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Capítulo 1

Claves para futuros esposos o recien casados

Muchos creen, equivocadamente, que al casarnos se arreglan todos nuestros conflictos. Como el matrimonio comienza con una luna de miel, dan por descontado que todo lo que sigue es dulce. La psicóloga y escritora Lynne Darling dice: “Después de todo, los matrimonios comienzan con una falsa ilusión bajo los efectos de la droga del amor. Y con una mentira, si el hecho de no saber quién es uno y quién es el otro puede llamarse una mentira”.

Por eso es bueno escuchar a quienes, como es el caso de Hilda y mío, hablamos y aconsejamos desde la profundidad de la experiencia. Es verdad que la luna de miel es muy fugaz y al poco tiempo de casados nos damos cuenta que esta cosa de convivir bajo un mismo techo en armonía tiene sus bemoles. Pero debemos ser, aparte de realistas, muy optimistas por una sola razón: a diferencia de los miles y millones de matrimonios que luchan por la felicidad con sus propias fuerzas y sus propios razonamientos, nosotros, los que un día hemos aceptado a Cristo y le hemos dado la bienvenida en nuestros corazones al Espíritu Santo, no peleamos la batalla solos.

¡Pero cuidado! Podemos ser cristianos que se ocupan poco de la fe (la fe debe fortalecerse cada día) y entonces la posibilidad de llevar una vida victoriosa estará un poco más lejana. Por eso, a los que están por casarse, a los que han comenzado hace poco a transitar el camino del matrimonio y en definitiva a todos los matrimonios creyentes, nuestro primer y gran consejo es este:

Si lo que buscamos es un matrimonio feliz y armonioso hay un elemento que no puede faltar: la presencia de Dios en medio de la casa.

Pero no hablamos de un Dios dominguero o esporádico sino de un Dios diario y permanente que interviene en nuestras decisiones y acciones.

Con Hilda muchas veces hemos estado en la encrucijada de no saber qué hacer. ¿A quién le hemos preguntado cómo seguir? Al Señor. Y hemos esperado su respuesta antes de actuar.

Por eso el primer consejo en este tiempo previo al casamiento y en los primeros tiempos de casados es este: Reforzar la fe. Revitalizarla, tomar la decisión de tener una relación más estrecha con el Señor. Esto, no lo duden, hará la diferencia. Permítanme preguntarles: ¿Cómo definirían ustedes su fe? ¿Débil? ¿Fuerte? ¿Dominguera? ¿Permanente?

En su Palabra, el Señor nos invita a examinarnos interiormente para comprobar cómo está nuestra fe.

Escudríñame, oh Señor, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Salmos 26:2

Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. 2 Co 13:5

¿Alguna vez me casaré? ¿Está cerca el fin de mi búsqueda? Hay lámparas que quiero encender; y espero encenderlas juntos.

Esta etapa que ustedes van a comenzar no funcionará, insistimos, con una fe light, con una fe pobre y débil.

Pregúntenle a cualquier matrimonio con varios años de casados y todos les van a decir lo mismo: “Sin Dios nuestra pareja estaba destinada al fracaso”. (Esto lo dice Silvia Himitián en su sólido libro “ Casamiento: ¿sueño o pesadilla?”)

¿Por qué ponemos tanto énfasis en fortalecer la fe en Dios?

Porque el único modelo de matrimonio que puede llegar a buen puerto es el modelo M3: Matrimonio de tres: La pareja y Jesucristo. ¡Ese sí que es un cordón triple que no se rompe!

Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto. Eclesiastés 4:12

Somos tan difíciles y tenemos tantas limitaciones que si el Espíritu Santo no sigue moldeando cada día nuestro carácter el matrimonio no funcionará. Poco y nada puede hacerse usando solamente nuestras fuerzas humanas y nuestra voluntad.

Y si no tenemos grabadas a fuego las enseñanzas de Jesús en nuestros corazones, hay fracaso seguro.

¡Esos dos factores operaron el milagro de nuestras vidas: el Espíritu Santo y las enseñanzas de la Biblia fueron claves en nuestro matrimonio!

