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INTRODUCCIÓN GENERAL

I. VIDA Y OBRA DE MARCIAL

A excepción —naturalmente— de su muerte, todos los datos que se conocen de la vida de Marco Valerio Marcial, incluido su nombre 1 , proceden de su propia obra.

Los hitos incontrovertibles de su biografía son su nacimiento en Bílbilis, su marcha a Roma, su estancia en ésta durante al menos treinta y cuatro años y su regreso a Bílbilis, donde muere. En cuanto a las fechas exactas, todo depende del año de publicación del libro X, pues en él están todos los datos referentes a ellas: en X 24, 1-5 afirma que tiene 57 años:

Calendas de marzo, mi cumpleaños ,

día más hermoso que todas las calendas ,

en el que me envían regalos incluso las muchachas:

pasteles quincuagésimos y este séptimo

incensario añado yo a vuestros fóculos .

Y en X 103 y 104, que lleva 34 años en Roma y está a punto de regresar a Bílbilis:

Paisanos míos, a los que Bílbilis Augusta engendra

en el abrupto monte que baña el Jalón con sus rápidas aguas ,

¿no os causa algún contento la radiante gloria de vuestro poeta?

Pues soy la prez y la reputación y la estima vuestras ,

y su Verona natal no le debe más al sutil Catulo

y estaría ésta no menos dispuesta a que yo fuera llamado suyo .

Han transcurrido ya el trigésimo verano más cuatro cosechas

desde que, sin mí, le ofrecéis a Ceres los rústicos pasteles ,

mientras he estado habitando las hermosísimas murallas de la señorial Roma:

los reinos ítalos han encanecido mis cabellos .

Si acogéis con buena voluntad al que regresa, iré;

si tenéis el corazón hosco, me puedo volver .

Ve en compaña de mi amigo Flavo, ve, librito ,

por el ancho mar —pero de olas favorables— ,

y con feliz travesía y vientos propicios

dirígete a las alturas de la hispana Tarragona .

Desde allí te llevará un carro y, a mata caballo ,

quizás tras cinco jornadas, divisarás

la encumbrada Bílbilis y tu querido Jalón .

¿Qué te encargo, me preguntas? Que a los amigotes

—pocos pero viejos, y a quienes dejé de ver

hace treinta y cuatro inviernos—

los saludes tan pronto como llegues ,

y le recuerdes una y otra vez a mi amigo Flavo

que me compre a buen precio un recreo

risueño y nada trabajoso

que haga indolente a tu progenitor .

Nada más. Ya está llamando el arrogante capitán

y te reprocha el retraso, y una brisa más intensa

ha abierto el puerto. Adiós, librito:

a la nave —creo que lo sabes— no la retrasa un solo pasajero .

La dificultad que plantea la datación de este libro X radica en que lo que conservamos de él es una segunda edición:

El resultado de mi décimo librito —realizado con prisas en anterior ocasión—

me ha rememorado ahora esa obra que se me escapó de las manos .

Leerás algunos epigramas ya conocidos pero pulidos con nueva lima;

inédita será su mayor parte 2 .

La anterior ocasión, es decir, la primera edición, fue en diciembre del año 95, un año después del libro IX 3 , de la misma forma que el libro XI será publicado en el mismo mes de 96 y que una antología de los libros X y XI lo será en 97 4 . Esta segunda edición aparece a mediados o finales de 98 5 . Lo que ha ocurrido entre las dos ediciones ha sido el asesinato de Domiciano el 18 de septiembre de 96 y el reinado de Nerva entre esa fecha y principios de 98, en que fue elegido Trajano, hechos —sobre todo el primero— que habrían obligado a Marcial a eliminar de ese libro X los epigramas laudatorios sobre Domiciano y a sustituirlos por otros.

El problema es averiguar a cuál de las dos ediciones pertenecen los tres poemas citados anteriormente. En cuanto al primero, X 24, es imposible saberlo. Por tanto, si en el momento de escribir ese epigrama tenía 57 años, quiere decir que Marcial nació entre los años 38 a 41, o más presumiblemente el 38 o el 41, dependiendo de que el poema perteneciera a la edición del año 95 o a la del 98 y dado que aparece en este libro y no en el XI, publicado, como hemos dicho, en 96.

Con respecto a los otros dos epigramas, el 103 y el 104, la cuestión parece más clara. A lo largo del libro X surge de forma recurrente la añoranza de Marcial por su tierra natal, su deseo de regresar a ella e incluso las medidas para liquidar su patrimonio en Roma y —como hemos visto— los preparativos del viaje y de su próxima residencia 6 . Nada de esto aparece en el libro XI. Por tanto, es lógico suponer que estos dos epigramas pertenezcan a la segunda edición y que, en consecuencia, la llegada de Marcial a Roma se produjera en el año 64, es decir, treinta y cuatro años antes. Y, por otra parte, que el regreso de Marcial a Bílbilis tuviera lugar poco después de 98, seguramente en el año 99, según cuenta él mismo en XII 31, 7:

a mi vuelta, al cabo de siete lustros

Uno de los pocos datos seguros de su biografía es el de su lugar de nacimiento: la ciudad de Bílbilis, cuyas ruinas se encuentran hoy en el Cerro de Bámbola, a unos cuatro kms. al NE de la actual Calatayud, en la provincia de Zaragoza, en la confluencia de los ríos Jalón y Ribota. Marcial la cita en numerosas ocasiones, dándole incluso —en el ya visto X 103, 1— la categoría de Augusta Bilbilis . Se calcula que pudo tener unos 50.000 habitantes.

Pero aparte de la ya dicho, poco más se sabe con certeza. Ni siquiera el día de su nacimiento, por más que el propio Marcial asegura al menos en tres ocasiones 7 sin lugar a dudas que su cumpleaños era en las calendas de marzo, esto es, el 1 de ese mes; pero ya H. Lucas 8 demostró que los cumpleaños se solían celebrar en las calendas del mes correspondiente al nacimiento, fuera cual fuera la fecha de éste. Es decir, que Marcial nació en el mes de marzo del año 38 ó 41. Y tampoco se sabe con absoluta seguridad los nombres de sus padres. De V 34 se deduce —con bastantes visos de verosimilitud— que se llamaban Frontón y Flacila; si así fuera. habrían muerto antes del año 90, fecha de la publicación de este libro.

En este punto, cabe hacer notar lo resbaladizo del terreno que se pisa cuando los datos sobre la vida de una persona —y más, de un escritor— los proporciona ella misma. Así, es de suponer (y empezamos con las suposiciones) que Marcial, dada su trayectoria posterior, recibió una educación esmerada, ya fuera en la propia Bílbilis o en ciudades cercanas de mayor importancia, como Cesaraugusta o Tárraco. Ahora bien, lo que él mismo cuenta en IX 73, 7-8

En cambio , a mí los mentecatos de mis padres me enseñaron unas pocas letras:

¿qué tengo yo que ver con los gramáticos y los rétores?

¿se corresponde con su caso concreto o es pura ficción literaria? Lo mismo podría preguntarse de las referencias a distintos lugares hispanos en I 49 y IV 55: ¿los conoció Marcial personalmente en algún viaje durante su época juvenil o son referencias indirectas? Lo que sí resulta cierto es que en el año 64, cuando contaba 26 ó 23 años, marcha a Roma en busca de fortuna, como tantos otros jóvenes con inquietudes de todas las partes del imperio.

Si a su llegada a la capital fue acogido por la familia Annea y, en consecuencia, en el círculo de Séneca, como algunos sugieren a partir, sobre todo, de IV 40 y XII 36, habría que concluir que Marcial no tuvo suerte alguna en sus inicios romanos, dado el triste final que sufrieron sus supuestos protectores tras el descubrimiento de la conjura de Pisón en el año 65. Y es de suponer —otra vez— que se buscaría otros y que empezaría a ganarse la vida vendiéndoles sus poesías. Esta suposición parece plausible si atendemos a lo que cuenta en I 113 sobre sus composiciones de juventud y a que su primer libro no se publica hasta el año 80. Posiblemente los dos libros que suelen cerrar su obra, Xenia y Apophoreta , sean fruto de esos dieciséis años en que no publicó nada. Tampoco se explicaría muy bien, salvo osadía propia de poeta novel, el epigrama 1 del libro I y la referencia de Marcial a su negativa a ejercer la abogacía a petición de Quintiliano, como parece desprenderse de II 90. En definitiva, Marcial es un cliente más en la Roma que contempla esperanzada la instauración de la dinastía Flavia. Un cliente que tiene un modesto pasar, que depende de la generosidad del emperador y de los regalos de sus patronos a cambio de sus epigramas, que vive, en un principio, en un habitáculo alquilado en el tercer piso de una casa de la calle del Peral, en el Quirinal 9 . Con el tiempo, y con la publicación de su obra, irá mejorando su situación y hacia el año 94 llegará a tener casa propia en la misma zona 10 , además de la pequeña finca que poseía desde años atrás en Nomento 11 , regalo probablemente de algún amigo o patrono 12 y adonde, a pesar de sus repetidas quejas sobre sus condiciones, se retira de vez en cuando huyendo del ajetreo de la gran ciudad 13 . Añádanse a todo esto las prebendas que conllevaban los «derechos de los tres hijos» (que, pese a no tenerlos, le concedió Tito y confirmó Domiciano 14 y que Marcial cita ya en II 92) y los privilegios del cargo honorario de tribunus militum semestris 15 (otorgado por Domiciano), que llevaba aparejado el rango de caballero.

Pero todo esto no quiere decir que Marcial llegara a alcanzar una posición económica desahogada. A lo largo de toda su obra se queja de su nada boyante situación, a veces con algún destello de amargura. Sirva como ejemplo el epigrama que cierra el libro XI, el último que escribe en Roma:

Aunque puedes estar harto de un librito tan extenso ,

lector, todavía me pides unos pocos dísticos .

Pero Lupo me reclama su préstamo y mis esclavos su pitanza .

Lector, paga. ¿Te callas y te haces el distraído? Adiós .

Epigrama que remite al comienzo del mismo libro, en concreto a XI 3, 6, en el que se queja una vez más de la poca rentabilidad económica de su poesía. Lo mismo podría decirse de sus epigramas sobre su trabajo como cliente, que aparecen prácticamente en todos los libros, incluido el último, escrito ya en Hispania 16 , por lo que habría que concluir que nunca dejó de ejercer esa labor. Y añádase, como veremos más adelante, que ni siquiera disponía de dinero para costearse el viaje de retomo a su patria.

Por todo ello se podría decir que su situación económica no fue nunca estable, sino que anduvo a salto de mata. Entonces, parece un poco aventurada la suposición de que llegó a poseer unos veinte esclavos entre su finca de Nomento y su casa de Roma 17 . No más de seis de ellos aparecerían con nombres propios: el amanuense Demetrio 18 , los pueri Álcimo 19 , Diadúmeno 20 y Jacinto 21 , la esclavita Eroción 22 y el ayo Caridemo 23 ; pero, a excepción de Demetrio y de Eroción en X 61, se podría pensar que fueran sólo ficción literaria o poemas de encargo para algún patrono o amigo, sobre todo en el caso de Caridemo, de quien, de ser cierto lo que se escribe de él, habría que deducir que vino desde Hispania a Roma con Marcial.

Concluyamos, pues, que Marcial fue trampeando como pudo para ganarse la vida, sobre todo como cliente 24 , a expensas siempre de sus patronos y amigos, con momentos mejores y peores, pero sin una situación estable. Y a expensas, también, de lo más bien poco que le dejaban sus libros, que, como hemos visto, comenzó a publicar en el año 80, cuando vio la luz el Libro de los Espectáculos . Hasta cinco años más tarde no publicó de nuevo, en este caso los que ahora se ordenan al final de su obra, el XIII y el XIV, Xenia y Apophoreta . A partir de entonces va a seguir Marcial casi al pie de la letra el ritmo de publicación de un libro por año que anunciará más tarde en X 70, 1: en el 86, los libros I y II; en el 87, el III, único libro, junto el XII, escrito fuera de Roma, en este caso desde el Foro de Cornelio (la actual Ímola, en Lombardía), adonde probablemente había acudido a pasar una temporada por invitación de algún patrono o amigo; en el 89, el IV; en el 90, el V; en el 91, el VI; en el 92, el VII; en el 94, el VIII; en la primavera del 95, el IX; y, como hemos visto más arriba, en diciembre del 95 la primera edición del X, en 96, el XI y en 98 la segunda edición del X; para acabar con el XII en el año 101 25 ya desde Hispania.

Al terminar cada uno de ellos los ponía a la venta en la librería de Segundo 26 , de Quinto Polio Valeriano 27 , de Atrecto 28 o de Trifón 29 ; pero, a juzgar por esos mismos testimonios, no debían de rentarle en exceso debido, por una parte, a la manía de algunos de sus lectores de no comprar sus libros y pedirle que se los regalara y, por otra, a la competencia desleal de los plagiarios, otro de sus temas recurrentes.

No hay tampoco ningún dato seguro sobre su situación familiar en Roma, aunque es muy probable que permaneciera soltero. Los epigramas que se citan para intentar demostrar que se casó 30 y que incluso tuvo una hija 31 no dejan de ser pura ficción literaria. De haberse casado, su visión del matrimonio no sería tan tópica y superficial como la que demuestra y su misoginia, quizás, menos exagerada.

En cualquier caso, hay un momento en la vida de Marcial en que éste no se siente a gusto en Roma; ya hemos visto que esto se produce entre el año 95 y el 98 y que a lo largo de la segunda edición del libro X (hecho que no se produce en el XI) aparece el deseo del poeta de regresar a Bílbilis. La causa no debe buscarse solamente en la búsqueda de la tranquilidad frente al ajetreo de la gran ciudad, como podría desprenderse de esos epigramas y de algunos que aparecen en el libro XII 32 ; debe buscarse más que nada en el cambio de escenario político que se ha producido en Roma en esos años y al que hemos aludido más arriba: el asesinato de Domiciano y su sucesión por Nerva y Trajano. Es un hecho fuera de toda duda que Marcial —porque así lo creyera, por agradecimiento o por conveniencia personal— había sido un significado partidario de Domiciano. El libro VIII es un excelente ejemplo de su labor propagandística y adulatoria hacia el emperador en los últimos tiempos de éste. Su desaparición debió de colocar a Marcial en una posición tan incómoda que no tuvo más remedio que poner tierra por medio.

A su llegada a Bílbilis fue ayudado por Marcela, que se convertiría en su patrona y que le regaló una finca en el campo 33 , donde parece alcanzar los ideales que soñó años atrás 34 . Pero no todo debía de ser así. La misma carta proemial del libro XII es toda una declaración de que Marcial se ha vuelto definitivamente romano y de que no tiene ya casi nada en común con sus paisanos: «... echo de menos el auditorio de la ciudad, cosa a la que me había acostumbrado, y tengo la impresión de que pleiteo en un tribunal extranjero 35 ; de hecho, lo que en mis libritos haya que tenga éxito me lo dictaron mis oyentes: esa finura de razonamientos, esa ocurrencia de asuntos a tratar, las bibliotecas, los teatros, las reuniones, en donde los buenos ratos no se aperciben de que están trabajando; en definitiva, todo lo que abandoné hastiado lo añoro como si me lo hubiesen quitado. A esto se añade la caústica maledicencia de mis paisanos, y la envidia en vez del razonamiento, y uno o dos malnacidos...»; para terminar casi renegando de sus orígenes: «... no vaya a ser que envíe a Roma (...) un libro no hecho en Hispania sino hispano». Lo mismo que el epigrama XII 21, una alabanza a su protectora Marcela que se convierte en un insulto a sus paisanos y que acaba con este dístico:

Tú me instas a que mi añoranza de la ciudad sin par

se me haga más llevadera: tú sola conformas una Roma para mí .

