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Prólogo

Tres obras cortas (o no tanto) de Matei Visniec con animales protagonistas

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El universo de mis obras se sitúa en la frontera entre lo grotesco y la poesía, esas dos fuerzas que organizan el tiempo entero de nuestra existencia, de una manera a veces tan discreta que envejecemos sin ni siquiera observarlas.

MATEI VISNIEC

Personajes–clave, motores dramáticos o solo espejos de la degradada condición humana, los animales son una presencia constante en toda la obra de Matei Visniec, en todos los géneros literarios que aborda alternativa o simultáneamente. De hecho, ellos migran, con la gracia y libertad de unos personajes medio fantásticos, medio absurdos, de un género a otro, ganando o perdiendo peso en función de las intenciones del escritor. Están en su poesía, saltan a sus novelas y se disfrazan para actuar en las obras del dramaturgo rumano contemporáneo más internacional. Son el hilo conductor de este libro que reúne tres obras cortas (¡o no tanto!) escritas en rumano, antes del exilio del escritor en Francia y antes del comienzo de una carrera dramatúrgica impresionante, forjada en francés, a lo largo de más de 30 años, y que legitima su tarjeta de visita como «escritor rumano de expresión francesa».

Poeta, dramaturgo, novelista y periodista nacido en Rădăuţi (pueblo mítico, atravesado por la mitad –cementerio incluido– por una vía de tren que representa para el autor el eje de simetría del mundo), Matei Visniec ha conseguido, a lo largo de más de cuarenta años, ensamblar una biografía literaria impecable donde destaca el lado más internacional de su obra: la literatura dramática. Es el autor de seis libros de versos, seis novelas y más de cincuenta obras de teatro. Su poesía lúcida y ácida, con la que se afirma antes de 1987, lo vincula al Cenáculo de Lunes, canal de expresión literaria subversiva de la Generación de los 80 en Rumanía. Empieza a escribir teatro mientras estudia filosofía en Bucarest en 1977, al revelársele éste como uno de los frentes más activos de la resistencia cultural al totalitarismo. En septiembre de 1987 sale de Rumanía con un visado de turista para Francia y allí pide asilo político. Empieza a escribir en francés y, tras un breve intermedio en la BBC, trabaja desde entonces como periodista para Radio France Internationale. En 1993 obtiene la ciudadanía francesa y, sin renunciar a la rumana, comienza a transformarse en el escritor que lleva con éxito las riendas de las dos lenguas en las que escribe, de las dos culturas que conoce y que enriquece. Por razones estilísticas y pragmáticas, elige el francés para sus obras dramáticas y guarda el rumano para la poesía y para la prosa. Sus piezas cruzan las fronteras y se representan en más de 40 países, se traducen a más de treinta idiomas. Prestigiosos premios literarios internacionales avalan también la calidad de su prosa, como el Premio de Literatura Europea Jean Monnet, otorgado por la novela Negustorul de începuturi de roman (El mercader de los comienzos de novela).

El corpus de textos teatrales escritos antes de 1987 es totalmente coherente y adscrito a la situación social dramática que vivía el pueblo rumano en los últimos años de dictadura comunista. Las obras dejan entrever el absurdo y el cinismo alienante que reinaban en la sociedad. En más de una ocasión el autor confesó la pasión que sentía en aquel entonces por el surrealismo, por el dadaísmo, por los relatos fantásticos, el teatro del absurdo y de lo grotesco, por la poesía onírica y hasta por el teatro realista anglosajón: todo un universo literario destinado a ofrecerle vías alternativas de pensamiento y a distanciarle del realismo socialista en que estaban sumergidas todas las representaciones artísticas del momento. Esas relaciones humanas degradadas se manifiestan en igual medida en el debate alrededor de un pozo vacío con un perro dentro (El bolsillo del pan), en la visita de un Mensajero del ejército (Caballos en la ventana) o en la agonía de los dos ladrones junto a Cristo (La araña en la herida). Un perro, un caballo y una araña son testigos.

