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Rua da Ribeira.

OPORTO RESPONSABLE

Hay muchos Oportos en Oporto y esta guía ha de ser una ayuda para su descubrimiento: de ese Oporto «deliciosamente atrasado» que vio Mayol, el personaje de Vila-Matas, pero también del Oporto monumental reflejado en la talla dorada de la iglesia de San Francisco o en las fachadas de granito de algunos edificios. Después, el Oporto donde se come bien y se bebe mejor, y el Oporto de los jardines románticos, de las plazas amplias y recientemente remodeladas, y también del Oporto contemporáneo del Museu de Serralves y del metro más moderno de Europa, y el Oporto de Alvaro Siza Vieira y Souto Moura, y el Oporto cosmopolita de la Casa da Música diseñada por Rem Koolhaas. Y así sucesivamente, un Oporto detrás del otro —dependiendo del tiempo que se tenga para descubrir la ciudad y sumergirse en ella con mayor o menor profundidad—.

Suba las escaleras y callejones del centro histórico. Deténgase en el Adro da Sé para contemplar el escenario único que se disfruta desde allí. Planifique un final de tarde a orillas del río Duero, tras un paseo cogidos de la mano (o no) entre los árboles de los jardines del Palácio de Cristal. Descienda del Passeio das Virtudes hasta el río por el rumoroso jardín encajado en las terrazas entre laderas. Deténgase a tomar un café en el Majestic. Entre en el Mercado do Bolhão y localice, en la antigua Cadeia da Relação, la ventana por la que el escritor ochocentista Camilo Castelo Branco, allí encerrado, contemplaba el retrato más bello de una ciudad que parece congelada en el tiempo. Organice un picnic en el Parque da Cidade, un paseo en Serralves, una visita al barrio de galerías de artes plásticas. Suba los 240 escalones que conducen a lo alto de la Torre dos Clérigos y contemple la ciudad a través de los ojos de un gigante. Y, si puede, vuelva de nuevo en febrero, cuando la ciudad se llena de esa luz festiva e inverosímil de las magnolias en flor.


Cómo es Oporto

A pesar de no tener el atractivo de las grandes metrópolis turísticas del mundo, Oporto es una ciudad calurosa y de una belleza hecha de pequeños encantos. Rápidamente encandila a quien la visita y contamina todos sus sentidos.

Subiendo hacia el Duero, desde el sur hasta su desembocadura, nos detenemos junto a la orilla y, al mirar enfrente, surge ante nosotros la ciudad de Oporto. Asomada al río, se extiende perezosa hasta donde alcanza la vista, mientras se desliza y salta de colina en colina llena de brío, equilibrada sobre las escarpas graníticas en una eterna precariedad. Desde el primer instante nos damos cuenta de que la segunda mayor ciudad portuguesa alberga una historia rica y un pasado lleno de contradicciones.

Sobresaliendo entre los apiñados tejados y las pequeñas casas que conforman su núcleo más antiguo y pobre, la ciudad nos muestra sus colosos de granito, los antiguos palacios y las iglesias-fortaleza, los agrestes peñascos, las grandes edificaciones y las sólidas murallas que parecen sostener la ciudad, impidiendo que se precipite al río. Todo ello enmarcado por el emblemático puente de hierro con dos tableros, llamado puente Luís I, proyectado por Téophile Seyrig (discípulo de Eiffel), cuya espectacular imagen evocaremos tras el viaje.

Si el tiempo acompaña, podremos disfrutar de las vistas desde el muelle de Gaia. Para entonces ya tendremos a nuestra espalda las bodegas del vino de oporto y, más adelante, los típicos barcos rabelos colocados en línea a lo largo del río, que conservan la memoria de antaño, cuando los toneles del néctar que dio a conocer el nombre de la ciudad por todo el mundo eran transportados río Duero abajo en estos frágiles barcos que algunas veces eran tirados desde la orilla por hombres o por animales, la única forma por aquel entonces de vencer las dificultades, hoy en día superadas mediante la construcción de embalses, de un río indómito. Tiempos legendarios que nos conformaremos simplemente con evocar e imaginar, mientras nos preparamos para salir a descubrir una ciudad cargada de historias y vicisitudes.

Oporto puede ser considerada una ciudad de extraordinaria belleza si se la visita con detenimiento. No es el portuense quien lo afirma, sino el viajero que ya conoce algunas de las grandes capitales. Oporto puede ser romántica y divertida, melancólica y pintoresca, histórica y contemporánea, típica y cosmopolita, bella y fea, monumental y hecha de pequeños detalles que llaman nuestra atención. Todo dependerá del punto de vista desde el que se la mire y del estado de ánimo del visitante. Por ello, se puede afirmar que la ciudad es bella y acogedora y que ofrece motivos más que suficientes para que se enamoren de ella todos los que se acerquen a ella por primera vez.


Panorámica desde el atrio de la Sé.

Debo confesar, como tripeiro que soy, es decir, natural de Oporto, que muchas veces lamento no tener tiempo para pasear por mi ciudad como lo hacen los visitantes, ni para poder dormir en un hotel junto al río o frecuentar sin prisa sus bares más acogedores, recorrer las calles y observarlas con la mirada virgen de quienes la descubren por primera vez, y sentarme en sus terrazas para ver cómo va cambiando la luz en el cielo, cómo se acumulan las nubes, cómo se forma la neblina sobre el río y se disipa en una bruma diáfana, y cómo todo ello modifica el propio aspecto de la ciudad. Oporto muestra una imagen cuando la baña el sol —alegre, bulliciosa y llena de colores que se reflejan en el espejo del río, como si fuera una heroína de Balzac vanidosa y bien conservada— y otra muy diferente cuando le falta esa luminosidad y se impregna de una expresión melancólica y ausente, como «de milano herido en el ala», como tan bien la describe uno de sus mejores cantores, Carlos T, en «Porto Sentido», un himno a la ciudad que se ha hecho célebre en la voz del cantante Ruy Veloso:

Quien llega y cruza el río

junto a la sierra del Pilar

ve un viejo grupo de casas

que se extiende hasta el mar

Quien te ve al cruzar el puente

como cascada sanjuanina

erigida sobre un monte

en medio de la neblina.

