Читать книгу #YoJefa Cómo crear el trabajo de tus sueños - Lucía Ugarte - Страница 5
ОглавлениеCrisis y oportunidad
“Todas las situaciones críticas tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina”.
—Victor Hugo
“Esta vez no” decía el asunto del mail que venía esperando desde hacía semanas. Había anhelado conseguir ese trabajo durante los dos últimos años... Y ahí estaba finalmente la respuesta. Era sábado a la medianoche, acababa de estar con un ex que no me quería, y sentía que nada iba a resultar bien en mi vida, ni las relaciones amorosas, ni el trabajo. En resumen, no pegaba una.
Quiero contarles un poco de mis comienzos. Desde los cinco años estudié actuación, era la típica nena nerd del colegio, que no solo sacaba diez en cada materia, sino que también protagonizaba todos los actos escolares habidos y por haber. Recuerdo que, en tercer grado, hubo un momento que marcó significativamente mi infancia: hice una exposición oral que se titulaba “El 2000 ya fue”. Allí decía que, de haberse contado de manera correcta los años bisiestos, el año 2000 hubiese ocurrido antes de lo previsto. Luego de la clase, la maestra les pidió una reunión a mis padres. Yo temblaba, temerosa de haber fallado o haber hecho algo mal, pero finalmente la citación fue para sugerirles que debería ir a una escuela para “niños inteligentes”. Como niña de diez años, me quedé literalmente en shock. Mi madre es psicóloga y se negó a cambiarme de colegio en ese momento. Paradójicamente, años después, fue ella quien estuvo ahí para consolarme por no haber obtenido el que creía que era “el trabajo de mis sueños”. Como si su rol siempre hubiese sido mantener mis pies sobre la tierra y mi ánimo arriba.
La tristeza por no-quedar-en-mi-trabajo-soñado ocurrió cuando estábamos en mitad de la remodelación del PH familiar, vivíamos en medio de la obra con todo en ruinas. Por ese entonces, yo cursaba la Licenciatura en Artes Combinadas en la UBA (carrera enfocada al análisis, crítica y gestión cultural de cine teatro y danza, definición que debía explicar cada vez que mencionaba mis estudios). Así que, entre los apuntes extremadamente densos, las obras en casa, el polvo por todos lados y mis cosas en cualquier lugar, para escaparme un poco elegía zambullirme varias horas en Internet, investigaba precios, y me fascinaba ganarle al arquitecto contratado por mis padres, retrucándole todos los costos que les había pasado. También buscaba inspiraciones en decoración en la red social Pinterest, y hasta le presenté al arquitecto la idea de poner una cabina telefónica con un pasadizo secreto en la puerta de mi dormitorio, igual que el bar speakeasy favorito del momento. Ya había comprado el teléfono antiguo y un poster inglés, cuando nos anunciaron que la superficie de mi cuarto se reduciría en un treinta por ciento, por lo que mis papás me obligaron a desistir de la idea. Seguía triste por el casting, decepcionada del ambiente académico, y extrañaba profundamente mis épocas como bailarina y cantante en El show de Topa. Sabía que me divertía más bailar “El sapo Pepe”, que recitar la hermenéutica de Ricoeur. Tampoco iba a tener mi cuarto soñado con la cabina telefónica. Todo muy desalentador.
Sin embargo, ni la escuela para superdotados ni el trabajo en la televisión para niños eran mi destino, algo mucho más grande y desafiante me estaba esperando...
Seguía navegando y perdiéndome en los “pines” de Pinterest, y cada tanto se me aparecían carteles con frases inspiracionales. Aunque algunas eran muy obvias, otras realmente me dejaban pensando... Resultaban adictivas, me hacían sentir mejor −y créanme que en el momento lo necesitaba−. Hasta que me crucé con la siguiente idea: “El trabajo de tus sueños no existe, tenés que inventarlo”. Y ahí conocí lo que es una epifanía, mi cabeza hizo un clic y empecé a replantearme todo. ¿Realmente quería ese trabajo como actriz de reparto en una serie infantil? ¿Y si lo que había estado esperando y soñando durante tanto tiempo en realidad no era mi propio sueño? Pero entonces... ¿qué era lo que realmente quería?
He aquí la raíz de lo que para mí es esencial en todos los seres humanos: preguntarnos con honestidad y sinceridad qué es lo que queremos hacer con nuestra vida. Y la respuesta a esa duda cambiará a lo largo de los años, porque es dinámica y está conectada con nuestra intuición. Se trata de esa voz interna, que solemos ignorar, que sabe más de lógica que nuestra propia mente.
