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Prólogo

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El triste, pero a menudo merecido, destino de la mayoría de los autores es la casi segura desaparición de sus libros poco después de su propia muerte. Esto suele ser así especialmente en el caso de los que se consideran los autores más actuales y contemporáneos de su época. El escritor más leído de una década suele caer en el olvido en la siguiente. Por eso es tan impresionante la influencia del Dr. Martyn Lloyd-Jones. “El doctor”, como se le conocía cariñosamente, murió el 1 de marzo de 1981, pero sus libros siguen gozando de la misma popularidad y autoridad que tuvieron durante su vida. De hecho, la producción literaria del doctor después de su muerte ha superado la que conoció durante su dilatado e ilustre ministerio de casi treinta años en la famosa Capilla de Westminster, en Londres.

Este influyente volumen, No contra sangre y carne, es un excelente ejemplo del poder y de la duradera relevancia del ministerio del doctor. Es firmemente bíblico, exhaustivamente ortodoxo, espiritualmente urgente y teológicamente sólido. Aparte de estas cualidades, el libro destaca por su valiente y oportuno tratamiento de la guerra espiritual, uno de los temas de mayor actualidad del cristianismo hoy en día.

En este libro podemos ver que, además de ser médico al uso, Martyn Lloyd-Jones era médico de almas. Habiéndose formado en Medicina, Lloyd-Jones trabajó como ayudante del médico del Rey. Cuando decidió dedicarse al ministerio cristiano y seguir su llamado a la predicación, seguro que muchas personas se preguntaron si su valiosa formación como médico se iba a desperdiciar. No contra sangre y carne contesta esa pregunta sin dejar lugar a dudas.

Este libro sólo pudo escribirlo alguien con sabiduría tanto médica como teológica. Como médico, el doctor sabía cómo tratar con la evidencia científica. Al enfrentarse a las pruebas del espiritismo (y sus manifestaciones), el doctor declaró la existencia real de la posesión y la actividad demoníacas. “No todos los casos son un fraude”, aseveró, afirmando la realidad de “ciertos fenómenos que no se pueden explicar” sin la existencia y la acción de espíritus malignos.

Al mismo tiempo defendió que “el cristianismo no puede negar los hechos”. Al contrario: “No se fortalece la defensa del cristianismo si se ignora algo (y me refiero a hechos, no a teorías); negar los hechos no sólo no es científico, tampoco es cristiano. El cristianismo se enfrenta a los hechos sin importar de dónde provengan, sea de la ciencia o de cualquier otra fuente. Nunca debemos basar nuestra postura en el oscurantismo, negándonos a enfrentarnos a hechos probados”.

Teniendo como telón de fondo el avivamiento del ocultismo de las décadas de 1960 y 1970, el doctor instó a la iglesia a afrontar el hecho absolutamente real de que se enfrentaba a una verdadera guerra espiritual y explicó que aquel avivamiento del ocultismo se debía a la creciente secularización de la época, una época que después se describiría como post-cristiana.

El doctor pensaba que dicho avivamiento, que según él cabía esperar, tenía sus raíces en un sistema de enseñanza que se había vuelto “puramente secular”, negando completamente la Biblia y rechazando a Dios y haciéndose ateo. Describió la sociedad británica de su tiempo y diagnosticó el problema: “en una era de declive moral, de impiedad, de excesos, una era en que la población ya no cree en Dios y empieza a coquetear con lo oculto y a jugar con el mal, invariablemente reaparece este fenómeno”.

Ante el avivamiento de lo oculto, Dr. Lloyd-Jones afirmó la realidad del mal y de lo demoníaco. En este libro tan importante, busca el origen de la amenaza del mal hasta llegar a la Caída en Génesis 3, declarando que solo “la Caída explica por qué son como son los hombres y las mujeres, esclavos del pecado y del diablo.”

Mientras que otros evangélicos situaban el problema del pecado solo en el ámbito individual, el doctor afirmaba que el mal podía manifestarse también a gran escala en las instituciones humanas. En contra de lo que pensaban los defensores de la utopía secular, que esperaban acabar con el mal mediante la acción internacional, el doctor declaró que los esfuerzos humanos por eliminar la guerra y la violencia mediante organismos internacionales son medidas temporales que no conducen a nada. En su opinión, todos estos esfuerzos no hacen sino dar vueltas y más vueltas en círculo.

Al mismo tiempo, el doctor expresó su total confianza en el evangelio de Jesucristo y en la victoria total de Cristo sobre el mal y sus demonios. Dr. Lloyd-Jones entendía correctamente que la única manera en que uno puede liberarse de los poderes de la oscuridad es convertirse a Cristo. Nadie que esté cimentado en Cristo puede ser poseído por un demonio.

Su formación médica juega un papel importante en este libro. Cuando observa los fenómenos de la actividad demoníaca, define cuidadosamente la evidencia de la posesión demoníaca, diferenciándola de las enfermedades médicas. Así, corrige la suposición del padre del niño de Mateo 17. El niño, cuyo padre pensaba que era epiléptico, se tiraba al fuego repetidamente. Sin embargo, como escribe Dr. Lloyd-Jones, este comportamiento tan deliberadamente auto-destructivo, que es ajeno a cualquier definición médica de la epilepsia, es prueba de una actividad puramente demoníaca. De la misma manera, el doctor reconoció el mérito de otro médico, Lucas, al trazar la línea divisoria entre lo médico y lo demoníaco en Lucas 4:40-41. “La Biblia establece una diferencia clara y científica entre las enfermedades, la posesión demoníaca y la locura”, afirmó. “No hay lugar a dudas.”

Martyn Lloyd-Jones no quería que su pueblo se confundiera. Su predicación era una apasionada muestra de clarificación bíblica y doctrinal. Dirigía a las personas a Cristo como único remedio para el mal y todos sus efectos. Su enseñanza se basaba en la total autoridad de la Escritura e interpretaba los textos bíblicos meticulosamente.

El doctor estaba convencido de la derrota del diablo, de los demonios y de todo el imperio del mal. Sabía que Cristo manifestaría su victoria completa en su momento, en el Día del Señor.

Era consciente de que, hasta que llegue ese momento, los cristianos necesitan comprender la realidad de lo demoníaco y la naturaleza de la guerra espiritual a la que todos estamos llamados.

Nunca tuve la oportunidad de escuchar al doctor predicar en persona. Lamento profundamente no haber podido oír su voz ni haber tenido el privilegio de conocerlo. Sin embargo, he escuchado cientos de horas de grabaciones de sus predicaciones y enseñanzas, y por eso sé que los escritos del doctor llevan la misma marca que sus predicaciones. Casi puedo oír su voz al leer sus palabras.

No contra sangre y carne es un libro tan importante ahora como lo era cuando se presentó a una congregación en directo en la forma de mensajes hace más de treinta años. Yo celebro la aparición de esta nueva edición y me siento honrado de presentársela a una nueva generación que necesita su mensaje de manera urgente.

Este libro contiene una gran cantidad de enseñanza espiritual y constituye un gran estímulo para la iglesia de cualquier época. ¿Por qué? Porque la iglesia está en una guerra espiritual permanente, y lo seguirá estando hasta que Jesús vuelva.

R. Albert Mohler, Jr.,

Southern Baptist Theological Seminary Louisville, Kentucky

No contra sangre y carne

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