La muerte de Marcial la conocemos por una carta de Plinio el Joven a su amigo Cornelio Prisco 36 , datada en torno al año 104:

Me entero de que ha muerto Valerio Marcial y me duele. Era una persona inteligente, aguda, penetrante, y en sus escritos mostraba tanta gracia y mordacidad como franqueza. Cuando se marchó, lo acompañé dándole dinero para el viaje ...

Así pues, Marcial murió en Bílbilis en torno al año 103, cuando contaba entre 62 y 65 años de edad.


El corpus de epigramas de Marcial que ha llegado a nosotros deriva de una edición preparada después de la muerte de su autor. La colección se abre con el Epigrammaton liber (conocido también como Liber de spectaculis o Liber spectaculorum , títulos propuestos en la edad moderna), que abarca unos treinta epigramas. Le siguen doce libros de epigramas (1173 en total) de temas muy variados 37 . La colección se cierra con los Xenia , 127 epigramas, que se publicaron en diciembre del 84, y los Apophoreta , 223 epigramas, que salieron a la luz en diciembre del 85. Estos dos últimos libros aparecen como el XIII y el XIV del corpus de epigramas, aunque no coinciden con el orden de su publicación. Los Xenia venían a ser unos billetes poéticos, de un solo dístico, que acompañaban a los regalos que se enviaban a los amigos con motivo de la celebración de las Saturnales durante el mes de diciembre; los Apophoreta eran también billetes poéticos de un solo dístico, que acompañaban a los regalos que los patronos ofrecían a sus invitados para llevarse a casa.

Marcial había publicado una colección de epigramas juveniles (v. I 113) que no se conserva. También hay que tener presente que los epigramas se conocerían mucho antes de su publicación. Y también parece lógico que todos los libros, no sólo el X, hubieran conocido varias ediciones, en las que el poeta habría introducido nuevos epigramas. La cuestión queda abierta. Bástenos, sin embargo, la espléndida colección de epigramas que hemos recibido de la antigüedad para estudiarla y disfrutarla.

II. EL EPIGRAMA ANTIGUO 38

Naturaleza del epigrama 39

Dos son las principales características del epigrama. La primera de ellas es la brevedad. Cirilo, en la Antología griega IX 369, decía:

El dístico es un epigrama excelente; pero si excedes de

tres, es una rapsodia, no un epigrama .

Y la segunda característica es la agudeza que en muchas ocasiones se convierte en la puntilla final. E. H. Coleridge definió muy acertadamente al epigrama como sigue:

What is an epigram? A dwarfish whole;

Its body is brevity, and wit its soul .

O recuérdese la definición anónima del epigrama:

Omne epigramma sit instar apis: sit aculeus illi ,

sint sua mella, sit et corporis exigui .

El metro más usado fue el dístico elegíaco, aunque se usaron antes y durante el período helenístico otros ritmos. En Marcial encontramos mayoritariamente el dístico elegíaco, pero no son inusuales los escazontes y los hendecasílabos 40 .

El epigrama griego

Marcial representa la culminación en Roma de una larga tradición del epigrama griego y latino 41 . Originariamente, como es bien sabido, el epigrama no era sino cualquier inscripción sobre objetos, ofrendas, tumbas, monumentos o edificios públicos, en la que se recordaba al propietario, al donante, a la persona o dios a quien se ofrecía o se expresaba simplemente un breve mensaje. Estas inscripciones sepulcrales, conmemorativas o dedicatorias se desarrollaron a través del género literario epigrama en forma de poesías breves, que fueron cultivadas por autores arcaicos y clásicos, como Safo, Alceo, Semónides, Anacreonte, Píndaro, Platón y otros muchos. Todo este conjunto de epigramas fue reunido en colecciones que gozaron de gran difusión en la antigüedad. Las más famosas fueron la Corona de Meleagro de Gádara, de los primeros años del siglo I a. C., y la Corona de Filipo de Tesalónica (sobre el año 40 d. C.). Después, tal vez de época de Adriano o, tal vez antes, vendría la Musa puerilis o «Musa de los muchachos» de Estratón de Sardes y otras antologías tardías 42 .

El epigrama helenístico sufrió una gran influencia de temas convivales, exhortatorios y eróticos, que pertenecían a la esfera del dístico elegíaco, pues este metro, sin descartar al hendecasílabo o al escazonte entre los epigramatistas latinos, se adaptaba a muchos y variados temas, y además el dístico tenía la ventaja de poder constituirse en una unidad de sentido autónoma. De ahí que el epigrama pueda tener una extensión media de uno a cinco dísticos. En Marcial, por ejemplo, y dejando aparte los Xenia y Apophoreta , la extensión media de sus epigramas gira en tomo a los siete versos.

A los poetas helenísticos de comienzos del siglo III a. C. se debe el desarrollo del epigrama como un género separado y autónomo. Destacaron, sobre todo, Calímaco, Leónidas de Tarento, Asclepíades de Samos y Posidipo de Pela. Con ellos comenzó una tradición que duró casi un milenio hasta los escritores bizantinos. Ellos fueron los que ampliaron los epigramas de temas sepulcrales y dedicatorios a una gran variedad de temas: satíricos, eróticos y literarios.

Los epigramas griegos se conservan en lo que ahora se llama la Antología Griega , una colección de unos cuatro mil epigramas distribuidos en dieciséis libros, que proceden de la Antología Palatina de Constantino el Rodio (sobre el 940 d. C.) y de la Appendix Planudea , reunida por el monje Planudes (c . 1300 d. C.). Y tanto la Palatina como la Planudea derivan de una Antología de epigramas griegos entresacados sobre el año 900 d. C. por Constantino Céfalas de antologías populares anteriores. Temáticamente, los epigramas reunidos en la Antología Griega se distribuyen de la manera siguiente:

1.

Epigramas votivos y dedicatorios (AP VI).

2.

Epigramas en forma de epitafios o inscripciones sobre tumbas (AP VII-VIII).

3.

Epigramas eróticos y pederásticos (AP V y XII)

4.

Epigramas epidícticos (AP II, III y IX), dedicados a alabar o vituperar personas o lugares, así como a desarrollar descripciones de obras de arte, edificios y monumentos.

5.

Epigramas que contienen reflexiones o consejos sobre la vida y la moral (AP X).

6.

Epigramas convivales (AP XI).

7.

Epigramas satíricos (AP XI).

Marcial explota todos estos tipos, además de los apophórēta y xénia (o descripciones de regalos) de los libros XIII y XIV, que no son muy distintos de las descripciones de ofrendas (anathēmatiká) ya señaladas.

El precedente de Catulo 43

En el inimitable poeta de Verona el epigrama breve e intenso era la forma en la que el poeta expresaba sus sentimientos más íntimos, sus gustos y sus pasiones, siguiendo la tradición helenística de expresar en pocos versos, cuidadosamente elaborados, el intimismo que no tenía cabida en las formas rígidas e impersonales de los géneros mayores. Claro está que en Catulo el epigrama expresa unos sentimientos, gustos y experiencias personales que no se conocían en el epigrama griego. Y, por otra parte, el epigrama sirve a Catulo como medio, crudo y realista, de atacar a sus enemigos siguiendo la tradición itálica de escarnio e invectiva 44 Esa fue también la vía que tomaron Domicio Marso y Albinovano Pedón 45 , otros predecesores de Marcial.

Marcial y el epigrama griego antes de la época de Nerón

El parecido entre los poetas de la Antología Griega hasta época de Nerón y los epigramas de Marcial se debe fundamentalmente «to the common stock of sentimental motifs or characters-types or literary devices available to them all» 46 . Se trata, pues, de una coincidencia más o menos aproximada en motivos literarios tradicionales.

Habría que distinguir una primera generación de epigramatistas helenísticos, cuya obra fue recogida en la Corona de Meleagro . Me refiero a los ya mencionados Calímaco (ca . 305-ca . 240 a. C.), Asclepíades de Samos, Hédilo, Leónidas de Tarento y Posidipo de Pela. Sus epigramas sobre el amor y la muerte y sus viñetas sobre la vida diaria influyeron sólo indirectamente sobre Marcial. En realidad se trata de la utilización de unos temas que se habían convertido en lugares comunes. Sus epigramas influyeron más en la poesía latina a partir de Catulo 47 .

Tampoco se puede exagerar la influencia que ejercieron sobre Marcial los poetas de la Corona de Filipo de Tesalónica sobre el año 40 d. C., quien reunió en su colección a Antípatro de Tesalónica, Antífilo, Marco Argentario, Crinágoras, Filodemo y a él mismo. Por ejemplo, las coincidencias lingüísticas de detalle son poco frecuentes. Se trata más de coincidencias temáticas que de otra cosa. Con todo, los poetas de la Corona de Filipo significan en cierto modo una renovación respecto a la Corona de Meleagro . El gusto se ha transformado y más que poetas son hábiles versificadores y rétores 48 . El epigrama se convierte en un ejercicio frío y el realismo acaba con el lirismo, como ocurre con Marcial. Pero, por otra parte, el epigrama se convierte en un elemento de la vida social, en el que se recoge el refinamiento mundano o la vida de los cortesanos.

Examinemos un ejemplo para recordar que en la literatura clásica un tratamiento original de temas anteriores era una prueba de doctrina 49 .

Marcial inserta algunos epigramas que son invitaciones a cenar (vocatio ad cenam) , de gran tradición tanto en la poesía griega como latina. Es, por tanto, un ejemplo más de la dependencia de la literatura latina de la griega, o, puesto en mejores palabras, es una prueba más de la unicidad de la literatura greco-latina.

La vocatio ad cenam 50 se distribuía fundamentalmente en tres partes: a) invitación propiamente dicha; b) menú; y c) entretenimiento. Otros ejemplos antiguos son: AP XI 34, 44 (Filodemo); Catulo, XIII; Horacio, Od . X 20 y Epístolas I 5; Marcial, V 78, X 48 y XI 52; y Juvenal XI 11.

Si traemos a colación los epigramas de Filodemo 51 o la deliciosa invitación catuliana a Fabulo 52 , lo único que lograremos es entresacar un mismo tratamiento de una composición genérica, la citada vocatio ad cenam . Marcial, eso sí, destaca por su mayor detallismo y concreción, respetando más que Catulo y Horacio todos los tópicos de las invitaciones: mención de los invitados y la hora, enumeración de los platos, evocación del clima de camaradería y amistad. Como en XI 52 53 :

Cenarás estupendamente, Julio Cerial, en mi casa;

si no tienes una propuesta mejor, ven .

Podrás dedicarle a partir de las dos de la tarde; nos bañaremos juntos:

sabes qué cerca de mi casa están los baños de Estéfano .

De entrada se te servirá lechuga, buena para limpiar

el estómago, y tallos cortados de sus propios puerros ,

luego, un atuncito pasado y mayor que una raquítica caballa ,

pero que lo cubran unos huevos con hojas de ruda;

no faltarán otros huevos cocidos en débiles ascuas ,

y queso cuajado al fuego del Velabro ,

y aceitunas que sintieron el frío del Piceno .

Hasta aquí, los entremeses. ¿Deseas saber lo demás?

Te mentiré para que vengas: pescados, albóndigas, mamas de cerda ,

y aves cebadas del corral y de la charca ,

que ni Estela suele poner de cenar sino raras veces .

Yo te prometo más: no te voy a recitar nada

aunque tú mismo me vuelvas a leer de un tirón tus Gigantes

o tus Geórgicas rayanas con el imperecedero Virgilio .

Pero la dependencia de Marcial respecto del epigrama griego no se agota ni mucho menos con los ecos y coincidencias generales. Falta detenernos en los epigramatistas que más influyeron en Marcial: Lucilio y Nicarco.

Marcial y el epigrama griego de época de Nerón

Marcial se encontraba lejos, no por la cultura, pero sí por la época y por los gustos literarios de los maestros del epigrama alejandrino. Un poco más cercano se sentía Marcial de los poetas de la Corona de Filipo (40 d. C.).

Pero, sobre todo, fueron los epigramatistas de la época de Nerón (54-68 d. C.), Lucilio y, a distancia, su imitador, Nicarco, quienes marcaron un nuevo rumbo al epigrama griego 54 con la explotación de la agudeza y la sorpresa (aprosdókēton) . Hay otros dos epigramatistas, Rufino 55 y Estratón de Sardes 56 , de época discutible, pero que coinciden en diversos epigramas con algunos de Marcial.

Lucilio fue sin discusión quien ejerció una mayor influencia sobre Marcial, tanto en la técnica del retrato satírico como en la concepción del epigrama satírico como una crítica dirigida a tipos generales, no a individuos 57 . A esto hay que añadir un dato importante, señalado por P. Laurens 58 : «Desde el declive de Alejandría el epigrama griego se escribe en realidad en Roma». Primero, fueron Arquías, Filodemo, Antípatro II, Crinágoras, Antífilo, y, después, Leónidas de Alejandría, Lucilio, Nicarco, Rufino y otros.

Precisamente, en época de Nerón destacaron varios epigramatistas griegos que ejercieron una notable influencia 59 sobre nuestro Marcial, pese a que este autor sólo reconozca en el prefacio del libro primero (sic scribit Catullus, sic Marsus, sic Pedo, sic Gaetulicus, sic quicumque perlegitur) . Pero la influencia griega se observa en casi todos los tipos de epigrama.

Hagamos un repaso del epigrama satírico. La mayoría de ellos se encuentran en el libro XI de la Antología . Podríamos distinguir los siguientes grupos 60 :

a) Defectos corporales

Contra los narigudos: AP XI 76 (Lucilio), 198 (Teodoro), 200 (Leónidas), 203 (Anónimo), 267-268 (Anónimos), 405 (Luciano), 406 (Nicarco), 418 (Trajano); Marcial VI 36, XII 88.

Compárense estos dos últimos:

AP XI 198 (Teodoro):

Hermócrates de la nariz, pues si dijéramos la nariz

de Hermócrates, daríamos cosas grandes a pequeñas .

En este epigrama y en uno de Nicarco (AP XI 406) se ha inspirado Marcial para componer el siguiente epigrama (XII 88):

Tongiliano tiene nariz: lo sé, no lo niego. Pero aparte

de nariz Tongiliano ya no tiene nada .

La tradición literaria siguió viva, como es notorio, en nuestro Quevedo, que dio cuenta del tema satírico en su célebre soneto «Érase un hombre a una nariz pegado», del que se buscan modelos tanto en la Antología Griega como en Marcial 61 , y es el ejemplo de D. Miguel Agustín Príncipe (1811-1866) 62 :

Tales, Almirante, dicen

que tienes mucha nariz;

pero si no me equivoco ,

ella es quien te tiene a ti .