Recuerdo que compartí la frase y algunas reflexiones asociadas en una cena familiar, mis padres asintieron con el espíritu de la idea, pero todo quedó ahí. Algo distinto ocurría en mi mente: allí el cartel con la frase se me aparecía una y otra vez como un fantasma que me cacheteaba para despertarme −¡o para activarme! −. Comencé a indagar entre las obras que había leído, las series y películas que veía habitualmente y trataba de imaginarme como protagonista de la novela más perfectamente afín a mis intereses. Sin juzgarme con la severidad académica de ser la creadora de un manifiesto artístico, quería divertirme y hacer algo distinto.
Entonces vino a mi mente la famosa serie Gossip Girl. Amaba con todo mi corazón el glamour y la elegancia de las protagonistas y me atrapaban sus historias. Devoraba todas las temporadas en maratones, y me imaginaba caminando por el Upper East Side neoyorkino con un gran vestido de alta costura luego de tomar un cóctel con un gigolo de la ciudad. ¿Pero cómo iba a soñar con actuar en la serie que acababa de terminar el rodaje de su última temporada? ¡Ni colándome en las grabaciones iba a poder ser extra! ¡Ya no se grababa más! Pensé: “Ok, Gossip Girl no se graba más, pero Buenos Aires tiene personajes que son dignos de una novela fashionista e irónica con la alta sociedad”. Decidí estudiar Producción y Guion, tomé un curso rápido y dinámico de un par de meses de duración, dictado por el productor de televisión Pablo Culell (Underground) y el reconocido guionista Jorge Maestro (Polka). Desde la primera clase en un teatro under de Palermo salí extremadamente motivada: Si Gossip Girl no venía a mí, yo iba a escribir mi propia serie con los cánones y parámetros que me interesaba transmitir.
Mi canal ideal en ese momento era Cosmopolitan Televisión, que llegaba a toda Latinoamérica. Por eso pensé: Chica Cosmo/Chicas Guapas, ¡funciona para toda la región! Y me pareció un buen juego con el concepto de “chicas”, ya que mujeres de todas las edades no llamamos así entre nosotras, y el de “guapas”, que abarca a las mujeres que tienen coraje y se animan a ir por lo que quieren. La idea me cerraba por todos lados, pero sabía que iba a necesitar ayuda. Nunca había escrito un guion de ficción, salvo algunos cuentos en la primaria, o poesías y canciones en la adolescencia, también algunos ensayos y críticas académicas de cine y teatro para la facultad. Pero esto era un terreno totalmente nuevo para mí. Por eso recurrí a mi mejor amigo, Google, para buscar estructuras a modo de ejemplo, y completé mi perfil profesional en LinkedIn −que hasta el momento estaba bastante vacío−. De esa manera, contacté a diferentes guionistas para ver si les interesaba escribir esta serie conmigo. Con ese fin, les enviaba un pequeño brief de lo que quería que fuera la historia, una idea de show en vivo para acompañar, y los perfiles de los personajes levemente esbozados.
Un día apareció la primera persona que creyó en mí: la autora Carolina Soledad Parmo, que venía de escribir para MTV y Cosmopolitan Televisión, como dije, esta última señal era mi target objetivo para presentar la serie. Coordinamos con Caro para tomar un café en la oficina que compartíamos con mis papás en el Palacio Barolo. Para la ocasión, compré en Palermo un cuaderno oficio con tapa dura con un collage hermosamente diseñado, puse mi mejor bolígrafo, vasos de cristal con agua, caramelos y me vestí por primera vez como productora con un blazer tipo smoking gris. El ambiente había quedado perfecto, con el toque profesional justo. Caro entró a la oficina y fue súper accesible y amena desde el principio. Si bien tenía varias ocupaciones, porque estaba escribiendo otras series y dictaba clases, percibió mis ganas de concretar este proyecto, así que nos pusimos de acuerdo para definir la sinopsis y los perfiles de los personajes, e ir armando las escaletas y dialogando entre las dos de manera online. Nos enviábamos todo el material por mail. Recuerdo con mucho cariño esas tardes en la terraza, en las que me preparaba mates dulces para acompañarme a mí misma mientras escribía los diálogos. Para ese entonces, la remodelación del PH ya había terminado y yo tenía un spot con una hermosa vista a un pulmón verde que me inspiraba, bajo un cielo que pasaba de tonos rosados a anaranjados.
Súper rápido fuimos completando los trece capítulos, en paralelo seguía asistiendo al curso de producción y guion para perfeccionar mi oficio. Mientras escribíamos la serie, sabía que debía comenzar a conseguir reuniones para presentar el proyecto, pero... ¿por dónde empezar? No venía directamente de familia de productores. Si bien soy sobrina nieta de Nelly Raymond y mi abuela era prima de Juan Alberto Badía, no me gustaba la idea de ser la pariente lejana “en búsqueda de una mano”. Sabía que todo esto lo tenía que pelear y conseguir sola. Y así empezó otro capítulo de la historia...