Por callejas y calzadas

de Ribeira a Foz

por piedras sucias y gastadas

y faroles tristes y solos

Con la expresión grave y seria

de un rostro de piedra

que nos oculta el misterio

de esa luz bella y sombría

Verte así abandonada

con aspecto ceniciento

y tu gesto tan mohíno

de quien muele un sentimiento.

Es siempre la primera vez

en cada regreso a casa

volver a ver tu altivez

de milano herido en el ala.

Oporto es, pues, una ciudad hecha de pequeñas cosas, de momentos raros, de pinceladas breves y gestos sutiles, como los que refleja esta canción. Si esto no es suficiente para encandilar al visitante, por lo menos dejará en la memoria de este un recuerdo cálido y simpático, además del deseo de regresar a ella para dedicar más tiempo a cada una de sus calles y observar con detalle las tallas doradas de las iglesias barrocas y los diferentes tonos de luz de sus callejuelas, del musgo acumulado en el tronco de los árboles o de las hojas de los más recónditos parques y jardines.

Quien no haya visto jamás el río Duero desbordarse e inundar las calles de la zona baja de la ciudad sembrando la angustia y, al mismo tiempo, una extraña especie de poesía no podrá comprender Oporto. Con un emplazamiento privilegiado en la desembocadura del Duero, la ciudad se asoma al mar, a la vez que mantiene una estrecha vinculación con el río. Él ha sido, a través de los tiempos, la vía de entrada de la riqueza y de la miseria, del vino de Oporto y de las temibles inundaciones, de la peste, pero jamás del odio o de cualquier tipo de enemistad. Sólo respeto.

Un ejemplo de ello es que uno de los mayores héroes del Oporto contemporáneo es el ya fallecido «duque da Ribeira», un personaje muy popular que se lanzaba al río para salvar a todo aquel cuya vida peligrase, ya fuera por haberse caído o por intentar suicidarse, arrojándose desde lo alto del puente Luís I. Los niños y jóvenes del barrio de la Ribeira continúan tirándose, sin ningún temor, a estas aguas profundas y oscuras como si se tratara de una piscina, muestra de que la herencia del «duque» permanece en sus habitantes. Por último, si el viajero se halla en la ciudad durante las festividades de San Juan, se le recomienda asistir a una de las agrupaciones típicas de los santos populares, el de Miragaia, barrio que suele ser uno de los más afectados por la ira del río y que «parece más bello en los tristes días de crecida», asemejándose entonces a Venecia.

Esta curiosa mezcla de cosmopolitismo y de tradición es fruto de la historia de la ciudad y de la larga convivencia de esta con los extranjeros que en ella se asentaron para explotar lo que es hoy todavía la principal enseña internacional, el vino de Oporto, a pesar de las conquistas más recientes del principal club de fútbol de la ciudad. Gracias a todo ello se ha creado una «pátina» de orgullo y, a la vez, de resentimiento con relación a la capital, de donde nunca ha venido, según la opinión de muchos portuenses, el estímulo necesario para que la ciudad superase sus problemas históricos. El calificativo de tripeiros referido a los habitantes de Oporto se debe a que los portuenses, en la época de las grandes gestas marítimas, consumían las vísceras o tripas de los animales que eran sacrificados para ser almacenados en los barcos, lo que dio lugar al plato más famoso de la gastronomía portuense, las tripas à moda do Porto.

A pesar de que en Oporto se halla una de las mayores universidades del país, a la que todos los años llegan miles de jóvenes, quienes esperen encontrar aquí una ciudad rejuvenecida y llena de vida quedarán bastante decepcionados. Sin duda hay un mayor dinamismo, aunque no será suficiente para los que alberguen demasiadas expectativas. Esta ciudad es una concentración ambigua de potencialidades y contradicciones. De conservadurismo y arrojo, tal como se puede comprobar en la universidad.

Ciudad universitaria

Oporto cuenta actualmente con cerca de cincuenta mil alumnos repartidos en las facultades de la Universidade do Porto, en las escuelas del Instituto Politécnico y en las instituciones privadas de enseñanza superior. De este modo, cada año llegan miles de jóvenes procedentes de todas las regiones del país e incluso del extranjero. Todos juntos constituyen casi la sexta parte de la población fija de la ciudad y contribuyen decisivamente a su animación.

Centro de una región cuyo tejido económico se compone de pequeñas y medianas empresas textiles y de calzado, Oporto se ha afianzado como el principal centro creativo de la moda portuguesa, pues aquí ha surgido, gracias a la Associação Nacional de Jovens Empresários, el Portugal Fashion, evento al cual se debe la internacionalización de la moda nacional. Algunos de los principales centros de investigación científica del país tienen también aquí su sede, y una gran parte de la música que se escucha por la radio y televisión portuguesa procede de la ciudad. La facultad de Arquitectura es reconocida a escala internacional gracias a nombres como el de Álvaro Siza Vieira, Eduardo Souto Moura o Fernando Távora. Sin embargo, parece que nada de todo esto es suficiente para sacar a la ciudad de su estado de ánimo melancólico y deprimido, y conseguir que disfrute plenamente de todas sus capacidades. En este aspecto, quizá el viajero pueda hacerlo mejor que los portuenses, aunque tal vez note aún más que nosotros cómo algunos de los bellos edificios del centro se van vaciando de vida y son puestos a la venta.

Sus habitantes

Seguramente son los poetas quienes mejor han definido a los portuenses, como Sophia de Mello Breyner Andresen y su poema «Esta gente»:

Esta gente cuyo rostro

A veces luminoso

Y otras veces tosco

Unas veces me recuerda a los esclavos

Otras me recuerda a los reyes.

