Читать книгу Traicionada (Libro # 3 Del Diario Del Vampiro) - Morgan Rice - Страница 16
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Con horror, Samantha vio como el caldero se inclinaba hacia la cara de Sam. Luchó con toda su fuerza, pero no había nada que pudiera hacer para liberarse de sus captores. No había nada que pudiera hacer. Sólo podía permanecer allí y observar cómo destruían a la persona que amaba.
Mientras el líquido caía sobre Sam, Samantha se preparó para escuchar los gritos horribles que tan a menudo acompañaban de una bendición con ácido Iorico.
Pero a medida que Sam se perdía completamente en la cascada del ácido, curiosamente no se escuchaba ni un solo sonido.
¿El líquido lo había matado tan rápidamente, tan completamente que ni siquiera tuvo tiempo de gritar? Cuando el líquido se detuvo, Sam apareció a la vista.
Y Samantha estaba verdaderamente sorprendida. Como lo estaba cada uno de los vampiros en la habitación.
Él estaba bien. Parpadeó y miró a su alrededor, claramente nada le dolía. Inclusive se mostraba un poco desafiante.
Era increíble. Samantha nunca había visto algo así- nunca había visto a nadie, ya fuera humano o vampiro, que fuera inmune al líquido. Es decir, nadie, excepto una persona. Ahora lo recordaba. Caitlin. Su hermana. Ella había sido inmune también. ¿Qué significaba eso? ¿Estaban relacionados genéticamente? Recordó de nuevo su reloj, su inscripción. La Rosa y la Espina. ¿La dinastía se dividió entre ellos? ¿Pudiera ser que ella no fuera la Elegida?
¿Pero que él lo fuera?
Caitlin era unos años mayor que Sam y tal vez ella había mostrado los signos de la mayoría de edad antes que él. Tal vez si hubieran esperado algunos años, Sam también habría mostrado signos de metamorfosearse en un mestizo.
Cualquiera que fuera la razón, era claro que él era inmune. Lo que lo convertía en alguien muy, muy poderoso. Y muy peligroso para su cofradía.
Samantha miró a su alrededor y en la sala, con varios cientos de vampiros, no se escuchaba ni un sonido. Todos se quedaron mirando en estado de shock.
Sam se veía enojado. Alzó la mano, arrastrando sus cadenas, y se secó el agua de la cara. Tiró de las cadenas pero no pudo liberarse.
"¿¡Alguien me puede quitar esta maldita cosa!? " gritó.
Y entonces, sucedió.
De repente, se escuchó un estruendo en la puerta.
Samantha se dio vuelta y vio el enorme conjunto de puertas dobles desplomarse.
No podía creerlo. Allí estaba Kyle con la mitad de su rostro desfigurado, a su lado Sergei y cientos de vampiros mercenarios detrás de él.
Y eso no fue todo. Kyle la tenía. La sostenía en alto. La Espada.
Kyle dejó escapar un grito horrible y lleno de locura, se lanzó de cabeza en la habitación. Sus partidarios lo seguían de cerca, gritando creando gran alboroto. La habitación se transformó en un caos.
Era vampiro contra vampiro, Kyle y sus hombres atacaban con saña a todo ser que tenían a la vista. Pero la cofradía de la Marea Negra había estado en guerra desde hacía miles de años y no estaba dispuesta a ceder fácilmente. Los vampiros de Rexius se defendían con similar determinación.
Fue una batalla de cuerpo a cuerpo, mano contra mano, vampiro contra vampiro. Ninguno cedía una pulgada.
El propio Kyle avanzaba increíblemente. Con las dos manos, sostenía en lo alto la Espada y la balanceaba ampliamente en ambas direcciones. Dondequiera que fuera, los vampiros se desplomaban. Brazos, piernas, cabezas... Kyle era un ejército de un solo hombre. Cortó un camino a través de la multitud de miles de vampiros, asesinando uno por uno.
Samantha estaba en shock. En sus miles de años, nunca había visto a un vampiro asesinado, en realidad, definitivamente, asesinado. Nunca había imaginado que un vampiro pudiera ser frágil. Esta espada era impresionante. Y muy, muy mortal.
Samantha no esperó más. Cuando un vampiro la enfrentó gritando y apuntó con sus sangrientos dientes afilados a su cara, rápidamente ella se agachó, dejó que volara sobre ella y luego salió corriendo.
Cruzó corriendo el cuarto hacia donde estaba Sam Sam.
Justo a tiempo. Un vampiro truhán tuvo la misma idea y se dirigió directamente hacia donde el muchacho muerto de miedo estaba encadenado. Con los dientes extendidos apuntando a su garganta, el vampiro saltó directamente hacia Sam. Él era como un cordero encadenado en una habitación llena de leones.
Samantha llegó hasta él justo a tiempo. Saltó, chocando con el vampiro en el aire y lo derribó al suelo. Antes de que pudiera levantarse, Samantha lo abofeteó con fuerza, dejándolo fuera de combate.
Ella se puso en pie y arrancó las cadenas de Sam. No bien lo liberó, él miró a su alrededor con total incredulidad, como si una pesadilla fantástica se hubiera hecho realidad.
"Samantha", dijo, " ¿qué diablos está pasando?"
" No es el momento, " dijo Samantha , mientras arrancaba la última de sus cadenas, lo agarraba del brazo y tiraba de él conduciéndolo a través del caos. Ella se dirigió a la salida.
Mientras corrían, otro vampiro malicioso saltó hacia ellos con los dientes extendidos.
Samantha agarró a Sam y lo tiró al suelo, ella se agachó y el vampiro saltó justo sobre sus cabezas.
