Читать книгу Universidad de Guadalajara: caleidoscopio e identidades - María Alicia Peredo Merlo - Страница 7

Оглавление

Introducción


Un acercamiento conceptual


Uno de los términos con más frecuencia encontrados y usados por los universitarios en el discurso informal y también en el discurso formal, es el de identidad universitaria. Lo mismo se escucha en el ámbito cotidiano, coloquialmente, que en los textos oficiales cuyas estrategias retóricas o metafóricas promueven la identificación de los universitarios con la institución. Como componentes de la identidad se acude a símbolos, relatos y mitos fundantes, personajes cuyas hazañas se trasmiten de generación en generación y, aun sin estar escritos en manual o documento alguno, configuran normas informales, no escritas, de conducta que explican a los nuevos trabajadores “así se hacen las cosas aquí”. Esto no es privativo de la Universidad, ni siquiera de las universidades en lo general, sino que aparece en toda organización cuando se estudia la cultura de estos entes para entender los mecanismos que operan para que los miembros se identifiquen con las organizaciones, se sientan parte de ellas y desarrollen un sentido especial de pertenencia.

Las universidades en especial, sobre todo las públicas, constituyen un tipo particular de organizaciones, estudiadas profusamente como organizaciones complejas, en las que los elementos que las conforman, sus objetivos y metas, su metodología de trabajo, sus tareas, son en general poco definidas y revisten grados variables de ambigüedad al operar sobre procesos cuya concreción escapa del control y objetividad que otro tipo de organizaciones tienen con mayor claridad. No es lo mismo hablar de una organización empresarial que de una institución educativa. Sólo por mencionar una categoría central de las organizaciones educativas, señalaríamos el aprendizaje. Ocurre en los sujetos, pero de forma interna y particularmente de manera diferenciada en cada uno, no es medible y difícilmente observable. Sin embargo, de ahí se deriva un aparato burocrático enorme y, más allá de la evaluación que pretende medirlo, se constituye una estructura administrativa con un andamiaje jurídico complejo que tan sólo produce lo que Bourdieu llamaría un capital simbólico; es decir, entre calificaciones, certificados, títulos, grados, sistemas homologables, por mencionar algunos. Todo este aparato administrativo se sostiene sobre un proceso central que es, en esencia, intangible e inaprehensible.

En este tipo de organizaciones, las universidades, lo anterior no obsta para que se generen culturas institucionales acuñadas por el tiempo, la historia particular, los símbolos y discursos dominantes, los contextos internos y externos, así como los personajes que van hilando la explicación que los miembros de la Universidad encuentran para entender quiénes son, cuál es su papel y qué se espera de ellos. Las respuestas a estas preguntas irán construyendo la forma de pertenencia, es decir, la identidad.

Podemos aceptar que hay varios estudios sobre identidad institucional y dentro de éstos una mayor parte se dedican a indagar las diversas formas en las que se promueve una marca, una empresa o un determinado producto que se ofrece a la sociedad. En el caso de las instituciones de educación superior, quizás esté orientado a los rankings y al impacto de la universidad en cuestión. Nosotros centramos nuestro interés desde un enfoque distinto: indagar la percepción identitaria que la comunidad académica reporta a partir de sus respectivas trayectorias académicas.

Recordemos las principales categorías que se han abordado cuando se estudia la identidad institucional: identidad de las profesiones o disciplinas, orientación ideológica de la institución, sobre todo las que se distinguen por ser de corte confesional, las que se enfocan a los profesores o a los estudiantes, entre otras. Metodológicamente hay una tendencia mayor por los estudios de corte cuantitativo que utilizan escalas y cuestionarios estandarizados para captar rasgos identitarios. En nuestro caso, preferimos la narración de trayectorias dentro de la Universidad, que, a manera de relato oral, pudimos reconstruir. Algunas nuevas categorías que presentamos son, por ejemplo, el ingreso a la institución, las funciones y los problemas que se enfrentan, los valores y la percepción de la identidad que se asume desde la subjetividad y desde la colectividad, ambas intervenidas por la cultura y el discurso. Sin duda, los relatos que conforman el corpus de esta investigación muestran valores, ritos, prácticas y elementos discursivos de suma riqueza como las metáforas utilizadas para ejemplificar acontecimientos o perspectivas de la identidad.

