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CAPÍTULO SEIS

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Thor abrió los ojos al amanecer para ver las olas del mar que se movían suavemente, subiendo y bajando en grandes crestas, cubiertas por la luz tenue del primer sol. El agua amarillo claro del Tartuvio. brillaba en la niebla de la mañana. El barco se movía silenciosamente de un lado a otro en el agua, y el único sonido era el del vaivén de las olas  contra su casco.

Thor se sentó y miró a su alrededor. Sus ojos le pesaban por el agotamiento— de hecho, nunca se había sentido tan cansado en su vida. Habían estado navegando durante días; y todo aquí, en este lado del mundo, se sentía diferente. El aire estaba tan pesado por la humedad, la temperatura era mucho más caliente, era como respirar en un chorro constante de agua. Lo hacía sentir lento, hacía que sus extremidades se sintieran pesadas. Sentía como si hubiera llegado en verano.

Thor miró a su alrededor y vio que todos sus amigos, quienes normalmente se levantaban antes del amanecer, estaban en el suelo, durmiendo. Incluso Krohn, siempre despierto, dormía junto a él. El pesado clima tropical había afectado a todos. Ninguno de ellos siquiera se había molestado en conducir el timón – habían dejado eso días atrás. No tenía sentido: sus velas siempre estaban a mástil completo con un viento del oeste azotador, y las mareas mágicas de este océano constantemente tiraron del barco en una sola dirección. Era como si fueran jalados hacia una dirección, y habían intentado en varias ocasiones de dirigir o cambiar de rumbo, pero fue inútil. Todos se habían resignado a dejar que el Tartuvio los llevara a donde fuera.

De cualquier manera, tampoco sabían hacia qué lugar del Imperio dirigirse, reflexionó Thor. En tanto las mareas los llevaron a tierra firme, pensó él, con eso sería suficiente.

Krohn despertó, gimiendo; luego se inclinó hacia adelante y lamió la cara de Thor. Thor buscó en su saco, que estaba casi vacío y le dio a Krohn el último de sus palos de carne seca. Para sorpresa de Thor, Krohn no lo arrebató de su mano, como  generalmente lo hacía; en cambio, Krohn lo miró, miró el saco vacío y luego miró a Thor de manera significativa. Vaciló para tomar la comida, y Thor se dio cuenta de que Krohn no quería quitarle la última pieza.

Thor estaba conmovido por el gesto, pero él insistió, empujando la carne en el hocico de su amigo. Thor sabía que pronto se quedarían sin comida y rezó para que llegaran a tierra. No tenía ni idea de cuánto tiempo podría tardar el viaje; ¿qué pasa si tardaban varios meses? ¿Qué comerían?

El sol salió rápidamente aquí, brillando más y con más fuerza demasiado temprano y Thor se quedó parado mientras la niebla empezaba a irse del agua y se fue a la proa.

Thor se quedó allí y se asomó, la cubierta se mecía suavemente debajo de él, y vio cómo la niebla se disipaba. Pestañeó, preguntándose si estaba viendo cosas, mientras el contorno de una tierra lejana aparecía en el horizonte. Su pulso se aceleró. Era tierra. ¡Tierra real!

La tierra apareció en una forma inusual: dos largas y estrechas penínsulas varadas en el mar, como los dos extremos de un tridente y mientras la niebla se elevaba, Thor miró a su izquierda y a su derecha y se sorprendió al ver dos franjas de tierra a cada lado de ellos, cada uno a aproximadamente cuarenta y cinco metros de distancia. Estaban siendo absorbidos hacia el centro de una larga ensenada.

Thor silbó, y sus hermanos de La Legión se levantaron. Se abrieron paso con dificultad para ponerse de pie y corrieron a su lado, y se detuvieron en la proa, asomándose.

Todos estaban allí parados, sin aliento ante la vista: las costas eran las más exóticas que habían visto, atestadas de selva, altísimos árboles en la orilla, tan espesos que era imposible ver más allá de ellos. Thor vio los enormes helechos, de nueve metros de altura, inclinándose sobre el agua; árboles amarillos y púrpuras que parecían llegar al cielo; y en todas partes estaban los extraños y persistentes ruidos de las bestias, aves, insectos, y no sabía qué más, gruñendo y lloriqueando y cantando.

