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Capítulo 1- Historia

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La devoción y culto por la Santa Muerte es muy antigua, y en la actualidad se ha convertido en una imagen muy familiar en México (de donde es originaria), y otros países. Muchos de ellos se debaten su origen, desde México a Cuba, también algunos templos espiritistas africanos (debido a que en África existe una imagen muy parecida, venerada llamada Oyá) pero la verdad es que realmente nadie sabe a ciencia cierta de dónde proviene la creencia.

Se puede encontrar en altares por la calle, en tiendas, a veces como mercancía, otras como testimonio de la fe del comerciante, en casas; a la par que imágenes de otros santos católicos como la virgen de Guadalupe entre otros, que hasta hace poco eran la única manifestación pública de la religiosidad popular mexicana.

El nacimiento y la muerte forman parte del ciclo vital del ser humano, no somos conscientes de nuestro nacimiento porque somos unos bebés, pero la realidad en un hombre adulto hace que la consciencia sobre la muerte sea prioritaria.

La Santa Muerte se popularizó en la década de los años sesenta cuando en un lugar de Catemaco en Veracruz, un aldeano vio la figura de la Santa Muerte dibujada en las maderas de su choza y fue a pedirle al cura del lugar que verificara la imagen y la canonizara. Éste se negó y los aldeanos decidieron propagar de persona a persona la aparición, sin tener un sitio donde poder venerarla.

En México, la civilización azteca, reconoce el ciclo de la vida humana representada por dos deidades: Mictlantecuhtli y mictlancícuatl, el Señor y la Señora del Mictlán, a las que iban a parar los muertos comunes después de una travesía considerada larga y difícil. Su templo se encontraba en el centro ceremonial de la antigua ciudad de México-Tenochtitlan. Su nombre era Tlalxico, que significa “ombligo de la tierra”.

Para poder presentarse ante el Señor y Señora de la muerte había que pasar numerosos obstáculos; apartarse de piedras que chocan entre sí, atravesar desiertos y colinas, una amenaza en forma de cocodrilo llamado Xochitonal, vientos que traían filosas piedras de obsidiana, y un caudaloso río que al muerto le costaba atravesar, y pedía la ayuda de un perro que era sacrificado el mismo día de su funeral (Xoloitzcuintle).

Algunas de estas creencias prehispánicas aún están latentes en la cultura popular mexicana, como el día 2 de noviembre o día de muertos, cuando se festeja el día de los antepasados difuntos, y la idea de recordar a los muertos con alegría como ellos vivieron en vida y no con la tristeza y pena de su muerte; siendo muy popular llevar música para bailar en los entierros y alegrar su partida. Puesto que se ve a la muerte como un ser sufriente que se encarga de un trabajo penoso, al cual se le dio un gran poder pero una grande carga que nadie ve.


Existían otras representaciones de la muerte entre los mexicanos; el tzompali, “hilera de cráneos”. No era otra cosa que barras de madera en donde se ensartaban cráneos y con las que se formaban grandes hileras, como en los ábacos. Se encontraban en los grandes templos del México antiguo y eran considerados parte importante del culto a la muerte. También se podía representar la muerte ya sea en figuras de calaveras talladas en piedra, en barro o bellamente pintadas. Aparecieron calaveras humanas adornadas con pedernales y con conchas en lugar de ojos. Los entendidos no se han puesto de acuerdo acerca del significado de estas calaveras, pero suponen que serían una ofrenda a los señores de la muerte. También aparecieron rastros de la muerte descarnada, adornos de la diosa Coatlicue, las ofrendas en incensarios rituales, y figuras de todo tipo y tamaño.

Ello indica que existía un culto muy fuerte hacia la muerte entre los antiguos mexicanos. También entre los mayas, los tarascos o los totonacas, que también fueron devotos de la muerte.

Y llegaron los españoles, se pensó que todo el culto a la muerte iba a quedar en el olvido, pero no fue así. Mictlantecuhtli y Mictlantecuhatl (sobre todo esta última) permanecieron ocultos y muchos de sus devotos los siguieron

Según el arqueólogo Carlos Navarrete, en su estudio sobre la Santa Muerte explica que la devoción popular podría haber nacido como producto del sincretismo entre una deidad cristiana relacionada con la muerte y san Pascual Bailón, personaje del santoral católico y las ánimas solas.

