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Presentación

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Estos escritos de Ómar Marino me hacen recordar lo que para mí fue la primera lección literaria: que la literatura escrita es la misma que la hablada. Todos sabemos la deuda que la literatura contemporánea occidental tiene con la literatura rusa y sabemos también la deuda que la literatura rusa tiene con Tolstoi.

Me explico, León Tolstoi entendió que un escritor verdadero debe crear sus historias en función de contar las de la colectividad, y que en ellas estaba toda la imaginería necesaria para crear un mundo que trascendiera la unipersonalidad.

Desde entonces todos los grandes escritores no han hecho sino eso, relatar de una nueva manera las historias sabidas por los otros, toda la mitología griega, toda la fábula romana, todas las imaginaciones de los hermanos Grimm y de Andersen, toda la chismosgrafía balzaquiana y todo el realismo del romanticismo inglés guardan la imaginería, la fábula y el mito de la gente de su tiempo.

Los temores, las tribulaciones y las euforias de Tom Sawyer estaban antes de Marc Twain en boca de los ribereños del Misissipi. Al pensar en ello, me pregunto ¿Dónde están los mitos y leyendas de Colombia? ¿Dónde están las historias de la costa o de la llanura? Quizá todas ellas estén todavía en boca de los llaneros y de los costeños que no escriben.

En este libro de Ómar Marino se me antoja que están mínimamente bosquejadas las palpitaciones de las sagas llaneras. La creencia en brujas y tesoros hacen parte íntima de nuestra memoria narrativa, y el autor de La magia del abuelo echa mano de ellas para mostrarnos, en un lenguaje intermedio, lo que sería la fuerza de la oralidad y el rigor del idioma escrito.

Quizás haya más de lo primero en sus páginas, pero sin duda antes que quitarle efectividad las cargan de emoción mágica. De hecho este libro es también un híbrido compuesto por dos asombros, el de la infancia y el de la adultez.

Quiero decir con esto que sus escritos se mueven entre dos aguas, la de la fantasía, que involucra sueños y deseos, y la de la realidad, que nombra racionalidades y esperanzas.

El tono narrativo de las historias de Ómar Marino tienen la fantasía de las fabulaciones contadas al aire libre, a tal punto que el lector queda comprometido con su eco: resonancias de músicas pasadas, reverberaciones de un paisaje perdido en la remota infancia y el convencimiento tácito de cómo nos movemos en un mundo lleno de afugias alucinantes.

No es un libro inscrito en la línea del realismo mágico pero sus relatos guardan esa doble factura. Tal vez no sea un desacierto semejarlas a un dialogo que se tiene una tarde con un sabio telúrico que pronuncia en voz alta sus divagaciones de inocencia.

Guillermo Linero Montes

La magia del abuelo

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