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INTRODUCCIÓN:¿Qué es la teología del pacto y por qué debería importarme?

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¿Qué es un pacto? Pacto no es una palabra que usemos en nuestra vida cotidiana. Tal vez la uses ocasionalmente si eres abogado. Pero aparte de ciertos usos legales, no nos topamos con esta palabra muy a menudo. Suena un tanto formal y arcaica, como si escucháramos Don Quijote leído con un fuerte acento manchego.

Sin embargo, la palabra “pacto” se usa con frecuencia en la iglesia, donde unos la aman y otros la odian. Algunos la usan de una manera despectiva; otros la usan para aparentar que son más inteligentes. Muchos que la escuchan solamente fruncen el ceño sin tener idea de lo que significa. Yhayotros que todo el tiempo la tienen en la punta de la lengua. Pacto puede ser una de esas palabras que los cristianos oímos y usamos, pero todos tienen miedo de preguntar su definición. Esto ha llevado inevitablemente a una subvaloración del término y, en ciertos casos, a un entendimiento incorrecto y confuso del mismo.

No obstante, cualquiera que ha leído la Biblia sabe que la palabra pacto aparece frecuentemente en sus páginas. El libro de Génesis trata principalmente sobre el pacto de Dios con Abraham y sus descendientes, un pacto basado en la primera promesa del evangelio de Dios dada a Adán y Eva en Génesis 3:15. Y el libro de Éxodo registra el pacto de Dios con la nación de Israel. A través de todo el Antiguo Testamento, en los libros históricos, los salmos y los libros proféticos, se hace referencia a estos dos pactos una y otra vez. Cuando llegamos al Nuevo Testamento, se nos dice que Jesús instituye un nuevo pacto, el mismo pacto que el profeta Jeremías anunció (Jeremías 31:31-34). Además, el apóstol Pablo analiza detalladamente las diferencias entre el pacto de Dios con Abraham y Su pacto con la nación de Israel (Gálatas 3-4), como también la diferencia entre el antiguo pacto y el nuevo (2 Corintios 3). ¡Yni siquiera hemos mencionado el hecho de que Dios también hizo pactos importantes con Noé y David! Por tanto, es correcto decir que el pacto es un aspecto vital de la Escritura. De hecho, es más exacto decir que el pacto es la estructura misma de la Escritura. Es el esquema escogido por Dios para la Biblia.

Pero a fin de entender y apreciar lo que es un pacto en el sentido más técnico con que se usa este concepto en teología, es útil analizarlo a un nivel más básico. Tal vez no nos percatamos, pero la sustancia esencial de un pacto es prácticamente una realidad diaria para nosotros. Entonces, ¿qué es un pacto? Un pacto es un acuerdo formal que crea una relación con aspectos legales. Con relación no nos referimos solamente a aquellas relaciones de esposo-esposa o gobierno-ciudadano —aunque están incluidas— sino también a la relación de dar tu palabra para hacer algo. Si les dices a tus vecinos que tú vas a alimentar a sus perros mientras ellos se van de vacaciones, esto es un compromiso o acuerdo. Tú tienes una relación con tus vecinos solo por ser vecinos, pero darles tu palabra de que alimentarás a los perros es un compromiso, una especie de pacto. Un pacto puede ser un compromiso, una promesa o un juramento. De hecho, en la Biblia, promesa y juramento a menudo se usan como sinónimos de pacto.

Así que un pacto puede ser un acuerdo de cualquier clase. Sin embargo, un pacto también es legal. Ahora bien, una relación legal no se refiere solo a las cortes de justicia. Las cortes, las leyes, los jueces y la policía forman parte de lo que significa ser legal. Sin embargo, la legalidad a un nivel más básico significa que hay obligaciones con consecuencias; implica castigos o sanciones. Estas consecuencias pueden ser más formales, tales como recibir una multa por la ley, o pueden ser menos formales, como ser disciplinado por los padres. Las consecuencias de vergüenza, desaprobación o ira por no cumplir lo que prometemos pueden ser, a veces, más impactantes que los castigos de las cortes judiciales.

