Читать книгу Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16 - Nadia Vera Puig - Страница 2
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© Nadia Vera Puig
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ISBN: 978-84-18344-70-1
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AGRADECIMIENTOS
Agradezco a todos los que habéis creído en mí, me habéis dado el apoyo y amor en mi vida. A toda esa familia, y amigos que estáis en lo bueno y en lo malo. Y a todos esos seres que habéis aparecido a lo largo de mi vida y me habéis aportado ese empujón que necesitaba. Gracias a todos aquellos que formáis parte de mi vida y me seguís aportando esa luz tan bonita. Y a todas esas personas que me habéis ayudado y acompañado durante este proyecto, para ver publicado este libro. Os quiero.
CAPÍTULO 1
NADA ES LO QUE PARECE
Corría por las calles sin control, era una noche fría y perturbadora, las sirenas sonaban en busca de una fugitiva. Las pisadas fuertes y rápidas chocaban contra los charcos del asfalto, todo había cambiado, nada era lo que fue. «¿Quién pudo cambiar el transcurso del tiempo tan rápido?», se preguntaba ella en cada momento, que avanzaba por esas silenciosas calles, desorientada sin saber a dónde iba. Sin recordar, llegó a una pequeña cabina transparente, donde se sentó en un banquito que había en el establecimiento, como una pequeña cápsula, ¿Pero invisible a la sociedad? La verdad es que se hallaban pocos de estos artilugios. Nir creía que se habían destruidos casi todos. Con sus manos temblorosas se quitó los guantes que tenía en sus manos, un espejo reflejaba su nota musical en el rostro al lado del ojo izquierdo, iluminando con una tonalidad turquesa, vio su mirada de color incontrolable. Introdujo su código de tres dígitos que tenía en la pulsera identificadora, la máquina empezó a procesar los datos... Informó acto seguido de las siguientes palabras: «Recopilando datos, vamos a acceder a la información perdida». Una luz iluminó en sus ojos leyendo todo lo sucedido para recuperar la memoria. «Comenzando el audio biográfico, en tres, dos, uno...», comentó la máquina.
Bienvenidos a una civilización donde no es común los coches, los móviles, nada que os podáis imaginar, en estos momentos solo os diré que, en su esencia, ese lugar es único y hermoso. Pero creo que me he precipitado, os la presento: es una chica con sus estudios y, bueno, digamos que ahora su objetivo era encontrar trabajo, hasta que empezó en una oficina de correos de la ciudad. Tiene un hijo de tres años y se sitúa en un lugar que por ahora conocéis… Se llama el Planeta Tierra. Ella vive en una ciudad muy grande, en un piso algo pequeño pero con bastante luz a pesar de sus condiciones. Se llama Juliana, su familia le llama Julie, pero nunca se conforma, su madre Margaret la viene a visitar de vez en cuando, para ayudar en casa con su hijo.
—Mamá, te dije que no hacía falta que vinieras hoy.
—Ya lo sé, Julie, pero tus hermanas y yo estábamos algo preocupadas desde el accidente.
—Prefiero no recordarlo. —Mientras ordenaba la ropa del pequeño Mathew.
Margaret le estaba dando el desayuno a su nieto, mientras Julie no paraba de ordenar, cogió sus llaves, preparada para salir de casa, y le dice a su madre:
—Recuerda que para Mathew es muy importante que le dé el sol unas tres horas diarias, y no le pongas el sombrero de costumbre.
—¡¿Qué quieres que le dé, una insolación?!
—No, mamá, pero que digan los médicos que va mal, para él no, ya sabes lo especial que es… Un beso, cariño, mamá se va a trabajar. —Dirigiéndose al pequeño Mathew—: Y no olvides ponerle…
—La aloe vera en la roncha de la mano —dijeron ambas a la vez.
—Ya lo sé, cariño, no te preocupes y vete a trabajar antes de que llegues tarde.
—Está bien, mamá, un beso… Adiós, Mathew.
—Di adiós a mamá.
—Adiós —dijo el pequeño Mathew con la mano.
Juliana, hacía tres tramos de escalones diario, recorría cinco calles dirección al metro, y se bajaba a la cuarta parada, allí había un violinista de costumbre, tocando una canción de Vivaldi, llegaba hasta un pequeño callejón donde se hallaba su lugar de trabajo, una oficina algo pequeña. Ella se ponía en recepción, su oficio por ahora era atender a los clientes de posibles cartas o paquetes no recibidos, tanto como enviar, entre otras cosas, que se hace en una oficina de correos.
Todas las mañanas llegaba un chico esbelto con una cazadora negra, tenía que enviar unas cartas, siempre se aseguraba de que fuese a la misma hora. Le repetía dos veces la dirección a Julie para que no se equivocase, sabiendo ella que era el mismo lugar de siempre, entraba dentro a hacer su entrega al cartero, su compañero Thomas.
—¿Nunca te entra la curiosidad de qué puede haber en estos sobres? —Mientras cogía las cartas y los metía en la bolsa.
—No, Thomas, y no es de mi incumbencia. Además, ¿¡qué nos importa a nosotros!?
—¡Es que siempre son cinco sobres!, con la misma dirección a la misma hora.
—Venga, Thomas, no te centres en qué puede ser y vete ya, antes de que des la entrega tarde.
—Vale, está bien, pero lleva tres años haciendo lo mismo. ¡Cada día!
—Bueno, Thomas, puede ser un trabajo que tenga que entregar, deja de pensar y vete.
—Vale, vale, pero no me digas que no te entra nada de curiosidad.
—Si te digo que sí, ¿te irás?
—Sí. —Mientras esperaba una mísera respuesta por parte de Julie.
—Vale, Thomas, reconozco que me da algo de curiosidad. ¿Satisfecho?
—Sí, me voy —le dijo sonriente, cogió su bicicleta y se fue pedaleando.
Julie regresó al mostrador, tuvo una mañana tranquila después de todo, al volver Thomas, llegó algo silencioso.
—¿Qué tal fue la entrega?
—Como siempre.
—¿Estás bien? Te veo algo callado, más de lo habitual para ser tú, Thomas.
—Sí, estupendamente.
—No habrás abierto ningún sobre, ¿no?
—No... Solo que… cuando di la entrega… —Se sentó en el banquillo que tenían en el interior de la oficina.
—¿Qué le pasa a Thomas hoy? —dijo Viviana, la jefa del lugar.
—No sé, ha ido a hacer esa entrega de siempre pero no dice qué ha pasado —aclaró Julie.
—Te voy a traer un té, Thomas, ¿te parece?
—Sí, gracias, Viviana. —Mientras continuaba con la mirada perdida.
Julie se sentó al lado suyo, le cogió la mano:
—Thomas, mírame, ¿qué ha pasado?
—Juliana, no pienso volver allí, paso… No veas… Uff.
—Thomas, me encantaría entenderte pero, si no dices nada, ¿cómo quieres que te ayude?
—Está bien, llegue allí en la casita blanca que hace esquina y le entregó los sobres a una mujer que hay de costumbre, no solo que no estaba esa mujer hoy, que hoy había un hombre, y me dice el tercer sobre no es el correcto, y yo le digo: «¿Y cómo lo sabe si ni siquiera lo ha abierto?», y me responde: «Lo sé, y tú solo eres el cartero». Me lo ha devuelto y quiere que le digamos al chaval que te entrega esto… —Confuso, temblando de manos.
—¿Kallen? —sugirió Julie al ver que su compañero no podía decir palabra.
—Sí, Kallen, quiere que le digamos que tiene que entregar el sobre correcto o si no…
—O si no, ¿qué?
—Sufrirá las consecuencias.
—A ver, Thomas, no te preocupes, seguro que se trata de un malentendido, llamaré a Kallen y verás que no se trata de nada grave.
Thomas le entregó el sobre a Juliana, ella lo cogió con firmeza y se dirigió al teléfono que había colgado en la pared. Viviana regresó con el té.
—Uff, no veas chaval, había una cola hoy… —dijo Viviana con moderadas carcajadas.
—Será por el mal tiempo que hace —añadió Juliana.
—Toma, Thomas, a ver si te ayuda a encontrarte mejor.
—Gracias, Viviana. —Mientras le sonreía con una plácida sonrisa.
Viviana se dirigió hacia Juliana, mientras ella iba marcando los números en el teléfono que había colgado en la pared.
—Viviana, hazme un favor, ve atendiendo a los clientes que vengan, que yo tengo que hacer una llamada.
—Está bien, cariño, pero... ¿todo va bien?
—Sí, tan solo ha habido un malentendido.
—Está bien. —Cuando le tocó el brazo, Viaviana se fue al mostrador.
Juliana, un tanto nerviosa, llamó a Kallen.
—¿Hola?
—¿Sí? —respondió Kallen.
—Soy la chica de correos y quería comentarte que nos han rechazado un sobre.
—¿Qué numero es?
—El tres.
—¿Y quién os ha recibido?
—Un señor.
—¡¿Un señor?!
—Sí —dijo Juliana un poco inquieta.
—¿Y la mujer?
—Mi compañero no ha visto ninguna mujer hoy.
—Vale, ¿tiene el sobre aún?
—Sí, claro.
—¿Puede hacerme un favor?
—Por supuesto. ¿Dime?
—Pero solo tú, Juliana, nadie más.
—Vale... —le dijo sin entender mucho la situación.
—¿Puedes abrir el sobre?
—Claro. —Juliana abrió el sobre y en su interior había una carta con una llave.
—¿Ve una llave?
—Sí... —La cogió con la mano y la miró detenidamente.
—¿Puede decirme qué nombre pone en ella?
—Claro… Espere… Pone… —Ella no podía creer lo que leía, o tan solo se trataba de una coincidencia.
—¡¿Dime?!
—Pone «Juliana», señor Kallen.
—Gracias.
—¿Y qué quieres que haga?
—Es para ti.
—¿Cómo?, no te entiendo. ¿Es una broma o es una forma nueva que tiene de ligar…? —Saltó el contestador—. ¿Oiga? ¿Perdone? Será imbec…
Juliana metió la llave en el sobre y se fue al interior de la oficina. Viviana, al verla desconcertada, le pidió a Thomas que se encargase de recepción.
Viviana se dirigió hacia las taquillas, cuando Juliana se encontraba contra ellas apoyada en la puerta, respirando con intensidad, mirando hacia el interior, Viviana se acercó a ella despacio.
—¿Juliana? ¿Estás bien?
—Sí, perfectamente.
—¿Qué ha pasado?
—Nada, una broma de mal gusto. —Se da la vuelta cara a Viviana y empieza a romper la carta que tenía en la mano.
—Quieta, Juliana, ¿qué haces rompiendo el sobre?
—Correo defectuoso, eso es lo que pasa. —Juliana le dio la llave a Viviana—. Toma, deshazte de esto. ¿Puedo irme a casa a descansar?
—Claro —le dijo desconcertada—, sé que ahora no me lo quieres contar, cariño, pero necesito saberlo para proteger a mis trabajadores, ¿lo entiendes, Juliana?
—Sí, nos vemos mañana.
—Hasta mañana, Juliana.
Viviana, dueña de esa pequeña oficina de correos, contrató a Juliana hace unos tres años, para ella era como una hija que acogió en un momento crítico, ya que acababa de tener a su hijo y el padre estaba en lugar desamparado.
Viviana se detuvo a mirar la llave que le dio Juliana, y la llave ponía «Juliana Mathew», la guardó en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, y le dio el día libre a Thomas, cerró la oficina de correos y se dirigió hacia casa. Viviana llegó a casa un tanto cabreada por todo lo sucedido. Ella vivía en una casita blanca que hacía esquinera, dejó la llave encima de la encimera delante de un chico esbelto con una cazadora negra.
—¿Qué es esto? Kallen, te he dicho que esta forma no es la correcta. ¡Además, la puedes asustar!
—¡Lo siento, mamá!, pero desde el accidente de hace tres años no se qué hacer.
—Ya, pero cariño, tenemos que cuidar de ella.
—Lo sé, mamá, pero estoy cansado de repetir siempre la misma rutina y, gracias a la negativa de Morgan, siento que era el momento adecuado para…
—Lo sé. —Le dio un abrazo—. Sé que no es fácil, pero Kallen, mírame a los ojos, ¿qué le has puesto en esa carta?
—Mm… Prefiero no decírtelo, es confidencial.
—Kallen, ya sabes que no tengo por qué saberlo, pero hay informaciones que mejor no nos precipitemos, y sabes lo especial que es Mathew, esa criatura tiene mucho que demostrar al mundo.
—¿Pero ella estará preparada?
—¡Claro! Para eso fue el destino, me guardaré la llave. ¿O prefieres tenerla tú?
—Mejor yo, mamá, que yo me encargo de esto.
—Muy bien, pues me voy a descansar.