Escrita en 1984, El bolsillo del pan, es una clara y abiertamente confesada metáfora de la sociedad rumana en el último decenio de la dictadura comunista. Parte de un hecho real, presenciado por el joven autor, en un campo que debía recorrer diariamente para llegar a su puesto de profesor de un pueblo «sin estación de ferrocarril en el mapa». Un perro había caído a un pozo vacío, sus largos lamentos se escuchaban a kilómetros de distancia, pero el joven profesor que lo había encontrado no tenía a su alcance medios para salvarlo. Como caído no del caballo, sino de su humilde bici, camino de Plătăreşti, el escritor tuvo la revelación de la flagrante semejanza que había entre su situación y la de aquel perro; y la imagen funcionaba para todos sus connacionales. Los dos personajes de la obra tienen nombres genéricos –una constante en la obra del dramaturgo– y son perfectamente intercambiables: el Señor del Bastón y el Señor del Sombrero. No son más que instrumentos de expresión en un diálogo absurdo, que recuerdan las máscaras de la commedia dell’arte. Valentin Silvestru, crítico literario rumano, identificaba en la obra rasgos del teatro del absurdo: el tiempo enmarcado en un presente eterno, la efervescencia del lenguaje, la hipertrofia del lugar común. En el inconfundible estilo de Matei Visniec se fundieron también las influencias del primer dramaturgo rumano moderno, Ion Luca Caragiale (1852-1912) y del contemporáneo Teodor Mazilu (1930-1980), con aportaciones sensibles en la construcción de los diálogos y del humor. Sin embargo, la hondura de sus obras viene de una extraordinaria capacidad de observación, una visión panorámica del mundo que lo rodea: «Viví en un mundo de vencidos y aprendí a descifrar sus ansiedades, sus estratagemas para sobrevivir, su alma cansada. Siempre me fascinaron más los vencidos que los vencedores; si el mundo que exploro está en vía de extinción, la agonía de esta desagregación durará más que la vida de los que la observan».

El histrionismo apasiona a Matei Visniec, tal vez, según afirmada Valentin Silvestru, porque lo considera parte de la condición humana. Uno de sus personajes favoritos es el Payaso, el histrión por excelencia. Hay rasgos de ese Payaso en casi todos los personajes de sus obras, manifiestas, como en Angajare de clovn (Se contrata payaso viejo), o no tan evidentes, como en la pareja de Buzunarul cu pâine (El bolsillo del pan): el Señor del Bastón y el Señor del Sombrero. Atraídos alrededor de un pozo abandonado, al atardecer, por los lamentos de un perro que se había caído dentro, los dos discuten, se acusan recíprocamente, no encuentran ninguna solución al problema. Intentando más que ayudar al perro, tranquilizar sus conciencias, se contentan con tirarle trozos de pan. Al final, aplazan para el día siguiente la decisión salvadora; no son capaces de actuar, solo de hablar, de fantasear, de imaginar. Con la conciencia tranquila, se acuestan alrededor del pozo mientras desde arriba empieza a llover trozos de pan. A otro nivel, Alguien les trata de la misma manera.

La crítica literaria ha observado que la espera es un motivo esencial, muy recurrente en la obra de Matei Visniec. Consagrada por Samuel Beckett, en el espacio teatral del dramaturgo rumano la espera cobra dimensiones distintas en función de la obra que se construye a su alrededor. En Caii la fereastră (Caballos en la ventana, 1987) es menos evidente que en Buzunarul cu pâine. Aquí tres personajes ─tres mujeres representadas por la misma actriz─ reciben a un Mensajero cuyo mensaje concluye una larga espera, tras la partida de sus seres queridos (el Hijo, el Padre, el Marido) a la guerra. En el cuaderno-programa del estreno francés de la obra (su estreno se anuló en Rumanía porque el autor había decidido en la víspera salir del país), Matei Visniec declara que había deseado tratar el tema del antiheroísmo. En su obra no hay héroes, la crisis de identidad la demuestra ese tránsito de los mismos actores por tres personajes que tienen nombres genéricos, que los identifica como miembros de familias incompletas: la Madre y el Hijo, la Hija y el Padre, la Esposa y el Marido.

