Читать книгу Solo los Valientes - Морган Райс, Morgan Rice - Страница 9
CAPÍTULO UNO
ОглавлениеRoyce tomó el primer caballo que encontró y cabalgó, sin importarle los gritos detrás, aferrándose a la espalda del animal mientras flechas pasaban volando frente a sus ojos. Su mente iba casi tan rápida cómo su caballo, pensando en el noble qué acababa de matar con esa lanza.
Peor aún, su mente se llenaba de pensamientos sobre Genevieve, sin poder quitar de su cabeza esa imagen de ella parada ahí, arriba del pozo, a un lado del hombre por el que lo había cambiado. Esos pensamientos eran casi tan fuertes como para querer detenerse y dejar que lo alcanzaran los hombres detrás. Pero lo que lo impulsaba a seguir era su enojo, haciéndolo galopar cada vez más rápido.
Más y más flechas llegaban por detrás, golpeando en las paredes de piedra a su alrededor y clavándose entre la madera y arcilla. La gente saltaba a los lados para intentar esquivar al veloz caballo, y Royce hacía su mayor esfuerzo para evitar chocar contra alguien. Lo qué significaba una constante lucha con las riendas, moviendo la cabeza del caballo de aquí para allá, escuchando el golpeteo de las pezuñas en la piedra debajo.
Más pezuñas se unieron al coro en staccato, con jinetes arriba, intentando alcanzar a Royce. Algunos de ellos parecían ser caballeros, pero más que eso, sargentos de guerra, haciendo el trabajo sucio de sus superiores, mientras los nobles se mantenían seguros.
“¡Vayan tras él!” gritó uno de ellos. “¡Maten al asesino!”
Royce sabía que no tenía esperanza de un acuerdo pacífico si lo atrapaban. La pena por asesinato era la muerte, y había asesinado a un duque frente a los ojos de todos. No se rendirían hasta que se aseguraran de atraparlo, o hasta que no lo pudieran encontrar nunca más.
Por ahora, todo lo que podía hacer era mantenerse al frente de ellos, confiando en un caballo robado, lidiando con los tirones y cambios de dirección, deseando no caerse. Royce sostenía la espada de cristal con fuerza, sin querer aflojar su agarre ni un segundo.
Un jinete se acercó demasiado, con una lanza en posición para clavársela. Royce cortó la cabeza del arma y luego golpeo al hombre que la sostenía. Cayó al suelo desde su caballo, y Royce siguió cabalgando.
Había más de ellos tras él, muchos más. Aún con la fuerza y habilidad que tenía, Royce dudaba poder luchar contra todos ellos al mismo tiempo. En lugar de eso, siguió adelante en su caballo robado, y mientras lo hacía, pensaba en cómo podía escapar de aquí.
Salió del pueblo, el fuerte sobre su cabeza quedaba a su espalda, mientras Royce continuaba a través de campo abierto, tomando las crestas y los surcos del campo a su paso. Pequeños arroyos corrían entre estas, y Royce tomaba las partes más angostas, haciendo saltar a su caballo en lugar de cruzarlos. Cada paso incorrecto era un paso más cerca del grupo de jinetes detrás de él.
Se dirigió hacia las paredes de las granjas, el caballo esquivando la piedra seca sin tocarla. Royce dio un vistazo detrás y vio como uno de los caballos persiguiéndolo chocó con la pared y caía, llevándose consigo al jinete en su espalda. Pero no era suficiente. Otro de los jinetes se puso a un lado de Royce, lanzándose desde su caballo para intentar tirar a Royce de su silla. Royce se aferró a su caballo, su propia fuerza manteniéndolo en su lugar al recibir al soldado con su codo y cabeza. Vio el resplandor de una daga cuando el hombre se preparaba para enterrarla en su espalda, Royce logró voltearse a tiempo, empujando al hombre con todas sus fuerzas.
El guardia cayó del caballo en movimiento, golpeando el suelo en seco, inmóvil. Royce taconeo a su caballo y siguió al frente, pero la brecha entre él y el grupo detrás se había acortado ahora.
Royce sabía que era imposible escapar de los hombres detrás de él solo corriendo. Estaban determinados, y él no tenía idea sí su caballo podría aguantar más que los otros. E incluso si pudiera, sería cuestión de tiempo antes de que la flecha de un arco largo lastimara a la criatura lo suficiente para que no pudiera continuar.
Tenía que pensar en una mejor solución.
Delante de él podía ver un barranco cubierto por un pequeño puente. Royce ignoró el puente, y se dirigió a un lugar donde un gran tronco de árbol se extendía por la brecha. Cuando era niño, él y sus hermanos habían atravesado corriendo ese árbol, hacia la pequeña zona boscosa más allá. Royce no tenía idea si el caballo en el que iba lograría cruzar.
