mes, al menos de 1920 a 1925. Sin embargo, sus textos no son suficientemente claros por sí solos, ya que dejan algunas de las ideas y términos empleados sin explicaciones precisas, lo cual ha llevado a los lectores y estudiosos a interpretaciones equivocadas y, en ocasiones, incluso a malentendidos. Como sucede con otros casos de arquitectos críticos, los planteamientos escritos por Le Corbusier adquieren plena claridad e importancia solamente en combinación con el análisis de los elementos compositivos y la experiencia fenomenológica de sus construcciones. Por esta razón existe un paralelismo particular entre su opinión acerca de la expresión oral en relación con la expresión gráfica (su idea de la relación entre hablar y dibujar), frente a otras dos formas de expresión de mayor importancia: la escritura y la construcción. Podríamos tomarnos la libertad de sustituir algunas palabras en su citado aforismo y transformarlo en el siguiente: “Prefiero construir a escribir, la construcción es más clara y deja menos espacio para malentendidos”.