En este estudio, iniciamos con la inquietud de responder si podíamos identificar un cambio de discurso identitario entre los académicos que ingresaron a la Universidad de Guadalajara antes de la Reforma que dio inicio en los momentos finales del año de 1993, cuando el último día del mes de diciembre el Congreso del Estado aprobó la creación de la Red Universitaria de Jalisco y la modificación a la Ley Orgánica de la Universidad de Guadalajara, y aquellos que ingresaron después. Nuestra hipótesis es que, efectivamente, habría un cambio perceptible en los discursos presentes en las narraciones de cada profesor o investigador entrevistado.

Este ensayo, entonces, tiene su sustento fundamentalmente en lo que se dice sobre la Universidad de Guadalajara desde adentro, en la propia voz de los actores. Este sentido interiorista nace desde los autores, quienes ingresamos a la institución hace más de cuarenta años y hemos hecho un esfuerzo metodológico por respetar lo dicho y no lo que quisiéramos haber escuchado. Esperamos lograr una obra disfrutable en su lectura y provocadora en su contenido.

En este orden de ideas, no pretendemos desarrollar una teoría de la identidad institucional, sino que, apoyados en algunos estudios preliminares y algunas categorías orientadoras, nuestros planteamientos e interpretaciones se orientan a responder: ¿cómo se observa el cambio de identidad institucional en los discursos narrativos y argumentativos de algunos académicos de la Universidad de Guadalajara, a la luz de una reforma en su estructura organizativa?

Nuestro principal interés investigativo está enfocado en la búsqueda de respuestas por parte de los actores académicos hacia la pregunta ¿cómo ha cambiado la identidad institucional en la Universidad de Guadalajara?, bajo el supuesto inicial de que los académicos con diferentes años de antigüedad en la institución son informantes fundamentales para captar, entre otras cosas, este dinamismo que, sin duda, ha tenido la identidad. Partimos básicamente, como hipótesis de trabajo, de la idea de que hubo un punto de quiebre cuando la Universidad pasó por una Reforma que descentralizó y extendió su presencia en las diversas regiones del estado de Jalisco. Esta hipótesis de trabajo parte de considerar que, al transformarse la organización territorial, académica y administrativa de la Universidad, necesariamente cambió el ambiente interno en el que los universitarios se desarrollan y conviven en el cotidiano de sus actividades. Es interés fundamental del presente trabajo caracterizar el cambio mencionado por sus elementos definitorios tales como los símbolos, valores, mitos, narraciones y ritos que integran o modifican la identidad institucional, según la antigüedad de los académicos en relación con la Reforma. La voz propia de los universitarios será la fuente de información privilegiada en el relato de su propia experiencia.

Identidad institucional

Existe una línea muy fina entre la identidad institucional y la identidad académica, ya que una involucra a la otra en una simbiosis muy estrecha. En estudios preliminares1 destaca Daniel Cortés Vargas (2011) quien, al hacer un recuento teórico, afirma que:

[…] el estudio sobre la identidad ligada a la universidad se centra generalmente en los actores universitarios, tales como académicos (Henkel, 2000; 2002; 2005), estudiantes (Scanlon et al., 2007) o investigadores (Hakala, 2009); o bien, en un marco más general, se centra en la identidad de las profesiones (Moore y Hofman, 1988); en la diversidad de identidades que proveen las prácticas culturales del alumnado (Cross, 2004); en el predominio de una cultura de lo masculino y de heterosexismo en la identidad institucional de las universidades (Blumenfeld, 2006); o en la confesión religiosa como definitoria de la identidad de la institución (Glanzer et al., 2010; Vargas, 2011: 80).

Desde una visión interpretativista podemos analizar los discursos, relatos y guiones que surgen y que son compartidos por una comunidad que, en este caso, pertenece a la institución. Gordon (1992) afirma que los relatos son aquellos que la gente cuenta y que recogen incidentes de una especie de historia oral cuyos personajes principales son los miembros de la misma. Ahora bien, estos relatos, sin duda, no están exentos de subjetividad y visiones del mundo ni de la historia individual sostenida dentro de la formación o en la actividad laboral que se desempeña al interior de la universidad.