Juliana volvía a casa un poco desconcertada por lo que pudo leer o no leer en esa carta, respiró profundamente, y cambió de cara a una más alegre, abrió la puerta de casa con una gran sonrisa.
—¡¡Quién ha llegado a casa!!
—Mamá. —Mathew corrió hacia ella a abrazarla.
—Hola, cariño, ¿qué tal el día con la nonna?
—Hemos estado muy bien. ¿Qué tal el día, Julie? ¿Has salido hoy más pronto?
—Sí. —Mientras dejaba a Mathew en el parque con sus juguetes, se fueron a la cocina mientras Juliana preparaba una taza de té pero sin perder de vista a Mathew—. ¿Quieres una taza de té?
—No, gracias, estás esquivando mi pregunta y por no decir que te veo algo preocupada.
—Estoy bien, tan solo ha sido un mal día, y nos ha dejado salir antes porque… Ay, mama, en serio, no tengo ganas de hablar, estoy cansada.
—Está bien, cariño, me voy que tengo que ir a buscar a tu hermana mayor al aeropuerto, ¿te acuerdas? Megan llegaba hoy de Suecia.
—Es verdad. —Cuando se sentaba en el sofá con su taza de té.
—Y quiere verte sin falta este fin de semana, así que comida familiar... Yo me voy antes de que se haga tarde, por cierto, Mathew ya está cenado. —Se iba poniendo su chaqueta roja, y le dio un beso en la frente—. Descansa, cariño, y cuídate, nos vemos mañana.
—¿Mañana?
—Claro, mañana ya es sábado.
Juliana dejando la taza de té en la mesita.
—A veces ya no sé ni en qué día de la semana vivo, adiós, mamá.
—Ciao, bella.
Juliana acostó a Mathew en su camita, se puso a mirar una película, no paraba de darle vueltas a la cabeza sobre el contenido de la carta, qué quería decir esa mísera y única frase que había escrita, ¿se trataba de un acertijo o estaba jugando con ella? Sin darse cuenta, acabó durmiéndose en el sofá. Sonó el teléfono de fondo, ella se despertó sobresaltada y con la espalda adolorida. Cogió el teléfono, y Mathew empezó a llorar.
—Mathew, cariño, no llores ahora, mamá te dará de desayunar. —Iba preparando su bol de frutas mientras contestaba al teléfono—. Toma, Mathew, tu Winnie. —Su peluche de música lo calmó—. ¿Sí? ¡¿Hola?!
—Juliana, ¿dónde estás? ¡¿Has visto la hora que es?!
—¡Madre mía! Si son las nueve, lo siento, Viviana, no sé cómo, y no entiendo… Ahora voy.
—Tranquila, te espero que quiero comunicaros algo a ti y a Thomas. —Colgó el teléfono.
Juliana vistió rápido a Mathew, mientras le daba de desayunar, cuando ella se acababa de vestir. Cogió a Mathew en brazos y empezó a bajar las escaleras, sacó su teléfono móvil.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¿Dónde estás?
—Lo siento, cariño, se me olvidó avisarte que hoy no podía venir.
—¡¿Qué?! ¿Y cómo que no me lo dijiste?
—¿Tienes a alguien con quien dejar a Mathew?
—Mamá, ya sabes que no, pero no te preocupes que ya me las apaño. —Cuando dejó a Mathew en el suelo.
—Recuerda que hoy es la comida.
—Sí, sí… Vamos, Mathew, no sueltes la mano a mama. —Colgó el teléfono y se topó con un chico esbelto con cazadora negra—. ¿Kallen?
—Hola, ¿quieres que te ayude?
—No, gracias, aparte de acosarme o intentar ligar —dijo en voz baja—, es una forma de…
—¿De qué?
Juliana sentó a Mathew en un banco a abrocharle el zapato, lo cogió en brazos y continuó andando con paso ligero.
—¿De juego?
—Mamá, ¿quién es? —dijo Mathew, mientras lo miraba con determinación y un poco asustado.
—Un conocido, solo ha venido a saludarnos.
—¿Un conocido? Que yo sepa llevamos conociéndonos unos... ¿Hace tres años? —dijo Kallen descontento ante su respuesta.
—Sí, y lo único que sé es que llevas solo cinco sobres a correos a las nueve de la mañana.
—Mamá, ¿ya hemos llegado?
—Sí, cariño. —Kallen se quedó fuera mientras entraban, él acabo marchándose.
Entró en la oficina de correos y dejo a Mathew en el suelo.
—¡¡Viviana!! —dijo Mathew corriendo hacia ella.
—Hola, cariño, ¿y la abuela? —Cuando lo cogió en brazos.
—La abuela no pudo venir hoy —Mientras dejaba las cosas en la taquilla—. Lo siento mucho, Viviana, siento la tardanza de hoy y encima Kallen entrometiéndose donde no debe.
—¿Kallen? ¿Estaba contigo? —dijo Viviana cuando sentó a Mathew en la silla.
—Sí, me empezó a seguir, no se qué quiere, no sé por qué, pero desde que lo conocí, su cara me es algo…
—¿Familiar?
—Sí, pero eso no me tranquiliza lo que me escribió en esa carta.
— ¿Y qué te escribió?
—¡¡¿Que qué me escribió?!! Ponía: «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces…». No se qué quiere insinuar con eso. ¿Y la llave? ¿Qué tiene que ver?
—Menos mal… —dijo en voz baja.
—¿Qué has dicho? —Mientras ordenaba unas cartas.
—Qué menos mal, que no creo que sea gran cosa, seguro que es una tontería o ese chico no sabe cómo tirarte los trastos.
—Será eso. —Intentando entender la respuesta de Viviana.
—O le falta un tornillo —añadió Thomas.
Juliana ese día pasó la comida en casa de sus padres, su hermana Megan la llevaba en coche de vuelta a casa, Mathew se encontraba dormido en el asiento trasero.
—Os he visto algo callados hoy en la cena, ¿hay algo que yo no sepa? —dijo Juliana a su hermana.
—¿Por qué lo dices, Julie? Todo está bien.
—Sí, supongo que estoy algo cansada de la semana —acabó diciendo.
Era una mañana bastante fría para ser primavera, su hermana Megan se localizaba en la cocina preparando el desayuno.
—Me volví a quedar dormida, ¿verdad? —dijo Julie preocupada, ya que llevaba unos días sin energía.
—Sí, no veas, no tardaste ni un segundo.
—Lo siento. —Mientras colocaba sus manos en su rostro intentando aclararse las ideas.
—Oye, es normal. ¿Tanto trabajo con un niño a cargo? —dijo su hermana para aliviar la situación en la que se encontraba su hermana últimamente.
***
Dos años más tarde, Juliana vivía junto a su hermana Megan en una casa al lado de la de su madre, Mathew con cinco años que cumplía no entendía por qué su padre no estaba, su madre le contaba siempre que era un superhéroe que se tuvo que ir a cuidar a otros que lo necesitaban. Ni ella se acordaba lo que pasó exactamente, por eso siempre recurría a esa historia del superhéroe.
Juliana se mostraba entusiasmada preparando el cumpleaños de su hijo, su padre estuvo atento a cada detalle de la fiesta, se celebraba en la casa de los padres. Iba bastante bien, Mathew deseó ese día que su padre regresara al soplar las velas del pastel. Él no era un niño cualquiera, él era especial, tenía unos dotes aún desconocidos, pero desde muy pequeño tenía que tomar tres horas de sol diarias. Sus ojos tan azules como el cielo y una sonrisa radiante, siempre iba haciendo bromas. Esa misma tarde, Juliana iba recogiendo los papeles de los regalos, cuando, Jim, su padre le entregaba un sobre.
—Toma, Juliana, esto es para ti.
—Me lo puedes dejar al lado de las flores, ahora lo miro.
Juliana salió a tirar las basuras, entró y se sentó a tomar un poco de limonada, cogió el sobre y miró que había un 3, dentro había una carta y una llave, en ella ponía: «Juliana Mathew», y la carta decía: «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces. K».
A Juliana se le cambió la cara, no suponía que Kallen localizara su nueva dirección y menos que ya no trabajaba con Viviana después de dos años, ella salió fuera de la casa y llamó a Viviana.
—Viviana. ¿Hola?
—¡Hola! ¿Qué tal la fiesta de Mathew?
—Bien, oye, una cosa… —Juliana desconcertada.
—¿Qué pasa, Julie?
—Es que... —Cuando tomó un breve respiro—: La carta está otra vez, la misma llave que te quedaste vuelve a estar. ¡No entiendo de qué va ese tal Kallen!
—¿Kallen?
—¡Sí, Kallen!, ese cliente que tiene derecho a dirigirse a mí.
—Cariño… Kallen hace dos años que… —Para Viviana era un momento duro, porque se trataba de su hijo, un hijo con el que nunca llegó a pasar verdadero tiempo.
—¿Qué pasa, Viviana?
—Juliana… Kallen nos dejó hace dos años, no es posible, por no decir imposible, que él haya sido quien te haya enviado la carta.
—¿Estás segura? Porque aquí tengo la misma llave que te entregué.
—¡Mamá!, te vienes que voy a haceros mi truco de magia.
—¡Sí, ahora voy cielo, mamá no tarda!
—Mira, Juliana, no sé ni cómo ni por qué te ha llegado eso pero hay algo raro…
—Gracias, Viviana, por tu ayuda.
Juliana tenía la cara pálida, no entendía nada, se fue hacia el interior a ver el truco de magia de su hijo, respiró hondo y con una gran sonrisa se sentó a ver lo que hacía.
—Atentos, señores y señoras, porque lo que presenciaréis aquí es único… —Mathew colocó una caja transparente encima de la mesita—. Veis que está vacía, comprobado. —Mathew se la pasó a su abuelo para que mirasen sí estaba vacía—. Bien. —La cogió y la puso encima de la mesa—. Antes llegó una llave a uno de vosotros pero ahora ya no se encuentra en el bolsillo de esa persona, pasaré tan solo este pañuelo y lo haré aparecer en esta caja.
Al retirar el pañuelo de la caja había una llave en su interior, y era la llave de su madre que ponía «Juliana Mathew».
—Mamá, puedes comprobar que esta llave ya no se localiza en tu bolsillo.
—No, no está.
—Un aplauso, señores —dijo Margaret, la abuela de Mathew.
—Cariño, puedes venir un momento. —Juliana empalizo más de lo normal—. ¿Está llave es tuya? —le dijo agachada a la altura de Mathew, mientras él la miraba con su penetrante mirada inquieta.
—Claro, mamá, le dije al nonno que te la diera.
—Pero venía…
—Con un acertijo, mamá, si era para darle emoción al número, ahora ya conoces lo que no conoces —dijo con una tímida sonrisa, esperando la reacción de su madre.
Mathew le dio la llave al ver que no tenía respuesta.
—Y, cielo, ¿dónde has conseguido esta llave?
—Me la encontré el otro día en casa de Viviana mientras jugaba.
—¿Y Viviana sabe que te la has llevado?
—No.
—Y la frase... ¿De dónde la has sacado?
—De un libro.
—¿Qué libro?
—El libro que tiene el nonno, se llama Lo que de verdad escondes, de Kallen.
Juliana intentando comprender todo lo sucedido se dirigió a su padre, que estaba sentado en el sillón de la sala de estar, donde estaba la familia.
—Jim Mathew, ¿puede venir un momento? —dijo Juliana con tono firme.
—Uyy, esto es serio —dijo su hermana Megan.
—Cariño, ¿estás bien? Te veo un poco pálida —dijo la madre algo preocupada.
—Perfectamente, mamá.
Jim se levantó del sillón y la siguió hasta el recibidor.
—¿Se puede saber qué es esto? —Enseñándole el sobre que le dio antes.
—Una carta.
—Sí ¿Y se puede saber quién ha escrito esto?
—Ehh…
La interrumpió Juliana.
—No hace falta que me contestes porque esta letra sé que no es la tuya ni la de Mathew. ¿Es verdad que lo habéis sacado de un libro?
—Julie… —Cogió la carta y la llevo hasta la librería que tenía en su despacho, le mostro el libro Lo que de verdad escondes de Kallen—. Julie, cariño...
—Sí, dime. —Un tanto nerviosa.
—Este es un libro que compré hace unos seis años a este chico, que se llama Kallen, tiene una filosofía muy curiosa acerca de la vida y te hace reflexionar, porque te hace pensar en una multitud de acertijos y curiosidades que tiene… Y, bueno...
—¡Papa!, al grano por favor.
—Vale, tranquila, ya voy. —Se sentó en su butaca de terciopelo, respiró hondo y prosiguió—. Pues ese mismo año que compré el libro, fui a una firma suya que hacían en la librería MCowell, y allí mismo le dije: «Dedícame una frase de tu libro», cogió una hoja a parte que es la que tienes en tus manos y escribió: «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces», y me pareció oportuno introducirlo en el truco de magia de Mathew para darle un toque de ingenio.
