Читать книгу 365 días con Jesús de Nazaret - María Francisca Sierra Gómez - Страница 5

Оглавление

 1 de enero La alegría de acoger

¡Qué bonito es acoger! Sí, ¡y qué triste y decepcionante es sentirse rechazado! La acogida genera alegría, paz y satisfacción.

Si observamos nuestras formas de actuar, verás con pena que tiendes y te dejas llevar por el gran mal que es no acoger a Jesús en tu vida. Él quiere estar contigo para hacerse caminante a tu lado, pero tú conviertes tu vida en rechazo, en indiferencia. Y con gran tristeza oyes: «Vino a su casa y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Jesús siente una gran decepción porque tú tienes otras preocupaciones y otros quehaceres que te inquietan y te absorben.

Hoy el Señor, con enorme deseo y enorme amor, te pregunta: ¿eres capaz de acoger y recibir el gran regalo de dejarme compartir contigo la vida que actualmente vives? ¿Por qué no me dejas entrar en tu corazón? Piensa en tus rechazos.

Tú, que oyes y sientes estos interrogantes del Señor, ¿no serás capaz de obligarte a cambiar el rumbo de tu vida con una actitud de apertura, de escucha, de relación amorosa y de comunicación con él, tratándole en tu interior como un amigo?

Siente la alegría de acoger. Hoy no puedes por menos de repetirle: ¡Gracias, Señor, por quererme tanto! Ayúdame hoy a estar muy atento al paso de tu amor a través de las horas de mi vida. Que sepa acogerte en todas las personas y en todo lo que me ocurra hoy. Entra en mi corazón e inúndalo de tu amor. Madre de la escucha, enséñame a acogerte y a abrirte las puertas de mi corazón.

 2 de enero Compañero de camino

Es para llenarse de alegría. Jesús habita en tu vida. Está inserto en tu historia. Vive contigo tus días.

¡Impresionante! Piénsalo con detenimiento. Él habitó, acampó entre nosotros y con nosotros. ¿Te has parado a pensar muy despacio en la profundidad de estas palabras: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14)? Cuando valoras en pleno contacto con el Señor su amor, no podrás por menos de exclamar desde el fondo de la admiración: «Hemos contemplado tu gloria». ¡Qué asombro! Jesús se hace hombre como tú, débil y frágil como tú. Así es el amor de Dios.

Hoy te invito a reflexionar: ¿sabes valorar la inmensa ternura de Dios? ¿Sientes en tu vida personal la presencia del Dios que vive contigo? ¿Sabes contemplarle en las personas que tratas y en tu vida de cada día?

Llénate de amor, de asombro y de alegría. Dale vueltas en tu corazón a la maravillosa frase: «Habitó entre nosotros». Reflexiona lo que significa para tu vida que todo un Dios, por lo mucho que nos ama, ponga su tienda entre nosotros.

No dejes de exclamar: ¡Gracias, Dios-amor, por hacerte vida de mi vida! ¡Gracias por hacerte uno conmigo! ¡Gracias por ser presencia viva en mi historia! Que hoy sea consciente de la plenitud de tu amor y descubra tu gloria a lo largo de las horas del día que tú me regalas y pones en mis manos con amor. Gracias.

 3 de enero Una historia sorprendente

Si rastreas la larga genealogía de Jesús, comprenderás cómo se enraíza profundamente en tu propia historia. Te llevará a pensar en la amorosa acción de salvación en la que Dios construye con amor nuestra propia existencia. Dios se mete en nuestra historia totalmente, encarnándose en nuestra vida y, así, nos propone su estilo de vida en amor y misericordia. «Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16).

Y a la luz del origen de Jesús, reflexiona: ¿cuál y cómo es tu historia personal vista desde el amor de Dios? ¿Cómo ha sido tu génesis? ¿Valoras a los seres queridos que han hecho posible que tú existieras? ¿Valoras a tu familia como un regalo de Dios? ¿Eres agradecido?

Hoy suplica al Señor ser consciente del don de la vida y del don de los tuyos. Pide al Señor por todas las personas que han intervenido en tu educación, en tu forma de vivir, en tu trabajo, en tu estatus. Pide también por las personas que han pasado por tu vida, que has querido y que te han dejado huella. Acuérdate de las personas que tienen una historia triste y no son queridas.

Señor, permíteme ver tu amor en mi vida y en mi historia. Que llene hoy mi vida de agradecimiento. Que abra mi corazón al raudal de amor con el que me inundas continuamente y sepa agradecértelo. Gracias por mi historia, por mi familia. Que mis relaciones sean de amor, unidad y de agradecimiento a ti, que me has creado con tanto amor.

 4 de enero «¡No temas!»

Es maravilloso contemplar cómo el Señor no puede dejar de amar a su pueblo. Lo vemos en dos personas ancianas, Zacarías e Isabel, estériles y de edad avanzada. Así es la manera de trabajar de Dios sobre el hombre.

Considera que el mensaje que transmite Dios a través del ángel a Zacarías es el más pacificador: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado» (Lc 1,13). En la vida todo es fruto de oración y Dios siempre, siempre nos escucha. ¿Lo has comprobado? ¿Confías en el Señor? ¿Le comentas todas tus dudas y tu miedo?

Es maravilloso sentir que Dios siempre está detrás de nuestras débiles, pequeñas y grandes historias. Los mensajes de Dios siempre son de mucha tranquilidad y paz y, aunque nos cueste entender su voluntad, piensa que para Dios nada, nada es imposible. Y la paz llenará tu corazón.

Por esto hoy te invito a ver el amor de Dios en todos los acontecimientos que marquen tu vida. Ante tus dudas dile: Señor, aumenta mi fe porque vacilo ante la angustia y ante los problemas y acontecimientos que me inquietan cada día. Sí, Señor, creo pero aumenta mi fe. Contigo y muy cerca de ti, Señor, tendré fuerza para esperar sin derrumbarme, para llenarme de alegría con tu presencia y para comunicarla a los que comparten mi camino y mi historia.