Se puede afirmar que los tripeiros, aunque no lo admitan, difícilmente podrían reflejar de modo más fiel la manera de ser de la propia ciudad, profundamente contradictoria y en muchas ocasiones más empeñada en señalar sus propios defectos que en solucionarlos. Los portuenses pueden pasarse todo el año protestando por cualquier cosa, quejándose incansablemente de los defectos de todo y de todos, pero, cuando reciben visitas, se muestran extremadamente acogedores y celosos defensores de su ciudad. Vestirán su mejor ropa, cubrirán la mesa con el mantel más delicado y ofrecerán los mejores manjares —aunque sea en su restaurante preferido— y, cuando enumeren las muchas virtudes que tiene la ciudad, se mostrarán completamente sinceros.

De hecho, aunque vivan en ella desde hace poco tiempo, los portuenses aman su ciudad profundamente y son sus mejores embajadores. Nadie la aprecia tanto como ellos quizá porque, aunque son capaces de ver los peores defectos del objeto de su devoción, no permiten que estas faltas estropeen la fascinación de una antigua pasión. En privado, los portuenses critican a la mínima oportunidad los socavones de la calle o la falta de limpieza de algunas fachadas. Sin embargo, ante extraños, les enseñan a ver cómo el socavón y la fachada sucia también pueden formar parte de un bello conjunto.

Dicho esto, el visitante debe saber que también entre los portuenses las asimetrías son enormes. Esta ciudad dejó hace mucho tiempo de ser la segunda más poblada de Portugal, pues ha ido empujando sin cesar a sus habitantes hacia las ciudades limítrofes. Durante el día, Oporto es aún un centro económico pujante y bullicioso, pues acoge en sus calles y edificios a más de un millón de personas. Por la noche, sin embargo, la ciudad queda algo despoblada, ya que sólo cuenta con unos trescientos mil residentes fijos.

La ciudad está casi exclusivamente habitada por personas con cierto poder adquisitivo, que pueden afrontar los altos precios de las casas, o bien por los más pobres, a quienes el ayuntamiento concede viviendas sociales. Por ello encontramos, casi pegados, urbanizaciones de lujo y barrios sociales despersonalizados, ejemplos arquitectónicos notables y edificios en avanzado estado de degradación.

En los últimos años, la población se ha renovado gracias a la llegada de inmigrantes, sobre todo estudiantes africanos y del programa Erasmus, comerciantes asiáticos y trabajadores brasileños y del este de Europa. Se trata de un fenómeno relativamente nuevo que le ha dado a Oporto un aire más cosmopolita y étnicamente más variado.


Jugando a las cartas en el Campo Mártires da Pátria.

Aunque hoy en día los barrios antiguos ya estén más vacíos, aún presentan una densidad de habitantes por metro cuadrado muy superior a lo aconsejable, estando además tradicionalmente habitados por una población empobrecida y envejecida, poco escolarizada y sometida a fenómenos de exclusión social más o menos endémicos, que ninguno de los muchos programas de intervención llevados a cabo en los últimos treinta años ha conseguido erradicar del todo.

A pesar de las dificultades, el portuense es, por lo general, afable y simpático, y se distingue por la facilidad y franqueza con las que, olvidando las reglas de etiqueta, recurre al lenguaje más popular, plagado de palabrotas. No hay que ver en ello, sin embargo, ningún tipo de agresividad, sino al contrario, pues los «tacos» forman parte del código social del tripeiro, es una señal amistosa y muy arraigada.

Todo esto forma parte de las muchas anécdotas que se suelen contar de los portuenses. Aunque siempre tienen algo de verdad, también es cierto que no todos los portuenses hablan de esa forma, al igual que no a todos les gusta el plato tradicional de tripas à moda do Porto —hay muchos que las detestan— y son seguidores del Benfica, el histórico rival del mayor club de fútbol de la ciudad, el FC Porto. También hay tripeiros antipáticos y otros que no sufren el síndrome de vivir en esta ciudad y que están francamente satisfechos con la vida que llevan.

Con todo lo dicho, a la hora de trazar el perfil del típico portuense, el visitante no dejará de considerarle como persona amistosa y acogedora.

Los barrios

Oporto nació, según cuentan los historiadores, en el cerro de Pena (‘peña’) Ventosa, junto al río Duero. Se han encontrado aquí vestigios de la presencia humana que se remontan a la Edad del Hierro, época en la que se supone que existió un poblado prerromano. La ocupación del cerro prosiguió durante el período romano y, tras las invasiones bárbaras de finales del siglo VI, se convirtió en sede episcopal.

Ocupado por los árabes tras la derrota visigoda en 771, la conquista cristiana llegó a Portucale en el año 868, cuando la ciudad, que por ese entonces comenzaba a crecer, se convirtió en el centro neurálgico del Condado Portucalense, embrión del país que es hoy en día Portugal. En aquella época este núcleo urbano pertenecía al obispo don Hugo, a quien se lo había donado doña Teresa, madre del primer rey portugués, Alfonso Enríquez.

Los barrios principales de Oporto son todavía aquellos que conformaban la ciudad medieval, se extienden por los cerros vecinos de Vitoria y bajan hasta las orillas del río, por Miragaia y por la Ribeira. Quien visite esta zona podrá observar, ciertamente, los monumentos más importantes de Oporto, con excepción de los edificios más recientes, como la Casa da Música, proyectada por el famoso arquitecto holandés Rem Koolhaas, y el Museu de Arte Contemporãnea de Serralves, diseñado por Álvaro Siza Vieira. Debido a su excepcional valor, el centro histórico ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Olvidados y abandonados durante muchos años, estos barrios históricos han conocido un lento proceso de rehabilitación a partir de la década de 1970, que se aceleró ligeramente en los últimos años del siglo pasado.


Vendedor de castañas.

