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OTRO GRUPO DEL SAN IGNACIO DE LOYOLA
ОглавлениеIRANTZU VALENCIA: Nací en Donosti en 1973. Mis padres son de Navarra. Mi padre escuchaba música clásica y mi madre, Serrat, Battiato, Neil Diamond… Cuando íbamos en coche, a Battiato me lo sabía de memoria. Mis dos hermanos me llevan nueve y siete años y han estado en grupos. Ignacio, en La Dama se Esconde, y Pedro, en un grupo de ska, Página 3, que solo publicó maquetas.
Antes de La Dama se Esconde, eran Agrimensor K, la cosa más siniestra del mundo. Mi hermano se pintaba los ojos, se cardaba el pelo… Yo tenía nueve añitos y pensaba que todos los hermanos mayores eran así. Para integrarme en el colegio con mis amigas y amigos, oía a Hombres G, pero mi hermano tuvo una afición muy temprana por lo oscuro y en casa los Cure sonaban todo el día. Mi hermano fue a verlos a Pau, a Francia, con Nacho Goberna. Les tuvieron que llevar mis padres. Los dos eran bastante tímidos e introvertidos, pero superaron sus timideces, se hicieron pasar por periodistas y lograron entrevistar a Robert Smith.
Cuando fui adolescente mis padres ya estaban curados de espanto. Que yo tuviera un grupo les parecía normal. Lo mío les parecía muy naíf; de hecho, lo era.
JAVIER SÁNCHEZ: Nací en Donosti en 1971. Mi abuelo paterno tocaba el violín y la bandurria o el laúd en alguna banda local. Y mi padre de muy joven tocaba un poco la guitarra, aunque yo nunca le he visto hacerlo.
Mis padres estudiaron Económicas, lo que en su tiempo era Mercantil. Eran funcionarios. Tenían colecciones de música clásica de Deutsche Grammophon y cuando viajábamos por la geografía española oíamos muchas cintas de los Beatles, de la tuna y música española. De pop, cero. Somos cuatro hermanos y viajábamos atrás apretados. Eso de los cinturones de seguridad era cosa del futuro. Jugábamos al ajedrez de plástico imantado o echábamos la siesta cuando ponían música. Al final te aprendías las diez o quince cintas de siempre.
Mi hermano mayor, José Luis, empezó a tener gustos propios. Tenía cuarto propio y empezó a traer discos de la primera movida: Kaka de Luxe, Parálisis, los Gabinete de «Golpes» y «Obediencia y nada más», Polanski [y el Ardor], Derribos Arias… Borja95 y yo, que nos llevamos solo un año, empezamos a poner la antena y a alucinar bastante. Íbamos a su cuarto, donde tenía el típico tocadiscos portátil en el que no entra un LP entero. Ese fue el inicio de todo.
En medio hay una hermana, Laura, que tocaba la guitarra española. Fue el primer instrumento que vimos en casa. Más adelante se aburrió y la empezamos a coger y a ver —por imitación— que se podían hacer cosas.
MIKEL AGUIRRE: Nací en 1974. Mis padres son vascos, pero yo nací en Madrid, como todos mis hermanos. Del 74 al 80 viví en Madrid. Mi padre era gerente de concesionarios de BMW y nos fuimos a vivir a Sevilla tres años. En el 83, con nueve años, llegué a San Sebastián. Mi madre tocaba un poco la guitarra. Siempre ha habido vinilos en casa: de los Rolling Stones, los Beatles, María Dolores Pradera, tangos, Sinatra, algo de jazz… Yellow Submarine, con esa portada con esos dibujos animados y esa melodía tan charanguera… es como un jingle que siempre he tenido presente.
Somos tres hermanos y una chica, la pequeña. La música me ha venido a través del mayor, Iñaki. Él empezó a tocar la guitarra en Sevilla con un profesor gitano. Con doce años yo ya andaba enredando con mi guitarra. Tocar la guitarra siempre me ayudó en el proceso de adaptación a los sitios donde íbamos, así que empecé a dedicarle tiempo.
Mi hermano Iñaki iba a clase con Ibon Errazkin. Hicieron un intento de montar un grupo de tangos instrumentales, pero les duró un par de semanas. A Ibon, además de como músico, le he tratado mucho por ser amigo de mi hermano, y es un tío con un talento, un amor y un conocimiento de la música terrible. Ya con diecisiete o dieciocho años tenía mucha habilidad y un estilo de tocar muy particular. Es un tío muy humilde y ha sido muy gurú. A través de mi hermano me llegaban cintas de Ibon con grupos de la C86 ingleses, Primal Scream, Felt, todo lo de Sarah Records, Orange Juice… Me dio muchas ganas de montar una banda y hacer lo que hacían ellos.
