Читать книгу Te esperaba (y ni yo lo sabía) - Melibea - Страница 6
ОглавлениеCAPÍTULO PRIMERO
Un lluvioso día cualquiera, camino a su pequeño apartamento, situado a escasos metros de una playa que tantas tardes de paz le había proporcionado durante los fríos y húmedos inviernos cuando aún las aglomeraciones de los veraneantes no invadían lo que ella consideraba su paraíso desierto, y después de una mañana igual que las anteriores, en una oficina aburrida donde ejercía la misma profesión desde hacía 17 años, se cruzó con su amigo Carlos. Le saludó con la mano mientras intentaba sujetar con la otra mano el paraguas, haciendo malabarismo para que los documentos que llevaba resguardados entre los pliegues de su abrigo no terminaran empapados.
Él ,lejos como para ir a echarle una mano esperó a que ella llegara a su altura para decirle esa frase de: «Te tengo que presentar a mi compañero, bueno, es mi jefe en realidad, el caso, que ya te tengo candidato», Elha sólo pudo sonreír, más que nada por cortesía y sin ningún tipo de expectativas, añadió: «Claro, Carlos, cuando quieras me lo presentas».
Pasaron días, semanas, meses y esa frase parecía haber quedado en el olvido, pero Elha, que tenía por costumbre grabar en el disco duro de su memoria todo lo que consideraba importante no lo había olvidado.
Tuvo que pasar más de un año, cuando las tornas se cambiaron y decidió iniciar ella la conversación con su amigo: «Oye Carlos, ¿y ese jefe que decías que me ibas a presentar?». Este no pudo más que contestarle: «Oh, lo siento amiga, pero ya es tarde, está muy enamorado de una rubia despampanante que ha conocido en el gimnasio».
Esa fue la primera y última vez que preguntó por él, por alguien de quien no tenía ningún dato, ni siquiera lo había visto en foto. En una época donde las redes sociales estaban al orden del día, se suponía que sería fácil al menos ponerle cara a esa persona, pero nada más lejos de la realidad, ni se molestó en preguntar por sus apellidos para investigar o, mejor dicho, cotillear un poco sobre él.
Había pasado tanto tiempo que ni lograba recordarlo cuando una tarde de invierno, ataviada con su pantalón Adidas vintage y su sudadera a juego (Elha era esa clase de mujeres que decidían aplicar en sus vidas lo que la canción de María Isabel hizo famosa: «antes muerta que sencilla») y tras acabar su rutina deportiva diaria que consistía en correr 10 km para liberar tanto su cuerpo como su mente de un día agotador sucedió lo que consideraba como imposible y mira que había sido soñadora y romántica pero la vida en su implacable juego de hacer lo que considera oportuno le volvió mucho más práctica y menos soñadora.
Estaba a punto de meterse en el baño para darse una merecida ducha relajante cuando escuchó el tintineo de su móvil que le indicaba que había recibido un WhatsApp de alguien que tenía grabado en sus contactos. Pudo leer incrédula:
Carlos: hay alguien que acaba de decirme textualmente: «¿cuándo me vas a presentar a tu vecina?».
Elha: jajajaj, ¿sí? Pues a ver cómo lo hacemos, ¿este finde tú y tú marido no vais a pasarlo en Sevilla?
Carlos: ya encontraré la forma.
Elha: mira, esto es muy sencillo, no hay que darle más vueltas al asunto. Dile que este finde estoy sola, mi hijo se irá con su padre, así que si le apetece quedar...
El siguiente WhatsApp lo recibió mientras se daba esa ducha e intentaba bajar las pulsaciones, no por el esfuerzo físico que había hecho minutos atrás, sino por la ilusión que le había provocado el recibir esos mensajes, decía así:
Grupo de WhatsApp «First date Algeciras»:
Carlos: Elha, te presento a Samuel. Samuel, te presento a Elha Ahí os dejo
Carlos salió del grupo
Elha: Hola, Samuel
Samuel: Hola, Elha
Ese grupo de dos fue el inicio de su nueva vida, sin saberlo que el destino les tenía esperando a la vuelta de la esquina, aún por determinar cuán grande y verdadero sería ese hilo rojo atado al meñique de cada uno de ellos.