Muy a menudo, contraponemos la legalidad a las relaciones íntimas. Tendemos a pensar que no hay nada legal en la relación padre-hijo, como si solamente se tratara de amor y misericordia. Pero ese no es el caso. El amor y la intimidad de la relación padre-hijo no anulan la legalidad de la misma. De hecho, tales elementos pueden aumentar su carácter legal. Como señala el libro de Hebreos, el padre que no disciplina a sus hijos no los ama (12:7-8). Los hijos naturales tienen obligaciones con sus padres y viceversa. Si los hijos no hacen sus tareas del hogar, habrá consecuencias. Si los padres no cuidan de sus hijos, habrá consecuencias. Ciertamente, la gran mayoría de las consecuencias no son resueltas en una corte judicial, pero las consecuencias de hacer que un ser querido se enoje, perder la confianza y ser privado de privilegios duelen a pesar de todo. En una cultura de honor y vergüenza, como lo era la cultura del antiguo Israel, ser avergonzado por un padre podía ser peor que la muerte. La consecuencia puede ser que lastimen nuestra reputación o se burlen de nosotros, pero sigue siendo una consecuencia, y esto le otorga un carácter legal. Por tanto, no hay ninguna tensión entre el hecho de que un pacto sea una relación —incluso una relación de intimidad y amor— y el hecho de que un pacto sea legal y tenga consecuencias legales. Un ejemplo perfecto de esto es el matrimonio, que el Señor llama un pacto (Malaquías 2:14). La intimidad entre un hombre y una mujer en el matrimonio no es obstruida por la legalidad del matrimonio; más bien, los votos legales intensifican la intimidad.

Por lo tanto, encontramos los elementos constitutivos básicos de un pacto siempre que alguien promete hacer algo a favor de otra persona con las consecuencias positivas y negativas implícitas que el contexto cultural y relacional determina. La promesa crea una relación. Es un compromiso que conlleva sanciones, como en las viejas películas del oeste cuando el vaquero dice: “la palabra de un hombre es ley aquí”. Hablar crea responsabilidades; nuestras palabras nos comprometen a ciertas acciones y con otras personas. La moralidad rudimentaria nos dice que nuestras acciones deben corresponder con nuestras palabras, ya que lo contrario es vergonzoso e incorrecto. Nuestro Señor se refirió a esto en el Sermón del Monte cuando dijo que nuestro sí debe ser sí y nuestro no, no (Mateo 5:37). Todos hemos experimentado el golpe de la vergüenza cuando no cumplimos nuestra palabra y un amigo nos dijo: “No puedo creer que rompiste tu promesa”.

Cuando entendemos que los elementos principales de un pacto permean nuestra existencia cotidiana, es mucho más fácil entender los pactos bíblicos, ya que un pacto en su sentido más pleno es solamente una formalización de estos compromisos cotidianos. Si un esposo le dice a su esposa que va a recoger la ropa de la tintorería al salir del trabajo, ya le ha dado su palabra. Si lo olvida, la consecuencia es que su esposa se va a molestar. Pero si es de suma importancia que él no olvide la ropa, su esposa detendrá al esposo olvidadizo y le hará prometer que no lo va a olvidar. Puede que ella incluso añada consecuencias más explícitas y severas: él tendrá que regresar y recoger la ropa, o no podrá jugar fútbol el fin de semana. El compromiso de recoger la ropa queda formalizado con promesas y consecuencias explícitas.

Un ejemplo gracioso de esto se encuentra en la película animada de Disney Robin Hood, cuando el niñito tenía que recuperar su flecha después de dispararla hacia el otro lado del muro del castillo del príncipe Juan. Él ysus amigos tenían miedo de que la tortuga Toby los delatara, así que la obligaron a hacer un juramento diciendo: “Pon tu mano en tu corazón, tuerce los ojos y di: ‘Arañas, serpientes y cabezas de burro; si los acuso, me voy a morir de un susto’”. El juramento o pacto hace más serio el hecho de que Toby debe cumplir su palabra de no delatarlos; el juramento formaliza el acuerdo. Tal vez recordemos que hacíamos juramentos similares con nuestros amigos cuando éramos niños; cosas como: “lo juro por mi vida” o “lo juro y si no que me muera”. La consecuencia exagerada de morir encaja con la forma de ver la vida propia de un niño.

Luego, estos compromisos de promesa pasan por mayor formalización y estandarización en todas las áreas de la sociedad. Prácticamente todo contrato es un pacto, desde las hipotecas y los préstamos para vehículos, hasta los tratados de paz. Son compromisos o acuerdos formalizados entre partes que establecen obligaciones y consecuencias muy detalladas que se aplican a todas las personas. Usamos diferentes nombres para referirnos a tales contratos según la ocasión o el uso específico, pero, en esencia, son pactos.

