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INTRODUCCIÓN

El científico argentino Manuel Sadosky lideró las gestiones para la adquisición, en 1959, de una computadora que pudiera realizar cálculos avanzados y considerables. Para ello se realizó una licitación pública internacional, en la que la computadora ganadora fue una Ferranti Mercury, de cuyo tipo sólo se produjeron diecinueve unidades. Esa computadora llegó a Buenos Aires el 24 de noviembre de 1960 y meses después empezó a ser utilizada en el Pabellón I de la nueva Ciudad Universitaria de la Universidad de Buenos Aires. Hubo que entrenar técnicos y reacondicionar la sala donde fue alojada. Fue bautizada Clementina y entró en servicio efectivo en enero de 1961, poseía 5.000 componentes activos, una memoria de 5 kilobytes y medía 18 metros de largo. El nombre Clementina surgió de una canción popular inglesa en la que se modulaba el pitido que emitía la máquina.

Como todas las computadoras de la época, carecía de monitor y de teclado. Originalmente la entrada de instrucciones se hacía con un lector fotoeléctrico de cinta de papel perforado, similar a los usados por los teletipos, y los resultados se emitían por una perforadora de cinta que alimentaba una impresora que llegaba a las cien líneas por minuto.

La computadora prestó servicios para varias dependencias del Estado y trabajó en cálculos astronómicos, modelos matemáticos de cuencas fluviales y econométricos, desarrollos en computadora del método de camino crítico (CPM), estudios de mecánica del sólido, problemas lingüísticos y problemas estadísticos.

Clementina siguió funcionando hasta mediados de 1971, cuando su mantenimiento por falta de piezas se hizo imposible. Tenía la capacidad de sumar dos números en punto flotante en 180 microsegundos y multiplicarlos en 300.

Desde esa época, como se dice comúnmente, “mucha agua ha corrido bajo el puente”. Hasta hace unos años las autoridades escolares y los docentes podían pensar que el aprendizaje con diversos medios digitales debía restringirse a algunas horas por semana o a algunos campos del conocimiento y/o materias en particular. En la actualidad es imprescindible no generar ningún tipo de límite a la incorporación de las TIC en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Experiencias como los modelos 1 a 1 (por ejemplo, del programa Conectar Igualdad o del Plan Sarmiento en la ciudad de Buenos Aires), las pizarras electrónicas, los laboratorios de informática móviles, los dispositivos inalámbricos como iPads, tablets, etc., nos indican que las nuevas tecnologías llegaron para quedarse.

Uno de los debates actuales, en los que se discute con pasión, es sobre los diferentes dispositivos que se deberían incorporar en el aula. Sin subestimar este debate, ni negar los intereses económicos de diferentes compañías que se entrecruzan con relación a los dispositivos tecnológicos y a campañas de marketing para instalar diferentes productos, la intención del título de este libro y uno de sus objetivos propuestos es continuar mostrando la idea de proceso histórico pues, al margen de una tecnología específica, en diferentes épocas se intentaron alternativas para incorporar la tecnología en las diversas instancias académicas y niveles educativos, con disímiles resultados.

Estamos seguros de que los docentes, los alumnos y los contenidos que se enseñan y aprenden tendrán que estar en el centro, pues serán los protagonistas de la tríada didáctica del siglo XXI. Pues de eso se trata entonces: encontrar los mejores caminos, senderos y, por qué no, atajos, que nos permitan mejorar la educación y contribuir a que nuestros alumnos actuales sean ciudadanos críticos y autónomos, que incorporen diferentes competencias tecnológicas necesarias para desempeñarse en la sociedad actual.

Sin duda que a mediano plazo estaremos inmersos en ámbitos rodeados por diversas tecnologías envolventes, se seguirán desarrollando aplicaciones en la web donde podremos almacenar y compartir muchísima información y diferentes contenidos, donde podremos interactuar con alumnos y docentes de una forma interactiva y multimedial, donde se trabaje de manera colaborativa integral.

Vaya entonces nuestro más sentido homenaje a Manuel Sadosky y a todos los pioneros que aportaron su granito de arena para lograr que la ciencia y la tecnología pudieran desarrollarse en nuestro país. Desde este mojón fundamental y pilar en la relación entre sociedad, ciencia y educación, tenemos que partir de lo que fuimos para comprender lo que deseamos y podemos ser.

¿Cómo integrar las TIC en la escuela del siglo XXI?

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