Читать книгу Madres e hijas en la historia - María Pilar Queralt del Hierro - Страница 7

Оглавление

INTRODUCCIÓN

En 1405, la francesa Christine de Pizan (1364-1431) escribió Le livre de la Cité des Dames (El libro de la Ciudad de las Damas), considerado uno de los primeros textos de reivindicación feminista de la historia. En él se describía la construcción de una ciudad inexpugnable donde las mujeres quedaban a cubierto de los prejuicios misóginos. En un momento determinado, al tratar sobre las Amazonas, escribió:

Si alumbraban a hijos varones, los enviaban a sus padres. Si eran mujeres las educaban por ellas mismas.

No puede decirse que ese fuera un privilegio exclusivo de tan legendaria cultura. Tradicionalmente la educación de las mujeres ha recaído en sus madres. Cierto que el varón dictaba las normas e imponía usos y disciplinas. Pero era a la madre a quien correspondía la educación sentimental y doméstica de las niñas. Las hijas crecían con la madre como primer y único referente de conducta. Incluso ahora, cuando los medios de comunicación diversifican la información, continúa vigente la figura de la madre como ejemplo de lo que se quiere o no se quiere ser. Éstas, por su parte, se miran en sus hijas e interpretan actitudes o auspician esperanzas siempre a través de su propio tamiz.

El resultado de tal circunstancia ha sido y es la creación de un mundo en común, a medio camino entre la complicidad y la autoridad, del que se deriva una cordial convivencia o el más feroz de los enfrentamientos. El momento de dirimir tal disyuntiva llega cuando la niña se convierte en mujer. Porque, dejando a un lado el parentesco, una madre y una hija son, gracias al paso del tiempo, dos mujeres que un día se encuentran.

El lector me perdonará ahora un pequeño apunte biográfico pero lo creo necesario para entender el porqué de este libro. Pertenezco a una familia de mayoría femenina. Una entrañable “ciudad de las damas” donde he podido observar las múltiples facetas, etapas, encuentros y desencuentros que pueden darse entre una madre y una hija.

He convivido en el tiempo y en el espacio con mi abuela materna, mi madre y mi hija. Entre las cuatro siempre existió una red tupida y resistente que, en todas las combinaciones posibles, ha creado entre nosotras lazos invisibles de afecto, complicidad y comunicación.

Pero, además de ser madre y de ser hija, también soy historiadora —sigan disculpando el dato personal— y como tal me interesa conocer el comportamiento de madres e hijas en diferentes ámbitos y épocas de la historia.

Porque, ciertamente no existen dos relaciones iguales, como no hay dos mujeres idénticas o dos circunstancias similares. La relación entre madre e hija está siempre condicionada por el entorno y, evidentemente, por la figura del padre —inevitable la alusión freudiana— y de los hermanos. Los ejemplos son, pues, tantos como mujeres y culturas ha habido en la historia. Pero, puesto que había que elegir, me decidí por aproximarme a distintas “parejas” que cubrieran un amplio espectro social y temporal.

En las civilizaciones clásicas la falta de consideración social hacia la mujer provocaba que la atención de éstas se centrara en los hijos varones. Este fue el caso de Agripina la Menor, encaramada en la cima del poder imperial como madre de Nerón. Sin embargo, en el horizonte del recuerdo, siempre alentó el deseo de emular a su madre, Agripina la Mayor, con la que compartió la fascinación por el poder.

Isabel la Católica no precisó de varón alguno para alcanzar un trono que por sangre la correspondía. El azar quiso, además, que la heredara otra mujer, la reina Juana, que tanto supo de amor y dolor. Resulta sorprendente imaginar a la solemne soberana, implacable con hebreos y musulmanes e inspiradora de inciertas expediciones, cobijando a su hija del frío de la noche castellana mientras ésta reclamaba enloquecida a su esposo Felipe retirado a Flandes. Su nieta, María Tudor, vivió el desamor por persona interpuesta. Creció contemplando el calvario de su madre, Catalina de Aragón, repudiada por Enrique VIII de Inglaterra, y, una vez en el trono, se hizo el propósito de reivindicar la memoria de la reina muerta. Todo lo contrario que María Antonieta, quien, de haber seguido el ejemplo materno, podría haber sido una excelente reina de Francia, pero María Teresa de Austria hubo de morir viendo, impotente, cómo su hija se hundía en una espiral de frivolidad e ignorancia.

La era de las revoluciones concedió a la mujer la capacidad pública de pensar. O al menos eso esperaba Mary Wollstonecraft. El testigo lo recogió su hija Mary Shelley, la cual, en pos de evocar la presencia materna, elaboró alguna de las páginas más señeras de la literatura romántica inglesa. En el mismo propósito de conseguir más y mejores derechos para la mujer insistieron, un siglo después, Emmeline y Christabel Pankhurst , cuando alteraron la bienpensante sociedad británica al grito de Vote for woman!

A su manera, también era libertad lo que pedían María Cristina de Borbón y su hija Isabel II, reina de España, cuando vivieron sus pasiones privadas al margen de sus deberes de soberanas. Y en la búsqueda de tan preciado don, la emperatriz Isabel de Austria se acompañó de María Valeria, su hija predilecta. Marie e Irene Curie, por último, hicieron de su laboratorio un ámbito común donde vivieron una relación familiar armoniosa y fructífera.

No busque el lector interpretaciones psicológicas o antropológicas, que doctores tiene la Iglesia y para eso están los profesionales. Los capítulos que siguen son solo ejemplos, retazos de otras vidas, que jalonan el largo camino recorrido por las mujeres desde la noche de los tiempos. No todo son historias idílicas. Entre una madre y una hija también se crea a menudo la barrera de la rivalidad, el egoísmo o el autoritarismo. Pero, en cualquier caso, sea cual sea el paisaje, siempre subyace en él un cordón invisible, evocación cierta de aquel otro que durante nueve meses alimentó una vida. Un vínculo que perdura a través del tiempo y que une a dos mujeres en una relación de complicidad peculiar y, a menudo, inexplicable.

Madres e hijas en la historia

Подняться наверх