 5 de enero «¡Alégrate!»

¡Cuánto amor se respira en esta expresión!: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Repítela muchas veces en tu interior y sentirás la alegría de tener una Madre tan maravillosa. ¡Con qué delicadeza y respeto se dirige Dios a ella! La alegría es el mensaje que le comunica, haciéndole experimentar el saberse amada al llamarla «la llena de gracia» (Lc 1,28).

Y piensa: ¿qué quiere indicarnos Dios con este saludo? Lo más grande. El amor y la alegría. Esta es «la Buena Noticia» de un Dios que nos ama tanto que quiere estar muy cerca de nosotros; tan cerca que se quiere hacer niño como nosotros.

Hoy te invito a que pases unos momentos contemplando esta escena tan maravillosa en silencio, escuchando en tu corazón la palabra «Alégrate». En este silencio, pregúntate: ¿soy capaz de escuchar a Dios, que me que quiere llenar de alegría y desea compartir mi vida? ¿Soy capaz de escuchar «la Buena Noticia» de que me ama inmensamente»? ¿Soy capaz de llenarme de alegría al experimentar su deseo de vivir conmigo? Admira todos los detalles de la Anunciación, en la que Dios elige a una mujer muy sencilla para ser su Madre. Habla con María. Dile lo feliz que eres al saber que es «llena de gracia»: ¡Alégrate, María! Déjame que me alegre contigo. Que sienta el gozo de quererte al ser mi Madre llena de gracia, que escuche las palabras del ángel en ti. Madre mía, quiero repetir muchas veces estas palabras y en silencio oír la voz del que llevas en tus entrañas: Jesús.

 6 de enero ¿Por qué te alteras?

Hoy te encuentras con la segunda frase clave que el ángel dirige a María: «¡No temas, María! Porque has encontrado gracia ante Dios» (Lc 1,30). El «no temas» penetra en su corazón y este se llena de confianza y de paz.

Hoy también María te dice: «No temas, hijo mío». Ante el miedo, ante la pobreza, ante la enfermedad, ante las incomprensiones, ante el sufrimiento, ante la soledad y ante la muerte, «yo estoy siempre contigo». Y sentirás los brazos amorosos de una Madre que te cobija y te ayuda en los momentos más duros de tu vida.

¿Tienes temores? Acude a María. ¿Te acobardas ante el dolor, la soledad, lo que no entiendes? Acude a María. Piensa en lo que te quita la paz y la alegría y deposita todo lo que ensombrece tu diario vivir en el corazón de tu Madre, María. ¿Sabes lo que es sentirse querido por Dios? ¿Sabes que has encontrado gracia ante él, seas como seas? Siéntete amado por un Dios al que no le importa cómo eres. Disfruta de su amor y comunícalo a tu alrededor.

Repítele con fuerza: Madre, yo te suplico que me socorras en todos los momentos de mi vida: en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, la gracia de escuchar en mi interior el «no temas, porque yo estoy contigo». Bendíceme y ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte. Gracias, María, por ser mi Madre.

 7 de enero «Hágase»

Este es el final del coloquio maravilloso del anuncio del nacimiento de Jesús: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Dice «sí», «acepto tu voluntad, tu deseo de elegirme como madre de tu Hijo». Y así, inserta en la voluntad de Dios, nos da la alegría de abrir la puerta a la redención de la humanidad con el nacimiento de su Hijo, Jesús.

Piensa: hoy María te invita a que también tú digas este «sí» que tantas veces te cuesta pronunciar. Señor, muchas veces me cuesta ser valiente y decir: «Hágase tu voluntad». Pero si pienso en María, con ella todo lo puedo.

En silencio amoroso contempla esta escena y deja que María, nuestra Madre, pronuncie ese «sí» en tu nombre cuando tú no tengas la valentía necesaria para aceptar la voluntad de Dios.

Hoy, con gozo y lleno de felicidad, susúrrale a María: ¡Gracias, Madre, por haber dicho que «sí»! ¡Gracias!, porque con tu «sí» me has regalado a Jesús, eje de nuestra vida. En los momentos más difíciles, ayúdame y dame valentía para decir «sí». «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tú quieras. Solo quiero y deseo hacer tu voluntad».

 8 de enero Ponte en camino

María está llena de felicidad y quiere compartir su alegría con su prima y, conociendo la necesidad que tiene Isabel como anciana, le apremia el deseo de estar con ella. Nos dice este episodio de la Visitación que fue «deprisa», «con prontitud» a ayudarla. «María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña... y saludó a Isabel» (Lc 1,39). ¡Qué ejemplo de servicio y entrega!

Hoy, a través de María, se te invita a «ponerte en camino». Se te exige salir de ti mismo y preguntarte: ¿qué es lo que me impide ponerme en camino: mis propios intereses o quizá mi egoísmo, mi comodidad o mi orgullo? ¿Soy sensible a las necesidades de los demás? ¿Llevo en el contacto con mis hermanos la alegría de Dios?

Cuántas veces a lo largo de tu vida has tenido ocasión de ponerte en camino hacia los demás. Cuántas veces habrás sentido la voz de tu conciencia o la propia voz de Dios invitándote a comenzar un camino de entrega, de servicio hacia los demás. Reflexiona hoy cómo vives el estar pendiente de las necesidades de los demás.

Pide al Señor y a la Virgen: Señor, quita de mi vida todo lo que me impida no servir y darme a los demás y dame la urgencia de entregarme a los más necesitados.

