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Tipos de radio Profesional y vocacional

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Cuando intentamos analizar el medio en su complejidad, más que hablar de la radio, consideramos oportuno hablar de las radios, es decir, distinguir, en el universo de emisoras existentes, los distintos formatos, plataformas y dimensiones. Esto nos permitirá entender mejor su funcionamiento y situación actual en el marco del ecosistema comunicacional.

Entendiendo esta necesidad de ordenamiento o tipificación, consideramos que aparecen dos grandes grupos (no los únicos, pero sí los más numerosos) de producciones radiales que alimentan las programaciones de las emisoras argentinas: el que podemos denominar radio profesional y el que proponemos llamar radio vocacional.

En el primer caso, se trata de producciones que tienen como objetivo el desarrollo profesional y económico de sus integrantes. Programas (o programaciones, en el caso de las emisoras que contratan profesionales para que interpreten una propuesta radial determinada y definida por la dirección artística de la empresa) realizados, en términos generales, por profesionales que, más allá de sus vocaciones originales, tienen como objetivo el desarrollo de sus oficios y la obtención de su sustento económico. Intentan “vivir de la radio”, o que, al menos, esta forme parte de sus ingresos económicos.

En cuanto a lo que denominamos radio vocacional, nos referimos a producciones que obedecen, fundamentalmente, a la aspiración de poner en práctica un deseo por parte de sus realizadores. Una aspiración de comunicación social originado en aficiones diversas, tales como la música, la psicología, la religión, el deporte, la política, etc. Una gran parte de estos programas están producidos por personas ajenas al ámbito radial. Aunque intentan su comercialización publicitaria, en general se hacen cargo de los costos que implica esta actividad.

En las denominadas radios comerciales encontramos habitualmente programas o programaciones que se corresponden al primer grupo, y en las radios zonales (comunitarias o privadas) son más habituales las del segundo grupo. Analizaremos luego en detalle el rol de las radios web, pero adelantamos que habitualmente la encontramos en este último sector, es decir, como receptáculo de producciones vocacionales.

La radio profesional es el ámbito natural en el que los/as estudiantes de carreras vinculadas al medio en forma directa (locución, producción de radio, operación técnica), o de comunicación social en general, aspiran a desplegar sus conocimientos durante el desarrollo de sus estudios y, aún más, al culminarlos.

La radio vocacional es el campo propicio para todos los que, por motivaciones diversas, quieren “hacer radio” (expresión que el muy estimado Carlos Ulanovsky sugiriera oportunamente para el título de nuestro libro). Hay músicos que aprecian hacer radio para difundir sus creaciones y otras afines a su estilo; hay personas dedicadas a las terapias alternativas que desean divulgar esta temática; hay dirigentes políticos o sociales o agrupaciones que encuentran en la radio un medio apto para difundir sus ideas; hay poetas que utilizan la radio como un medio para compartir ese arte; hay músicos, como el talentoso Alejandro Weber, que pudo unir sus dos pasiones: “Hago radio porque es lo que más me gusta hacer en la vida. Hubo noches en las que estaba con una considerable disfonía, teniendo que ir a conducir mi programa en la madrugada (precioso horario para este medio), y mi voz reaparecía milagrosamente al encenderse la luz roja de AIRE; demostración irrefutable del poder curativo de la radio, esa compañera incondicional… También creo que es un vehículo inmejorable para mi otra actividad, la música”.

Lógicamente, hay estudiantes de carreras vinculadas con la comunicación social que utilizan la radio como primer campo de práctica profesional.

Estos y otros colectivos sociales han alimentado las programaciones de las radios de baja potencia —y luego de las radios web— desde su explosiva aparición a mediados y principalmente a fines de la década de 1980.

Vale aclarar que los propietarios de las radios alternativas persiguen, en muchos casos, objetivos económicos o, por lo menos, necesitan comercializar publicidades y espacios para sostener los costos de su mantención.

Ambos mundos, profesional y vocacional, tienen características comunes y también notables diferencias.

En el mundo profesional, la clásica modalidad de emisoras que diseñan su programación y contratan a profesionales para que la realicen se encuentra en crisis desde hace mucho tiempo, dejando paso a las producciones independientes que adquieren espacios en esas radios para poner en el aire sus programas. Por otra parte, la situación económica del país y las conductas irresponsables de algunos empresarios han deteriorado las condiciones materiales de muchas emisoras (en algunos casos hasta producir su desaparición), lo que dificulta aún más la posibilidad de incorporación profesional en esas empresas en la modalidad de relación de dependencia.

En el mundo vocacional, en los últimos años se han agregado como oferta para la emisión de programas las radios web (nativas web, es decir que nacieron online). En términos generales, ofrecen mejores posibilidades tecnológicas, aunque aún no han logrado un caudal de oyentes apreciable (salvo excepciones). Obviamente, la radio de baja potencia (de antena) tiene una impronta local que la radio web no suele tener, pero esta cuenta con un alcance de cobertura geográfica prácticamente sin límites.