Thor tragó saliva con dificultad. Sentía como si estuvieran entrando a un impenetrable reino animal. Todo se sentía diferente ahí; el aire olía diferente, extraño. Nada aquí le recordaba ni remotamente al Anillo. Los otros miembros de La Legión se dieron vuelta y se miraron entre sí, y Thor pudo ver la duda en sus ojos. Todos se preguntaban qué criaturas les esperaban dentro de la jungla.

No es que tuvieran una opción. La corriente les llevó a un camino, y obviamente aquí es donde debían desembarcar para entrar en tierras del Imperio.

"¡Por aquí!", gritó O'Connor.

Corrieron hacia O'Connor del lado de la barandilla, mientras él se inclinaba y apuntaba hacia el agua. Ahí, nadando al lado del barco, había un enorme insecto, de color púrpura luminiscente, de tres metros de largo, con cientos de patas. Brillaba bajo las olas, y después se iba corriendo a lo largo de la superficie del agua; al hacerlo, sus miles de pequeñas alas comenzaron a zumbar, y se levantó justo por encima del agua. Luego volvió a deslizarse a lo largo de la superficie, y luego se hundió por debajo. Luego repitió el proceso de nuevo.

Mientras observaban, de repente subió a lo alto, en el aire, a la altura de los ojos, flotando, mirándolos con sus cuatro grandes ojos verdes. Silbó y todos saltaron hacia atrás involuntariamente, buscando sus espadas.

Elden dio un paso adelantó y lo atacó. Pero para cuando su espada llegó al aire, ya estaba de regreso en el agua.

Thor y los demás salieron volando, estrellándose en la cubierta, mientras su barco se detenía repentinamente, varando en la costa con una sacudida.

El corazón de Thor se aceleró mientras se asomaba sobre el borde: debajo de ellos había una estrecha playa formada por miles de pequeñas rocas irregulares, de color púrpura brillante.

Tierra. Lo habían logrado.

Elden marcó la pauta para el anclaje, y todos la levantaron y la dejaron caer sobre el borde. Cada uno de ellos bajó la cadena, dando un salto y cayendo en la orilla; Thor le dio a Krohn a Elden mientras él caminaba.

Thor suspiró cuando sus pies tocaron tierra. Se sentía tan bien estar en tierra – tierra seca y firme – bajo sus pies. Estaría bien si nunca volviera a navegar en un barco otra vez.

Todos agarraron las cuerdas y arrastraron el barco hasta la costa como podían.

"¿Crees que las mareas se lo llevarán?", preguntó Reece, mirando hacia el barco.

Thor lo miró; parecía seguro en la arena.

"No con esa ancla", dijo Elden.

"La marea no se lo llevará", dijo O'Connor. "La pregunta es si alguien más lo hará".

Thor dio un largo último vistazo al barco y se dio cuenta de que su amigo tenía razón. Incluso si encontraran la Espada, muy bien podrían volver a una costa vacía.

"Y entonces, ¿cómo regresaríamos?", preguntó Conval.

Thor no pudo evitar sentir como si en cada paso del camino, estuvieran quemaban sus puentes.

"Encontraremos la forma", dijo Thor. "Después de todo, debe haber otros barcos en el Imperio, ¿verdad?".

Thor trató de parecer autoritario, para tranquilizar a sus amigos. Pero en el fondo no estaba tan seguro él mismo. Todo este viaje parecía cada vez más amenazador para él.

Al unísono, se volvieron y enfrentaron la selva, mirándola. Era un muro de follaje, oscuro detrás de él. Los ruidos de animales se elevaron en una cacofonía alrededor de ellos, tan fuerte que Thor apenas se oía pensando. Parecía como si todas las bestias del Imperio estuvieran gritando para darles la bienvenida.

O para advertirles.

*

Thor y los otros caminaron unos al lado de los otros con cautela, cada uno de ellos en guardia, a través de la espesa jungla tropical. Era difícil para Thor escucharse pensando, tan persistentes eran los gritos y los llantos de la orquesta de insectos y animales que había alrededor de él. Pero cuando miraba en la oscuridad del follaje, no podría verlos.

Krohn caminó cerca de sus talones, gruñendo, con los pelos parados en la espalda. Thor nunca lo había visto tan alerta. Miró a sus hermanos de armas y vio a cada uno de ellos con una mano apoyada en la empuñadura de su espada, todos ellos nerviosos, también.