Todavía existen algunos edificios muy degradados que, ciertamente, sorprenderán a los visitantes, aunque se han hecho grandes mejoras en los espacios públicos del centro histórico, que poco a poco recobra su mejor aspecto. El centro histórico alberga un conjunto de edificios monumentales de gran valor, principalmente de carácter religioso y de estilo barroco, que se combinan con un bonito y típico caserío emplazado sobre las escarpas, entre los que destacan bellos ejemplares de la arquitectura civil, como el deslumbrante Palácio da Bolsa. Se debe visitar este barrio de forma pausada y tranquila, recorriendo sus estrechas calles y bajando o subiendo por las escaleras que unen muchas de ellas. Merecen una atención especial edificios tales como el Paço Episcopal (‘palacio Episcopal’), la iglesia catedral (‘Sé’), la iglesia de São Francisco, el convento de São Bento da Vitória, la Torre dos Clérigos y la antigua Cadeia (‘cárcel’) da Relação, sede actual del Centro Português de Fotografia.

Ribeira

El centro más antiguo de la «movida» de la ciudad se halla en el barrio de Ribeira, el cual ha ido decayendo en este sentido durante los últimos años debido a que han surgido nuevos locales de diversión en zonas más periféricas y con mayor facilidad de acceso. Una reciente operación de rehabilitación urbanística ha creado las condiciones necesarias para la recuperación del barrio, donde existen numerosos bares y restaurantes, amenas terrazas con vistas al río y, sin duda, escenarios urbanos que invitan a ser captados por las cámaras fotográficas de los visitantes. También han abierto en esta zona algunas cuidadas tiendas, sobre todo de carácter enológico y de la moda más irreverente.


Barrio de la Sé.

Es el barrio donde nació Oporto y en torno al cual ha crecido la ciudad. Además de la visita a la iglesia catedral y a otras joyas del arte sacro como, por ejemplo, el museo ubicado en la iglesia dos Grilos, se encuentran también aquí algunas de las expresiones más auténticas del alma de la ciudad. El espíritu comunitario y las relaciones de vecindad están todavía bastante arraigadas y los habitantes son muy amables.

Vitória

El barrio más pequeño del centro histórico es quizá el que concentre mayor número de monumentos. Deambulando por sus calles se contempla la silueta de la Torre dos Clérigos, la extraordinaria librería Lello, las iglesias da Misericórdia, do Carmo o de São Bento da Vitória, el jardín da Cordoaria, donde destaca el conjunto escultórico de Juan Muñoz Treze a rir uns dos outros (‘Trece riéndose unos de otros’), el antiguo convento benedictino que alberga, desde hace unos años, la Orquestra Nacional do Porto, y la antigua Cadeia da Relação.

Más impresionante todavía es observar la convivencia, más o menos pacífica, del recién llegado comercio de gangas orientales con un tipo de establecimientos en vías de extinción: tiendas de ultramarinos, mercerías, droguerías, ferreterías, almacenes de tejidos, tiendas de marroquinería, viejas imprentas, tiendas de material eléctrico, tascas y bodegas. Casi todo ello concentrado en la Rua das Flores, donde es posible admirar algunos bellísimos establecimientos, los últimos ejemplares que quedan del Oporto burgués del siglo XIX.

Auténtico Oporto

En el barrio de la Sé tiene su establecimiento el barbero Carlos Bessa, en la Rua da Bainharia, quien combina esta profesión con la práctica de la política y algunas incursiones notables en el campo de la música popular. Todavía se puede ver allí cómo trabaja Toni das Violas, un artesano con un local en la Rua da Bainharia donde arregla y construye los más diversos instrumentos de cuerda, algunos de ellos inventados por él a petición de músicos provenientes de diferentes lugares del país.

Miragaia

Los barrios históricos de Oporto conservan todavía su personalidad gracias a los esfuerzos de sus humildes habitantes. Probablemente Miragaia sea el más típico de todos ellos, aunque también el menos visitado por los turistas. Los edificios monumentales no abundan aquí (exceptuando la Casa das Sereias y el abandonado convento de Monchique, sin olvidar el edificio de la Alfândega, donde se halla ubicado el Museu dos Transportes y un centro de convenciones creado para acoger, en 1998, la Cumbre Iberoamericana), aunque el conjunto es de una notable y singular belleza.

Miragaia es, asimismo, una prolongación natural de la zona de diversión nocturna de Ribeira, y en él se hallan algunos restaurantes y otras pequeñas joyas de la historia portuense que se van descubriendo a medida que se pasea tranquilamente por sus calles. Una buena opción es visitar el poco frecuentado Parque das Virtudes, que une la zona alta con la baja del barrio, y acercarse al mirador das Virtudes, desde el que se disfruta de una bella vista del Duero, enmarcado por el puente da Arrábida.

A Baixa

Es una segunda zona de expansión que se consolidó, hasta mediados del siglo XX, en el entorno del centro histórico. A Baixa, que fue durante muchos años el corazón de las actividades terciarias y comerciales y también del poder político, va perdiendo progresivamente importancia económica ante la fuga de las empresas hacia zonas más modernas y de las tiendas hacia los centros comerciales de la periferia. A pesar de todo, aún cuenta con las principales calles comerciales, los bares más emblemáticos (como el histórico Majestic) y las grandes salas de espectáculos, registrándose en los últimos años cierta recuperación cultural con la apertura de nuevos locales de ocio, como el Maus Hábitos, de nuevas librerías que se suman a la histórica Lello & Irmão o del cine Passos Manuel.

Algunos de sus edificios crean un curioso mosaico formado por diferentes estilos arquitectónicos, desde el neoclásico al art nouveau. Merece la pena pasearse lentamente por aquí observándolo todo y descubriendo las bellas estatuas que adornan algunos edificios, tomar el sol que baña las plazas y recorrer las calles que aún mantienen un tipo tradicional de comercio y restauración que amenaza con desaparecer.