En este aspecto, las instituciones generan procesos de identidad en dos sentidos interconectados: los sujetos que pertenecen a una institución educativa y se desempeñan como académicos y la identidad institucional que da sentido a la existencia de una organización con fines determinados.

Para Walter Cornejo Báez et al. (2015), la identidad se asocia con la representación que los individuos tienen de sí mismos como sujetos o como miembros de una organización o institución. Para Myer (2007, citado por Cornejo Báez), los seres humanos, en tanto especie social, se definen en función del grupo de pertenencia. Se habla así de identidad personal (el autoconcepto de quienes somos) e identidad social (en cuanto se percibe perteneciente a un grupo o colectivo determinado). Todo individuo, en tanto sujeto social, pertenece a un grupo o a una institución, por lo tanto, es posible mostrar una identidad con la institución (educativa, universitaria, laboral). La pertenencia grupal tiene consecuencias sobre tres dimensiones: la cognitiva, que hace referencia al conocimiento que el individuo tiene de su pertenencia al grupo; la evaluativa, que trata de la valoración que se realiza sobre la pertenencia, y la emocional, relativa a las emociones que acompañan al reconocimiento de pertenencia categorial y a su aspecto valorativo (Cornejo Báez et al., 2015; Tajfel, 1981, citado por Mercado Maldonado et al., 2010).

Cuando nos referimos a la identidad dentro de una institución o a la identidad institucional debemos pensar en las identidades colectivas. Es decir, podemos intentar responder a la forma en cómo una persona se vincula al grupo de pertenencia, y desde ahí se producen e introyectan repertorios culturales, de manera que la identidad colectiva es una construcción subjetiva, resultado de interacciones sociales cotidianas, a través de lo cual se establecen las diferencias entre lo propio y lo ajeno, entre el nosotros y los otros (Mercado Maldonado et al., 2010). La identidad colectiva tiene relación con la identidad social (Henry Tajfel, citado por Mercado Maldonado, 2010) entendida como el proceso mediante el cual la persona se siente parte de un grupo con el que comparte estereotipos y creencias, las cuales compara con otros que no pertenecen; esto es, un proceso de interiorización del complejo simbólico-cultural que conforma un “nosotros”. En este estudio veremos nítidamente algunos de estos componentes expresados por los académicos entrevistados, quienes muestran diferentes dominios y creencias alrededor de su pertenencia a la Universidad de Guadalajara. Otros autores como Catalina Arteaga (2000: 54, citada por Mercado Maldonado) proponen que la identidad colectiva es la autopercepción, en contraposición a los otros, con atributos que funcionan como símbolos que delimitan el espacio de la mismidad identitaria, sin dejar de lado el componente social. De acuerdo con Piqueiras (1996, citado por Mercado), la identidad colectiva es una construcción sociocultural del sentido de pertenencia relacionado estrechamente con las interacciones sociales. Es, además, la definición que los actores sociales hacen de sí mismos a partir de lo cual se dan los procesos de perpetuación de la identidad colectiva, constituyendo el punto de partida de los elementos culturales seleccionados por la propia colectividad. Es en este sentido cultural de la identidad que entra la narrativa o la memoria colectiva, que incluye la escala axiológica en la que el sujeto formula juicios de valor de sí mismo y de los atributos intersubjetivos en relación con otros que no pertenecen y comparten otros marcos culturales, lo que da origen a la categoría de distinguibilidad (Giménez, 1997).

Ahora bien, desde la perspectiva interpretativista y culturalista, las significaciones imaginarias sociales funcionan a partir de instituir, mantener, justificar, cuestionar y criticar un orden social. El concepto del imaginario social es una categoría clave en la interpretación de las creencias colectivas. Para que una sociedad exista, dice Cabrera (2004: 4) necesita su mundo de significaciones que permiten pensarla como una sociedad particular con la especificidad de su organización. Sin duda, las instituciones educativas son microsociedades que poseen una matriz de significaciones que las legitiman como fuente de sentido. Para Castoriadis (1996, citado por Cabrera), las instituciones, en su imaginario social, constituyen un sistema de normas, valores y finalidades tanto de la vida colectiva como individual. Es así como se conforma el conjunto de creencias compartidas que implican un “nosotros”.