Señor, ensancha mi corazón para que pueda desvivirme por el hermano que tengo a mi lado. Que el ejemplo de María con su prima Isabel me ayude a olvidarme de mí mismo. A tu Madre le pido que me enseñe a estar pronto a la entrega y que llene a los demás de detalles de amor.

 9 de enero Alaba al Señor

¡Qué regalo tan grande se nos ha dado con el canto del «Magníficat»! ¡Qué oración tan preciosa de alabanza y de acción de gracias! «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humildad de su esclava» (Lc 1,46.48). María se siente asombrada y reconoce los dones tan grandes que le ha hecho su Señor. Así responde ante las alabanzas de Isabel.

Piensa: ¿me inundo de alegría ante el amor de Dios? ¿Sé proclamar con alegría las maravillas de Dios en mi vida? ¿Soy capaz de proclamar las grandezas del Señor en mí?

Hoy, lleno de admiración, proclama su amor con enorme alegría con el canto de María: «Engrandece mi alma al Señor, porque ha mirado la humillación de su sierva». Nunca podrás reconocer la obra de Dios en tu vida si no consideras tu debilidad, tus torpezas, tus bajezas ante tantos dones recibidos.

No pases el día sin releer el magnífico canto del «Magníficat» muy despacio, oyendo a María en el interior de tu corazón. Llámala muchas veces «bienaventurada».

Dile: María, contigo quiero cantar el «Magníficat». Dame tus sentimientos de fe, alabanza y acción de gracias al Señor al considerar el gran regalo de su amor. Que hoy sepa alabar las grandezas y regalos que el Señor hace en mi vida. Ayúdame, Madre mía, a repetir contigo el gran «Magníficat» de mi vida.

 10 de enero Así es la figura de José

Hay que ponerse en el papel de José. ¿Cómo iba a imaginar que su esposa le había sido infiel? Pero el Señor, que nunca falla, le avisa en sueños de que no tenga miedo en aceptar a su mujer, María, porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo. «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo» (Mt 1,20).

¡Hermoso ejemplo el de José! Toda su gloria y su felicidad consistieron en haber sabido entender lo que Dios quería de él y haberlo cumplido con máxima fidelidad. Amó a Jesús como un buen padre ama a su hijo, le dio todo lo mejor, le cuidó con un amor extraordinario.

José es nuestro gran protector y compañero de camino. Es nuestro modelo de fe. Un ejemplo de saber cumplir con toda fidelidad su papel para que Jesús pudiera salvar a la humanidad y hacerse uno con ella.

¿Cómo es tu cariño hacia José en tu vida? ¿Te paras a considerar las grandes virtudes y los ejemplos que nos deja en la historia de Jesús? ¿Le tienes como abogado y protector y acudes a él en tus momentos difíciles? ¿O quizás lo tienes muy olvidado? Acude a él, que nunca te fallará.

¡Glorioso patriarca san José! A vos acudo para que seáis mi protector durante todos los días de mi vida. Sed mi abogado, especialísimamente en la hora de mi muerte, y alcanzadme la gracia de que mi alma vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.

 11 de enero Misterio de amor

En dos sencillos versículos nos refiere Lucas el gran acontecimiento que nos cambia la vida a todos: Dios-con-nosotros. ¡Misterio del amor! «Y dio a luz a su propio primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7).

Así vino al mundo Jesús para estar con y entre nosotros. No hay más palabras. Todo es silencio, amor, mucho amor. La madre de Dios con su hijo en brazos embelesada de ser madre. Recuerda este profundo canto: «Sobre la noche reina la luz de tu esplendor. En medio del silencio el Verbo se encarnó. ¡Misterio del amor!».

Entra conmigo en silencio en la contemplación y en el asombro de este Misterio. Alégrate. Goza del amor de Dios que se hace niño por ti. Admira. Reflexiona sobre el misterio de Belén. Acompaña largos ratos a María y a José e inúndate de todo el cariño que envuelve la cueva de Belén.

¿Cómo nace Jesús en tu corazón? ¿Cómo vives este maravilloso acontecimiento? Alégrate. Goza. Celebra en tu corazón la verdadera Navidad.

Gracias, Jesús, por hacerte uno con conmigo. Gracias, Jesús, por traerme la alegría, la paz y el amor. Haz que penetre con toda el alma en este profundo misterio de la Navidad. Pon en mi corazón la paz que busco, la alegría que necesito y el amor que hoy me entregas. ¡Gracias, Jesús!

 12 de enero Una gran noticia

¡Qué hermoso texto nos narra Lucas! ¡Qué alegre! ¡Qué sencillez! ¡Qué detalle de un Dios que quiere comunicar el nacimiento de su Hijo a un grupo de personas muy sencillas, pobres y humildes, de trabajos duros y quizás despreciados! «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

La humildad de los pastores, la sencillez de María y José en Belén, el amor de Dios niño en el pesebre, la prontitud de los pastores para adorar a Jesús: «Os anuncio una Buena Noticia. Hoy ha nacido el Salvador del mundo» (Lc 2,10). El considerar la reacción que tuvieron los pastores de salir corriendo para adorar a ese Niño te tiene que llevar a contemplar embargado de maravilla y gratitud este misterio de amor y de luz.

Como uno más de los pastores, acércate a la cueva de Belén, adora al Niño y pregúntate: ¿qué lecciones veo en este pasaje? ¿Sé recibir las «Buenas Noticias del Señor» con alegría, asombro y adoración?

Ve ya a la cueva de Belén y pídele al Niño: Con los pastores de Belén, Jesús, ayúdame a correr presuroso a tu encuentro. Ayúdame a no quedarme «dormido» en mí mismo y, como los ángeles dieron la «Buena Noticia», que sepa anunciarte, dar y llenarme de alegría al comunicar tu presencia, el Dios-que-está y vive con cada uno de nosotros en nuestra vida.