Ya llevaban horas haciendo senderismo, cada vez más y más profundamente en la selva; el aire era cada vez más caliente y más pesado,  más húmedo, hacía más difícil respirar. Ellos habían seguido las huellas de lo que parecía haber sido una vez un sendero; unas pocas ramas rotas hacían alusión a la trayectoria del grupo de hombres que habían llegado aquí y que pudieron haber seguido. Thor sólo esperaba que fuera el rastro del grupo que había robado la espada.

Thor levantó la mirada, impresionado por la naturaleza: todo estaba descuidado de proporciones épicas, cada hoja era tan grande como él mismo. Se sentía como un insecto en una tierra de gigantes. Vio algo susurrando detrás de algunas  hojas, pero no pudo identificarlo. Tenía la sensación ominosa de que estaban siendo observados.

El sendero delante de ellos de repente terminaba en un sólido muro de follaje. Todos pararon y se miraron, perplejos.

"¡Pero el camino no puede simplemente desaparecer!", dijo O'Connor, sin esperanza.

"No desapareció", dijo Reece, examinando las hojas. "La selva sólo creció sobre sí misma".

"¿Entonces qué camino tomamos ahora?", preguntó Conval.

Thor se volvió y miró a su alrededor, haciéndose la misma pregunta. En cada dirección había más del denso follaje y no parecía haber ninguna salida. Thor estaba empezando a tener una sensación de desazón y se sentía cada vez más perdido.

Luego tuvo una idea.

"Krohn", dijo, arrodillándose y susurrando al oído de Krohn. "Escala ese árbol. Investiga. Dinos hacia dónde ir".

Krohn lo miró con sus ojos conmovedores, y Thor sintió que le entendía.

Krohn corrió por un enorme árbol, el tronco era del grueso de diez hombres y sin dudarlo, se abalanzó sobre él y lo escaló. Krohn corrió hacia arriba y luego saltó a una de las ramas más altas. Caminó hasta el extremo y se asomó, con las orejas paradas. Thor siempre había percibido que Krohn lo entendía, y ahora sabía con certeza que así era.

Krohn se reclinó e hizo un extraño ronroneo en la parte posterior de su garganta, luego bajó del tronco y se fue hacia una dirección. Los chicos intercambiaron una mirada de asombro, luego todos se volvieron y siguieron a Krohn, hacia esa parte de la selva, empujando hacia atrás las gruesas hojas para poder caminar.

Después de unos minutos, Thor se sintió aliviado al ver que otra vez había un sendero, que los indicios de ramas rotas y del follaje mostraban qué ruta debía seguido el grupo. Thor se agachó y acarició a Krohn, besándolo en la cabeza.

"No sé qué hubiéramos hecho sin él", dijo Reece.

"Ni yo", respondió Thor.

Krohn ronroneaba, satisfecho, orgulloso.

Mientras continuaban yendo más profundamente en la selva, serpenteando, llegaron a un tramo de nuevo follaje, con flores alrededor de ellos, enormes, del tamaño de Thor, rebosantes de todos los colores. Otros árboles tenían frutos del tamaño de una roca, colgando de las ramas.

Todos se detuvieron maravillados, mientras Conval se acercó a uno de los frutos, de color rojo brillante y estiró la mano para tocarlo.

De repente, se escuchó un gran gruñido.

Conval se alejó y agarró su espada, y todos los demás se miraron unos a otros, con ansiedad.

"¿Qué fue eso?", preguntó Conval.

"Vino de allá", dijo Reece, señalando a otra parte de la selva.

Todos se dieron vuelta y miraron. Pero Thor no podía ver nada más que las hojas. Krohn le gruñó.

El ruido se hizo más fuerte, más persistentes, y finalmente, las ramas empezaron a crujir. Thor y los demás dieron un paso atrás, sacando sus espadas y esperaron, temiendo lo peor.

Lo que dio un paso adelante de la selva excedía incluso las peores expectativas de Thor. Allí de pie delante de ellos estaba un enorme insecto, cinco veces el tamaño de Thor, que se asemejaba a una mantis religiosa, con dos patas traseras, dos delanteras más pequeñas que colgaban en el aire y largas garras en los extremos. Su cuerpo era verde fluorescente, cubierto de escamas, y tenía pequeñas alas que zumbaban y vibraban. Tenía dos ojos en la parte superior de su cabeza y un tercer ojo en la punta de su nariz. Se acercó y mostró más garras – escondidas debajo de su garganta – que vibraban y se rompían.