Pero era su mejor opción, guio al animal en dirección al tronco, forzándolo a subir sin dejar de moverse. Royce sintió como una de sus patas resbalaba, y por un momento, se quedó sin aliento, pero se las arregló para mantener al animal sobre el tronco seco.
Más flechas pasaban rozando a Royce mientras él buscaba llegar a tierra sólida. Royce se dio la vuelta, viendo a los caballos detrás frustrados ante la perspectiva de cruzar por ahí. Golpeó el tronco con la espada de cristal, y sintió cómo cedía, cayendo hasta el rio debajo.
“Eso no los detendrá mucho,” le susurró a su caballo, empujándolo hacia delante de nuevo mientras los hombres del otro lado daban vuelta a sus caballos, galopando hacia el lugar en donde se encontraba el puente.
Le daría un minuto o dos a lo mucho, y Royce sabía que tenía que aprovecharlos al máximo para poder huir. Al mismo tiempo, sabía que no podía solo correr. Huir no le conseguiría nada. Huir no cambiaría nada.
Continúo hacía el bosque a toda velocidad, intentando pensar mientras esquivaba las ramas bajas, tratando de no ser descubierto. El bosque estaba en silencio salvo por los sonidos de algunas criaturas pequeñas y el canto de los pájaros, el fluir del agua y el crujido de los árboles. En algún lugar a lo lejos, podía escuchar el sonido de alguien tocando una flauta. Royce esperaba que el sonido no atrajera a los soldados hacia él. No quería traerle problemas a nadie más.
Ese pensamiento lo hizo detenerse entre los árboles. Los hombres detrás de él lo seguirían a la aldea si entra y, sin embargo, si no lo hace, Royce podría nunca conseguir ayuda. Peor aún, los hombres del duque podrían descender sobre ella de todos modos, decididos a castigar a todos aquellos relacionados con el muchacho que había provocado la muerte del duque.
Necesitaba encontrar una forma de distraer a los guardias de ir a la aldea y conseguir suficiente tiempo para hacer todo lo que necesitaba hacer.
El sonido de la flauta llegó a los oídos de Royce de nuevo, y rápidamente se dirigió a esa dirección, guiando a su caballo entre los árboles. Royce iba tan rápido como podía. Tenía muy en cuenta el poco tiempo que le había dado el cruzar el barranco sobre el árbol, y ahora, sentía que necesitaba todos los segundos que pudiera encontrar.
Se encontró con el primer cerdo un minuto después, escondido entre los lechos del bosque buscando fruta u hongos, o algo más. Era tan grande que le hubiera llegado a la cintura de Royce si no estuviera sobre su caballo, olfateaba todo a su paso, totalmente sin darse cuenta.
Más de ellos salían de entre los árboles, olfateando y cazando todo lo que sea que pudieran comer, todos pintados con las marcas de un par de granjas. La música de la flauta se escuchaba más cerca ahora, y entre un grupo de alisos, Royce pudo diferenciar la silueta de un chico sentado en el tronco de un roble caído.
“¡Hey tú!,” gritó el chico cuando vio a Royce pasar, agitando su brazo y deteniendo el sonido. “No vengas cabalgando así de rápido por aquí. Los cerdos son tranquilos, pero sí los asustas, son grandes cómo pa’ tumbar tu caballo.”
“Hay hombres que vienen hacia acá,” dijo Royce, pensando que la mejor manera de hacer esto era ser directo. Un joven como este no apreciaría que alguien tratara de engañarlo. “Hombres que me quieren capturar, o matar.”
El porquero se mostró preocupado al escuchar eso. “¿Y eso qué tiene que ver conmigo?” preguntó. “Yo solo estoy aquí pastoreando a mis cerdos.”
“¿Crees que a ellos les importará eso?” Royce preguntó. Todo campesino sabía cómo eran los hombres del duque, y lo peligroso qué era el atravesarse en su camino mientras cazaban.
“No,” dijo el porquero. Volteó la mirada hacia Royce. “¿Y por qué te están cazando?”
Royce sospechó qué sí le decía la verdad al chico, sería demasiado para él. Pero ¿qué otra opción tenía? Difícilmente podría decir que era un ladrón.
“Soy… Yo maté al duque,” contestó Royce, sin saber qué otra cosa decir. No le podía preguntar al chico lo qué le iba a preguntar sin haberle dicho antes la verdad. “Sus hombres me están persiguiendo, y si me atrapan, me matarán.”
“Entonces, ¿planeas traerlos hacia mis cerdos?” dijo el porquero. “Y ¿qué pasará conmigo si estoy aquí cuando lleguen?”
“Tengo una idea para eso,” contestó Royce. Saltó de su caballo, sosteniendo las riendas y dándoselas al chico. “Toma mi caballo. Cabalga lejos de aquí. Es nuestra mejor opción”
“¿Quieres qué pretenda ser tú?” reclamó el porquero. “¿Después de lo que hiciste? La mitad del reino estará buscándome.”
