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CAPÍTULO CINCO

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Thanos estaba dentro de su jaula esperando a la muerte. Se retorcía y daba vueltas bajo el sol de Delos, que lentamente calentaba, mientras por el patio los guardias trabajaban para construir el patíbulo en el cual lo asesinarían. Thanos nunca se había sentido tan desamparado.

O tan sediento. Allí lo habían ignorado, no le habían dado nada para comer ni para beber, solo dirigían su atención hacia Thanos para hacer repiquetear sus espadas en las barras de su horca, como mofa.

Los sirvientes iban a toda prisa por el patio, la sensación de urgencia en sus recados sugería que algo estaba sucediendo en el castillo de lo que Thanos no sabía nada. O quizás así era simplemente cómo sucedían las cosas durante velatorio por la muerte de un rey. Quizás toda esta actividad se debía simplemente a que la Reina Athena estaba dirigiendo Delos como ella quería.

Thanos podía imaginar a la reina haciéndolo. Mientras otra podría haberse quedado atrapada en su dolor, apenas capaz de moverse, Thanos imaginaba que ella veía la muerte de su esposo como una oportunidad.

Thanos apretó la horca con fuerza con sus manos. Era muy posible que, en aquel mismo momento, él fuera el único que verdaderamente lloraba la muerte de su padre. Los sirvientes y el pueblo de Delos tenían todas las razones para odiarlo. Athenas estaba probablemente demasiado inmersa en sus planes para preocuparse. Y respecto a Lucio…

“Te encontraré”, prometió Thanos. “Habrá justicia por esto. Por todo”.

“Oh, habrá justicia, seguro” dijo uno de los guardias. “Tan pronto como te destripemos por lo que hiciste”.

Golpeó las barras, atrapando los dedos de Thanos de un modo que hizo que este soplara por el dolor. Thanos hizo la intención de agarrarlo, pero el guardia simplemente rio, apartándose como en una danza y dirigiéndose a ayudar a los demás en la construcción del escenario sobre el que Thanos sería asesinado finalmente.

Era un escenario. Todo aquello era un espectáculo. En un instante de violencia, Athena tomaría el control del Imperio, al eliminar el peligro principal para su poder y al mostrar que ella seguía al mando, a pesar de que su hijo ascendiera al trono.

Quizás realmente pensaba que ese sería el caso. De ser así, Thanos le deseaba suerte. Athena era malvada y avariciosa, pero su hijo era un loco sin límites. Ya había matado a su padre, y si su madre pensaba que podía controlarlo, entonces necesitaría toda la ayuda que le pudieran dar.

Como pasaría con todos en Delos, desde el último campesino hasta llegar a Estefanía, atrapada y a la merced de una realeza que no tenía en absoluto.

Pensar en su esposa le apenaba. Había venido hasta aquí para salvarla, y en su lugar había acabado así. Si él no hubiera estado allí, quizás las cosas hubieran resultado mejor. Quizás los guardias hubieran visto que fue Lucio el que había matado al rey. Quizás hubieran actuado, en lugar de intentar limpiarlo todo.

“O quizás hubieran culpado a la rebelión”, dijo Thanos, “y Lucio hubiera tenido otra excusa”.

Podía imaginarlo. No importaba lo mal que estuviera todo, Lucio siempre encontraría un modo de culpar a los demás. Y si él no hubiera estado allí al final, no hubiera podido escuchar a su padre reconocer quién era él. No hubiera descubierto que podía encontrar pruebas de ello en Felldust.

No hubiera tenido la oportunidad de decir adiós, o de sostener a su padre al morir. Ahora lamentaba el hecho de que no conseguiría ver a Estefanía antes de ser ejecutado, o de poder asegurarse de que estaba bien. Incluso con todo lo que había hecho, no debería haberla abandonado en aquel muelle. Había sido un paso egoísta, pensando solo en su propia rabia e indignación. Había sido un paso que le había costado su esposa y la vida de su hijo.