Loteros y limpiabotas, vendedores ambulantes, mendigos y ciegos desgranando desgarradoras melodías con sus acordeones conviven, durante el día, con el bullicio de la ciudad, por lo que esta zona es considerada el corazón de Oporto. En ella se halla también el mercado do Bolhão, de estilo inglés, al que las vendedoras le dan un ambiente extremadamente popular, hablando alto y ofreciendo sus productos a quienes pasan. Por último, el visitante debe entrar en la estación de ferrocarril de São Bento para contemplar los enormes paneles de azulejos que recrean temas históricos y folclóricos de la región.

Bairro das Galerias

Uno de los fenómenos más interesantes de los últimos años ha sido la concentración de un gran número de galerías en el entorno del Museu Soares dos Reis, sobre todo en la Rua Miguel Bombarda.

La oferta cultural se ha incrementado además con la apertura de una nueva biblioteca-galería municipal en los amenos jardines del Palácio de Cristal (cuya visita es inexcusable), destacando también las agradables cafeterías, librerías, tiendas de moda, bares y modernos salones de belleza de la zona.

Bairro dos Livros

El área central de la ciudad que va, aproximadamente, desde la avenida dos Aliados a la plaza de Carlos Alberto, y de la Rua das Carmelitas a la Rua da Conceição, es la que ha sufrido mayores cambios en los últimos años y, sobre todo, un enorme dinamismo comercial. Aquí prolifera una animada área de ocio nocturno con varios bares, cafés y pequeñas discotecas que se han beneficiado de la recalificación urbanística llevada a cabo hasta el año 2001. Además, el barrio es un curioso polo en el que se concentran cerca de treinta librerías, con establecimientos dedicados al cómic o a los libros antiguos, incluida la histórica Livraria Lello, considerada una de las más bellas del mundo. Esta movida, nacida de un modo casi espontáneo, está acompañada por otras tiendas y de la organización, los fines de semana, de pequeñas ferias de artesanía urbana, antigüedades y objetos de época, todo ello complementado con algunos de los cafés más antiguos de la ciudad (Piolho y Progreso) y la organización de conciertos durante el verano. Además, la zona cuenta con una nueva línea turística en la que operan los viejos tranvías, que efectúan un recorrido circular que une las dos colinas de A Baixa.

Fachada marítima y margen fluvial

Todo visitante debería pasearse a pie (o en los viejos tranvías) por el paseo marítimo ribereño, rehabilitado. La zona cuenta con muchas terrazas y áreas de ocio nocturno, tiendas de moda nacional y extranjera y, como complemento, el apacible Parque da Cidade, una gran zona verde urbana con ciertos aires del Central Park de Nueva York.

En el paseo ribereño y marítimo subsisten todavía algunas actividades antiguas, como un astillero de construcción naval y una pequeña comunidad de pescadores que se dedica a un tipo de faena artesanal y poco rentable, pero que supone un complemento a las profesiones urbanas de los que viven allí. Tanto los barcos como los aparejos de pesca están a la vista de todos, aportando un típico colorido a la orilla derecha de la desembocadura del río, que contrasta con los apartamentos de lujo y los antiguos palacetes burgueses. Merece la pena adentrarse, al pasar, en el barrio histórico de Foz Velha, de calles estrechas y tranquilas.


Malecón de la playa Do Ourigo.

Con el éxodo de los habitantes hacia los barrios de la periferia, muchos de los locales de ocio también cambiaron su ubicación —son ya muy pocos, por ejemplo, los cines que todavía funcionan en la ciudad—. Aunque algunas playas de Oporto ostentan ya el distintivo de la Bandera Azul de la Unión Europea gracias a su recuperación medioambiental, las mejores se hallan fuera de la ciudad (el municipio de Vila Nova de Gaia cuenta con muchos kilómetros de costa con la bandera azul de la Unión Europea), al igual que buena parte de locales y equipamientos dedicados al ocio e, incluso, a los negocios (los dos centros de convenciones más importantes se ubican en las localidades de Matosinhos y de Feira).

Oporto en la literatura

Son numerosos los escritores que han nacido, pasaron o se relacionaron de alguna forma con Oporto, por eso no es de extrañar que la ciudad aparezca en algunas de las más importantes piezas literarias portuguesas de los últimos dos siglos. Numerosas obras como las de Camilo Castelo Branco, Júlio Dinis, Ramalho Ortigão, Arnaldo Gama y Almeida Garrett recorren las calles de la ciudad, que inspiraron igualmente a los poetas, como se comprueba al leer la compilación Ao Porto, publicada en 2001 por la editorial Dom Quixote. El insigne poeta épico portugués Luís Vaz de Camões se refirió a Oporto como la «leal ciudad donde tuvo origen, como es sabido, el nombre eterno de Portugal». Pero, como no consta que alguna vez visitara la ciudad, lo más seguro es que Camões se limitara a repetir este cliché histórico.

Con más conocimiento de causa versaron, por ejemplo, y más recientemente, poetas como Eugénio de Andrade, José Gomes Ferreira, Vasco Graça Moura, Manuel António Pina y Sophia de Mello Breyner Andresen. También son numerosos los prosistas portugueses del siglo XX que han dedicado a Oporto algunas de sus páginas. Agustina Bessa-Luís ambienta frecuentemente sus ficciones en ella y en el entorno de la región, habitada por una firme y antigua burguesía.

Mário Cláudio hace lo mismo, aunque con incursiones más contemporáneas. Más recientemente, Miguel Miranda logró colocar la ciudad en el mapa literario nacional creando un conjunto de novelas policíacas que se adentran en los bajos fondos tripeiros habitados por algunos personajes que son un reflejo caricaturizado de la ciudad.

En su libro Viaje a Portugal, el Premio Nobel de Literatura José Saramago la describe con su estilo inconfundible.

