Читать книгу La otra vida - Mariano Peyrou - Страница 8
Convivencia
ОглавлениеParecen más, pero sólo
son veinticuatro horas. La primera
puede ser azul pálido, sal,
horizonte; la segunda es sin duda un
cesto vacío, la tercera dos cestos vacíos
o un cesto por la mitad (es casi lo
mismo); para la cuarta desembocamos
en cualquier otro plano, por ejemplo en el
recuerdo del día en que se arranca
un pedazo de corcho de un árbol con
la idea de regalarlo a la vuelta del campo;
en la quinta jugamos al ajedrez, yo
suelo ser alfil; la sexta y la séptima
son un resbalar jabonoso y lunático;
la cera de las velas, todos los atributos de la
cera de las velas abundan en la hora
octava y sellan lo que será la primera
parte siempre que estructuremos a partir del número
tres (se recomienda el tres, es tanto más
justo y cómodo, a la humana medida);
entonces la novena, o nona
si uno tiene mal gusto, será otra vez
azul o rosa pálido pero menos, y algo de
hastío, de círculo, como cuando
estamos sentados en esos lugares desde los que
es tan evidente que la tierra es redonda,
y así la décima puede consistir en preguntarse cómo
es que tardaron tanto en darse cuenta;
todo va rodando por el círculo
enjabonado: claro, es tan fácil pensar así ahora,
autocrítica en la undécima; y atravesamos
la duodécima dudando si no hubiera sido
mejor trabajar con el dos, al fin y al cabo
la decimotercera parece algo nuevo
o recién barnizado; la decimocuarta confirma que
la estructura es binaria: ahora se ve que son las horas
las que nos vienen buscando; por ejemplo la
decimoquinta, una rubia que baila
y nos pide bailar; no importa
qué hayamos contestado, ya van
dieciséis y se intuye la costura, se siente la proximidad [del ombligo;
la decimoséptima es la hora de entender, incluso
la televisión se justifica; Bach
sabía de todo y la decimoctava lo trae con su brisa,
las matemáticas son sólo el esqueleto;
una medusa se evapora en la arena,
ya es la decimonovena y sin embargo hace frío,
soledad, desde tan cerca no te veo mientras
la vigésima nos sigue empujando cruelmente,
nos sigue la vigesimoprimera, corremos
escapando del tiempo
que no quiere alcanzarnos sino hacernos correr;
durante la siguiente sufriremos un breve
ataque de epilepsia sentimental,
y la vigesimotercera traerá la voluntad de
equilibrio, para esto recomendamos la puesta
de sol o el amanecer (son las dos
puntas del mismo ovillo) pero con
mesura porque la vigesimocuarta será
un semáforo y una banda
de Moebius sobre la que ya no
hace falta jabón para que sigamos
deslizándonos siempre por el mismo día,
deslizándonos siempre por el mismo día
hasta que algo alguna vez se rompa y sea mañana,
que es el ayer del próximo amor.