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ОглавлениеNICOLÁS JORGE NEGRI
EPISTEMOLOGÍA JURÍDICA
Los saberes del derecho en el siglo XXI
Prólogos
Dr. Rodolfo L. Vigo
y
Dr. Amós A. Grajales
Negri, Nicolás JorgeEpistemología jurídica : los saberes del derecho en el siglo XXI / Nicolás Jorge Negri. - 1a ed. - La Plata : Universidad Católica de La Plata, 2020.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-3736-41-41. Derecho. 2. Epistemología. I. Título.CDD 340.1 |
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NOTA DEL AUTOR
Es un honor contar con dos prólogos para la presentación de esta obra, pero también —por lo inusual— es menester realizar una breve explicación (justificación).
La razón de ser responde a las circunstancias personales de mi vida que me llevaron a conocer y a aprender de estos dos grandes maestros del derecho.
A Rodolfo Vigo lo conocí primero, tal como él bien dice, a comienzos del año 2002 con motivo de la Maestría en Magistratura y Derecho Judicial que realicé en la Universidad Austral. Fue verdaderamente un docente, en el sentido más propio de la palabra (proviene del latín docere) que, según el significado dado por Cicerón, se resume «en proporcionar verdad a través de la argumentación racional y la declaración de los hechos». En el caso de Rodolfo, encarna exactamente ese sentido, siendo su docencia tan particular, no solo por su vasta sapiencia del derecho en general y de la filosofía en especial, sino también por su carácter crítico y provocativo con relación a los alumnos, a quienes «conmueve» acerca de sus conocimientos, al punto de llevarlos a interrogarse sobre lo que creen saber (más que nadie se aplicaba a mi persona la famosa frase de Sócrates: «Este hombre, por una parte, cree que sabe algo, mientras que no sabe [nada]»); ese era mi estado…, y la sabiduría de Rodolfo me llevó no solamente a profundizar y reexaminar mis pobres conocimientos, sino además a buscar una mayor coherencia (o corrección, diría Alexy), desde el plano teórico hasta el plano más práctico.
A Amós Grajales lo conocí poco tiempo después. Fue a causa de cuestiones profesionales vinculadas con el trabajo forense. En ese entonces, ambos éramos funcionarios judiciales. Pero rápidamente nos conectamos para emprender diversas «empresas» académicas: clases, ensayos, libros, etc. Pero lo que más me ha marcado —y por eso le pedí el prólogo— fueron las clases que escuché —y luego compartí— durante varios años en la Universidad Nacional de La Plata. Las exigencias académicas para con el alumnado de la asignatura Introducción al Derecho hacían que Amós demostrara sus mejores cualidades docentes (en él destaca su gran capacidad de «conectarse» con el otro para lograr que comprenda los saberes que quiere transmitir. Es una especie de cualidad innata). Esos años me ayudaron a entender con una claridad y profundidad significativa los principales problemas de la «teoría del derecho», desde la perspectiva positivista y analítica en la que, en aquellos años, imperaba, principalmente, en esa cátedra. Estos temas cobraron una nueva perspectiva con las investigaciones que realizamos sobre la argumentación jurídica, los cuales me abrieron nuevos horizontes.
La convergencia de estos dos grandes maestros me llevó a reflexionar y a buscar un mayor alcance a mis conocimientos, y, a la par, una mayor precisión, en disciplinas tan complejas como la filosofía del derecho y la teoría del derecho. Dicho afán me ha llevado a enfrentar diversos obstáculos: la diversidad de ideas e ideologías, las indeterminaciones de los ámbitos de esos saberes, los diferentes conceptos y concepciones del derecho, etc. El fruto y el resultado de estas reflexiones son las páginas que el lector podrá observar a continuación.
PRÓLOGO
Dr. Rodolfo L. Vigo
Conocí a Nicolás Negri en el año 2002, cuando tenía unos veintiséis años, momento en que cursaba como alumno regular en la Maestría en Magistratura y Derecho Judicial que dirijo en la Universidad Austral. Me resultó muy fácil reconocer que lo animaba una particular y sólida vocación académica y también judicial. Recuerdo su entusiasmo para debatir en diálogos racionales desde sus convicciones fuertes, y, sobre todo, su preparación para aquellos y su capacidad para identificar las tesis por contradecir y el señalamiento de los argumentos con los que respaldaba sus afirmaciones. Hoy ha pasado bastante agua bajo el puente, y aquellas intuiciones se han constatado, pues Nicolás, con cuarenta y cuatro años, es un destacado Juez de Primera Instancia en La Plata y ya tiene un camino importante recorrido como académico.