Sin embargo, el personaje principal es la muerte, puesta en escena en tres historias distintas. El Mensajero, personaje aterrador por su fingida empatía («Déjeme a mí, señora, déjeme a mí. Yo estoy aquí. Yo estoy siempre aquí… Y también me llamo Hans…»), anuncia la muerte desacralizada, grotesca, hasta ridícula de dos de los personajes (el Hijo y el Marido) y la locura del tercero (el Padre), que también es una clase de muerte. Y entra en escena un personaje invisible, igual o más aterrador, el Caballo. Gran conocedor de la mitología popular rumana, donde el Caballo tiene un doble significado, una doble presencia (como animal benéfico, apotropaico y psicopompo o como demonio infernal), el autor juega con esas dos dimensiones, inclinándose claramente hacia la última:

(…) EL HIJO: He oído que los caballos ocuparon ayer por la mañana el matadero. ¿Será posible algo así?

(…) EL MENSAJERO: Aún no se sabe de quién era el caballo. No se sabe de quién era ni cómo escapó de allí. Lo cierto es que ha perseguido a su padre paso a paso. Ferozmente, días tras día, noche tras noche… Ha sido, sin duda, una verdadera pesadilla. ¿Se da cuenta de lo terrible que es sentir el resuello de alguien en la nuca?

Como bien observó el crítico literario Mircea Ghiţulescu, el principio de la obra recuerda a una Mutter Courage en miniatura y se mantiene hasta el final como un tríptico sobre el absurdo y la estupidez de la guerra. El Hijo y el Marido tendrán una muerte desprovista de gloria y el Padre enloquecerá, convirtiéndose en un muerto en vida. El Hijo morirá por la coz del caballo que le obsesiona desde su primer día de recluta y los restos del Marido acabarán bajo las suelas de las botas de sus camaradas, de manera que, en vez de su cadáver, la viuda recibirá una ristra de botas militares. La muerte del Marido obsesionado con matar a los enemigos no solo no es heroica, sino que es insultante y grotesca.

Păianjenul în rană (La araña en la herida,1987) es la última y la más corta de las tres obras elegidas, un extraordinario texto sobre el fervor religioso que trata el mito bíblico de la crucifixión de Cristo entre los dos ladrones. Humil y Begar, los dos ladrones que llevan nombres de todas partes y de ninguna, comparten su agonía en la cruz con Cristo y le imploran primero que los libere, luego que solo les dé una señal para que crean en Él, antes de morir. Estamos de nuevo delante de una pareja de personajes que llevan las riendas de la obra, con dramatismo, hacia un desenlace impresionante: por el madero de la cruz de Cristo sube una araña que amenaza con penetrar en la carne del Redentor. Los dos ladrones intentan detenerla escupiendo con fuerza sobre Cristo. Considerada por algunos como un salmo moderno donde la necesidad de creer engendra la fe, la obra tiene un gran impacto visual, y un final donde la abyección y de la belleza van de la mano.

En cuanto a la pequeña araña, una antigua leyenda rumana cuenta que, testigo de la traición de Judas, se ofreció a tejer la cuerda destinada a aprisionar a Cristo y por eso la Virgen la castigó a tejer eternamente su fina telaraña.

Sin embargo, también hay otra que cuenta una historia totalmente distinta, sobre la araña de la cruz. Según la leyenda, esta subió sobre la Cruz y entabló un diálogo con Cristo, pidiéndole poder para dar muerte a sus detractores. Impresionado y complacido, el Señor hizo que tuviera para siempre inscrito sobre su cuerpo el signo redentor de la cruz.