Miguel Torga, otro de los nombres destacados de la literatura portuguesa del pasado siglo XX, plasmó literariamente su alma tripeira en su obra Portugal: «Como aquellas viejas casonas nuestras que, limpias de telarañas, hacen enrojecer de vergüenza a cualquier rascacielos de hormigón edificado a su lado, Oporto sólo necesita que se le limpie el polvo para competir con cualquier otro lugar al que se le quiera comparar.»

Más sorprendente será, quizá, encontrar referencias a Oporto en las grandes obras de la literatura universal. Por ejemplo, en Crimen y Castigo, Fiodor Dostoievski introduce una botella de vino de Oporto en el funeral de Marmeladoff. Más recientemente, el escritor italiano Antonio Tabucchi situó su novela La cabeza perdida de Damasceno Monteiro en una localidad de los alrededores. El español Enrique Vila-Matas le dedicó a Oporto dos de las crónicas periodísticas recopiladas en el libro Desde la ciudad nerviosa y la eligió como uno de los escenarios donde transcurre su novela El viaje vertical.


Interior de la librería Lello.

Oporto en el cine

El sorprendente invento de los hermanos Lumière llegó a Oporto en el año 1896. Aproximadamente un centenar de películas se han rodado o han sido producidas en la ciudad. Una parte importante de ellas, probablemente, será poco conocida por el visitante, aunque destacan algunas como la histórica Aniki-Bóbó (1942), de Manoel de Oliveira, filmada en el centro histórico de Oporto.

En la que fue considerada la época de oro del cine portugués, las décadas de 1940-1950, merece destacar la presencia de Oporto en la comedia O Leão da Estrela (‘El León de la Estrella’), pero fue a finales de la década de 1990 cuando Oporto se dio a conocer internacionalmente en el ámbito cinematográfico. Películas como Trois ponts sur la rivière, del francés Jean-Claude Biette, O Xangô de Baker Street, del brasileño Miguel Faria Júnior, Pasos de Baile, del norteamericano John Malkovich (con Javier Bardem) y Sombras en una batalla, del español Mario Camus (con Carmen Maura) tuvieron por escenario esta ciudad.

El viajero que se interese más por este aspecto en particular puede recurrir también al libro O Porto na História do Cinema, de Sérgio C. Andrade, edición de Porto Editora, 2002.

La ciudad es reconocida internacionalmente por la producción de películas de animación, pues dispone de un equipamiento dedicado a este género cinematográfico, la Casa da Animação, que organiza regularmente sesiones de cine y exposiciones, estando asimismo preparada para acoger la producción de películas nacionales y extranjeras. En la cercana ciudad de Espinho se realiza anualmente, a primeros de noviembre, uno de los mayores festivales internacionales del género, el Cinanima. Igualmente importante es el festival de cine fantástico Fantasporto, que se celebra en marzo, uno de los certámenes europeos del género más importantes.

Desde hace poco, Oporto acoge el movimiento de cortometrajes Shortcutz (junto a Lisboa, Londres y Berlín), con sesiones semanales los jueves, en el Espaço Maus Hábitos (Rua de Passos Manuel, 178).

Manoel de Oliveira

Nacido en 1908 en Oporto, el cineasta Manuel de Oliveira se estrenó con las cámaras en 1928, cuando inició el rodaje de Douro, Faina Fluvial, estrenado en 1931. Diez años después realizó su primera película de ficción, Aniki-Bóbó, uno de los documentales más conmovedores sobre los barrios históricos de Oporto, vistos a través de las miradas de un grupo de niños. El título de la obra dio nombre a uno de los primeros bares que abrieron en la zona de Ribeira, que aún funciona en la Rua da Fonte Taurina.

Con Aniki-Bóbó Oliveira inició una carrera de gran prestigio que le ha valido el reconocimiento en numerosos festivales europeos y un incipiente homenaje incluido en la película Lisbon Story, del cineasta alemán Wim Wenders. Acto de Primavera, en 1963, le consagró definitivamente al ganar en 1964 la medalla de oro del Festival de Siena, en Italia. Francisca, Amor de Perdiçaõ, Os Canibais, A Caixa y A Carta, se cuentan entre algunas de sus películas más importantes.

Historia

Oporto nació en el cerro de Pena Ventosa, junto al río Duero. Allí se han encontrado vestigios de la presencia humana, que se remontan a la Edad de Hierro. La ocupación del cerro continuó durante el período romano y, tras las invasiones bárbaras de finales del siglo VI, se convirtió en sede episcopal. Ocupado por los árabes tras la derrota visigoda en 771, la conquista cristiana llegó en el año 868.

Perteneció al Reino de León hasta el año 1143, momento en el que pasó a formar parte del nuevo reino de Portugal bajo el gobierno de Afonso Henriques, primer rey del país.

El infante don Henrique hizo que Oporto fuera, en el siglo XV, una de las ciudades portuarias más importantes del mundo en busca de las especias y riquezas orientales. Los astilleros de la ciudad, de los que todavía quedan vestigios en la ribera del río, tenían fama mundial. Más tarde llegarían los desastres militares, la paulatina pérdida de los territorios de ultramar y el declive de la ciudad y de todo Portugal.


Muralla Fernandina.

En 1910 el país pasó a ser una República hasta que, en los años treinta del siglo XX, empezó la dictadura de Antonio Salazar, que sumiría al país en un profundo letargo hasta 1968. En 1986, siendo ya un país plenamente democrático, entró a formar parte de la UE. En 1996 el casco antiguo de Oporto fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Este nombramiento y el de Capital Cultural en 2001 impulsaron su modernización.

Personajes ilustres

Al ser una ciudad antigua y cargada de historia, Oporto ha ido reuniendo, a lo largo de los siglos, una respetable galería de personajes ilustres. Aquí nació, según se afirma, el infante don Henrique, considerado el gran impulsor de los descubrimientos marítimos portugueses. Nació en un edificio que fue, antaño, la Alfândega Régia y que todavía existe como Casa do Infante —donde funciona actualmente un interesante centro del Museu da Cidade, que permite, a través de los vestigios arqueológicos encontrados allí, descubrir la historia de la antigua ciudad.