—¿Ingenio… —empezó a respirar un tanto alterada, cerró los ojos y respiro profundamente— o casualidad dirás?
—¿Por qué lo dices, Julie? —Cogió la carta que tenía en las manos su padre.
—Por nada. —Mientras intentaba meter la carta en el sobre—. Debe de ser una coincidencia, o que te conozca lo suficiente, o sepa tus movimientos hasta el punto que sepa quién es su hija, y le pareció una buena idea gastarme esta misma broma hace dos años. —Logra meter la carta en el sobre—. ¡Dios, qué le pasa a esta carta!
—¡Julie, tranquilízate, me estás asustando!
—No pasa nada, estaré sufriendo una crisis nerviosa, me voy a tomar algo que me relaje, debo de estar… ¡Aaah! —Julie se marchó de la sala dejando a su padre atrás, se fue hacia la cocina a prepararse una infusión para los nervios. De mientras iba escuchando la conversación que tenían en la sala continua de su madre y su padre.
—¿Que tal ha ido? —preguntó Margaret.
—No sé, cariño, la veo bastante alborotada, noto que sabe algo que no nos dice.
—¿Crees que recuerda?
—Es lo que temo… Pero creo que no.
—Ay, Jim, a veces ya no sé ni cómo actuar en estas situaciones… Lleva mucho tiempo así… Creo que sería conveniente que se lo comentemos, así se quedará más tranquila.
—No, Margaret, la doctora nos dijo que no dijéramos nada, tiene que recordarlo ella misma.
—Ya lo sé, Jim, pero ya son cinco años y el padre… Ay, Jim, no sé.
Juliana intentando beber la infusión después de escuchar lo comentado por sus padres, su cara volvió a empalidecerse, y se fue tumbando poco a poco en uno de los sofás que estaban colocados frente al jardín, donde estaba orientada a la sala de estar, cerró los ojos y se quedó dormida.
—Shh… No la despertemos.
—Pero mama, ¿has visto qué hora es?, yo la acompaño a casa. —Megan se acercó a Juliana—. Julie, Julie, despierta.
Julie abrió los ojos y se incorporó.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué hora es?
—Cariño, son las nueve, Mathew se queda esta noche a dormir en casa de sus amiguitos, ¿recuerdas?
—Claro que me acuerdo, mamá.
Juliana se levantó y se dirigió hacia la entrada.
—Vamos, Megan, a casa.
—Claro, Julie.
—Mañana, me paso a buscar a Mathew a las 18 h.
—Está bien, un beso, y descansad.
Fueron andando por la calle, ellas y el marido de Megan, un chico bastante reservado, pero muy majo, siempre ofrecía ayuda para cualquier cosa. Al entrar en casa Juliana, Megan la paró un momento.
—Juliana, papa me ha dado este libro para ti… —Mientras Juliana lo miraba con detenimiento.
—¿Este libro? ¿Estás segura?
—Sí —dijo extrañada—, dice que te ayudará, que tiene una filosofía de la vida muy curiosa y posiblemente entiendas un poco más esa frase que te ha puesto tan nerviosa.
—A mí no me ha puesto nerviosa la frase… —Mientras se quitaba la chaqueta—Me ha puesto nerviosa la situación, que me recuerda a una que viví hace dos años, ya está.
—Vale, está bien, buenas noches, que descanses.
—Buenas noches —dijo Maison, el marido de su hermana.
—Buenas noches, que descanséis.
Con el libro entre sus manos, subió escaleras arriba, se sentía bastante cansada pero se dio cuenta de que no podía dormir, quería saber qué decía el libro, quería resolver esa frase. Encendió la luz de la mesita de noche y abrió la primera página donde había una foto de él y una pequeña biografía. Pasó a la primera hoja y ponía: «Lo que de verdad escondes», y leía:
«Cuántas veces creemos que conocemos al cien por cien lo que nos rodea, si ni siquiera nos conocemos el cien por cien de nosotros mismos, antes conocemos de otras personas más cómo son. ¿Sabrías describirte en una sola palabra? ¿Cómo te describirías? ¿A que no? Podemos llegar a ser tantas cosas que la mente no es capaz de decirnos una palabra en concreto. ¿Qué es lo que verdaderamente nos define? ¿Por qué tenemos esa vieja costumbre de concretar o cualificarnos quiénes somos, como si fuéramos un producto en el que ponemos una etiqueta? ¿Por qué etiquetarnos a nosotros mismos? ¿Qué necesidad hay? Entonces aquí viene mi acertijo para desvelar todas esas dudas. Dudas: primero conocernos nosotros más a fondo, entender lo que nos rodea, e imaginaremos que todas esas dudas que nos pasan por la cabeza son puertas, y tú tienes la llave de todas esas respuestas, ¡eh, aquí llega!, tú eres la propia guardiana de tus puertas, tú decides cuál abrir y cuál no para saber la respuesta».
Continuó leyendo y ponía la frase que tenía escrita en la carta:
«Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces».
Cerró el libro y lo dejó en el cajón de la mesita, se levanto y cogió la llave de su chaqueta, empezó a saber que la llave, la frase, todo desde un principio se trataba de una metáfora, nada que se tratase de algo físico real.
Juliana era una chica común, fuerte, segura de sí misma, se crio en el núcleo de una familia bastante buena. Ella, la hermana pequeña de sus dos hermanas mayores Susan y Megan, mantenía con ambas una relación bastante fuerte, solo que, sobre Susan, no sabía nada de ella desde hace cinco años. Posteriormente al accidente, ella cree que sigue enfadada después de lo sucedido, pero ella no recuerda cuál ha podido ser la real razón, aun así la echaba de menos, porque fue como una segunda madre.
Juliana se pasó la mañana en la cama sin moverse, sentía que en cualquier momento podía recordar algo que en verdad no quería acordarse, decidió quedarse quieta. Megan empezó a picar a su puerta.
—¡Juliana! ¿Tienes pensado hacer algo hoy? Hace un día bastante bonito, estaría bien que te diera el sol.
Al ver que no recibía respuesta, entró en la habitación.
—¡Arriba!, que son las tres de la tarde. ¿No tienes nada de hambre? —Mientras retiraba las cortinas del cuarto.
—Déjame, que tengo un dolor de cabeza... —Volviéndose a tapar la cabeza con la manta.
—Recuerdas que a las 18 h tienes que ir a recoger a Mathew.
—Sí, lo sé… —Se incorporó—. Megan…
—¿Qué?
—¿Puedes ir a recogerlo tú?
—¡No, Julie! Eso es cosa tuya, así sales un rato. —Salió Juliana de la cama y empezó a seguir a su hermana.
—Por favor, que tengo que ir a hacer un recado y de paso Mathew pasa la tarde con su tía Megan, que hace tiempo que no pasáis haciendo cosas juntos.
Mientras, Juliana empezó a prepararse un bol de cereales.
—Estás de broma, ¿no?
—No. —Cuando acababa de ponerse la leche.
—Me pasé ayer con él, cuando tú te quedaste dormida, pero ¡eh, no me importa! quedarme esta tarde… Si es urgente lo que tienes que hacer, está bien.
—Gracias, gracias, hermana. —Le dio un abrazo fuerte y se fue a cambiar.
—¿Y los cereales? ¡Se te van a desintegrar! —Mientras Juliana subía con prisas los escalones.
Juliana cogió el coche y se dirigió hacia el centro, aparcó al lado de la casa de Viviana, un barrio bastante tranquilo. Llamó al timbre, y Viviana le abrió la puerta.
—Hola, Juliana, ¿qué haces por aquí?
—Quería pasar a saludarte, ya que estaba dando una vuelta por el centro.
—Ya, pasa, tú quieres decirme algo, ¿cierto?
—Sí. —La casa de Viviana mostraba un aspecto antiguo, de cortinas largas con un estampado de flores.
—Por favor, toma asiento. ¿Te apetece algo?
—Mmm… No, gracias.
—Insisto.
—Vale, un vaso de agua.
Viviana trajo una jarra de agua y dos vasos, se quedó fijamente mirando a Juliana, a ella le temblaban las manos.
—Te noto rara, Juliana. ¿Estás bien? ¿Conseguiste solucionar el tema de la carta?
—Sí, claro. —Sacó el sobre de su bolsillo izquierdo toda eufórica—. Parece ser que se trata de una mera coincidencia, un truco de magia de niños, ya está.
—¡¿Un truco de magia?!
Juliana le contó todo lo sucedido ayer tarde.
—Bueno, tiene su lógica… ¿Qué quieres hacer con la llave?
—Prefiero quedármela.
—Entiendo, tú ten cuidado que las coincidencias de este estilo… No sé, hay algo que no me da cierta seguridad. —Intentando entender la situación, sospechando qué tramó su hijo Kallen.
—Lo curioso es que escribió un libro Kallen. —Lo sacó de su pequeña mochila.
Viviana lo cogió con las manos y lo miró con detenimiento: Lo que de verdad escondes.
—Y, bueno, más o menos entendí lo de la llave… Pero la frase, estoy en ello...
Mientras Viviana continuaba mirando el libro, se quedó sin decir palabra.
—Viviana, ¿lo has leído?
—Sí, una vez hace mucho tiempo… No sé si te conviene leer este libro, Juliana, te puede atrapar bastante, en tantos sentidos... Kallen era un chico muy enigmático y, no sé, te vas a volver loca porque el libro está lleno de enigmas y la mayoría sin resolver.
—Sí, es lo que me gusta. Mi padre me dijo que era uno de estos libros que te hacían pensar.
—Ya, pero lo de la llave y la carta y ahora el libro, ¿no te da que meditar?, ¿no son extraños todos estos elementos, que ahora tengas curiosidad de leer un libro que ni conocías?
—Viviana, no le temo a la vida. —Le arrebató el libro de sus manos—. La vida ya es bastante enigmática, con un montón de preguntas que se te pasan por la mente y ni siquiera la mayoría de ellas están al cien por cien resueltas… —Intentó respirar hondo—. ¡Y qué más da lo extraño que sea todo esto!, y que me llegue este libro a mis manos en estas extrañas circunstancias, yo a veces pienso que es el destino, y es más, creo que me ayudará, ya que tengo como tres grandes dudas desde hace cinco años y no acabo de resolver. —Se levanto del sofá y empezó a respirar hondo, una lágrima deslizaba por su cara—. Sabes lo duro que es criar un hijo sola y que mi hijo no pare de preguntarme dónde esta papa… Y la verdad es que no lo sé… porque parece ser que no sé ni quién es, por no decir que ni recuerdo lo que pasó en ese accidente hace cinco años, y mi hermana mayor ni idea, porque no me habla. Soy consciente de que se me fue en parte la memoria, pero ahora mismo me da igual. —Viviana se acercó a ella.
—Juliana, tranquilízate, sabes que te conocí justo después del accidente y yo creo que ha sido el destino que formes parte de mi otra familia, y soy feliz de tenerte en mi vida y haría lo que sea por verte feliz a ti y a tu hijo. —Viviana le dio un fuerte abrazo.
—Ya, lo que más me duele ahora mismo es que mi familia sí recuerda lo que sucedió. El problema es que en todo este tiempo creía que se trataba de ellos, que no querían contármelo por mi bien, por tal de protegerme, que les agradezco muchísimo. Pero enterarme ayer de que eso es cosa de una doctora que se supone que ni siquiera conozco… Les ha dicho que ¡no me lo cuenten! —Volvió a sentarse—. ¡¿Cómo que no me lo cuenten?! Entiendo que los primeros años que sucedió el accidente sería para no sufrir… pero después de cinco años le siga diciendo lo mismo… No sé, veo que Mathew un día ya no se creerá mis historias ¿Y yo qué le diré?
—Juliana, a lo mejor para entonces recuerdes.
—¿Y si no recordase, Viviana?
—Pues supongo que te lo contarían.
—Y no sé, pienso que mi hermana mayor Susan se está pasando, a pesar de que yo no recuerde. ¿Qué pasa, que no sabe perdonar? Es que ni siquiera me coge el teléfono... Se mudo y tampoco sé a donde… Lo siento, Viviana, por darte el sermón, pero necesitaba hablarlo con alguien y para mí eres como una hermana mayor con la que sé que puedo contar.
—Y tú para mí, cariño… Y para nada me has dado el sermón, es más, agradezco que hayas acudido a mí, y hayas depositado tú confianza en mí, así que gracias por venir. Y no te sientas mal por haberme hablado de todo esto, necesitabas liberarte y tú sabes que yo estoy aquí para cualquier cosa.
—Gracias, Viviana. —Cuando fue a darle un abrazo.
—De nada, cariño.
—De hecho, sí que me siento mejor. —Guardó el libro en la mochila.