Contra los flacos: AP XI 88-95, 100-101, 103-107, 265, 308, 392 (Lucilio), 102 (Amiano o Nicarco), 109 (Anónimo), 110-111 (Nicarco), 372 (Agatías), 407 (Nicarco). Marcial se burla de una mujer flaca en XI 101 (v. AP XI 110 [Nicarco]; contra los gordos: AP XI 250 (Anónimo), Marc. II 52; contra los altos: AP XI 87 (Lucilio), 97 (Amiano), Marc. VIII 60 (v. AP XI 87 [Lucilio]).

Contra los viejos y viejas: AP XI 65 (Parmenión), 71 (Nicarco), 72 (Baso de Esmirna), 76 (Lucilio), 203, 273, 420 (Anónimos), 289 (Páladas), 419 (Filón); Marc. I 100, III 32, VI 40, VIII 79, X 39, 67, 90, XI 97. A veces el poeta dice que la vieja debe pagar, no ser pagada, por hacer el amor: AP XI 73 (Nicarco), V 114 (Mecio); Marc. VII 75, XI 29, 62. Los poetas se burlan también de los achaques de la vejez: la podagra, la caída de los dientes, el color del pelo, la sordera, la caída del cabello y otros. He aquí algunos ejemplos: AP XI 74 (Nicarco), 229, 414 (Amiano), 403 (Luciano), 414; Marc. I 19, II 41, VI 74, VIII 57; III 8, 39, IV 65, XII 22; II 33, V 49, X 83, XII 7 y otros. Otras veces, se critica a los viejos que se esfuerzan por simular la juventud y belleza perdidas: AP XI 66 (Antífilo de Bizancio), 67 (Mirino), 68, 69, 310 (Lucilio), 370, 374 (Macedonio el cónsul), 398 (Nicarco), 408 (Luciano); Marc. VI 12, 57, III 42, 43, IV 36, XII 23, V 43.

Podríamos comparar el de Nicarco (XI 398) con Marcial:

Un hombre, al teñirse la cabeza, destruyó el cabello mismo ,

y la cabeza de tener mucho pelo se hizo toda como un huevo .

Esto es lo que consiguió el tintorero, que ya ningún barbero

pueda cortar su pelo ni blanco ni teñido de negro .

Ha servido de inspiración a VI 57:

Engañas, Febo, con cabellos fingidos mediante ungüentos

y tu sucia calva se cubre de pelo teñido .

No hay necesidad de traer al barbero para tu cabeza:

una esponja puede mejor, Febo, arreglarla .

Contra las mujeres feas o deformes: AP XI 201 (Amónides), 266 (Lucilio), 287 (Páladas), 327 (Antípatro de Tesalónica), 353 (Páladas), 367 (Juliano Antecensor); Marc. V 29, VI 23, X 84; cf. Catulo 41, 43.

b) Epigramas convivales

Los poetas griegos se quejan de la cena parca y frugal (AP XI 96 (Nicarco), 325 (Automedonte), 377, 387 (Páladas), 413 (Amiano), como sucede en Marcial I 23; 43, II 19, VII 79, VIII 22. Marcial suele presentar una variante en algunos epigramas, donde critica que el anfitrión se sirva manjares y bebidas de calidad, mientras al invitado lo despacha con lo peor: I 20, III 49, 60, 82, IV 68, 85, X 49. Otras veces, la crítica reside en que el anfitrión sirve escasos alimentos, aunque en vajillas de lujo (AP XI 313-314, 371 [Páladas]), como en Marcial III 12, donde critica que se ofrezca perfumes de marca, como en Catulo XIII 11-12 («te daré un perfume que las Venus y Cupidos regalaron a mi amada»), pero escasa comida:

Ofreciste, lo reconozco, un perfume estupendo

a los convidados, pero no trinchaste nada .

Es gracioso oler bien y pasar hambre .

Quien no cena y es perfumado, Fabulo ,

ése sí que me parece un muerto .

A veces, se ataca la intervención de poetas y gramáticos en las cenas. He aquí un ejemplo 63 de Lucilio y Marcial, en epigramas que responden a lo que Giangrande 64 llama «the anti-literary symposion».

Lucilio, AP XI 10:

Conoces la condición de mi banquetito. Hoy, Aulo ,

te invito bajo nuevas leyes convivales. Ningún poeta

lírico se sentará y recitará, y tú mismo ni nos pondrás

en apuros ni te pondrás en apuros con discusiones gramaticales .

Este epigrama ha servido a Marcial para rematar un epigrama e inspirarse para otro. El remate aparece en IX 35, 11-12:

Olvídate de tus triquiñuelas; hoy cenarás en mi casa

con la condición, Filomuso, de que no me cuentes nada nuevo .

La inspiración sirve para del motivo luciliano modelar un epigrama con datos más concretos y un aguijón fulminante. Es el caso de III 45:

Si Febo huyó de la mesa y la cena de Tiestes ,

lo ignoro: yo, Ligurino, he huido de la tuya .

La tuya sin duda es estupenda y aderezada con los mejores

manjares, pero no me agrada nada en absoluto cuando recitas .

No quiero que me sirvas rombos o un mújol de dos días

ni quiero setas, no quiero ostras: cállate .

A veces Marcial coincide con los poetas de la Antología en atacar a los invitados que pasan alimentos a sus esclavos para que se los lleven a casa: AP XI 11, 205, 207 (Lucilio); Marc. II 37, III 23, VII 20. En este grupo el epigrama de Marcial III 23 se entiende bien a la luz de su fuente luciliana 65 en AP XI 11. Veamos los ejemplos:

No sabía que tú, Epícrates, eras un poeta trágico ni un

flautista coral ni ninguna otra cosa cuyo asunto sea tener un

coro. Mira, te he invitado a ti solo, pero tú vienes de casa con

un coro de bailarines, a quienes entregas todo por detrás .

Si ello es así, sienta a la mesa a los esclavos y nosotros

nos pondremos a sus pies para servirles .

Si entregas todos los manjares a los esclavos de detrás ,

¿por qué no se te pone la mesa junto a los pies?

Los esclavos se situaban de pie a los pies de sus señores para servirles. La puya reside, como indica Lucilio, en poner la mesa para servir a quienes se sitúan a los pies, es decir, a los esclavos, y así no hay que molestarse en desviar los alimentos. Los tres dísticos de Lucilio se han reducido a uno en Marcial, pero éste ha conservado incluso la traducción de términos griegos: opísō/retro, pròs pódas/a pedibus, ei/cum .

Otros epigramas atacan a los golosos (AP XI 379 [Agatías]; Marc. II 40, III 17, 22, V 70, X 31) o a quienes comen porquerías (AP XI 402 [Luciano], Marc. XI 27). No faltan los epigramas en los que se hace burla de los borrachos (AP XI 343, 426 [Anónimo]; Marc. I 11, 26, 28, XI 82, XII 12, 70) o de las borrachas (AP XI 297, 298 [Anónimos], 409 [Getúlico]; Marc. XII 65, 187).

c) Crítica a diversos profesionales

Contra los filósofos, especialmente los cínicos o quienes se hacen pasar por filósofos cínicos con su porte tradicional: báculo, alforja, barba y ropa raída: AP XI 153-154 (Lucilio), 156-157 (Amiano), 158 (Antípatro), 430, 434 (Luciano). Se les critica que sean censores severos para los demás, mientras que son indulgentes con sus propios vicios. Es el caso de Marcial IV 53:

Ese que ves a menudo, Cosmo, dentro del santuario

de nuestra Palas y del umbral del nuevo templo con un báculo

y una vieja alforja, con el cabello canoso y hediondo y con una

sucia barba que le cae sobre el pecho, a quien cubre la capa

mugrienta a modo de esposa de un desnudo camastro ,

a quien la gente al pasar da alimentos que ha pedido a

ladridos, ¿que es un cínico crees engañado por una falsa imagen?:

éste no es un cínico, Cosmo: ¿qué es entonces? un perro .

Ha sido modelado sobre otro similar de Lucilio 66 , AP XI 153:

Nadie niega, Menéstrato, que eres un cínico, que tienes

los pies desnudos y que tiritas de frío .

Pero si sin ninguna vergüenza robas piezas de pan ,

también tengo yo un bastón y a ti te llaman perro .

Y como a un perro te voy a moler a palos, sería la lógica deducción del lector. Marcial siempre suele ser más detallista en las descripciones, acentúa más lo que Salemme 67 llama «l’elenco degli oggetti» y de ahí que en este caso haya doblado el número de dísticos del original. Pero se conserva en los dos lo esencial: el juego de palabras kynikós-kýon que se corresponde con filósofo cínico-perro. La gran diferencia reside en el remate final, que en Marcial es más contundente: una palabra, «perro», para la que se han ido preparando los siete versos anteriores.

Contra los gramáticos. Se suele atacar la impericia e ignorancia de los gramáticos (AP XI 138, 140, 279 [Lucilio], 321 [Filipo], 322 [Antífanes], 335 [Automedonte], 378, 383 [Páladas], 400 [Lucilio]; Marc. XIV 120, IX 68, X 60, 62, XII 57). También se hace burla de los poetas ignorantes (AP XI 127 [Luciano], 129 [Cerealio], 133-137, 185, 394 [Lucilio]; Marc. I 91, II 77, 88, III 9, 44 y otros). O se ataca a los críticos que sólo valoran a los poetas antiguos y desprecian a los coetáneos, como en Lucilio, AP XI 132:

Odio, soberano César, a quienes nunca gustan los jóvenes

escritores, ni aunque digan ‘canta, diosa, la ira’ .

Y si no se es tan viejo como Príamo, si no se está medio calvo

o si no se está muy encorvado, no puede escribir un alfa .

Pero, oh excelso Zeus, si esto es así ,

la sabiduría sólo visita a los herniados .

En él se inspira Marcial VIII 69:

Admiras, Vacerra, sólo a los poetas antiguos

y no alabas más que a los que están muertos .

Te pido, Vacerra, que me perdones: para caerte

en gracia no merece la pena morir .

y XI 90:

No das por bueno ningún poema que discurre por un plácido sendero

sino los que brincan por las breñas y las altas rocas ,

y, para ti, más conseguido que la poesía de Meonia es

«Aquí yace Metrófanes, la columnita de Lucilio»;

y, con la boca abierta, lees «tierra mucho abastada» ,

y todo lo que largan Accio y Pacuvio .

¿Quieres que imite, Crestilo, a tus poetas los antiguos?

Que me cuelguen si desconoces a qué sabe una polla .

Contra rétores y abogados, a quienes se tilda de impericia e ignorancia: AP XI 141-143, 148 (Lucilio), 144 (Cerealio), 145, 149, 151 (Anónimo), 146, 152 (Amiano), 376 (Agatías), 422 (Antíoco); Marc. I 97, VI 35, VIII 7, VI 48, III 25, V 21, 54. De entre ellos destaco a Marc. VI 19:

No sobre violencia ni sobre muerte ni sobre veneno ,

no, mi pleito versa sobre tres cabritas:

me quejo de que éstas se han esfumado por el hurto de un vecino .

Esto es lo que el juez quiere que se le pruebe .

Tú a Cannas, a la guerra de Mitridates ,

a los perjurios de la locura púnica ,

a los Silas, Marios y Mucios

a grandes voces te refieres y con toda clase de gesticulaciones:

habla ya, Póstumo, de las tres cabritas .

Lucilio 68 compuso (AP XI 141) antes de Marcial otro del mismo tenor:

He perdido un cochinillo, un buey y mi única cabra ,

y para reclamarlas has recibido una minuta, Menecles .

Pero yo no tengo nada en común con Otríades 69

ni cito por robo a los héroes de las Termópilas ,

sino que citamos a Eutíquides al proceso, de manera que

¿qué me importa a mí allí Jerjes y los lacedemonios?

Así que piensa en mí como marca la ley o gritaré fuertemente:

Menecles dice una cosa, otra mi cochinillo .

Los dos epigramas tienen la misma estructura y el mismo contenido. Marcial se ha limitado a romanizar los nombres griegos y los detalles 70 y a insuflar una mayor fuerza en el acumen final, donde se muestra como un maestro consumado.

Contra los médicos, de quienes se critica su impericia en el arte de la medicina o el mal uso que hacen de él: AP XI 15 (Amiano), 112-116, 124 (Nicarco), 117 (Estratón), 119-122 (Calicter), 123 (Hédilo), 131 (Lucilio), 280 (Páladas), 334 (Anónimo), 401 (Luciano); Marc. I 30, 47, V 9, VI 53, VIII 74, IX 96.

Marcial, VI 53:

Se bañó con nosotros, cenó alegre y por la mañana

ese mismo Andrágoras fue encontrado muerto .

¿Preguntas, Faustino, por la causa de tan repentina muerte?

En sueños había visto al médico Hermócrates .

Inspirado claramente en Lucilio (AP XI 257):

Diofante vio en sueños al médico Hermógenes y ya no

despertó, y eso que llevaba un amuleto .

También aparecen ataques a ladrones (AP XI 174-179, 183-184, 315 (Lucilio), 324 (Automedonte); Marc. VI 72, XII 29), a barberos (AP XI 191 [Lucilio]; Marc. VII 83, XI 84), a pintores (AP XI 212, 215 [Lucilio], 213 [Leónidas]; Marc. I 102, V 40), a las facciones del circo (AP XI 344 [Anónimo]; Marc. VI 46).

Epigramas eróticos

Los temas eróticos 71 son muy numerosos y casi siempre es difícil separar aquellos motivos que pertenecen al acervo común de los que puedan haber sido imitaciones conscientes.

El motivo de la lámpara como testigo de los abrazos de los enamorados era frecuente en el epigrama erótico griego y en la poesía amatoria latina. Léase, por ejemplo, a Filodemo (AP V 4, 1-3):

Filenis, emborráchate con el aceite de la lámpara ,

el silencioso confidente de lo que no podemos hablar ,

y después márchate .

El mismo motivo se halla en dos epigramas de Marcial, X 38, 6-8:

¡Oh qué combates, qué batallas por ambos bandos

ha contemplado, dichoso, vuestro lecho y vuestra lámpara

embriagada de efluvios de Níceros!

XIV 39:

LÁMPARA DE ALCOBA

Yo, una lámpara testigo de las dulzuras de tu cama ,

aunque hagas todo lo que quieras, guardaré silencio .

Un epigrama de Automedonte (AP V 129) sirvió de inspiración al epigrama que Marcial dedicó a Teletusa de Gades.

Automedonte (V 129):

A la danzarina de Asia, la que con posturas picaronas se menea

desde la punta de sus delicadas uñas ,

la aplaudo y no porque despierte el entusiasmo ni porque sus

brazos delicados mueva de este o aquel modo ,

sino porque sabe bailar en tomo al clavo 72 más deteriorado y

no huye de las arrugas de los viejos .