El Infante D. Henrique

En su trono entre el brillo de las esferas,

Con su manto de noche y soledad

Tiene a sus pies el mar nuevo y las muertas eras,

El único emperador que tiene, de veras,

El globo del mundo en sus manos. (Fernando Pessoa, 1928)

Aunque don Enrique es considerado el más ilustre de los hijos de Oporto, la ciudad cuenta con otros personajes relevantes. Unos, porque nacieron aquí, otros porque sus nombres quedaron fuertemente unidos a ella. La lista se puede iniciar con Fernando de Magallanes, capitán de la primera expedición que hizo un viaje de circunnavegación alrededor del mundo, o con Pêro Vaz de Caminha, cronista del primer desembarco europeo en las costas de Brasil, continuando con el escultor Soares dos Reis, el pintor Vieira Portuense, la violonchelista Guilhermina Suggia y el escritor Camilo Castelo Branco, y terminando en la actualidad con personalidades de renombre internacional: el cineasta Manoel de Oliveira, la antigua campeona olímpica de maratón Rosa Mota, los poetas Sophia de Mello Breyner Andresen y Eugénio de Andrade, la escritora Agustina Bessa-Luís y científicos como Manuel Sobrinho Simões y Maria de Sousa.

También el creador de la Torre Eiffel, Gustave Eiffel, dejó su impronta en la ciudad: el antiguo puente ferroviario que unía la ciudad con el sur del país. Más variada fue la impronta dejada por el italiano Nicola Nasoni, creador de los palacios más bellos, y de la iglesia y la torre dos Clérigos, uno de los iconos más conocidos de Oporto.

Álvaro Siza Vieira

Álvaro Siza Vieira nació en 1933 en la ciudad de Matosinhos y es el mayor embajador de la arquitectura portuguesa y principal referente de la escuela de arquitectura cuya sede se halla en Oporto. Entre otros numerosos galardones, en 1992 obtuvo el premio Pritzker, considerado como el «Nobel de Arquitectura».

Su obra está presente en los más diversos rincones del planeta, de Barcelona a Río de Janeiro, de Tokio a Berlín, y en Oporto destacan el Museu de Arte Contemporânea de Serralves, el barrio de viviendas sociales de Bouça, la facultad de Arquitectura y el edificio junto al río donde se halla su estudio. Siza Vieira es también autor del nuevo diseño urbano del centro de la ciudad, entre la plaza del General Humberto Delgado y la avenida de Vímara Peres.

En la cercana localidad de Matosinhos todavía se pueden encontrar algunos de los más antiguos y emblemáticos edificios creados por Siza Vieira, como la piscina das Marés de Leça da Palmeira, la piscina da Quinta da Conceição, el monumento a António Nobre y el salón de té de Boa Nova, emplazado sobre las rocas, en estrecha unión con el mar y la luz. Es también responsable de la remodelación del paseo marítimo de Leça da Palmeira.

Eduardo Souto Moura

Nacido en Oporto en 1952, este discípulo de Siza Vieira se ha convertido en uno de los más renombrados arquitectos portugueses, apreciado por su modernidad y por la integración de sus proyectos en el paisaje circundante. Varias de sus creaciones han recibido algunos de los más importantes premios internacionales. En Oporto proyectó la Casa de las Artes, la transformación de la antigua Cadeia da Relação en el Centro Português de Fotografia, la rehabilitación del edificio de la Alfândega Nova, de la Casa del Cine y de la recuperación del paseo marítimo de la vecina ciudad de Matosinhos, además de otras obras más pequeñas.

Cómo moverse por Oporto

La movilidad en la ciudad ha mejorado radicalmente en los últimos años: el aeropuerto se ha renovado íntegramente y una nueva red de metro garantiza la conexión rápida y cómoda con los principales puntos de interés turístico.

Oporto cuenta con una red de transportes colectivos bastante eficaz. Para facilitar el acceso a la ciudad se dispone de la Loja da Mobilidade (Rua Clube dos Fenianos, 25, T. +351 800 220 905, http://www.lojadamobilidades.com), donde se obtiene toda la información necesaria para conocer la mejor manera de desplazarse por la ciudad según cada punto de entrada y salida.

Bilhete Andante

Cuando empezó a funcionar el metro, en 2003, y teniendo en cuenta la necesidad de articular su funcionamiento con los transportes públicos ya existentes, a comienzos de 2005 se implantó un sistema innovador de tarifa multimodal: el llamado Bilhete Andante (http://www.linhandante.com, Precio. 7 euros un día y 15 euros 3 días) que se puede comprar en los puntos de venta o en los dispensadores automáticos de billetes (al precio de 60 céntimos de euro, aproximadamente) y que es válido durante una hora para el metro, autobuses de la STCP y trenes suburbanos, así como en los tranvías y en el funicular de Guindais. Se puede volver a cargar con monedas o mediante tarjeta de crédito. La tarifa en vigor en la ciudad es la de la Z2 (zona 2).

A pie

Oporto es una ciudad que se puede recorrer fácilmente a pie —la mejor forma de conocerla—, pues, tal como se ha dicho anteriormente, casi todos los puntos de interés turístico se concentran en la zona histórica y en A Baixa. Añádase también que la ciudad conserva una dimensión humana, sobre todo en lo que respecta al trazado de las calles, pues no hay grandes vías que cruzar en pleno núcleo urbano. Los únicos inconvenientes se deben al terreno accidentado y, a veces, a la meteorología. Conviene llevar calzado deportivo y cómodo a la hora de subir por las empinadas calles del centro histórico.