IBON ERRAZKIN: Pedro, Javi, Borja, Mikel e Irantzu iban a mi colegio. Eran algo más jóvenes que yo.
MIKEL AGUIRRE: La Buena Vida es un grupo formado en los Jesuitas de San Sebastián. Yo era el más pequeño. A Raúl96 lo conocí un día porque llevaba una camiseta de The Head on the Door de The Cure. Le dije, «buen grupo, buen disco». Mi hermano había vivido un año en Estados Unidos y compró un montón de LP de Violent Femmes, de R.E.M… Un día le llevé algunos y le dije, «escúchatelos y ya me dirás». Así fuimos trabando amistad.
JAVIER SÁNCHEZ: Un chico de mi cuadrilla me dijo que conocía a un chaval al que también le gustaba la música, y así conocí a Mikel. Yo tenía quince años y él, doce, pero me encontré con un tipo con unos gustos totalmente equiparables. Los dos escuchábamos a Killing Joke, a Bauhaus, a los Cure, a los Smiths… Yo pensaba, «¿qué clase de crío escucha esto?».
IRANTZU VALENCIA: Raúl era de mi curso, aunque no iba a mi clase. Llamaba la atención porque iba con abrigos largos, zapatos de plataforma, camiseta de los Cure… A Javi y Borja les conocía del autobús del colegio.
MIKEL AGUIRRE: Yo sabía que el hermano de Irantzu era el de La Dama se Esconde. Yo jugaba en el equipo de baloncesto y ella jugaba en el equipo de chicas. Un día le dije que me gustaba mucho La Dama se Esconde.
IRANTZU VALENCIA: En un 99%, mi afición musical me viene de mis hermanos mayores. Y eso es algo común en La Buena Vida. Todos teníamos hermanos mayores y empezamos a tocar porque nuestro hermano había descubierto tal grupo, y tú, como hermano pequeño, estabas allí mamándolo todo. En esos momentos, tener un grupo te parecía lo normal. Te juntabas con cuatro amigos, veías que todos sus hermanos tocaban y pensabas que eso pasaba en todas las familias. Yo asumía que todos los hermanos mayores tenían grupos musicales y que los pequeños nos nutríamos de eso.
MIKEL AGUIRRE: Algunos amigos de la cuadrilla de mis hermanos eran los hermanos de Javi y Borja. Javi era bastante mod. El piojo —la típica gabardina verde de los mods— era una prenda bastante habitual en Javi. Y la camiseta con el logo de los Who o los Jam. Un día dijimos de quedar un fin de semana a ver si hacíamos algo.
JAVIER SÁNCHEZ: Yo jugaba al fútbol en la playa, como todos los chavales. Y allí empezabas a ver gente a la que le interesaban otras cosas aparte del fútbol, hasta que un día te ibas con unos amigos a ensayar sin darle más trascendencia.
Mikel y yo enchufamos nuestra primera guitarra eléctrica a una entrada de micro en el tocadiscos de mi hermano mayor para que sonara por los bafles. Todo el mundo te decía que si hacías eso te ibas a cargar el tocadiscos, pero ¡era una eléctrica! ¡Tenía que sonar! Debía de sonar a rayos. Mikel traía una guitarra española de su hermano. Y entre mi guitarra eléctrica, la de Mikel y la española de mi hermana empezamos los dos.
No llegamos a un acuerdo, pero hubo un pacto tácito de «tú buscas a uno de tu cuadrilla y yo a uno de la mía». Mikel trajo a Raúl y yo traje a Pedro97. Pedro iba a mi clase. Nadie sabía tocar nada, así que no había requisitos para entrar. Las guitarras ya estaban ocupadas, así que Raúl se puso a la batería y Pedro cogió el bajo.
Pedro no tenía ni idea de tocar el bajo, pero en seguida empezó a buscar notas que se podían tocar con otro acorde como base, cosas que a nosotros ni se nos ocurrían ni nos interesaban. En seguida aprendió a tocar la guitarra y con el tiempo se metió con el piano. Fue un fichaje de los de antes de la Real, que salía barato y luego era el mejor.
Al principio cantaba solo Mikel. Porque cantaba muy bien y, además, porque nos divertíamos mucho en los ensayos. Imitaba a Jim Morrison, a Morrissey, a Peter Murphy… ¡Los clavaba todos!
