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Nova Casa Editorial

www.novacasaeditorial.com

info@novacasaeditorial.com

© 2019, Niky Moliviatis

© 2019, de esta edición: Nova Casa Editorial

Editor

Joan Adell i Lavé

Coordinación

Daniel García

Portada

Gabriela Franco

Vasco Lopes

Modelo de portada

Daniel Vickers

Maquetación

Daniela Alcalá

Revisión

Noelia Navarro

Primera edición en formato electrónico: abril de 2020

ISBN: 978-84-18013-14-0

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)

NIKY MOLIVIATIS

Solo




Índice

Agradecimientos As de corazones Bai Whole London Race Respira ¡Juguemos! Querida resaca Motoscott Woodgate Querida paciencia Complicated Despierta, campeón Un cuento de terror Agua fría para el alma En pocas palabras ¡¿Listos?! 88IR El uno en las venas ¡Maldita carrera! Y aquí vamos Bonjour El sistema Por el uno que corre en mis venas La entrevista La recta final Rompiendo las reglas Mentiras, mentiras Soledad Dímelo a los ojos Bienvenida al mundo mortal Ok Una política vieja Regresando el tiempo Amanecer Señor Hamilton Locura fraternal Cita doble Las elecciones Desde tiempos remotos El dictamen Linaje y jerarquía Mr. & mrs.

Agradecimientos

Y llegamos a la última entrega de la trilogía Hamilton y al cuarto libro publicado con esta fantástica editorial.

Nova Casa Editorial, gracias por hacer el sueño una realidad, sobre todo a ti, Joan. Daniel, gracias, en grandes cantidades, cuatro años teniéndote como editor, corrector y mano derecha en toda esta aventura. Gracias a mi Panda, Mario, Jess, Silvia y demás equipo de nce, que estuvieron involucrados en cada libro publicado de la trilogía.

Gracias a todas esas personitas que me siguen desde los inicios, todas aquellas que, con sus votos y lectura, lograron que esta trilogía fuera posible. Aún no me creo que tqst llegara a dieciséis millones de lecturas.

Gracias, mis Dushys, por nunca dejarme caer, me encanta estar con ustedes en mis peores y mejores momentos, aun cuando sabemos que siempre se ríen de mí. Normal.

Este año (2019) fue un año de cambios, pero, sobre todo, de aprendizaje. Gracia a mi mamá, incondicional como siempre, enseñándome la humildad de ser humano. Mi papá, que, con el mismo carácter, me enseñó la fuerza de ser mejor. Mis hermanos, que son mis compañeros ilimitados y amigos fieles. Mi abuelita, que fielmente lee mis libros (no crean, me da una pena que ella los lea, pero le hacemos ganas), Susy, Ale, Luis e Irini y demás familia que nunca dudan en estar ahí para apoyarme.

¡No! Jamás podría dejar de mencionar a mi Gaby Franco, porque sin ella hace ratos hubiera tirado la toalla. A Daniel Vickers, por ser mi Rees Hamilton y prestarme su espalda para ser mi portada. A mis vengadoras (Darlis, Chime, Niam, Zela, Nerea, Sam, Jess y Alex) y a mis demás compañeras de letras de Nova Casa Editorial.

Podría mencionar y mencionar y jamás terminar, pero si algo quiero recalcar en estos agradecimientos, es a esas personas que no voy a mencionar, pero esas que me dieron la inspiración de nuevo, aquellos que formaron y están a punto de formar parte de mi vida, aquellos que se fueron y ahora son recuerdos, y aquellos que me sacaron las mejores sonrisas en estos últimos meses.

Tengo que hacer mención honorífica a mi lectora más grande; Amanda Alou. Con casi cien años y un apoyo enorme que me da, no me siento más que feliz de tenerla en mi vida.

Ser escritora es un sueño y todas las personas que me rodean, me enseñan cosas que luego puedo tomar para escribir, bien dicen: ten cuidado de lo que le cuentas a una escritora, de lo que le enseñas y, sobre todo, de romperle el corazón, lo más probable es que termines dentro de una historia.

Por siempre y para siempre

Siempre suya,

Niky Moliviatis

.

Para mis Dushy’s

Y todas esas personas que nos hicieron olvidar

en algún momento que teníamos el corazón roto.

As de corazones


Siempre pensamos en cómo será nuestro primer amor, siempre pensamos que será eterno y desde el primer momento en que nos enamoramos creemos que ahí está la persona indicada, la correcta en todos sus aspectos. Ella se vuelve nuestro talón de Aquiles, nuestra maldita debilidad. Siempre creí que yo era de esos que no buscaría el amor en nadie hasta estar ciento por ciento seguro de que era ella. Una vez casi la cago entregando mucho de quien era yo y solo paré dándome cuenta que las personas son crueles cuando entregas tu corazón. Te lastiman porque eres vulnerable, te lastiman porque saben que tienen el poder de hacerlo.

Yo creía que nadie podía romperme, pero estaba completamente equivocado, siempre existe esa persona que viene a enseñarnos qué es el dolor. Nos enseña que no existe un balance y que toda esa mierda es para los idiotas que creen en el amor eterno. Algo así le pasó a mi hermana gemela, Holly, y también eso estaba a punto de pasarme a mí.

Mis padres, William y Abigail Hamilton, tampoco la tuvieron muy sencilla que digamos, pero gracias a ellos las oportunidades se volvieron posibles dentro de la élite y yo no era quién para desperdiciar esas oportunidades. Iba a salir con la mayor cantidad de chicas que pudiera hasta encontrar la correcta. No vuelvo a cometer el maldito error que hice con Charlotte.

Ella era peligro desde que la conocí, maldito peligro y, aun así, me metí en esa relación en la que lo único que saqué fue que la condenada me engañara. Por mi parte, siempre intenté estar al nivel de cualquier caballero, papá me enseñó a cuidar lo que es mío, me enseñó que las personas que amamos son como cristales y uno debe ser cuidadoso con todo. No me puedo quejar y eso es porque ellos me dieron el ejemplo de ser una buena persona para el día en que esa chica especial llegara, podría ser todo lo que ella esperara.

Cuando descubrí que no solo estaba conmigo, sino con otro par más, decidí no volver a creer en esa porquería. No soy estúpido para caer en juegos como ese. Ella me enseñó a mandar a la mierda la elección de Agapi hasta que de verdad esté seguro de lo que quiero, lo bueno es que no era ella, ni sería ella.

No envidiaba a mi hermana, o a ninguno de mis amigos que tenían una relación. Oh, no. Sentía lástima por ellos. Porque el amor era de lo más complicado que había y no estaba dispuesto a dejar el juego aún.

—¡Por mi vida! —dije al ver la nueva moto que papá me acababa de comprar.

Hace unos meses tuve un accidente de la puta madre en la que casi me mato. Por eso mis padres se negaban a comprarme una nueva motocicleta, pero seamos sinceros, esta cosa de dos ruedas es mi vida.

—Si te vuelves a caer y la destruyes, no te compro otra —dijo papá viendo la motocicleta negra con detalles en azul último modelo.

—Si me vuelvo a caer, corro el riesgo de matarme. ¿Sabías eso? —Lo dije en broma, pero me arrepentí en ese momento al ver la cara de papá caer tres mil veces al suelo—. ¡Lo siento! Fue una broma, papá. Sabes que tendré… ¡Papá! Regresa aquí. ¡Era una broma! ¡William!

Papá se había llevado las llaves de la motocicleta, estaba regresando a la casa negando con la cabeza. ¡Pero que sí la cago más! Corrí detrás de él, hace meses que no monto una, sentía la urgencia de hacerlo, sentir el aire pegar en mi piel, la adrenalina de la velocidad.

—William, era broma —insistí—. ¡Vamos, papá! Prometo ir despacio.

—Ni por una mierda. ¿Sabes lo que pasamos por ese accidente? ¿Sabes lo mucho que sufrió tu madre, lo que sufrí yo?

Bajé la vista sabiendo a qué se refería. La había metido completa por impulsivo, pero cuando vi lo que estaba pasando con Adam y Holly fue la gota que rebalsó el vaso. No medí la velocidad, no medí absolutamente nada, estaba molesto y quería despejar mi mente. Fue la decisión más estúpida de mi vida, no voy a negarlo. Manejar sin casco a alta velocidad es un riesgo que nadie debería tomar, menos cuando estás más enojado que psicópata dentro de prisión.

Meses atrás, me enteré que a mi hermana gemela le pegaba su novio, o, mejor dicho, exnovio. Fue la peor experiencia que puede haber vivido, era mi hermanita y la protegía como mi vida. Verla tirada en una sala llena de sangre. El maldito casi la desfigura. No pude controlarme, le regresé el favor de dejarlo más feo de lo que era el hijo de puta, a tal punto que le quebré la nariz y dos dientes.

Para mí no fue suficiente, si me lo ponían cerca, le volvía a patear el culo hasta que no existiera absolutamente nada de él. Me alegraba saber que estaba lejos, muy lejos de mi vista en una sala de rehabilitación para enfermos mentales. El odio hacia él jamás se iría, y el diagnóstico de trastorno mental me lo pasaba por los huevos. Si lo veía, no prometía mantener mis manos guardadas dentro de los bolsillos del pantalón.

—Lo siento, en verdad, papá. Prometo tener cuidado.

Finalmente, con mala cara, me entregó las llaves. Tenían un llavero negro con letras plateadas que decían «race». Le sonreí en modo de agradecimiento, tenía que aprender a controlar más mi boca frente a mis padres, no quería que tuvieran esas malas sensaciones.

—Solo no puedo perderte, hijo. Cuando seas papá me entenderás. Eres mi vida al igual que tu hermana y tu madre.

—Lo sé, lo siento. —Volví a disculparme por décima vez. Esta vez no dijo nada, regresó a su estado político todopoderoso, dejándome en la entrada solo con esta bebé. Definitivamente, algún día quería ser como él. Respetado por toda la élite, con el poder en mis manos.

Observé la nueva Honda. ¡Malditamente hermosa! Estaba enamorado de ella. Nunca sentiría este amor por ninguna mujer, solo por esta bebé que necesitaba de toda mi atención. No existe un éxtasis más grande en mi vida que conducir una motocicleta mientras el viento me acaricia el rostro. Esta bebé se llamaría Hamil Race, al igual que las demás. Ya está, ahora tengo que bautizarla con aire fresco.

Tomé mi casco, mi chaqueta de cuero, me monté en mi nueva y mejorada gsx. Fue amor a primera vista. Repasé con mi dedo índice las letras que papá había mandado a grabar, eran iguales que las del casco y el llavero.

La nueva gsx tenía una nueva tecnología en las llantas para evitar que se derrapara. Me gustaba mucho ver cómo iba mejorando la tecnología con el tiempo. Al ver las motocicletas en la época de mi padre me ocasiona un poco de risa y ternura.

Mía, solo mía.


Cuando regresé a casa, mamá había preparado un desayuno de campeones. A Holly, mi hermana gemela, y a mí nos encantaba la Nutella, por lo que este desayuno era toda una poesía bien escrita. Lamentablemente, sería solo mi desayuno, mi hermana se casó hace tres meses.

Fue una ocasión bastante extraña, una sorpresa para todos, incluso para mí, ya que Renny Scott, una chica no de élite, accedió a ir conmigo a la boda de mi hermana. Perdió una apuesta y esa fue la única razón por la que fue conmigo. Renny era todo lo que no era la élite y eso me llamaba la atención. Esa noche fue la primera vez que la besé. También fue la última, no voy a mentir, porque la muy caprichosa desde ese día ha hecho todo para evitarme. Tres malditos largos meses.

Era absurdo pensar en ese momento como un recuerdo tan vívido, uno que no podía quitarme de la cabeza. Su vestido negro, su cabello rojo como el fuego, los tatuajes en su piel blanca. Seductor, como el diablo encarnado llamándome a pecar.

