Читать книгу Una Forja de Valor - Морган Райс, Morgan Rice - Страница 13
CAPÍTULO SIETE
ОглавлениеAidan estaba atado a un poste sin poder moverse mientras miraba a su padre cerca de él arrodillado y rodeado por soldados Pandesianos. Estaban frente a él levantando sus espadas sobre su cabeza.
“¡NO!” gritó Aidan.
Trató de liberarse y correr para ayudar a su padre pero, sin importar cuánto lo intentaba, no podía quitarse las cuerdas que lo ataban de tobillos y muñecas. Estaba siendo obligado a ver a su padre arrodillado y con ojos llenos de lágrimas viéndolo fijamente y esperando su ayuda.
“¡Aidan!” gritaba su padre extendiendo una mano hacia él.
“¡Padre!” gritaba Aidan respondiéndole.
Las espadas cayeron y, un momento después, el rostro de Aidan se salpicó de sangre mientras la cabeza de su padre era cortada.
“¡NO!” gritó Aidan sintiendo cómo su vida se colapsaba en él mismo, cómo se hundía en un hoyo negro.
Aidan despertó repentinamente, agitado y cubierto en sudor frío. Se sentó en la oscuridad tratando de descubrir en dónde estaba.
“¡Padre!” gritó Aidan buscándolo y aún medio dormido, todavía sintiendo una urgencia por salvarlo.
Volteó hacia los lados sintiendo algo en su rostro y cabello y en todo su cuerpo, y se dio cuenta que apenas podía respirar. Se quitó algo largo y delgado del rostro y descubrió que estaba recostado sobre una pila de heno, casi enterrado en ella. Se liberó de ella mientras se sentaba.
Estaba oscuro y apenas podía distinguir el tenue resplandor de una antorcha por en medio de los tablones; pronto se dio cuenta de que estaba en la parte posterior de un carro. Sintió un ajetreo a su lado y volteó para descubrir con alivio que era Blanco. El gran perro saltó en el carro a su lado y lamió su rostro mientras Aidan lo abrazaba.
Aidan respiró agitadamente todavía exaltado por el sueño. Había parecido muy real. ¿Había sido su padre realmente asesinado? Trató de pensar en la última vez que lo vio en el patio real, emboscado y rodeado. Recordó tratar de ayudarle y después ser atrapado por Motley en la oscuridad de la noche. Recordó que Motley lo había puesto en este carro y cómo avanzaban por la callejuelas de Andros para escapar.
Esto explicaba el carro. ¿Pero a dónde habían ido? ¿A dónde lo había llevado Motley?
Una puerta se abrió y una antorcha encendida iluminó la habitación. Aidan finalmente pudo ver en dónde estaba: una pequeña habitación de piedra con techo bajo y arqueado que parecía una pequeña cabaña o taberna. Miró a Motley de pie en la entrada y con su silueta resaltada por la luz.
“Sigue gritando de esa manera y los Pandesianos nos encontrarán,” le advirtió Motley.
Motley se dio la vuelta y regresó a la habitación bien iluminada a la distancia, y Aidan rápidamente se bajó del carro y lo siguió con Blanco a su lado. Mientras Aidan entraba en la brillante habitación, Motley rápidamente cerró la gruesa puerta de roble y la aseguró varias veces.
Aidan observó mientras sus ojos se ajustaban a la luz y reconoció varios rostros familiares: los amigos de Motley; los actores, todos los artistas callejeros. Todos estaban aquí escondiéndose y seguros en esta pequeña taberna sin ventanas. Todos los rostros, antes festivos, estaban ahora tristes y sombríos.
“Los Pandesianos están en todas partes,” dijo Motley a Aidan. “Mantén la voz baja.”
Aidan, avergonzado, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba gritando.
“Lo siento,” dijo. “Tuve una pesadilla.”
“Todos tenemos pesadillas,” respondió Motley.
“Estamos viviendo en una,” añadió otro actor con el rostro apagado.
“¿En dónde estamos?” preguntó Aidan viéndose confundido.