La conquista española se impuso a sangre y fuego sobre los pueblos originarios de México, pero hubo otra conquista, la espiritual, que fue la destrucción total de las divinidades que conformaban la cultura indígena. Sin embargo y a pesar de todos sus esfuerzos, dentro del catolicismo aún quedaron algunos rastros de la religión antigua y por tanto el culto a la Santa Muerte es parte de ese pasado remoto.

La conversión de los pueblos indígenas fue primordial para los misioneros franciscanos, la resistencia de los indígenas hacia nuevas doctrinas religiosas era una condena permanente para los evangelizadores. En un informe de cerca del año 1600 y cuyo tema principal son las idolatrías en el pequeño pueblo de Tuxtla, se denuncia sobre las malas prácticas que algunos indígenas hacían a escondidas de los religiosos.

Para los católicos el único y verdadero Dios era el que se establecía en la Biblia, por eso cuando encontraron otro pensamiento religioso lo condenaron como si fuera un rito satánico, pero injustamente ya que en el México antiguo no se conocía el concepto de infierno. Los dioses indígenas eran venerados en las pirámides, en los cerros y en las cuevas, por esta razón en los primeros años de la evangelización los misioneros católicos no entendían porqué bailaban alrededor de unos huesos (que muchas veces habían pertenecido a altos sacerdotes o gobernantes y de allí que ellos les rindieran culto), y estas sólo eran parte de las prácticas religiosas de entonces, las cuales quedaban fuera del alcance de la comprensión de las mentes de los conquistadores y de los evangelizadores.

Para intentar ocultar estas prácticas, lo más probable es que los fieles devotos a Mictlancihuatl hayan “vestido” el culto a esta diosa con elementos del catolicismo para evitar ser castigados. La mezcla de ambas raíces, la indígena y la europea, así como la incorporación de elementos criollos, dio origen al culto a la Santa Muerte tal y como la conocemos hoy.

El culto actual y contemporáneo a La Santísima Muerte apareció en Hidalgo hacia 1965. Y está arraigado en los estados de México, Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Campeche, Morelos y el Distrito Federal (en el barrio de Tepito es de uso común entre los delincuentes o los comerciantes), Nuevo León, Chihuahua, Quintana Roo, Oaxaca, Tijuana y Guanajuato. Se integró con el culto a Tonantzin (deidad femenina para los indígenas y más tarde sincretizada en la Virgen de Guadalupe) y el de la Virgen María.

La Santa Muerte es una entidad espiritual, una imagen, un ánima que ayuda y protege a todo aquel que se acerque a ella a pedirle favores, no trabaja bajo ningún tipo de magia, ni blanca ni negra. En ocasiones se ha comentado de ella que es siniestra, dolorosa, cruel y fría, pero esto no es así.


Entre los favores que los devotos de la Santa Muerte cuentan, están los de hacer milagros a aquellos que la veneran. Su culto se ha asociado con los criminales, prostitutas y traficantes de drogas. También invocan su protección la gente de las ciudades modernas y pueblos. Pero las personas que viven en situaciones de alto riesgo son quienes suelen venerarla más, portando medallas o imágenes de ella, incluso un tatuaje en la piel. La llevan los militares, los policías, los narcotraficantes, los delincuentes y las prostitutas principalmente. La Santísima Muerte es un símbolo que identificaría personas que viven entre lo legal y lo ilegal, pero, también se puede hallar en estratos altos de la sociedad.

Se le pide de todo: salud, amor, buena suerte, recuperar objetos robados o incluso familiares secuestrados, para el negocio, para abrir caminos, para ganar juicios, para alejar a los malos vecinos, para proteger vehículos de los accidentes y robos, para tener más dinero, para que nos paguen deudas, para encontrar trabajo, para que entre comida en el hogar, para alejar amigos nocivos de tu pareja o seres queridos, para incrementar el amor en nuestra pareja, para olvidar un amor, para recobrar el amor perdido, para atracción matrimonial, para alejar al amante de nuestra pareja, para reconciliarte con tu pareja, para la abundancia, etc. Para acercarse a ella y obtener sus favores, se realizan algunos rituales y se rezan oraciones especiales.