—No hagas esto, Rees —dijo Renny, alejándose de mí en la pista de baile. La seguí por todo el lugar como un idiota. Había intentado darle un beso en la pista de baile y ella se alejó viendo alrededor. No reaccioné hasta que vi la manera en que muchas de la élite la veían. No me importaba para nada ser sincero, pero tampoco quería que todo el mundo se percatara de que esta mujer me tenía loco.

Cuando salimos a los jardines, la brisa de la gran fuente principal nos llegaba como lluvia de verano. Me acerqué a ella tomándola de la mano, llevándola cerca del agua, la tomé de la cintura y, de golpe, la cargué. Si iba a estar con esos lloriqueos más valía que valieran la pena.

La escuché quejarse y removerse en mis brazos. Subí a la fuente de un salto, era muy bueno que la mujer no pesara absolutamente nada. Gritó un par de veces que la bajara, pero no estaba dispuesto a hacerlo por las buenas.

—¿Vas a calmarte y dejar de pelear? —pregunté antes de dar el último paso. A este punto no me importaba, me iba a meter en la fuente para hacer esto una locura más grande de lo que ya era.

—¡Me estoy mojando!, ¡mierda! —Me gustaba que usara palabras tan poco comunes en la élite.

—Eso no es mojarse. Esto… —dije antes de dejarnos caer al agua. La escuché gritar al momento en que el agua fría tocó nuestra piel. De verdad estaba fría como hielo en la Antártida. Creo que fue una pésima idea.

—¡Está helada! —Renny intentó separarme de su cuerpo, dándome pequeños golpes.

La tomé con fuerza para que supiera quién diablos era el que mandaba, estaba cansado de sus arrebatos y que se hiciera la imposible cuando sabíamos que los dos queríamos.

Tomándola del cabello, llevé sus labios a los míos. Pensé que me iba a pegar, o me iba a empujar, para mi sorpresa no hizo nada, al contrario, me tomó con fuerza los brazos como si la excitación no pudiera con ella.

—Tienes cara de imbécil, ¿lo sabías?

Levanté la vista para ver a mi mejor amigo que ahora es mi cuñado, Louis Montgomery. Nuestra relación cercana nunca cambió ni siquiera sabiendo que se acostaba con mi hermana. Incluso, varias veces los había escuchado gritar de placer y eso me dio náuseas. ¡Descarados! No esperaban a que no hubiera nadie en su apartamento para hacer sus cosas.

—Cállate, estúpido. ¿Me vas a ayudar con la mudanza?

—¿Qué crees que hago aquí? No es que venga a verte la cara solo porque sí.

Observé las cajas con mis cosas. Tomé la decisión de mudarme a vivir solo cuando me di cuenta de que ni Louis, ni Holly estaban en casa. Mamá y papá accedieron después de una hora de explicarles que esto ayudaría a mi proceso de madurar. Papá fue el primero en apoyarme, mamá tardó un poco más diciéndome que era un niño. Realmente no podía decirme eso, ellos se mudaron a vivir juntos más o menos a la misma edad que yo tengo.

—Bueno —levanté una caja pesada que supongo tenía mis libros de leyes—, movamos todo el culo a mi nuevo y lindo apartamento.

—No lo vas a destrozar en el primer fin de semana, ¿verdad?

—No, qué va. Esta semana, no, aún tengo que instalar todo para destrozarlo.

Le regalé una sonrisa pícara a Louis. Esta aventura estaba a punto de empezar y yo era el espécimen más emocionado. Necesitaba mis juegos de realidad virtual avanzada, mis libros, ropa y cosas que mamá compró para que tuviera en la cocina. Si dependiera de mí, eso hubiera sido lo último en lo que hubiera pensado.

Guardé la caja en la maleta del automóvil, le hice señas a uno de los encargados de mudanza y dejé que ellos se encargaran del resto.

Bai Whole London Race


Primera y última vez que me mudo de casa. Todo el cuerpo me dolía sin mencionar que la cabeza me iba a estallar. Mi madre y hermana se dedicaron a la tarea de arreglar los detalles. No les discutí absolutamente nada, no estaba para decirles que era mi apartamento, no de ellas. Las paredes eran blancas con cuadros de marco negro pegados a las paredes sin ningún relieve. El sistema de sonido y luces conectadas a mi dispositivo móvil, de igual modo, en la seguridad en chapas y ventanas.

La sala la habíamos convertido en una sala de realidad virtual para mis videojuegos y mis dispositivos de entrenamiento. Al menos podía ejercitarme desde la sala de mi casa cuando no podía ir a las pistas. Malditas lesiones que me interrumpen mi vida.

Mi habitación era mi santuario de comodidad. La cama con edredón blanco, el sistema que se conectaba a las paredes para crear un ambiente como de estrellas en el cielo. ¡Era genial! Louis me lo regaló en junio para mi cumpleaños y no dejé de traerlo a esta casa. Incluso, podías colocar sonidos característicos de paisajes naturales, de selva, con su fauna, o de riachuelos y cascadas para ayudarte a dormir. En mi caso era totalmente funcional por mis problemas de sueño.

Mañana tenía una pequeña carrera y necesitaba guardar mis energías de la mejor manera. Era de carreras cortas de motocross de un día, la Bai Whole que se efectuaba cada tres meses. Solo por ser una carrera sencilla, me animé a competir. Estaba fuera de la jugada por tanto tiempo en cama y aún tenía ciertos dolores de rodilla cuando me esforzaba mucho.

Cerré los ojos después de poner música ambiental de meditación para entrar con mi conexión espiritual interna, encontrar mi paz y prepararme mentalmente. Tenía que ganar y demostrar que, a pesar de este par de meses inactivo, aún soy el mejor. Tenía enemigos en la pista que necesitaban un recordatorio.

Debí quedarme dormido porque a las cuatro de la mañana que sonó mi despertador aún estaba con la ropa de ayer. Suspiré colocando diez minutos más en la alarma, típico de cualquier ser humano: desear esos diez minutos más. Solo diez más.

Me levanté con pesadez y mucha hambre, me dormí sin cenar y obviamente mi estómago parece león enjaulado. Tomé espinaca y una manzana, la corté en trozos pequeños, los puse en el extractor y preparé mi jugo verde con las proteínas energéticas que necesitaba para hoy. Preparé cuatro huevos revueltos con pan de rodaja y tres minúsculos pedazos de tocino. Había regresado al gym y eso quiere decir que la dieta es parte de la rutina diaria, excepto por los fines de semana, claro está.

Dejé los platos sucios en el lavaplatos y decidí revisar un poco las redes para ver qué se decía sobre mi regreso. Como era de esperarse, la multitud estaba emocionada al igual que yo. Me acerqué a la ventana sin camisa y tomé una selfie.

La subí, colocando en la descripción de la fotografía: «Buen día para regresar a la pista. Nos vemos en unas horas». Sabía que eso levantaría más el ánimo de las multitudes y, sobre todo, a mis enemigos de pista. No iba a demostrar que estaba un poco ahuevado por todo, pero ya era hora de regresar.

Tomé el teléfono y llamé a Charly, mi entrenador. Tenía que corroborar mi hora de llegada.

—¿Qué dice el campeón de campeones? —esa era una buena manera de contestar el teléfono, es una lástima que solo él lo haga.

—Listo para un título más. Mis patrocinadores están desesperados por mi regreso.

—Totalmente. ¿Estás seguro de que quieres que esta sea tu primera carrera?

Casi nunca corría estas carreras por ser cortas y no me gustaba quemarme como corredor. Evidentemente, mi entrenador aún tenía dudas de esto.

—¡Claro, coach!, estoy más que listo. Además, son carreras cortas.

—¿Dormiste bien? ¿Desayunaste bien? —Es parte de su trabajo asegurarse que todo esté normal conmigo.

—Tengo ya una semana en dieta y gimnasio intenso. Además, no dejé la fisioterapia en ningún momento. Así que sí, estoy listo.

—Está bien. Nos vemos a las nueve en la carpa de Boom Energy. Mandaré a traer tu motocicleta al taller, ya está revisada y con llantas nuevas. No llegues tarde.

—Claro, coach, nos vemos ahí.

Mi emoción se intensificó. Elevé mi mano con mi celular y di un golpe al aire. Extrañaba tanto esto, estar conectado con mi Race interno listo para patear culos era todo lo que necesitaba.

Mandé un mensaje al grupo de la familia avisando de mi carrera y colocando una nota muy larga explicando que estaba listo. El primero en contestar fue Louis, estaba de turno por lo que no me extrañaba que estuviera despierto a las seis de la mañana.

Louis M: Tú puedes, campeón.

Me pasé a una conversación privada para decirle buenos días como se debe sin que mis padres me saquen la madre por vulgar.

Rees H: Pedazo de popo humano. ¡Buenos días!

Louis M: Popo, tú. ¿Ya estás listo?

Rees H: Como es costumbre.

Louis M: Veo que hasta te levantaste temprano en extremo. Ya tenías unos meses de ser un haragán de primera.

Rees H: Ya era hora de regresar. ¿A qué hora termina tu turno?

Louis: Tarde. No dormí nada, estuvimos en emergencias y estuvo crítico.

Rees: Bueno, me cuentas si te veo mañana o me vas a ignorar como siempre.

Louis: Idiota, trabajo como imbécil y tu hermana me exige el poco tiempo que tengo, pero sí. Nos vemos estos días.


A la hora que llegamos a la pista mi corazón estaba acelerado como la mierda. Tenía tanto de no sentirme de esta manera. Los gritos, las chicas de tetas grandes y miniblusas caminando por todo el lugar importándoles poco el polvo que ocasionaban las llantas al dar vueltas en la pista de tierra. Cerré los ojos unos segundos escuchando el rugir del motor de numerosas motocicletas al mismo tiempo. No había mejor sonido que ese.

—No puedes perder, Race —me susurró mi entrenador provocando que abriera los ojos.

—Nunca pierdo. —Esa era una gran mentira, había perdido un par de veces en el pasado, pero desde que comencé a ser el campeón no dejé que nadie fuera adelante de mí.

—Como sea, tienes una fila de chicas que quieren foto contigo. No seas mierda y ve a dar un poco de espectáculo.

—Es mi momento de…

—Race, necesitas de las fans. Estuviste fuera mucho tiempo y los patrocinadores no estaban contentos. Ahora, ve.

Me acerqué a ellas dándoles mi mejor sonrisa. No voy a negarlo, esto me encantaba. Solo que necesitaba la paz antes de la carrera para tener mi mente en eso y solo en eso. Lo único bueno es que conocía esta pista como la palma de mi mano ya que solía entrenar aquí. ¿Lo malo? Muchos de mis contrincantes también lo hacían.

Esperaba ver a Renny por algún lado, mi corazón me lo pedía y eso no era nada bueno.


Me quité el casco sintiendo cómo las gotas de sudor descendían por todo mi rostro, estaba con la respiración malditamente acelerada. Mi corazón estaba a punto de salir saltando como un conejo en estado de ebriedad. Vi el tablero en el que me anunciaban una vez más ganador del torneo internacional de motocross Bai Whole London Race. Un título más para alardear ante todos estos novatos.

Las chicas locas gritonas de faldas cortas me rodearon. En un pasado hubiera disfrutado tanto de esto, en un pasado, incluso, Louis hubiera estado presente, listo para tomar a una de mis chicas. Como cambiaban las cosas.

Quién diría que estaría aquí, en media carrera de motocross viendo a la chica de tatuajes, pantalones bajos, zapatos enormes nada femeninos y blusa pequeña que enseña el ombligo. ¿Quién diría que esa mujer me tendría loco?

—¡Race! —me gritó Billy Blen desde el otro lado de la pista—. ¡Fiesta en la fraternidad en tu honor, cabrón!