Las tres obras aquí traducidas tienen, pues, un punto en común: el importante papel que desempeñan en ellas los animales. No se trata para nada de un hecho aislado en la dramaturgia de Matei Visniec, donde los seres animados no humanos aparecen con frecuencia, solos o en grupo con otras especies; y, de hecho, algo parecido ocurre en sus poemas y novelas. La presencia animal es esta obra es, además, compleja, pues obedece a diversas coordenadas y no siempre resulta fácil de explicar, por su simbolismo.

Los animales domésticos están ampliamente representados en la fauna literaria del autor, y no solo en su teatro sino también en su poesía, como podemos ver en Oraşul cu un singur locuitor (La ciudad de un solo habitante) y en su narrativa, donde su reciente novela Iubirile de tip pantof, iubirile de tip umbrelă (Amores de tipo zapato y amores de tipo paraguas) es un buen ejemplo. Se trata de una prueba más de las frecuentes intersecciones entre los géneros que cultiva el autor. Aparecen sobre todo en esas obras el caballo, el perro, el pájaro y el gato, oscilando entre el realismo más crudo y lo fantástico, con connotaciones simbólicas unas veces claras y, otras, difícilmente conceptualizables.

Matei Visniec tiene una especial predilección por el caballo, como se puede ver en una de las obras aquí traducidas. Caballos en la ventana no es, de hecho, la única obra en que este animal es presentado como víctima inocente de las guerras entre los humanos. Ya en una de sus primeras obras en rumano, Groapa din tavan (La fosa del techo), especialmente sombría, pues trata de una guerra fratricida, se advierte a los refugiados de la desgracia que les espera si no han enterrado su caballo, ya que este los soñará y volverá locos. Y, de hecho, el caballo aparece un momento en el refugio y ataca a un personaje. El odio, pues, del caballo por el hombre que lo hace partícipe de sus propias guerras, como vemos en Caballos en la ventana, ya tenía un precedente en otra obra del autor. Pero el caballo no siempre tiene ese comportamiento en el teatro de Matei Visniec. Así, encontramos un cuadrúpedo muy particular en un módulo de Théâtre décomposé ou L’homme poubelle (Teatro descompuesto o el hombre papelera). En la inhóspita ciudad donde transcurre esa obra, un caballo se pone a seguir por todas partes a un hombre. Al principio, eso divierte tanto al hombre como a sus vecinos. Pero la presencia del caballo se hace tan insistente que el hombre termina sintiéndose acosado, y recoge la censura de todos los vecinos. Hasta el día en que, de pronto, el hombre monta al caballo y se deja arrastrar por un galope liberador fuera de la ciudad agobiante. El caballo aparece, pues, no solo como víctima del hombre sino también liberador.

Los perros merodean en las obras de Matei Visniec, oscilando entre el realismo y lo fantástico, las buenas y malas relaciones con el hombre. Un perro errante perdido por un vagabundo, otro recogido por unos jubilados que siempre hacen el mismo paseo con él de noche, un perro muerto en la guerra civil y que ladra en la oscuridad para que encuentren su cuerpo son ejemplos de puntual presencia canina en diferentes creaciones del autor. Pero la crueldad del hombre con el perro, como vemos en una obra aquí traducida, aparece también con fuerza en el módulo Nous voilà avec des milliers de chiens qui sortent de la mer (Aquí estamos con miles de perros que salen del mar), de Attention aux vieilles dames rongées par la solitude (Cuidado con las viejas señoras corroídas por la soledad). En esta obra corta, un conocido personaje de este universo literario, el ciego del telescopio, maltrata sin cesar su perro, acusándolo injustamente. El cánido conduce, al final, a su amo a un acantilado, donde presencia miles de perros moribundos que salen del mar y se dirigen a la ciudad. Ese desenlace fantástico, que evoca nebulosamente una simbólica revancha de los animales maltratados, conecta con el perro abandonado en el pozo del Bolsillo del pan, víctima también de una gran crueldad.

