Читать книгу Cásate conmigo... de nuevo - Mariolina Ceriotti Migliarese - Страница 7

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II.

TRES RELATOS

El que sabe todas las respuestas

no se ha hecho todas las preguntas

Confucio

LA SEPARACIÓN SE HA CONVERTIDO en un hecho muy común del horizonte cultural actual, socialmente aceptado. Esta situación reclama el desarrollo de una nueva forma de pensar: ¿es posible seguir amándose, también cuando en la pareja pasa algo grave? ¿Qué hacemos cuando suceden hechos que no son fisiológicos, como una traición, el enamoramiento de otro, u otras situaciones importantes, que ponen en seria crisis la confianza recíproca?

¿Se puede reconstruir la relación, realmente, en casos como estos? ¿Podemos volver a enamorarnos tras una desilusión profunda? Entre los creyentes, es frecuente que una crisis matrimonial importante dé paso a preguntas más amplias, relacionadas con la fe y con el significado vocacional de la elección: ¿cómo se pueden conjugar la desilusión y el amor? ¿Cómo se puede continuar con la relación, tras la ruptura de la promesa o cuando la gravedad de la desilusión parece hacer que se esfumen por completo los proyectos que habíamos soñado cuando nos enamoramos? ¿Puede Dios querer esto? ¿Es posible que quiera que seamos infelices?

La respuesta a estas preguntas no es sencilla. No hay respuestas estandarizadas, o válidas para todos y por igual. Solo existen las historias personales. Pero en cualquier historia, por muy diferente que sea de otras, salen a la luz elementos que se repiten significativamente y que permiten identificar algunas claves de interpretación que tienen una utilidad transversal y válida para todas las situaciones. Y contar con una clave de lectura nos permite mantener siempre abierta la esperanza.

Por este motivo, he decidido que las partes más teóricas del libro vayan de la mano de ejemplos concretos, tomados de la historia de tres parejas. Las he seleccionado entre las muchas que han acudido a mí en momentos de crisis más aguda, y a las que he acompañado en el recorrido de comprensión de su propia historia.

Quisiera aclarar que no se trata de parejas “patológicas”, sino de parejas completamente normales, como las que nos encontramos a diario: personas que se han enamorado, que han decidido casarse, y que han tenido hijos. Son personas que se quieren. Pero, a pesar del amor mutuo, algo en su historia se ha roto: algo que ellos, por sí solos, no pueden reparar.

Al igual que en otros casos, también en estos, los dos cónyuges han sido incapaces de abrir a lo largo del tiempo un encuentro lo suficientemente franco y abierto entre ellos. Este es necesario para negociar la relación, reorganizarla y darle una nueva forma que sea más satisfactoria para ambos. Los motivos son variados; muchas veces se evita la discusión con la intención declarada de proteger al otro, a uno mismo y a la relación. Pero la dificultad para comprender las dinámicas que están en juego y modificarlas de forma flexible ha llevado a endurecer y a dejar sin salida la estructura misma de la relación. En ausencia de una buena comunicación y de una recíproca y progresiva adaptación, la relación se ha vuelto paulatinamente asfixiante e insatisfactoria, y desemboca en el problema que ha hecho estallar la situación.

En este capítulo, me propongo empezar por presentar las tres situaciones tal y como me las encontré en el momento de la petición de ayuda. He elegido nombres imaginarios y he procurado que los protagonistas no sean reconocibles, aunque han dado su consentimiento al uso de su historia. Por razones de espacio, no podremos seguir sus historias hasta el final. A lo largo del libro, voy a recuperar elementos de una o de otra, para ilustrar las partes más teóricas con ejemplos más concretos.

Primera historia: Marta y Luca

Marta y Luca tienen la misma edad; los dos son profesionales, y tienen a sus espaldas un largo matrimonio: llevan casados 27 años y tienen tres hijos mayores, que todavía viven en su casa. Cuando vienen a verme, están atravesando una crisis importante: Marta ha descubierto que Luca le traiciona. No es una traición episódica, sino una relación que había empezado casi tres años antes de que Marta la descubriese por casualidad. En ella no hay nada especialmente original: «la otra» es una compañera de trabajo más joven, con quien Luca comparte buena parte de su tiempo. Marta, que tenía plena confianza en él, nunca ha sospechado nada. Ahora está destrozada por la profundidad de la decepción y del dolor: tiene delante a un extraño, un hombre al que no conocía. Pero ella y su marido tienen una larga historia en común, tres hijos, y una vida juntos, que todavía tiene valor para ambos. Además, los dos son creyentes, y esto les mueve a hacer un intento serio de tratar de superar la crisis y de reencontrarse.

