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Capítulo 1: El búho cerca de la escuela

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Ubicado cómodamente en medio de los imponentes árboles cerca de la escuela de los niños, había un pequeño y pintoresco de la casa. No era como cualquier casa común que usted puede encontrar en el bullicio de la ciudad; era la casa de Amalia la lechuza. Su casa era un pequeño y encantador rincón, elaborado a partir de ramas, hojas, y una pizca de magia.

Cada mañana, los primeros rayos del sol bailó a través del dosel del bosque, Amalia sería el aleteo de sus alas y el de los compañeros de su acogedora morada. Ella amaba a esta hora del día – el aire era fresco, y el mundo a su alrededor estaba despertando. Pero la mayoría de todo, a ella le encantaba ver a los hijos como ellos hicieron su camino a la escuela.

Amalia tenía un favorito de la perca – una robusta rama justo fuera de su puerta principal. Desde allí, ella tenía la vista perfecta del camino que serpenteaba a través de los bosques hasta la puerta de las escuelas. Con los ojos tan brillantes como las estrellas, ella iba a sentarse y ver, su corazón se llenó de calidez y curiosidad.

Ella vio a los niños de todas las formas y tamaños, cada uno con su propio y único de la zancada y el estilo. Algunos caminaron de la mano con sus padres, charlando y riendo a lo largo del camino. Otros omitidos y saltó, sus mochilas rebotando con cada paso alegre. Y luego estaban los que caminaba con dificultad, arrastrando los pies como si el peso del mundo descansaba sobre sus hombros.

Pero no importa cómo se viajado, Amalia recibidos en el transcurso de cada niño con un suave pitido y un gesto de sus plumas. Ella puede haber sido un observador silencioso, pero su presencia trajo consuelo a aquellos que se percató de su posado en los árboles.

Como el sol de la mañana se elevaba en el cielo, de fundición moteado de las sombras en el suelo del bosque, Amalia sabía que era hora de retirarse a la calidez de su rincón acogedor. Pero ella regresaría de nuevo mañana, con ganas de ver más de su amado de la escuela y de los niños que lo hizo llegar vivo. Para Amalia, la lechuza, no había mayor placer que un silencioso guardián de este lugar mágico.


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