Para recorridos más largos, o físicamente más difíciles, conviene tomar alguno de los transportes públicos. A lo largo del río hay una línea turística de tranvías históricos (se puede aprovechar para conocer, de paso, el Museu do Carro Eléctrico —tranvía— y el Museu dos Transportes e Comunicações), así como una conexión entre la parte alta de la ciudad y la ribereña con el funicular de Guindais, que une el barrio de Sé/Baixa con el tablero inferior del puente Luís I.

Para llegar a otros sitios fuera del centro se puede coger el metro (estación Casa da Música) o las diversas líneas de autobuses que van a la Casa da Música, o los autobuses 203, 207 y 504 que se dirigen al Museu de Serralves.

En bicicleta

Entre la ciudad de Espinho, al sur, y el límite norte del concejo de Matosinhos, Oporto dispone de un corredor de cerca de 70 kilómetros, casi siempre a orillas del mar, que permite dar largos paseos. Se pueden alquilar bicicletas en empresas como Porto Rent-a-Bike (Avda. Gustavo Eiffel, 280. T. +351 222 022 375) y en algunos hoteles.

En metro

T. +351 808 205 060

H. De 6 a 1 h.

http://www.metro-porto.pt

Precio. 1,20 euros

La red de metro ligero cuenta ya con seis líneas, que pasan por A Baixa (centro) y se cruzan en la estación de Trindade. Las líneas A (azul), B (roja), C (verde) y E (violeta) empiezan en el Estadio do Dragão y se dirigen a Matosinhos, a las localidades cercanas de Póvoa de Varzim y Maia, y al aeropuerto, respectivamente. La línea D (amarilla), que empieza en el Hospital de São João, pasa también por el centro histórico, enlaza con la estación de ferrocarriles de São Bento y continúa hacia la margen izquierda del Duero hasta la parada de João de Deus. La línea F (naranja) atraviesa toda la zona central y sigue después, a partir del campo de fútbol, hacia el este de la ciudad, hasta el municipio de Gondomar (Fânzeres).

En autobús

Oporto se halla relativamente bien dotado de autobuses de la Sociedade de Transportes Colectivos do Porto (STCP, http://www.stcp.pt; Precio. 1,85 euros), que cuenta con una moderna flota de vehículos a gas natural y a hidrógeno. Las líneas cubren casi toda la ciudad y alrededores, completando así la red del metro.

En taxi

En Oporto los taxis tienen tres colores diferentes: beiges, verdes y negros, todos ellos con un farolillo indicativo en el tejadillo, o también de color oscuro e identificados con la letra A junto a la matrícula. Los que circulan dentro de la ciudad están dotados de taxímetro con diferentes tarifas y suplementos, según la hora del viaje y el tipo de recorrido que hagan, todo ello indicado en el taxímetro. Los pasajeros pagan también una tarifa fija por bajada de bandera.

Sin embargo, los taxis que circulan en las ciudades limítrofes no disponen de taxímetro y cobran el viaje por kilómetro, según tarifas fijadas por el gobierno. Este dato puede ser bastante importante si llega a la ciudad en avión o se desplaza a la vecina ciudad de Gaia para visitar las bodegas de vino de Oporto. Cuando los taxis lleven taxímetro, el taxista debe cambiar de tarifa al pasar de un municipio a otro.

Existen paradas de taxis a las puertas de los principales hoteles y también en los locales de mayor demanda, aunque es posible solicitar un taxi al teléfono T. + 351 225 076 400 (pagando un suplemento de 0,75 euros).

En coche

El tráfico en el centro de Oporto es complicado, especialmente durante las horas punta, y no siempre resulta fácil encontrar aparcamiento, aunque tendrán muchos menos problemas quienes decidan pasar el fin de semana en la ciudad, ya que es cuando las calles se encuentran más vacías.

Los visitantes que lleguen en coche deben saber que la ciudad cuenta con más de sesenta aparcamientos en el centro, cuyo acceso está debidamente señalizado. Las tarifas varían entre 0,40 y 2 euros por hora.

El aparcamiento en los barrios céntricos está casi totalmente condicionado al pago de parquímetros cuya duración máxima es de dos horas, variando las tarifas según las zonas. Durante el fin de semana, entre las 20 y las 8 horas, se puede aparcar gratis en todas las zonas de estacionamiento condicionado, a menos que haya señalización que marque lo contrario.

En barco

Aunque no sea precisamente Venecia, Oporto se puede conocer también en barco, navegando en uno de los muchos cruceros fluviales de corta duración a disposición de los visitantes. La oferta es bastante variada e incluye pequeños cruceros en barcos de vela o en embarcaciones semejantes a los rabelos que transportaban antaño hasta la ciudad, entre otras cosas, el vino que se producía muchos kilómetros río arriba.

Estos cruceros realizan recorridos solamente en el tramo del río que baña la ciudad, pero se pueden hacer trayectos más largos, incluso hasta la región vitivinícola del Duero y al Parque Natural do Douro Internacional, con la posibilidad de llevar a cabo cruceros de varios días de duración.

Visitas guiadas

Oporto cuenta con una importante red de autobuses panorámicos. Los más fáciles de utilizar son aquellos que permiten adquirir, en las propias recepciones de los hoteles, un billete diario para cualquiera de los tres recorridos establecidos. Los viajeros pueden bajar y subir al autobús siempre que lo deseen. (Véase más información detallada en “visitas guiadas”).

La oficina de turismo del ayuntamiento organiza desde 1997 visitas guiadas a pie por el centro histórico. Las inscripciones deben hacerse previamente en la Oficina Municipal de Turismo (T. +351 223 393 470, Rua Clube dos Fenianos, 25).

Hay otras instituciones que dan a conocer aspectos particulares de Oporto a través de visitas a pie y que, por lo general, son guiadas por personalidades de la cultura de la ciudad. Esta puede ser una excelente forma de conocer rincones que incluso la mayoría de los portuenses desconoce. Podemos encontrar información en la página web www.visitporto.travel (Véase más información detallada en “visitas guiadas”).


Praça dos Aliados.

Oporto responsable

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