Asentí, sabiendo que Renny Scott estaría allí. Ella era de esas pequeñas problemáticas que no se perdían una fiesta, menos una en mi honor. Cuando me acerqué al podio, después de haberme quebrado los huesos en la pista, estaba listo para ser premiado. Definitivamente me encantaba regresar a la pista y seguramente mis patrocinadores estarían contentos con el resultado sin mencionar que mi entrenador se tragaría sus palabras.

Me colocaron la medalla de oro que decía «Campeón Internacional de Racing, Número Uno». Estaba acostumbrado a ser el número uno, nunca el dos. Esa es una de las razones por las que Charlotte se fue muchísimo a la mierda. Ella me dejó de segundo en su engaño y yo no aceptaba un dos por respuesta. El único dos en mi vida aceptable, era el hecho de que mi hermana gemela nació primero.

Levantando el puño al aire, celebré con mis seguidores el grito y canto de la victoria.

«Por el uno que corre en mis venas, por el uno que nadie me quita, por ser malditamente invencible. ¡A la victoria siempre!».

Bajé del podio pasando junto a Renny que no mencionó absolutamente nada, me di media vuelta tomando su brazo, me acerqué un poco y susurré con cariño.

—Definitivamente el verde claro te luce —dije, bajando la vista a su pequeña camisa que se tallaba a la perfección en su busto. ¡Vaya! Era hermosa.

—¿Te han dicho que hueles a sudor? —respondió con una cara de asco. ¡Ah, señorita! Te enseñaré a jugar.

—Sé que mi sudor es el único aroma mezclado con sexo que quieres oler, pequeña rebelde. Te veo en la fiesta.

Ignorando el hecho que quería correr, besarla, abrazarla y consentirla, respiré y seguí caminando como si no existiera. Odiaba hacerlo, pero de ese modo entendería cómo superar todo. Necesitaba lograr conocerla mejor y ella aún no me dejaba ver un poco de quién era ella.

Este era mi reto personal. Uno que me costaría un riñón y la mitad del otro.

Respira

Me acosté en el sillón pensando en la fiesta que tenía hoy en la fraternidad de motociclismo. Jamás se me hubiera ocurrido ir a un lugar como ese, pero Renny estaría ahí y mi orgullo no podía dejar de pasármela por la cabeza. Con el tiempo había hecho varios amigos en este mundo, uno que era muy diferente al de la élite ya que era el único que hacía motocross como deporte profesional.

Una vez había ido a una fiesta de fraternidad y fue una locura, tenía 18 años y solo estaba pensando a quién besaría y cómo le entraría a la chica. No había necesidad de pensar mucho en eso, las mujeres todas borrachas se te tiraban encima con desesperación por tenerme —sin ninguna diferencia a la élite—. Era un caos donde hombres y mujeres se metían más alcohol del que podían aguantar y terminaban en el jardín vomitando todo. Era un asco.

Pensé que jamás iba a repetir esta experiencia y aquí estaba, acostado en el sillón pensando qué debía ponerme. No podía ir de saco o de camisa formal como acostumbraba en la élite, esto era otro maldito nivel. Aquí dejaba de ser Rees Hamilton y me convertía en Race Hamilton.

—Kyle, ¿crees que está bien ir? —pregunté a mi compañero de carreras, cada vez que teníamos una carrera de relevos, él era mi compañero de fórmula.

—Te la vas a pasar bien, princesa. Créeme que esta fiesta será más tranquila que las demás. No es una de esas con sombreros y vestidos de monja a los que estás acostumbrado, esto es una maldita fiesta de la fraternidad de Londres en motociclismo, ¡te va a encantar!

Estaba más que seguro de que no me iba a encantar ir a ver cómo hombres borrachos se aprovechaban de mujeres borrachas, con poco sentido común de alejarse de chicos tan patéticos como ellos. No es que estuviera lejos de la élite, aun cuando éramos más formales y con alta educación en etiqueta, más de algún imbécil como Adam —el exnovio de Holly—, se metía en la jugada.

—Se sintió bien regresar —aclaré. Hace mucho que estaba deseando volver a una carrera, dos veces al mes había competencias de entrenamiento y cada tres meses empezábamos torneo. Si no estaba en carrera de velocidad, estaba en motocross o en freestyle, que eran mis carreras favoritas.

—Ya era hora, Race, la tribuna te extraña. Estos cinco meses fueron la cagada más grande.

Le di una sonrisa a este idiota.

—¡Aww, corazón! —dije, haciendo voz de buena dama—, ¿me extrañaste?

—Dije la tribuna imbécil, pero, sí, también te extrañé. Ver al idiota de Brat ganar las carreras y lucir su culo en toda la pista no es lo mejor del mundo. Maldito.

Brat Minch, mi peor enemigo en la pista de motocross y freestyle. Era una mierda de uno noventa de estupidez, ganaba todas las carreras hasta que yo entre al juego. Mi vida eran las carreras de velocidad. Después de competir dos veces consecutivas en la legendaria carrera de tt isla de Man, decidí probar suerte en el motocross y poco a poco fui subiendo a freestyle. Desde los 10 años practicaba a nivel profesional. Amaba la velocidad desde pequeño y me subí a mi primera motocicleta a los 8.

Ese día me caí y mi hermana quería que prometiera que nunca más me subiría a ninguna otra. Lo siento, Holly, pero desde esa caída, me enamoré de la adrenalina que da este deporte.

—¿Vas a competir en la competencia de resistencia y freestyle en Madrid? —preguntó Kyle.

—No, no puedo aún por la rodilla, solo motocross y moderado. Caída más mierda, de verdad que destrozó mi existencia, hermano.

—Bueno, tenemos tres meses de preparación para las eliminatorias del próximo año.

Di una sonrisa de aprobación, iba a prepararme para el otro año ser el campeón de freestyle. Meses atrás, Louis sería el que estaría aquí conmigo diciéndome a qué carreras asistir y a cuáles no. Sé que en dos días aparecería en mi puerta. Los domingos eran religiosos para nosotros y cuando digo religioso no me refiero a ir a la iglesia. Todos los domingos hacemos cena en su casa, por primera vez ofrecí la mía para darle la bendición a mi nuevo hogar. Por más raro que suene, así es. Espero que no quieran comida preparada, tampoco es que pueda cocinar, les compraré una pizza y espero eso sea más que suficiente.

Dos horas después, estaba frente al espejo viendo mi atuendo. Pantalón de lona, camisa blanca en v y chaqueta de cuero negro. Mi cabello, como era costumbre, estaba desordenado en ondas negras. Sí, quizá estaba vestido como imbécil, pero este estilo me gustaba. Eso de los pantalones de tela, camisas de botones y sacos, era para la élite.

Hoy no era parte de la realeza, no era parte de ninguna tontería de esas. Hoy solo era Race Hamilton, corredor profesional y simple ser humano que va a salir a beber. Cualquiera de la élite que escuche eso no me lo creería ni en pedo.

Le tiré sus llaves a Kyle, su motocicleta era una Ducati, muy parecida a la que hice tres pedazos hace unos meses. Yo llevaría a mi nueva bebé, tenía que lucirla. Tenía cuatro motocicletas sin contar la que ahora está en la chatarrería descansando en paz. Mi moto de motocross, la de freestyle, de racing y, por supuesto, mi nueva Honda.

Cuando llegamos a ese lugar, el cual tenía una pinta de burdel barato, la gente salía de la puerta como hormigas. Los autos parqueados como si los tickets de tránsito fueran una broma y el sonido estridente mataba los tímpanos de cualquier persona que se acercara a la bocina. Me sorprendió ver que las chicas no estaban tan mal vestidas como veía en los bares americanos, estas eran un tanto más decentes.

Pensé en las fiestas españolas y, definitivamente, Inglaterra tenía estilo. La música sonaba como si no hubiera tope tan alto. Me pregunto qué dirán los vecinos de eso, de seguro si fuera uno de la élite ya lo hubieran demandado. Por otro lado, las canciones eran muy parecidas, conocía unas cuantas y eso me hacía sentir mejor. No estaba tan perdido después de todo.

—¡Race! —escuché la voz de una chica—. No puedo creerlo. ¡Es Race!

Numerosos gritos de chicas se extendieron por el lugar acercándose como las típicas chicas fanáticas a las cuales ya estaba acostumbrado. Les di una sonrisa de esas que sabía las mataba, me acerqué a ellas y accedí a un par de fotografías. La verdad es que me encantaba tener a estas pequeñas gritando y exigiendo fotos, me hacían sentir importante.

—Bueno, bueno —dijo Kyle llamando al orden—. Si quieren que Race aparezca más seguido, tienen que darle espacio.

Muchas de ellas se quejaron, pero accedieron al cabo de un par de fotografías más. Me acerqué a una mesa donde había una cantidad absurda de alcohol, vasos rojos de plástico y hielo en cubetas que temía tomar.

—Yo que tú, tomaría de estas —dijo una rubia de tetas de campeonato tomando una cerveza—. Son más seguras y casi nadie las elige.

Una buena cerveza era la solución a todos mis problemas, definitivamente esta chica tenía cien puntos. Destapando la cerveza con la orilla de la mesa, le di un trago largo, sintiendo lo amargo deslizarse a través de mi garganta y bajar hasta mi estómago dejando frío todo su trayecto.

—¡Gracias! —dije, extendiendo mi mano—. Race Hamilton.

—Bree Vance —me dio una sonrisa enseñando sus dientes completamente blancos y rectos.

—Es un placer, Bree. ¿Quieres salir al balcón para poder platicar mejor?

Valía la pena entablar conversación con alguien, al fin y al cabo, a eso vine. Tenía que salir más, despejar mi mente de la pelirroja que hacía mi vida un infierno. No la conocía lo suficiente para decir que estaba loco por ella, enamorado, pero sí estaba enojado y molesto por su rechazo. Bree era agradable y, en cuestión de segundos, estábamos más que metidos en una estupenda conversación de tipos de llantas. Este tipo de pláticas no las podía tener con nadie de la élite, menos con una dama.

—¡Renny Ren Scott! —escuché a alguien decir. No dudé en girarme con el corazón palpitando como conejo drogado.

En la parte de abajo, cerca de la piscina, donde se encontraba Brat «Maldito» Minch estaba tomándola de la cintura. ¡Carajo! Espero que no regresen en este tiempo. Brat era el exnovio de Renny, para ponerle la fresa al pastel. ¡Era su exnovio! Por toda la vida pura… ¡Su ex! Y el tipo era un asco bien hecho.

Me incliné un poco para verla cómo empujaba a Brat, como si guardara su distancia. ¡Aleluya! Si la veía besándolo me iría al infierno por matar a Brat en un ataque de… Un momento… ¿Celos? No, jamás. No estoy clavado de ella para sentir celos, definitivamente esto me está costando mi coherencia.

—¿Te pasa algo? —preguntó Bree, acercándose a mí. Le di una sonrisa viendo una vez más el área de la piscina. Renny tenía los ojos clavados en mí, le di una sonrisa antes de dar media vuelta y tomar a Bree de la mano llevándola adentro de la casa una vez más.

Así es Renny Ren, así es como se juega, yo también puedo hacerlo.

¡Juguemos!


Salí para buscar un poco de aire, esas ocho cervezas estaban empezando a hacer efecto en mi estómago, sin mencionar los jueguitos de quién toma más. ¡Malditas cartas! Según sabía, solo se usaban para póker.

Por primera vez en muchísimo tiempo, me sentía relajado. Bueno, desde mi viaje a Grecia con Louis. Aquellos recuerdos, no me importaba nada más que tomar y pasarla bien. Recuerdo muy bien cómo empezaba a sentir cosas por Charlotte, era divertida y graciosa, la pasábamos bien y el sexo era de dioses egipcios y griegos calientes. Aún no entiendo el punto de lastimar a las personas. Me hizo daño, no voy a ocultarlo.

Lo bueno es que la superé rápido y no me quedé en casa pensando en cómo había podido engañarme. No me gustaba sentirme vulnerable en cuestiones del corazón, miren a Holly, se entregó y salió como colador de esa relación. Aun así, el dolor era un recordatorio de que estaba vivo.