Los pactos en el mundo antiguo

El uso de los pactos en el mundo antiguo era esencialmente el mismo. Eran compromisos que creaban una relación con sanciones. Evidentemente, Israel pertenecía a una cultura antigua y extranjera, por lo que la forma y función de sus pactos eran diferentes a los nuestros. En una sociedad de honor y vergüenza, y una en la que la familia era una parte clave de la estructura legal, la palabra de una persona tenía mucho peso. Además, el antiguo Oriente Próximo no era una sociedad moderna o científica. Sus reglas para la evidencia difieren de las de nuestra cultura. Nuestra cultura no depende tanto de la palabra de una persona. Podemos poner a prueba la palabra de alguien por medio de evidencias: grabaciones, huellas digitales y exámenes de ADN. No era así en el mundo antiguo. Sin testigos, no había una forma segura de probar externamente la palabra de alguien. Además, el deísmo y el ateísmo no existían en el mundo antiguo. Los israelitas y todos sus vecinos creían que sus respectivas deidades estaban involucradas activamente en la vida e historia humanas. Los dioses dirigían los eventos de la vida yel bienestar de las personas. Ylos dioses también juzgaban las malas acciones cometidas.

Por ende, los pactos involucraban juramentos por los cuales una persona se comprometía en nombre de un dios a hacer algo o a decir la verdad, y si no lo hacía, entonces el dios juzgaría a dicha persona. Si una persona juraba que estaba diciendo la verdad, y al día siguiente un león se la comía, se asumía que había mentido y que el dios lo había juzgado. La creencia de que los dioses los castigarían hacía que las personas fueran cuidadosas con sus juramentos. Ya que los juramentos en las sociedades antiguas eran entendidos por todos y se esperaba que aparecieran de una forma particular, la Biblia a menudo abrevia los juramentos que describe. La forma corta de un juramento es: “Vive Jehová que…”. Uno juraba por alguien mayor que uno mismo, algo más cierto y firme, y no hay nada mayor que la vida del Señor. La forma completa, que con frecuencia es omitida, incluye la sanción: “sea yo maldito”, generalmente con la muerte. La forma completa incluye una maldición de uno mismo o “automaldición”—parecida al juramento de Toby en Robin Hood. La persona que hace el juramento le está pidiendo a Dios que la maldiga si viola su juramento.

Debido a que un juramento era un acto tan solemne, con frecuencia iba acompañado de ritos y ceremonias, realizados por lo general en un templo o en la presencia de un dios. Estas ceremonias representaban de una manera simbólica la naturaleza de la relación y las consecuencias de quebrantar el compromiso hecho. De una manera similar, las ceremonias de matrimonio en la actualidad representan el carácter de la relación que se establece. Los votos son promesas que conllevan sanciones si son quebrantados. Los anillos son señales de la relación y expresan el amor mutuo de la pareja. De hecho, si alguna vez has comprado una casa, sabes que firmar los documentos de depósito es casi una ceremonia; las pilas de documentos, los cientos de firmas y las grandes cifras son muy efectivos para convencerte de que esto es un compromiso y un contrato serio.

En el tiempo de Israel, sin embargo, estas ceremonias tendían a ser mucho más vívidas y espantosas, al menos según nuestros criterios. Debido a que la sanción por no cumplir con un juramento de pacto era la maldición de la muerte, cuando las personas hacían un pacto mataban animales como símbolo de su muerte. Esto es incluso lo que se da a entender en la expresión hebrea para hacer un pacto, que traducida literalmente significa “cortar un pacto”. El cortar o partir se refiere a la ceremonia de matar y cortar animales por la mitad. Como afirma un erudito con respecto a este cortar: “Parece que este gesto llegó a ser tan generalizado y común que puede haberse convertido en una clase de suplemento frecuente para una ceremonia de pacto”1.