Estos autores reconocen ambas modalidades y respetan a quienes aman la radio y se esfuerzan por realizar programas con arte y contenido, cada uno con sus posibilidades y recursos.

Pablo Bricker, locutor y docente, reconoce: “Soy feliz cuando un pollo viene y me dice: ‘Profe, estoy haciendo un laburo en una radio de una villa’. Ahí nos replanteamos qué es el éxito. Porque nosotros nos formamos con una idea de éxito tilingo. De ‘si no estás en las grandes ligas, no existís’. Y ese pibe es feliz estando en una FM barrial con su espacio”. A eso, por ejemplo, nos referimos cuando hablamos de radio vocacional.

¿Hay diferencias entre comunicar desde un medio grande y una radio de menor dimensión? “Ninguna”, arriesga Adrián Noriega, “porque yo entiendo lo que hago con mucha pasión. Utilizando una metáfora boxística, ‘tenés que subir al ring siempre con la misma actitud’. Yo no hago distinto el programa. Es lo mismo desde la pasión por la comunicación. Exijo al operador que esté metido en el programa, a la productora que busque las notas de igual manera que lo haría en una radio grande. Obvio que después hay cuestiones lógicas de diferencias de medios. La repercusión no es la misma. Los recursos no son los mismos”.

Rescatamos conceptos que Eduardo Aliverti nos dijera para nuestra obra Hacer radio y que se emparentan con los conceptos de Noriega y con nuestra idea de ser exigentes a la hora de producir contenidos, siempre reconociendo las posibilidades con las que contamos. Nos dijo Aliverti, sobre el fenómeno de las radios de baja potencia: “Creo que fueron uno de los fenómenos, generados de abajo para arriba en esta sociedad, más excitantes de la democracia argentina. Sucede que ese tipo de fenómenos, si no tienen después una herramienta político-social que los vehicule desde la institucionalización, dejan de ser espontáneos. Así sucedió en este caso: esas radios fueron cooptadas por la lógica del funcionamiento comercial del sistema, que compró las mismas ondas para el desarrollo de sus propios proyectos. Creo que sigue habiendo una buena porción de radios en pueblitos y ciudades chicas que son una ligera opción si vos no querés escuchar la FM que te baja por satélite una radio porteña, donde hay programas, no programaciones, alternativos, que responden todavía a cierto espíritu de servicio a la comunidad e introducción de actores sociales alternativos. Otro problema que han tenido esas radios es que no se han profesionalizado; no basta con pensar distinto”. Un desafío que sigue abierto.

Por supuesto que las condiciones económicas del país influyen decididamente en el desarrollo de todo tipo de emisoras y afectan especialmente los medios locales o de menor dimensión. La baja sustancial de productores independientes interesados en rentar espacios y la merma en pautas publicitarias, tanto privadas como estatales (en estas últimas vale destacar las eternas preferencias vinculadas con simpatías e intereses políticos), son dos de los síntomas más evidentes. Nos ilustra Norberto Pallotto, titular de la 101.9 FM de Villa General Belgrano, en Calamuchita, Córdoba, con casi treinta años en el aire. Sus palabras sobre los últimos años son comunes a las de miles de sus colegas: “El incremento en los costos fijos, que no se podían trasladar al valor de la publicidad (porque se ‘caían’ los auspiciantes), nos obligó a ajustarnos hasta suspender el uso del mayor equipo de aire acondicionado y recuperar los viejos ventiladores de pie. No solo eso: vivimos una incertidumbre muy grande, porque nunca sabíamos cuáles serían los nuevos costos fijos de cada mes. Esta situación se repitió desde el 2016, junto con una caída importante en el número de los auspiciantes, finalizando el año 2019, con respecto al 2015, con una baja del 40%. Con estas condiciones económicas, se hace bastante cuesta arriba poder, crear, inventar, hacer periodismo y poder brindarle al oyente mejor calidad en la producción y en la propuesta”. Con cautela, Pallotto aguarda tiempos duros: “Probablemente con muchos altibajos, pero con una carga de ilusión y esperanza en la gente que seguramente será contagiosa y renueve los ímpetus de ‘hacer radio’”.

Para quienes desean satisfacer esa necesidad de introducirse en el mundo de la radio vocacional, los talleres que brindan habitualmente distintos profesionales son opciones válidas tanto para hacerlo de manera circunstancial o como inicio de una actividad de largo aliento, sea vocacional o aun semiprofesional.

El docente, comunicador social y recreólogo Matías Nirenberg tiene una profusa experiencia en el dictado de talleres de radio. Con ellos satisface la necesidad vocacional de muchas personas que, si bien se dedican a otras profesiones y oficios, tienen la radio en su corazón: “A los espacios de radio concurren personas con avidez por conocer, explorar y descubrir los secretos del lenguaje radiofónico. Los grupos que se conforman suelen ser heterogéneos en lo que se refiere a sus edades”. Según Matías, muchos “sellan su objetivo de ser parte de un grupo social (radiofónico) y compartir vivencias de aprendizaje a la vez que de entretenimiento”. Mientras tanto, “otros integrantes califican cada cuota de enseñanza radial y la direccionan a la posibilidad de constituirse como radiómanos y crear, en consecuencia, un proyecto radial”.