(Trad, de M. Brioso)

Marcial, VI 71:

Experta en trazar posturas lascivas al son de las castañuelas

de la Bética y en danzar al son de los ritmos de Gades ,

la que podría ponérsela tiesa al tembloroso Pelias y excitar

al marido de Hécuba junto a la pira de Héctor ,

Teletusa abrasa y atormenta a su anterior dueño:

la vendió de esclava, ahora la vuelve a comprar de señora .

En ambos epigramas la fuerza no reside en la descripción de las cualidades artísticas de las bailarinas, sino en su capacidad para excitar a los viejos.

El caso de Estratón y Marcial

De Estratón únicamente sabemos que procedía de Sardes. Su datación sigue siendo hoy problemática. Podríamos situarlo en el lapso que va desde el siglo I a. C. hasta el II d. C. Sí nos interesa más constatar el hecho de que nos ofrezca la imagen de un ‘poeta especializado’ en temas eróticos, como fue el caso de Lucilio, ya visto, en temas satíricos.

Lo que a nosotros nos interesa aquí es ver la relación que existe entre algunos epigramas de Estratón y de Marcial o viceversa. En algunos casos, más que de una influencia mutua habrá que hablar de la utilización de motivos literarios comunes 73 ; en otros, la relación parece mucho más estrecha.

Veamos un ejemplo del primer caso: Marcial, I 57 y Estratón, AP XII 200.

Dice Estratón:

Detesto los besos logrados a la fuerza, los gritos de la lucha

y de las manos la recia oposición .

Mas aquél que, entre mis brazos, al instante accede y con total

abandono se me entrega tampoco me complace .

Sí en cambio el que es término medio entre esos dos, el que

a la vez sabe no entregarse y entregarse .

(Trad, de M. Brioso)

Marcial escribió:

¿Me preguntas, Flaco, a qué mujer quiero y a cuál no quiero?

No quiero ni a la demasiado fácil ni a la demasiado difícil .

Apruebo lo que está en medio y queda entre los extremos:

ni quiero lo que hace sufrir ni quiero lo que empalaga .

En los dos hay coincidencia entre el verso 3 de Marcial y el 5 de Estratón: Illud quod medium est atque inter utrumque probamus / ton ek toútoin amphoîn méson 74 .

Pero el motivo es universal: el término medio es lo mejor («Lo poco agrada y lo mucho enfada», que diría el castizo). Este pensamiento universal, explotado en las discusiones diatríbico-satíricas, se aplica al amor y se convierte en un topos de gran tradición en el epigrama, que se manipula en diversas variantes: Filodemo (AP XII 173: virgen y cortesana); Honesto (AP V 20: ni demasiado joven ni demasiado vieja); Rufino (AP V 37: ni demasiado gorda ni demasiado flaca; AP V 42: «Detesto a la que en liviandad o en castidad se pasa: / la una quiere tarde, la otra con prisa excesiva», M. Brioso). Se aplica, como se ve, al amor la filosofía del justo medio.

Marcial desarrolla el motivo en varios epigramas 75 . Y especialmente notable es la relación que hay, en el desarrollo de este motivo, entre Marcial XI 100:

No quiero, Flaco, tener una amante esquelética ,

a cuyos brazos puedan abarcar mis anillos ,

que arañe con su rabadilla a flor de piel y pinche con sus rodillas ,

a la que le sobresale una sierra en el torso, un punzón en el culo .

Pero tampoco quiero una amante de mil libras de peso .

Yo trajino con carnes, no trajino con grasas .

y Rufino AP V 37:

No tomes entre tus manos a una mujer que sea demasiado flaca

ni demasiado grasa, sino elige el medio entre las dos .

La primera no tiene bastante carne y la segunda tiene demasiada:

no elijas ni escasez ni demasía .

La relación entre el epigrama de Marcial y los de Estratón y Rufino dan que pensar en una fuente común o en el desarrollo de un mismo motivo tradicional, que es reelaborado mucho más tarde por Ausonio 76 , Epigrama 56:

Quiero a quien no me quiere; a la que me quiere, yo no la quiero: Venus quiere domeñar los corazones, no saciarlos. Desdeño los encantos que me ofrecen, renuncio a los que se me niegan: no quiero yo saciar mi corazón ni tampoco hacerlo sufrir. Ni me agrada Diana dos veces vestida ni desnuda la Citerea: aquélla no me excita nada, ésta demasiado. Pero ojalá me ponga en venta una hábil mujer la mitad del arte de Venus, uniendo así lo que llaman el «quiero no quiero» .

(Trad. de A. Alvar)

En otros casos, la relación entre los epigramas de Marcial y de Estratón no responde tanto a la utilización de una fuente común, sino a una dependencia tal vez un poco más estrecha 77 .

Estratón, AP XII 175:

O no estés celoso de tus amigos por causa de tus jóvenes

esclavos, o no les pongas delante unos coperos de gracias

femeninas. ¿Qué hombre es para el amor de acero? ¿Cuál tan

insensible al vino? ¿ Y quién puede mirar tales bellezas sin

tener en vilo el alma? Así se comportan las criaturas. Y, si

quieres, Diofonte, vete allá donde no existen ni los amores ni

las curdas, y allí a Tiresias o a Tántalo indúcelos al vino:

que el uno no ve nada y el otro sólo ve .

(Trad. M. Brioso)

Marcial, IX 25:

Cada vez que miro a tu Hilo mientras sirve el vino ,

me reconvienes, Afro, con una ceñuda mirada .

¿ Qué delito, te pregunto, qué delito es contemplar a un apetecible criado?

Miramos al sol, a los astros, a los templos, a los dioses .

¿ Voy a tener que desviar la vista —como si la Górgona me ofreciera

de beber— y taparme los ojos y la cara?

Tremendo era el Alcida, y se podía contemplar a Hilas;

Mercurio puede juguetear con Ganímedes .

Si no quieres que un invitado contemple a tus atractivos criados ,

invita. Afro, a Fineos y Edipos .

En los dos epigramas se dan semejanzas temáticas y estructurales. Los dos finalizan con una alusión mitológica. Pero también existen diferencias, pues el epigrama de Marcial es más sencillo y desarrolla únicamente el motivo de las miradas indiscretas, sin que trate, por ejemplo, los efectos del vino sobre los comensales.

También existen grandes similitudes entre Estratón, AP XII 191 y Marcial, IV 7, que desarrollan el motivo del eisì tríches o la salida del cabello 78 :

¿No eras ayer un muchachito? Ni en sueños pensabas

en esta barba. ¿ Cómo ha sucedido esta desdicha ,

que ha cubierto de pelos tu antaña belleza? ¡Ay, qué maravilla!

Si ayer eras Troilo, ¿cómo te has convertido en Príamo?

¿Por qué lo que me habías dado ayer, hoy, joven Hilo ,

me lo negaste, tan repentinamente altivo quien ha poco eras

complaciente? Y ya pretextas la barba, los años y el pelo:

¡oh noche qué larga eres, pues en una haces un anciano!

¿Por qué te ríes de mí? Quien fuiste, Hilo, joven ayer ,

dime, ¿de qué manera eres hombre hoy?

Los dos epigramas, que desarrollan el motivo ya mencionado del eisì tríches , presentan el último dístico estructuralmente igual y el griego tiene algunos parecidos con otro de igual contenido de Lucilio (AP XI 216) 79 . Autore defendió una dependencia de Estratón respecto de Marcial, pero una vez más todo puede deberse a una fuente común.

Los epigramatistas, tanto griegos como Marcial, toman prestados los temas que tratan, pero variándolos de múltiples formas. La originalidad no reside, pues, en la invención de nuevos temas, sino en el arte de variar un mismo motivo 80 . No se trata meramente de identidad de temas, como quiere Autore (pág. 76), sino incluso de identidad formal, lo que lleva a que en no pocas ocasiones haya que ver más imitación que una mera coincidencia de temas literarios tradicionales. Ahora bien, la diferencia entre Marcial y sus modelos griegos se podría resumir en dos hechos, bien señalados por Laurens 81 : realismo más intenso y universo cómico y satírico más extenso que el de los griegos.

III. LA TÉCNICA DEL EPIGRAMA

Ya el epigrama griego se había emancipado de la forma epigráfica, aunque había mantenido al dístico elegíaco como la forma propia del género. Todavía en Catulo los epigramas en dísticos aparecen separados de los poemas en metros variados. En Marcial la situación es la siguiente: el Liber de spectaculis estaba compuesto, probablemente por completo, en dísticos elegíacos; en los Xenia sólo aparecen dos epigramas no compuestos en dísticos; en los Apophoreta las excepciones son nueve; y en los doce libros de epigramas el dístico elegíaco es el metro prevalente, pero son muy frecuentes otros metros diversos, entre los que destacan el falecio y el escazonte.

En Marcial el término epigrama se aplica a cualquier composición breve, en metro variado, de carácter ocasional, dedicado a hechos concretos, a describir tipos sociales o experiencias de vida. Con Marcial el epigrama desarrolla más el elemento cómico-satírico y explota la tendencia al aguijón final o fulmen in clausula . Es verdad que el epigrama griego de época helenística presentaba una sutil agudeza y una agradable ironía y que en su evolución posterior se había acentuado la tendencia a concentrar la agudeza al final de la composición. Lucilio y Nicarco, de época neroniana, habían puesto el acento en la fuerza cómica de los finales de sus epigramas. Marcial, aun siguiendo los procedimientos compositivos de estos poetas, cultiva un tipo de epigrama insertado en la tradición romana de la poesía agresiva y mordaz de un Catulo o del realismo de la pintura social de la sátira latina.

El epigrama en Marcial se formula desde el punto de vista del yo del autor que se dirige directamente a la víctima del epigrama, una persona ficticia, o a una tercera persona que puede ser real o ficticia. El epigrama suele ser breve, usualmente de dos a diez versos, a veces tiene más de veinte versos hasta un máximo de cincuenta y un versos. Se suelen incluir de manera breve apóstrofes, interrogaciones, pequeños diálogos entre el poeta y un interlocutor; la situación y los tipos descritos se delinean mediante trazos concisos. En otras ocasiones, los cuadros son más amplios y en ellos Marcial muestra su gran capacidad para representar la realidad.

Pero donde Marcial despliega toda su maestría es en los finales del epigrama, donde resume las situaciones descritas en el cuerpo del epigrama, unas veces de una forma muy incisiva, otras veces a través de una hipérbole cómica y otras nos sorprende con un final imprevisto (aprosdókēton) .

Con todo, se puede trazar un esquema general para los epigramas de Marcial y de todos los tiempos. Según Lessing, el epigrama tipo se compone de dos partes: la primera representa el objeto creando en el lector una expectativa; la segunda es la típica conclusión que resuelve la expectativa creada. Pero esta teoría no es aplicable a todos los epigramas de Marcial.

El epigrama también ofrece a los lectores una cuadro vario e incisivo de la sociedad de su tiempo, que Marcial observa desde su punto de vista, dibujándola de manera harto grotesca e hiperbólica. De todas formas, es el hombre el centro de su obra: hominem pagina nostra sapit (X 4, 10). Por sus epigramas desfilan parásitos, fatuos, plagiarios, avaros, timadores, cazadores de herencias, poetastros, médicos peligrosos, y otros. Con todo, hay que tener en cuenta que la crítica de Marcial se dirige a los defectos, no a las personas: hunc servare modum nostri novere libelli/parcere personis, dicere de vitiis (X 33, 9-10).

IV. TEMAS Y FORMAS

En todos los libros se alternan epigramas cómico-satíricos con otros de géneros muy diversos, porque el criterio principal de ordenación de los epigramas es el de la variatio con la búsqueda de un equilibrio interno en cada libro 82 .

Marcial trata en una treintena de ocasiones el epigrama funerario 83 con extrema elegancia y sensibilidad.

El epigrama anatemático, además de su representación en los Xenia y los Apophoreta , aparece para celebrar ritos familiares de amigos y protectores y ritos públicos.

En el epigrama epidíctico se evocan episodios históricos o de actualidad. En todos estos tipos de epigramas se deja sentir la influencia de la tradición griega, aunque el sello personal de Marcial siempre deja en ellos su impronta.

A los amigos dedica Marcial un gran número de epigramas con alusiones a su vida y a la sociedad en la que desarrollan sus actividades personales.

Muchos epigramas literarios ofrecen un interés especial como testimonios de la vida cultural y literaria de su tiempo. Por supuesto, Marcial debió defenderse de los críticos que le acusaban de escribir en un género menor, de emplear metros no adecuados al género epigramático, de emplear demasiada obscenidad (lasciva est nobis pagina, vita proba en I 4, 8), demasiada agresividad y demasiada extensión. Marcial suele defenderse casi siempre con el argumento del éxito de su poesía y con su manifiesto de que sus epigramas no van contra las personas, sino contra los defectos (X 3, 10).

Marcial explotó enormemente el epigrama celebrativo. Se trata de epigramas adulatorios dedicados a describir episodios de la vida pública y privada de amigos y protectores, en cuyo centro se encontraba lógicamente el propio emperador. Los epigramas dedicados al emperador constituyen un testimonio fundamental para el conocimiento de la etiqueta de la corte y del culto imperial en la época de Domiciano.

A la variedad de temas corresponde una gran variedad de formas expresivas. Así, en los epigramas cómico-satíricos Marcial hace uso de coloquialismos y de términos de la vida cotidiana, entre los que destacan términos vulgares y obscenos. Justamente, la obscenidad es una de las características de su poesía cómico-realística. Con todo, Marcial se muestra siempre como un artista refinado de la palabra, obteniendo efectos felices mediante la selección hábil de términos y construcciones, mediante su colocación ingeniosa, mediante juegos eficaces de la antítesis, mediante el uso brillante de ejemplos y mediante la selección de imágenes muy seleccionadas. Por otra parte, en las cartas a los amigos la lengua de Marcial es clara y sobria; en los epigramas para celebrar hechos señalados y en los epigramas epidícticos Marcial hace alarde de una gran elegancia compositiva. Y en los epigramas adulatorios Marcial emplea todo el aparato lingüístico y expresivo de la poesía solemne tradicional; aquí nuestro poeta se alinea con el manierismo estaciano tan característico de la cultura flavia.

V. FORTUNA DE MARCIAL EN ESPAÑA 84

La obra de Marcial ha sido citada, glosada, traducida, imitada, recreada, parafraseada, amplificada o adaptada a lo largo de casi toda la historia de la literatura española. Sus temas y motivos han constituido —directa o indirectamente— la fuente nutricia de una parte de la producción de los más insospechados literatos hispanos. Desde el Renacimiento al Romanticismo el poeta de Bílbilis ha estado presente —de una manera o de otra— en la obra de los más conocidos y destacados escritores españoles.

Desde el punto de vista formal, la presencia de Marcial en las letras hispanas se podría concretar en cuatro grandes apartados:

a) Los sonetos de tema mítico o histórico. Constituyen la primera muestra de la presencia de Marcial en las letras hispanas, por dos razones claras. La primera, porque, como ya advirtieron los propios poetas, la estructura bipartita del soneto se adecuaba perfectamente a la recreación y adaptación de los dísticos del epigrama antiguo; y la segunda, porque el Renacimiento sentía una mayor predilección por los mitos y leyendas clásicos que por la sátira en sí misma.

b) La cita culta en prosa. Se produce sobre todo en el Renacimiento y el Barroco. Las obras dialogadas y las didácticas, sobre todo las del Siglo de Oro, utilizaban hasta la extenuación las citas eruditas y recurrían a los más diversos autores de todas las épocas y géneros que pudieran corroborar sus asertos. La enormidad de escenarios, ingeniosidades y datos sobre muchísimos aspectos de la vida romana que proporciona Marcial lo convertían en un autor indispensable para su propósito.