Juliana se despidió de Viviana, conduciendo de vuelta a casa, empezó a llover con bastante intensidad. Pasando por uno de los puentes de camino, vio a un chico que se le interpuso, ella paró de golpe antes de que lo atropellase.
—¿Me puede llevar?
—Claro, ¿por dónde vive?
—Por Suiteven Avenue.
—¿Por dónde?
Subió al coche, mientras ella continuaba conduciendo.
—¡Por Suiteven Avenue!
—¡Ah, vale!, me queda cerca.
—Perfecto, gracias.
Hubo un silencio inmenso, ella seguía concentrada conduciendo seria, y paró de golpe, sin entender muy bien por qué había recogido a ese desconocido.
—¿Te va bien aquí?
—Claro, gracias. ¿Cómo se llama?
—Juliana. ¿Y usted?
—K.
—¿K?
—Sí, ¿qué pasa?
—Nada, que no me es un nombre muy común.
—Ya, me lo dicen mucho. —Bajándose del coche—. Por cierto, ¿por cual puerta vas?
—¿Perdona?
—Que por cuál puerta vas.
—¿Puerta?
—Sí…
—Lo siento, no le entiendo —dijo Juliana desconcertada.
—Déjalo, gracias.
—De nada.
Juliana pisó el acelerador y continuó conduciendo, «qué raro», pensó cuando ya estaba casi aparcando. Salió del coche, y aún seguía lloviendo con fuerza, entró en casa empapada.
—Qué frío hace.
—¡Mamá! —Vino corriendo Mathew.
—¡Hola, cariño! Ten cuidado que no te moje, ve a la cama que ahora mamá se cambia y te lee un cuento.
Juliana, después de cambiarse y leerle un cuento a Mathew, se fue a cenar, Megan estaba frente a ella, mirando cómo comía.
—¿Qué? —dijo Juliana un poco molesta ante la incesante mirada de su hermana.
—Nada, solo que tengo curiosidad a dónde has estado en todo este tiempo.
—Pues me fui a visitar a Viviana, que necesitaba ayuda para colocar unas cortinas nuevas y, bueno, luego se nos pasó la tarde charlando.
—Muy bien.
Juliana estaba acabando de cenar, mientras su hermana no le quitaba ojo.
—¿Qué pasa?, ¿quieres dejar de mirarme así?
—¿Mirarte cómo? ¿Acaso no puedo mirar cómo come mi hermana?
—Sí, pero no es común en ti, hermana —Mientras recogía el plato de la mesa y lo dejaba en la pica.
—Es verdad. —Cuando se levantó de la silla.
—¿Qué te pasa? ¿O acaso quieres algo?
—Juliana, buenas noches. —Le dio un beso.
—Buenas noches, Megan, que descanses.
Juliana se quedó un tanto preocupada por el rostro de su hermana, no la veía así desde hace tiempo, creía que había visto… Prefería no pensar en nada, se acostó en su cama y cogió el libro para leer otro fragmento.
«A veces, cuando abrimos una puerta, no sabemos lo que hay detrás o tan solo... ¿Y si detrás de ella hay más de una? Sería como un laberinto ante todas nuestras dudas, pero la vida no es un camino recto y jamás sabremos todas las respuestas a nuestras dudas, por eso es importante mantener la llave bien guardada, para saber en qué momento dar cierta información cuando sabemos la respuesta. Y ahora te preguntas: ¿Por qué hay respuestas que se nos olvidan, cuando en realidad te las sabías?»
Cerró el libro de golpe. «Vaya tontería de libro, a lo mejor Viviana tiene razón, que no merece la pena leerlo», pensaba mientras lo guardaba en el cajón de la mesita de noche. Cerró la luz y se durmió al instante.
«¿Qué puerta?», escuchó con tan solo despertarse, ella abrió los ojos cuando vio junto a la puerta.
—¿K? —gritó y él fue a taparle la boca.
—¡Calla! Que los vas a despertar.
Se apartó de él y cogió el teléfono, tapándose con una de sus mantas.
—¡Fuera!, o llamo a la policía.
—Como quieras, yo no puedo irme hasta que me digas qué puerta.
—¡Está bien!
Su hermana entró de golpe.
—¡¿Qué pasa?!
—Él —señaló y no había nadie.
—Julie, no hay nadie. ¿Qué te pasa?
—Estaba K, un chico al que llevé anoche, estaba aquí.
—Julie, habrá sido una pesadilla, duérmete otra vez. ¿Y por dónde vive ese K, si se puede saber?
—Dos calles más abajo.
—No puede ser, yo no conozco a nadie que se llame K en este barrio, además, creo que ese libro que te dio papa te está afectando.
—Sí, puede ser...
Llamó enseguida a Viviana cuando su hermana se fue del cuarto.
—Buenos días, cariño, qué pronto te has levantado hoy.
—Oye, Viviana, cuando dijiste que este libro…
—Cuando dije que te puede atrapar bastante.
—¡Sí! ¿A qué te refieres?
—Bueno, es un libro con una filosofía bastante intensa, se utiliza en terapias con pasados fuertes, imposibles de explicar… Te hace cuestionar tantas preguntas que le planteas a la mente — respiró—, que la mente no tiene otra que empezar a sacar la verdad, por eso el título Lo que de verdad escondes.
—Gracias, Viviana, ¿y tú cómo sabes que se utilizan en terapias?
—Porque me lo dijo un amigo que es doctor y psicólogo, y bueno, te he desvelado un poco el misterio del libro —dijo entre risas nerviosas—. Te dejo, guapa, que tengo que hacer varias cosas.
Juliana se puso el chándal y salió a correr para que le diera un poco el aire. Lo que verdad escondes no solo trataba de lo comentado por Viviana, en verdad era otra mascarilla, disfraz ambiguo para ocultar el verdadero enigma.
«En qué momentos te has preguntado: ¿Quién soy o qué hago aquí? Nacemos en un mundo completamente desconocido para nosotros, aprendemos de la vida, y nos enseñan en la sociedad que vivimos. Anhelamos y luchamos por sobrellevar la mejor vida que podemos, siempre encontrando, alrededor del mundo que nos rodea, una diversidad de millones de estrellas, que contiene un planeta y un universo completamente diferente al nuestro. Diferentes y únicos somos cada uno de nosotros, los héroes existen, aquellos que nos cuidan, nos quieren, esos empáticos, esos humanos y seres que ayudan, salvan vidas, protegen. Y un infinito de estrellas que nos abrazan con luz cada día, al levantar cada amanecer, una oportunidad por disfrutar, conocerte, saber que te gusta. Nunca sabrás qué te puede aportar este maravilloso planeta que nos brinda de la naturaleza más sublime, con el océano más inmenso, que nos sigue regalando si no te abres a ella. ¿Y tú? ¿Quién eres? Seas quien seas, este es tu momento, por descubrir, aventurarte... A todo esto, ¿por cuál puerta vas de tu vida?».
Giró la página y en ella había escrita solo una frase en el centro:
«Los valores es una parte de tu esencia de luz, lo que disfrutas, es tu potencia de luz que te hará brillar junto a otras estrellas».
Juliana cerró el libro y lo dejó encima de su mesita de noche.
La familia estaba preocupada por Juliana, llevaba demasiado tiempo enganchada a ese libro, como si esperase una respuesta, que ella nunca llegaba a descifrar. Una tarde cualquiera estaban en el salón, su hermana Megan se sentó frente a ella.
—¿Qué? —preguntó Juliana.
—¿Cómo que qué? Juliana, llevas semanas absorbida por este libro. ¿Crees que vas hallar alguna respuesta? —le contestó Megan.
—¿Respecto a qué? —Cuando dejó el libro a un lado.
—¡No sé, tú sabrás! —Se levantó dándose la vuelta a ella.
—¡Respecto al padre de Mathew! ¿O me vas a decir que no tienes ni idea de quién es?
—¡Y no sé quien es!
—¡¿Cómo que no?! Alguien me dijo que sí.
—¿Quién? Si se puede saber.
—No importa. —Recordando aquella vez que sus padres mencionaron algo a escondidas de una tal doctora—. ¡Ocultarme las cosas no va a mejorar a que yo recuerde, Megan!
—¡No es cuestión de ti, Juliana! Ya veo que no lo entiendes... Ni tú ni nadie recuerda... Solo hay una persona que sí...
—¿Quién?
—No puedo decírtelo eso, te distraería aún más.
—Por mí no me importa, Megan. —Se acercó a ella—. Pero es por Mathew.
—Vale, no te enfades.
—¿Por qué?
—Si te dijera que Mathew... ¿Sabes?, da igual, quedaremos que las únicas personas que lo saben son dos.
—¡¡Megan!! ¿Qué sabes?
—¡No te lo puedo decir!
—¿Por qué? ¿Tú no quieres o porque alguien te ha dicho que no sería conveniente?
—Porque no quiero.
—¡Anda ya, Megan! Tu siempre has sido mi confidente, hermana, y no te creo... —Hubo una pequeña pausa—. Excepto que creas que me estás protegiendo de algo.
—Sí, será eso. —Miró el reloj—. Uyy, ¿no has visto la hora que es? Deberías ir a recoger a Mathew del colegio.
—Es verdad, pero esto no se queda aquí. —Cogió las llaves del coche y salió de casa.
Recogió a Mathew del colegio, Juliana estaba más callada que de costumbre, aunque siempre le brindaba una bonita sonrisa a su hijo.
Seguía pensando en lo mencionado por su hermana, «si dos lo saben tienen que ser mamá y papa», pensó... Pero ella sospechaba en por qué menciono a su hijo: ¿A caso sabía él algo que ella no supiera? Es verdad que llevaba un tiempo Mathew sin preguntar dónde está su padre, pero no quería decir nada, por si acaso.
—¿Que tal, cariño, el cole hoy? —dijo al cabo del rato.
—Bien, mamá, ha venido una niña nueva al cole.
—¿Y cómo se llama?
—Nir.
—¡Hala! Qué nombre más curioso.
—Sí, dice que se lo puso su mamá.
—Ahh, muy bien, pues es un nombre muy original, poco común, porque no se escucha demasiado por aquí.
—Sí... —Mathew se quedó mirando por la ventana, los árboles grandes y verdes, se escuchaba una música de fondo en el coche—. Mamá, ¿a dónde vamos?
—Te llevo a un parque nuevo, que te va a encantar.
Era primavera y los días se alargaban, el parque donde llevó Juliana a su hijo era maravilloso, se apreciaba el frescor del aire de la naturaleza, había un lago con patos nadando y un atardecer hermoso por el cual el sol cada día se escondía tras la montaña. Juliana se acostumbró a pasar las tardes con su hijo en ese parque jugando con él. Un día, tras recogerlo del colegio, Mathew le pidió si Nir podía acompañarlos al parque.
—Claro que Nir puede venirse un día, las veces que quiera, no hay problema.
Un día, tras pasar la tarde en el parque, Juliana volvía conduciendo hacia casa junto a Nir y su hijo.
—¿Vives aquí, Nir?
—Sí, gracias por traerme, señora.
—No hay de qué. Oye, Nir, antes de que bajes del coche.
—¿Qué?
—Me gustaría conocer a tus padres... No es por nada, pero me quedaría más tranquila si quieres venir más tardes con nosotros.
—Dirás mi papa.
—Bueno... A ambos.
—Yo no sé dónde está mi mamá, se fue hace tiempo.
Juliana prefirió no preguntar.
—Vale, pues a tu papa.
—Vale, Juliana, si quiere le digo a papa que venga.
—Vale, si no es molestia.
—¡No, qué va! ¡Para nada! —Salió con una sonrisa en su rostro.
Juliana se quedó dentro del coche esperando con su hijo.
—Mathew, no me dijiste que no tenía madre, vaya metedura de pata.
—Sí la tiene.
—¿Y dónde esta?
—No lo sabe.
—¿Cómo que no? ¿Ha desaparecido, se fue de casa o algo?
—No, ella... —Mathew sabía una verdad demasiado temprano para que ella lo supiera—. Ella está...
—¿Dónde?
—Haciendo un viaje por trabajo, oye, mama, eres demasiado fisgona.
—Vale, perdona, solo quería saber...
Mathew la miraba con paciencia, salieron ambos del coche, se acercaba un hombre muy similar a alguien que conocía hace tiempo.
—Hola, soy Sam, el padre de Nir. —Mientras le estrujaba la mano con firmeza.
—¡Hala! —dijo ella. A Juliana le era familiar ese rostro como si lo hubiese visto anteriormente en algún sitio.
—Es una nueva forma de saludar —dijo Sam con una amplia sonrisa.
—No, qué va, es que el parecido es asombroso, lo siento, te he confundido con alguien que creí conocer.
—Vaya, qué casualidad, ¿y cómo se llama usted?