Aclaración, no quiero sentirlo nunca más. Una vez es suficiente.

Tomé un par de bocanadas de aire antes de regresar a la sala, donde todos mis conocidos estaban sentados en círculo con las cartas del infierno. Resulta que dependiendo de qué carta te salga, te toca una penitencia. ¡Kings! Me recordé a mí mismo, quizá algún día pondría a todos en la élite a jugarlo.

Tomé mi asiento junto a Bree, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura. Sentí una mirada antes de caer en la cuenta que Renny estaba justo frente a mí. ¿Qué hace aquí?

—¿Renny? —pregunté, viéndola fijamente.

—¡Oh, Dios! ¿La conoces? —preguntó Bree, acercándose un poco más a mí—. Estamos juntas en clases. ¡Es increíble!

—Cálmate, Bree, te vas a caer de la silla. Ya estás borracha.

Escuchar su voz era como un balde de agua fría. Maldición. ¿Por qué provoca esto en mí?

—No, no lo estoy —sí, el primer paso es negarlo. Claro que estaba borracha y yo la estaba alentando a estarlo.

Renny puso los ojos en blanco antes de levantar una carta. La vi cómo se mordía el labio, concentrada, el punto no era sacar las peores cartas y sabía de antemano que la peor era el siete —la puta—, en la que tú escogías a alguien para que te pusiera hacer lo que él o ella querían.

No tuvimos esa suerte con Renny, le tocó un dos de corazones. Las mujeres levantaron su trago dando un brindis. Esas penitencias eran las peores. Mujeres toman, hombres toman, todos toman. Eran las menos interesantes.

Erika tomó la siguiente carta, gritó, ¡bomba!, y todos gritamos tirándonos al suelo. Era algo divertido de hacer, realmente estos juegos de mortales eran únicos y divertidos. En la élite todo era muy cuadrado. Si te tirabas al suelo de ese modo todos te verían raro y pensarían que eras un ridículo, pero aquí, viendo a todos reír, era increíble, diferente.

Cuando fue mi turno de agarrar carta, calenté mis manos como si estuviera a punto de hacer un truco de magia, ahora yo estaba siendo un idiota, pero era divertido. Levanté la carta revelando mi número favorito cuando no estaba en mi contra.

—Siete de diamantes —dije y mostré la carta que todos querían sacar.

—¡Puta! —gritó Kyle, señalándome emocionado—. Puedes elegir a tu puta, hermano.

—¿Tiene que hacer lo que yo quiera? —pregunté sabiendo la respuesta.

—Claro, hasta que salga la otra puta. Pero será tuya durante ese tiempo. Puedes pedir lo que sea.

Me quedé viendo la carta unos segundos, ya sabía a quién quería. No solo porque podría convencerla de hacer lo que yo quisiera, con esto podía demostrarle que aún tenía el maldito control. Me encantaba enseñarle que yo mandaba. ¡Maldición! Me encantaba que lo entendiera.

Levanté la vista para ver esos ojos verdes, su cabello rojo, perfecto. Le di una sonrisa para que supiera que es lo que estaba pensando. Oh, sí, Renny Ren, serás mi maldita puta. Un momento… ¡Qué boca la que me estoy cargando en estos momentos!

—Ni por un infierno, Hamilton, estás loco —dijo poniéndose de pie.

—Reglas son reglas, Renny Ren, eres mi puta. Ahora, ven y siéntate a la par mía. Bree, cambia de lugar con ella.

—¡¿Qué?! —gritó Bree, bastante sorprendida. Si creyó que la elegiría a ella estaba muy equivocada.

—Ya sabes las reglas, mujer —dijo Kyle señalándome—. Eres su puta.

Su cara se transformó en ira. La princesa estaba enojada, quería tirarme al suelo y reír como estúpido dando vueltas por todo el sucio suelo, lleno de colillas de cigarro y bebida derramada. Claro, solo en eso pensaba, reír hasta orinarme en mis pantalones. Ella, la rebelde Renny, estaba a mi merced.

¡Alguien que lo grabe! Esto no iba a volver a suceder.

Acerqué mi mejilla, señalándola con mi dedo índice. Muchos del grupo gritaron «¡beso!» y eso era exactamente lo que quería. Me encogí de hombros, golpeando otra vez con el dedo. De esta no se escapa.

—Vas a pagarla, Hamilton —dijo antes de darme el beso bastante babeado. Me hubiera dado asco de ser alguien más, pero por algo extraño, no me molesto.

—Me encanta tu saliva, señorita Scott. Así que no te preocupes.

Esta hizo un gruñido antes de tomar su siguiente carta. Estaba a segundos de decir algo cuando le dio la vuelta a la carta, suspiré aliviado al ver que era k de diamante. Fondo blanco de un trago bien fuerte, pensé que le tocaría tomárselo a ella, pero resulta que tenía que dárselo a alguien. Cuando me tiró la carta poniendo el vaso frente a mí entendí que estaba pagando mi parte por haberla escogido. Definitivamente este traguito me mandaría a la mierda.

—¡Fondo, Race! —gritaron las chicas colocando sus ojos encima de mí. Ya, maldición. Aquí vamos.

Empecé a tragarme esa porquería, el alcohol quemaba toda mi garganta con un sabor a menta y naranja. Estaba asqueroso. Paré unos segundos tapando mi boca, pensé que vomitaría enfrente de todos si no paraba un segundo. Como si no fuera lo suficientemente estúpido, me lo bajé con la cerveza que tenía enfrente. Renny señaló el vaso que aún estaba a la mitad.

—Te falta, Hamilton.

Sí, maldita sea, me faltaba, pero no estaba acostumbrado a este tipo de tragos. ¿Esta gente no tenía hígado? Suspiré, sintiendo cómo el sabor etílico se removía en mi boca, antes beber una vez más, reaccioné. Ella era mi puta.

—Renny —dije y señalé el vaso—. Acábatelo por mí.

—¡¿No?! Eso es trampa.

—No, no lo es. Eres mi puta y quiero que te lo acabes.

La risa de nuestros compañeros de juego se hizo presente, incluso Adrián somataba la mesa como si les hubiera echado «cagadinis de risa» en los tragos. Me sentí orgulloso, para ser nuevo en esto lo estaba haciendo bastante bien.

Ren tomó el vaso con mala cara tomándoselo todo en un nanosegundo. ¿Qué?, ¿acaso no tenía garganta? Cuando se lo terminó, bajando el vaso hizo el mismo gesto de taparse la boca con el dorso de la mano como si también fuera a vomitar. Sí, cariño, así se pagan las cosas.

Me arrojó el vaso a la cara, el cual logré esquivar, y dio media vuelta para ver a Sergio, un corredor español que estaba en Londres haciendo unas prácticas. Este tomó la carta que le correspondía siguiendo el juego. Dos vueltas pasaron, y el bendito siete que quedaba seguía sin aparecer.

Fui testigo de chicas tomando vasos completos de licor, de chicas quitándose la blusa, de hombres haciendo lo mismo, solo que a ellos no les ponía atención. Renny estaba riendo a pesar de que le pedía cosas simples donde no quedara en ridículo ni pareciera que me aprovechaba de ella. Había hecho que hiciera un par de locuras más como bailar sobre la mesa y darles un beso en la mejilla a todos, lo cual me parecía gracioso. No la trataba mal en comparación con los primeros que fueron puta en la jugada.

Logré tomar su mano unas tres veces y ella lo permitió. Ni idea si era por el juego o porque le gustaba, pero con toda la bebida que tenía encima ya no sentía nada.

Renny levantó su carta dándome una sonrisa en la cara, era la última y mi cabeza no procesaba que no había más cartas después de esa.

—Race, eres mi puta —dijo poniéndose de pie—. Como es el final del juego, mi última orden es que durante una hora y en el siguiente juego hagas lo que yo quiera. Sin excusas, porque yo hice exactamente lo que querías.

—¡Vaya mujer! —gritó algún idiota detrás de mí.

—¡A la Cama Ren! —dijo alguna chica poco decente.

Suspiré y asentí en silencio. Ya que más da, no quería que se apartara y esta hora nos daría tiempo para estar juntos. Me puse de pie tomando su mano. ¡Joder! Estaba emocionado.

Subimos las escaleras, mi cabeza daba vueltas, estaba poco consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Incluso, el suelo se movía esporádicamente y tropezaba detrás de una Renny que reía como yo lo hacía. La música sonaba a todo volumen, mucho más que antes, quizá era yo el que estaba más sensible que antes.

—¡Me gusta esa canción! —dije tomando a Renny de la cintura y dándole vueltas en el segundo piso, cerca del balcón.

—¡Bájame, Race! —gritó Renny riendo como una loca.

Negué, no quería bajarla, aunque esas fueran sus órdenes. Quería bailar. Le di una vuelta moviendo mis caderas con poca coordinación, en estos momentos nada en mí estaba en perfecto equilibrio. Estaba bastante borracho, eso no era algo que pudiera ocultar.

Para mi sorpresa, Renny comenzó a bailar, un baile demasiado perfecto para ser verdad. Sus caderas formaban un ocho, mientas restregaba su culo en mi parte más íntima. Como buen hombrecito, borracho, este se paró con un poco de estimulación. ¡Vaya!, no le llevo ni tres restregadas, y Big Rees de verdad la deseaba.

—¿Me llevas a tu apartamento? —sus palabras me dejaron frío. ¿Qué?

—No —dije negando en silencio—. No quiero aprovecharme de ti borracha.

—No, idiota, sé que no vas a hacer nada, confío en ti. Pero si no me voy contigo, tendré que pasar la noche en la fraternidad, no quiero, siempre me da… Miedo pasar la noche aquí con tanto hombre…

Tenía que protegerla o cuidarla. No la dejaría aquí, yo podía tenerla en casa y no… ¡Mierda! ¿Cómo iba a controlarme si estaría durmiendo en el cuarto de visitas? No, no podía. Cerré los ojos, intentando pensar con claridad.

—Sabes qué, olvídalo. Sloan quizá vaya a casa, no lo sé, nunca sé en que esta ella. Solo tengo sueño. ¿Me puedes cuidar en lo que encuentro una habitación desocupada?

¡Oh, no! Ni loco. La tomé de la mano, con o sin Sloan, ella estaría conmigo. Caminamos hasta mi motocicleta. Ya va la irresponsabilidad. Manejar borracho, con esta princesa era una pésima idea. Muy mala para ser verdad.

Tomé el teléfono y marqué el número de Louis. Ya sé, me va a sacar la madre, pero prefiero eso a tener otro accidente y romper mi promesa. No pasaron ni veinte minutos cuando Lou apareció con Holly y la camioneta para mis carreras. Montamos mi moto en la parte trasera, mejor dicho, Lou montó la moto y la aseguró. Dándome el típico sermón de qué diablos hacía tan borracho. Renny tomó mi mano cuando íbamos camino a mi apartamento.

—Eres un irresponsable, Ress, tienes que aprender a medirte, tomar menos. No es un campeonato para ver quién toma más.

—Si fuera irresponsable se hubiera subido a la moto. ¿No lo creen? —Me sorprendió horrores cuando la voz de Renny se escuchó defendiéndome de mis hermanos.

—¿Y tú? —dijo mi hermana dando media vuelta para verla a los ojos—. ¿No deberías ir a tu casa o llamar a tus padres para que vengan por ti?

La voz de mi hermana sonaba fría y dura. ¡Maldición, Holly! El cuerpo de Renny se tensó por completo, eso me hizo desear abrazarla con más fuerzas, pero el único contacto que tenía era su mano. Vamos, Holly, ¡cierra la boca!

—Sí, ojalá pudiera pedirles que vinieran por mí —respondía, desviando la mirada a la ventana.

—A la próxima vez ya sabes qué hacer. —El colmo. ¿Desde cuándo Holly es tan poca dama para tratar así a otra?