Con el precedente de Juan de Mal Lara (que traduce, glosa o imita a Marcial en ciento treinta y ocho ocasiones en su Filosofía Vulgar 85 ) y Juan Pineda (Diálogos familiares de Agricultura cristiana) , el representante por antonomasia de este apartado es Baltasar Gracián en Agudeza y arte de ingenio . Como afirma V. Cristóbal 86 , «las dos corrientes estilísticas que brotaron en nuestra literatura barroca, menos contrapuestas sin duda de lo que alguna vez se ha creído, culteranismo y conceptismo, persiguen un solo y único fin: el distanciamiento de lo consabido, vulgar y trillado; las diferencias entre ambas corrientes nacen en todo caso de los medios que emplean para conseguir ese fin». Gracián, el teórico del conceptismo, busca entonces la expresión torcida y concisa, la brevedad, en definitiva, que le lleva hacia los autores latinos de la Edad de Plata, como Séneca, Tácito y Marcial, que se adaptaban muy bien a su fin. Aunque, como también afirma V. Cristóbal, «quizá hubiera que invertir los términos y pensar que el gusto por la brevedad y agudeza le vino de la lectura atenta de autores como aquéllos, que poseían dichas cualidades». Sea como fuere, Marcial aparece en cincuenta y seis ocasiones en la citada obra de Gracián, generalmente con las traducciones en verso de Salinas.

También aparecen citas de Marcial en otras obras del mismo tenor: El Fénix y su historia natural , de José Pellicer de Salas, las ya nombradas Cartas Filológicas , de Francisco Cascales, Días geniales o lúdricos , de Rodrigo Caro, y República Literaria , de Saavedra Fajardo, amén de en una obra historiográfica: Cautiverio feliz y razón individual de las guerras dilatadas de Chile , de Francisco Núñez de Pineda.

c) La creación poética. Supone la más amplia y fecunda de las huellas dejadas por Marcial en nuestras letras. Tanto el origen hispano de éste como la natural predisposición de nuestra literatura hacia el realismo han debido de influir en que, desde B. de Alcázar, el pionero del epigrama en España, hasta prácticamente nuestros días, esas huellas se puedan rastrear por doquier en sus dos vertientes más habituales: las recreaciones satíricas de temas epigramáticos y las adaptaciones de epigramas concretos de Marcial, dominadas ambas generalmente por una característica común: la amplificación.

d) La traducción. Hasta cincuenta nombres de traductores recoge Giulian en las amplias listas que ofrece al final de su obra 87 .

Se deben notar también los cuarenta y cinco epigramas que en el s. XVII compuso en latín Francisco Cascales en sus Cartas Filológicas , sumándose a una tradición que habían inaugurado muchos humanistas de otros países tras la publicación de la editio princeps de la obra de Marcial

Desde el punto de vista histórico, los rastros de Marcial son prácticamente nulos en la literatura hispana medieval. Sí, en cambio, se puede hallar algo en la hispano-latina, en autores como S. Isidoro (aparece en catorce ocasiones en las Etimologías , a la manera de la ya dicho acerca de las citas cultas en prosa), Teodulfo o Álbaro de Córdoba 88 .

Es en el Renacimiento cuando comienza la verdadera presencia de Marcial en la literatura hispana, pero no en su vertiente más conocida y esperada, la puramente epigramática, sino en la recreación del epigrama 29 (antes 25b) del Libro de los Espectáculos sobre el mito de Hero y Leandro:

Cuando el audaz Leandro iba en busca de su dulce amor

y cansado ya era pasto de las henchidas aguas, así

habló, se cuenta, el desgraciado a las aguas que le oprimían:

«respetadme en la ida, sumergidme en la vuelta» .

El soneto XXIX de Garcilaso de la Vega («Passando el mar Leandro el animoso...») recrea y amplifica, manteniendo la misma estructura, el epigrama de Marcial 89 y, bien éste o aquél, son imitados ad nauseam por los más diversos autores: Juan Coloma, Gutierre de Cetina (en tres ocasiones), Sa de Miranda, Ramírez Pagán y Hernando de Acuña, en el Renacimiento; Juan de Valdés y Menéndez, Hipólita de Narváez, Juan de Arguijo y Lope de Vega, en el Barroco, y, posteriormente, Nicolás Fernández de Moratín 90 . La razón de este comienzo tan poco marcialesco se debe, com ya se ha dicho, al interés de los poetas renacentistas por los mitos clásicos, de manera que lo que rastrean en nuestro autor no son los epigramas puramente satíricos sino los de contenido mítico o histórico, como es el caso de Diego Hurtado de Mendoza en su recreación de V 74 (sobre la muerte de Pompeyo y sus hijos) o, más tarde, el de Juan de Arguijo con la suya de I 21 (sobre la hazaña de Mucio Escévola), pero siempre con un tratamiento acorde con el sujeto, a diferencia del Barroco, que se caracterizará por tratar los mitos de una manera burlesca y satírica, como hace Salas Barbadillo con el suicidio de Porcia 91 :

De quatro que han pretendido ,

Porcia, tus bodas hermosas ,

por estrellas rigurosas

el más necio fue elegido .

No vistas por esso luto ,

en la desdicha te esfuerça ,

que siendo Porcia era fuerça

aver de casar con Bruto .

La referencia de los personajes está sin duda en I 42 de Marcial:

Cuando Porcia se enteró de la muerte de su esposo Bruto

y el dolor buscaba las armas que le habían sustraído ,

«¿todavía no sabéis», dijo, «que la muerte no se puede negar? ,

creía que mi padre con su muerte os lo había enseñado» .

Terminó de hablar y con ávida boca se tragó brasas ardientes:

¡ven ahora y niégame, turba inoportuna, la espada!

Sin embargo, también hay elementos de V 17, que veremos más adelante.

El s. XVI no fue demasiado proclive hacia los epigramas; sin embargo, es en ese siglo cuando aparece el pionero de las composiciones satíricas en España, el ya citado Baltasar de Alcázar (1530-1606), que por lo general utiliza un par de redondillas para mantener la estructura que se daba dentro del dístico o del soneto, a pesar de que se veía constreñido en cuanto a la amplificación.

Tras algunos sonetos y diversas traducciones de los hermanos Lupercio y Bartolomé Argensola, será ya en el s. XVII cuando surja un gran número de poetas claramente satíricos e interesados en los temas de crítica social y en la misoginia, encabezados por Quevedo, el representante por excelencia del espíritu de Marcial en la literatura española. Las dos características a las que se aludía antes acerca de la creación poética se hallan presentes en él. Por una parte, recrea de forma satírica temas típicos del epigrama, aspecto en el que emplea los mismos procedimientos formales que éste, producto indudable de su herencia literaria, amplificando y reforzando las imágenes, y por otra, adapta epigramas de Marcial, a los que suele cambiar los nombres antiguos por modernos y darles una mayor extensión y verbosidad, con lo que los hace ganar en precisión pero perder en concisión y agudeza, convirtiéndose así, si se puede decir, en menos epigramatista y conceptista que Marcial.

Más epigramático, en cambio, era Góngora, cuyo ingenio y agudeza, así como el empleo del equívoco y la anfibología, hicieron que ya Saavedra Fajardo hablara de él como de «un Marcial cordobés». También Lope de Vega, la Epístola moral a Fabio , el Conde de Villamediana, Juan de Jáuregui, el anónimo Sacristán de la Vieja Rúa son autores y obras en los que se puede encontrar la presencia de Marcial. Una amplia nómina de autores menores 92 completa la lista de seguidores o imitadores del bilbilitano —en obras poéticas, en novelas o en epístolas— durante el s. XVII .

El s. XVIII ha sido definido como «el siglo español del epigrama» 93 ; sus gustos tendían hacia las composiciones breves, lo que implicaba la persistencia del epigrama. Sin embargo, se fue difuminando la presencia concreta de Marcial y sus epigramas, aunque no su espíritu. Juan de Iriarte, Samaniego, Iglesias de la Casa, Forner y los Fernández de Moratín siguen empleando algunos de los temas más característicos de la tradición epigramática 94 .

El s. XIX , y con él el Romanticismo, supone el final de la tradición clásica en España. Su oposición frontal a lo clásico y su reivindicación de lo auctóctono hicieron que se fueran silenciando los autores griegos y latinos, aunque no fue así en el caso de Marcial, cuya herencia seguía vigente, pero, como en el siglo anterior, con una presencia directa más difuminada. Con todo, a fines de siglo el epigrama había casi desaparecido. F. Cutanda se lamentaba así de que este género hubiera decaído «hasta venir a caer (...) en la Babilonia del culteranismo (...) y extinguirse luego, como todo resplandor, en la oscurísima noche de nuestro universal letargo (...). Atento el mundo a la transformación universal, creído de que dio por fin en la solución de todos los problemas de la humanidad, preciado de que éste es el siglo de los siglos, tanto atiende a su papel y a su destino, que todo lo que no sea organización social, manantiales de riqueza, aumento del bienestar, goces directos, efectivos y actuales, lo mira con desdén y hasta con desprecio. Corre peligro en medio de todo lo alegre, la inocente literatura, apretada y abrumada por las ciencias positivas» 95 .

Si el s. XIX fue el final de la tradición clásica, el XX ha sido su hundimiento. La reducción de los géneros literarios, la identificación de la literatura con campos temáticos concretos y la pérdida del sentido de lo lúdico ha llevado a que en los autores de nuestro siglo se puedan hallar poemas que se podrían considerar epigramas en su forma, pero no en su mordacidad y agudeza. Empero, sí se puede afirmar que en la actualidad el epigrama está cobrando nuevos bríos en Hispanoamérica, como en el caso, entre otros, de Ernesto Cardenal y Gil Blas Tejeira.

Desde el punto de vista temático, aparte de lo ya dicho acerca de las recreaciones de epigramas de asunto mítico y legendario, y de algunas traducciones y adaptaciones de poemas del Libro de los Espectáculos y de los libros XIII y XIV (Xenia y Apophoreta) , en los autores españoles aparecen los mas diversos temas epigramáticos, pero hay tres en concreto que destacan con diferencia: los misóginos, los referentes a defectos físicos y los literarios.

De entre ellos, la misoginia, tan cara a Marcial, es la que se lleva la palma. Baltasar de Alcázar, el pionero del epigrama español, parece establecer ya un programa de prevenciones contra diversas actitudes femeninas con esta Letrilla 96 :

De la dama que da luego ,

Sin decir «vuelva a la tarde» ,

Dios os guarde.

De la que á nadie despide ,

Y al que le pide á las nueve ,

A las diez ya no le debe

Nada de lo que le pide;

De la que así se comide ,

Como si no hubiese tarde ,

Dios os guarde.

De la que no da esperanza ,

Porque no consiente medio

Entre esperanza y remedio ,

Que el uno al otro se alcanza;

De quien desde su crianza

Siempre aborreció dar tarde ,

Dios os guarde.

De la que en tal punto está ,

Que de todo se adolece ,

Y al que no le pide ofrece

Lo que al que le pide da;

De quien dice al que se va

Sin pedirle que es cobarde ,

Dios os guarde.

De la que forma querella

De quien en su tierna edad

Le impidió la caridad

Y los ejercicios de ella;

De la que si fue doncella

No se acuerda, por ser tarde ,

Dios os guarde.

Pero son en particular las pobres viejas que se resisten a reconocer su edad y pretenden aparentar menos años el objeto predilecto de los satíricos españoles, ya desde el mismo Renacimiento, como esta glosa de Diego Hurtado de Mendoza al dicho Ser vieja y arrebolarse no puede tragarse 97 :

El ponerse el arrebol

Y lo blanco y colorado

En un rostro endemoniado ,

Con mas arrugas que col ,

Y en las cejas alcohol ,

Porque pueda devisarse ,

No puede tragarse.

El encubrir con afeite

Hueso que entre hueco y hueco

Puede resonar un eco ,

Y el tenello por deleite ,

Y el relucir como aceite

Rostro que era justo hollarse ,

No puede tragarse.

El colorir la mañana

Los cabellos con afan

Y dar tez de cordoban

A lo que de sí es badana ,

Y el ponerse á la ventana ,

Siendo mejor encerrarse ,

No puede tragarse.

El decir que le salieron

Las canas en la niñez .

Y que de un golpe otra vez

Los dientes se le cayeron .

Y atestiguar que lo vieron

Quien en tal no pudo hallarse ,

No puede tragarse.

La idea general puede haberla tomado Hurtado de Mendoza de IX 37, en el que Marcial ataca así a la vieja viciosa Gala:

Aunque tú estés en tu casa y te emperifollen en plena Subura

y te confeccionen, Gala, los pelos que te faltan

y de noche te quites los dientes lo mismo que los vestidos de seda

y te acuestes guardada en cien redomas

y tu cara no duerma contigo, haces guiños con las mismas

cejas que te ponen por la mañana

y no sientes el más mínimo respeto por tu coño encanecido ,

al que puedes contar ya entre tus abuelos .

A pesar de todo prometes el oro y el moro; pero mi polla es sorda;

y aunque sea tuerta, te ve ella a pesar de todo .

Pero algunos detalles pueden proceder de otros, como el de la ventana de la tercera estrofa, que recuerda a XI 61, 3-4 («... que cuando desde su ventana de la Subura lo ve / desnudo la putona Leda, cierra el prostíbulo...»), o el de los dientes de la cuarta, que hace lo propio con I 19, 1-2 («Si recuerdo, habías tenido, Elia, cuatro dientes: / una tos acabó con dos y otra con otros dos») o con VIII 57, 1-2 («Los tres dientes que tenía los escupió de un solo golpe / Picente mientras estaba sentado...»).

Del programa general desciende Baltasar de Alcázar al caso específico del tinte de los cabellos con este Epigrama 98 :

Tus cabellos, estimados

Por oro contra razon ,

Ya se sabe, Inés, que son

De plata sobredorados;

Pues querrás que se celebre

Por verdad lo que no es:

Dar plata por oro, Inés ,

Es vender gato por liebre .

Y nos da pie para ver en concreto lo que antes se decía acerca del uso de la redondilla para recoger la estructura del dístico: presentación de la anécdota en la primera estrofa y remate de agudeza en la segunda.

Otras supuestas pretensiones femeninas son también objeto de burla, como la de la ilustre prosapia de V 17, en la que Marcial zahería a Gelia porque rechazaba a un marido de la clase de los caballeros:

Mientras te refieres a tus abuelos y tatarabuelos y sus nombres

ilustres, mientras mi condición de caballero te parece

despreciable, mientras dices que no te puedes casar, Gelia, sino

con un senador, te casaste, Gelia, con un guardia urbano .