 13 de enero María, vista desde dentro

María es la mujer creyente, que resplandece y brilla siempre por su oración confiada, por su fe inquebrantable, por su apertura y escucha atenta al proyecto de amor de Dios sobre ella. ¡Cómo no alegrarnos de que María sea nuestro auténtico modelo de fe y vida interior! «Y María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Así es nuestra Madre.

Cuando piensas en María tienes que llenarte de tanta alegría, de tanto amor hacia Ella, que te llevará a un exigente compromiso de vida, porque realmente la necesitas para todo: para orar, para que te acompañe y sobre todo para que te enseñe a ir a Jesús. Es tu compañera de camino. Ámala.

Y surgirán en ti estas preguntas: ¿cómo estoy de amor a María? ¿Se ha debilitado mi trato con Ella? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Qué actitudes aprendo de Ella? Y no puedo por menos de repetirle y suplicarle una y otra vez: Bajo tu amparo, Virgen y Madre nuestra, pongo mi vida. Enséñame a conservar y meditar en mi corazón las grandes lecciones que tú me das.

Quédate con el compromiso de acudir a Ella en todos los momentos de hoy y siempre para que te ayude a descubrir y ejecutar el proyecto de amor de Dios en tu vida.

María, que sea como tú. Que abra mi interior y deje a Dios que entre en mi vida y sea el dueño de todo lo que soy. Que él me cubra con su sombra y purifique mi amor, el amor que he recibido de ti para poder darlo a los demás.

 14 de enero El nombre de Jesús

Hoy no tenemos más remedio que preguntar a Jesús: «Pero, ¿por qué te sometiste a esta prescripción legal de la sangrienta circuncisión cuando tú, como Dios, no estabas sujeto a la ley?». ¡Qué ejemplo de humildad! A la circuncisión está ligada la imposición del nombre y Dios mismo fijó su nombre: «Jesús», que significa «Yavé salva». Este es su fin: ayudarnos, redimirnos y salvarnos. «Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús» (Lc 2,21).

Piensa en lo que significa el nombre de «Jesús» y en esta reflexión no dejes de repetir muchas veces su nombre, porque lo es todo para ti. Te librará de muchos obstáculos. Haz la prueba sintiéndolo desde el fondo de tu corazón.

También te aconsejo que repitas muchas veces: «Jesús, ten compasión de mí, que soy un gran pecador». Esto obrará milagros en ti y en los demás. Dile muchas veces que le quieres.

¿Qué te dice el nombre de Jesús? ¿Cómo aceptas las normas que regulan tu vida? ¿Te has parado a pensar en la obediencia y sumisión de Jesús aun en los momentos más duros? ¿Invocas a Jesús en todos los peligros de tu vida?

Jesús, hoy que comienzas tu camino de sufrimiento, enséñame a saber sobrellevar todo lo que me hace sufrir y me quita la paz. Dame docilidad y humildad para aceptar lo que me cuesta. Que ame tu nombre. Que lo repita muchas veces a lo largo del día y de mi vida y sobre todo a la hora de mi muerte.

 15 de enero Alabanza desde la sencillez

Tres momentos importantes para pensar se te ofrecen hoy: la purificación de María como Madre de Dios y la figura de dos ancianos, Simeón y Ana, la profetisa. «Simeón tomó al Niño en brazos y bendijo a Dios» (Lc 2,22). «Ana alababa también a Dios y hablaba del Niño a todos» (Lc 2,38).

Piensa: María, que no necesita de ninguna purificación, se somete a la voluntad de Dios. Simeón es el hombre que espera y se goza cuando ve la «Luz» prorrumpiendo en alabanzas. Y Ana es la mujer que no se contenta con alabar a Dios, sino que hablaba de él a todos los que esperan la liberación de Israel.

¿Qué te dicen estos tres personajes hoy si comparas su actitud con cómo te cuesta a ti dar cumplimiento a la voluntad de Dios? María desborda humildad. Simeón es el medio elegido por Dios para comunicar el sentido salvador y redentor de Jesús. En este momento María recibe el sufrimiento que va a tener con Hijo.

¿Eres capaz de acoger los medios que te da el Señor en tu vida para saber llevar lo que te sobrepasa? ¿Has apostado claramente por Jesús? ¿Agradeces a Simeón y a Ana, la profetisa, el ejemplo de sus vidas?

Dirígete hoy a María y dile: Gracias por ser el mejor ejemplo para mi vida. Gracias por enseñarme a ser humilde y a saber aceptar el dolor. Gracias por enseñarme a proclamar y comunicar a todos la presencia de Jesús en mi vida. María, ayúdame a purificarme de todo lo que estorba la presencia de Jesús.

 16 de enero Las estrellas del camino

Con alegría asistimos a la Epifanía o manifestación de Jesús a los Magos, que vieron la estrella y la siguieron hasta encontrar al Niño con María, su madre. «Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Vieron al Niño con María, su madre y, cayendo de rodillas, le adoraron» (Mt 2,10-11). Celebra con gozo este encuentro. Es el momento de la manifestación de la «luz». El día de los «regalos», del compromiso y del seguimiento de la gran estrella que es Jesús.

Dios nos llama a cada uno según nuestra manera de ser. A los Magos los llama por medio de una estrella. Y me pregunto: ¿sabrás descubrir las estrellas del camino que te manifiestan el amor de Dios? ¿Las estrellas de las mil circunstancias de la vida: una persona amiga, una llamada, una noticia alegre o quizás menos alegre, una enfermedad..., sabiendo que en todas ellas está el Señor?

Hoy es el día del compromiso para dejarte guiar por la estrella de la fe, la estrella de Dios en tu vida. Siguiéndola encontrarás a María, que te cuida con su amor maternal. Ella te espera para que ofrezcas en plena adoración el oro de tu amor, el incienso lleno de fe y tu mirra llena de lo que más te cueste.

