Читать книгу 100 ideas para vivir sin plásticos - Martina Ferrer - Страница 5
Оглавление¿Por qué evitar el plástico?
El plástico es un material muy versátil, ligero y maleable, y con él se pueden fabricar millones de objetos. Además, su coste es muy bajo. Está en todas partes. De hecho, se ha llegado al extremo de que ya no demos valor a todo cuanto es de plástico.
Decir que algo es de plástico equivale prácticamente a afirmar que es «de usar y tirar». Y eso resulta tan fácil y cómodo que ya no podemos vivir sin él.
Si presenta tantas ventajas, ¿por qué tenemos que evitar su uso?
Valoremos dos razones:
Por motivos medioambientales
Con el tiempo, la mayoría de los plásticos se descomponen formando microplásticos de 5 mm —o menos— de grosor, que los humanos no podemos apreciar a simple vista, si bien esto no quiere decir que hayan desaparecido. Por esta razón, se dice que todo el plástico que se ha fabricado en la historia sigue todavía con nosotros esparcido en algún lugar del planeta.
Desde mi punto de vista, los microplásticos representan el problema más grave hoy en día. ¿Cómo afecta esto a nuestra salud? ¿Qué consecuencias tiene? ¿De qué forma podemos evitarlos?
Se han encontrado microplásticos en muchísimos rincones del planeta, lugares bien remotos, en donde en principio no debería haberlos debido a la baja densidad de población que existe, por ejemplo, en la Antártida. Pero también en el agua potable, en el agua embotellada, en el aire y, cómo no, en los mares.
Nuestros mares reciben cada año nada menos que ocho toneladas de plásticos.
Existen islas, en medio de los océanos, que son una mera acumulación flotante de plásticos.
Todo esto está provocando la contaminación de los peces que consumimos (ya se han encontrado microplásticos en el pescado que compramos en el supermercado), además de la desaparición paulatina de diversas especies. Las tortugas comen medusas, pero como las confunden fácilmente con las bolsas de plástico, tras ingerirlas, mueren. Algunos peces se quedan enredados en las redes de pesca, por lo que mueren y se descomponen, mientras la red sigue a la deriva, lo que supone un auténtico problema. El plancton también está consumiendo partículas de plástico.
De momento no se sabe qué consecuencias tendrá todo esto, pero desde luego no auspicia nada bueno.
Los plásticos son cadenas de polímeros a los que, además, se les añade aditivos para mejorar sus propiedades o reducir su coste.
De los 150 millones de toneladas de plástico que se calcula que hay en el océano, aproximadamente 23 millones son aditivos.
Todavía se desconoce qué repercusiones pueden tener estos aditivos en el medio ambiente y en los océanos.
Por si todo esto fuera poco, resulta que el reciclaje del plástico es un asunto bien complicado. No todos los plásticos son iguales, ni pueden reciclarse por igual debido a su elevado coste o a su gestión. A menudo, sale más económico y práctico producir plástico virgen. No debemos creer que, echando los envases al contenedor amarillo, estos vayan a pasar al círculo de reciclaje tan fácilmente. De hecho, ciertos tipos de plásticos son descartados de antemano en la planta de reciclaje.
Además, por motivos de seguridad alimentaria no se puede envasar alimentos en envoltorios de plástico reciclado, así que todas las bolsas y contenedores de alimentos son de plástico virgen.
¿Existe el plástico biodegradable?
Un producto es biodegradable cuando se puede descomponer gracias a la acción de una serie de microorganismos (bacterias y hongos) en un entorno concreto que resulte favorable para ellos en cuanto a temperatura, humedad, luz, oxígeno, etc., lo que permite su reintegración al ciclo natural del carbono.
No es lo mismo biodegradable que degradable a secas, ya que si bien todos los plásticos son degradables por la acción de la luz solar o el oxígeno, por ejemplo, estos tipos de degradación producen que el material se rompa en pedazos diminutos como la arena (microplásticos), sin llegar a ser transformados por los organismos biológicos como ocurre con los materiales biodegradables.