Rápidamente, ella recuperó su posición, lo jaló hacia arriba, y los dos echaron a correr a través de la habitación. Se las arreglaron para agacharse y dar rodeos mientras ella lo guiaba. Ella sabía que si podía alcanzar esa puerta, había un pasillo detrás y una escalera trasera que podría conducirlos a la calle. Una vez afuera, podía llevarlos lejos, muy lejos de aquí.
En medio del caos, nadie se dio cuenta que ellos estaban esapando. Ella estaba casi fuera, a sólo unos metros de distancia.
Y entonces, justo cuando estaba a punto de lograrlo, sintió la presión en su espalda, sintió que caía golpeando el suelo. La habían saltado por detrás.
Se dio la vuelta y miró hacia arriba para ver quién era. Sergei. Ese pequeño y despreciable compañero ruso de Kyle . Quien había robado la espada de su mano.
Él le sonrió, una sonrisa cruel maléfica y ella lo odió más de lo que nunca lo había hecho antes.
Sam, por su parte, no parecía estar asustado. Saltó sobre la espalda de Sergio y usó sus cadenas para envolverlas alrededor del cuello de Sergei. El chico era fuerte. De hecho, apretó con la fuerza suficiente para obligar a Sergei a aflojar su apretón sobre Samantha, ella aprovechó la oportunidad para rodar por debajo de él.
No obstante, Sam no era un digno rival para un vampiro. Gruñendo, Sergei se levantó y lanzó a Sam lejos de él, como si fuera un muñeco de trapo. Sam aterrizó a tres metros de distancia estrellándose contra la pared.
Cuando Samantha trató de ponerse de pie, una docena de vampiros se abalanzaron sobre ella. Notó que Sam estaba rodeado también. Estaban atrapados.
Lo último que logró ver fue la cruel sonrisa de Sergei, cuando acabó, dándole un puñetazo en la cara.
*
Cuando Kyle atravesó la enorme sala de la cofradía de la Marea Negra esgrimiendo la espada violentamente, destruyendo vampiro tras vampiro, nunca se había sentido más vivo. Estaba cubierto de la sangre que salpicaba en todas las direcciones y sentía sus manos húmedas con la sangre mientras giraba con más y más intensidad. Era la venganza. La venganza por sus miles de años de servicio leal, por la forma en que lo habían tratado. ¿Cómo pudieron atreverse? Ahora conocerían el significado de la palabra venganza. Todos ellos tendrían que disculparse y, hasta el último de ellos, inclinarse ante él, tocando el suelo, y admitir que se habían equivocado terriblemente.
Todo estaba saliendo a la perfección. Después de su pequeño desvío en el puente de Brooklyn, había conducido a su leal gentío por las puertas del Ayuntamiento, matando a los pocos vampiros que se atrevieron a interponerse en su camino. Luego, se habían introducido por el pasadizo secreto más y más en las entrañas del Ayuntamiento, directamente al nido de su cofradía. Ningún vampiro se atrevió a ponerse en su camino cuando su ejército irrumpió en la sala. Muchos otros vampiros, al ver a Kyle y en especial la Espada, inmediatamente se rindieron a él. Lo alegró ver que muchos de sus antiguos de cofradía le seguían siendo leales. Sabía que había llegado el día para reclamar el liderazgo que le correspondía.
Rexius era un líder débil. Si hubiera sido más fuerte, habría encontrado la Espada él mismo, hace años. Nunca habría enviado a otros a hacerlo por él. Le gustaba castigar a otros por sus propios errores, cuando era él quien debía ser castigado. Había crecido ebrio de poder. Desterrar a Kyle había sido un último y desesperado intento por eliminar a todos sus allegados. Pero había fracasado.
Kyle atravesó la sala y se dirigió directamente al trono de Rexius. Rexius lo vio venir y sus ojos se abrieron en pánico.
Rexius saltó de su silla y trató de escabullirse de los combates. El tan llamado líder mostraba su verdadera cara en tiempos de guerra.
Pero Kyle tenía otros planes.
Kyle corrió hacia el otro lado para encontrarse cara a cara con Rexius. Habría sido mucho más fácil simplemente hundir la espada en su espalda, pero él se negaba a que Rexius se desmoronase tan fácilmente. Quería que Rexius viera de cerca quien lo mató.
Rexius se detuvo, su camino bloqueado por los enormes hombros de Kyle y por la espada brillante y reluciente.
La mandíbula de Rexius temblaba. Reixus levantó un dedo tembloroso y lo apuntó a la cara de Kyle. En ese momento, parecía tan solo un hombre viejo. Un hombre débil y viejo, aterrorizado. Qué patético.
"¡Quedas desterrado! ", gritó sin convicción. "¡Ordeno que te destierren!"
Ahora era el turno de Kyle para sonreír, una sonrisa amplia y maliciosa.
"¡No vas a ganar! " añadió Rexius. "¡No vas a ganar!"
Kyle se acercó casualmente, se echó hacia atrás y, con solo un golpe suave, hundió la Espada en el corazón de Rexius.
"Ya lo hice", dijo Kyle.
La habitación entera, aun ocupada en la batalla, se volvió y se quedó mirando. Se escuchó un grito horrible que consumió toda la sala de piedra. Parecía no tener fin porque Rexius chillaba y chillaba. Mientras todos miraban, su cuerpo se disolvió ante sus ojos, desintegrándose en una nube de humo, y luego en una brizna que subió hacia el techo.
Toda la habitación se detuvo y miró a Kyle.
Kyle alzó la espada alta y rugió. Era un rugido de victoria.
Todos los vampiros sobrevivientes de ambos lados de la batalla se volvieron y miraron a Kyle. Todos cayeron de rodillas, bajaron la cabeza inclinándose hasta tocar el suelo. La lucha había terminado.
Kyle respiró profundamente, disfrutándolo. Ahora, él era el líder.