Bernardino de Rebolledo (1597-1676), cambiando clase social por creencia religiosa, lo adaptó así 99 :

Juró Filis en vano ,

Para vencer cierto recelo mío ,

Que Moro ni Cristiano

No triunfaría jamás de su alvedrío;

Ríndese a los presentes de un judío;

Y lo que yo más siento ,

Jura que no ha quebrado el juramento .

Los cinco primeros versos han recogido el tono general del epigrama de Marcial, pero la primera palabra («Juró») y la ampliación que suponen los dos últimos no forman parte de éste, sino que están tomados de XI 62 («Jura Lesbia que a ella... Es cierto.»), que veremos más adelante.

Otro tanto ocurre con las pretensiones dinerarias, el despreciar supuestamente el dinero, que en realidad no se tiene, que merecen igualmente la atención satírica de un buen número de autores. A este respecto, el epigrama con más éxito de Marcial es sin duda III 61, un ingenioso juego de palabras contra Cinna:

Dices, malvado Cinna, que nada es lo que pides:

si nada, Cinna, pides, nada, Cinna, te niego .

Pedro de Quirós (s. XVII ), trocando personaje masculino por femenino y concretando en una empanada (que le sirve para acrecentar el juego de palabras) la petición, lo imitó y adaptó de esta manera 100 :

De una empanada antojada ,

Nisi empanada pidio ,

Dar nada es cosa menguada ,

Pues no quiero darla yo

Lo que al fin, al fin es nada .

Con anterioridad, también Baltasar de Alcázar se había fijado en el III 61 de Marcial 101 :

Dice Inés que nada es

Cuanto me pide, y yo luego

Digo que nada le niego ,

De cuanto me pide Inés .

Inés tanto se comide ,

Que cuanto me pide es nada;

Y yo, a quien tanto esto agrada ,

Le doy la nada que pide .

Y tan liberal he andado ,

Que, por no pecar de necio ,

Cuanto me pide con desprecio

Tanto le doy con agrado .

Ha hecho asimismo protagonista de él a una mujer; pero si bien con la primera estrofa tenía suficiente para recrearlo en sus justos términos, ha recurrido a dos más en las que plasma la ya aludida característica de la amplificación.

En fin, otros muy distintos tipos de mujeres, como las flacas, las adúlteras o las viudas, se convierten en el objetivo implacable de las burlas masculinas, sin que falte, todo hay que decirlo, alguna actitud verdaderamente digna de crítica, reprochada ya por Marcial con agudo humor negro, como esta de IX 15, en el que trata de Cloe, que ya había enterrado a siete maridos:

La infame Cloe escribió en las tumbas de sus siete maridos que

«ella lo había hecho». ¿Qué puede haber más candoroso?

Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache (1581-1658), lo adaptó a sus tiempos de la siguiente forma 102 :

Lesbia en la Iglesia se entró

Porque esta losa la oculte:

Quatro esposos enterró;

Y es razón que los sepulte ,

Si ella fue quien los mató .

Los defectos, las características físicas y algún que otro comportamiento fuera de lo que se considera normal constituyen el segundo gran bloque temático de los autores satíricos españoles. El escalafón lo encabezan con todo mérito los narigudos, cuyo prototipo es el conocidísimo soneto de Quevedo A un hombre de gran nariz 103 :

Érase un hombre a una nariz pegado ,

érase una nariz superlativa ,

érase una alquitara medio viva ,

érase un peje espada mal barbado;

era un reloj de sol mal encarado ,

érase un elefante boca arriba

érase una nariz sayón y escriba ,

un Ovidio Nasón mal narigado .

Érase el espolón de una galera ,

érase una pirámide de Egipto ,

las doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito ,

frísón archinariz, caratulera ,

sabañón garrafal, morado y frito .

Al igual que ocurría con las mujeres, también los viejos que se resisten a las huellas del paso del tiempo reciben su ración de mofa; ya Marcial, en III 43, arremetía contra Letino porque se teñía el cabello;

Pasas por joven, Letino, con los cabellos teñidos ,

tan de súbito cuervo, quien ha poco eras cisne .

No a todos engañas; Prosérpina sabe que eres canoso:

ella quitará la máscara de tu cabeza .

En este epigrama se inspiró el anónimo Sacristán de la Vieja Rúa (primera mitad del s. XVII ) para componer el siguiente 104 :

En vano, Celso, te tiñes

por parecer menos viejo ,

y en vano con el espejo

y contigo mismo riñes;

en vano las sienes ciñes

de tan claros desengaños ,

pues los afeites y baños

con que la vejez profanas ,

ya que te quiten las canas

no te quitarán los años .

Tampoco tuertos, chatos, enanos o bufones escapan al látigo de la burla. Lo mismo les ocurre a los ciegos. Pero en el caso del epigrama III 8 Marcial jugaba con la anfibología de la ceguera como minusvalía y la ceguera de amor, hablando así de Quinto, que se había enamorado:

Quinto está enamorado de Tais. ¿De qué Tais? ¿De Tais la tuerta?

A ella le falta un ojo, pero a él los dos .

Fernando de la Torre Farfán (1609-1677) lo tradujo así 105 :

Quinto ama a Thaida . —¿Qué Thaida?

—La que tiene un ojo falto;

A Thaida le sobra el uno ,

Y a Quinto le faltan ambos .

Algunos años antes Salas Barbadillo (1581-1635) se había inspirado en el dístico de Marcial para rematar estas dos redondillas 106 :

De tu patria te partiste

a la guerra a ser soldado ,

de tu prima enamorado ,

don Juan, y un ojo perdiste .

De tu desdicha reniego

y en cuanto puedo me enojo ,

pues vuelves tuerto de un ojo

y fuyste de los dos ciego .

Sin embargo, creo que la amplificación del dístico y el marco general están inspirados en el epigrama IX 40 de Marcial, en el que trata de la promesa que Filenis le hizo a Diodoro:

Cuando Diodoro, tras dejar Faros, se dirigía

a Roma en pos de la corona de Tarpeya ,

Filenis, por el regreso de su marido, hizo la promesa

de que ella —ingenua muchacha— le chuparía eso

que tanto gusta incluso a las castas sabinas .

Desbaratada la embarcación por un luctuoso temporal ,

Diodoro, lanzado entre las olas y atrapado

por el mar, escapó a nado en pos de la promesa .

¡Oh esposo demasiado lento y premioso!

Si mi muchacha me hubiera hecho esa promesa

en la costa, yo habría regresado al instante .

El tercer gran grupo temático lo forma el de los epigramas literarios, en el que se vapulea a los poetas enemigos, a los plagiarios, a los malos poetas, etc. El epigrama III 9 de Marcial, en el que criticaba al criticón Cinna, es con diferencia el más imitado por los poetas hispanos:

Versos dice Cina que escribe contra mí:

no escribe versos aquél a quien nadie lee .

Quevedo lo amplificó y lo utilizó para atacar a su enemigo Góngora:

Dice don Luis que me ha escrito

un soneto, y digo yo

que si don Luis lo escribió ,

será un soneto maldito .

A las obras me remito:

luego el poema se vea .

Mas nadie que escriba crea ,

mientras más no se cultive ,

porque no escribe el que escribe

versos que no hay quien los lea .

Entre los oficios y profesiones, los médicos son el objeto preferido de la burla; lo mismo ocurría en Marcial, que en I 47 atacaba a Diaulo por el cambio de profesión que había llevado a cabo:

Hace poco era médico, ahora Diaulo es enterrador:

lo que hace de enterrador, lo había hecho también de médico .

José Iglesias de la Casa (1748-1791) también recurrió a la amplificación para rematarlo de la misma forma 107 :

Sin crédito en su ejercicio

se llegó un médico a ver ,

y él por ganar de comer

ya se ocupa en nuevo oficio .

Mas tan poco se desvía

de la afición del primero

que hoy hace sepulturero

el que antes médico hacía .

Varios son los epigramas de Marcial sobre perros, generalmente en tono laudatorio. En I 83 se juntaba el hambre con las ganas de comer, es decir, se atacaba a una mujer, Meneya, pero en él aparecía un perro:

Tu caniche, Meneya, te lame la boca y los labios:

no me extraña que al perro le guste comer mierda .

Salas Barbadillo lo amplificó de la siguiente forma 108 :

Doña Ana el verte besar

essos perrillos me enfada ,

que dama tan emperrada

muy cerca está de ladrar .

Dame admiración tu trato ,

y aunque me admiro no yerro ,

si en tus manos traes un perro

y en tu cara la del gato .

Sí estaba en ese tono laudatorio el epigrama XI 69, un epitafio para la perra Lidia:

Yo, criada entre adiestradores del anfiteatro ,

una perra de caza implacable en el campo, zalamera en la casa ,

era llamada Lidia, la más fiel a mi amo Dextro ,

que no hubiera preferido tener a la perra de Erigone

ni al que, de la raza del Dicte, siguiendo a Céfalo

llegó en su compaña hasta los astros de la diosa lucífera .

No me ha arrebatado el lento devenir de los días ni la inutilidad de la vejez ,

tal como fue el destino del perro de Duliquio:

he sido muerta por el colmillo relampagueante de un jabalí furioso ,

tan grande como lo era el tuyo, Calidón, o el tuyo, Erimanto .

Y no me quejo, a pesar de haber sido arrastrada de golpe bajo las sombras del infierno .

No he podido sucumbir a un destino más glorioso .

En cambio, Juan Pablo Fomer (1756-1797), le dio la vuelta al sentido de Marcial para, también bajo la forma del epitafio, quejarse del mimado perro Jazmín:

Aquí yace Jazmín, gozque mezquino ,

que sólo al mundo vino

para abrigarse en la caliente falda

de madama Crisalda ,

tomar chocolatito

bizcocho y confites

el pobre animalito;

desazonar visitas y convites ,

alzando la patita

y orinando las patas y las medias

con audacia maldita ...

Capítulo aparte merecen las diferentes versiones del epigrama X 47 de Marcial, que dirigió a su amigo Julio Marcial sobre las cosas necesarias para una vida feliz:

Las cosas que hacen la vida más feliz ,

mi muy entrañable Marcial, son éstas:

una hacienda conseguida no a fuerza de trabajar, sino por herencia;

un campo no desagradecido, un fuego perenne;

nunca un pleito, pocas veces las formalidades, una mente tranquila;

unas fuerzas innatas, un cuerpo sano;

una sencillez discreta, unos amigos del mismo carácter;

unos ágapes frugales, una mesa sin afectación;

una noche sin embriaguez, pero libre de preocupaciones;

un lecho no mustio y, sin embargo, recatado;

un sueño que haga fugaces las tinieblas:

querer ser lo que se es y no preferir nada;

ni temer ni anhelar el último día .

Este epigrama atrajo la atención de varios escritores que lo tradujeron o imitaron. El primero de ellos fue Joaquín Romero de Cepeda, que lo tradujo libre y ampliadamente en veintinueve hendecasílabos, dedicándoselo a su hermano José; comienza así 109 :

Lo que a la vida haze mas contenta ,

Segura, y agradable, (mi Romero) ,

Es hazienda eredada, no adquirida ...

Más literal es la traducción de Lope de Vega, que convertía los treces versos de Marcial en los catorce de un soneto:

Estas son las cosas que hacen la vida

Agradable, Marcial, mas fortunada ,

Hacienda por herencia, no ganada

Con afan, heredad agradecida .

Hogar continuo, nunca conocida

Querella o pleyto, toga poco usada ,

Fuerzas, salud, el alma sossegada ,

Sencillez cuerda, amigos a medida .

Mesa sin artificio, leve pasto ,

Noche sin embriaguez, ni cuidadosa ,

Lecho no solitario, pero casto .

Sueño que abrevie la tiniebla fea;

Lo que eres quieras ser, y no otra cosa ,

Ni morir teme, ni vivir desea .

V. Cristóbal ha encontrado influencias del citado epigrama de Marcial en dos obras del Siglo de Oro español. La primera es la Epístola moral a Fabio de Fernández de Andrada (que fue publicada poco antes de 1613), en cuyas estrofas 43 y 44 detecta algunas reminiscencias del texto en cuestión 110 . La segunda es la elegía de Juan de Jáuregui (1583-1641) De la felicidad de la vida. Imitación de Pentadio y Marcial en sus epigramas 111 , compuesta en veinte estrofas de tercetos encadenados; las diez primeras están dedicadas a las cosas que se estima generalmente que causan dicha pero que en realidad no la causan; los treinta y un versos de las otras diez lo están a las cosas que sí lo hacen:

Oye, Licio, pues, y la engañada

Multitud á mi voz contigo atienda ,

Si el bien humano conocer le agrada .

Esta será la moderada hacienda ,

Habida por herencia, y sin que el dueño

Con perpétuos afanes la pretenda .

Florido y fértil campo, aunque pequeño ,

Cuya cosecha al que lo siembra ufano

Ni le desvele ni perturbe el sueño .

Cómoda habitación, que en el verano

El fresco admita, y en invierno el fuego ,

Atizado tal vez con propia mano .

Tranquilidad del ánimo y sosiego ,

De litigios exento y pretensiones ,

Nunca pendiente del favor ni el ruego .

Bien compuesta salud, sin presunciones

De aliento y fuerzas, que á seguir te obliguen

Las tropas de guerreros escuadrones .

Prudente sencillez, do se mitiguen

Los vuelos del ingenio remontados ,

Ni en desvelos ocultos se fatiguen .

Iguales los amigos, no encumbrados ,

Donde obliguen á ser destituidos

O con violenta maña conservados .

Fácil, templada mesa, do servidos

Serán manjares limpios, naturales ,

No los adulterados ó fingidos .

Y pues nacidos somos y mortales ,

Ni tiembles de la muerte aborrecida ,

Ni la procures; que en templanzas tales

Hallarás el descanso de la vida .

Es clara la imitación de Marcial, a la que el propio autor alude en el título y tan bien ha descubierto V. Cristóbal 112 . Una vez más se ha recurrido a la amplificación, convirtiendo casi cada verso del original en un terceto, omitiendo alguno y trasladando otros de lugar, como en el caso del «fuego que haga fugaces la tinieblas». Por mi parte, puedo añadir que también en las diez primeras estrofas encuentro huellas del de Bílbilis, en concreto de IX 22, que dirige a Pastor:

Quizás crees, Pastor, que yo imploro riquezas por lo mismo

por lo que las implora la estúpida masa del pueblo:

para que los terrones de Setia emboten mis azadas

y un terreno en Etruria resuene con incontables grilletes de esclavos;

para que cien tableros mauritanos reposen sobre colmillos líbicos

y láminas de oro tintineen en mi lecho ,

y no sean rozadas por mis labios otras copas de cristal que las grandes

y mi falerno ponga oscura la nieve;

para que un sirio vestido con lana de Canosa sude bajo mi litera

y a mi silla de mano se acerque un buen número de clientes elegantes;

para que mis bien bebidos invitados se turben ante mi criado ,

al que ni por Ganimedes querrías cambiar;

para que una mula ensucie mis capas tirias con el barro que la cubre

y una fusta masila maneje a mi caballo .

Nada de eso hay: pongo por testigos a las divinidades y a los astros .