No en vano, los plásticos biodegradables se han fabricado con materias primas renovables como, por ejemplo, el maíz, la yuca, las patatas o el trigo. También los hay de bambú, de caña de azúcar o látex 100 % natural. Así pues, todos ellos podrán ser consumidos por los microorganismos.
En cualquier caso, el proceso de degradación de los plásticos biodegradables es muy largo. Y también hay que destacar que, a menudo, algunos plásticos producidos con materiales renovables que podrían resultar biodegradables, se procesan de una manera que los convierte en no biodegradables (al añadirles aditivos). Seguirán siendo degradables pero sin poder volver a la naturaleza ni ser procesados por microorganismos.
Además, tampoco es ninguna panacea producir plásticos biodegradables a base de patata, maíz o trigo. Porque ¿qué extensión sería necesaria para obtener suficiente patata a fin de fabricar plástico biodegradable? Creo que la idea dejaría de ser sostenible.
Desde mi punto de vista, aunque solo sea por la tardanza en desaparecer de nuestro entorno y por la necesidad de que se den unas condiciones especiales, deberíamos evitar los plásticos biodegradables o minimizar su uso. De esta forma, además, evitaríamos la generación de residuos.
Es ahí donde debemos enfocar nuestros esfuerzos con el objetivo de aprender a generar menos residuos y vivir sin plásticos.
Por motivos de salud
Otro gran problema que presentan los plásticos, especialmente los que están en contacto con bebidas y alimentos, es que muchos de sus aditivos son perjudiciales para la salud.
Se habla mucho de los disruptores endocrinos que encontramos en las botellas de agua, por ejemplo. Los disruptores afectan la correcta regulación hormonal del cuerpo, provocando una mala función de órganos tales como la tiroides, o bien alterando los ciclos menstruales de la mujer y rebajando la fertilidad en hombres y mujeres. Imitan o alteran el efecto de las hormonas, por lo que envían mensajes confusos dentro de nuestro organismo y provocan alteraciones importantes en las funciones corporales.
Además, por si todo esto fuera poco, quiero hablar también de cómo nuestro cuerpo se ve altamente afectado por la exposición a ciertas sustancias derivadas de los plásticos, más allá de los envoltorios alimentarios. No en vano, la creciente exposición a plásticos, pesticidas, parabenos, etc., acaba repercutiendo en nuestra salud. Porque estos no solo alteran la correcta regulación del sistema hormonal, sino que también pueden provocar alergias. Nuestro hígado es capaz de eliminar estas sustancias tóxicas, si bien estamos expuestos a tantas y, tan a menudo, que estos pueden afectar nuestra salud a diferentes niveles.
A fin de cuentas, estas sustancias también son disruptores endocrinos, capaces de actuar como falsas hormonas y perjudicar la salud y el desarrollo, tanto en seres humanos como en animales.
Según muchos científicos, se cree que los mencionados disruptores endocrinos pueden encontrarse detrás de un gran abanico de enfermedades, ya que el sistema endocrino es crucial e indispensable para regular muchas funciones del organismo. Así pues, estas sustancias podrían ser las responsables de:
Alteraciones en la salud femenina: pubertad precoz, cáncer de mama, disminución de la fertilidad.
Alteraciones en la salud masculina: malformaciones en los genitales de bebés, disminución de la cantidad y calidad del semen, cáncer de testículo o de próstata.
Obesidad, diabetes.
Problemas cardiovasculares.
Alteraciones y enfermedades neurológicas: autismo, hiperactividad, trastorno por déficit de atención o Parkinson.
Su impacto puede resultar imperceptible durante una o dos generaciones a pesar de haber estado directamente expuestos a los disruptores.
Todos sufrimos exposición a sustancias químicas que pueden alterar nuestro sistema hormonal y causar numerosos problemas de salud de efectos irreversibles. Podemos decir que vivimos dentro de una sopa de sustancias químicas capaces de actuar como hormonas en nuestro organismo, aunque sea en pequeñas dosis. Es una contaminación invisible. Nuestro entorno está lleno de esos disruptores endocrinos: nos rodean en la calle, el trabajo, la escuela, el hogar...