Se habla de que cuando la Santa Muerte concede un favor lo paga con alguno de nuestros familiares; eso es totalmente falso, ya que ella protege a la familia de cualquier enfermedad provocada por algún trabajo de magia negra, hechicería o enfermedad natural. También que castiga cuando no le rendimos penitencias, siendo totalmente falso, ella trabaja para ayudar a sus devotos no para castigarlos, hay que pedirle con fe y bondad, de todo corazón y sin tratar de hacer daño a nadie. Respeto, fe y devoción de corazón para la Santísima Muerte. Por muy fuerte que sea el problema que tengamos, ella nos ayudará sin pedirnos nada a cambio, pero si le ofreces algo debes dárselo de todo corazón.

Cada día que pasa tiene más devotos y la Iglesia celosa, no la ha visto con buenos ojos.

Es importante que al pedirle a Ella, sepas que se van a desatar grandes fuerzas cuya magnitud y poder deben ser manejados siempre con mucho respeto y fe. Un mal uso de todo lo desvelado en este libro, es responsabilidad únicamente de quien los usa mal, si decides usarlos por el lado oscuro, tarde o temprano se te revertirán para mal, haciéndote culpable por ti mismo.

Normalmente a las imágenes de la Santa Muerte y a su culto en general se le trata con sinceridad y ofreciendo compañía, algo muy diferente del habitual temor a los rituales religiosos. El caso es tratar a la imagen como un miembro de la familia y mostrarse ante ella sin temerle ni faltarle al respeto.

Se cuenta que un día desapareció un santuario donde se rendía culto a La Santísima Muerte debido a que resultaba molesto para algunos. Ante esto los creyentes tienen remedios: ocultarla, una rosa blanca puede suplirla.

Como curiosidad comentar que existe la famosa imagen de José Guadalupe Posadas “La Catrina”, actualmente en estampas, pequeñas tarjetas de papel, cadenas, anillos, medallas y figuras de bulto de varios tonos y tamaños.

Existe una leyenda que surge de ella, en un lugar llamado San Pantaleón, donde cientos de personas profesaban su fe a esta imagen, que se supone fue devastada por un incendio originado irónicamente, por una vela que uno de los fieles puso a la imagen. En ese pueblo otro leal devoto realizó una nueva imagen, utilizando un tronco de madera que colocó cerca del templo donde la gente le rendía culto y demostraban su devoción cada 27 de julio. Los habitantes del pueblo portaban en su cuello figuritas de la Santa Muerte y en sus casas adoraba a esta imagen con una fe absoluta, los mineros encomendaban al bajar a las minas a la Santa Muerte, para que día a día los trajera de regreso a sus casas y que no pasara ninguna tragedia. Cada vez tenía más devotos, ya que sus peticiones eran escuchadas. Al cabo de un tiempo, se dejaron de producir minerales y la gente abandonó el pueblo, y no se supo nada de la imagen que veneraban.

Existe una persona que en mi visita por México pude ver que tenía gran devoción: La Señora Enriqueta Romero Romero, que por todo lo que me explicaron de ella (y aunque no la pude conocer personalmente); hablaba de bondad y amor. Fue la fundadora de la primera capilla a la Santa Muerte y asegura que su culto no tiene relación con ninguna práctica de brujería, hechicería o satanismo. En su altar la gente sólo reza, pide y hace ofrendas a la Santísima.

Sus feligreses son católicos y en sus demandas y oraciones siempre se invoca a Dios, a Cristo y a la virgen de Guadalupe, “porque la Santísima no es ajena a la religión cristiana”, aunque la Iglesia católica no reconozca su culto. La capilla de la Santa Muerte está colocada al frente de su casa, rodeada de ofrendas florales y frutales (sobresalen las manzanas, que simbolizan abundancia), exvotos, velas, juguetes, billetes, monedas, golosinas, cigarros, puros, bebidas alcohólicas en vasos y botellas.