Los pájaros enjaulados y los gatos tienen una presencia más discreta entre la fauna doméstica. Hay, al menos, dos casos reseñables. En primer lugar, unos extraños pajarillos fantásticos en L’histoire des ours pandas racontée par un saxophoniste qui a une petite amie à Francfort (La historia de los osos panda contada por un saxofonista que tiene una amante en Frankfurt). Son unas avecillas invisibles en su jaula, que se reproducen cuando la luz las fecunda y que acaban devorando la persona que las ha recibido como regalo de la mujer deseada. Unas aves cargadas, pues, de misterio, que nos llevan a una devoración del hombre por el animal, algo que encontramos en otros títulos del autor, cuyo sentido nos intriga. En segundo lugar, el gato aparece al final de una obra reciente del autor, Migraaantes o El salón de la alambrada o Sobra gente en este puto barco, centrada en la crisis migratoria de nuestros días. En la última escena, una acotación indica que una cinta transportadora hace desfilar los juguetes de los niños muertos en su intento de llegar a Europa. Al final sale un gato vivo. Como en otras ocasiones, las didascalias del autor son altamente simbólicas e intrigantes: ¿cómo leer esa señal de vida que aporta un gato vivo, tras la desolación que supone ver desfilar los juguetes de los niños muertos? Esta aparición del gato también confirma que las didascalias, por la imposibilidad de materializarlas plenamente, son a veces sugerencias que dejan libertad al director teatral, del mismo modo que, a menudo, las obras compuestas por módulos del autor lo hacen explícitamente.

También son frecuentes los animales que comparten el entorno del hombre, pero no son domésticos. Insectos o arácnidos, como ocurre aquí en La araña en la herida, no son tan frecuentes como las aves y los mamíferos: erizos, conejos y ratas sobre todo. Las ratas en particular han atraído la atención del autor en la novela Dezordinea preventivă (El desorden preventivo), una acérrima crítica de los medio de comunicación masivos, y dos obras teatrales: Jeanne et le feu (Juana y el fuego) y Le roi, le rat et le fou du roi (El rey, la rata y el bufón del rey). En esta última obra la reflexión del autor sobre la relación entre el hombre y los animales se ha afinado. En ella, el monarca condenado a muerte filosofa sobre ese punto hasta llegar a la conclusión de que «Le rat est une unité de mesure fiable pour la vie spirituelle et physique de l’homme» («La rata es una unidad de medida fiable para la vida espiritual y física del hombre»). El sorprendente desenlace de la obra, que deja solos en la escena a las ratas tras el suicidio del rey, nos provoca preguntas inquietantes sobre el devenir de nuestra propia especie. En conexión con ese intento de tener en cuenta el punto de vista del animal, Matei Visniec ha escrito recientemente dos pequeños textos cuyos títulos son muy ilustrativos: «Despre ştergătoarele de picioare, din punctul de vedere al aricilor» («Sobre los felpudos desde el punto de vista de los erizos», en Teatru vag (Teatro vago), y «Despre incapacitatea omului de a se reconcilia cu sine însuşi, din punctul de vedere al pisicii» («Sobre la incapacidad del hombre para reconciliarse consigo mismo desde el punto de vista del gato»). Ambos textos revelan un interés creciente del autor por entender los animales, poniéndose en su lugar.