“En una taberna,” respondió Motley, “en la esquina más lejana de Andros. Seguimos escondiéndonos en la capital. Los Pandesianos patrullan las afueras. Ya han pasado por aquí varias veces, pero no han entrado; y no lo harán mientras guardes silencio. Estamos seguros aquí.”
“Por ahora,” dijo otro de sus amigos con escepticismo.
Aidan, sintiendo una urgencia de ayudar a su padre, trató de recordar.
“Mi padre,” dijo. “¿Está…muerto?”
Motley negó con la cabeza.
“No lo sé. Se lo llevaron. Eso es lo último que supe de él.”
Aidan sintió una oleada de resentimiento.
“¡Tú me alejaste!” dijo con enojo. “No tenías que hacerlo. ¡Le hubiera ayudado!”
Motley se sobó la barbilla.
“¿Y cómo hubieras podido hacer eso?”
Aidan se encogió de hombros tratando de pensar.
“No lo sé,” respondió. “De alguna manera.”
Motley asintió.
“Lo hubieras intentado,” aceptó. “Y ahora también estarías muerto.”
“¿Entonces está muerto?” preguntó Aidan sintiendo que el corazón se le retorcía.
Motley se encogió de hombros.
“No cuando nos fuimos,” dijo Motley. “Ahora no lo sé. Ya no tenemos amigos ni espías en la ciudad; ha sido invadida por los Pandesianos. Todos los hombres de tu padre están encarcelados. Me temo que estamos a la merced de Pandesia.”
Aidan apretó sus puños al pensar en su padre pudriéndose en una celda.
“Debo salvarlo,” declaró Aidan llenándose de un sentido de propósito. “No puedo permitir que siga allí. Debo irme de aquí cuanto antes.”
Aidan se puso de pie y se apresuró hacia la puerta quitando los seguros cuando Motley apareció, se paró a su lado, y puso su pie frente a la puerta antes de que pudiera abrirla.
“Vete ahora,” dijo Motley, “y harás que nos maten a todos.”
Aidan miró a Motley y por primera vez vio una expresión seria en su rostro; entonces supo que tenía razón. Tenía un nuevo sentido de gratitud y respeto por él; después de todo, él había salvado su vida. Aidan siempre se lo agradecería. Pero al mismo tiempo sintió un deseo ardiente de rescatar a su padre y sabía que cada segundo contaba.
“Dijiste que habría otra manera,” dijo Aidan recordándolo. “Que habría otra manera de salvarlo.”
Motley asintió.
“Lo hice,” admitió Motley.
“¿Eran sólo palabras vacías?” preguntó Aidan.
Motley suspiró.
“¿Qué es lo que propones?” preguntó él exasperado. “Tu padre está en el corazón de la capital, en el calabozo real, custodiado por todo el ejército Pandesiano. ¿Debemos tan sólo ir y tocar a la puerta?”
Aidan se quedó de pie tratando de pensar en algo. Sabía que era una tarea de enormes proporciones.
“Debe haber hombres que puedan ayudarnos” dijo Aidan.
“¿Quiénes?” dijo otro de los actores. “Todos esos hombres leales a tu padre fueron capturados junto con él.”
“No todos,” respondió Aidan. “Seguramente algunos de sus hombres no estaban ahí. ¿Y los jefes militares leales a él fuera de la capital?”
“Tal vez.” replicó Motley. “¿Pero dónde están ahora?”
Aidan se desesperó sintiendo como si él estuviera encarcelado en lugar de su padre.
“No podemos sólo sentarnos sin hacer nada,” exclamó Aidan. “Si no me ayuda, iré yo solo. No me importa si muero. No puedo sentarme aquí mientras mi padre está en prisión. Y mis hermanos…” dijo Aidan y empezó a llorar abrumado por las emociones al recordar la muerte de sus dos hermanos.
“Ahora no tengo a nadie,” dijo.
Entonces negó con la cabeza. Recordó a su hermana, Kyra, y rogó con todo lo que tenía que estuviera a salvo. Después de todo, ella era todo lo que le quedaba.