En la gruta de Belén dile a Jesús: Jesús, postrado quiero ofrecerte mi pobre vida llena de los regalos de amor nacidos de la pobreza de mi corazón. Quiero adorarte como los Reyes Magos. Ayúdame a encontrarte en los brazos de tu Madre, María, y te pido encarecidamente que nunca deje de seguir las estrellas de todo lo que me conduzca a tu corazón.

 17 de enero Consecuencias del orgullo

El recuerdo de tantos y tantos niños maltratados y explotados en la actualidad nos invade hoy. Una muerte cruenta por una orden de un rey orgulloso y ambicioso. «Herodes, al verse burlado por los Magos, montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores» (Mt 2,16).

No se te pasen los detalles de ver a Jesús convertido a los pocos días de nacer en exiliado. La Sagrada Familia de Nazaret atravesó muchas pruebas, como la «matanza de los inocentes», que les obligó a emigrar a Egipto.

Y si reflexionas sobre los detalles de esta escena debes pensar: ¿sé leer en mi vida los momentos de luz que me da Jesús? ¡De cuántos peligros me libra!

La matanza de los inocentes por Herodes puede ser un símbolo de cuando pierdes el control de tu vida y haces lo que no tienes que hacer. ¿Haces daño con tus formas de ser incontroladas? La ambición nunca es bendecida.

Al reflexionar sobre este texto, pide por tantos niños mártires anónimos. Pide para que el Señor te dé fuerza y luz para saber dominar tus impulsos. Pide por los niños que lloran a sus padres porque los han perdido o no son atendidos.

Jesús mío, me escandaliza la reacción de Herodes al matar a tantos inocentes. Ayúdame a defender siempre la vida. Aleja de mi vida el orgullo y la ambición. Haz que sepa realizar con prontitud las indicaciones que me muestras en mi vida diaria a través de los indicadores que pones en mi camino.

 18 de enero Nazaret

Aquí tienes el ejemplo de la familia de Nazaret donde se formó Jesús con María y José. «Y José, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret» (Lc 2,22-23).

Es impresionante ver cómo José responde al plan que Dios le ha trazado. Todos los acontecimientos van sucediendo progresivamente: deja Egipto para volver a Nazaret. Así Jesús se integra en la historia de la humanidad en un pueblecito desconocido llamado Nazaret. Así comienza su vida oculta durante treinta años en su casita de Nazaret: obediencia, silencio, trabajo y fidelidad. Allí conoció la cultura de su pueblo, el trabajo, las relaciones humanas, la opresión, las enfermedades... En una palabra, se encarnó en nuestra realidad.

Aprende de la fe de José y de María: seguros, plenos y confiados, asumen y cumplen la voluntad de Dios tal y como se les plantea en cada momento. Aprende a fortalecer tu fe para vivir con amor y alegría los momentos más difíciles.

Hoy no dejes de preguntarte: ¿escucho con atención la voz de Dios que me indica el camino a seguir? ¿Soy dócil a sus designios?

Hoy dale gracias a Jesús por hacerse uno con nosotros.

Gracias, Jesús, por querer vivir tan a fondo mi vida. Gracias porque eres mi compañero de camino. Jesús, te pido que sepa experimentar la realidad de las personas que me rodean. Que sepa escucharte en mi interior para actuar como me indicas. Gracias y ayúdame.

 19 de enero La vida en Dios

Al considerar la escena de hoy nos quedamos desconcertados. Jesús ocasiona gran dolor a María y a José. Con sufrimiento se vuelven a Jerusalén y se dirigen con toda seguridad al templo. Allí lo encuentran entre los doctores.

A la pregunta de su angustiada Madre: «¿Hijo mío, por qué has obrado así?» (Lc 2,48), Jesús le responde aclarándole el máximo objetivo de su vida: «¿No sabéis que me debo ocupar de las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49). Sí, porque aunque José y María no desconocían la procedencia divina de su Hijo, este desea confirmarles que su vida consistirá en cumplir la voluntad de su Padre y ser fiel a su proyecto. Y María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón (Lc 2,51) durante los años en los que Jesús permaneció en el silencio de su vida ordinaria.

¡Qué sufrimiento para unos padres ver que han perdido a su hijo! Yo te pregunto: ¿tienes ese sufrimiento cuando pierdes a Jesús en tu vida? ¿Te esfuerzas en buscarle? ¿Eres fiel, a pesar de los pesares, al proyecto del amor de Dios que marca tu vida? ¿Sabes conservar en el silencio de tu interior todo lo que te sucede, como María?

Hoy dirígete a Jesús y a María desde tu necesidad y pobreza interior: María, dame ese amor de madre para encontrar a Jesús cuando no le sienta en mi vida. Que no me deje envolver por la vida sin sentido. Acompáñame en su búsqueda. Jesús, que sepa ser fiel al proyecto de amor que tu Padre tiene conmigo y que supere con fuerza los obstáculos. Con fe y con amor te pido fuerza para el día a día.

 20 de enero El mensajero de Jesús

Una nueva figura se nos presenta hoy, Juan Bautista. Un hombre que lleva una vida extraña, salvaje y aislada, pero muy consciente de su misión. Y nos preguntamos: pero, ¿quién es?, ¿qué misión tiene? La respuesta viene rápida: «Detrás de mí viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar sus sandalias» (Lc 3,15). Este es Juan Bautista, la persona elegida por Dios para preparar el camino y anunciar la misión de su Hijo.

Si te paras a considerar tu vida, verás que estás designado para una misión, para ser mensajero del amor de Dios. «No tengas miedo». ¡Qué gracia y qué regalo tan grande! Pero para eso hay que aceptar, experimentar y valorar primero el don del amor de Dios en tu vida, para después manifestar con tu testimonio viviente qué exige Jesús y seguirle. Esta es tu gran tarea. El mundo te necesita.