Las ceremonias de pacto incluían más que simplemente cortar animales. Claramente, el pronunciamiento verbal del juramento de las partes era lo central. También los testigos, personales o inanimados, con frecuencia tenían un rol. Asimismo, una o ambas partes podían hacer diferentes gestos o señales. Estos gestos podían ir dirigidos a la otra parte o al dios (o dioses). Tales gestos, como la entrega del anillo en una ceremonia de matrimonio, dramatizaban el amor, la lealtad y el compromiso de la relación. Un gesto común era compartir una comida entre las partes que hacían el pacto. A menudo se comían los animales partidos en la ceremonia del pacto. Tal comida reflejaba su relación de compromiso. Es necesario recordar que aunque estas ceremonias de pacto tenían muchos elementos comunes, aun así eran flexibles. Se podían agregar partes, quitarlas o modificarlas para que se ajustaran a la relación y ocasión específicas. No deberíamos atribuir una falsa rigidez a las ceremonias, ya que la forma y la ceremonia del pacto concordaban con la relación.

Así pues, los pactos antiguos eran relaciones o acuerdos formales elaborados por medio de juramentos. En la esfera familiar, el matrimonio y la adopción eran considerados pactos. En la esfera pública, los pactos incluían tratados entre naciones (Josué y los gabaonitas en Josué 9; Israel con Asiria en Oseas 12:1), leyes y acuerdos entre reyes y su pueblo (el rey Zedequías en Jeremías 34:8-18), contratos de negocios (Abraham y Abimelec en Génesis 21:22-30), compromisos entre amigos (Jonatán y David en 1 Samuel 20:16) y acuerdos entre amos y siervos (Abner con David en 2 Samuel 3:12; Labán y Jacob en Génesis 31:44). Podríamos mencionar más ejemplos, pero estos dan una buena gama que ilustra de qué manera un pacto tiene que ser flexible para la relación. Tanto el matrimonio como los tratados internacionales son pactos; sin embargo, las formas de estos pactos difieren. Asimismo, en la Biblia es imperativo prestar atención a la forma de un pacto particular para entender su naturaleza.

El uso familiar y secular de los pactos en el antiguo Oriente Próximo provee el trasfondo necesario para que entendamos los pactos religiosos de la Biblia. Cuando Dios hace pactos con Su pueblo, lo hace de maneras que ellos entiendan. Dios se acomodó a lo que era normal para Abraham, Moisés y los israelitas. Si Dios hiciera un pacto con nosotros hoy, Él usaría los acuerdos legales y personales convencionales que usa nuestra sociedad. Esto no quiere decir que el significado de los pactos espirituales sea exactamente el mismo que sus equivalentes seculares, pero sí significa que nuestro entendimiento de los pactos bíblicos comienza con un entendimiento de los pactos antiguos convencionales. Así era para los hebreos y así es para nosotros también. Como veremos, los pactos bíblicos sobrepasan por mucho a cualquier pacto común de la sociedad humana. De hecho, los pactos de Dios contienen aspectos tomados del matrimonio, de la adopción, de los tratados, de la amistad, de los reinos y de las relaciones señor/siervo.

Además, la acomodación del Señor para usar pactos antiguos no significa que estos pactos son el modelo original. Los teólogos reformados han confesado correctamente que el modelo original para el pacto de Dios con Su pueblo es la comunión perfecta que se encuentra en la Trinidad. El teólogo reformado Louis Berkhof (1873-1957) lo expresó bien:

Los pactos entre los hombres se habían realizado mucho antes de que Dios estableciera su pacto con Noé y con Abraham, y esto preparó a los hombres para que entendieran el significado de un pacto en un mundo dividido por el pecado, y los ayudó a entender la revelación divina, cuando la relación del hombre con Dios se presentó como una relación de pacto. Sin embargo, esto no significa que la idea del pacto se originó con el hombre y luego Dios la tomó prestada de ellos como una forma apropiada para la descripción de la relación mutua entre Él mismo y el hombre. Todo lo contrario es cierto; el arquetipo de toda la vida de pacto se encuentra en el ser Trinitario de Dios, y lo que vemos entre los hombres es tan solo una débil copia de esto2.

La vida de pacto se refleja en la sociedad humana porque fluye de la existencia Trinitaria de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en una incesante devoción y compromiso mutuos. Como dice Michael Horton, Dios se extendió “más allá de la Deidad para crear una comunidad de criaturas que sirviera como una analogía de la relación de la Deidad”3. Como criaturas hechas a la imagen de Dios, deberíamos desear ansiosamente captar el significado de los pactos antiguos a fin de apreciar y entender de una manera más plena nuestra relación con nuestro Dios y Salvador. Estudiamos los paralelos antiguos no como un fin en sí mismo, sino como la vía necesaria para conocer y amar a nuestro Señor con mayor fervor. Dios en Su sabiduría soberana designó tales pactos como un medio para mostrarnos Su amor. Debemos usarlos con gratitud como contexto para la Palabra de Dios.