En el primer encuentro, Marta se muestra muy dolida y enfadada. Aunque está decidida a tratar de reconciliarse, afirma que no sabe si va a ser capaz de perdonar a su marido. Luca, en cambio, parece sobre todo agobiado y confundido: reconoce que siente el mal que le ha hecho a Marta, pero solo parece darse cuenta plenamente en este momento. Sobre todo, parece preocupado ante la posibilidad de una separación, que no quiere: la posibilidad de perder a Marta y su vida representa, en este momento, una hipótesis aterradora.

Segunda historia: Costanza y Gregorio

Costanza es la primera que viene a mi consulta, y lo hace sola. También ella ha descubierto recientemente que su marido la ha traicionado varias veces. Costanza y Gregorio llevan casi 10 años casados. Son las personas más diferentes que se pueda imaginar: ella es italiana, él es originario de un país africano; entre ellos hay tradiciones, cultura y costumbres completamente diferentes. Pero Costanza dice: «Cuando decidimos casarnos, éramos muy conscientes de nuestras diferencias, y durante todo el noviazgo cuidamos de forma especial nuestra relación. Quisimos que nos acompañara, paso a paso, un sacerdote que goza de la confianza de ambos. Después, casi enseguida, nacieron los niños: dos, de edades muy cercanas. La vida nos ha arrollado, y nos hemos alejado. Ahora he descubierto que él me ha traicionado varias veces, con chicas muy distintas a mí».

Costanza está destrozada, desconfiada, enfadada. Pero decide proponer a su marido un encuentro conmigo. El fuerte vínculo que él también tiene con sus hijos, y su marcado sentido de la familia le dan un pequeño margen de esperanza.

Unos meses después, Costanza y Gregorio vienen a mi consulta, y empezamos un recorrido, breve pero intenso, que les conduce al reencuentro.

Tercera historia: Chiara y Matteo

Chiara y Matteo llevan 13 años casados, y hace poco que han tenido a su tercer hijo. Matteo es seis años mayor que Chiara, y el trabajo le obliga a ausentarse de casa con frecuencia, a veces durante varios días. Durante una pelea bastante dura, Chiara le ha dicho a Matteo que se ha enamorado de otro: no admite que le haya traicionado (aunque él lo sospecha), pero Matteo se siente como si lo hubiera hecho. Siempre ha pensado en Chiara como una chica joven, sobre la que él tenía cierto ascendiente, ni se le había ocurrido que ella pudiera pensar en otro.

Matteo está herido, airado, incrédulo. Pero su unión con Chiara es muy fuerte y la sola posibilidad de perderla no entra, por ahora, entre las opciones que quiere considerar.

También él encontraba dificultades en la relación con Chiara. Sobre todo, tenían que ver con que ella es muy reservada, poco capaz de compartir sus pensamientos y sus emociones, en la forma afectiva que le gustaría a él. Por este motivo, se siente aún más herido por el hecho de que ella se pueda haber “emocionado” con otro. Para él, es impensable la infidelidad en las relaciones, porque él es muy fiel en sus sentimientos cuando se vincula a alguien. Chiara lo ha sumido en una incertidumbre dolorosa.

En cambio, Chiara parece confundida. Ella también se siente muy unida a Matteo, y no llega a entender lo que le está pasando, el porqué de esta sensación de haber “perdido la cabeza” precisamente ahora que acaban de tener otro hijo. Al mismo tiempo, está convencida de que esta situación debe significar algo, y que su matrimonio llevaba tiempo sin funcionar bien. Es cierto que no consigue abrirse mucho con él, pero esto también sucede porque la emotividad de Matteo le parece, a veces, excesiva. No sabe por qué, pero esto hace que se sienta como en peligro. Además, en la última temporada, la inteligencia crítica de Matteo, que tanto le entusiasmaba, se ha convertido en una actitud hipercrítica que le hace sufrir. Dice que Matteo tiene que tratar de entenderla, si quiere evitar que el matrimonio se rompa. Ella quiere mantenerlo, porque sabe que todavía les quiere, a él y a sus hijos.