—Lo siento, me llamo Juliana. —Mientras le estrechó la mano de nuevo.
—Encantado de conocerte, ya veo que nuestros hijos se han hecho buenos amigos.
—Sí, sí, y supongo que su hija le habrá comentado a dónde la llevo.
—Claro, tiene un pequeño teléfono cuando se va ella con otros.
«¿Qué teléfono?», se preguntó Juliana, la mayoría de veces ni le vio el bolsillo de su chaqueta abultado, no solía llevar cartera, siempre iba con dos coletitas y una gran sonrisa sin preocupación. Juliana se fijo en cómo vestía Sam, sabía que era primavera, pero tampoco verano, y más esa tarde que hacía fresquito y estaba algo nublado, no podía parar de mirar cómo sonreía, había algo en él o le recordaba a alguien que le era familiar.
—Hola.
—Hola, lo siento, qué vergüenza.
—¿Le pasa a menudo?
—¿El qué?
—Quedarse en plan mirando fijo, es como si por un momento no estuviese aquí.
—¡¡No!! ¡¡Qué va!! —dijo entre risas nerviosas.
El niño lo interrumpió.
—Sí, le pasa constantemente.
—Shh, tú calla y sube al coche.
—Está bien, mamá.
Sam empezó a reírse.
—Vale, gracias —dijo Juliana sonrojándose.
—Solo me ha hecho gracia su hijo, te conoce muy bien.
—Bueno, no nos vayamos por las ramas, me da su teléfono por si pasara algo o por si te pudiera avisar, es que, no sé, para urgencias cuando me llevase a su hija.
—No te preocupes mi hija lleva móvil.
—¿Dónde?
—Tranquila que lo lleva.
—Ya pero si se pierde...
Sam le sacó una tarjeta de su billetera.
—Bueno, si insiste.
—Gracias.
Juliana se subió al coche y se despidió de ellos con la mano.
—¿A qué juegas, mamá?
—¿Qué quieres decir, Mathew? —Mientras conducía algo nerviosa.
—Ah, nada.
—Tú, mejor calladito —Mientras Mathew se reía.
Llegaron a casa y tía Megan ya había preparado la cena, se reunieron en la mesa, era una sopa de fideos, y Mathew ya había acabado de cenar, subió al cuarto esperando a que le leyeran un cuento.
—Mamá —le dijo Mathew cuando su madre se sentó en una silla.
—¿Qué, Mathew?
—¿Estás enfadada conmigo?
—No, cariño. ¿Por qué lo dices?
—Por lo que sucedió antes.
—Cariño, estaba molesta por lo de Sam.
—Entiendo. ¿Mamá?
—Sí, dime.
—¿Puedo contarte un cuento que me ha contado Nir hoy?
—Claro, pero luego a dormir.
—Sí, sí.
Mathew se le veía muy entusiasmado contando el cuento a su madre, más bien era demasiado corto para que lo fuese.
—¿Y ya está?
—¡Sí!
—Cariño, eso no es un cuento.
—¿Cómo que no?
—Es... como decírtelo, un acertijo.
—Pero yo, cuando me lo contó, entendí mucho más. ¿No ves que hay una historia?
—Bueno, no exactamente, pero si le pones imaginación seguro que sí, buenas noches. —Le dio un beso en la frente.
Juliana bajó a la cocina para acabar de recoger lo que faltaba, junto a su hermana.
—De verdad, a veces pienso que mi hijo cada vez me sorprende más o intenta tomarme el pelo.
—Juliana ya tiene siete años, está a una edad normal para gastar bromas, no sé...
—Pero te puedes creer que me cuenta un acertijo y me dice que es un cuento, que en teoría le ha contado Nir.
—Bueno, a lo mejor ellos lo han descifrado y por eso lo llaman así. No le des tantas vueltas que tan solo es un juego de niños.
—Sí, será eso. Mejor me voy a dormir, que mañana ya es viernes y descansamos.
—Sí, buenas noches, que descanses. —Mientras Megan acababa de secar el último vaso.
—Buenas noches, igualmente.
Aparentemente, cada día que amanece es un día por el que vivir, pero nunca sabemos qué va a suceder. Esa mañana llamaron a Juliana desde el colegio de Mathew informando de un problema con el habla, lo llevó al médico y principalmente se trataba de una afonía temporal. El doctor le recetó un medicamento y reposo para la garganta. Juliana llevaba unos días con bastante estrés, su hijo continuaba sin decir palabra, entonces llegó el momento de hacerle diversas pruebas, los médicos no hallaban el problema.
—Señora Mathew, cómo decirle, su hijo está perfecto de garganta, neuronalmente también, es un caso algo raro, porque cuando le estábamos haciendo las pruebas, hemos descubierto otra cosa. Creíamos que era fallo de la máquina, pero ya no sabemos qué pensar...
—¿Qué? Díganme, ¿qué pasa?
—Su hijo es ciego, lo que no acabamos de entender es cómo puede ver, y seguimos sin saber cómo su hijo ha perdido la voz, es muy raro porque no entendemos cómo algo nos da mal y está bien y como que algo que está bien parece ser que está dañado. ¿Lo entiende?
—No, doctor. ¡¿Sabéis?! ¡Yo pienso que vuestra máquina está realmente dañada, los resultados no han salido bien!
—Créame, a lo mejor está, nos estamos afrentando a algo nuevo, no sé, puede que se trate de su sistema defensivo.
Juliana salió del médico con su hijo en brazos, lo llevó a casa y, antes de entrar, estaba Sam.
—¡Sam! ¿Qué haces aquí?
—Nir, quería verlo, lleva semanas sin venir al colegio.
—Ya, si quieres entra, pero Mathew tiene que descansar ahora.
—Nir, cariño, la tía de Mathew jugará un rato contigo —le dijo a Nir después de acostar a Mathew en su cama.
Ambos se sentaron en el salón.
—¿Quieres té?
—No, gracias.
—Insisto.
—Está bien.
—Mira, Sam, me han dicho en la escuela que tengo que apuntarlo a otro centro para sus capacidades, él escucha, el problema es que en la mayoría de veces se siente impotente para expresar lo que siente. —Hizo una pausa cuando bebió un sorbo de té—. Pero por ahora escribe en una pizarra y le voy a tener que enseñar el lenguaje de los signos para que se sienta más cómodo y fluido a la hora de comunicarse, pero no es todo.
—¿Cómo que no?
—Según los médicos, han detectado que es invidente, pero no entienden cómo puede ver. —Le entró una pequeña risa nerviosa—. No es lógico, se habrán equivocado.
—Supongo.
Hubo un breve silencio, ambos se quedaron bebiendo el té que quedaba, esa misma tarde llovía demasiado, Sam se quedó fijamente mirando a Juliana.
—¿¡Qué!?
—Nada, solo estaba pensando.
—¿En qué?
—Bueno, en el problema de tu hijo, podría ayudarlo.
—¿Ah, sí? —Cuando dejó la tacita encima de la mesita de estar.
—Sí, sé el lenguaje de los signos, podría venir por las tardes y enseñarle un rato.
—Eres muy amable, Sam, pero tampoco quiero que pierdas el tiempo, seguro que tienes otras cosas que hacer o dedicarle tiempo a tu hija. Además tampoco podría pagarte por las molestias.
—Juliana, no es molestia y no quiero que me pagues, Nir estará aquí conmigo y sería una hora o dos, no me importa, quiero ayudar porque he sido profesor de esto hace años... y, bueno, así se sentirá más cómodo.
—Ya pero apenas él no te conoce.
—¿Por qué lo dices? ¿Por su padre?
—¿Qué sabes tú de eso?
—Me lo contó Nir, le dijo su hijo que su papa es un superhéroe y por eso está siempre de viaje.
—¡Sí, como su mujer! Lo siento...
—No, tranquila.
—Es que no es que él se haya ido, me inventé esa historia porque...
—Puedes contármelo.
—Prefiero que no, ¿sabes?, ya es suficiente que lo sepa mi familia.
—Vale.
Juliana recogió las tazas y las llevó hacia la pica de la cocina, le parecía vergonzoso, contarle a un hombre que casi apenas conocía que no recordaba ni siquiera quién era el padre de su hijo, quién fue su pareja.
—¿Estás bien?
—Sí, no pasa nada.
—Siento haberte preguntado esto, sé que no me conoces mucho, me he precipitado.
—No pasa nada, en serio —Cuando acabo de fregar ambas tazas—. Es más, discúlpame a mí por haber mencionado a tu mujer.
—No importa. Empecé yo con lo del padre de Mathew.
Nir vino corriendo hacia su padre, él la cogió en brazos.
—Bueno, nosotros nos vamos. ¿Te va bien que me pase a las cinco de lunes a viernes?
—Claro, me parece perfecto, gracias —le dijo con una amable sonrisa.
—Di adiós Nir a Juliana.
—Adiós.
—Una cosa...
—¿Sí?
—¿De dónde proviene su nombre?
—Es una historia muy larga de explicar, proviene de una antigua historia que le contaba su madre. Nir es una estrella caída del cielo, y tiene una misión en la Tierra que es proporcionar la luz necesaria para que no estemos tan ciegos a este mundo sin luz... Bueno, trata un poco de eso... —Nir bajó de los brazos de su padre.
—Papa, la historia no acaba allí.
—Ya, hija mía, pero no le vamos a aburrir con este cuento.
—No, no me aburre, quedaros.
—A ver, papa, tú no tienes gracia contando la historia. —Fueron al salón y se sentaron en los sillones—. Nir es una superheroína, proviene de su estrella de luz y, cuando cayó del cielo, fue en busca de los más ciegos de la Tierra, ella liberó una luz mágica a través de sus polvos de estrella, a partir de ahí, las personas empezaron a ver la vida con un poco más de luz, se dice que su alma se halla en la estrella más brillante del cielo protegiendo y cuidando a cada uno, procurando que la oscuridad no venza a la luz del alma.
—¡Wow! Una historia bastante intensa, la luz esa es la esperanza —insinuó Juliana.
—Sí, esperanza, luz, felicidad, mamá siempre decía que tenía múltiples significados.
—Pues tu mamá te contó una historia muy bonita.
—Lo sé. —Mientras Nir sonreía con una fuerza descomunal.
Sam la cogió de la mano, despidiéndose de Juliana.
—Se ha hecho tarde.
—Sí, ya veo.
Ambos se fueron y Juliana fue a ver cómo estaba Mathew, la tía Megan estaba junto a él, ambos dormidos, ella se limitó a taparlos con una manta y se fue a dormir.
Los días pasaban y Mathew iba mejorando con el tema de comunicarse mediante signos, parecía que Nir los conocía perfectamente gracias a su padre.
Una mañana muy soleada la llamó por teléfono Viviana, se la veía bastante preocupada, quería que tuviera vigilado a su hijo Mathew, no le quiso contar él por qué, los años habían pasado y Mathew y Nir tenían doce y diez años. Para entonces esa misma noche Juliana estaba a punto de acabar ese libro, al que dejó aparcado un tiempo, demasiados enigmas, dispuesta a leer el último capítulo, eran las once de la noche y Viviana volvió a llamar.
—¿Qué pasa, Viviana?
—Por lo que más quieras, no leas el final de ese libro, Juliana.
—¿Por qué?
—No lo hagas.
—Viviana, ¿andas hoy con acecharías o qué te pasa? Primero que vigile a Mathew y ahora que no acabe de leer el libro, es absurdo lo que me estás diciendo hoy, Viviana.
—Juliana, no lo es.
—¿Sabes?, paso de escucharte.
—¡No me cuelgues, Juliana!
—No eres mi madre, ¡vale!
Le colgó, y cogió el libro.
—¿Quién era? ¿Mamá?
—Viviana —le dijo mediante signos a su hijo—. Te dejo con la tía Megan.
Juliana se fue a dar una vuelta, hacía dos años que Sam y Nir se fueron por temas de la madre, según ellos la necesitaban. A ella la invadía un pequeño vacio, hace tiempo que no sabía de ambos, su hijo dejó la magia, desde entonces dedicaba el tiempo a meterse en líos. Llegó a casa de sus padres.
—Hola, mamá, papa.
—Hola —dijeron ambos.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Juliana intentando entenderlos tras su repentina llamada.
—Cariño, Mathew ha desaparecido.
—¿Qué? Pero si estaba en casa, ¿Mathew no está?
—Megan fue a su cuarto y no estaba —le dijo la madre.
—Dejó una nota. —Le dio su hermana Megan un papel que ponía:
«Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces. K».
—Vale, me estáis gastando todos una broma, ¿dónde está la cámara oculta?, ¿o es cosa de mi doctora?
—Cariño, no sé de qué nos hablas.