Fue un paso que probablemente le iba a costar a Thanos su propia vida, dado que solo estaba allí porque Estefanía estaba atrapada. Si se la hubiera llevado con él y la hubiera dejado a salvo en Haylon, nada de esto hubiera sucedido.

Thanos sabía que había una cosa que debía hacer antes de que lo ejecutaran. No podía escapar, no podía esperar eludir lo que le esperaba, pero aún podía intentar arreglarlo.

Esperó a que uno de los sirvientes que atravesaban el patio se acercara. El primero al que le hizo una señal continuó caminando.

“Por favor”, llamó al segundo, que miró a su alrededor antes de negar con la cabeza y continuó su camino.

El tercero, una mujer joven, se detuvo.

“Se supone que no podemos hablar contigo”, dijo. “Se nos ha prohibido traerte agua o comida. La reina quiere que sufras por matar al rey”.

“Yo no lo maté”, dijo Thanos. Él alargó el brazo cuando ella se disponía a dar la vuelta. “No espero que lo creas, y no te estoy pidiendo agua. ¿Puedes traerme carbón y papel? La reina no puede haber prohibido esto”.

“¿Estás pensando en escribir un mensaje para la rebelión?” preguntó la sirvienta.

Thanos negó con la cabeza. “Nada de eso. Puedes leer lo que escriba si quieres”.

“Lo… lo intentaré”. Parecía que quería decir algo más, pero Thanos vio que uno de los guardias miraba en su dirección, y la sirvienta se fue a toda prisa.

Esperar era difícil. ¿Cómo se suponía que debía observar a los guardias construyendo la horca de la que lo colgarían hasta prácticamente matarlo, o la gran rueda en la que lo romperían más tarde? Era una pequeña crueldad que demostraba que aunque la Reina Athena consiguiera controlar a su hijo, el Imperio estaría lejos de la perfección.

Todavía estaba pensando en todas las crueldades que Lucio y su madre podrían causar al país cuando la sirvienta llegó con algo doblado bajo el brazo. Tan solo era un trozo de pergamino y un pequeñísimo palo de carbón, pero aún así se lo pasó tan furtivamente como si se tratara de la llave hacia su libertad.

Thanos lo cogió con la misma cautela. No tenía ninguna duda de que los guardias se lo quitarían, aunque solo fuera por la pequeña oportunidad de hacerle más daño. Aunque había algunos que no estaban completamente corruptos por la crueldad del Imperio, pensaban que él era el peor de los traidores, y que merecía todo lo que tenía.

Se encorvó hacia el trozo de pergamino, susurrando las palabras mientras intentaba dejarlo exactamente como debía estar. Escribía con letras diminutas, sabiendo que había mucho en su corazón que necesitaba plasmar allí:

A mi querida esposa, Estefanía. Para cuando leas esto, me habrán ejecutado. Quizás sientas que lo merezco, después del modo en que te dejé atrás. Quizás sentirás algo del dolor que yo siento al saber que has sido forzada a hacer tantas cosas que tú no querías.

Thanos intentaba pensar en las palabras para todo lo que sentía. Era difícil plasmarlo todo, o dar sentido al caos confuso de sentimientos que daban vueltas en su interior:

Yo… te quería, y vine a Delos para intentar salvarte. Siento no haber podido, incluso aunque no estoy seguro de que hubiéramos podido estar juntos de nuevo. Yo… sé lo feliz que estabas cuando supiste lo de nuestro hijo, a mí también me llenó de alegría. Aún así, mi mayor remordimiento es que nunca veremos al hijo o hija que podría haber sido.


Solo pensar en ello ya le provocaba más dolor que cualquiera de los golpes que los guardias le habían causado. Debería haber venido antes a liberar a Estefanía. Nunca debería haberla dejado atrás.

“Lo siento”, susurró, sabiendo que no habría suficiente espacio para escribir todo lo que quería decir. Evidentemente no podía exponer sus sentimientos en algo que iba a confiar a una extraña para que lo entregara. Solo esperaba que aquello fuera suficiente.