Gatti (2007) propone pensar a la identidad como un concepto “habitable”, lo cual, sin duda, es estimulante para la reflexión. Es una manera de deconstruir e introducirse a las nuevas identidades como un activo en la agencia social y no sólo como una serie de atributos generalmente ligados a la historia o al territorio. En su concepción, la identidad es un espacio en el que uno se introduce y donde está. Cuando, como en este caso, nos referimos a una institución educativa, claramente puede verse la agencia en los colectivos disciplinares-gremiales, y cómo en la medida que se va ganando antigüedad en la institución, se gesta una especie de institución de vida habitable en el sentido del espacio en donde la persona se siente acogida, realizada, reconocida.

En razón de que nos referimos a una institución de educación superior, es necesario analizar sucintamente la identidad académica, estrechamente relacionada con la identidad institucional. Las universidades y su vida académica se han hecho cada vez más complejas y diferenciadas unas de otras de manera tal que la identidad académica no es una categoría fija, asunto que en este estudio queda perfectamente visible. Según Clegg (2008), la fluidez de la identidad presta atención a las formas discursivas y a las potencialidades de los agentes articuladores. Esto puede ser analizado desde, por ejemplo, la disciplina en la que se percibe una hibridación entre las estructuras cambiantes de la institución, el ambiente exterior y la disciplina. De hecho, la cultura como construcción social en las universidades puede ser analizada desde la organización interna de la institución: su misión, visión y estructura, desde la disciplina y desde las interacciones de ambas variables (Álvarez Rojo y García, 2008).

Algunos autores como Mary Henkel (2005) analizan la identidad académica específicamente relacionándola con la autonomía. En este sentido, es sumamente interesante el planteamiento de la identidad como pertenencia a un conglomerado, por ejemplo, de profesionistas docentes universitarios, y al mismo tiempo hablar de la autonomía de cátedra, de orientación en la investigación y de las decisiones en materia de trabajo intelectual a la que tienen derecho todos los académicos. Para Henkel, las teorías liberales y esencialistas, dentro de la teoría social, política e institucional, son representativas de la libertad individual. Mead (1934, citado por Henkel) argumenta que el “yo” (self) se desarrolla cuando el individuo integra actitudes y valores de la comunidad: los individuos logran un sentido de identidad a través de la internalización subjetiva de sí mismos. Jenkins (1996, citado por Henkel) propone un proceso más cognitivo: sugiere que todas las identidades individuales y colectivas se constituyen en un proceso dialéctico interno/externo; en la definición de sí mismos y de otros. Esto como una acción reflexiva. Taylor (1989, citado por Henkel) destaca el papel del lenguaje, por ejemplo, en los actos conversacionales comunitarios en donde se introducen mitos que tienen valores comunitarios y se aprenden estructuras cognitivas que configuran la experiencia. Se aprende tanto lo trivial como lo trascendente, es una transición entre el individuo y su comunidad. Esto, sin duda, refleja lo que ocurre en las escuelas en donde no sólo se aprende el contenido académico, sino las diversas formas de socialización, y se van conformando los espacios para la construcción de la identidad de todos los pertenecientes a una institución educativa. En este mismo sentido y en otro texto, Henkel (2005) afirma que actualmente existe una proliferación de marcos de referencia que hace que los individuos estén abiertos a nuevas influencias extraacadémicas y que estén variando las concepciones de tiempo, espacio y valor en las disciplinas, además de que cada día, y a partir de las nuevas tecnologías, los académicos están menos constreñidos.