Por supuesto que me resulta muy agradable y honroso que me brinde la posibilidad de hacer este prólogo a un nuevo libro de su autoría. Es obvio que siempre resulta muy gratificante para cualquier profesor constatar el crecimiento personal de a quien lo conoció como alumno. Me queda claro que la presente obra afronta con solvencia y notable erudición un tema siempre actual; poco estudiado en la iusfilosofía argentina; sin pretensiones doctrinarias sectarias y de muchas proyecciones teóricas y prácticas. A la luz de la cantidad y calidad de las notas bibliográficas, se comprueba con evidencia que el autor no es un improvisado; por el contrario, está la mejor doctrina que uno puedo consultar sobre el tema, y no mencionada escuetamente o con intereses de escuela que seguir, sino con comentarios apropiados que promueven inquietudes. Estamos frente a un auténtico manual en epistemología jurídica donde el lector puede obtener respuestas diversas a problemas centrales y permanentes en esa rama de la filosofía jurídica.
Sabido es que será con Descartes y toda la filosofía moderna que el problema del conocimiento desplaza al problema metafísico o del ser, y se convierte en el primero y decisivo problema que corresponde afrontar. Más allá de esa obsesión cognoscitiva que caracteriza a la filosofía de la modernidad, no tenemos duda de que es una cuestión que debe afrontarse y responderse por todo aquel que esté interesado por conocer el derecho. Como adelantamos, no abundan obras como la de Negri, en donde se ofrece un panorama muy amplio de los problemas comprendidos en ese terreno gnoseológico, y se lo hace sin pretensiones de formar discípulos que sigan a un maestro. Es este último punto también digno de destacar, dado que con frecuencia encontramos obras en donde se fijan posiciones estrictas y acabadas, caricaturizando a las rivales restantes, de modo de inhibir y hasta engañar respecto a los otros caminos o abordajes. Por supuesto que Negri tienen convicciones, pero no las fija de manera categórica o conclusiva al modo de cerrar cualquier otra mirada sobre el tema bajo estudio. De esa manera, se promueven inquietudes y preguntas, que es, finalmente, lo más importante en la vocación académica, y especialmente en la materia del libro en cuestión. Solo el que descubre cuestiones que le suscitan —en términos aristotélicos— «admiración» asumirá el motor que moviliza en ese terreno, y, por supuesto, recordando que siempre vale la consigna de ser más amigo de la verdad que de los amigos.
Soy consciente de que un autor preparado e inteligente como Negri sabe que no guardo coincidencia con algunas de sus afirmaciones, por lo que escogeré aquellas que sí avalo y que me parecen de mayor trascendencia. En primer lugar, la gnoseología jurídica del autor incluye intrínsecamente una confianza en la razón práctica, de manera que no la reduce a una consideración meramente descriptiva, sino que se abre a lo valorativo y crítico en aras del mejor derecho posible. Estoy convencido de que esa alternativa entre el saber teórico o práctico que se le presenta al saber jurídico es la cuestión más decisiva e introductoria a cualquier estudio gnoseológico. Esa practicidad de la razón se constituye en un saludable antídoto contra cualquier inclinación juridicista o insular.
En segundo lugar, explícitamente en la Introducción de la obra y, más allá de las precisiones que luego Negri hace, opta por distinguir tres niveles noéticos: el iusfilosófico, el científico y el técnico o práctico (podríamos llamarlo prudencial o aplicativo). Esa pluralidad cognoscitiva enriquece la mirada del jurista y evita caer en las empobrecedoras miradas, sean cientificistas (Kelsen), casuísticas (realismo norteamericano) o filosofistas (hegelianos), y también quedan muy distantes las posturas posmodernas, críticas o populistas (Kennedy). Hoy, frente al Estado de derecho constitucional, seguramente resulta muy difícil comprender y operar esa realidad, si no recurrimos a la filosofía del derecho.