¿Cómo debemos definir un pacto entonces?

La discusión anterior demuestra que es necesaria una definición más general. El uso amplio del pacto con aplicaciones específicas para relaciones concretas exige flexibilidad. Por tanto, un pacto es un acuerdo solemne con juramentos y/o promesas, que implican ciertas sanciones o legalidad. Hay cierta formalidad asociada a los pactos que, por definición, hace que sean más que una promesa casual. Tiene que haber al menos dos partes. Estas partes pueden ser iguales (como en el matrimonio) o desiguales (de superior a inferior), y la naturaleza de la relación puede variar. Pueden ser íntimas o impersonales. Las sanciones pueden ser mínimas o drásticas. La definición clásica de un pacto como un “acuerdo mutuo entre dos partes” es adecuada, siempre y cuando no se aplique de una manera demasiado literal, ya que los pactos no están limitados a dos partes. Además, los pactos no tienen que ser mutuos. La mutualidad sugiere que ambas partes se ponen de acuerdo voluntariamente para entrar en la relación de pacto. No obstante, un superior puede imponer un pacto a un inferior dejando a la parte inferior sin ninguna alternativa.

Sin embargo, nuestro interés tiene que ver con los pactos bíblicos, por lo que una definición de los pactos bíblicos resulta muy útil. Hay tres puntos clave:

• Los pactos que encontramos en la Escritura son los pactos de Dios con Su pueblo o con la humanidad en general.

• Dios es el autor e iniciador de los pactos.

• Los pactos son compromisos divinos establecidos por juramento— promesas o juramentos hechos por Dios a los humanos con sellos y/o señales.

Precisar más allá de esto no nos ayudará mucho. Agregar adjetivos tales como “redentor”, “misericordioso” o “de gracia” a todos los pactos de la Escritura inevitablemente introducirá prejuicios en nuestro análisis de los diferentes pactos y su administración. Todas las relaciones de Dios con la humanidad implican condescendencia, pero no siempre son de gracia; es decir, no siempre brindan un favor inmerecido a alguien que merece juicio. De hecho, ya que los pactos son legales por definición, todos los pactos divinos son legales, aunque no todos son de gracia. Por ello, es necesario proporcionar definiciones precisas para los distintos pactos y sus respectivas administraciones. Sin embargo, dar demasiados detalles en la definición básica solamente limitará la exactitud en las específicas. Por ello, las definiciones para los diferentes pactos se proporcionarán en sus respectivos capítulos.

Además de una definición, vale la pena mencionar la función que desempeñan los pactos divinos en la Escritura. El propósito de Dios en la historia es gobernar Su reino de la Creación y desplegar Su reino santo. Por tanto, Sus pactos son la forma en que Dios administra Su reino. A medida que Dios despliega Su reino redentor desde Génesis 3:15, Él gobierna Su reino a través del pacto de gracia y sus diferentes administraciones. El pacto mosaico es la constitución de la teocracia israelita. El nuevo pacto es la constitución de la iglesia, el reino del cielo en la tierra. Al pueblo del reino de Dios se le llama la comunidad del pacto y ciudadanos del cielo. Los pactos de Dios plasman esa relación: lo que Dios ha hecho por nosotros, así como también nuestras obligaciones hacia Él. Por ende, un pacto no es un medio para un fin, sino que es el fin en sí mismo—la comunión entre Dios y Su pueblo.

Finalmente, es muy útil considerar algunos de los sinónimos de pacto que se usan en la Escritura, o las diferentes maneras en que nos podemos referir a un pacto. Puesto que un pacto es una relación establecida por un juramento, es de esperarse que esta relación pueda identificarse de muchas maneras. Tomando como ejemplo el matrimonio, rara vez usamos la palabra pacto para describir la relación; en vez de ello, hay varias palabras e imágenes metafóricas para el matrimonio, todas o la mayoría de las cuales connotan la idea de pacto. Aquí hay una lista de los principales sinónimos de pacto en la Escritura, la mayoría de los cuales son partes de la relación o ceremonia del pacto que apuntan al todo.

