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Prólogo

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La Plata, 28 de septiembre de 2019

Cuando me ofrecieron hacer el prólogo de esta obra dudé. Primero de que decir, de cómo encararlo y segundo de cómo pensarlo a la luz de la deshumanización de los tiempos que vienen.

“Repetir es natural” versa un dicho popular, “compulsión a la repetición” aseveró Sigmund Freud. En efecto, el agente de socialización primaria de “cachorro humano” es la familia, por medio de ella internaliza las primeras identificaciones, los primeros modelos de comportamiento, los primeros “usos y costumbres”. Como son los primeros modelos, lamentablemente es de esperar que se repitan a lo largo de la vida: muchas veces el maltrato producido en la primera infancia se reedita en una relación de pareja abusiva. Nótese que dije “muchas veces” (NO siempre).

Hoy la inmediatez de la información nos muestra la “noticia” de la violencia intrafamiliar, violencia que siempre existió pero que se “toleró” desde la sociedad y desde las propias familias(sea por necesidad económica; sea por amenazas, sea por miedo, sea por naturalizar las situaciones).Hoy paulatinamente este modelo de “silencio” va en franca retirada la mayoría de los casos.

Sin embargo, cuando alguien logra “escapar” de la situación violenta, se enfrenta a un segunda violencia: la Judicial, una justicia lenta que muchas veces no define en tiempo y forma las medidas tendientes a defender a las víctimas de violencia y, lamentablemente y sin entrar en detalles, esa lentitud desemboca en terribles desenlaces en un gran número de casos.

Como dije al principio y use el término “deshumanización” me refería a como pensar estas cuestiones en un mundo en donde por un lado hay una hipercomunicación y por otro lado una creciente y inexorable alienación. Del impacto de la recepción de miles de imágenes e informaciones, hoy resulta una nueva “naturalización”: la de la desgracia humana. Hoy recibimos en nuestro celular videos de robos, ejecuciones de Medio Oriente, violaciones, cine snuff, etc. Creo que el impacto de la percepción de todas estas cuestiones generan una creciente falta de empatía a en la sociedad (paulatinamente pasamos del “no me va pasar” al pasa “pasa en todos lados”).

Tengo la esperanza que, como todo proceso cíclico la falta de empatía termine en algún momento y volvamos a pensarnos como lo que somos: seres de la naturaleza como otros seres que habitan nuestro mundo, eso sí, con una naturaleza muy especial: la humana.

Sé que muchas personas que lean la obra se van a sentir identificadas ya sea porque lo vivieron , lo viven a conocen a alguien que lo está viviendo. Para todos ello es este libro y mientras escribo esto y, para culminar resuena una frase en mi cabeza “Nunca te definas por tu pasado, fue sólo una elección, no una sentencia de por vida”.

JUAN MARTIN DIEZ

PROF. EN PSICOLOGIA

Una vida como todas

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