Royce asintió. Los dos no se parecían en nada; Royce era mucho más grande y musculoso, y aunque ambos tenían el cabello rubio hasta los hombros, no se veían como el mismo. Sus características eran diferentes también; las del porquero eran redondas y hogareñas, y Royce tenía la mandíbula cuadrada y afilada por la violencia.
“No por mucho. Puedes cabalgar, ¿cierto?”
“Sí, mí pa’ insistió. Solía galopar el caballo de carga por los campos.”
“Este caballo irá mucho más rápido que un galope,” le prometió Royce, aún con las riendas en sus manos. “Toma el caballo, cabalga al frente de ellos por un rato, y luego déjalo ir cuando no te puedan ver. No sabrán que eras tú en el caballo, y ellos aún me seguirán buscando.”
Royce estaba seguro de que esto funcionaría. Si el porquero se podía quedar delante del enemigo, entonces estaría a salvo cuando lo perdieran de su vista.
“¿Y eso es todo lo que tengo que hacer?” preguntó el porquero. Royce podía ver que lo estaba considerando.
“Solo aléjalos de cualquier aldea,” dijo. “Necesito regresar a la mía, y tú podrás regresar a la tuya en cuanto los pierdas.”
“¿Así que solo buscas una manera para salirte con la tuya?” preguntó el chico.
Royce lo entendía. El porquero no quería ayudar con algo tan despiadado como eso. Pero no era solo eso. No lo era, ni siquiera en el momento en que lanzó la lanza.
“Nos oprimen de todas las maneras posibles,” dijo Royce. “Toman y toman, y nunca nos dan nada a cambio. El duque tomó a la mujer que yo amaba y se la dio a su hijo. Me encarceló en una isla donde vi cómo masacraban a muchachos de mi edad. ¡Tuve que luchar hasta la muerte en un pozo! Es hora de que cambiemos las cosas. Es hora de que mejoremos las cosas,”
Podía ver al chico considerándolo.
“Si no regreso a mi aldea, mucha gente morirá,” dijo Royce. “Pero si yo voy y ellos me siguen, aún más lo harán. Necesito tu ayuda,”
El porquero dio un paso adelante. “¿Me pagarán por esto?”
Royce extendió sus manos. No tenía nada. “Si puedo encontrarte de nuevo, encontraré la manera de pagarte. ¿Cómo te encuentro?”
“Soy Berwick, de Upper Lesham.”
Royce asintió, y eso pareció ser suficiente para el porquero. Tomó el caballo de Royce y lo montó, lo guio hacia adelante y se puso en marcha a través de los árboles en una dirección que no tenía nada que ver con ninguno de los pueblos que Royce conocía. Royce dio un suspiro de alivio.
No duró mucho tiempo. Todavía tenía que desaparecer. Regresó entre los árboles, buscando un lugar entre el follaje donde pudiera agacharse a la sombra de un tronco, rodeado de hojas de acebo.
Se agachó ahí, perfectamente quieto, apenas atreviéndose a respirar mientras esperaba. A su alrededor, los cerdos seguían buscando comida y uno de ellos se acercó a él, acariciando con el hocico el follaje donde se escondía. “Vete,” susurró Royce, esperando que la criatura siguiera su camino. Se quedó en silencio al escuchar el sonido de cascos de caballo acercándose.
Hombres aparecieron a la vista, todos con armas y armadura, todos con un aspecto incluso más enfadado que el que habían tenido en la primera parte de la persecución. Royce esperaba de verdad no haber puesto al porquero en demasiado peligro haciéndole partícipe de su huida.
El cerdo siguió acercándose demasiado a él. Royce creyó ver a uno de los hombres que lo observaba y se quedó tan quieto que ni siquiera se arriesgó a parpadear. Si el cerdo reaccionaba a su presencia, estaba seguro de que los hombres caerían sobre él y lo matarían.
Entonces el hombre miró hacia otro lado, y los soldados volvieron a avanzar.
“¡Rápido!,” exclamó uno de ellos. “¡No puede haber llegado muy lejos!”
Los soldados salieron disparados, siguiendo el camino que el porquero había tomado, presumiblemente siguiendo sus huellas. Incluso cuando se fueron, Royce se mantuvo quieto, sosteniendo la empuñadura de su espada, asegurándose de que no era una especie de trampa diseñada para atraerlo.
Finalmente, se atrevió a moverse, emergiendo al claro y empujando a los cerdos lejos de él. Se tomó un momento para mirar a su alrededor, intentando saber en qué dirección estaba su aldea. El engaño le había dado algo de tiempo, pero, aun así, tenía que actuar rápido.
Necesitaba llegar a casa antes de que los hombres del duque mataran a todos los que estaban ahí.