Podría haber escrito mucho más, pero aquello era lo principal. Su dolor porque las cosas habían ido mal. El hecho de que había habido amor. Esperaba que fuera suficiente.

Esperó a que la sirvienta se acercara de nuevo y estiró el brazo para detenerla.

“¿Puedes llevar esto a Lady Estefanía?” preguntó.

La sirvienta dijo que no con la cabeza. “Lo siento, no puedo”.

“Ya sé que es pedir mucho”, dijo Thanos. Comprendía el peligro que le estaba pidiendo a la sirvienta que corriera. “Pero si alguien puede hacérselo llegar mientras todavía está encerrada…”

“No es eso”, dijo la sirvienta. “Lady Estefanía no está aquí. Se fue”.

“¿Se fue?” repitió Thanos. “¿Cuándo?”

La sirvienta extendió los brazos. “No lo sé. Escuché a una de sus doncellas hablar de ello. Se marchó hacia la ciudad y no regresó”.

¿Había escapado? ¿Había salido de allí sin su ayuda? Su doncella había dicho que era imposible, ¿pero había encontrado la manera Estefanía? Podía esperar que fuera posible, ¿o no?

Thanos todavía estaba pensando cuando se dio cuenta de que se había detenido la actividad alrededor del patíbulo. Al mirar, fue fácil ver por qué. Estaba acabado. Los guardias estaban a la espera a su lado, obviamente admirando su construcción. Un lazo colgaba, oscuro contra el horizonte. Una rueda en espiral y un brasero estaban por allí cerca. Por encima de todo aquello sobresalía una gran rueda, con cadenas atadas a ella, un enorme martillo descansaba en el suelo junto a ella.

Vio que la gente se iba amontonando. Había guardias colocados en círculo por los bordes del patio, que parecía que estuvieran allí para evitar que otros se metieran y como si quisieran ver la muerte de Thanos por ellos mismos.

Arriba, mirando por las ventanas, Thanos veía sirvientes y nobles, algunos miraban hacia abajo parecía ser que con pena, otros con rostros inexpresivos o con un odio descarado. Thanos podía ver incluso a unos cuantos subidos al tejado, mirando hacia abajo desde allí ya que no podían encontrar otro lugar. Estaban llevando aquello como si se tratara del acontecimiento social de la temporada más que de una ejecución, y un rayo de rabia creció en Thanos ante aquello.

“¡Traidor!”

“¡Asesino!”

Los abucheos fueron a menos, los insultos les siguieron como resultado desde las ventanas, y aquella fue la parte más dura. Thanos pensaba que aquella gente lo respetaban y sabrían que nunca podría hacer aquello de lo que le acusaban, pero lo abucheaban como si fuera el peor de los criminales. No todos ellos lo insultaban, pero bastantes, y Thanos se preguntaba si realmente lo odiaban tanto, o solo querían demostrarle al nuevo rey y a su madre de qué lado estaban.

Se resistió cuando fueron a por él, arrastrándolo desde su horca. Él daba puñetazos y patadas, atacaba e intentaba retorcerse para liberarse, pero cualquier cosa que hiciera no era suficiente. Los guardias le cogieron los brazos, se los retorcieron hacia atrás y se los ataron para inmovilizarlos. Entonces Thanos dejó de pelear, pero solo por mantener algo de dignidad en aquel momento.

Lo llevaron, paso a paso, hacia el patíbulo que habían construido. Thanos subió sin rechistar sobre la banqueta que había debajo de la horca. Con suerte, quizás la caída le rompería el cuello, privándolos de su cruel entretenimiento.

Mientras le colocaban el lazo alrededor del cuello, pensaba en Ceres. En todo lo que podría haber sido diferente. Él había querido cambiar las cosas. Él había querido que las cosas mejoraran y estar con ella. Deseaba…

Pero no hubo tiempo para deseos, porque Thanos notó que los guardias apartaban la banqueta de una patada y el lazo le apretó el cuello.

Soldado, Hermano, Hechicero

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