El destape
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Natalia Milanesio. El destape
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Índice
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Porque el destape está lleno de contradicciones y limitaciones, este libro no postula que haya sido una revolución sexual (aunque muchos contemporáneos así lo creyeron). Sin embargo, la centralidad del sexo en la sociedad y en la cultura de los años ochenta fue tan vehemente y sorprendente que el destape debe ser considerado como un fenómeno único de transformación original. Su singularidad y alcances son aún más importantes a la luz de la revolución sexual discreta de los años sesenta y, asimismo, de la hipocresía sexual, el puritanismo estatal y la censura de los setenta. Al repensar el lugar histórico del destape, este libro se relaciona con una nueva historia de la sexualidad que ha comenzado a cuestionar si la revolución sexual de los sesenta, asociada a hechos como las protestas de Stonewall en Nueva York en 1969 o el verano del amor en Inglaterra en 1967, es un modelo realmente representativo del cambio sexual fuera de los Estados Unidos y algunos países de Europa occidental. Este abordaje propone estudiar las transformaciones de diferentes culturas sexuales con una periodización más flexible y con mayor atención a las condiciones históricas locales. Nuevos estudios demuestran que, en muchas partes del mundo, renovaciones sexuales profundas ocurrieron después de los sesenta y que no fueron consecuencia de un cambio rápido y fulminante –como sugiere la idea de revolución–, sino el resultado de un proceso largo y gradual de modernización sexual. El destape reconsidera las condiciones históricas para que se diera el boom sexual argentino en la década del ochenta y, en consecuencia, contribuye a cuestionar, como hacen los nuevos abordajes historiográficos, las cronologías tradicionales de la historia sexual.[17]
Este libro también interviene en los estudios de la transición democrática –llamados “transitología”– abriendo un nuevo camino temático y metodológico en un campo principalmente dominado por la ciencia política. Por lo general, la periodización tradicional de la transición argentina incluye dos momentos: la etapa entre 1982 y 1983, la última fase de la dictadura militar que se abre con la derrota en la guerra de Malvinas, y el período entre 1983 y 1989, los años de la presidencia de Alfonsín.[18] Las investigaciones clásicas de los años ochenta y noventa estuvieron centradas fundamentalmente en diferenciar la transición de la “consolidación” de la democracia y en discutir las condiciones estructurales para el regreso al sistema democrático. Asimismo, estas investigaciones cuestionaron si en vez de una transición –un concepto que sugiere un proceso gradual asociado a las negociaciones entre las Fuerzas Armadas y los partidos políticos para acordar el fin del régimen– la Argentina no experimentó, en realidad, el derrumbe de la dictadura.[19] A la par de estos trabajos dedicados a la periodización, las tipologías, la construcción de modelos comparativos, el Estado y las élites políticas, nuevos enfoques surgieron en los noventa. Estos exploraron las prácticas electorales, la reconstrucción gubernamental, la reorganización de los partidos políticos, el surgimiento de organizaciones de derechos humanos y de nuevos movimientos sociales y el concepto de esfera pública (todos intereses temáticos que han caracterizado al campo hasta hoy).[20] Como los politólogos, los historiadores que en los últimos años han abordado la transición democrática también han favorecido el estudio de la política y un enfoque institucional –en muchos casos aplicados a contextos locales y regionales–, mientras que los aspectos sociales y culturales han sido, en gran parte, ignorados.[21]
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