—Suficiente, Hol, ella no tiene la culpa. —San Louis al rescate. Le sonreí por el retrovisor al tiempo que él negaba moviendo apenas su cabeza en señal de amistoso reproche.

—Tengo una hermana celosa, celosa, ce-lo-sa.

—¡Cierra la boca, Rees!

—La amo, la amo, la amo, pero, Hol, eres un dolor de huevos.

La risa de Louis y Renny invadió la camioneta ocasionando que Holly sacara su hermoso dedo de en medio en mi dirección. Realmente estaba muy borracho.

Nos estacionamos enfrente de mi apartamento, no bajaríamos la moto, nos llevaría veinte minutos quitar los seguros. Ya mañana iría por ella. Despidiéndome de ellos, agradecí que llegaran por mí.

Entramos a mi apartamento, donde todo estaba ordenado, menos mal pago para que alguien mantenga esto impecable. Prendí el interruptor guiando a Renny dentro, el efecto estaba pasando, eso no evitaba que las ganas de besarla crecieran como nunca antes.

—Toma. —Le tendí una botella de agua bastante fría, seguramente amanecería con mucha sed.

—Gracias —se dio media vuelta caminando al sillón que tenía en la sala. No entendí lo que estaba haciendo hasta que acomodó los cojines. Me acerqué a ella tomándola de la cintura, la coloqué como costal en mi hombro cargándola a la habitación de invitados. Esta alegó durante todo el trayecto diciendo que no se acostaría conmigo. ¡Por favor! No voy a aprovecharme de ella. La dejé caer en la cama, la cual era muy cómoda.

—Habitación de invitados. ¿Qué creías?

—No estoy acostumbrada a tener amigos con lujos. Sí fueras otro, me harían dormir en el piso, no es la primera vez.

Quería procesar lo que acaba de decir, pero me quedé en la parte de amigos. ¡Me llamó amigo!

—Así que soy tu amigo, ya era hora que lo admitieras, Renny Ren.

—No quise… No me refería a…

No la dejaría terminar, no quería que arruinara mi momento con alguno de sus comentarios sarcásticos de mierda. No cuando la tenía en mi cama. Bueno, en la cama de visitas.

—Buenas noches, nena. Descansa.

Cerrando la puerta, caminé mi habitación. Tenía dos opciones para quitarme la calentura que esa dama provocaba en mí. Un buen baño de agua fría, o masturbarme durante un muy buen rato.

Opté por las dos opciones, ya que ninguna fue suficiente.

Querida resaca


Me levanté con un dolor de cabeza monumentalmente estúpido, todo me daba vueltas, me sentía desorientado sin acordarme cómo exactamente es que paré en mi cama. Tomé la botella de agua dando varios tragos en pequeños sorbos. Me acosté tapando mi cara con el dorso de mi brazo. Pero ¿qué mierda?

«Querida resaca, sal de este hermoso cuerpo que ahora no te desea», pensé. Constataba que a nadie le gusta tener resaca, era algo demasiado desagradable. Recordé los shots, las cervezas y los vasos rojos con tragos asquerosos que me hicieron tomar ayer en el juego de Kings. Tenía náusea solo de pensar en el alcohol, tanto que me dio reflujo por un momento eructando de la forma más repugnante posible.

El aroma a café recién hecho fue lo que hizo que moviera mi culo hasta la cocina. Renny estaba sentada en el sillón observando la ventana con vista a Hyde Park. Amaba este lugar, era céntrico, pero al mismo tiempo lleno de naturaleza. Admito que escogí venir por estos rumbos para salir a correr al parque, sin mencionar que la mitad de las cosas me quedaban a mano y no tenía que perder tiempo en el tráfico.

—Buenos días, Renny Ren —me acerqué al café recién hecho. Me serví una taza y me uní a la chica aún perdida en la vista del apartamento.

—Este lugar es increíble. —Si su voz no la hubiera delatado, sus ojos lo hacían, estaba impresionada. Eso era más de lo que cualquiera podía pedir, una reacción de esta mujer indescifrable.

Tenía su cabello rojo revuelto en una cola alta, su cara sin una gota de maquillaje, eso hacía que sus ojos resaltaran mucho más que la capa gruesa de negro que le colocaba, que si me lo pensaba bien no me gustaba tanto. El maquillaje natural era mil veces mejor en una mujer que tiene facciones de muñeca de porcelana. Observé sus ojos llorosos y las ojeras marcadas, Renny estaba no solo desvelada, sino también con resaca. Es más, yo creo que sigo borracho porque no siento mis pies.

—¿Quieres ir a desayunar o podemos pedir algo? —pensaba en mil cosas que podíamos hacer. Comida era la mejor opción.

—Lo siento, puedo acompañarte, pero no tengo dinero para salir a comer.

Me quedé observándola unos instantes. ¿En verdad estaba sugiriendo no ir por falta de dinero? ¡Mierda! Nunca conocí a nadie que me mandara a freír huevos solo porque no tenía para pagar un desayuno. Además, no quería que lo pagara, yo iba a invitarla. ¿Qué eso no hacían las personas en una cita? ¡Dios! Esto ni siquiera es una cita. ¿Qué diablos estoy diciendo?

—¿Piensas que te voy a pasar la cuenta? —negué con esa sonrisa que mantenía con ella, la inexpresiva.

—No me gusta que me inviten. Me gusta pagar por mis cosas, no quiero que pienses que es por aprovecharme de ti. Ya mucho hiciste dejándome dormir en tu casa.

—¡Pensabas dormir en esa puta fraternidad! Ni de loco iba a dejarte allí, Ren, vamos, estaba lleno de borrachos y drogadictos.

Renny se mordió el labio como si contuviera una risa que de seguro venía con una burla. No lo hizo, no se burló, ni rio, todo lo contrario, ella simplemente se sonrojó. ¡Maldición! El color rojo en sus mejillas era demasiado tierno. ¿Por qué putas se pone de ese modo?

—Rees, no sería la primera vez que me quedo en la fraternidad, no me gusta, pero lo hago porque me molesta regresar a casa y pelear con Lucy. —Lucy, su hermana, la cual suponía era adoptada o algo por el estilo, nunca entendí bien esa relación, fue mi doctora cuando el accidente, así fue cómo conocí a Renny.

—Lucy es un ángel. De seguro debes de ser tú la que le da problemas. Eres una chica problema, Renny Ren —volví a sonreír antes de darle un trago a mi café.

—Y tú eres un idiota —riéndose de mi comentario, me arrojó un cojín con la bandera de Inglaterra. Sí, soy algo patriota, pero amo mi país.

Terminamos nuestro café, que estaba demasiado suave, insípido. De seguro Renny no logró programar la máquina, la cual era demasiado sencilla de usar. Incluso, tenía un comando de voz que te preparaba lo que quisieras solo diciendo las indicaciones.

Después de varios intentos, logré convencerla de desayunar juntos en Picadilly, una de mis avenidas favoritas. Siempre había de todo tipo de comida, mi favorita del área era la china. Tenía cierta fascinación por la comida oriental y aún no entiendo el porqué. Debe ser herencia de mi padre.

—Nunca imaginé que te gustara China Town —Renny tomó un bocado de uno de los taquitos chinos.

Dim sum, el mejor desayuno del mundo, lo peor, casi nadie me acompañaba porque no les gustaba. ¡Vaya amigos los que tengo! Debería de empezar a juntarme más con personas que pudieran acompañarme con mis gustos. Louis y Holly me acompañaban con frecuencia por estos rumbos.

—Me encanta, solo que no tengo con quién venir, no es como si los miembros de la élite fuesen apasionados de la comida callejera, menos la china.

—Definitivamente sabemos que no lo son, imagino restaurantes de primera, en los que se ofrece en el menú caviar, salmón y exquisiteces como esas. Se colocan una servilleta en las piernas y toman mimosas en lugar de café.

—¡Vaya, vaya!, al parecer Renny Ren conoce más de lo que creí acerca de mi mundo.

Esta levantó las cejas como si me retara a preguntarle algo. ¿Cómo es que sabía tanto de nuestra vida matutina? No es como si fuéramos divulgando nuestros desayunos de alta. Más que saber de la élite, sabía cuáles eran mis platillos favoritos. Fruncí el ceño extrañado por su comentario, pero era mejor no decir nada.

—Mi padre… Ammm. —la vi pensarse un momento sus palabras—. Trabajó en el Gobierno.

—¿Ya no trabaja más para ellos? —esto se ponía interesante.

—No, ya no más —dijo, tomando otro taquito con los palitos chinos.

Deseaba saber más acerca de su vida y todo acerca de ella, pero no quería arriesgarme a que me sacara la madre. Si su padre no trabajaba más en el Gobierno, debió de haber pasado algo para que quisiera salirse. Normalmente, si es un puesto importante, la paga es genial, el nivel socioeconómico es alto y Renny no pasaría las penas de no tener dinero si quiere salir a desayunar.

Seguimos hablando de temas triviales. La vi cómo reía, sin tener pena que fuera demasiado escandalosa. La manera en que su cabello estaba recogido en un desorden arriba de su cabeza, sus vaqueros rotos y la sudadera que le presté antes de salir del apartamento.

Renny no estaba intentando ser perfecta, no estaba intentando encajar en la vida de nadie. Estaba siendo ella, nada más y eso me gustaba mucho. Estaba acostumbrado a las chicas plásticas, en la élite todas querían encajar a la perfección. Cuando nos dábamos el espacio de conocernos sin apariencias, era mil veces mejor de lo que era normalmente.

—¿Alguna vez te has enamorado? —preguntó Renny. Esa pregunta me hizo parar repentinamente cerca de una venta de bubble tea. Estaba a segundos de entrar a ese lugar, pero esa pregunta me desorientó.

—¿Qué? —pregunté como si fuera un imbécil. ¿Acaso no era suficientemente clara la pregunta?

—Oh, Dios, Rees —se quejó—. Hablo de amor. ¿Te has enamorado?

Le dediqué una sonrisa. Renny Ren estaba hablando de amor conmigo. ¿Quién lo iba a decir? Amor, maldito amor. Nunca la imaginé preguntando cosas como esas, pero ahora que lo había hecho, mi ego estaba elevado a la máxima potencia.

—Creo que amor como tal, no. Quizá emoción, ilusión y cariño por alguien, sí. Amor solo el que le doy a mi familia.

—¿Crees que te vas a enamorar alguna vez? —Renny «Curiosa» Ren Scott. ¿Acaso le interesa mi vida personal tanto para hablar de este tema?

—Creo que más pronto de lo que imagino. No estoy cerrado a no enamorarme. —Pero ¿qué…? Acabo de decirle a Renny que estaba abierto a amar cuando internamente no lo demostraba. A veces realmente creo que soy un idiota.

Renny me dio una sonrisa triste y emocionada. Era un caso extremo porque nunca iba a poder amar a alguien como ella. La élite estaba de por medio, la élite y mil cosas más que nos podían impedir esto. Si mi vida fuera diferente, ella podría ser parte de mí, sin duda alguna. No voy a mentir y decir que no era una gran fantasía tener a alguien como ella en mi vida.

Papá siempre decía que encontraría a la adecuada dentro, que era cuestión de salir con la que más me identificara, pero, para ser sincero, con ninguna me sentía completo, ni siquiera con Charlotte. Observé unos minutos más a Renny mientras señalaba la venta de bubble tea que tanto me gustaba. Quería cambiar de tema, pero de esta no se escapaba.

—Dos por favor, con té chai —observé a Renny levantar la ceja. No le pregunté qué era lo que quería, no tenía que hacerlo, algo en mí me decía que ella era amante del maldito té chai al igual que yo.

—¿Cómo lo sabías? —Sí, la sorprendí.

—Es mi favorito, solo quería que lo probaras, pero al parecer… Una vez más tú y yo, señorita Scott, disfrutamos de los mismos placeres.