Encontramos disruptores endocrinos en alimentos, en productos de higiene personal y perfumes, así como de limpieza, en insecticidas, ambientadores, elementos de construcción y decoración, en juguetes, biberones, aparatos electrónicos, ropa, velas, etc.
Algunos estudios científicos demuestran que los alimentos contienen restos de plaguicidas y residuos de origen industrial, y que estos se han encontrado en el organismo de la población tanto en el tejido graso, como en la orina y la sangre. El doctor Miquel Porta afirma que una parte de las leucemias infantiles o linfomas u otros cánceres está causada por estas sustancias.
Aun así, existen ventanas de exposición crítica. Según Nicolás Olea, catedrático de medicina en la Universidad de Granada, se ha visto que el origen de estas enfermedades se remonta a los primeros meses después de la fecundación. La madre acumula tóxicos a lo largo de los años, que traspasa a su bebé durante el embarazo y la lactancia.
Nuestro organismo nunca había estado expuesto como ahora a todo este sinfín de sustancias perjudiciales para nuestro cuerpo, de modo que no es capaz de eliminarlas. Al igual que pasa en la naturaleza, este no sabe deshacerse de todos los plásticos a los que se ve expuesto hasta su misma contaminación.
A lo largo de este libro, voy a ofrecer una serie de alternativas para minimizar la exposición que existe a estos disruptores endocrinos, presentes tanto en los alimentos como en los productos de belleza y de limpieza del hogar. El problema es que no hay ninguna normativa que obligue a especificar el material en el que aparecen envasados nuestros alimentos y bebidas. Y como consumidores, no podemos saber tampoco qué aditivos se usan para fabricar los envoltorios de plástico. También por ese motivo sería mejor evitarlos.
Para empezar, cabría poner en práctica estos cinco consejos:
1 Evita las bandejas y bolsas de plástico para transportar y almacenar tus alimentos. Rechaza el papel film o los envases de PVC.
2 Usa envases de vidrio para evitar que haya liberación de BPA o ftalatos de los plásticos a los alimentos.
3 Cambia el chupete de tu bebé por uno libre de bisfenol A.
4 Procura disminuir el consumo de comida enlatada, porque la capa plástica interior libera bisfenol A en los alimentos contenidos.
5 Rechaza los tiques de compra en los supermercados, porque liberan bisfenol A que entra en el organismo a través de los poros de la piel.
Estas son las fuentes de disruptores endocrinos según el científico Nicolás Olea, uno de los máximos expertos sobre el impacto de los tóxicos en el sistema endocrino:
DDT y sus metabolitos. Plaguicidas. Fueron prohibidos en 1972, pero siguen apareciendo en la sangre y en los tejidos humanos.
Dieldrín. Plaguicida prohibido en Estados Unidos en 1974.
Clordecona. Plaguicida prohibido en Estados Unidos en 1977, endosulfán y compuestos relacionados. Plaguicidas actualmente en uso.
Toxafeno. Plaguicida prohibido en Estados Unidos en 1982.
Alquilfenol polietoxilatos. Surfactantes industriales presentes en detergentes, componentes de plástico con propiedades antioxidantes y/o maleables.
Ftalatos. Ablandadores del plástico en chupetes y mordedores. También están en el papel film, en plastificantes del PVC, cosméticos y muchos más.
Bisfenol A. Precursores de las resinas epoxi. Subproductos de plásticos tras una digestión microbiana y degradación. Aparece en el recubrimiento interior plástico de las latas, en las férulas de descarga para el bruxismo, etc. Se hidroliza a elevadas temperaturas, en condiciones ácidas o alcalinas.
Butilhidroxianisol. Antioxidante.
PCB. Transformadores eléctricos, prohibidos en 1970.
Fenilfenol. Limpiadores, desinfectantes.
Bifenilos polibromados. Retardadores de la llama, usados por ejemplo en espumas para los colchones.
Perfluorados. Recubrimientos en sartenes y utensilios de cocina.
Parabenos. Cosmética.
Benzofenonas, canfenos y cinamatos. Filtros UV empleados en cosmética.