No sé si sería por influencia de Aventuras, pero queríamos a una chica.
IRANTZU VALENCIA: Yo iba a la escolanía de San Ignacio, un coro muy reputado que ha ganado bastantes premios. Son los cachorros del Orfeón Donostiarra. Yo estaba tan feliz con el Réquiem de Fauré. Era un contraste muy bestia porque allí cantaba cosas superclásicas y luego en casa escuchaba otro tipo de música.
Entramos dos chicas: Laura Franco y yo. Como cantábamos en el coro, nos dijeron, «¿os apetece venir un día al local?». Yo, que me apuntaba a un bombardeo, dije que sí. Estuvimos varios meses haciendo coros. Luego Laura lo dejó y yo fui cogiendo más peso porque les iba gustando la idea de que cantara una chica.
JAVIER SÁNCHEZ: El nombre del grupo vino por un amigo mío, Pablo. Estábamos un día en la playa, salió la expresión «la buena vida» y pensé, «qué guay». Fue en La Concha o en Ondarreta. La playa y la buena vida van bastante unidos. Lo planteamos en el local y todos dijimos, «sí, sí, sí, sí». No sé por qué hubo esa unanimidad, pero empezamos a ensayar regularmente con ese nombre. En cada ensayo nos salían dos canciones y te ibas a casa tarareando la canción nueva encantado de la vida.
MIKEL AGUIRRE: Ensayábamos en el garaje de los padres de Javi, el típico garaje cerrado con una puerta metálica.
JAVIER SÁNCHEZ: Teníamos que sacar el coche de la plaza para poder montar todos los instrumentos. Ninguno tenía carnet y había que empujarlo. Yo me sentaba al volante, daba la curva y lo dejábamos al fondo. Cuando venía algún otro coche, teníamos que meter el nuestro para que pudiera pasar.
IRANTZU VALENCIA: Al final ya era una rutina. «¡Que viene el vecino! ¡Hay que meter el coche!» Y otra vez a desmontar los instrumentos, meter el coche, sacarlo otra vez, volver a montar los instrumentos… Pero nos parecía que teníamos una suerte del copón por tener un garaje donde tocar.
JAVIER SÁNCHEZ: En el garaje hicimos un ensayo público para amigos. Vendrían unas veinte personas. Ese día Aventuras nos dejaron todos los instrumentos. No teníamos ni un ampli. Luego pedimos un crédito y compramos unos amplis cutrísimos y alguna guitarra. Fuimos a una tienda que acababa de abrir y nos dijeron que nos lo podían financiar a través de un banco que les daba facilidades. Fuimos con el contacto de la tienda y nos dieron la financiación.
La Buena Vida. De izquierda a derecha: Raúl Sebastián, Irantzu Valencia, Javier Sánchez, Mikel Aguirre, Pedro San Martín y Gorka Sánchez. (Foto de Iban Martín. Cedida por Javier Sánchez.)
La Buena Vida durante uno de sus primeros ensayos en el garaje de los padres de Javier y Gorka Sánchez. (Cedida por Javier Sánchez.)
MIKEL AGUIRRE: En el colegio, el rock and roll no estaba muy bien visto. Durante años los curas prohibieron los conciertos en el salón de actos porque había habido follones cuando tocaron los de Duncan Dhu, que también venían de Jesuitas. Los de La Dama se Esconde también estudiaron allí. Todos venían del San Ignacio de Loyola.
JAVIER SÁNCHEZ: En ese salón del colegio se hacían obras de teatro para los pequeños. Allí mismo habían tocado Los Aristogatos, el grupo previo a Duncan Dhu, y Agrimensor K. Y allí dimos nuestro primer concierto.
IRANTZU VALENCIA: Era muy importante para nosotros tocar allí. Significaba compartir el grupo con la gente de tu colegio, con el peligro de que, a partir de ese día, te podían vacilar el resto de años que te quedasen en el cole. Pero nos daba exactamente igual. Yo estaba en 2.º de BUP. Mikel acababa de llegar de estudiar un año en Estados Unidos. Seguro que fue Pedro quien metió mano y dijo, «venga, venga, vamos a tocar este año en las fiestas del colegio».
Fue divertidísimo. ¡Un conciertazo! Y sonamos tan acelerados… Pero nadie nos decía, «qué guay, qué chulo, me encanta esta canción». A mis amigas siempre les dio igual La Buena Vida. No le daban ninguna importancia. A todos nos pasaba lo mismo. A nuestras respectivas cuadrillas les daba igual que tocáramos en un grupo. Y eso relaja.