—No empieces por ahí, mamá... —Se tocó la cabeza con las manos e intentó tranquilizarse resoplando—. Hace unos años os escuché que no se qué doctora mía no quiere que me digáis quién es el padre. ¿Y si Mathew ha ido a buscarlo? Siempre me he inventado una historia, por la cual él tuviese un referente de él ya que mi memoria no da de sí.
—Cariño, relájate.
—No quiero que me digas eso, papa, sois mi familia pero esto ha llegado muy lejos, ¿no veis?, no podéis protegerme siempre —dijo Juliana indignada ante la situación que se le presentaba.
—Entonces siéntate. Te tenemos que decir algo —añadió Megan.
—Megan, no, no creo que sea conveniente —comentó la madre.
—¿Por qué no, mamá? No puede continuar así. ¿Cuántos años ha estado así desde el accidente? Estaba bien seguirle el rollo, pero creo que ha llegado demasiado lejos —dijo la hermana.
—¿Qué pasa? —replicó Juliana.
—Juliana, estás reviviendo lo que sucedió hace unos años, antes del accidente, a Mathew le detectaron una enfermedad rara, dejó de hablar y es invidente desde nacimiento... Juliana, Mathew desapareció hace cinco años, no sé si te acordarás de Kallen, ese chico que llegaba todos los días muy nervioso a tu oficina de correos... Él estuvo en tu accidente, él...
—¡Basta! —Entró Susan por la puerta, hace cinco años que no sabían nada de ella—. Juliana, sube al coche tenemos que irnos. ¡Juliana, ahora!
—¡Oh, por favor, Susan!, podemos hablar como personas civilizadas —dijo la madre.
—¡Oh, por favor, Margaret! Todos sabemos jugar muy bien nuestro papel en esta familia, si no es porque supisteis manejaros bien.
—¡Calla, Susan, tú no tienes ni idea! —añadió Megan.
—¡Venga ya! Una vida con mentiras no es vida, jugáis a favor porque ella simplemente no recuerda, pero gracias, papa, por ayudar, por poder contar contigo.
—¿De qué habla? —dijo Margaret a Jim.
Juliana y Susan se subieron al coche antes de marcharse, su padre les dio la llave y el libro.
—Lo siento, Juliana —le dijo su padre.
—Está bien —dijo sin saber qué estaba sucediendo, se sentía incapaz de actuar, como si algo la hubiera bloqueado por dentro.
Recorrieron horas durante las carreteras; mientras Juliana se durmió, Susan se deshizo de su teléfono móvil. Al despertarse empezó a buscarlo desesperadamente.
—Susan, ¿sabes dónde esta mi móvil?
—Sí.
—¿Y dónde esta?
—En el km 10.
—¿Es broma?
—No, en verdad ya no lo necesitas.
—¿Y cómo puedo confiar en ti si hace como años que no nos vemos?
—Pero ya lo has hecho, te has subido en mi coche, tranquila, ya llegamos.
—¿Es verdad lo de Mathew?
—Sí.
—¿Y Kallen? ¿Qué pasa con él y su libro?
—Mejor que acabes de leerlo.
—No estoy preparada.
—Juliana, este es el momento de enfrentarte a tus miedos, de pasar página.
—Está bien, paso la última página del libro, seguía con la misma frase del inicio y acababa: «¿Y tú por cuál puerta vas?», y abajo de todo en el centro del libro, decía: «Enhorabuena, acabas de leer tu propia historia... Por favor, responde si eres tú».
Juliana estaba desconcertada, se quedó mirando hacia el horizonte.
—Esto era lo que no quería que leyera Viviana, no tiene sentido.
—¿Cómo que no, Juliana?, la respuesta la tienes.
—Soy yo. —De repente, Juliana hizo parar el coche, salió de él, le pareció ver a alguien—. ¡Sam! ¡Sam! —Se dio la vuelta el hombre—. Lo siento, me habré equivocado.
—¡Juliana! ¿A dónde vas?
CAPÍTULO 2
CAMBIOS
Unos años antes...
Kallen vivía en una ciudad de bastantes rascacielos, desde el accidente temía a equivocarse, iba todos los días a una oficina a entregar unos sobres con un contenido confidencial, Viviana, su madre, no le encontraba sentido.
—Kallen, no quiero que asustes a Juliana, ya sabes que su memoria... Y con Mathew a cuestas no es conveniente que la vayas asustando.
—Pero mamá, recibirá mi carta y para entonces me encontrará.
—¿Y qué harás cuando te encuentre? Si ni siquiera te conoce.
—Claro que me conocerá, habrá leído el libro que le di a su padre. Pero antes debo irme a hacer algo, ahora que se ha marchado.
—K, vuelve, no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no, mamá?, prométeme una cosa, ni se te ocurra impedirle que lea el libro.
—Eso jamás, para eso llevo su informe.
—Ten cuidado con lo que haces, mamá, te vigilaré de muy cerca.
—¡Oye, Sam Kallen Mathew!, a mí no me diriges la palabra de esta forma.
K salió esa misma noche junto a su supuesta hija Nir.
—Papa, siento que siempre estamos de viaje.
—Cariño, la vida se compone de eso, de viajes más largos o más cortos.
—¿Y cuándo llegaremos?
— Cuando queramos abrir la siguiente puerta.
Sam Kallen y Nir coincidieron en el mismo barrio donde vivían Juliana y Mathew.
—Nir recuerda una cosa, no decir a nadie que...
—Mathew y yo somos hermanos, lo sé, «papa», pero sabes que él sabe quiénes somos, y le pasará lo mismo que a ti.
—Lo sé pero por ahora no ha pasado, tu hazte amigo para que me pueda acercar a...
—¿Mamá?
—¡No, Nir! Juliana.
—Vale, papa, no te enfades, tendrías que aprender a estas alturas que me gusta bromear, por cierto, deberías volver a ponerte las gotas para los ojos o llevar las gafas, darías mucho el canto si sales con esa intensidad de ojos.
—Ahora, ¿podrías volver a tu forma de más niña?
—¿Por qué?
—Nir, si aparentas tener la edad de tu hermano o un poco menos, os haréis amigos rápido.
—Vale, está bien, pásame el agua.
Nir, criatura descendiente de un ser incomparable y diferente, la habilidad de estar en la Tierra, al ser un planeta de agua, Nir, la única de la familia o no tan única, era capaz al beber el agua para cambiar de forma.
—¿Y no crees que deberías dejar de llamar a eso que sucedió un accidente? Estoy bastante cansada.
—Tranquila, todo se solucionará, ya perdí a uno de vosotros, no quiero perderla a ella... Nir.
Nir bebió un sorbo de agua que había en la botella y empezó a transformarse hasta aparentar una niña con dos coletas a ambos lados.
—Así está mejor, papa.
—Sí, gracias, y que sepas que no soy tu verdadero papa.
—Vale, papa —le remarcó Nir con una plácida sonrisa.
Como ya sabéis la historia, Nir se hizo amigo de Mathew, hasta que ocurrió el día en que perdió la voz. Nir y Sam iban a casa de Juliana a enseñarle al pequeño Mathew el lenguaje de signos.
—Papa —le dijo Mathew a Sam.
—¿Sí?
—¿Hasta cuándo voy a tener que ocultar lo que soy a mama?
—¿Por qué lo dices?
—Porque ella no ha perdido del todo la memoria.
Juliana no entendía mucho lo que decian, ya que estaban aprendiendo el lenguaje de signos.
—¡Hala! Muy bien, qué rápido aprende.
—Sí, cuando son niños es fascinante a la velocidad que aprenden.
—Me enseñarás a mí también.
—Claro, puedes unirte a las clases con Mathew.
Esa misma noche, Sam se acercó a Juliana.
—¿Puedo decirte algo en privado?
—Claro. —Dejando a los niños jugando en la habitación.
—¿Por qué puerta vas?
—¿Es broma?
—No, no, es que he visto que estabas leyendo el libro ese... ¿Cómo se llama?
—Lo que de verdad escondes.
—¡Sí!
—¿Y por qué, querías saberlo?
—Porque lo leí hace tiempo, hace dos años, cuando mi mujer se fue de viaje.
—Entiendo.
—Y pensé que quizás tú...
—¿Yo qué?
—Te pasó algo.
—No, nada que deba preocuparte.
Megan pasó de largo, saludó a Juliana y se metió al cuarto de Mathew, Nir salió.
—Papa, vamos ya.
—Claro, Nir.
—Sam, espérate, antes de que te vayas te contaré eso, pero si me prometes que no se lo dirás a nadie.
—No tienes por qué sentir vergüenza, Nir, quiero decir, Juliana.
—Si aún no te he contado nada... ¿Y tú qué sabes?
—Vale, cuéntamelo cuando estés preparada.
—Papa, vamos. —Cuando Nir le cogió la mano.
Subieron al coche de camino a casa.
—¿Para qué quieres saberlo? —le dijo Nir en el interior del coche a Sam.
—Quiero saber qué recuerda.
—¡Nada! ¿No ves que se siente como avergonzada y culpable? Encima tienes que dejar de influir de esa forma en ella, ya sabes que «mamá» en eso tiene la sensibilidad más fuerte que todos nosotros, y si ella se acordase, te ganaría en eso.
—Sí —mientras se reía—, por eso es perfecta para que cuide de Mathew ahora.
Ese mismo año, Mathew nació en una familia un tanto siniestra, tras el accidente que nadie recordaba, tras su desaparición que casi nadie conocía. Mathew nació invidente. Desde muy pequeño, creían que era incapaz de ver, pero él no necesitaba unos ojos para ver, el ya veía más allá que un ser humano, su padre lo crió mientras pudo, por lo que era un Feel, seres capaces de sentir mucho más para captar y cuidar su alrededor. La peculiaridad de Mathew no se trataba solo de no ver con sus ojos humanos, sino cuando le falla la voz, él sabía que era el peor momento, tenía que aprender cuanto antes su otra forma de comunicación. Los Feels chicos, cuando pierden la voz, sus cuerdas vocales desaparecen, pero su habla empieza a formar parte de otro mecanismo más potente. Sam tenía presente que le sería difícil enseñar a su propio hijo a desarrollar la otra forma desde el planeta Tierra, entonces se dio cuenta de que tenía que desparecer junto a él para ayudarlo a usar su nuevo mecanismo vocal.
—Sam, no puedes dejarme sola con mamá, yo no controlo lo mismo que tú, soy demasiado... No sé, esto me supera.
—Nir, tú eres la estrella de tu propio cuento, podrás hacerlo aunque te cueste.
—¿Y cómo te llevarás a Mathew?
—Cambiaré el transcurso del accidente, avisaré a vuestra tía Susan de que os ayude, además ya no hará falta camuflarte para tu hermano, ni nadie.
—Pero ella no me reconocerá.
—Lo hará... algún día.
En la actualidad, Juliana seguía en mitad de la calle, mientras Susan la esperaba aún en el interior del coche.
—¡Juliana, Juliana!
—¡¿Qué?! —Cuando regresó al vehículo.
—¿Por qué has salido del coche de esa forma?
—Porque quería saber si era él. —Le vino el flashback de aquella noche con Sam.
Era una noche bastante lluviosa, habían quedado en casa de él, Juliana estaba con la mirada perdida sin saber dónde mirar.
—No sé por qué he venido.
—¿Cómo que por qué? Juliana, tienes que dejar de huir.
—Sam, es eso, no sé de qué estoy huyendo, ni a dónde voy, y quien quiero encontrar, porque no lo recuerdo. —Se paró en frío—. Dios, no sé por qué te lo he dicho.
—Julie, no sientas vergüenza por esto, noto tu sufrimiento y algo te marcó para que lo olvidaras.
—¿Y si fue él? ¿Y por eso no quiero recordarlo?
—No digas eso, Julie.
—Lo siento, no sé por qué te lo he dicho... Tengo que irme.
—¡Juliana Mathew! Deja de huir cuando tienes que afrontarte.
—¡Y tú qué sabes de mí! ¡No me conoces!
—Tú ante todo eres fortaleza, Juliana, y lo seguirás siendo. ¡No dejes que tus emociones terrenales te atrapen!
—¿De que estás hablando? —dijo entre lágrima y lágrima.
—De ti, Julie —dijo Sam de pronto.
Sam se acercó a ella, la abrazó con fuerza, ella por un momento lo sintió, lo miró a los ojos y algo raro notó en su mirada.
—¿Sam?
—¿Qué?
—¡Tus ojos! —Juliana no podía apartar la mirada, lo que estaba sintiendo al ver sus ojos.
Hubo un gran silencio, ambos se quedaron mirando sin poder apartar la vista del uno del otro, Juliana agarró su camiseta cerca de su cintura y apartó la mirada, le costaba respirar, sentía algo demasiado fuerte.
—Lo siento —le dijo Sam—. Culpa mía.
—No, qué va. Si en realidad, soy yo que no, no sé qué me pasa, lo siento.