Entonces, ¿por qué? Para regalar, Pastor, y construir .

Aunque de entrada hay otros textos de Virgilio y Horacio que vienen antes a la mente al leer el de Jáuregui, creo que también Marcial ronda por aquí. Compárese, por ejemplo, el v. 2 con éste de la primera estrofa: «Que estima la común plebeya gente»; los vv. 5-6 con éstos de la cuarta: «Y del puro metal que el indio envia / Grabar los crespos recamados lechos»; y, en fin, el v. 10 con la novena: «Ganar lustrosa fama y nombre claro / Con la supérflua copia de sirvientes, / Que admire el ignorante y al avaro».

Para terminar con el X 47, hay que decir que también fue traducido por Manuel Salinas y Rodrigo Caro.

Otros muchos y variados son los temas epigrámaticos imitados por los poetas hispanos; todo tipo de personajes —como los abogados, los nuevos ricos, los pobres— y de situaciones —la suerte, las deudas— son objeto de burla. Algunos de ellos han merecido especial fortuna, como, por ejemplo, los anfibológicos, los que juegan con el doble sentido de las palabras, empleados desde siempre. Baltasar de Alcázar escribió el que sigue 113 :

Magdalena me picó

Con un alfiler un dedo;

Díjele, picado, quedo ,

Pero ya lo estaba yo .

Rióse, y con su cordura

Acudió al remedio presto;

Chupóme el dedo, y con esto

Sané de la picadura .

En el siglo actual, el panameño Gil Blas Tejeira, recogió el espíritu de XI 62 («Jura Lesbia que a ella nunca se la han follado gratis. / Es cierto. Cuando quiere que se la follen, suele pagar») para jugar con un sobreentendido de la palabra «voto»:

—Yo soy dueña de mi voto

y no lo voy a vender—

dijo la muy bella Ester

en casa de Carmen Soto ,

y en verdad no lo vendió

pues cuando halló candidato

fue tan grande su arrebato

que de balde se lo dio .

Igualmente mereció la atención de algunos escritores la manía romana de no cenar en casa, sobre todo en la manera en que Marcial la expresaba en V 47:

Jura Filón que él nunca ha cenado en casa, y es por esto:

no cena, a menos que lo inviten .

El Conde de Villamediana (1580-1622) lo imitó así 114 :

Jura don Juan por su vida

que nunca cena en su casa ,

y es que sin cenar se pasa

cuando otro no le convida .

Y Juan Martínez Villergas (1817-1894) cambió ‘cena’ por ‘coche’ y lo adaptó de la siguiente forma:

Jura Blas por san Miguel

no llevar coche jamás .

Pero es porque quiere Blas

que el coche le lleve a él .

Un último epigrama de Marcial con especial fortuna entre sus seguidores es el XI 92, en el que atacaba al vicioso Zoilo:

Miente quien afirma, Zoilo, que tú eres un vicioso .

No eres un hombre vicioso, Zoilo, sino el mismo vicio .

Bartolomé Jiménez Patón lo tradujo así en el s. XVII :

Miente Zoilo quien dice que eres vicioso .

No eres vicioso, no, Zoilo, ni has sido

Mas por el mismo vicio conocido .

Una consideración final. Es cierto que las escabrosidades y las palabras malsonantes, por una parte, y la acritud en la crítica, por otra, han sido un freno para la unanimidad en el reconocimiento de los méritos de Marcial, hecho que siempre ha ocurrido. Ya Bartolomé L. Argensola decía así en el s. XVI : «De Marcial no trato aquí por la opinión de truhán en que le tienen algunos, no sé con cuánta razón: es cierto que en muchos epigramas mezcla entre las burlas tanta gravedad que se excede a sí mismo» 115 . Años después, el mismo Cervantes en el Quijote (II 16) hace hablar así a don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán , de su hijo Lorenzo: «Todo el día se le pasa en averiguar... si Marcial anduvo deshonesto, ó no, en tal epigrama». D. Quijote, al final de ese mismo capítulo, parece que arremete contra este tipo de poesía cuando le contesta a don Diego: «Riña vuesa merced á su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas (...); porque lícito es al poeta escribir contra la envidia, y decir en sus versos mal de los envidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que á trueco de decir una malicia, se pondrán á peligro que los destierren á las islas del Ponto. Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos». Da la impresión de contradecir el famoso verso de Marcial lasciva est nobis pagina, vita proba (I 4, 8). Y del capítulo 18 de esa misma segunda parte se podría deducir que es Marcial el blanco de su crítica, cuando afirma el propio don Quijote: «Porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo». Esta aseveración no puede menos que hacer recordar el epigrama I 1 de Marcial:

Aquí está el hombre al que lees y reclamas ,

Marcial, conocido en el mundo entero

por sus agudos libros de epigramas .

A él, lector entusiasta, le has dado ,

mientras vivía y lo apreciaba, la gloria

que pocos poetas tienen después de su muerte .

Por esas razones los bien pensantes hispanos fueron arrinconando poco a poco ese tipo de literatura hasta quedar circunscrita a circuitos comerciales casi clandestinos, aunque no se pudo acabar con ella. Federico García Lorca, en las palabras finales del Retablillo de don Cristóbal la reivindicaba de esta manera:

Entre los ojos de las mulas, duros como puñetazos, entre el cuero bordado de los arreos cordobeses, y entre los grupos tiernos de espigas mojadas, estallan con alegría y con encantadora inocencia las palabras y los vocablos que no resistimos en los ambientes de las ciudades, turbios por el alcohol y las barajas. Las malas palabras adquieren ingenuidad y frescura dichas por muñecos que miman el encanto de esta viejísima farsa rural. Llenemos el teatro de espigas frescas, debajo de las cuales vayan palabrotas que luchen en la escena con el tedio y la vulgaridad a la que la tenemos condenada...

Hoy en día hay en los medios de comunicación un resurgir de los tacos y las llamadas expresiones malsonantes, producto de la pérdida de las raíces culturales que hace confundir el mal gusto con la modernidad y bien lejos de la finura de la sátira y la crítica que siempre ha caracterizado a las expresiones populares de este tipo. Los carnavales andaluces han sido —y siguen siendo en algunos casos— buena prueba de ello. Obsérvese (y compárese con los casos que acabamos de ver un poco antes) el uso de la anfibología —tan querida siempre por los españoles en este tipo de manifestaciones— que de la palabra «porra» hacía una murga sevillana de los años treinta 116 :

La Cruz de Beneficencia

pide la España altruista

para un guardia de la porra

por salvar a dos modistas .

En veloz carrera, un auto

atropelló a las chiquillas

y si el guardia no lo evita ,

se hacen una tortilla .

Con un gesto de valor

y con la porra en la mano

se arrojó sobre el motor

aquel digno guardia urbano .

Frenando de suerte el coche paró

y a las chicas de la muerte

con heroísmo salvó .

Esta acción que al guardia honra

fue por todas aplaudida

y le besaban la porra

las chicas, agradecidas .

En otra de ellas se burlaban los de la murga de su vecina Basilisa, que rezaba continuamente a san Antonio para que le saliera novio, y acababan así 117 :

Pero es preciso que tenga

una pupila especial ,

pues la joven Basilisa

es más fina que el coral .

Compárese con XI 101 de Marcial, en el que se reía de lo flaca que estaba Taida:

¿Pudiste ver, Flaco, a Taida, tan escuálida?

Me parece que tú, Flaco, puedes ver lo que no existe .

No parece probable que los murguistas hubieran leído a Marcial. Lo que sí queda claro es que ambos beben de un caudal común: el del ingenio popular que se ha ido transmitiendo de generación en generación al margen de los cauces culturales oficiales. Veamos algunos casos más:

Híceme enferma

por ser visitada;

que si me muriera ,

quedárame burlada .

Esta coplilla, recogida ya por G. Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales ... 118 de 1627, no anda muy lejos del espíritu de XII 56, en el Marcial arremete contra Policarmo, enfermo imaginario:

En un mismo año caes enfermo diez veces o más ,

y eso no te perjudica a ti, Policarmo, sino a nosotros .

Pues cada vez que te recuperas, les pides a los amigos albricias .

Ten vergüenza: cae enfermo de una vez por todas, Policarmo .

En el fol. 319 del ms. 3915 de la Biblioteca Nacional de Madrid aparece otra cuyo comienzo («Mandásteisme saya de grana, / y ahora dáismela de buriel...» 119 ) es muy similar al primer verso del epigrama XI 105 de Marcial («Me regalabas un plato de una libra de plata, me lo regalas, Gárrico, de un cuarto»). Una estrofa del fol. 78 del Cancionero de la Colombina 120 que dice así:

Fuese mi marido

a ser del arzobispo;

dejárame un fijo

y fallóme cinco ,

coincide en buena medida con los dos últimos versos de VIII 31, en el que Marcial ataca a Dentón que, pese a haberse casado, se había marchado a Roma empeñado en conseguir del emperador los derechos de los tres hijos:

pues mientras tú —habiendo dejado sola a tu mujer lejos y durante largo tiempo —

buscas tres hijos, te vas a encontrar con cuatro

Lo mismo se puede decir del sentido erótico que le da Marcial al verbo arare en IX 21,

Artemidoro tiene un esclavito pero ha vendido sus tierras;

Caliodoro tiene las tierras a cambio del esclavito .

Dime, Aucto, cuál de estos dos lo ha hecho mejor:

Artemidoro ama, Caliodoro ara

idéntico al que aparece en este romance recogido en 1601 por G. Lasso de la Vega en Manojuelo de romances 121 :

Por el val que habéis de arar ,

el desposado ,

por el val que habéis de arar

ya estaba arado .

Y, en fin, el remedio que precisaba la joven enferma de amores que aparece en el fol. 229 del ms. 3685 de la Biblioteca Nacional de Madrid 122 («Si de mal de amores / muere la niña, / ciruelita de fraile / la resucita») es el mismo que cuenta Marcial que necesitaba la histérica Leda en los dos últimos versos de XI 71 («Al punto llegan los médicos y se van las médicas,/ y se le levantan los pies. ¡Oh fulminante remedio!»).

Todos estos casos, como digo, son muestras más que suficientes del caudal común de la tradición popular al que no son ajenos los poetas que, como Marcial, estaban tan cerca de la realidad social de su tiempo.

VI. FORTUNA DE MARCIAL EN EUROPA 123

La Antigüedad

Los epigramas de Marcial gozaron de una gran popularidad entre sus contemporáneos no sólo en Roma, sino también en las provincias del imperio romano. Plinio el Joven nos ha dejado por escrito las razones de tal éxito en la necrológica que escribió en el año 104 d. C. (Cartas , III 21): la gracia (sal) , la agudeza y la malicia (fel) y una cierta ingenuidad (candor) .

Las sátiras de Juvenal (ca . 65-140 d. C.) no se entenderían cabalmente sin tener en cuenta el aprecio que sentía el satírico por el epigramatista 124 . Igualmente, el autor de los Priapea debe mucho a Marcial 125 .

Frecuentes citas, alusiones e imitaciones de Marcial se encuentran a lo largo del siglo IV d. C. en las obras de San Jerónimo (ca . 342-420), Paulino de Nola (353-431) y Prudencio (ca . 348-406). Mención especial merecen Décimo Magno Ausonio (ca . 310-395) 126 y Claudio Claudiano (muerto sobre el 404). Los Epigrammata Bobiensia , una obra del círculo de Naucelio, amigo de Símaco (ca . 340-402), deben mucho a la tradición epigramática griega, pero el lenguaje debe no poco a Marcial.

Sidonio Apolinar (ca . 430-ca . 479) enfatiza el aspecto satírico de Marcial, a quien describe como mordax sine fine (Poesía IX). Otros escritores tardíos que imitaron a Marcial fueron Ennodio (473-521), Alcimo Avito (ca . 490 - ca . 525), y Venancio Fortunato (ca . 540 - ca . 600). En el norte de Africa destacan dos imitadores de Marcial: Draconcio (fl . 490) y, especialmente, Luxorio (fl . 525), aparte de muchos epigramas contenidos en la Anthologia Latina , tres de cuyos epigramas se atribuyen al mismo Marcial (AL XIII 269-70).

La Edad Media

En el medievo Marcial fue conocido sobre todo a través de florilegios, en los que se recogían versos sentenciosos y pasajes de carácter moralista.

En el año 790 la obra de Marcial ocupaba un lugar en la biblioteca del palacio de Carlomagno. Marcial era conocido en la escuela palacio de Carlomagno y en Fleury en el s. IX, como se demuestra por las citas que encontramos, por ejemplo, en Rabano Mauro (776-856), en Lupo de Ferrières (ca . 805-862) o en Teodulfo de Orleáns (muerto en 821).

Los siglos X y XI no se distinguen por un aprecio especial hacia la obra de Marcial, que sólo aparece citada en obras poco conocidas.

Durante los siglos XII y XIII Marcial vuelve a ser objeto de citas e imitaciones. Godofredo de Winchester (ca . 1050-1107) compuso epigramas al estilo de Marcial y autores, como Juan de Salisbury (1115-80), Gualterio Map (ca . 1113-1213), Pedro de Blois (muerto en 1200), Enrique de Huntingdon y Giraldus Cambrensis (1147-1222), tuvieron conocimiento de la obra del bilbilitano. Un poco después, Vicente de Beauvais (ca . 1190-1264) presenta en su obra citas de Marcial, tomadas seguramente de una copia del Florilegium Gallicum del s. XII .

De todas formas, las citas, adaptaciones e imitaciones de los epigramas de Marcial no se multiplican hasta el Renacimiento.

Marcial y el humanismo

En el siglo XIII algunos precursores del humanismo en el norte de Italia estaban familiarizados con la obra de Marcial, como Albertano de Brescia (ca . 1190-1250), Jeremías de Montagnone (ca . 1255-1321), Lovato Lovati (1241-1309), Albertino Mussato (1261-1329) y Zamboni di Andrea (muerto en 1315).

Giovanni Boccaccio (1313-1375) descubrió un manuscrito (K) , hoy perdido, procedente de Monte Cassino, que contenía el Liber de Spectaculis y los diez primeros libros de los epigramas. A partir de aquí, todos los humanistas italianos, desde Petrarca a Poggio, tuvieron un conocimiento adecuado de Marcial. Antonio Beccadelli, el Panormita (1394-1471), se inspiró en Marcial para su colección de epigramas escabrosos en los dos libros del Hermaphroditus , escrito sobre el año 1425.

Lorenzo Valla (1407-1457) cita a menudo a Marcial en el Elegantiarum Latinae Linguae Libri VI , compuesto durante los años 1435-1444. La popularidad de Marcial en la época se refleja en el gran número de manuscritos del s. xv que han sobrevivido. No obstante, no faltaron quienes, como Eneas Silvio Piccolomini, después papa Pío II, le tildaran de pernitiosus .

También se multiplicaron las ediciones y los comentarios de la obra de Marcial. En 1471 salió a la luz la editio princeps , cuyo honor se disputan Roma, Ferrara y Venecia. El comentario más completo de la época, que se editó en 1474, se debe a Domizio Calderini (1446-1478), seguidor de Poggio, que generó un odio más que filológico de sus rivales, como Perotti y Merula, que editaron sendos comentarios de la obra de Marcial. También se interesó por nuestro poeta el cardenal y filólogo Angelo Ambrogini Poliziano (1454-1494), a quien le interesaba tanto la lengua de Marcial como la información que proporcionaba sobre el mundo antiguo.

