Читать книгу Tomándome de Su mano - Lourdes Leticia Leines - Страница 8

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Cuentan que en un lugar tranquilo y hermoso vive una linda mujer llamada Candy. Para ella todo es felicidad y amor. Candy vive en una casa acogedora con su esposo y sus dos adorables niños. Tiene un negocio donde vende ropa que ella misma diseña y manda a confeccionar; es exitosa pero al mismo tiempo tiene un matrimonio ejemplar. Cuando sus amigas la visitan, siempre encuentran su casa impecable ya que tiene personal que se encarga de todas las labores, desde lavar los platos hasta arreglar el jardín. Dos mascotas encantadoras disfrutan de su enorme patio. Las redes sociales de Candy tienen miles de seguidores y su marca de ropa, que también tiene presencia online, es muy popular. Sus vacaciones son perfectas. Candy conoce gran parte del sur de Francia, Praga, Roma, Venecia, Japón, Indonesia, Filipinas y Suecia. Este año, su mayor problema es escoger si viajar a Dubái o a conocer el Taj Mahal en India; y no por falta de dinero, solo que aún no se decide y probablemente vaya a los dos sitios. Por cierto, su metabolismo no le juega bromas pesadas, ella siempre está en su peso ideal, sin privarse de los deliciosos manjares que su repostera le hornea, y su salud es estupenda, al igual que la de su adorable familia. Su suegra es un verdadero amor. De hecho, Candy se lleva supremamente bien con toda su familia y la de su esposo, quienes se reúnen frecuentemente para ir a la playa y quedarse los fines de semana en la casa familiar que está frente al mar. Candy siempre está alegre y sonriente, todo es felicidad, optimismo y gozo en su vida. Los domingos va a la iglesia y sirve activamente. Ella nunca está triste, todo es perfecto.

Como podrás notar, el cuento que te acabo de relatar es solamente una utopía. Todas las personas tenemos algo que desearíamos cambiar. Hay personas que tienen dinero pero no tienen una familia unida, otras tienen una hermosa familia pero con problemas económicos. Hay quienes sufren en sus relaciones personales o tienen alguna enfermedad difícil. En la vida real, Candy podría estar divorciada, podría ser responsable de mantener y educar a sus dos hijos sin la ayuda de su expareja, que se desentendió de ellos; podría ser una diseñadora de modas recién egresada que no encuentra trabajo por su falta de experiencia y aunque tenga modelos creativos y diseños geniales no es tenida en cuenta para ningún empleo. Cualquiera de nosotras podría ser “Candy”, pero sin los lujos y sin una casa impecable, viviendo la vida real en un departamento de cuarenta metros cuadrados, sin patio, sin jardín y con una renta mensual que pagar. Tal vez podríamos estar casadas, pero enfrentando problemas constantes con un esposo malhumorado que se queja por los gastos y lo cara que se ha vuelto la vida. Todas podríamos ser “Candy” en diversas situaciones no ideales, no de cuento de hadas, sin ser populares sino más bien imperceptibles para más del 99% de la población en nuestra ciudad. Podríamos vivir día tras día en penurias, conflictos familiares, problemas en la iglesia y en nuestros trabajos.

La vida real, mi querida lectora, está llena de estas situaciones. Cuando tienes algo, es probable que carezcas de otra cosa. Últimamente, cuando prendo la televisión y veo las noticias, es muy triste ver casos de gente que intenta suicidarse. Algunos lo logran, otros son alcanzados por los cuerpos de emergencia que van a su rescate. Muchas veces se trata de personas que aparentemente no tendrían por qué hacerlo, personas jóvenes en la mayoría de los casos, con un aspecto saludable, con familia, con amigos.

Cada persona está inmersa en sus propias luchas, y eso es parte de la vida no solo de los que somos cristianos sino de todos. La diferencia es que los que hemos creído en Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador tenemos esperanza. Sí, es posible que estemos tristes en algún punto de nuestra vida, quizá sintamos que ya no podemos seguir, que no hay un propósito específico en nuestro caso. Pero el simple hecho de estar vivos debería ser un motivo de asombro y gratitud. Además, debemos ser conscientes de que todos en algún punto de su paso por esta tierra se han sentido solos, abandonados, traicionados, vacíos, tristes o abatidos. Lo primero que debemos hacer en esas situaciones es aceptar que nos sentimos mal, no debemos juzgarnos ni ser tan duros con nosotros mismos.

En aquellos días, cuando fui “Candy” (una de sus múltiples posibilidades), con un dolor que nadie aparte del Señor y mi esposo podía ver, cuando la depresión estaba en su máxima expresión, me sentía mal conmigo misma. ¿Por qué soy tan débil? ¿Por qué no puedo salir y estar feliz? ¿Por qué no puedo estar contenta como todos los demás? ¿Por qué siento como si nunca fuera suficiente para los demás? ¿Cuánto tiempo tomará resolver todos los problemas?

En una de mis crisis más difíciles, cuando no podía parar de llorar y me costaba respirar, mi esposo me puso una canción del grupo We Are Messengers que se llama “Maybe It’s Ok”. Quiero aclarar que no soy experta en inglés, pero en ese momento sentía que la música reflejaba la lucha interna que yo estaba experimentando. Al ver la traducción, me identifiqué con la canción. Mi esposo fue en ese momento como un ángel que llegó a mi rescate. Me dijo que a veces sentirnos mal, sentirnos tristes, está bien; somos seres humanos, la tristeza puede llegar, pero debemos recurrir al Señor para recibir Su consolación.

Maybe it’s okay if I’m not okay Tal vez está bien si no estoy bien
‘Cause the One who holds the world is holding onto me Porque Aquel que sostiene el mundo me sostiene a mí
Maybe it’s all right if I’m not all right Tal vez está bien si no estoy bien
‘Cause the One who holds the stars is holding my whole life Porque Aquel que sostiene las estrellas sostiene mi vida entera

Debemos reconocer nuestras debilidades, admitir nuestras flaquezas y aceptar que necesitamos del Señor en cada respiro, en cada momento, que nuestra fuerza viene de Dios y solamente de Él. Necesitamos entender que aun la tristeza puede ser de beneficio al llevarnos a tener una relación más profunda con nuestro amado Señor, a depender de Él y confiar en Él. Si estás pasando por una temporada de dolor, mi querida lectora, déjame decirte que en estos momentos es cuando más vemos Su fidelidad, cuando experimentamos Su rescate y Su consuelo. Aunque quizá sintamos que esto no acaba, cuando salga el sol podremos levantarnos con la convicción de que Él siempre estuvo, está y estará a nuestro lado.

Aunque ande en valle de sombra de muerte,

No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;

Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

(Salmos 23:4)

Tomándome de Su mano

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