Se marchó aquella noche y regresó a su casa, Juliana sentía una fuerte conexión difícil de controlar.
—¿Lo conseguiste? —le dijo Nir, con cierto cansancio.
—¿Enlazar la conexión Feel? No sé, eso espero, recuerda la misión, Nir, cambiaré el transcurso del tiempo, cuando te vayas a vivir con tía Susan, ella en ese momento solo recordará haberte tenido a ti.
—No sé si seré capaz de controlar mis...
—Serás capaz.
—¿Y si alguien me ve usando... como le pasó a mamá de niña?
—Nir, tú sabes que la tía Susan cuida de vosotras —dijo Sam.
—Ya pero recuerda que con ella no podremos hablar en publico —le replicó Nir.
—Es verdad, a veces olvido que ella no forma parte de la célula terrenal... Bueno, ya pensaré cómo...
—¿Cómo qué? Cuando mamá se enteré de que está hablando con una especie de espíritu o fantasma o como lo quieran llamar aquí, lo va a flipar.
—Algo pensaremos, Nir.
—Tampoco sé si podre soportar si «mamá» llega a conectar el vínculo conmigo.
—¿Por qué lo dices?
—Porque no recuerda que ella posee eso, y si no recuerda, no lo controlará.
—Nir, recuerda que tú posees el doble de poderes celestiales, podrás controlar y, si lo consiguiera, que lo veo muy difícil, estará tía Susan para ayudar. Y otra cosa, recuerda darle suficiente agua a tía Susan para que se materialice si os la lleváis fuera.
—¿Como si la tuviese que regar?
—Esa es la actitud.
Llovía bastante, Mathew llamó a su puerta, Sam o, mejor dicho, K, cogió el brazo de su hijo y desaparecieron en mitad de la lluvia.
CAPÍTULO 3
¿RECUERDAS?
Era una mañana bastante soleada, Juliana se despertó en su cama, como si ninguna historia recordase. Nir pensando en el motivo por el que hacían esto, y Susan estaba abajo con el desayuno preparado.
—Buenos días —dijo Nir cuando se sentó a desayunar.
—Buenos días —dijeron ambas.
—¿Estás bien, cariño? Te veo desconcertada.
—Sí, mamá, solo ha sido una mala noche de insomnio.
—Ya sabes, Juliana, los exámenes finales —añadió la tía.
—Es verdad. ¿Y cómo los llevas?
—Tía Susan, ¿puedo hablar un momento contigo?
—Claro.
Se fueron a la sala de al lado.
—Dime.
—No sé, así mamá parece que le falta un tornillo, no la veo que sea ella.
—¿Por qué lo dices?
—¿Tú la has visto bien? —Ambas se la quedaron mirando, mientras ella seguía desayunando.
—Pues yo la veo muy normal.
—Ya, pues cuando se acuerde cogerá un cabreo de la h...
—Oye, Nir, se lo prometimos a tu madre —le dijo la tía.
—Lo sé.
—Pero ese accidente ya pasó, Nir. No, no sabes hasta qué punto, no puede recordar, ella controla esa fuerza demasiado rápido y podría... —dijo Susan con cierta preocupación.
—Acabar como ha acabado —interrumpió—. Sí, y tenemos que evitarlo, hasta que... —Nir intentando recordar.
—Que K encuentre una solución —acabó de decir Susan.
— Lo sé, tía... Por cierto, Sam me dijo que te regara antes de salir.
—Vale, te has pasado. —Ella se fue alejando de su tía con una peculiar sonrisa.
—¿Qué cuchicheáis? —preguntó Julie.
—Nada, mamá, que la tía me estaba aconsejando para que no me vuelva a coger insomnio.
—Ahh, yo sé unos remedios.
—¿Sí, mamá?, pues si eso me los cuentas luego que me tengo que ir.
—¿Tan pronto?
—Claro, a estudiar.
—Tía Susan, puedes venir —dijo Nir, la acompañó hasta la puerta.
—Vale, sí la veo que se ha quedado un poco espesilla, pero se le pasará pronto, tú ten cuidado que estás...
—Sí, en la fase más peligrosa de mis efectos sensitivos.
—Vale, es que no quisiera que te pasase lo mismo que a Julie —Mientras Susan temía que la historia se repitiese otra vez.
—Lo sé —le dijo Nir agachando la mirada sin recordar mucho lo sucedido.
—¿Sabes que fuiste muy valiente? —Cuando Susan le tocó el brazo, haciendo que Nir volviera a mirarla.
—¿Sí? —preguntó Nir extrañada sin apenas recordar lo sucedido.
Juliana se acercó con entusiasmo, expectante, detenidamente, a lo que hablaban.
—¿Qué pasa? Sí que estáis hoy muy confidenciales.
—Sí, hay días y días —dijo Susan con cierta paciencia.
—Que vaya bien el día —añadió Juliana.
Nir salió a la calle, se puso su música y empezó a correr, Juliana se quedó con Susan, sentadas dentro de la casa, Julie se fijó que no llevaba cartera y comentó:
—¿No iba a estudiar?
—Sí, tiene los libros en la taquilla.
—Ahh vale —le dijo Julie con una amplia sonrisa despreocupada.
Nir necesitaba despejar la mente, demasiados cambios en poco tiempo, intentaba encajar toda su información para no volverse loca. Algunos Feels bajaban en esta Tierra para cumplir misiones, ella para lo que llevaba en su vida terrenal ya había vivido bastantes, nunca le pareció buena idea regresar adonde sucedió todo, podía recordar al detalle todo lo que pasó aquel día.
La mañana era bastante fría para ser temporada de calor, andaba con rápidez, se sentía abrumada, fue frenando el ritmo poco a poco cuando vio a un hombre derrumbarse en mitad de la acera. Nir se acercó corriendo mientras una señora llamaba a emergencias.
—Es mi marido, ¡ayúdeme!
Nir, sin pensarlo, se puso enfrente de él, colocó sus manos en el pecho del hombre, sacó una imagen proyectada del corazón en forma de energía, se veía de una luz rojiza, mientras recolocaba lo que tenía que poner en funcionamiento para que volviese a latir el corazón, lo introdujo en su interior de nuevo.
—Vale, señora, ha sido un paro cardíaco, solo le he vuelto a recolocar su funcionamiento energético, dura unos minutos hasta que venga la ambulancia y lo restablezca. —El señor empezaba a respirar con normalidad.
—Gracias.
La ambulancia se paró a socorrerlo, Nir se levantó del suelo, y alguien la cogió del brazo y la apartó.
—Nir, ¿qué te tengo dicho?
—¡Hola, Aim! —Se quedó casi sin palabras, sorprendida después de... —Cuánto tiempo sin verte. Solo estaba echando una manita a alguien que me necesitaba, en cambio de ti que estás...
—¿Qué insinúas? ¿Que no hago nada?
—¡Oye, tampoco te pongas así!, la señora como mucho ve que hago un movimiento de manos, no ve el órgano energético sobrevolando el pecho del señor. —Empezó andar sin importarle mucho su regreso.
—Oye, ¡¿a dónde vas?! ¡No hemos acabado de hablar!
—¡Pues yo sí!, no necesito a una niñera que me cuide, estoy muy bien sola.
—¡Espérate, Nir!
—Mira, me hace mucha gracia que aparezcas ahora. ¿Y por qué no hace cinco años?
—Porque ahora es cuando me necesitas.
—¿Sí? Mira en tus sueños, Aim.
—¡Deja de llamarme así!
—¿Qué pasa, que te has cambiado de nombre?
—No.
—¿Y entonces...?
—Que suena muy raro dicho terrenalmente.
—Patético. ¿Te avergüenzas de tú nombre? —dijo intentando entender su comportamiento.
—¡No!
Nir se paró en seco y se giró hacia él.
—Dime, Aim. ¿Cuánto tiempo llevas en la Tierra?
—¿Y a ti qué te importa?
—Vale, ya me has dicho mucho... Mira, Aim, yo no necesito tu ayuda, me sé apañar muy bien con mi tía, por cierto, tú ya me lo aclaraste hace años.
—¿El qué?
—Veo que esta conversación es absurda.
—¡No lo es!
—¿No? Adiós, Aim, ha sido un placer volverte a ver. —Cuando empezó a correr por donde ella había venido.
—¡Nir, las puertas son cada vez más escasas!
Nir se paró en seco, procesando lo que le acababa de decir, Aim se puso enfrente de ella, ante su mirada de incertidumbre.
—¿Qué quieres decir, Aim? ¿Que no hay esperanza o que solo te gusta jugar con los demás como siempre has hecho?
—No es eso, Nir... Veo que no tienes ni idea.
—¿De qué?
—Ya no envían más Feels desde hace cinco años en la Tierra... y tampoco han despertado más Noteshine de lo esperado. Por eso, desde que te pasó ese accidente con tu familia, a mí me trasladaron a cuidar de otras puertas. —Lo iba diciendo despacio y sin estar del todo convencido.
—Llamémoslo por su verdadero nombre: Portales, ¡No lo puedo creer! —Nir se dio una breve pausa para respirar—. ¿Y cuántos quedamos en la Tierra?
—Cien.
—¿En todo el mundo?
—Sí.
—Eso es prácticamente imposible, Aim, bien jugada de nuevo.
—¡No estoy de broma, Nir! Tendremos que esperar a que despierten nuevos Noteshine, ¡Nir! —le gritó antes de que marchara.
—¡¿Qué?!
—Tus ojos, ¿sabes?, deberías de llevar unas gafas si aún no controlas eso.
—Claro que lo controlo, solo que...
—¿Nir ? ¿Qué pasa?
—Que... tengo que irme.
Nir fue corriendo a casa, su tía Susan estaba sentada en la silla del jardín trasero.
—¡Tía Susan! ¿Dónde está mamá?
—¿Por qué? Oh, ya veo tus ojos.
—Si está estableciendo la conexión y si lo hace sin recordar...
Susan se levanto de la silla y ambas se dirigieron hacia la buhardilla.
—Hola, hija. ¿Qué tal la escuela?
—Bien, mamá. ¿Qué haces en la buhardilla?
—Haciendo un poco de limpieza.
Nir se puso las manos en la orejas, Susan se acercó a Nir, mientras Juliana seguía limpiando sin mirarlas.
—Dile que pare —dijo Nir, su estruendo era cada vez más grande.
Juliana se levantó y se giró.
—Nir, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? —preguntó Juliana con la mirada perdida, como si estuviese perdiendo la cabeza. Susan intervino antes de que le pusiera la mano encima.
—Sí, está bien, Juliana, solo ha sido un desvanecimiento, la llevaré a su cuarto.
—Está bien.
Ambas en el cuarto de Nir, se sentó en la cama.
—¿Estás mejor, Nir?
—Sí, es que no entiendo cómo tan pronto se le ha activado, eso solo quiere decir algo.
—Está recordando —dijeron ambas algo asustadas.
—Susan no está preparada para recordar. Todos sabemos lo que pasaría y le prometí a Sam que esperaríamos hasta que regresara con Mathew.
Susan se sentó a su lado.
—No es solo tu madre, esa reacción de color en tus ojos de un rojizo bastante intenso... ¿A quién viste hoy?
—A nadie. —Se levanto de la cama—. ¿Por?
—No me lo creo, Nir, es exagerado lo que se ve en tus ojos y, como tu madre te vea así, se va asustar... —le iba diciendo Susan, sabiendo una realidad muy alejada a lo que Nir tenía en mente.
Nir se fue corriendo al cajón de la cómoda a sacar un frasquito de un líquido acuoso, se lo introdujo en varios ojos.
—¡No aguanto más!
—Nir, relájate, algo saldrá, ahora bajemos a cenar que os he preparado la cena, y, sobre todo, concéntrate en tu respiración.
Ambas bajaron al salón, la mesa estaba puesta y Juliana permanecía sentada, esperándolas con una mirada entre confusa y perdida.
—¿Cómo estás, Nir? —le dijo, mientras en su voz se la percebía con una distorsión un tanto extraña.
—Bien, solo que antes me dio por correr un poco y no me llevé nada de comer y, puf, me bajó un poco la tensión —dijo entre risas—. ¿Comemos?
—Claro. ¿Y qué tal los exámenes?
—Bien —le contestó Nir.
A Juliana se le empezó a cambiar el color de los ojos.
—Mamá.
—Sí, dime.
—¿Y por qué no ponemos la TV un rato? —dijo Susan, Juliana la miró a ella y se calmó.
—Vale, como queráis vosotras —dijo de forma automática, con la mirada fija.
—Sí, es que ahora dan un programa que me encanta.
Los días pasaban, por suerte la situación con Juliana no empeoraba, Nir cada vez estaba más activa con sus nuevas capacidades de transformación, cosa que a Susan le causaba bastante trabajo.
—Nir, ¡ya basta!