Se quedó ahí parado, por encima de ellos, y otra garra salió de su estómago, un brazo largo y delgado, que sobresalía; de repente, más rápido de lo que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, arrebató a O'Connor, con sus tres garras ampliadas y lo envolvió alrededor de su cintura. Lo levantó a lo alto en el aire, como si fuera una hoja.

O'Connor hizo pivotar su espada pero no era ni siquiera lo suficientemente rápido. La bestia lo sacudió varias veces, de repente abrió su hocico, revelando fila tras fila de dientes afilados; hizo a O'Connor hacia un lado y comenzó a bajarlo hacia sí misma.

O'Connor gritó ya que le amenazaba una muerte instantánea y dolorosa.

Thor reaccionó. Sin pensarlo, colocó una piedra en su honda, apuntó y la lanzó en el tercer ojo de la bestia, a la punta de su nariz.

Fue un ataque directo. La bestia gritó, con un ruido espantoso, lo suficientemente alto para partir un árbol; luego soltó a O'Connor, quien cayó dando vueltas y aterrizó en el suelo de la suave selva con un golpe.

La bestia, enfurecida, entonces dirigió su mirada hacia Thor.

Thor sabía que sería inútil tomar una postura y luchar contra esta criatura. Al menos uno de sus hermanos sería asesinado, y probablemente Krohn también, y drenaría cualquier energía valiosa que tenían. Sentía que tal vez se habían entrometido en su territorio, y que si pudieran lograr salir de ahí lo suficientemente rápido, los dejaría en paz.

"¡CORRAN!", gritó Thor.

Se dieron vuelta y corrieron – y la bestia comenzó a perseguirlos.

Thor podía oír el sonido de las pezuñas de la bestia cortando el denso follaje  justo detrás de ellos, surcando el aire y fallando caer en su cabeza por unos pocos centímetros. Las hojas cortadas volaban por el aire y llovían alrededor de él. Todos corrieron al unísono, y Thor creía que si lograban poner suficiente distancia entre ellos, encontrarían una forma de refugiarse. Si no, entonces tendrían que enfrentarlo.

Pero Reece repentinamente se resbaló junto a él, cayendo sobre una rama, de bruces en el follaje, y Thor sabía que no se levantaría a tiempo. Thor se detuvo al lado de ellos, sacó su espada y se interpuso entre él y la bestia.

"¡ SIGAN CORRIENDO!", gritó Thor sobre su hombro a los demás, mientras estaba ahí parado, dispuesto a defender a Reece.

La bestia se lanzó hacia él, chillando y giró su garra hacia el rostro de Thor. Thor se agachó y giró su espada al mismo tiempo y la bestia soltó un grito horroroso mientras Thor cortaba una de sus garras. Un liquidó verde cayó sobre Thor, y él miró hacia arriba y vio con horror cómo le volvía a crecer otra vez la garra, tan rápidamente como la había perdido. Era como si Thor nunca lo hubiese herido.

Thor tragó saliva. Esta sería una bestia imposible de matar. Y ahora la había encolerizado.

La bestia atacó con otro brazo más, que salió de algún otro lugar de su cuerpo y lanzó un golpe a Thor con fuerza en las costillas, haciéndolo volar y cayendo en un grupo de árboles. Entonces la bestia bajó otra garra hacia Thor, y éste sabía que estaba en problemas.

Elden, O'Connor y los gemelos se abalanzaron, y mientras la bestia se acercó con otra garra hacia Thor, O'Connor disparó una flecha en su hocico, alojándose en el fondo de su garganta, haciéndola chillar. Elden tomó su hacha de dos manos y la metió en la espalda de la bestia, mientras Conven y Conval arrojaban cada uno una lanza, alojándose en ambos lados de la garganta. Reece se puso de pie y sumió su espada en el vientre de la bestia. Thor se levantó de un salto y swung su espada en otro de los brazos de la bestia, lo cortándoselo. Y Krohn se unió a ellos, saltando en el aire y hundiendo sus colmillos en su garganta.

La bestia soltó grito tras grito, mientras todos hicieron más daño del que Thor creyó posible. Era increíble para Thor que seguir en pie, sus alas todavía vibraban. Esta bestia simplemente no moriría.