¡Y si Dios lo pudo hacer durante tantos años en nuestras vidas, puede hacerlo en ustedes también!

Por eso, en lugar de idealizar, en lugar de dejar todo librado al romanticismo de los poetas, el mejor camino es estar preparados: “Guerra anunciada no mata gente”. Y en el matrimonio a veces se desatan batallas. Sepan que la luna de miel muchas veces se convierte en luna de hiel. Pero también es cierto que la hiel después se endulza nuevamente.

Algunos se aman tanto y se llevan tan bien que suponen que nunca enfrentarán crisis.

Pero la vida real y la convivencia del día a día nos van a plantar indefectiblemente ante situaciones difíciles que solamente con la ayuda de Dios podremos salir.

Un arma poderosa: la oración de la pareja

La oración en conjunto del matrimonio es un arma muy eficaz que permite arribar a la solución de muchos problemas. ¡Vaya si lo hemos experimentado! ¿Y por qué orar juntos? ¿Y por qué tanto énfasis en fortalecer la fe y tener cerca a Dios?

Porque de lo contrario, no vamos a poder entender el “verdadero” propósito del matrimonio que fue dado precisamente por Dios. La oración no es solo un tema de pedir y recibir. Pensar así es minimizarla. Mientras oramos tomados de la mano Dios revela verdades, revela su voluntad. “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará…”Mateo 18:19.

¿Alguna vez me casaré?

Hay secretos que mi corazón anhela decir a alguien que busca lo que yo busco, y quiere que busquemos juntos.

Estas charlas que damos con tanto gusto con Hilda, exigen dejar muy en claro el propósito de Dios para la familia ya que esto dará sentido y razón a todos los temas que sigan.

La pregunta clave que deben hacerse ustedes es: ¿Para qué nos vamos a casar?

Muchos simplemente no saben que Dios hace todo con un propósito. Entonces no se hacen preguntas.

 Se casan

 Trabajan

 Se esfuerzan

 Adquieren cosas

 Tienen hijos

…Pero no saben por qué y para qué hacen todo esto.

Si le preguntamos a muchos novios próximos a casarse ¿Para qué se casan? El 90 por ciento no podrá dar una respuesta correcta.

Planean muchísimos detalles del casamiento: el vestido, la fiesta, el viaje, los muebles, la lista de invitados, el departamento… Pero muy pocos se han hecho la pregunta fundamental: ¿Para qué nos vamos a casar?

Dice Silvia Himitián en el libro citado: “Cuando no se tiene un propósito para el matrimonio, lo más probable es que nos desviemos tras objetivos equivocados.

¿Cuáles por ejemplo?

1. Logros materiales.

La gran meta es el confort (pierden la vida trabajando para tener el último TV, el coche último modelo, la mejor ropa).

Vean que dice la Palabra.

Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 12: 15

Ejemplos increíbles

El famoso escritor norteamericano Ernest Hemingway, premio Nobel de literatura por su libro “El viejo y el mar” aprendió esto de manejar sabiamente los bienes materiales cuando ya era un anciano. Pasó sus últimos años de vida en La Habana, Cuba, porque amaba el mar. Cada Navidad él regalaba las dos cosas materiales que más amaba. Podía ser un caballo y una lancha. O un arma y una mesa. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, respondió: “Lo hago por dos motivos: primero para vencer a ese horripilante avaro que todos tenemos adentro, y segundo, para demostrarme que yo domino sobre las cosas y no que las cosas me dominan a mi”. ¿Sabio no?

El mundo esta lleno de amoríos pasajeros, pero yo quiero hacerme un ovillo bajo las mantas año tras año tras año con el mismo hombre, con el mismo hombre.

2. Otro objetivo equivocado es casarse para buscar la gratificación personal y egoísta.

Sí, hay quienes se casan pensando en sí mismos. Su objetivo no es dar sino recibir, no es servir sino ser servidos.

Cuando en el matrimonio alguno de los dos tiene esa actitud, todo se complica mucho.