Encogiéndose de hombros, me dio un empujoncito señalando la plaza principal de Picadilly, cruzamos la calle, esquivando cada carro que intentaba atropellarnos. Llegamos al otro extremo con la respiración acelerada. Ren se dejó caer en la banca viendo los automóviles y buses de doble piso pasar. Realmente Londres era una ciudad elegante, llena de paz y tranquilidad.

Suspiré viendo mi oportunidad. Era ahora o nunca.

—Y tú, Renny Ren. ¿Te has enamorado?

—¡¿Qué?! —preguntó sorprendida—. No voy a decírtelo.

—Claro que lo vas a hacer, yo te dije mi parte.

La pequeña negó al tiempo que daba un sorbo de su bubble tea. Tragó una de las pelotitas de tapioca y la vi masticar con tanto esmero que inmediatamente supe que me estaba evadiendo la pregunta. ¡Maldición!

—Morder la tapioca lentamente no te salvará de responder mi pregunta —dije, observando cómo trituraba una segunda pelotita.

—Me gusta chuparlas, no morderlas. —Me sonrió al tiempo que enseñaba su lengua con la pelotita intacta.

Esas palabras fueron mi perdición y antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo o siquiera pensando, ya estaba abriendo la boca y no de la mejor manera que digamos.

—Yo tengo algo que podrías chupar también. —Llevé mis manos a la boca por la falta de respeto que acababa de hacer, pero ¿qué me pasa? Sinceramente estaba empezando a considerar que mis valores volaron a la mierda. Debía juntarme menos con motociclistas patanes.

Renny abrió los ojos sorprendida, negó con la cabeza poniéndose de pie repentinamente. No pensé en mil años que se me saldrían esas palabras, menos delante de una dama, o al menos eso creía de Renny.

Dándole vueltas a su bebida, me bañó completamente en líquido blanco con pelotitas negras. Me puse de pie para apartarme del ataque imprevisto de Ren. Pero ¿qué diablos? Sacudiendo el exceso de agua de mi chaqueta de cuero.

—Pero ¿qué te pasa, Renny?

—Aprende a no faltarme el respeto. ¡Chuparte otra cosa! Eres un cerdo, Rees.

La vi alejarse, molesta, muy molesta por mi comentario. En un principio pensé que su actitud era completamente exagerada, porque… ¡Vamos! No tiras un perfecto té chai a alguien solo por hacer una mala sugerencia.

Tomé mi vasito que aún tenía la mitad, no iba a dejarlo por ahí tirado, me lo acabaría de camino al apartamento. Necesitaba ir a bañarme y quitarme toda la mierda líquida pegajosa. Esperaba por Dios que mi chaqueta no se arruinara, era buen cuero italiano.

Motoscott


—Eres un vulgar —dijo Louis sentándose a la par mía.

Holly estaba metida en su computadora haciendo ciertos trabajos universitarios que yo debería de estar haciendo también, simplemente no tenía los ánimos de hacerlos, ya faltaba poco para cerrar las clases y estaba desesperado. Un par de semanas más y mi vida en esta porquería acaba, dando inicio a nueva etapa.

—No fue mi intención, de verdad que no sé cómo es que le dije eso.

—Es porque eres un idiota, Rees, no tratas a una mujer de ese modo —intervino mi hermana por primera vez en mucho tiempo.

Levanté la vista para verla pegada en el dispositivo, escribiendo, la muy descarada ni siquiera se tomó la molestia de mirarme cuando hablaba. Negué y volví mi atención a Louis, necesitaba consejos para que me volviera a hablar, no estaba dispuesto a echar todo a perder por una pequeña cagada. No señor.

—¿Ahora qué hago? No creo que me vaya a querer hablar, tampoco tengo su número de teléfono para comunicarme con ella.

—¿No tienes su número? ¿Cómo diablos no tienes su número? Es lo primero que se le pide a alguien si te gusta.

Recordé como la conocí, Renny entró a la habitación del hospital buscando a Lucy, mi doctora. Me molestó su actitud, sus comentarios y cómo llegó a interrumpir mi paz. Estaba enojado con ella hasta que mencionó las llaves de su motocicleta, Renny Ren, la chica enojada ¡tenía una motocicleta! En ese momento quedé estúpido.

He conocido a muchas mujeres que montan, corren y hacen trucos impresionantes en freestyle. No es cosa del otro mundo cuando te dedicas a este mundo, incluso, he competido y perdido frente a algunas de ellas, pero algo en Renny me dejó una sensación diferente. A pesar que tenía chaqueta y pantalón de cuero, un atuendo de una completa chica mala, algo dentro de ella gritaba dulzura. Al menos eso creí hasta que abrió la boca y me tragué mis palabras.

Renny Scott era una persona privada que quería descubrir, tenía que hacerlo o me volvería loco. No entendía por qué, pero, sí, estaba desesperado por saber más de ella.

—No se lo pedí. No estaba pensando en… No lo sé, Lou, sabes que no puedo, involucrarme con ella es imposible.

—¿Porque es una mortal? —preguntó Holly sin apartar la vista de su portátil.

Esa palabra era tan molesta, odiaba que todos en la élite se creyeran la tercera maravilla del mundo, que se creyeran invencibles o superiores a los demás. Papá y mamá siempre nos enseñaron a que éramos iguales a todos. Yo lo aprendí muy bien, pero mi hermana al parecer adquirió las mierdas de mis abuelos, anticuados y elitistas.

—Sabes, Hol —me puse de pie señalándola—, las mejores personas que conozco no pertenecen a tus putos inmortales elitistas de mierda.

Holly cerró su portátil de un golpe, levantándose de la silla para igualar mi altura. Subió su mano señalando mi dedo con su dedo. Estaba seguro de que en estos momentos nos veíamos iguales, solo que en versión femenina y masculina. Lou soltó una carcajada, definitivamente así era como nos veíamos, no hay duda.

—Ni se te ocurra, Rees, no estoy para tus cosas en estos momentos.

—No los entiendo. —Lou jaló a Holly para sentarla en su regazo—. Tienen meses peleándose por cualquier cosita, creo que deberían salir un día solo los dos a comer pizza y tomar cerveza para despejar su mente y recordarse de lo bien que se llevan.

Me quedé en silencio, sentándome en el sillón frente a ellos. Tenía razón, últimamente solo discutíamos por todo, no había paz entre nosotros. Mi hermana era mi todo, la protegía, la cuidaba, la apreciaba, era mi mejor amiga y podía hablar con ella de cualquier cosa que pasara por mi mente. No sé qué diablos nos pasaba. Después de lo de Adam todo se fue al carajo.

—Lo siento, Hol, no debí gritarte.

La vi suspirar, levantándose del regazo de Louis. Se acercó a mí dándome un beso en la frente antes de acomodarse en mis brazos para que la tomara de la forma sobreprotectora de siempre. Holly siempre fue débil, un alma frágil. Nunca pensé a qué extremo lo era, no hasta que la vi en una camilla de hospital porque un imbécil le sacó hasta el último suspiro de su alma.

—¿Pizza? —preguntó con una sonrisa.

—Sí, de igual manera tenemos que organizar nuestro cumpleaños el otro fin de semana, creo que una ice party quedaría perfecta.

—¡Fiesta de cumpleaños! —gritó dando vueltas por toda la habitación. Le encantaban las fiestas.

Cuando llegamos a la pizzería, Holly estaba emocionada contándome de su última prueba de admisión a esa dichosa academia de música y arte dramático al que tanto quería entrar a trabajar. Mi hermana se preparó toda la vida para ser modelo y actriz. Ha desfilado en varias pasarelas y ha aparecido en un par de revistas, pero porque mis papás han sido un poco protectores con eso de las revistas, seguramente ahora empezará a salir en muchas más. No creo que Louis se lo prohíba o algo por el estilo.

Es raro pensar que este es nuestro último año universitario y literalmente solo por un par de clases más, al menos yo tenía menos clases, ya que era un excelente estudiante a comparación de Holly. Recordé viejos momentos y saqué de la bolsa de Holly mi pequeña cámara para tomarle un par de fotografías.

Holly era coqueta y rio, dejando que la cámara hiciera su magia. Le gustaba que le tomara fotografías para sus redes, para su portafolio y para que el mundo la viera. Incluso, mi página como fotógrafo tenía demasiadas de ella.

Esta semana le diría que hiciéramos un Photoshop para mi portafolio. Hace mucho que no lo he actualizado con retratos de personas, solo vistas de todo Londres. Esa es mi otra pasión, la fotografía. Amaba captar una sensación por medio de imágenes, contar historias, transportar a las personas a ese momento de la captura.

Es algo extraño, ya que no es como un video que tiene movimiento, es solo una imagen que transforma la mente humana.

Nos sentamos en la misma mesa de siempre, era alta con una buena panorámica. A Holly y a mí nos gustaba la atención, no era un secreto que valga la pena ocultar. Desde muy pequeños, nuestras abuelas, con sus reglas muy a la antigua, nos enseñaron que los ojos de todo el mundo estaban encima de nosotros, más por ser gemelos. Yo creo que la verdadera razón de todo esto, es porque mis padres rompieron las reglas tantas veces para estar juntos que cambiaron el sistema completo. Nosotros éramos resultado de corromper ese sistema, sin mencionar a Louis.

Louis Montgomery es hijo de Lui Montgomery, es realeza pura, pero Mary, la mejor amiga americana de mamá, conquistó a Lui permitiéndole tener a su hijo a los 21 años. El detalle está en que mi tío tenía los días contados por una estúpida enfermedad que acabó con su vida sin ni siquiera conocer a Louis. Es una historia triste, nunca la entendí de pequeño hasta que crecí. Por esa razón es que empecé ver a los mortales, como despectivamente les llamamos a la gente no real, como iguales.

Nadie es más poderoso que otro, nadie es más solo por el hecho de tener un título. Yo aprendí eso de Louis, por su madre, por lo que una parte de él era. Era estúpido que Holly, siendo su esposa, no lo entienda.

Ordenamos una pizza grande de queso, dos cervezas Mcfarlad y tostaditas dulces para el postre. Comíamos como si fuera el último día de nuestras vidas, después nos arrepentiríamos de por vida y nos iríamos a meter al gimnasio tres horas. Era una gran rutina.

—Así que política… —dijo Holly, metiéndose un pedazo de pizza a la boca.

—Sip, siguiendo los pasos de papá. Tengo un puesto asegurado en el consejo y de seguro uno muy grande en el parlamento.

Papá no solo era uno de los miembros más jóvenes del parlamento, también estaba luchando por llegar a ser un día el primer ministro del Reino Unido. Un cargo que mi abuelo dejó hace unos pocos meses. Cuando mi abuelo falleció, papá se vino abajo un tiempo. No sé qué es perder a un padre, pero sí a mi abuelo.

Perder a tus seres queridos es un dolor insoportable, es la idea de no volver a verlos, su risa, su voz y en mi caso… Sus regaños.

—De seguro serás bueno. ¿Ya escogiste dónde harás tu maestría?

—No. Estoy viendo aún eso, y tú, mademoiselle, tienes planes para conquistar el mundo de la moda, ¿no es así?

—Sir Hamilton —dijo en estilo muy antiguo, como esa, su época de Shakespeare que tanto le gustaba jugar cuando éramos niños—, una dama como yo no presume de sus talentos con tanta facilidad, pero os aprecio mucho el comentario.

—Mademoiselle, pero no es un comentario, le he preguntado por sus increíbles talentos por conquistar el mundo.

—Sir Hamilton, el mundo ya lo tengo conquistado. ¿Qué me dice de usted? ¿Acaso puedo conquistarlo?

Cualquiera en la faz de la tierra diría que mi hermana y yo teníamos cierta atracción el uno hacia el otro, siempre bromeando acerca de coquetear. Mi hermana era eso, era mi clon y pensaba que era la mujer más hermosa de la tierra por el simple hecho de ser igual a mí, mejor dicho, yo a ella. ¡Diablos con los minutos que nos separan!