Todos vieron con horror como, una a la vez, la bestia alcanzaba y extraía las lanzas y espadas y el hacha alojados en él – y como al hacerlo, todas sus lesiones sanaron ante sus ojos.

Esta bestia era invencible.

La bestia se inclinó de nuevo y rugió, y todos los hermanos de Thor, de La Legión, miraron asombrados. Todos hicieron su mayor esfuerzo y ni siquiera lograron abollarlo.

La bestia estaba dispuesto a abalanzarse a ellos otra vez, con sus mandíbulas y garras afiladas, y Thor se dio cuenta de que no podían hacer otra cosa. Todos iban a morir.

"¡FUERA DEL CAMINO!", se escuchó un grito repentino.

La voz se escuchó de detrás de Thor, y parecía de un joven. Thor se volvió y vio a un niño pequeño, tal vez de once años, que corría de detrás de ellos, llevando lo que parecía ser un jarro de agua. Thor se agachó y el niño lanzo el agua, salpicando la cara de la bestia.

La bestia se reclinó y chilló, salían chispas de su cara, alcanzando  con sus garras y desgarrando su mejilla, sus ojos, su cabeza. Gritó una y otra vez; el ruido era tan fuerte que Thor tuvo que sostener sus manos sobre sus oídos.

Finalmente, la bestia se volvió y se fue, hacia la selva, perdiéndose en el follaje.

Todos se volvieron y miraron al niño con un nuevo sentimiento de asombro y gratitud. Vestido con harapos, con largo cabello castaño y ojos verde brillante, con una mirada de inteligencia, el muchacho estaba cubierto de tierra y se veía, a juzgar por sus pies descalzos y sucias manos, como si viviera aquí.

Thor nunca había estado más agradecido con nadie.

"Las armas no lastimarán a un Gathorbeast", dijo el muchacho, poniendo los ojos en blanco. "Por suerte escuché los gritos y estaba cerca. Si no, ya estarían muertos. ¿No saben que nunca deben enfrentarse a un Gathorbeast?".

Thor miró a sus amigos, todos sin saber qué decir.

"Nosotros no lo enfrentamos", dijo Elden. "Él nos enfrentó".

"Ellos no los confrontan", dijo el muchacho, "a menos que se entrometan en su territorio”.

"¿Qué se supone que debíamos hacer?", preguntó Reece.

"Bueno, nunca lo miren a los ojos, para empezar", dijo el muchacho. "Y si ataca, pónganse boca abajo hasta que se vaya. Y sobre todo, nunca intenten correr".

Thor se adelantó y puso una mano sobre el hombro del niño.

"Nos salvaste la vida", dijo. "Tenemos una gran deuda contigo".

El muchacho se encogió de hombros.

"No parecen ser de las tropas del Imperio", dijo. "Parece que vinieran de otro lugar del mundo. Así que ¿por qué no ayudarlos? Parecen tener las marcas de ese grupo que vino del barco hace algunos días".

Thor y los demás intercambiaron una mirada de complicidad y se volvieron hacia el niño.

"¿Sabes a dónde fue este grupo?", preguntó Thor.

El muchacho se encogió de hombros.

"Era un grupo grande, y llevaban un arma. Parecía pesada: tuvieron que cargarla entre todos. Los seguí durante días. Eran fáciles de seguir. Se movían con lentitud. También fueron torpes y descuidados. Sé a dónde fueron, aunque no los seguí mucho más allá del pueblo. Puedo llevarlos allí y señalarles la dirección correcta, si lo desean. Pero hoy no".

Los otros intercambiaron una mirada de sorpresa.

"¿Por qué no?", preguntó Thor.

"Será de noche dentro de poco. No pueden estar afuera después de que oscurece".

"¿Pero por qué?", preguntó Reece.

El niño lo miró como si estuviera loco.

"Por los Ethabugs", dijo.

Thor dio un paso adelante y miró al niño. Le simpatizó este chico inmediatamente. Él era inteligente, sincero, valiente y tenía un gran corazón.

"¿Sabes de algún lugar donde podamos refugiarnos para pasar la noche?".

El muchacho miró a Thor, luego se encogió de hombros, pareciendo dudoso. Se quedó allí, vacilante.

"No creo que debería", dijo. "El abuelo se va a enojar".

