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UN TRIVIUM PARA VICENTE HUIDOBRO: UN MODO DE PRESENTACIÓN

Existe, se puede percibir, una clase peculiar de exhaustividad en el ímpetu poético de Vicente Huidobro. Lo exhaustivo se expresa en las singulares intensidades que recorren su composición de frases, la diversidad de operaciones y procedimientos y una suerte de complejo programa que se anida, pero que también se hace extensivo en el despliegue de su característica comprensión poética. Quizá sea esa la profundidad del proyecto creacionista que ya se puede notar en la temprana escritura del manifiesto “Non serviam”: cabría siempre recordar este punto que busca Huidobro con esta suerte de acto inaugural de emancipación del control de una empobrecida noción moderna de mimesis que afecta sin duda a todo el ámbito de las vanguardias. De qué se trata entonces esta singularidad poética que marca con empuje el creacionismo: se trata de liberar los procedimientos literarios de las costumbres de escritura ya establecidas para definir al hecho que es la literatura desde su propia facticidad, sin duda histórica, pero no menos material. Quizá este punto sea el que más se explora en esta serie de ensayos que indagan sobre las operaciones específicas que monta Huidobro para dar cuerpo a la peculiaridad que afecta a su programa poético que habría de coincidir con una necesaria reflexión sobre el estilo. La premisa central de esta serie de aproximaciones, que desde acá se pueden hacer legibles, es tratar de poner en evidencia que el poeta ha de tener una cuidadosa atención, quizá al modo de una sutil prudencia, en los actos de transformación del sistema de lengua, que para este caso resulta ser el castellano eminentemente. La exhaustividad que he notado para dar cuenta del proyecto poético creacionista implicaría en efecto una especial atención a la apertura de potencialidades que se esbozan y se materializan en la escritura literaria de Vicente Huidobro.

No podría ser entonces tan solo creación de simples o complicados neologismos, tampoco de expresar novedades poéticas que produzcan perplejidad o fascinación inmediata frente a la lectura. La tarea de Huidobro se enfoca, lo veremos paulatinamente en cada unos de estos ensayos, en intervenir la mecánica del sistema lingüístico castellano con el fin de crear nuevas relaciones que afectan a la comprensión de lo real, nuevas direcciones virtuales de expresión de un sentido. Habría de haber, por consecuencia, una suerte de estética que soporta esta preliminar afirmación, puesto que la poética huidobriana requiere de una profunda convicción de que el poema puede en potencia alterar las condiciones habituales de la configuración de la experiencia en general. Sin embargo, en este cuadro se requiere saber cómo estas estructuras definen los contornos que acreditan lo real en cuanto tal, pero bajo un principio que esa forma de encuadre o toma vista no podría ser considerada bajo título de única, como tampoco la más privilegiada para entender que la literatura sea simplemente una anomalía de la normalidad de una lengua cualquiera. Para ello está el poema/poeta, por ello muestra de manera expresa e imperativa que la experiencia también podría estar sujeta a alteraciones en la justa medida en que un poema libera las operaciones específicas que le ofrecerían un diseño preexistente a su propio paso al acto. Esta estética a mis ojos podría ser enunciada bajo la consigna de un poético trivium que habría de replantear los procedimientos y las operaciones de extensión de sentido que todo escrito de Huidobro pareciera pretender. Para liberar hay que reformular y emular esas mismas formas de puesta en orden, del texto sin duda, pero también de la experiencia por efecto, señalando no solo la arbitrariedad de la instalación del orden antiguo, si no también para desplegar nuevas formas de distribución de lo sensible que expresa todo poema bajo las exigencias manifiestas en Manifiestos por el poeta Huidobro.

He ahí nuestra apuesta: para subvertir la poética hay que variar de modo inmanente los procedimientos típicos que han promovido un entendimiento y un concepto para la literatura. Un trivium para Huidobro es efectivo solo en la medida en que se pueda comprender esta puesta en variación continua no tanto de las obras como de los instrumentos alterados que dan expresión a su singular figura. En una palabra, la construcción de un estilo que pone de manifiesto nuevas formas de relaciones entre estados de cosas y que se expresa por el rendimiento radical de las estructuras lingüísticas que subtienden a la experiencia singular de la lectura. De qué modo se altera estas condiciones efectivas de producción poética, además si todo esto se trata de dar una imagen al modo del antiguo y clásico trivium para el creacionismo, pareciera ser que solo podría haber una manera: repensar las potencialidades de una lógica, de una gramática y de una retórica. Entonces, no es casual que este libro se inaugure con una reflexión que atañe a estas tres disciplinas de las artes liberales, artes que por cierto han de pensar no solo las condiciones, sino que también los efectos que sus prácticas y técnicas extienden en el dominio de lo real, y que sin duda afectan a las condiciones efectivas de nuestra experiencia puesto que ellas señalan la diversidad de modos de configurarla.