¿Eres consciente de tu papel como cristiano comprometido? ¿Aprecias los dones que has recibido? Jesús te necesita. Necesita de tus manos para llevarle, de tus palabras para comunicarle, de tus hechos. ¿Encontrará disponible tu vida? ¿O quizá no? Pero ya sabes, siempre con la humildad de Juan Bautista.

Ante la misión que quiere Jesús de tu vida insístele: Jesús, gracias por elegirme para la misión de transmitirte. Concédeme la gracia de tener una vida digna de testimoniarte ante los demás con fuerza y valentía. Que sea capaz de conjugar tu vida con la mía para que mi forma de actuar sea una unidad plena contigo.

21 de enero

Endereza tu vida

Se nos plantea un mensaje duro. Juan Bautista inicia su ministerio a orillas del Jordán como la voz que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor; enderezad sus senderos» (Mt 3,3). Invita a todos a arrepentirse. Es un mensaje duro. Usa la metáfora del hacha puesta en la raíz de los árboles: por lo tanto todo árbol que no da fruto se corta y se echa al fuego. Aunque las multitudes lo rodeaban, Juan no buscó ser el centro, nunca olvidó que su papel principal era anunciar la venida del Salvador.

El mensaje de Juan Bautista te lleva hoy a reflexionar acerca de tu forma de vida. Pregúntate: ¿qué haré?, y Juan te indicará el camino, al igual que indicó a los fariseos, publicanos, soldados y a las personas que le escuchaban: arrepentíos, pero con un arrepentimiento que destile frutos de buenas obras. Arregla todo lo que tienes torcido. No exijas a los demás lo que no hagas tú.

Pregunta a Jesús qué te sugiere cambiar para tu progreso espiritual, qué te aconseja para quitar de ti todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza. Tienes que dar frutos de una vida digna de Dios.

Y considerando con detenimiento el mensaje de Juan Bautista surge tu plegaria ardiente de petición y ayuda: Señor Jesús, te pido que sepa reducir o moderar los obstáculos que entorpecen tu encuentro. Que sepa llenar mi vida de buenas obras. Corta y quema todo lo que no es como tú quieres. Te lo pido con la confianza de que tú y tu Madre me ayudaréis en mi conversión y cambio interior.

 22 de enero Recuerda tu bautismo

Hoy tenemos a la vista la investidura pública de Jesús como Mesías. «Y fue bautizado por Juan en el Jordán» (Mc 1,9). Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Vemos que Jesús se adelanta entre el grupo de peregrinos que viene de Galilea; ha llegado al Jordán para ser bautizado por Juan. Pero este se resiste diciendo: «Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí?».

Es el momento de sorprenderte ante el ansia que tiene Jesús de transmitir su mensaje de amor extremo y de liberarnos de tantas cargas... Jesús necesita comunicar cómo es su Padre y cómo ama. Pero, ¡qué ejemplo el suyo! Le vemos sumergirse en el agua y limpiarse para purificar todos los pecados de la humanidad.

Jesús bautizado te lleva a pensar en la gracia de tu bautismo, que has recibido como una donación del amor de Dios. ¿Cómo vives el ser Hijo de Dios? ¿Te limpias en el agua de su corazón? ¿Has pensado en el significado de tu bautismo? ¿Lo agradeces?

Desea con toda fuerza limpiarte en las aguas de la misericordia de Jesús y agradece su gran amor. Renueva en silencio las promesas de tu bautismo. Estás ungido por Dios.

Jesús, limpia mi vida. Sumérgeme, límpiame en el agua que brota de ti mismo. Que responda con mi vida de entrega, servicio y donación. Que viva cada día mi verdadero bautismo como un compromiso de vida. Gracias por hacerme con tanto amor hijo tuyo. Bendito seas por siempre, Señor.

 23 de enero Tus tentaciones

No te pierdas hoy las lecciones que te da Jesús, para saber cómo actuar cuando te sientas tentado.

Jesús en el bautismo ha quedado lleno del Espíritu y este le empuja al desierto. «Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). ¿A qué le lleva el Espíritu al desierto? A orar, a sentir lo que es el hombre, a experimentar sus debilidades, a pasar por sus tentaciones. Va libremente pero no se deja llevar por la tentación. Quiso ser en todo semejante a nosotros.

Ante las situaciones difíciles, vete a recobrar fuerzas como Jesús al desierto de la oración, a la soledad, y ayuna de tus ideas. Él te llama a una vida mejor y necesitas orar más, privarte del mundo que te rodea. Te llama a la soledad para purificarte, para fortalecerte, para impulsarte a dar un testimonio de vida auténtica.

Hoy fija tu mirada en Jesús y cuando sientas la debilidad de la tentación, observa qué tentaciones sientes y cómo debes salir de ellas. ¿Haces como él? ¿Alimentas tu vida con ratos de desierto, de silencio y oración? ¿Reservas espacios cada día para orar y sentir la compañía de Jesús?

Jesús, te doy gracias por compartir nuestra vida, nuestra condición humana, nuestras necesidades y debilidades. Te pido gracia para poner mi mirada en ti, para confiarte todo lo que me inquieta y para que, en diálogo contigo, pueda superar los momentos más difíciles. Madre mía, en mis tentaciones y caídas ven en mi ayuda.

 24 de enero Espíritu del mal, ¡aléjate de mí!

Acompaña hoy a Jesús que está en pleno desierto, donde es probado. «Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo le darás culto”» (Mt 4,10). Jesús sufre la debilidad del hombre: el hambre, la ambición y la ostentación. ¡De qué manera tan dura e incisiva fue probado Jesús! Así son las tentaciones del ser humano. ¡Cómo nos enseña a vencerlas!