3. Otro objetivo equivocado es hacer de la familia un fin en sí mismo.

Creer que el propósito de Dios es que tengamos una familia que viva feliz. Los que piensan así, sin darse cuenta, usan a Dios como un excelente medio para alcanzar bienestar.

Esto de la familia no debe ser mal entendido. Evidentemente hay beneficios legítimos, buenos, que Dios mismo ha otorgado al matrimonio:

 La alegría de vivir en compañía.

 El poder brindar y recibir afecto.

 La felicidad que proporcionan las relaciones sexuales.

 La cobertura y protección que uno logra en la familia

 La dicha de tener hijos.

Todo eso es legítimo. Es bueno. Pero si nos preguntamos: ¿Está bien hacer de estos beneficios el propósito para la familia?

La respuesta es No. No está bien. Ya van a ver por qué decimos No.

Veamos Romanos 11:36.

“Porqué de él y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”.

¿Qué conclusiones sacamos de este pasaje?

 Dios es el creador de la familia.

 Dios creó todas las cosas.

 Hizo al hombre y a la mujer y los unió en matrimonio.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Génesis 1:27-28

 Él es quién da los hijos

Es el autor y creador de la familia.

Dios es dueño de la familia

 Todo lo creado le pertenece (Romanos 11:36)

 O sea que no es nuestra familia… Sino su familia

 No son nuestros hijos, sino suyos.

De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan. Salmos 24:1

¿Alguna vez me casaré?

¿Alguna vez seré la esposa de alguien? Hacer la cena, el amor, hijos, una vida, una vida juntos.

Dios ha determinado un propósito para la familia.

De antemano Dios le asignó propósito y meta.

En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. Efesios 1:11

La familia existe para Dios.

Todo ha sido creado para Dios. Por lo tanto la familia existe para él, y no para nuestro propio beneficio.

La felicidad y el bienestar que logramos en la familia son “derivados”. Son las añadiduras. Nunca es el propósito central. El fin supremo de la familia es la gloria de Dios.

¿Qué significa esto en términos prácticos? Que Dios determinó un propósito eterno desde antes de la fundación del mundo:

Tener una familia de muchos hijos parecidos a Jesucristo viviendo, pensando y actuando según el modelo que nos dejó escrito en su Palabra.

Jesús no es un modelo inalcanzable. Si fuera así el Señor nos lo hubiera dicho.

Romanos 8:29 explica:

...Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Y Efesios 1:4, 5 aclara aún más:

…según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.

Colaboradores en el Gran Plan

Dicho en otras palabras: “La familia fue creada por Dios para cooperar con él en el Gran Plan que tiene para la humanidad” ¿Y cómo coopera la familia con el gran propósito de Dios?

En tres cosas básicas:

1. En la procreación y crianza de los hijos “para Dios”.

¡Cómo cambia nuestra actitud en la crianza de los hijos cuando comprendemos que los criamos para Dios!

Con este propósito en vista todo el trabajo de la crianza (que es arduo) se transforma en un servicio a Dios.

Por eso la Gran Tarea no es solo criarlos. Es “encaminarlos” en el Señor. En la formación y desarrollo del ser humano conforme a las pautas que Dios dejó escritas.

“Cásate con un arqueólogo” Cuantos más años tengas, más encantadora te encontrará.

Agatha Christie

En la convivencia familiar es donde se forma nuestro carácter y también donde más necesitamos practicar las virtudes cristianas.

 Amor

 Humildad

 Paciencia

 Bondad

 Mansedumbre

 Etc.

Es el hogar una escuela de formación tanto para padres como para hijos.

2. En que la familia sea una base para el crecimiento, y la edificación de la iglesia.

Una familia bendecida bendice a otras familias.

Dios quiere usar nuestros hogares como bases para la extensión del Reino en la tierra.

Por eso debemos abrir nuestros hogares a los perdidos para que encuentren salvación y para enseñarles la Palabra.

Todo esto es importante que lo sepan, pero hay mucho más en este libro sobre otras enseñanzas claves para el matrimonio.

Nuestras charlas a los matrimonios

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