Читать книгу Yin Yin – Tiki y la orquídea - Myriam Yagnam - Страница 7
ОглавлениеEl escritor
Miguel era escritor y trabajaba como periodista en un diario local. Vivía en una isla pequeñita en el Caribe y todos los fines de semana, después de hacer taichí, se iba a remar con su amigo Rodrigo. Este vivía frente al mar con Sofía, su esposa, quien también trabajaba para el periódico donde escribía Miguel. Sus amigos lo esperaban todos los sábados con un termo de café caliente… ¡Hum!… Podía sentir el olor del café mientras conducía a casa de Rodrigo.
Ese día, como muchos otros, Rodrigo, Miguel y Sofía compartieron el café de la mañana disfrutando el amanecer. Tan pronto el sol salió se encaminaron a remar y, para su sorpresa, vieron una cabecita flotando en el mar.
–¡Parece un perro! –gritó Sofía, mientras Rodrigo y Miguel remaban rápidamente hacia la cabecita, que parecía hundirse más y más en el agua.
Miguel se agachó y tomó al perrito, casi ahogado, en sus brazos. Sofía le dio a Miguel una toalla que traía en su bolso y Miguel lo arropó entre sus brazos.
–¿Cómo es posible que este perrito haya caído al mar? –se preguntaba Rodrigo, mientras lo observaba. Y de pronto agregó–: No es un perro, es una perrita.
Agradecida, la perrita se acurrucaba en los brazos de Miguel.
Fue un amor a primera vista.
–Me quedaré con ella –dijo Miguel– y se llamará Yin; es el nombre de la energía femenina en el taichí… y como ella es perrita –le aclaró Miguel a sus amigos.
Y así fue como Yin comenzó a llamarse Yin.
Poco a poco Yin se fue acostumbrando a su nueva vida con Miguel. Lo acompañaba al periódico a entregar sus escritos y después se acomodaba a sus pies, mientras este escribía. Los fines de semana salían a remar con sus amigos y Yin se transformó en una excelente nadadora. Eran inseparables. Yin también acompañaba a Miguel en sus largas caminatas y se sentía muy importante protegiendo la casa cuando su dueño se dormía mirando televisión en la sala.
Llevaban ya casi seis años juntos cuando un día el mundo de Yin comenzó a cambiar.
Miguel llegaba a casa diferente, se veía preocupado y hablaba mucho por teléfono. Ya casi no jugaban juntos y lo veía entrando y saliendo con variados paquetes. Miguel estaba preparando un viaje. El periódico lo enviaba a trabajar fuera del país. Se iba a Chile por un año.
Como Miguel no podía llevar a Yin en su viaje, decidió hablar con Sofía.
–Sofía, ¿podrías cuidar a Yin hasta que regrese? –le preguntó–. Será solo por unos meses, hasta que consiga un departamento; luego vendré a buscarla –prometió.
–Seguro –contestó ella–, tú sabes que Rodrigo y yo amamos a los animales. Yin va a estar muy bien con nosotros, no te preocupes.
Mucho más pronto de lo que todos hubieran querido, llegó el momento en que Miguel debía partir a Chile. Era sábado temprano en la mañana, Miguel subió a Yin en su auto, guardó en una maleta la comida, los platos y la cama de la perra, y fue a juntarse con Rodrigo. Allí, frente al mar, se tomaron juntos una última taza de café. El vuelo de Miguel salía a las seis de la tarde.
Sofía y Rodrigo trataron por todo los medios de que Yin no extrañara demasiado a su dueño. La llevaban a remar en el bote, le preparaban comidas especiales y la dejaban dormir con ellos en su cama. Pero todo era en vano: después de esas actividades, Yin volvía a sentarse frente a la puerta a esperar.
–Estoy muy preocupada –le decía Sofía a Rodrigo–. Yin pasa horas enteras frente a la puerta esperando ver llegar a Miguel…
–No sé qué más podemos hacer –apuntaba Rodrigo–, nuestro amigo aún no ha podido conseguir un departamento.