En ese sitio la escultura de la Santísima (también se le conoce como Señora de las Sombras, Señora Blanca, Señora Negra, Niña Santa, La Parca, La Flaca), es de dos metros de altura. Tiene la figura tradicional del esqueleto del Día de los Muertos, sólo que se le viste como virgen y santa con vestuarios de distintos colores, cada uno de los cuales tiene un significado especial. En su cuello, vestido, guadaña, balanza, brazos y falanges de metal penden pulseras de perlas, oro y plata con piedras preciosas empotradas. Son ofrendas y ex votos de quienes agradecen algún milagro o favor.

La familia Romero lleva más de 40 años rindiéndole culto y afirman que a la Santísima no le importa la índole social o laboral de sus fieles, y a la calle de Alfarería número 12 llegan hombres de toda condición social, lo mismo que niños, ancianos y mujeres de la calle.

Ellos cambian la vestimenta de la Santa Muerte cada primer lunes de mes; el color va de acuerdo con la temporada y con la demanda que sus fieles plantean. El rojo simboliza amor y pasión, el verde esperanza, el blanco y el azul paz y pureza, colores de la virgen María, porque son con los que regularmente está vestida.

La fiesta de la Santa Muerte es el 1 de noviembre, el Día de los Muertos y antes en la noche del 31 de octubre, se reza un rosario para vestirla de blanco como a una novia. Este día y los lunes de cada mes hay rosarios nocturnos para bendecir imágenes que llevan sus fieles. La gente que visita su altar siente la misma devoción con la que lo hacen ante Cristo, los santos y las vírgenes; se persignan, rezan, le piden y la ofrendan. El número de adeptos crece día a día; cuando se rezan los rosarios se cierran las calles cercanas a la de Alfarería.

En torno a la ceremonia se agrupan vendedores de todo tipo: de refrescos, flores, velas, figuras de la Santísima, ropa, cigarros, hojas volantes con grabados y oraciones específicas para el rosario, y puros, los que presuntamente son del mayor gusto de la Niña Blanca.

La tía de la Señora Romero, Leonor Paredes la inculcó éste culto y lo empezó a practicar en 1962; sin embargo, se han encontrado diversas representaciones y vestigios que hacen suponer que la devoción de la Santa Muerte probablemente data del siglo XIX, existiendo chamanes en Catemaco que también le rinden pleitesía desde hace mucho tiempo.

Entre las peticiones que más se hace a la Santa Muerte es la de mantener la fidelidad de la pareja. Ya que una leyenda dice que La Santa Muerte era una mujer que vivió en la época Prehispánica y que fue engañada por su marido; fue tal su dolor al ver a su hombre en brazos de otra, que acabo suicidándose. Al ver su sufrimiento Dios la convirtió en patrona de los matrimonios. Es por ello que ahora es protectora de la unión conyugal y es capaz de hacer mucho daño a un marido infiel, si su esposa así lo solicita. Por idénticas razones se pide su patrocinio para lograr que una persona se siente atraída hacia otra y ambas logren casarse.

Cómo Señora de la Noche, tiene especial predilección por las personas que trabajan después de que el sol se ha ocultado por los peligros a los que están expuestos; ayuda a taxistas, mariachis, cantineros, policías, soldados, meseras, prostitutas, etc. Es la patrona y defensora contra asaltos, atropellamientos, heridas por arma de fuego y contra todo tipo de muerte violenta. Se cuentan casos en los que ha evitado la muerte de algunos de sus fieles en medio de un accidente automovilístico.

También se le puede solicitar cosas que no se atrevería a solicitar a otros santos, por ejemplo: la muerte del enemigo, del rival o de la pareja infiel; daños a las propiedades de aquellos que sienten envidia o rencor, o hacer que los malos deseos que tienen hacia nosotros se vuelvan en su contra. Está considerada como una entidad justiciera, pues no cumple caprichos, sino que da a cada persona lo que merece. Por esa razón a los fieles se les pide llevar una vida recta y cumplir las promesas que le hacen a la Santísima.

El Gran Secreto de la Santa Muerte

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