—¿Por qué lo dices, tía Susan?
—Yo no puedo seguir ocupándome de ti y mamá, soy la corresponsable de tú madre en Tierra y tú... —Sin saber Susan qué argumentos ponerle a Nir para que le encajara.
—Y yo, ¿qué?
—Deberías hablar con Aim, es una buena noticia que, al final de lo sucedido, él despertara y siga aquí.
—Ya pero no esperaba que después de todo él fuera a ser mi ángel de la guarda, por decirlo así.
—Te lo habrán mandado, por los motivos que ambas sabemos, después de cinco años, tú sabes que el tiempo allí arriba no es el mismo que aquí abajo.
—Lo sé, allí son segundos o minutos comparado con sesenta años terrenales.
—Bien, yo de ti quedaría con él y no sé... Explícale cosas que tú ya sepas de la Tierra y él que te explique cuál es su misión. ¿Te parece?
—Está bien pero lo hago por mamá, que conste, para que le dediques el tiempo que necesita.
—Gracias, Nir, sabía que me comprenderías en esto.
Nir quedó con Aim a las 00:00 en el Hyde Park, hacía un poco de fresco esa noche, ella iba con una gabardina blanca.
—¿Por qué has querido quedar tan tarde? No entiendo.
—Aim, por favor, a estas horas por este lugar es difícil que haya cualquier ser humano que nos vea.
—¿Y por qué no nos pueden ver?
—No seas absurdo, Aim... —Cogió aire lentamente, mientras intentaba relajarse.
—¿Nir?
—¿Sí?
—Aún...
—¡¿Aún qué?!
—¿No lo controlas?
—¿El qué? —le dijo Nir mientras Aim le dio un espejo que tenía guardado en el bolsillo interno de su chaqueta cuando la veía con los ojos de un color oscuro intensos.
—No —dijo ella mirándose en el espejo, cuando se le iban aclarando mientras se relajaba y pasaban a un azul celeste.
—¿Y Susan no te ha ayudado?
—Aim, en eso hemos quedado, tú me explicas la misión conmigo y yo te desvelo cosas de la Tierra que podemos hacer aquí los Feels, ¿te parece? —Mientras lo veía sentarse en la húmeda hierba del parque—. ¿Estás cansado o algo?
—No. ¿Por qué lo dices?
—Porque me apetecía dar una vuelta.
—Está bien, pero empieza tú, Nir, ¿qué debo saber?
Nir no tenía paciencia para sus impertinencias.
—Vale, está bien... No sé si te habrás fijado pero... hay un hecho curioso. —Aquella noche la luna llena resplandecía más que nunca, tenía algo de sentido contarle ese hecho—. A la luz del sol tenemos una sombra, en cambio a la luz de la luna tenemos dos sombras, ¿no es fascinante?
—Sí, un hecho muy curioso. ¡¿Y para qué me sirve eso?!
—Aim, pues... ¡Para que te fijes en los detalles! Ahora que eres un Feel, al estar en Tierra no pueden distraerte las emociones terrenales.
—Lo que te está pasando a ti ahora.
—¡Exacto! ¡No! ¡Aim! No me confundas, darse cuenta de los detalles que nos rodean, de valorar el presente, nos ayuda a disfrutar y centrarnos en el ahora... No hay distracciones que valgan, los Feel somos muy empáticos y yo de ti me protegería día y noche.
—Pero tú ya no necesitas hacer eso, me tienes aquí.
—Eres... —Mientras respiraba con paciencia.
—Sí, Nir, soy tu nuevo protector terrenal.
—¿Y por qué lo han hecho?
—Porque ya sabes que tus actos hace cinco años fueron honorables.
—Pero eso no tiene nada que ver. Apenas siento que ni te conozco.
—Nir, no nos engañemos, no puedes ocultar aquello que fue y menos lo que sientes.
—Yo te vi...
—Nir, nada es imposible.
—Me pregunto cómo andará Sam —dijo Nir al sentarse en uno de los bancos del parque.
Sam se hallaba bastante lejos de la Tierra o eso quería creer Nir, un par de años luz, por decirlo de alguna manera, claro que en este caso tratábamos de un planeta completamente diferente a la Tierra, ni más ni menos que un planeta de luz.
Sam se encontraba enfrente de su hijo terrenal de sangre, delante de él, el césped recorría cada rincón, Sam cogió una de las bolsitas que le colgaba de su pantalón blanco, la abrió y una burbuja de agua gigante se expandió delante de ellos.
—Muy bien, Mathew. Quiero que te metas lentamente en el interior de la burbuja, permanecerás mojado dentro de ella, pero cuando salgas estarás completamente seco.
Sam conectaba mentalmente con Mathew, los Feels tienen esa capacidad de permitir entrar en sus mentes, ellos tampoco podían entrar en pensamientos de otros si no lo consentían.
Mathew fue introduciendo la mano poco a poco, hasta sentirse integrado dentro de esa bola de agua flotante, un frescor y vitalidad es lo que sentía por todo su cuerpo.
—Mathew, escúchame, siente cómo el agua transpira a través de ti, siente cómo va formando parte de tu oxígeno.
Mathew cada vez se sentía con más fortaleza, sentía como si el oxígeno del agua que entraba nuevo fuera completamente diferente. Una vez que se estableció, Sam le dijo:
—Bien abre la boca, siente que el agua te refresca la garganta... Mathew, adelante.
Él se sentía tan bien que no temía a nada, una energía diferente se expandía a través de él, empezó a hablar con normalidad, sonaba como si hablase con aire.
—Mathew, quiero que sepas que tendrás la capacidad de hablar en agua como aire, pero quiero que comprendas cómo va el nuevo funcionamiento vocal en los chicos Feels. No tenemos cuerdas vocales terrenales, pero tenemos nuestra habla motora energética, de nuestro cuerpo de luz, eso significa que tienes la habilidad de comunicarte con el idioma universal, también quiero que sepas que, aunque seas ciego de nacimiento, no fue problema para ti porque tú ya veías y ves a través de tu cuerpo de luz, ves más cosas, tienes la sensibilidad de captar otras dimensiones y otros seres.
Sam estuvo observando sus capacidades del habla durante un minuto, volvió a abrir la bolsita blanca de seda, y la bolsa de agua fue absorbida por ella.
—¿Cómo te sientes, hijo?
—Mejor, ya puedo hablar sin problemas.
—Afortunadamente aquí sí, pero habrá que ponerlo en práctica en tierra a ver cómo controlas tu energía vocal.
—¿Sam?
—¿Sí, hijo?
—¿Crees que Nir podrá?
—Estoy seguro que sí.
—No sé, desde ese accidente que nadie recuerda la vi un poco afectada y ya sabes cómo le afectan las emociones terrenales.
—Tranquilo, Mathew, para entonces Aim estará con ella.
—Bueno, no creo que él la tranquilice —dijo Mathew mientras seguían deslizando por el césped, digamos que en planetas con luz no existe de la misma forma la gravedad, en este caso se estaba a diez mm del suelo.
En el planeta Tierra, Nir se había quedado inmóvil, mirando hacia la oscuridad de la noche, mientras seguían en ese friolero lugar.
—¿Nir?
—¡¿Y ahora qué te pasa, Aim?!
—Nada. ¿Te tapaste bien eso?
—¿El qué?
—¿La nota?
—¿Por qué?, ¿se ve?
—Sí, toma. —Le ofreció una venda de agua transparente.
—Gracias, ya tuve problemas con esto cuando aterrice aquí. —Cuando se la puso encima de la nota musical que tenía por debajo del ojo izquierdo.
—Ya ves, para no olvidarlo.
—¡¿Acaso estabas tú aquí?! —Cuando se levantó del banco bruscamente.
—No, pero te observé muy cauteloso.
—Perfecto, solo espero que no me vuelva a pasar.
—Toma, te doy una cajita de vendas acuáticas para cuando se te acabe el efecto.
—Gracias.
—Oye, Nir, ¿te puedo ser sincero?
—Claro.
—¿Por qué tardas tanto en contarme la misión? Te desvías del tema todo el rato. ¿Era eso que me comentaste antes? ¿Cómo lo has dicho?
—Déjalo, en serio, ¡Aim!
—¡Distracción! Esa era la palabra: ¡Distracción! —Mientras seguían caminando por uno de los caminos del parque.
—¡Mira, Aim, como lo vuelvas a nombrar! Da igual, eres imbécil.
—Venga, Nir, ¿a dónde se fugó tu sentido del humor?
—A Jamaica, supongo. ¿Y tú qué crees? —Se paró de golpe—. ¿Ves?, ha sido absurdo quedar esta noche, no dejamos de hablar...
—Tonterías —la interrumpió.
—Sí, exacto, al final no eres tan tonto, ¿sabes, Aim?, tengo que ir a casa a descansar ya, la misión terrenal te lo cuento el sábado. —Sin saber exactamente qué tenía que decirle—. Además, yo creía que eras tú el que me lo tenía que contar.
—Es verdad, Nir, lo siento, pero yo si te tengo que contar por qué bajaste aquí. —Cuando la frenó cogiéndola del brazo con una pícara sonrisa—. Y sabes que adonde tú vas, yo voy.
—Ya estamos de nuevo.
—Es verdad, Nir, soy tu guardián, aunque si te es mucha impresión verme, desaparezco.
—Sí, esfúmate antes de que a mi tía, al verte, le dé un vuelco.
—Ya, Susan...
—¿Qué pasa?
—Nada. —Aim se esfumó de golpe.
CAPÍTULO 4
EL VIAJE
Nir llegó a casa, las luces estaban apagadas, susurrando por la casa «tía Susan», pero no hallaba respuesta, vio una luz verde en mitad del salón, empezó a susurrar a Juliana, pero no obtuvo respuesta.
—Aim, espero que esto no sea ningún truco tuyo porque te juro que no está teniendo ninguna gracia.
El iris de sus ojos llego al rojo intenso incontrolable de su estado anímico, se encendió de golpe la luz del salón.
—Nir cariño, ¿me llamabas? —La madre, sin recordar aún, vio los ojos de su hija preocupada, se acercó a ella. Nir rápido bajó la mirada y se la ocultó.
—Cariño, ¡¿qué te ha pasado en los ojos?!
—Es el cansancio, mamá, se ponen de este rojo... ¡Buenas noches! —le respondió con prisas mientras subía las escaleras.
—Buenas noches, Nir. —Extrañada mientras se quedó paralizada observando a su hija.
Nir, al subir al segundo piso, vio la puerta de la habitación de su tía Susan medio abierta, una luz se hallaba en el interior, al entrar encontró una nota encima de la cama:
«Nir, sabías que este momento llegaría, y por tu protección es mejor que permanezca donde tú sabes, Sam te prometió que yo estaría para ayudarte, solo sé que mi relevo en todo caso lo tomará Aim, sabes que él fue quien se te otorgó como protector terrenal, no temas la pérdida de memoria de Juliana, lo temo ¡por ti! Pasar más tiempo en tierras terrenales como el planeta Tierra te irá atrapando.
Cariño, sé que eres muy nueva en este planeta, no temas, porque se encuentran todo tipos de seres de mil galaxias por descubrir, su incertidumbre planta una gran semilla de malos augures. Toma esta agenda, que te he guardado en la mesita de tu cajón, al principio la verás en blanco pero se irá revelando en los momentos que más lo necesites...
PD: Nir, el mundo no es fácil, y aunque ahora te veas dividida en dos, encontraremos el camino juntas, encuéntrate para sentirte en paz».
«A veces pensaba que lo que escribía mi tía no tenía sentido, ser un Feel o mejor dicho un NOTESHINE para el universo me hacía saber que jamás estaría sola, quemé la nota acelerando sus partículas en el papel. Me dirigí a mi cuarto sin que Juliana me viera, cogí la agenda, y lo primero que leí era Change».”
«Se acercaba fin de año en la tierra, como si dejaras una etapa atrás para el ser humano y fuéramos a una más para evolucionar, sentía que la palabra cambio debía por empezar a mudarme, no tenía sentido seguir en ese barrio, gracias por ser un ser universal aprendí conocimientos lingüísticos atemporales, volví a abrir esa agenda y aparecieron unos círculos...».
—¿Recuerdas? —dijo una voz en la noche.
—¡Qué susto, Aim! Recuerda llamar o algo por el estilo.
—Lo siento, no era... ¡Anda! —Aim arrebató la agenda a Nir entre sus manos y se dirigió hacia el ventanal de su habitación.
—¡¿Qué!? Aim, devuélveme esa agenda.
—Es curioso lo que te ponen, toma. —Nir cogió la agenda al vuelo, se la quedó mirando.
—Pues no entiendo qué pone... ¿En qué idioma esta?
—Nir, tranquila, Susan ya me advirtió de que esto te pasaría.
—Perfecto.