En tercer lugar, el autor asume que los problemas que debe responder la filosofía jurídica son: el ontológico, el gnoseológico, el lógico y el axiológico. Esas respuestas las necesita todo jurista que pretenda asumir su profesión con la indispensable coherencia, integralidad, profundidad y perspectiva teleológica. La experiencia corrobora que, en nuestras Facultades de Derecho, se promueven especialistas en las diferentes ramas con el objeto de describir su contenido, pero es evidente que una comprensión completa de esa materia exige tener claro el sustantivo (derecho) que luego se adjetivará (civil, penal, administrativo, etc.), y también: las características que tiene el saber jurídico; qué estructuras lógicas se observan en el derecho, y, finalmente, precisar los valores desde los cuales juzgar el valor del derecho.
En cuarto lugar, coincidimos también en apartarnos de las lecturas normativistas del derecho que fueron alentadas en el siglo xix por la exégesis francesa y en el xx por Kelsen. En tiempos del Estado de derecho constitucional, parece indiscutible la presencia en el trabajo del jurista tanto de principios como de valores. Más aún, es de subrayar la vinculación que hace Negri entre valores y bienes humanos, atento a que, finalmente, el derecho tiene ese sentido de contribuir al «buen vivir» del hombre en la sociedad. Por supuesto que aquella apelación tiene sentido desde posiciones objetivistas y cognitivistas, de lo contrario esas palabras remiten a gustos y preferencias subjetivas o intersubjetivas sin control ni fundamentación racional.
Por último, el lector encontrará eruditas e interesantes observaciones en torno a lo que Negri llama metodología o concreción del derecho, y que es una problemática en la que ya tiene el autor aportes de interés. Pues, ahí se describen y valoran posiciones como las logicistas, voluntaristas, empírico-dialéctica, hermenéutica, deliberativa y argumentativa en donde aparecen los referentes más importantes respecto de cada una de esas visiones. De ese modo, el conocimiento jurídico no solo transita por andariveles generales, sino que alcanza su máxima concreción al determinar si cierta específica conducta es obligatoria, prohibida o permitida según el derecho.
En definitiva, queda claro que, sin perjuicio de las aperturas que el lector encontrará de diversas escuelas, la que escoge el autor es una básicamente no positivista o postpositivista, dado que «el derecho —no ya solo las normas— no ha podido ser descripto y explicado por el positivismo, tanto en lo que refiere a su dimensión normativa plena (reglas, principios y valores) como a las exigencias regulativas que surgen de su dimensión institucional (razones) o de su práctica social». Reiteremos que esa confesión no supone una opción rígida y ortodoxa por una escuela particular, más bien se trata de escoger una perspectiva flexible y abierta a encuentros y coincidencias.
Solo me queda felicitar a Nicolás Negri por este nuevo trabajo que confirma su perfil de iusfilósofo o teórico del derecho; al mismo tiempo, corresponde alentarlo en su vocación judicial y académica en razón de que puede seguir haciendo contribuciones enriquecedoras de esas dos realidades en la que está comprometida.
Dr. Rodolfo L. Vigo
17 de septiembre de 2020
PRÓLOGO
Dr. Amós A. Grajales
Hoy me toca prologar una obra de un colega, de un amigo, pero, principalmente, de un autor con profundo rigor científico y con un dedicado esmero por las fuentes a las que recurre, de lo que su obra es un claro ejemplo. Ahora bien, debo confesar que estoy convencido de que los prólogos deben ser breves y cumplir su cometido: incomodar lo menos posible al lector y ahorrarle páginas de lectura para llegar a las que, verdaderamente, valen, y estas son las que un autor con dedicación y trabajo ha redactado.
Espero que este prólogo cumpla su fin.
Podré decir que con Negri hemos compartido cátedra, obras conjuntas, pero, sobre todo, compartimos esa incontenible necesidad de buscar mejores explicaciones a los fenómenos jurídicos. Comparto con el autor la insatisfacción de las respuestas unívocas, tan lejanas al conocimiento científico, el que se caracteriza, como Negri lo desarrolla en su obra, por su dinámica y permanente cambio.