El proceso de identidad académica está ligado a la internalización de la identidad disciplinar que incluye la lógica discursiva y el conocimiento particular de la misma. Podemos afirmar que cada disciplina tiene discursos y audiencias particulares que dan una identidad social estrechamente arraigada en la lógica de construcción del conocimiento que la distingue (Peredo, 2016). Otra variable relacionada con esta identidad disciplinar es la autonomía. Podemos, incluso, pensar que la identidad relacionada con la autonomía está, hasta cierto punto, condicionada a la disciplina. Pero Henkel advierte que el académico entra a la disciplina de forma crítica. Esto, en el mejor de los casos, no invalida nuestro argumento de que la disciplina condiciona con ciertos límites la autonomía, a la que más bien puede entenderse como libertad intelectual. Lo que sí es un hecho es que la identidad y la autonomía están relacionados conceptualmente a través del proceso mismo de institucionalización de los sistemas académicos y de la influencia del pensamiento ilustrado. El discurso identitario, en el caso de la disciplina, refleja los valores asociados y, por consecuencia, hay una estrecha relación con el uso apropiado del lenguaje, lo que para Morales y Cassany (2008) conforma las comunidades discursivas según los géneros científicos. Entonces, podemos relacionar la identidad con comunidades discursivas que generan cierto tipo de lenguaje identitario. En síntesis, algunas variables asociadas a la identidad académica son: la disciplina, la autonomía, el discurso, y todo esto en el entramado cultural con significaciones simbólicas.

Otro constituyente de la identidad, que es muy importante, se refiere a los valores. El concepto del valor expresa una relación entre los sentimientos de una persona y sus categorías cognoscitivas particulares. De esta manera, podemos decir que los valores son, en parte, cognoscitivos y afectivos. La mayoría de los valores están condicionados por la experiencia. Mantenemos una identidad, pero principalmente una colectiva, cuando le asignamos un conjunto suficiente de valores deseables que nos permiten satisfacer aspiraciones, expectativas, deseos, necesidades y perspectivas de un adecuado futuro personal y colectivo. Entender la relación entre valores e identidad es, en parte, legitimar los códigos particulares de la conducta académica. Las universidades, sobre todo las públicas, están cargadas de valores sobre la libertad intelectual, sobre el conocimiento y la verdad (Winter y O’Dohohve, 2012), lo cual no está exento de tensiones.

Los valores, como otras variables relacionadas que ya hemos enunciado, no son entidades fijas; más bien aludimos a la ductibilidad de éstas a la manera de Bauman. La modernidad ha reemplazado la predeterminación por una autodeterminación. Los individuos contemporáneos ya no buscan un espacio social afirmativo de identidad para conservarlo; ahora hay una identidad por construir (González, 2007). La identidad moderna es abierta, diferenciada y reflexiva (Berger y Kellner, 1979, citado por González, 2007). El mundo externo se acentuó y con la era digital se difuminaron los espacios y las diferencias. Esto nos conduce a una posible nueva relación entre la identidad y las tradiciones o la modernidad y el cambio institucional. En este estudio nos interesa en particular el cambio identitario, si es que éste se dio, a partir de la Reforma en la Universidad de Guadalajara en el año 1993.

Como podemos advertir, la combinación de variables cuando hablamos de identidad institucional y académica es múltiple. Para Koes (2002, citado por Trainer, 2013), las instituciones, cuando entran en un proceso de reforma o cambio, atentan contra el relato fundacional y ocurren resistencias. El meollo del asunto es la forma en la que se intenta poner nuevos significantes en el orden simbólico que permitan comprender una nueva realidad y una nueva agencia institucional. Por ejemplo, un cambio generacional que, por cierto, es natural y no crítico, es una forma del cambio en el relato y la identidad institucional que hace a las personas mayores pensarse como imprescindibles, porque han hecho de la institución la novela de su vida. Al respecto es importante traer a cuentas la teoría de los imagos de Mc Adams (1993) para quien todas las personas tenemos una historia de vida que narrar y construimos imaginarios muy parecidos a la dramaturgia griega. Podemos ser héroes o mártires de nuestra biografía. La institución donde se trabaja por muchos años puede constituirse como una parte muy importante de nuestra vida, hasta convertirse en tema central de la identidad.

Esta última variable, la generación a la que se pertenece, también es sumamente interesante, ya que introduce no sólo la maleabilidad de la identidad, sino la búsqueda de pertenencia o de seguir perteneciendo dentro de una misma narrativa institucional; es decir, se hace visible la resistencia al cambio.

