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ОглавлениеINTRODUCCIÓN
LEONOR DE AQUITANIA, nacida en 1124 y muerta en 1204, reina de Francia y reina de Inglaterra, ¿era una mujer excepcional? Ciertamente, una reina que ha tenido dos maridos reyes se sale de lo ordinario. Se casó primero con Luis VII, rey de Francia, y luego con Enrique II de Inglaterra. Tuvo una decena de hijos, de los que ocho sobrevivieron a la adolescencia, entre los cuales algunos personajes en la confluencia entre la realidad y el mito que hicieron las delicias de los autores de romances: Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, por citar solo a los más famosos. Era también una viajera extraordinaria. Se suele considerar la Edad Media como un periodo sedentario, en que apenas se sale del propio pueblo en toda la vida, cosa que no es cierta para la nobleza. Leonor fue hasta Jerusalén, Antioquía, Constantinopla, Mesina, a Sicilia, a Castilla y a Navarra; recorrió en litera o a caballo Occidente y el próximo Oriente. Algo poco común, esta mujer nunca se dejó dominar por los hombres; se rebeló contra su marido en 1173, cosa que le costó quince años de cautiverio. Otro aspecto excepcional para su tiempo: su longevidad, pues Leonor recorrió el siglo XII durante cerca de ochenta años. Si el siglo XIII es el de san Luis, el XII es en Francia el de Leonor de Aquitania, que ha marcado el campo de las artes y de las letras que ella patrocinó.
El problema importante que se plantea frecuentemente a los historiadores medievalistas es el de las fuentes. Sobre una mujer del siglo XII, las piezas escritas son muy fragmentarias, pues quienes escribían, con pocas excepciones, eran hombres que se interesaban poco por el otro sexo. Con todo, Leonor es a menudo citada por la historiografía: las crónicas (los relatos históricos de la época) o los anales (género mucho más austero y elíptico). Ella aparece también en unas 120 cartas (actas notariales avant la lettre) de las que es autora; así es cuando hace una donación al monasterio de Fontevrau o a otras instituciones eclesiásticas. Sus parientes aparecen en estos documentos en la forma de su seing (el antepasado de nuestra firma), lo que nos permite reconstruir la corte y sus desplazamientos, pues estos actos son con frecuencia datados y localizados. Conservamos también algunos apuntes contables de los gastos que ella hace en la corte de Inglaterra. En último lugar, para este siglo XII que es el de un renacimiento literario, los intercambios epistolares son una fuente importante para el historiador, y Leonor ha tenido mucha correspondencia (aunque no fuese de su propia mano, pues contaba en su entorno con notables escribanos, como Pierre de Blois).
Así pues, disponemos de un conjunto de documentos, al que se añade la iconografía, algunos objetos, o incluso su aparición en obras de ficción, en verdad demasiado fragmentarios y dispersos para penetrar en la psicología de un individuo. Pues, cuando se redacta una biografía, se desea conocer el temperamento del personaje. ¿Era Leonor alegre? ¿Cascarrabias? ¿Autoritaria? Me inclino a pensar que la psicología barata y los intentos de penetrar su universo íntimo son absurdos y faltos siempre de objetividad. Eso sucede, en el siglo XIX, con algunos grandes autores, pretendidos historiadores como Jules Michelet, que han forjado la cultura popular de su tiempo. Profundamente nacionalista, Michelet detestaba que Leonor se casase con el rey de Inglaterra después de divorciarse del rey de Francia, y escribía sobre ella que era «apasionada y vengativa como una mujer del sur». Ignoro qué experiencia podía tener Michelet de las meridionales, pero se adivina el tópico: sangre caliente, pasión, vendetta… Y se le pegan a la reina esos adjetivos con una desenvoltura sorprendente por parte de quien se considera como un gran historiador. Un poco más tardío, Élie Berger ha escrito la biografía de la nieta de Leonor, Blanca de Castilla. A sus ojos de francés muy patriota, que vive como una tragedia la pérdida de Alsacia-Lorena y tiene sed de revancha, Leonor es la traidora a Francia por excelencia y encarna a la pérfida Albión. Oponiéndola a su nieta Blanca de Castilla, escribe: «Leonor era la más mala y desconsiderada de las mujeres de nuestra historia».
Pero no hay que buscar en el siglo XIX, ni a comienzos del XX, la clave de la comprensión de este personaje. La muy rica y rigurosa biografía de Edmond-René Labande es una autoridad desde hace largo tiempo; la han utilizado muchos escritores, comenzando por Régine Pernoud, autora de una de las primeras biografías populares en los años 1950, donde reaparecen, sin embargo, rasgos de psicología de poca monta y tópicos (Leonor era mundana, tenía una gran libertad de movimientos, era floja y extravagante, la sedujo el emperador de Constantinopla, ese hombre del Levante un poco hipócrita…). Tendremos que superar estos lugares comunes para comprender de la forma más objetiva posible a esta mujer dos veces reina.