Además, Matei Visniec explora una extraña zona de intersección entre el hombre, los animales y las cosas mediante seres híbridos o fantásticas animaciones de lo inanimado: órganos del cuerpo convertidos en personajes que se rebelan contra el cuerpo que los lleva, un hombre nacido con un ala en lugar del brazo –una diferencia con los demás que convierte su vida en un infierno–, un pozo que parece un ser animado tiránico con los que se afanan en él, un extraño animal que se parece perfectamente al hombre, sin que las acotaciones revelen su aspecto; un ser que ha sufrido un accidente en la calle y cuyo naturaleza no acaban de entender los transeúntes que no hacen nada por él, palabras convertidas en personajes, máquinas de café o distribuidoras de bebidas que hablan, etc. Todo ello es una prueba más del reto a la imaginación que hay en el teatro de Matei Visniec y de su gusto por plantearnos temas de reflexión en situaciones alejadas de lo común. Y si unas veces el mensaje se puede captar, como es la denuncia del trato injusto que los seres humanos dan a los animales; otras, las apariciones de estos últimos son una suerte de símbolos crípticos que hacen volar nuestra imaginación. Entre uno y otro extremo: el caballo maltratado por el hombre en Caballos en la ventana y el molusco que acompaña los retozos eróticos en Cómo domé un caracol en tus senos.

Matei Visniec pretendía hacernos ver la ciudad de los hombres, pero todo indica que su mirada no ha podido apartarse de los animales que conviven con el hombre en la ciudad del hombre y de los animales. Sin que haya una explícita declaración sobre el tema, pues el teatro de Matei Visniec es más de preguntas que de respuestas, escindido entre el pesimista del periodista y la esperanza del artista, se adivina la idea de que no habrá solución para los conflictos humanos que no implique una revisión de nuestras relaciones con los animales, que forman más parte de la solución que del problema.

Aunque no es desconocida en la escena española la obra de Matei Visniec, hasta ahora son escasas las representaciones de sus obras en nuestro país, sobre todo si tenemos en cuenta la amplitud de sus creaciones. También queda mucho por traducir de su obra: aunque, poco a poco, el teatro de Matei Visniec se está poniendo a disposición de los lectores hispanófonos, mucho es lo que falta y solo se ha traducido un libro suyo de poemas y ninguna de sus novelas. Con esta traducción de tres obras cortas (o no tanto) de Matei Visniec, esperamos contribuir a la difusión de su obra entre los lectores hispanófonos. Tres obras que dan testimonio de la temprana vitalidad de su teatro escrito en rumano, cuando aún permanecía en Rumanía. Tres obras que son una prueba de la presencia compleja de los animales en este universo de ficción, donde coexiste la compasiva aproximación a la alteridad que suponen, con los valores simbólicos más enigmáticos a veces. Tres obras que, más allá del contexto concreto al que se puedan referir, son una indagación en las paradojas de la condición humana para angustiarnos, pero también para disfrutar del teatro.

ANGELICA LAMBRU Y EVELIO MIÑANO

Universitat de València

OBRAS DE MATEI VISNIEC TRADUCIDAS AL ESPAÑOL

La palabra progresa en boca de mi madre sonaba tremendamente falsa, estudio preliminar y traducción de Evelio Miñano, Universitat de València, 2013.

En la mesa con Marx, traducción de Angelica Lambru y Evelio Miñano, introducción de Angelica Lambru y epílogo de Evelio Miñano, La Garúa, Santa Coloma de Gramenet, 2017.

Los rodeos de Cioran o Buhardilla en París con vistas a la muerte, El espectador condenado a muerte, estudios introductorios y traducciones de Evelio Miñano y Angelica Lambru, Universitat de València, 2017.

Migraaaantes o En este puto barco sobra gente o El salón de la alambrada, traducción e introducción de Evelio Miñano, Universitat de València, 2017.

Por qué Hécuba, traducción e introducción de Evelio Miñano, ADE teatro¸ 2018, nº 170, pp. 67-86.

Cómo domé un caracol en tus senos, traducción e introducción de Evelio Miñano, Vigo, Ediciones Invasoras, 2020.

El extraterrestre que quería de recuerdo un pijama, traducción de Angelica Lambru, Vigo, Ediciones Invasoras, 2020.

El bolsillo del pan. Caballos en la ventana. La araña en la herida

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