Krohn repentinamente surgió detrás de Thor y caminó hacia el niño – y los ojos del niño se iluminaron de gusto.

"¡Caramba!", exclamó el muchacho.

Krohn lamió la cara del chico, una y otra vez, y el chico reía de gusto y levantó la mano y acarició la cabeza de Krohn. Entonces el chico se arrodilló, bajó la lanza y abrazó a Krohn. Krohn parecía abrazarlo también, y el chico rió con ganas.

"¿Cuál es su nombre?" preguntó el niño. "¿Qué es?".

"Su nombre es Krohn", dijo Thor, sonriendo. "Es un raro leopardo blanco. Viene del otro lado del océano. Del Anillo. De donde somos. Le agradas".

El chico besó a Krohn varias veces y finalmente se puso de pie y miró a Thor.

"Bueno", dijo el chico, vacilante, "supongo que puedo llevarlos a nuestro pueblo. Esperemos que el abuelo no se enoje demasiado. Si lo hace, no están de suerte. Síganme. Tenemos que darnos prisa. Pronto será de noche".

El chico se volvió y rápidamente siguió su camino a través de la selva y Thor y los demás lo siguieron. A Thor le sorprendió la destreza del chico, lo bien que conocía la selva. Era difícil de mantenerse a la misma distancia.

"La gente viene por aquí de vez en cuando", dijo el muchacho. "El océano, las mareas, los conduce justo al puerto. Algunas personas vienen del mar y cortan paso aquí, en su camino hacia otro lugar. La mayoría de ellos no logra sobrevivir. Se los come una cosa o la otra en la selva. Ustedes tuvieron suerte. Hay peores cosas que esa Gathorbeast".

Thor tragó saliva.

¿"Peor que eso? ¿Qué cosa?".

El chico negó con la cabeza, continuando su camino.

"No querrán saberlo. He visto algunas cosas horribles aquí".

"¿Cuánto tiempo llevas aquí?", preguntó Thor, con curiosidad.

"Toda mi vida", dijo el muchacho. "Mi abuelo nos trajo cuando yo era pequeño".

Pero, ¿por qué aquí, a este lugar? Seguramente habrá lugares más hospitalarios".

"No conocen el Imperio, ¿verdad?", preguntó el niño. "Las tropas están en todas partes. No es tan fácil mantenerse fuera de su vista. Si alguna vez nos atrapan, nos capturarán como esclavos. Pero rara vez vienen aquí – tan profundo en la selva".

Mientras cortaban paso a través de un parche de follaje espeso, Thor estiró la mano para quitar una hoja de su camino, pero el chico se volvió y quitó la mano de Thor, gritando:

"¡NO TOQUES ESO!".

Todos se detuvieron y Thor miró la hoja que casi había tocado. Era grande y amarilla y parecía bastante inocente.

El niño extendió la mano con su vara y tocó suavemente la punta de la misma; al hacerlo, la hoja de repente se envolvió en sí misma sobre la vara,  increíblemente rápido, seguido de un silbido, mientras la punta de la vara se evaporaba.

Thor estaba atónito.

"Es una hoja de Rankle", dijo el muchacho. "Es veneno. Si la tocó, le faltaría una mano ahora".

Thor miró alrededor de todo el follaje con un nuevo respeto. Se maravilló de la suerte que tenían al encontrar a este muchacho.

Continuaron su caminata, Thor manteniendo sus manos cerca de su cuerpo, igual que los demás. Intentaron ser más cuidadoso acerca de por dónde caminaban.

"Quédense cerca unos de los otros y sigan exactamente mis pasos", dijo el muchacho. "No toquen nada. No traten de comer las frutas. Y tampoco huelan esas flores – a menos que quieran morir".

"Oye, ¿qué es eso?", preguntó O'Connor, volteando y mirando una enorme fruta colgando de una rama, larga y estrecha, amarillo brillante.  O'Connor dio un paso hacia ella, extendiendo la mano.

"¡NO!", gritó el muchacho.

Pero ya era demasiado tarde. Al tocarla, el suelo se abrió debajo de todos ellos, y Thor sintió que se resbalaba, corriendo hacia abajo por una colina con lodo y agua. Quedaron atrapados por un alud de lodo y no podían parar.

Todos gritaban mientras resbalaban en el lodo, cientos de metros, hacia las oscuras profundidades de la selva.

Una Promesa De Gloria

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