Brevemente, esta es la situación en que se encontraban las tres parejas en el momento de pedir ayuda. Son personas dolidas y desorientadas, a quienes les cuesta hablarse y que confían al terapeuta su historia herida.

La primera expectativa y la más común, sobre todo para quienes han padecido un daño, es la de encontrar a alguien que “haga justicia”. A veces es una expectativa un poco mágica, como si la intervención externa de un especialista pudiera reajustar lo que se ha roto, y pusiera cada cosa en su sitio. Hay un deseo latente de que existan palabras capaces de anular el dolor, de dar la razón a quien la tiene, y de hacer que quien ha hecho daño se dé cuenta de lo que ha hecho.

Pero el trabajo de ayuda a la pareja en crisis no tiene nada que ver con una atribución de razón y de error. El verdadero punto de partida es la acogida como paciente a la relación misma, tal y como es; a la relación de pareja con su historia, sus vicisitudes y sus contradicciones. Esta es el sujeto al que hemos de tratar de comprender y curar entre todos. Para eso, tenemos que suspender momentáneamente el juicio.

Es importante aclarar que esto no significa de ninguna forma “justificar” los comportamientos objetivamente negativos (como, por ejemplo, la traición). Se definen como tales, y deben seguir siéndolo, sin ambigüedad. Más bien significa compartir la necesidad de moverse poco a poco hacia un plano distinto al juicio, para llegar a comprender juntos qué es lo que ha podido pasar para que dos personas que se querían se hayan distanciado tanto.

Cada pareja es algo más que la simple suma de dos individuos: cada uno de los dos, en el marco de otro encuentro, habría dado origen a un sistema-pareja completamente diferente. Esto es así porque cada pareja es un sujeto en sí mismo, con una fisionomía propia y específica. Para comprenderla a fondo, es necesario recorrer con curiosidad y paciencia la historia común, desde el punto de vista de cada uno.

Esto supone que lo más importante a lo largo del recorrido no es definir los hechos en su objetividad, o esforzarse por reconstruir de qué forma han ido las cosas (quizá buscando en el terapeuta a alguien que sentencie sobre quién tiene razón). En cambio, es importante presentar una lectura nueva y compartida de las dos subjetividades, para aprender a dar plena legitimidad a dos puntos de vista que pueden ser, a veces, muy diferentes entre sí.

El marido y la mujer tienen, cada uno, su historia personal, que ha empezado mucho antes de que se conozcan. Esta historia personal condiciona sus expectativas sobre la relación, y también las formas que tiene cada uno de relacionarse. Por eso, se debe empezar por ahí.

Es frecuente que, una vez superada la fase inicial, en la que cada uno cuenta a su manera la crisis que les ha traído a mí, y una vez establecida una alianza que lleve a que ambos se sepan acogidos y no juzgados, invito a cada uno a hablar de sí mismo, en presencia del otro. Cuenta su historia personal y la historia de la pareja desde su punto de vista y desde su vivencia. Invito también a cada uno a escuchar el relato del otro con una escucha nueva, atenta y, si es posible, más libre. Se posiciona junto al terapeuta, en una dimensión abierta que es distinta del juicio.

Un paso muy importante en este proceso es el de pedir, por turno, que cada uno cuente cómo nació su historia: sus recuerdos del primer encuentro, sus impresiones, las preocupaciones y expectativas de la fase del enamoramiento. Este momento siempre es muy significativo y casi siempre lo sitúo al principio de la intervención de ayuda, aunque lo retomo varias veces a lo largo de las sesiones. El modo en el que cada uno presenta su encuentro con el otro, las palabras que escoge para contarlo, la memoria de las emociones sentidas, las emociones que suscita el recuerdo: el conjunto de estos aspectos nos aporta, a mí y a ellos, una clave para recuperar los elementos sobre los que podamos fundar la esperanza, si los hay. Con un poco de experiencia, muchas veces se puede reconocer, a través de las palabras y de las emociones, que se transparenta la intuición inicial más profunda que han tenido, en su día, el uno de la otra. Si dejamos espacio al relato del enamoramiento, podemos captar un sentido de unidad y de valor recíprocos. Podemos, entonces, volver a empezar desde ahí, porque ahí se encuentra la fuente de la energía positiva que ha alimentado la decisión de vivir juntos: es una energía que está adormecida, pero que tal vez no ha desaparecido, como un pequeño fuego silencioso que late bajo las cenizas.

Cásate conmigo... de nuevo

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