Juramento: es de esperarse que el sinónimo más común para pacto sea la palabra juramento. Debido a que la relación queda plasmada en el juramento o promesa que ambas partes realizan, con frecuencia se hace referencia a la relación de pacto como un juramento. La relación de Dios con Abraham es llamada un pacto una y otra vez de manera explícita. Por ejemplo, Éxodo 2:24 dice: “Dios… se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob”. Se habla de esta misma relación en términos de un juramento hecho por Dios, entonces leemos en Éxodo 6:8: “Yos meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ”. De la misma manera, Dios dijo a Isaac: “Y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre” (Génesis 26:3). Así pues, este lenguaje se encuentra a través de todo el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, especialmente en el libro de Hebreos.

Promesa: debido a que los juramentos tienen un carácter promisorio, promesa también se usa como un sinónimo para pacto. Por tanto, en Gálatas 3, Pablo se refiere al pacto abrahámico simplemente como la promesa.

Obligación: las relaciones de pacto contienen obligaciones —a menudo por escrito— de una parte a la otra y viceversa. La mención de las obligaciones puede denotar todo el pacto. En consecuencia, dependiendo del contexto, muchas palabras para las obligaciones o estipulaciones se usan para referirse al pacto: ley(es), mandamiento(s), testimonio(s), juicio(s), estatuto(s) y palabra(s). Piensa en cómo Pablo se refiere con regularidad al pacto de Sinaí simplemente como “la ley”, debido a sus obligaciones.

Señales: las señales o símbolos de las relaciones de pacto también se usan para referirse al todo. Como el anillo de boda simboliza el matrimonio, así también las señales como la circuncisión y la Cena del Señor representan el todo. El Señor Jesús dijo de la copa en la Cena del Señor: “esta copa es el nuevo pacto”.

Fórmula del pacto: otra manera de referirse a un pacto es por medio de cierta fórmula o declaraciones resumidas, tales como la frase en la Escritura llamada fórmula del pacto. La fórmula del pacto es “yo seré su Dios y ustedes serán Mi pueblo” y variaciones de esta. Esta fórmula encapsula la relación de pacto. La forma fundamental es “Yo seré ______ para ti y tú serás ______ para mí”. Los espacios en blanco pueden llenarse con esposo/esposa, padre/hijo, y Señor/ siervo. A menudo también se expresa citando solamente la mitad: “Yo seré…” o “tú serás…”. Esta fórmula se extiende por todo el Antiguo Testamento, y encuentra una posición culminante al final de la Escritura, cuando Dios dice de Su pueblo en la Nueva Jerusalén: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).

Una última forma posible de identificar o referirse a un pacto es por medio de la terminología del pacto o acción ritual. Palabras hebreas como paz, amor, misericordia y maldición son lenguaje común del pacto. (Estas palabras hebreas se pueden traducir de diferentes maneras en diferentes versiones, así que hay que tener cautela al considerar el español). Esto no quiere decir que estas palabras sean términos técnicos en sí, sino que tienen un uso común en los pactos por lo que reflejan frecuentemente una relación o contexto de pacto. Un ejemplo de esto se encuentra en Deuteronomio 20:10, donde antes de la batalla Israel ofreció “términos de paz” a ciertas ciudades (literalmente—“llamarla para paz”). Aquí “paz” se usa como un sinónimo de “tratado” o “pacto”. Asimismo, ciertas acciones rituales pueden demostrar un pacto en este contexto: compartir una comida, dar una bendición o cortar animales.

A partir de esta introducción, debería hacerse evidente por qué el pacto es vital para la vida cristiana. Nuestra relación con Dios y la Suya con nosotros es un pacto. La maldición que merecemos por el pecado, cómo Cristo nos salvó, cómo agradamos a Dios, nuestra vida de oración, nuestra esperanza bienaventurada—todas estas cosas se llevan a cabo en el escenario de un pacto. El mensaje del evangelio se debilita sin su fundamento del pacto. Nuestra certeza de salvación queda neutralizada sin un pacto. Por eso el teólogo reformado Francis Turretin (1623-1687) afirmó esto acerca de la importancia del pacto:

Ya que (el pacto) es de suma importancia en la teología (siendo, por decirlo así, el centro y vínculo de toda la religión, consistiendo en la comunión de Dios con el hombre y abarcando en su ámbito todos los beneficios de Dios hacia el hombre y los deberes de este hacia Dios), nuestro interés principal consiste en conocerlo y observarlo correctamente. Por tanto su discusión exige una exactitud peculiar (akribeian), para que la verdad sea confirmada en contra de los errores por medio de los cuales Satanás se ha esforzado en casi toda época por oscurecer y corromper esta doctrina salvífica4.