Me permito entonces traer algo de Huidobro desde la memoria, de una lectura quizá inicial, sin duda imprecisa y vacilante como toda primera lectura, un puñado de versos de Altazor

Hay que resucitar las lenguas

Con sonoras risas

Con vagones de carcajadas

Con cortacircuitos en las frases

Y cataclismo en la gramática

Toda lógica, toda gramática, toda retórica supone un hecho muy preciso, aunque muy difícil de auscultar en su naturaleza: una lengua que simplemente existe. Simplemente existe, puesto que estamos en medio de ella en todo momento y en ese intermezzo notamos cada vez la potencia de su propia variación, en la mayoría de los casos de alto tenor colectivo. Por ello hay usos en las lenguas y la transformación de esos mismos usos que, en algunas ocasiones, se nos hacen evidentes. Cambio y estabilidad de las lenguas son marcas simples de la ocasión contingente de su propia existencia y si su estado singular es la contingencia de los procesos de formación y deformación de los elementos, palabras y frases y enunciados que la pueblan, su naturaleza no podría si no ser altamente maleable dada tal ductilidad que expresa el despliegue de su materialidad. Quizá sea esto lo que posee en lo profundo el ánimo de Huidobro en relación con las potencialidades de la literatura y que en gran medida alienta la escritura de estos ensayos.

De esta forma, una lógica no solo debe regular la consistencia o coherencia de la disposición de series enunciativas en vista de rozar algo así como la verdad: quizá la verdad no sea si no una suerte de nueva incrustación de regularidad que hace sentido solo por la vía de la paradoja que pone en relación ajena estados de cosas que nos son de los más habituales para dar expresión a la alteración de un sentido que no preexistía antes del propio despliegue poético que todo poema promueve en Huidobro. La forma entonces es más un efecto que una causa, efecto de conjunciones y disyunciones de formantes que presentan una huidiza unidad lógica.

De este modo, una gramática no solo debe producir y reproducir enunciados bajo un principio de corrección frente a una norma, sea analítica sea prescriptiva, que se pretende como estable bajo la presentación de determinadas, en tanto acabadas, operaciones regulativas: la gramática tiene en potencia nuevos procedimientos de formación de enunciados puesto que esas mismas operaciones de formación pueden variar y así transformar los efectos bajo un mandato de variación de los procedimientos inmanentes que se expresan en las extensividades enunciativas que en potencia puede actualizar dinámicamente. El modo entonces hace extensivo efectos probables que sustraen existencias de lo inexistente, posibilidades de lo imposible, y si hay suerte, si este fuera el caso, incrustan una peculiar necesidad para la serie efectiva de lo contingente.

Y así es el caso que la retórica se retrotrae a sus vetustos anuncios de producción discursiva, puesto que es más que una colección de tropos o de figuras que pueden o no ordenar o adornar e incluso sazonar el significado esencial de un discurso cualquiera: la retórica acá se libera de la cosmética o de una culinaria, para volver a encontrar su potencia de despliegue, retomar el ánimo epidíctico con que fue empujada desde sus inicios para emular sus propios procedimientos que ya no persiguen solo la persuasión sino más bien un extraño asombro, quizá maniático, quizá ensoñador, que lo inhabitual nombrado por Huidobro de modo inmediato presenta en su apuesta por la poesía, pero que se hace extensiva a prácticamente todo el dominio de lo literario. La retórica entonces ya no se acomoda al caso, si no que lo forma, lo deforma puesto que sabe que toda existencia es múltiple, y en tanto que múltiple, admite sin vacilación la afirmación de la multiplicidad de presentaciones virtuales que pueden o rozar o electrificar o siniestrar todo acto de nombrar llevado a un simple clamor melódico que intenta palpar lo real.

Un trivium para Vicente Huidobro

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