Si hacemos una lectura detenida de la obra, hay un trabajo minucioso en Negri para buscar fuentes actuales y de destacado valor científico. Se advierte desde un comienzo la búsqueda de fuentes originales que le permiten desarrollar, de cada tema abordado, una amplia visión doctrinaria en la que no pocas veces se observan las contradicciones teóricas o los grandes debates a los que la teoría del derecho se enfrenta en nuestros días.
Es por sobre todo una obra actual y lejana a los clásicos cánones de abordaje de la teoría del derecho.
Partir desde las nociones del conocimiento más actuales para ir hacia el encuentro de la teoría y de la filosofía del derecho es, claramente, el puente epistemológico que Negri nos propone a fin de que el lector pueda reconocer que este tipo de conexiones durante mucho tiempo han estado ausentes en la doctrina jurídica.
En ese sentido, Negri nos hace reflexionar sobre el valor de lo interdisciplinario en el abordaje de lo jurídico y sobre lo trascendente que resulta una mirada epistemológica de dicho fenómeno. Mirada que, lamentablemente, se encuentra ausente en la mayoría de los programas de estudio del derecho en nuestros países, no solo a nivel del grado académico, sino también en los niveles del posgrado.
Advierto, no sin preocupación, el abandono o, lo que es aún peor, la ausencia raigal de lo epistemológico en los desarrollos doctrinarios del derecho. La obra de Negri viene a saldar parte de esa deuda y colabora, sin dudas, en colocar en el centro del debate la importancia, lo imprescindible, diría, de dicho abordaje para comenzar cualquier investigación jurídica.
De esta manera, no se trata una propuesta puramente teórica la de la obra. Es tiempo de tomar conciencia de que no existe práctica del derecho que no asuma una concepción determinada de él, concepción que, en términos de Atienza, se genera con un conjunto de preguntas imbricadas sobre el fenómeno, siendo que, precisamente, las que atañen al conocimiento del derecho, a su composición y a su relación con la moral son ineludibles en el quehacer jurídico. Pero entiéndase aquí que no son ineludibles para el teórico que muchas veces termina desviándose y navega en el océano de la abstracción. Son ineludibles para quienes practican cotidianamente el derecho, pues, sin una reflexión previa sobre el fenómeno, que implica una primera reflexión epistemológica, no hay práctica posible.
En la obra, se parte desde la decisiva reflexión sobre el conocimiento del derecho, pero no se queda allí, puesto que al abordaje sobre su contenido y composición se le dedica un muy actualizado capítulo en el que se pueden leer las posturas más actuales en materia de conceptos sobre norma jurídica, principios y valores; ello nos coloca en uno de los ejes sobre los que las posturas postpositivistas y positivistas discuten en profundidad. Los principales y más actuales representantes de dichas posturas dan presente en la pluma de Negri.
Es definitivamente la obra de Negri un abordaje epistemológico del derecho, pero no queda allí, pues tal tratamiento sirve de introducción a la filosofía de dicha ciencia y a los últimos perfilamientos que ha tenido la no tan antigua «teoría del derecho».
Considero que, para quien tiene conocimiento profundos en las materias que mencioné, la de Negri será una obra de consulta con la que uno puede orientarse en la diversidad teórica y, para quienes practiquen el derecho de cara a la resolución de conflictos por los medios más adecuados para ello, encontrarán en las siguientes páginas una reflexión ajustada sobre el debate epistemológico que la enseñanza del derecho nos adeuda desde hace décadas y que, sin dudas, nos ayudará a actualizar, ya entrado el siglo xxi, la inveterada pregunta: ¿Qué es lo que entendemos por derecho?
Sirvan estas pocas palabras, más que como prólogo, como una invitación sincera a adentrarse en las páginas que siguen, no con el ánimo de engendrar expectativas sobre respuestas definitivas y menos aún únicas, sino para ofrecerle al lector el desafío de hacerse más preguntas sobre un fenómeno, el jurídico, que muchas veces aparece como incomprensible, solo por no atrevernos a dudar sobre él.
Amós Arturo Grajales
Invierno de 2020