Estudiar los pactos de la Escritura es aprender acerca del grandioso y majestuoso Dios al que servimos y contemplar Su gracia y misericordia espléndidas para nosotros en Jesucristo.

Esta introducción también nos debe ayudar a entender que la teología del pacto no es un sistema abstracto impuesto a la Biblia, sino la estructura y el marco que surge naturalmente de la Escritura misma conforme el drama de la historia de la redención se va desarrollando desde Génesis hasta Apocalipsis. La teología del pacto es el método prescrito por la Biblia para ayudarnos a entender las Escrituras correctamente. La teología del pacto nos ayuda a profundizar nuestro entendimiento de la salvación y comunión de Dios con Su pueblo a través de la persona y la obra de Cristo. Es la forma en que Dios nos da el gran cuadro de Su plan de redención y nos muestra que Su Palabra, de principio a fin, es consistente y no contradictoria.

Cómo usar este libro

Los siguientes capítulos explican ocho pactos importantes de la Escritura: el pacto de redención, el pacto de obras, el pacto de gracia, el pacto con Noé, el pacto con Abraham, el pacto con Moisés, el pacto con David y el nuevo pacto. Cada capítulo tiene tres o cuatro partes. La primera parte presenta una breve descripción teológica del pacto particular que se examina y proporciona un resumen sencillo y conciso del mismo.

La segunda parte de cada capítulo considera la evidencia bíblica del pacto en cuestión, respondiendo a la pregunta: “¿Qué enseña la Biblia?”. Una cosa es dar una definición teológica de una doctrina, pero otra cosa es mostrar por qué esa definición es bíblica. Cada capítulo tendrá como meta hacer esto, pasando del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento.

Algunos capítulos incluyen una tercera parte que considera brevemente de qué manera ese pacto particular es presentado en las confesiones reformadas y de qué manera lo han expresado diversos teólogos reformados a lo largo de la historia. Creemos que esto es útil para familiarizar al lector con la manera en que la teología del pacto se ha expresado históricamente en la tradición reformada. Si bien los reformadores de los siglos XVI y XVII no inventaron la teología del pacto sino que construyeron sobre los cimientos ya puestos en los periodos de los padres de la iglesia primitiva y medieval a fin de defender la doctrina protestante, no obstante, es verdad que la teología del pacto es la teología reformada.

La última parte de cada capítulo tiene como propósito mostrar por qué la doctrina específica es valiosa para la vida cristiana. Como esperamos aclarar, la teología del pacto no es una teoría intangible de razonamiento abstracto. En cambio, es la estructura propia de la Biblia que nos proporciona un cuerpo de creencia inmensamente práctico y concreto. Esta parte concluye con diferentes preguntas para estimular la reflexión del lector.

Como pastores, oramos para que este libro les sea útil para entender la persona y obra de Cristo y el mensaje del evangelio tal y como se desarrolla en la historia de la redención. Escribimos este libro porque con frecuencia quedamos sin respuesta cuando los miembros de la iglesia nos preguntan por un buen recurso introductorio sobre la teología del pacto. Aunque hay muchos libros excelentes sobre el tema, en nuestra opinión, la mayoría de ellos no fueron diseñados para los laicos principiantes. Dada la importancia de la teología del pacto para la vida cristiana, creemos que en la iglesia actual se necesita un libro que provea una explicación sencilla y clara de cada uno de los principales pactos de la Escritura. Este libro fue diseñado como un medio para ese fin, aunque de ninguna manera es la última palabra sobre la vasta materia de la teología del pacto. Más bien, es un volumen introductorio diseñado para dar a los lectores un entendimiento básico de este tema tan esencial y animarlos a realizar un estudio más completo. ¡Que el Señor los bendiga al dedicarse a adquirir un conocimiento más profundo de Su plan de salvación como se administra en Sus pactos!

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