Ahora bien, Torres Espinosa (2015) advierte que el cambio institucional no es caótico, por lo general está regulado y es la forma en la que las instituciones se adaptan e interpretan los factores endógenos y exógenos. Sin embargo, consideramos que el cambio no puede borrar la historia institucional ni sus mitos fundantes. Dice Segovia (2010) que la memoria institucional, como fuente de conocimiento, no es simple, más bien es algo muy complejo porque se encuentra intervenida por el deseo, como expresión de ideales y significados contextuales. Esta memoria es recuperable desde los relatos de vida organizativa y explica algunas razones de los procesos que ocurrieron. Ahora bien, cada que se relata algo, se hace intentando clasificar e interrelacionar explicaciones coherentes dentro de una realidad histórica. Balasubramanian (1994, citado por Segovia) defiende que en la memoria institucional existen datos duros (hechos, figuras, reglas) y datos suaves (conocimiento tácito, experiencias, anécdotas) en los que se guardan las estructuras de creencias, como elementos culturales, a modo de regla que se aplica automáticamente a cualquier información. Ackerman (1996, citado por Segovia: 6) distingue dos tipologías de memoria: la ideal y la constreñida. Evidentemente, la primera obvia problemas orgánicos y la segunda minimiza y selecciona signos y símbolos. Dado que la memoria institucional encuentra problemas similares a la historiografía, lo que importa es la credibilidad y la coherencia en los relatos individuales, hasta llegar al punto de saturación. De hecho, los relatos de vida institucional son la principal herramienta para reconstruir la memoria institucional.

Con este marco conceptual nos dimos a la tarea de estructurar este trabajo a partir de un contexto general de la Universidad de Guadalajara. Sobre todo, fijamos un antes y un después de la Reforma. Nuestro referente y finalidad fue el intento de reconstruir, desde el entramado cultural-institucional, los significados que le asignan los académicos de antes y de después de la Reforma. Este fue un criterio muy importante para definir a los informantes. No intentamos aplicar una encuesta ni mucho menos abarcar una población amplia, pues lo que nos interesa es reconstruir referentes identitarios a partir de las narrativas con énfasis en la historia de vida personal ligada a la institución; esto es, entrar a las trayectorias profesionales académicas como base para este análisis. Como toda cultura académica institucional, está de alguna manera relacionada con la estructura organizativa; tomamos en consideración las diferencias actuales tanto disciplinares como de estructura universitaria, para poder captar, en caso de que las haya, diferencias y semejanzas en los relatos.

Algunos criterios para la elección de los informantes fueron:

 Por su ingreso/antigüedad: seis informantes de antes de la Reforma y seis de después de la Reforma.

 Por su adscripción actual: nivel medio, nivel superior, centro universitario disciplinar, centro universitario regional

 Por su género: siete hombres y cinco mujeres.

Finalmente, el siguiente cuadro muestra las características de las personas entrevistadas.

Cuadro 1. Informantes
IngresoSede
JJ (hombre)1966Nivel medio superior
DG (hombre)1970Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño
VR (hombre)1977Centro Universitario de Ciencias de la Salud
JA (hombre)1977Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas
LP (mujer)1985Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías
ZR (mujer)1987Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
GN (mujer)1993Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias
AF (mujer)1997Centro Universitario de la Costa Sur
TM (mujer)1997Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
LL (hombre)1998Centro Universitario de los Valles
AR (hombre)2005Centro Universitario de Tonalá
CM (hombre)2009Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas

Solamente tres de nuestros entrevistados son funcionarios de tercer y cuarto nivel, con la intención de darles voz a los académicos de los diferentes centros que constituyen la Red Universitaria.