A quienes participen de los talleres se les brinda la capacitación necesaria, teniendo en cuenta sus propios intereses y deseos vinculados con el lenguaje radiofónico. En otras palabras, se postulan consignas y dinámicas que fortalecen el espectro socio-comunicacional de la persona, incluso para la vida misma.

Para Matías, los resultados son ampliamente satisfactorios, lo que se debe, fundamentalmente, al arraigo de los integrantes del taller al juego dialéctico que propone el espacio: “Siempre tendiendo a la interacción de los participantes, a la escucha tolerante, a la creatividad”.

Estos son algunos de los motivos por lo que las personas concurren a estos talleres: “Amo la radio”, “En mi casa siempre se escuchó radio y quería estudiar y meterme en el mundo de la radio”, “Como soy una persona que escuchó mucha radio, me pareció interesante saber cómo era participar y ser activo en este medio”, “Fue una experiencia superrica. A medida que iban pasando las clases, más me entusiasmaba”, “El taller fue un incentivo para hacer un programa y por suerte tuve la posibilidad de hacerlo”.

¿Cómo les fue en esta experiencia, en este primer contacto con el medio no ya como espectadores, sino como protagonistas? Esto nos respondieron: “Desde la primera clase me atrapó, conviven la creatividad, la sorpresa, la rapidez para resolver el trabajo, el juego, la risa…”, “Destaco la tarea en equipo, con momentos buenos y otros difíciles”, “Lo viví como una actividad de crecimiento personal, donde se aprende a ver al otro y descubrirse a uno mismo”, “Es inmensa la alegría de volcar en el micrófono el producto final”, “Disfruté la posibilidad de darse la libertad para jugar, de ser espontáneo”, “Ayuda a parir lo que cada uno tiene para aportar y que en conjunto se logre la pieza radial”, “Es gratificante saber que uno puede escuchar y ser escuchado y sentirse más partícipe de la realidad”.

Los primeros pasos “al aire” confirman lo que comienza a sentirse en los talleres: “La radio es magia… ¿a quién le hablo?”, “Transmitir mi sentimiento en una denuncia, sumar a otros, defender a quienes no tienen voz, hacer reír al que está solo”, “Es desplegar las alas y atreverse a volar, aun con miedo”, “Es saber que desde Brasil, Érica se sintió aquí, con nosotros, en la mesa de la radio, y Analía nos escucha desde Israel y siente que la traemos a su país de origen cada viernes”.

Matías incluye también a personas con discapacidad en los talleres. Como reconocieron algunos de los participantes: “En un principio me costó adaptarme y lo sentí como incompatible, pero la experiencia terminó siendo positiva”, “Se pudo resolver hermosamente y a medida que fueron pasando las clases, lo fui disfrutando cada vez más”, “Sentí mucho cariño por los chicos con discapacidad que integraban el grupo, su sonrisa, su amor, fueron abiertos a escuchar y a aprender”, “Rescato el valor que le dan a que se los escuche y valore y vi todas su capacidades, más allá de sus discapacidades…”, “Fue movilizador compartir con compañeros a los que quizás les cueste expresarse o movilizarse, y sentir la felicidad de poder ver sus logros” y “La experiencia de participar con personas con discapacidad me llena el corazón y voy a seguir porque me encanta”. Más adelante retomaremos los vínculos entre la práctica de la radio y las personas con discapacidad.

Consideramos que los contenidos de la presente obra se aplican a todas las singularidades, a programas realizados por profesionales y también por productores amateurs. Cada lector avaluará los conceptos específicos que sirven para su práctica cotidiana.

Dado que en muchas ocasiones estamos obligados a gestionar nuestros propios programas, la visión de este texto también suele ubicarse en la perspectiva del productor independiente o, por lo menos, desde el rol de responsable de un ciclo radial. En ese sentido, vale una aclaración importante: salvo los aspectos comerciales, no distinguimos nivel de exigencia entre una producción profesional y las que podemos denominar vocacionales. (Como ocurre en otros ámbitos, hay zonas grises, es decir, ciclos que presentan características híbridas, por ejemplo, profesionales del medio que realizan ciclos en medios “zonales”, fundamentalmente por amor a la radio).

Reiteramos el concepto: aunque entendemos y contemplamos las limitaciones de recursos de un productor vocacional en una radio de barrio (penurias que en los últimos años comprobamos hasta en las denominadas emisoras “grandes”), aspiramos a que cada comunicador o grupo de comunicación radial respete al oyente, que dedique el tiempo necesario para la producción, la planificación y que se esmere por entregar el mejor producto posible a su audiencia, sea esta masiva o exigua.

Respetar al oyente, respetar al medio. Nos contraten o lo hagamos de manera independiente. Cobremos o paguemos por hacer radio.

Nos vienen a la memoria las palabras que compartió con estos autores el recordado Alberto “Negro” Veiga: “La radio es un lugar para quedarse, sin hacerse rico, ganándose el respeto de la gente”.

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