Como recordaba más arriba, no todo fueron parabienes para la obra de Marcial. Rafael Maffei, conocido como Volterranus (1451-1522), Andrea Navagero (1483-1529) o Ludovico da Ponte (1467-1520) mostraron una clara hostilidad hacia Marcial, quien acabó siendo puesto en el Index auctorum et librorum prohibitorum en 1559 por el papa Paulo IV.

Marcial en la Europa de los siglos XVI y XVII

Las ediciones de Marcial se multiplicaron en Francia desde 1502 tanto en Lyon como en París. Entre los numerosos imitadores de nuestro poeta habría que destacar a Joachim du Bellay (ca. 1525-1560), quien publicó un volumen de Epigrammata en 1558, a Clément Marot (1497-1544), un poeta de la Pléyade, a Julio César Escalígero (1484-1558), a Étienne Tabouret (1549-1590) y a Miguel de Montaigne (1533-1592), quien alude frecuentemente a Marcial en sus versos.

La primera edición no italiana de Marcial apareció en Basilea en 1559 bajo el cuidado de Adriaen de Jonghe (Adrianus Iunius, 1511-1575), editada por segunda vez en Amberes en 1568. Después, merecen destacarse las ediciones de P. Scrijver (Petrus Scriverius, 1576-1660) de 1618-19 y la muy censurada del jesuita francés André Frusius (muerto en 1556) y continuada por Edmond Auger (1530-1591), cuya edición se publicó en Amberes en 1558. Estos editores fueron llamados por Valpy Martialis resecti curatores novi . Las ediciones expurgadas continuaron, por ejemplo, con el austríaco Mathieu Rader (Matthaeus Rader, 1561-1634), a quien se debe la versión de 1599, y con el francés Vincent Collesson en su edición para uso del Delfín en París 1680, aunque relegó los epigramas obscenos a un Apéndice de 150 piezas, del que Byron diría en su Don Juan (I 44): saves in fact the trouble of an index .

Mención especial merece la edición parisina de 1607 del abogado y diplomático español Lorenzo Ramírez de Prado (Ramiresius de Prado, 1589-1658). Su edición incluía un comentario sobre el Liber de spectaculis y los cuatro primeros libros de los epigramas de Marcial.

En Alemania son dignos de mención Martin Opitz (1597-1639), cuyos Deutsche Poemata de 1624 son un claro ejemplo del uso del epigrama de Marcial en Alemania, y el pastor luterano de Luneburg, Johan Burmeister, quien editó en 1612 una edición completa de Marcial con muy curiosas explicaciones tendentes a convertir la frivolidad, impiedad y vanidad del bilbilitano en gravedad, piedad y veracidad.

La influencia de Marcial en Gran Bretaña en el renacimiento inglés comenzó con los epigramas neolatinos de Sir Tomás Moro (1478-1535). También destacó John Parkhurst, obispo de Norwich (muerto en 1575), quien compuso epigramas, inspirados en Marcial, en metros yámbicos. Tres libros de epigramas en latín escribió John Owen (1564-ca . 1628), muy pronto llamado «el Marcial inglés» o Martialis redivivus .

La influencia del epigrama de Marcial se observa con más fuerza en las obras de Sir John Harington (1560-1612) y en Ben Johnson (1573-1637). Muchos epigramas de Harington son traducciones fieles de Marcial y Ben Johnson desarrolló el epigrama en su sentido más amplio, no sólo en su aspecto satírico.

Marcial en los siglos XVIII y XIX

El siglo XVIII no fue la época mejor para la obra de Marcial. El surgimiento del Romanticismo prefirió a los griegos muy por encima de los clásicos latinos.

En Francia los juicios negativos de François Arouet de Voltaire (1694-1778) y de Nicolás Boileau (1636-1711) llevaron a preferir el epigrama griego a las poesías de Catulo y de Marcial.

En Alemania se hizo famoso Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) con su famosa teoría sobre el género epigramático, la estructura bipartita (Erwartung y Aufschluss) , que tanto ha influido hasta nuestros días.

En Gran Bretaña seguían apareciendo versiones o imitaciones de Marcial en periódicos de la época, como The Spectator, The Rambler y The Gentleman’s Magazine . Poetas menores siguieron inspirándose en Marcial, como John Byrom (1692-1763) o Matthew Prior (1664-1721). Es curiosa la excéntrica traducción que hizo James Elphinston (1721-1809) en 1782, intentando demostrar que Marcial era sobre todo un moralista.

El siglo XIX también supuso un descenso en la popularidad de los epigramas de Marcial en toda Europa. La opinión se resume en dos versos del Don Juan (I 43) de Byron, publicado en 1819:

And then what proper person could be partial

To all those nauseous epigrams of Martial?

Y Lord Macaulay condenó a Marcial por su grosería, mendicidad y adulación hacia el emperador y sus amigos. El esfuerzo de Andrew Amos con su Martial and the Moderns (Cambridge, 1858) para contrarrestar esta corriente negativa fue inútil. Con todo, Robert Louis Stevenson (1850-1894) cita a Marcial como uno de los escritores que influyeron en su obra. Fue una excepción en el desprecio que se sintió por él en la sociedad puritana inglesa.

Todo lo contrario ocurrió en las Universidades alemanas. Todavía hoy seguimos beneficiándonos del progreso en la elucidación y purificación del texto de la obra de Marcial.

Los nombres de D. F. W. Schneidewin (1810-1856) y, especialmente, de L. Friedländer, con su edición y comentario de 1886, son fundamentales para el conocimiento de la obra de Marcial.

Dos grandes poetas alemanes sufrieron una gran influencia de sus epigramas: J. W. Goethe (1749-1832) y F. von Schiller (1759-1805), quien publicó en 1796 los Xenia , una colección de trescientos epigramas satíricos.

Marcial en el siglo XX

El interés filológico por Marcial se ha acrecentado a lo largo de todo el siglo XX continuando el camino trazado por la filología alemana.

Se ha mejorado el texto de los epigramas de Marcial gracias a las ediciones de Lindsay (Oxford, 1903, 1929), Giarratano (Turín, 1919, 1925, 1951), Heraeus (Teubner, 1925, 1976, 1982), Izaac (París, 1930-1933) y Shackleton Bailey (Teubner, 1990; Loeb, 1993).

Algunos comentarios sobre libros concretos han sido modélicos, sobre todo, el de M. Citroni al libro I (Florencia, 1975), aunque no desmerecen los de P. Howell al libro 1 (Londres, 1980, I) y N. Kay al libro XI (Oxford, 1985). En las universidades inglesas, italianas y españolas se están preparando en la actualidad comentarios concretos a los libros no comentados todavía.

Los estudios sobre cuestiones textuales, históricas o literarias no han dejado de publicarse a lo largo de todo el siglo. Se podrían mencionar, entre otros, a A. E. Housman, M. Dolç, R. Syme, H. Berends, K. Barwick, E. Siedschlag, R. Helm, H. Szelest, W. Burnikel, M. Citroni, N. Holzberg, P. Laurens y J. P. Sullivan.

VII. LA TRANSMISIÓN DEL TEXTO 127

Tres son los pasos fundamentales en el ordenamiento de la tradición manuscrita de Marcial. El primero se debe a Schneidewin, que en su editio maior 128 de Grimma, en 1842 (para la que utilizó más de setenta ediciones y unos cien códices, amén de tener referencias de otras veinte ediciones y otros cincuenta códices), distribuyó los manuscritos de Marcial en las tres familias en que hasta hoy se reconocen. El segundo, a Friedlander, que demostró que las lecturas de esas familias derivaban de tres textos antiguos. Y el tercero, a Lindsay, que, aparte de reconstruir el de la segunda familia, probó que los tres textos corresponden a tres ediciones antiguas y lo plasmó en el aparato crítico.

La tres familias son las siguientes:

1.ª FAMILIA (florilegica) α 129 :

Lo que queda de ella son antologías (ningún libro está completo) de los s. IX y X . Su importancia principal radica en que es la única que conserva el Libro de los Espectáculos , y siempre al principio. Los códices más importantes son:

H:

Hauptii Vindobonensis cod. lat . 277. Comienzos del s. IX (o s. VIII ). Ff. 71-73. Probablemente francés.

T:

Thuaneus (luego Colbertinus) Parisinus lat . 8071. S. IX-X . Ff. 24r-51r. Del centro o el Sur de Francia.

R:

Vossianus Leidensis Q. 86. S. IX . Ff. 99v-108v. Quizás de Tours.

A éstos habría que añadir M, que consiste en las notas marginales de Bongars a la edición de Colineo de 1593 y que se conserva en la Biblioteca de Berna con la signatura G 152; pero su origen, atribución y utilidad son muy discutibles.

El principal motivo de discusión en esta familia ha sido si T es copia o no de H; el status quaestionis apunta a que no lo sea. Y con respecto a su arquetipo, se puede afirmar que en él el texto de Marcial estaba completo y que presentaba la característica de sustituir algunas palabras obscenas 130 .

2.ª FAMILIA (Gennadiana) β:

Se la llama así por las firmas de Torcuato Genadio que aparecen al final de casi todos los libros en L y Q y que demuestran que el texto se remonta a una edición corregida por Genadio en el año 401. Su arquetipo, posiblemente beneventano, en minúscula longobarda, perdió un folio (por lo que no se conservan en esta familia los versos que van de 41, 4 a 47 del libro I) y había alterado el orden de un cuadernillo. Sus códices principales son:

L:

Bernolinensis (antes Lucensis) lat. fol . 612. S. XII . Ff. 1-56. Biblioteca Preussischer Kulturbesitz, de Berlín; antes estuvo en la del monasterio de Santa Maria Corteorlandini de Lucca.

P:

Vaticanus Palatinus lat . 1696. S. XV . 180 ff. Quizás procedía de Padua.

Q:

Londiniensis Arondellianus 136. S. XV . 141 ff. Probablemente fue comprado en Padua por Pirckheimer hacia 1460.

f:

Florentinus Laurentianus 35.39. S. xv . 248 ff. Fue escrito por el humanista florentino G. A. Vespucci.

F:

Florentinus Laurentianus 35.38. S. xv . 161 ff. Copia de otro perdido, que había interpolado las lecturas de Genadio.

3.ª FAMILIA (vulgata) γ:

Su arquetipo parece haber sido un ms. francés en minúscula del S. VIII o IX al que faltaba, en el libro X, desde 56, 7 hasta 72 y desde 87, 20 hasta 91, 2. De los muchos códices que la forman, los más importantes son:

E:

Edimburgensis Fac. Advocatorum 18.1.1. S. IX o X . 108 ff. Procede del Norte de Francia.

A:

Vossianus Leidensis Q. 56. S. XI . 171 ff. Le falta el cuadernillo inicial.

X:

Puteaneus Parisinus lat . 8067. S. IX o X . 90 ff. Procede del monasterio de Corbie.

V:

Vaticanus lat . 3294. S. IX o X . 99 ff. Quizás estuviera antes en Auxerre.

Además, tienen una relativa importancia dentro de esta última familia los mss. G (Gudianus Guelferbytanus lat . 157; s. XII al XIV ; 37 ff.), B (Vossianus Leidensis lat . Q. 121; s. XII o XIII ; 42 ff.), C (Vossianus Leidensis lat . Q 89; s. XIV ; 95 ff.) e Y (Mediolanensis Ambrosianus H 39; s. XII XIII ; 91 ff.).

Los distintos editores de Marcial han utilizado esporádicamente algún que otro florilegio, como Fris. (Frisigensis Monacensis 6292; s. XI ; ff. 118r-119v), N (Nostradamensis Parisinus lat . 17903; s. XIII ; ff. 63v-70v), D (Diezianus Berolinensis 60; s. XIV ; ff. 27r-28v), p (Parisinus lat . 7647; s. XII-XIII ; ff. 104r-110v), Salmas. (Salmasianus Parisinus lat . 10318; s. VII ), Paris. (Parisinus lat . 8069; s. XI ), Brit. (Londiniensis Royal 15.B.XIX; s. IX ) y Lips. (Lipsiensis Rep . 1.74; s. X ). Y, en fin, las variantes (o conjeturas) de las primeras ediciones italianas, incluidas las impresas (It.)

Origen común y variantes de autor

Es una de las cuestiones más ampliamente debatidas en la transmisión del texto de Marcial. Apuntada por Schneidewin, recogida por Friedländer y ampliada por Lindsay, se plantea como sigue: partiendo de que los errores comunes a las tres familias son escasísimos y se pueden haber producido de manera independiente, de que, como demuestran las firmas de Genadio en la segunda familia, el origen común no es medieval sino tardoantiguo, de que en cada una de las familias hay variantes que la oponen a las otras dos, y de que los libros XIII y XIV —los primeros que se escribieron— aparecen siempre en último lugar en las tres familias, algunos estudiosos deducen que las ediciones tardoantiguas de las que derivan las tres familias derivan a su vez de una edición única realizada tras la muerte de Marcial 131 ; y, yendo un poco más lejos, las variantes de esas tres ediciones serían las de las ediciones originarias, es decir, serían variantes de autor 132 .

La crítica más reciente se muestra al respecto cauta (como Citroni 133 , que admite la primera posibilidad, la de la edición común, pero encuentra la segunda «estremamente precaria»), positivista (como Reeve 134 , que afirma que deben cumplirse previamente tres condiciones: demostrar que Marcial publicó o pudo haber publicado de una manera que permitiera la circulación de diferentes versiones; ni las tres familias a la vez ni dos de ellas deben compartir errores significativos; y que no haya otra explicación más concluyente para las variantes; admite la primera, niega la segunda con ejemplos y, afirma de la tercera que «no one has produced positive reasons», salvo para X 48, 23), o concluyente (como Shackleton Bailey 135 : trium recensionum lectiones varias ad poetam non redire ex ipsarum natura certo certius est) .

Manuscritos españoles 136

Son siete, y todos del s. XV ; ninguno está relacionado con la primera familia. Con la segunda lo está el ms. 10098 de la Biblioteca Nacional (185 ff.) y el ms. 110 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca (211 ff.). Con la tercera lo están el ms. 10033 de la Biblioteca Nacional (204 ff.) y los mss. M-II-16 (ff. 1-164) y S-III-11 (ff. 1-183) de la Biblioteca de El Escorial. Los dos que faltan proceden de contaminaciones entre la segunda y la tercera familia: el ms. e-II-16 (ff. 1-253) de El Escorial y el ms. 101-26 (189 ff.) de la Biblioteca Capitular de Toledo 137 .


Salvo indicación expresa en contra, hemos seguido el texto de la edición de D. R. SHACKLETON BAILEY en la Bibliotheca Teubneriana (Stuttgart, 1990). Los títulos de los epigramas, originales en los libros XIII y XIV, los hemos tomado de la edición de V. Collesso (Venecia, 1739).

Sevilla, otoño de 1995.

Epigramas I

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