—Disculpen —levantamos la vista a la chica que estaba en nuestra mesa parada con un celular en la mano. Estaba con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Race Hamilton?

Preguntó solo por compromiso, porque esa chica sonaba muy segura. Asentí, regresándole la sonrisa al ver que se emocionaba haciéndoles señas a dos amigas más. Estas se acercaron rogando por una fotografía. No tenían que rogar, igual me la tomaría. Tomé a la rubia por la cintura y a la del cabello pintado por el otro.

Estaba acostumbrado a esto, aun así, era extraño cuando le pedían a Holly que se unieran, los gemelos Hamilton éramos muy conocidos en Inglaterra, tanto por mis carreras como por la carrera de modelaje de Holly.

—No puedo creerlo, Race Hamilton. Una locura la fiesta en la fraternidad, te vimos con Renny Scott, no quisimos interrumpir. Ella nos da un poco de miedo —dijo la rubia observándome con esos ojos saltones completamente maquillados. Las chicas eran bonitas, pero su comentario no me gustaba para nada.

—Ella es dulce —dije, regresando a mi asiento.

—¿Dulce? —Las tres soltaron una carcajada—. Fría y perra es la palabra correcta.

Me di la vuelta para verlas a las tres. No quería que nadie hablara de Renny, menos cuando no estaba para sacarles la madre por lo que estaban diciendo. Suspiré antes de señalar a Holly que ya exhibía una sonrisa. ¡Vaya hermana la mía! Estas mujeres eran de lo peor, tal vez por eso no las entendemos. Entre mujeres se entienden y se odian la mitad del tiempo.

—¡Qué tengan feliz tarde, señoritas!, si nos permiten, regresaré a mi hermana.

—Claro, no queríamos interrumpir. —La rubia seguía con su tono seductor, como si quisiera que la invitara a salir. Dándome un beso en la mejilla, dejó una servilleta en la mesa que estaba seguro contenía su número de teléfono.

Cuando las chicas se fueron, Holly soltó una carcajada, observando el pedazo de papel que no tomaría. No pude ocultar mi vergüenza mientras arrugaba la servilleta, las chicas aún me estaban observando, pero me valió madres. No estoy para el tipo de mujeres que andan de perras por todos lados y hablando mal de otras mujeres, eso no es fino.

—Entonces, quedamos en fiesta de hielo —dije para desviar la conversación.

—Sí, ya sabes que el alcohol es tu responsabilidad, yo veré la decoración con mamá y la comida.

Nos metimos en una conversación acerca de los preparativos, de cuáles cosas especiales tener y como arreglaríamos todo. La verdad es que me gustaba muchísimo celebrar mi cumpleaños, ponerle temática y hacerlos especiales. Quizá era más por Holly, pero ya tenía esa costumbre.

—Vestido azul como de bailarina con unos tacones impresionantes y tú, un traje blanco con azul. Louis se pondrá uno también.

Creo que optaría por uno blanco con negro, un poco más varonil que el celeste o azul. Seguramente a Renny le gustará más el negro, el azul sería objeto de burlas. No reaccioné hasta que Holly mencionó algo acerca de las invitaciones, no podía invitar a Renny. La boda fue una excepción, pero no podía simplemente seguir con eso de llevarla a todas partes.

Cerré los ojos unos segundos tragándome la maldita idea de mi realidad, mañana tenía una cita con Amber Woodgate, no era una de las favoritas de papá por ser pariente de Harry Woodgate, el que en algún pasado remoto intentó quitarle a su novia. Cuando hablo de novia, hablo de mamá, ya se imaginarán que a papá no le gusta para nada esa familia.

Con excepciones, Cora, la hermana de Harry que está casada con Blake, el mejor amigo. En su época, William, Lui y Blake eran invencibles y muy unidos. Algo al estilo de Holly, Louis y Rees, solo que mis dos invencibles se casaron y me dejaron como un solitario eternamente metido en medio de ambos.

¡Genial!

Le mandé un mensaje a Kyle para ver si él podía conseguir el número de Renny, definitivamente tenía que pedirle perdón. Si no fuera por Louis, seguiría pensando que su reacción fue bastante exagerada. Pero, ¡vamos! Le falté el respeto completamente, me merecía que me tirara el té chai y arruinara mi chaqueta.

Woodgate


Le di otro trago a mi vino tinto, eso era lo único que podía mantenerme cuerdo en estos momentos. Esta mujer no cierra la maldita boca. Amber Woodgate se la ha pasado hablando toda la tarde desde que nos juntamos en un café cerca del Royal. La invité a salir como era debido, porque era la siguiente en la lista, de todas con las que había salido desde que la lista llegó a casa hace un año tengo que admitir que esta es la peor.

Si sus conversaciones fueran un poco más interesantes no estaría emborrachándome a las cuatro de la tarde con vino tinto de alta calidad, ni siquiera estaba disfrutando de los aperitivos que el mesero sirvió en esos platitos de porcelana. Normalmente, disfrutaba muchísimo comer, también disfrutaba de las pláticas de muchas de las chicas de la élite, pero de esta, paso.

—La cosa es que Yon, el instructor chino que estaba el año pasado, fue un grandísimo pesado con todo mundo, fue por eso que lo sacaron del Royal.

¡Maldición! ¡Ya no la aguanto! Está hablando una cantidad de idioteces en las que ella cree que tiene la razón como todos en esta puta élite. Si se me permite opinar, eso no es ni la cuarta parte verdad. Yon era genial y se fue por otras razones y no porque fuera pesado.

Odiaba que criticaran a las personas sin una base sólida, era desesperante que todo se basara en cotilleos que dejaban mucho que desear.

—Era coreano y se regresó a su país. No era pesado, solo es su forma de ser. —Me puse de pie empinándome la copa a fondo blanco. Al diablo con el Rees paciente. Esta era mi octava copa y ya estaba surtiendo efecto—. Te invito a una copa al bar de la esquina, ya me aburrí de este lugar.

El bar de la esquina era nuestro frecuente con Kyle, no era un lugar al que una chica o chico de élite iría. El vino me había dejado con ganas de más, necesitaba alcohol o deshacerme de ella. Una de dos.

—¿Bar? ¿Un lunes por la tarde?

—Bueno —tomé mi chaqueta—, si no quieres venir, no vengas, yo iré. Adiós, Annie.

—¡Es Amber! —dijo, poniéndose de pie, molesta—, y si voy a ir, Rees. Es mi tarde contigo, no voy a desperdiciarla solo porque estás siendo un idiota.

Me encogí de hombros ignorándola al tiempo que dejaba un par de billetes en la mesa. Quizá era más de lo que la cuenta valía, pero al diablo, quería irme de allí lo más rápido posible. Caminando hasta el bar, como era de esperarse, estaba abierto con un par de hombres llenos de tatuajes y barbas largas jugando al billar. Me senté en el taburete buscando a Kyle. Hace media hora que le mandé el mensaje, ya debería estar por aquí.

—Este lugar apesta a vómito —dijo la chica a mi lado. ¡Dios, de verdad no se calla!

—Puedes irte si no te gusta. Nos harías un favor a los dos, sabemos que no va a funcionar.

—Quiero mi beso. —Amber se acercó a mí más de lo debido. Me hice para atrás justo a tiempo antes que sus labios impactaran con los míos—. Dicen que besas como los Dioses, Rees.

—Lo siento, ahora sí que la cagaste. No me meto con fáciles, Amber. La salida está por allí. —Señalé la puerta. Me encontraba un poco más grosero de lo que debía, pero el vino me puso en mi peor modo.

—¡Te odio, Rees Hamilton! —gritó tan fuerte que mi cabeza dio media vuelta recibiendo sus palabras que importaban poco. Eso estaba bien, si me odia no estará esperando a que la llame más tarde.

Necesitaba una cerveza, o whisky para calmar esta actitud de las mujeres que me sacarían el cerebro. Aún no entiendo por qué Charlotte salió demasiado fácil. Ella era perfecta, una dama bastante guapa. Su carácter se acoplaba al mío de una manera difícil de explicar. Dudaba encontrar a otra como ella en la Élite.

—Eso fue duro, Hamilton —levanté la vista sorprendido ante el tono de voz que me hablaba al otro lado de la barra.

—¿Renny? —Negué con la cabeza al tiempo que veía que colocaba una cerveza frente a mí—. ¿Qué haces metida en un bar?

Esta soltó una carcajada tirando la tapita al bote de basura. Esto definitivamente no me cuadraba. Tenía puesta la blusa blanca tallada que enseñaba el estómago, los pantalones cortos eran demasiado cortos y sus brazos enseñaban sus tatuajes. Incluso lograba ver una frase en su hombro izquierdo y el del brazo derecho en su totalidad.

Contemplé los aretes que resaltaban en toda su oreja derecha, como si fueran pequeños brillantes. Renny realmente era todo lo opuesto a mí, llena de tatuajes y aretes.

—¿Qué parece que estoy haciendo? Supongo que viendo alguna serie tonta en la televisión.

—Renny, tú y yo…

—Ahórratelo, Race. Estoy en el trabajo y definitivamente no quiero hablar, no con un vulgar como tú.

¿Trabajo? ¿Por qué diablos trabaja en un bar? ¡Carajo! Tomé la cerveza dándole un trago bastante largo. No me gustaba pensar en Renny trabajando en un bar, uno en el que todos estos borrachos le estarían viendo el culo. Me pregunto si va al gimnasio, de ser así, ¿a cuál? Me gustaría verla más seguido. Podría cambiarme a… ¡Oh, no, Hamilton! No me gusta la manera en que mi cabeza está trabajando en estos momentos. Es una pesadilla.

—¡Race! —Kyle entró meneando su cabello rubio para quitar el exceso de agua. ¿Agua?

—¿Está lloviendo? —pregunté sin poder ver afuera, el bar era completamente tapado y oscuro.

—Claro que está lloviendo. ¿Qué creías? Que me derramé una botella de agua para entrar haciéndome el dramático. Estás en Londres, idiota. ¿Qué esperabas?

Sí, bueno, estaba acostumbrado a que empezara a llover de la nada. No sé por qué todavía se lo pregunto a este hombre que tiene cerebro de manilla. Quitándose la chaqueta, la colocó en el colgador, donde sería bueno ir a colocar la mía, ni siquiera me la he quitado.

Regresé mi atención a la barra, donde Renny hablaba con otro de los trabajadores que cargaba una charola de botellas vacías de cerveza. Ella reía de la misma manera que estaba riendo conmigo en China Town. Entrecerré los ojos, no me gustaba ver que ella estuviera disfrutando de las palabras de otro, ¡Jesús! No me gustaba para nada.

Tampoco me gusta cómo me estoy sintiendo de atraído por ella. Debe ser porque no puedo besarla y cogérmela así de fácil.

—Vamos, Race, quita esa cara. Estás a un segundo de que haga una intervención antes que Ren vea tu cara.

—Solo… ¿Por qué está coqueteando con él? No es como si fuera alguien —lo señalé de forma dramática—. Vamos, míralo.

Kyle le dio una mirada al chico. Tenía una camisa polo con el logo del bar. Su bandeja, ahora vacía, y su cara de saber exactamente lo que quería de la pequeña Renny Ren, como si fueran íntimos. Hasta este momento, lo poco que sabía de Renny era casi una nada. Ella era un misterio completo.

—Tiene un mes trabajando aquí, él casi un año. Son amigos nada más. Tienes que controlarte un poco, voy a empezar a pensar que te estás enamorando de Scott.

—¡Enamorarme! ¡Vaya mierda, Kyle! Sí que eres ocurrente. Eso nunca pasará y lo sabes.