Repasa la primera tentación, que tiene que ver con algo natural y esencial: el hambre. Y observa cómo Jesús rápidamente se niega. No quiere usar el poder de su Padre. La segunda es la ambición del poder. Jesús sabe que el hombre es ambicioso, pero él no se deja seducir por el mal. La tercera tentación es la ostentación. Esta no es su vida ni su misión. «Vete. No tentarás al Señor, tu Dios» (Mt 4,7).

También tú, como todo ser humano, eres tentado en los deseos naturales, en los de poder. ¿Qué tentaciones te dominan? ¿Cómo las vences? ¿Qué vida llevas para no caer en la tentación? Urge hoy que examines tus tentaciones y, si te ves caer, pide ayuda y deséchalas.

Necesitas con urgencia pedir ayuda: Señor, ayúdame a permanecer firme ante las insinuaciones del mal. Defiéndeme del peligro de las riquezas, del poder y del orgullo. Madre mía, ayúdame en mis debilidades, defiéndeme y socórreme del poder del mal.

 25 de enero Humildad que atrae

Nos admira la humildad de Juan. Es el mensajero, el portavoz de Jesús. Esta es su misión: «Soy la voz del que clama en el desierto» (Jn 1,23). «Al que viene detrás de mí no soy digno de desatar la correa de sus sandalias» (Jn 1,27). No se enorgullece, solo quiere dar a conocer a Jesús y presentarlo.

Hoy tienes a la vista una extraordinaria lección de humildad. Cuántas veces defendemos a capa y espada nuestra posición. Pero, ¿qué es lo más importante, el anunciador o el mensaje de la persona que anuncias?

Si realmente se te preguntara quién eres tú, cuál es tu misión en la vida, ¿cuál sería la respuesta sincera? ¿Tendrías la humildad suficiente para reconocer que eres enviado para una misión, pero que por tu pobreza de vida necesitas continuamente la fuerza del espíritu de Dios?

La sociedad te observa y cuestiona tu identidad. Se te pregunta: ¿quién eres tú? Sé consciente de que tu forma de vida deja huella y se te exige una vida digna de un anunciador de Jesús.

Con el cariño de ser testigo de Jesús le pides: Jesús, Juan respondió que era tu voz. Yo, con valentía, quiero tener la misma fuerza para anunciarte, la humildad para reconocerme débil y necesitado en esta misión. Quiero transmitir tu voz. Quiero seguir tus normas. Sé que el mundo te necesita y aquí me tienes siendo sencillamente «voz manejada por ti». Santa María, ayúdame en mi testimonio.

 26 de enero Jesús te libera

Así anuncia Juan a Jesús, con esta expresión sencilla. «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo» (Jn 1,30).

Nos extraña la palabra que usa Juan para definir a Jesús. Lo llama «Cordero». «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo entendemos perfectamente porque sabemos que es el símbolo del sacrificio y de la liberación. Así lo define Juan porque vino a liberarnos del mal por medio de su sacrificio en la cruz.

En el mundo en que vivimos los valores son otros: el no dejarse dominar, el defendernos, la violencia... Pero Jesús es de otra manera, nos enseña que las actitudes del amor, de la bondad, de la mansedumbre son las auténticas.

Aprende las lecciones que contiene este texto: la docilidad y la humildad de Juan y la forma de actuar de Jesús. ¿Dónde encontrar la fuerza para actuar así? En el agua que mana de la fuente del corazón de Jesús.

Y surgen las preguntas: ¿comprendes cómo Jesús te libera con su sacrificio en la cruz? ¿Agradeces que se haga el Cordero que te quita los pecados que anidan en tu corazón?

Hoy repite todas las veces que puedas: «Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad». Dame la fuerza de tu Espíritu. Quiero ser verdadero anunciador que vaya proclamando: «Este es Jesús, que tanto te ama». Madre, enséñame a ser anunciador de Jesús.

 27 de enero ¿Qué buscas? Y, ¿a quién buscas?

¿Quieres saber quién es Jesús y dónde vive? «Venid y lo veréis» (Jn 1,39). ¡Qué expresión tan decisiva! Cuestiona nuestro sistema de vida, nuestra forma de pensar y de actuar. Juan y Andrés son los primeros discípulos que son llamados por Jesús. Él les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestan: «Rabí, ¿dónde vives?». Y se quedaron con él (cf Jn 1,38).

Estás asistiendo al encuentro de Jesús con dos de sus discípulos. Es una narración bellísima.

Jesús siempre sale a tu encuentro. Te llama y te pregunta: «Pero, en realidad ¿qué buscas? ¿Sabes realmente lo que quieres? ¿Tu vida responde a una búsqueda segura y firme?». Quizá no conoces profundamente a Jesús y necesitas acercarte y convivir con él. Si logras sentirle en tu corazón, podrás oír: «Ven y verás».

Hoy Jesús te sigue llamando a una aventura de amor, de encuentro con él. Con Jesús cambiarás totalmente tu vida, tu forma de actuar y de ver la realidad que te rodea. Él te llama a experimentar su vida para que seas feliz. ¿Te quedarás con él? Con su ayuda dirás «sí» una y mil veces, aunque te cueste, aunque no sepas a qué aventura te llama. No lo dudes. Sabrás lo que es la verdadera felicidad.

Jesús, hoy quiero quedarme contigo. Te ofrezco mi vida, mis manos, mis pies, mis labios, para que los utilices como quieras. Dame la fuerza necesaria para buscarte, para preguntarte, para oír tu voz que me reclama «ven y verás» y sobre todo para que deje todo por ti. Gracias por llamarme, Señor.