El análisis se basó en la descomposición del discurso narrativo, sobre todo atendiendo al análisis del discurso de Van Dijk (1996), quien hace una propuesta clara con relación al grupo de pertenencia y a los grupos ajenos con relación a ciertos atributos discursivos. Entre otros aspectos, enfatiza el valor sociocultural positivo dentro de las estructuras del discurso que se usan para describir juicios y las aserciones que enfatizan las oposiciones que expresan entre sí mismo y los otros. Desde luego, estas narrativas contienen elementos ideológicos que se observan en los significados orientados al grupo, especialmente cuando la identidad, propósitos, normas y valores están en conflicto con otros grupos que poseen francas o sutiles diferencias que se manifiestan, por ejemplo, cuando se enuncian normas y valores altamente apreciados para el grupo de pertenencia y que se expresan en oposición a que los otros violen esas normas porque no son fundamentales.

En la primera parte presentamos brevemente un marco contextual con la intención de ubicar algunos antecedentes y condiciones extrainstitucionales e institucionales en las que surgió la Reforma de la Red Universitaria de la Universidad de Guadalajara. En las siguientes secciones, el trabajo se divide por cada categoría analizada, producto del análisis cualitativo de los datos, desde una perspectiva hermenéutica que subyace a los significados que sostienen los testimonios de nuestros informantes.

Una nota necesaria: los términos controvertidos

Existen términos llamados contestatarios o controvertidos, los que generan casi siempre un debate sobre su sentido filosófico y político. En este estudio veremos aparecer el término de ideología. Así, en los años setenta se hablaba de ideología universitaria como la posición oficial de la Universidad, y se asentaba ésta en documentos oficiales. Sin embargo, años después, también en un documento oficial, el Plan de Desarrollo Institucional 1995-2001, se hacía énfasis en que el plan estaba “libre de ideologías”. Resulta evidente la contraposición de sentidos entre ambas posturas semánticas. Mientras que, en el primero, ideología se refería a un ideario, el segundo se refiere a la ideología como un componente indeseable del discurso. Es decir, ideología era un término impregnado de positividad en los años setenta y ochenta, mientras que en los noventa lo fue usado como acepción negativa.

En Navarro (1998: 43-47) se articula una discusión sobre el origen del término y la dualidad de significados. Según J. B. Thompson (1984, citado por Navarro: 1998), se pueden encontrar en la literatura dos tendencias: la concepción neutral y la concepción crítica. Por una parte, la concepción neutral de ideología corresponde a aquella concebida en términos puramente descriptivos. Hablar de ideología como sistemas de pensamiento o como sistemas de creencias, sin distinguir entre los tipos de acción y de proyecto, está presente en cualquier programa político al margen de si el programa está dirigido a la preservación o a la transformación del orden social.

Por otro lado, en el sentido crítico del término, por ideología se entiende al uso del lenguaje como práctica social para mantener relaciones de dominación; es decir, de preservar relaciones de poder asimétricas. En este último sentido, el afirmar que un discurso está libre de ideologías es la manera en que un discurso ideológico se disfraza de lo que no es.

J. P. Gee (1990, citado por Navarro, 1998: 43), da cuenta del carácter polisémico que el término ha adquirido de tal modo que “lo mismo se usa para representar los grandes ‘ismos’ que la filosofía personal de alguien o tan sólo un conjunto de ideas sobre un asunto particular, o aún una manera de descalificar una opinión tildándola de ideológica, equiparando esto a equivocada”. Thompson (1984, citado por Navarro, 1998: 43) afirma que “ideología es el pensamiento del otro […] caracterizar una visión como ideológica es ya criticarla porque ideología no es un término neutral”.

Otros autores que se refieren a ideología como falsa conciencia, como acepción crítica de la ideología, enfatizan el papel del lenguaje en el mundo social como un legitimador de relaciones de poder asimétricas. No es, obviamente, el objeto de este estudio el analizar las interpretaciones del término ideología por parte de los informantes entrevistados, por lo que queda a juicio del lector el sentido en que se usa el término en cada participación. Sin duda, encontrará ambos sentidos y puede ser un ejercicio muy interesante de análisis de discurso.

En síntesis, habrá más formas de análisis que cada lector puede elaborar; para nosotros, las categorías aquí expuestas tan sólo son una muestra de la riqueza de los testimonios.

1 En un estudio previo (en prensa) elaboramos un estado del arte sobre esta temática.

Universidad de Guadalajara: caleidoscopio e identidades

Подняться наверх