Mientras Aidan lloraba avergonzado, Blanco se acercó y le puso la cabeza junto a su pierna. Escuchó fuertes pisadas atravesando por el crujiente piso de madera y sintió una gruesa mano posándose en su hombro.
Se volteó y miró a Motley observándolo con compasión.
“Falso,” dijo Motley. “Nos tienes a nosotros. Ahora nosotros somos tu familia.”
Motley se dio la vuelta y les hizo una señal a los demás, y Aidan vio a todos los actores y animadores observándolo con seriedad, docenas de ellos, con compasión en sus ojos mientras asentían con la cabeza. Se dio cuenta de que, a pesar de que no eran guerreros, eran personas de bien corazón. Tuvo un nuevo respeto por ellos.
“Gracias,” dijo Aidan. “Pero todos ustedes son actores. Lo que necesito son guerreros. Ustedes no pueden ayudarme a recuperar a mi padre.”
Motley de repente tuvo una mirada en sus ojos, como si hubiera tenido una idea, y sonrió ampliamente.
“Estás muy equivocado, joven Aidan,” respondió.
Aidan pudo ver que los ojos de Motley brillaban y supo que estaba pensando en algo.
“Los guerreros tienen cierta habilidad,” dijo Motley, “pero los artistas tienen sus propias habilidades. Los guerreros pueden ganar por la fuerza; pero los artistas pueden ganar por otros medios incluso más poderosos.”
“No entiendo,” dijo Aidan confundido. “No puedes sacar a mi padre de prisión haciéndolo reír.”
Motley rio fuertemente.
“De hecho,” respondió, “Creo que sí puedo.”
Aidan lo miró con confusión.
“¿A qué te refieres?” le preguntó.
Motley se sobó la barbilla y sus ojos se perdieron claramente pensando en un plan.
“Ahora los guerreros no pueden caminar libremente por la capital; o ir a ningún lugar cerca de la entrada. Pero los artistas no tienen restricciones.”
Aidan estaba confundido.
“¿Por qué dejaría Pandesia que los artistas fueran al corazón de la capital?” preguntó Aidan.
Motley sonrió y negó con la cabeza.
“Aún no sabes cómo funciona el mundo, muchacho,” respondió Motley. “A los guerreros se les permite ir a lugares limitados en tiempos limitados. Pero los artistas pueden ir a cualquier lugar y a cualquier hora. Todos necesitan entretenimiento, los Pandesianos igual que los Escalonianos. Después de todo, un soldado aburrido es un soldado peligroso en cualquier parte del reino, y el estado de orden debe ser mantenido. Los artistas siempre han sido clave en mantener a las tropas felices y en controlar a un ejército.”
Motley sonrió.
“Lo vez, joven Aidan,” dijo, “no son los comandantes los que controlan a los ejércitos, sino nosotros. Simples artistas. Esos de la clase a la que desprecias tanto. Nos elevamos sobre las batallas y cruzamos las líneas enemigas. A nadie le importa la armadura que traiga; sólo les importa lo buenas que sean mis historias. Y tengo unas historias muy finas, muchacho, más que finas que las que nunca escucharás.”
Motley se dirigió a la habitación con voz fuerte:
“¡Vamos a realizar una obra de teatro! ¡Todos nosotros!”
Todos los actores en la habitación de repente se animaron y empezaron a vitorear, levantando sus pies y con la esperanza regresando a sus apagados ojos.
“¡Realizaremos nuestra obra justo en el corazón de la capital! ¡Será la más grande actuación que estos Pandesianos hayan visto! Y más importante, la mayor distracción. Cuando llegue el momento, cuando la ciudad esté en nuestras manos y los cautivemos a todos con nuestra gran presentación, actuaremos. Y encontraremos una manera de liberar a tu padre.”
Los hombres vitorearon y Aidan, por primera vez, sintió alivio en su corazón y una nueva sensación de optimismo.
“¿Realmente crees que funcionará?” preguntó Aidan.
Motley sonrió.
“Chico, cosas más descabelladas,” dijo, “ya han pasado.”