 28 de enero La alegría de encontrar a Jesús

Asistimos a la primera entrevista de Pedro con Jesús. Un encuentro gozoso y buscado. Andrés le comenta a su hermano Simón, con todo detalle y enorme entusiasmo, el encuentro con Jesús y le conduce hacia él: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). Y lo más impresionante: vemos que Jesús lo mira fijamente, atraviesa con todo amor su interior, le ama profundamente y le dice: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)» (Jn 1,42). Maravilloso encuentro.

Recuerda tus encuentros con Jesús. ¿Te ocurre lo mismo que a Andrés y a Juan, que llevan a sus hermanos ante Jesús para que le conozcan? ¿Sientes esa alegría cuando te encuentras frente a frente con Jesús y te mira con inmenso amor? ¿Te llenas de tanto entusiasmo que te hace exclamar: «He encontrado a Jesús y quiero contártelo»?

Si piensas en la elección de Pedro y cotejas su elección con la tuya, puedes ver que Jesús te ama, pone en ti sus ojos, te selecciona para ser su testigo, para llenarte de alegría, de asombro, de agradecimiento y para cuestionarte: ¿qué hago con mi elección? ¿Sé llevar a otros a Jesús? ¿Le he encontrado de verdad?

Jesús, en mis encuentros contigo, cuando esté frente a ti y sienta tu mirada amorosa, dame la alegría de comunicarte y llevarte muchas personas. Que al sentir el agradecimiento de mi elección te proclame con entusiasmo y alegría. Santa María del encuentro, llévame a Jesús para que me llene de alegría y de amor.

 29 de enero «Sígueme»

«Sígueme» (Jn 1,43). Profunda e incisiva palabra que no solo cala en el corazón de Felipe sino en tantos otros y, cómo no, en tu vida personal. ¡Tantas veces has oído el susurro de Jesús que te dice una y mil veces: «Sígueme»! Jesús comienza su labor dirigiéndose a Galilea. Y allí va a buscar a Felipe. Este deja todo y ya nunca se separará de él.

Jesús sale también a tu encuentro y te llama a acompañarle y a compartir su vida de misericordia, de perdón, de amor y de sencillez. ¡Qué maravilla! Párate a pensar: soy llamado a una misión grandiosa. ¿Eres digno de la elección amorosa de Jesús? No te limites a escucharle, síguele.

Seguir a Jesús te exige ponerte en camino, transformar tu propia vida en otra diferente, dejar todo lo que te estorba para estar libre. No lo dudes. Sé capaz de dejar todo para seguir a Jesús. ¿Has descubierto, sentido y experimentado el «sígueme»? ¿Puede decir Jesús de ti: «Este es un verdadero seguidor mío»?

Pídele insistentemente: Señor Jesús, dame un corazón abierto a tus llamadas. Ayúdame a no ponerte obstáculos y que sepa disfrutar de mi vocación viviéndola en ti.

 30 de enero «Ven y verás»

«Ven y verás» (Jn 1,46). ¡Qué afirmación tan importante en nuestra vida! ¿Decimos en nuestra vida «ven y verás» con la alegría de sentir el encuentro con Jesús? Felipe, con su enorme entusiasmo, causa indiferencia y frialdad en Natanael. «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46). Y, sin más, Felipe le lleva a Jesús: «Ven y verás».

¿Cuándo puedes insinuar a los tuyos «ven y verás»? Sencillamente cuando has tenido un encuentro profundo con Jesús, cuando le sigues y sobre todo cuando entras en pleno contacto personal con él. Piensa que el encuentro con Jesús nos cambia la vida. ¿Son así tus encuentros? ¿Invitas a otros al contacto personal con Jesús? También tú has sido llamado. Se te ha confiado una misión. No puedes dejar sin contestar las llamadas. Como Felipe, ve a Jesús. No te preocupes del cómo, pero vete y experimentarás la alegría del encuentro con él.

Hoy te nace desde lo más íntimo de tu corazón: Jesús, yo también he experimentado tu llamada, tu «ven y sígueme», tu «ven y verás», pero soy muy débil y me dejo arrastrar por todo lo que me rodea y no oigo tu voz. He experimentado tu amor y quiero ser tu testigo. Ruego a tu Madre que interceda para que lleve una vida coherente y para que, con entusiasmo, comunique esta alegría a quien me rodee.

 31 de enero Enseñar, proclamar y curar

¡Qué escuetos verbos definen la magnífica misión de Jesús! «Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia de su pueblo» (Mt 4,23). Ir por la vida ayudando, transmitiendo el mensaje de amor y misericordia de Jesús, haciéndonos uno y sintiendo los problemas de las personas que sufren a nuestro alrededor. ¡Qué labor tan grande y tan satisfactoria!

Realmente vivimos nuestra historia inmersos en nuestros problemas y muchas veces somos insensibles a las necesidades de las personas que nos rodean. ¿Te has parado a pensar que muchas personas necesitan tu escucha, tu sonrisa, tu cariño? No te es difícil enseñar con el ejemplo, proclamar, llenar a los que te rodean de alegría del Reino. No te es difícil curar, compartir los males de la humanidad. Solamente hace falta que te arriesgues y te embarques en esta aventura. No dejes pasar tu vida sin un objetivo de entrega hacia los demás. No pases los días sin proclamar el amor de Jesús y sin hacer el bien.

Es muy gratificante, al acabar tu día, haber realizado hechos contables a favor de los demás, haber devuelto la sonrisa y haber hecho feliz a alguien.

Repítete: tengo que curar, proclamar, enseñar... Esta es la verdadera misión del testigo. Este es tu maravilloso trabajo. ¡Adelante!

Jesús, acompáñame en el trabajo de ser como tú en la misión de cada día. Madre de la entrega, dame un corazón generoso y sensible.

365 días con Jesús de Nazaret

Подняться наверх