Una parte de mí me gritaba que estaba loco, que ya estaba en picada con esta mujer, pero la parte cuerda de mi cabeza me decía que todo estaba bajo control. No iba a caer por ella, solo tenía que salir de la duda de quién era Renny Ren. Quitarle el encanto del misterio que la rondaba.

—¡Renny! —gritó Kyle—. La más fría que encuentres.

Estaba a segundos de preguntarle a qué se refería con fría y qué le estaba pidiendo a ella. No le estaba especificando nada. ¿Cómo diablos iba a saberlo? A pesar de que estaba perdido, Renny entendió a la perfección. Tomando una cerveza fría, la destapó y entregó a Kyle con una sonrisa. Esté se la agradeció, regresando su atención a mí. Este debe ser lenguaje de bar, uno que en mi vida había escuchado antes.

Kyle empezó a contarme sobre las alineaciones en la carrera de la próxima semana, a la cual no podría asistir por no haber estado en la primera ronda hace un mes. Estaba esperando a que empezaran otra vez para sentir la adrenalina en mi piel. Necesitaba regresar a la pista de una manera más formal y no en una pequeña carrera de entrenamiento.

—Allí está mi mujer —la sonrisa de Renny desapareció inmediatamente con un gesto de rechazo en el rostro. Brat se acercaba a ella de un modo posesivo. La tomó de la cintura con ademanes sobreprotectores, algo dentro de mí se despertó en ese instante. ¿Enojo? ¿Celos? No lo sé, solo que esta sensación estaba a punto de estallar.

Renny saludó a todo el grupo de hombres, todos con esa actitud de machos que tanto odiaba. Los conocía a todos, eran lo peor del motocross. Dos de ellos corrían en mi categoría, Brat y Jack, el resto en categorías menores, pero en algún momento nos juntamos en la pista.

—Lo odio —dije, desviando la mirada.

—Es raro. —Kyle se acercó a mí para que nadie más pudiera escuchar—. Pensé que habían terminado su relación, al parecer…

Me puse de pie sin pensarlo, caminando en dirección a ellos. Renny se sorprendió cuando me vio. Sí, señorita, no estoy del mejor humor, menos cuando te veo con otro.

—Brat —saludé con un movimiento de cabeza—, chicos. Tengo una pregunta que hacerte. —Toda mi atención estaba puesta en Renny. Le hice un movimiento invitándola a salir de ese grupo. Ni siquiera sabía que iba a preguntar, lo único que necesitaba era sacarla de allí. ¡Lejos de él, maldición!

—Estoy trabajando, tendrá que ser en otro momento.

Renny dio media vuelta para entrar a la barra una vez más. El otro empleado llegó para dejar las cervezas en la mesa de cada uno. Contuve la respiración al ver que Brat y compañía se reían del rechazo olímpico que me hizo Renny.

—Sigue riendo, idiota —dije señalándolo con el dedo—, cuando ella sea toda mía, estarás llorando por haberla perdido.

La risa de todo el grupo se intensificó. Todos a su alrededor gritaban vulgaridades y me insultaban, en ese momento me sentía bien con sus insultos, quería decir que lo había hecho bien. Estaba acostumbrado a ellos, nunca nos llevamos bien, pero tampoco nunca me involucré con nadie en este lugar.

—Renny es simplemente sexo fácil —me detuve a medio camino, analizando sus palabras que sonaban una y otra vez en mi cabeza—. Le encanta retorcerse en mis brazos de placer, le encanta gritar mi nombre cuando se viene. ¿Crees que puedes superarme?

Seguía asimilando sus palabras, no estaba seguro si era el alcohol, si era la subida de adrenalina o qué diablos estaba tomando posesión de mí. Me di media vuelta dejando que Race Hamilton saliera en toda su maldita expresión. Observé a Brat con su cara de imbécil.

Nadie va a hablar mierdas de Renny, no en mi presencia. Odiaba a gente como él, me recordaban a Adam, maldito Adam. Como lastimó a mi hermanita, seguramente todo empezó con palabras, no quería esperar a ver si Brat le pegaría después.

Mi puño dio directo en su mandíbula. Brat se hizo para atrás por el impacto, pero un golpe no era suficiente. Estrellé mi codo en su ojo metiendo el pie por detrás para que perdiera el equilibrio. Este se dio de bruces en el suelo, quedándose completamente inmóvil. Todos gritaron un «Ouch» y un «Ohhh, estás en problemas», pero me importó poco.

—Llama a Renny «sexo fácil» otra vez y te juro por mi vida que te mato. ¡Hijos de pu…!

—¡Race! —la voz de Renny me trajo a la realidad. Me estaba observando con esos ojos verdes llenos de miedo. Se rehusó y pensé por un minuto que se lanzaría a mis brazos como si fuera su superhéroe. Una vez más, las cosas no son como las películas de Marvel. Me tenía miedo, eso no era bueno.

—Voy a tener que pedirle que se retire, señor —dijo el guardia de seguridad.

—Pero él era el que…

—Race —Renny se acercó a mí—. Vete, por favor, necesito este trabajo, no puedes venir y pegarle a cualquier persona que hable de mí.

—¡Claro que puedo! —me acerqué a ella escuchando las quejas de este gran imbécil.

—¡Madura, Hamilton! Ahora sal de mi lugar de trabajo antes que le pida al guardia que realmente te saque. No puedes criticarlo por hablar de mí cuando tú literalmente hiciste lo mismo ayer.

¡Por la mierda! Sinceramente me había portado como un imbécil ayer por la mañana. En mi mente seguía siendo una pequeña broma, pero a los ojos de Renny fue completamente una falta de respeto. Sonreí, asintiendo, tenía razón en todo lo que dijo, la diferencia era que yo sí podía ser un caballero, podía merecerla, pero Brat jamás lo haría. Ella iba a ser mía costara lo que costara y al parecer esta no me la perdona fácil.

Querida paciencia


La profesora estaba hablando de historia de Inglaterra, algo relacionado con los reyes y reinas a través de los siglos, enfocándose en Isabel i. Para ser sincero, me encanta saber sobre nuestros antecesores y cómo manejaban todo en el siglo xviii. No es de extrañarse que fuera un método severo para mantener el orden político. Nos damos cuenta cómo la política ha ido decayendo a lo largo del tiempo y cómo el respeto a la autoridad en países latinoamericanos y algunos europeos eran una mierda.

Lo único que no me agradaba de esa época eran los trajes incómodos que utilizaban. Por un minuto me imaginé con esos cuellos de acordeón y sentí lástima por todos ellos, eran espantosos y ridículos.

Intenté poner atención a lo que decían, pero no podía concentrarme en la clase, estaba perdido en mis pensamientos, en mi reacción de ayer. ¿Acaso me estoy volviendo violento? No puedo creer que le pegara a Brat. Solo esperaba que no vinieran a acusarme otra vez de comportamiento agresivo, la última vez logré quitarme la ley de encima por mi padre, advirtiéndome que sería la última vez que me perdonarían ese comportamiento, la siguiente vez tendría repercusiones.

La ley era la ley, y si algún día quería ser un político exitoso, tendría que seguirla a capa y espada para ser un ejemplo para las demás personas. Tendría que empezar a controlar mi temperamento para no hacer algo de lo cual me pudiera arrepentir de por vida.

Cerré los ojos unos segundos, recordando la cara de Renny, tan seria y sincera al decirme que yo también le había faltado el respeto. Lo peor es que era verdad, nunca debí decirle eso, no cuando consideraba que ella era diferente a lo que le mostraba a la gente.

—¿Rees Hamilton? —levanté la cabeza para ver a la profesora viéndome con ojos de «Pon atención».

Me encogí de hombros regresando la vista a la pizarra donde la imagen de Isabel i estaba en su máximo esplendor con ese traje antiguo y ridículo, apretado y nada cómodo a los ojos. Doy gracias al cielo por la evolución de la moda.

—¡Rees! —la mujer volvió a llamarme. Giré para ver a mi hermana viéndome con ojos de «¡Te hablan, Rees!», pero no me percaté de que me estaba hablando hasta que volvió a preguntarme. ¡Vaya mierda! Sí estaba distraído.

—¿Puede repetirla? —pregunté algo nervioso, odiaba que me preguntaran cosas.

—Ana Bolena, la madre de Isabel i. ¿Por qué la mataron? —El tono de la profesora era exhausto, como si me hubiera hecho la pregunta al menos unas siete veces.

¡Carajo! Intenté bajar de mi cabeza cada detalle de las hermanas Bolena, recuerdo haber visto la película y leído acerca de ellas para un examen la semana pasada. Natalie Portman lucía bastante bien el traje, fue una escena dramática donde al final la mataban de forma trágica.

—Fue ejecutada por no tener hijos varones. Aunque si se pone a pensar es algo estúpido que la mataran a ella. ¿No se supone que es el hombre el que determina el sexo del bebé? Y en todo caso sus hermanos murieron y así fue como la hija ilegítima queda como Reina del Reino Unido e Irlanda, Isabel i. Es algo enfermo que siempre tenía que estar un hombre al frente.

—¡Marica! —gritó uno de mis compañeros en la parte de atrás, no tenía que ser un genio para saber que había sido Sebastián. Sospechaba que todo empezaba por mi comentario sobre las mujeres, pero era verdad.

Esto no era ni un secreto, me gustaba la igualdad de género. Siempre la defendía dentro de las clases. La profesora intentó callarlo, pero era demasiado tarde, yo ya estaba abriendo la boca para defender mi postura.

—¿Cuál es el problema y qué tiene de marica eso? ¿Acaso no fue tu madre la que te dio a luz? ¿La que te cambió los malditos pañales cagados? Cierra la boca, Sebastián, y respeta a tu madre y a las mujeres en tu familia.

—Regresando al tema… —la profesora intentó regresar a la clase, pero yo ya estaba molesto y cuando estaba molesto, quién me cerraba la boca.

—Sí, regresando al tema… Ella no tiene la culpa que le cortaran la cabeza y la acusaran de bruja, si se ponen a pensar, las brujas ahora son sexys y no estamos cortándoles la cabeza por creencias estúpidas.

Respiré hondo cuando escuché las risas de mis compañeros, debía aprender a cerrar la boca. Tomando asiento vi cómo Holly se retorcía en su silla haciendo gestos de desaprobación, su risa era contagiosa, la única que me importaba en este lugar. Le sonreí de regreso guiñándole un ojo. Una de sus amigas soltó un suspiro de deseo, lo sabía muy bien, las volvía locas a todas.

Pensé en Renny y en que hubiera pensado de mi postura, era estúpido pensar en ella en algo tan trivial y extraño como Ana Bolena e Isabel i. Mi vida se había vuelto tan extraña gracias a Renny y no estaba contento de cómo se estaba tornando mis pensamientos y mi forma de actuar.

La semana pasó como debía pasar, iba al Royal University, estudiaba en las mañanas, iba al bar en la tarde para ver a Renny, me rechazaba como siempre y paraba en casa maldiciéndome por haber ido a buscarla. De miércoles a viernes fue la misma historia. Lo único bueno, terminé las tediosas clases y ahora no quedaba nada más que la entrega de proyecto final antes de la graduación.

Por ser viernes, estábamos todos por reunirnos en The Royal Center para celebrar que esto se había acabado para muchos de nosotros, aquellos que seguimos religiosamente con las clases y en mi caso y el de Holly, sacamos todo en tiempo récord. Ella en Comunicación y yo en Ciencias Políticas.

Realmente este fin de semana sería una locura en la élite.

Me observé en el espejo viendo el traje negro que tenía puesto. Era bastante formal, pero todo en la élite era de este modo. Me gustaba vestir como era debido, me gustaba mantener el protocolo, aunque muchas veces me daba dolor de cabeza.

—¿Estás listo? —preguntó Holly desde la puerta de la habitación de casa. Era como si por un minuto todo esto fuera un flashback. Ella no estaba casada con mi mejor amigo y yo no vivía solo, por un instante me creí con la idea que todo era como antes, sin Renny que jugara con mi mente.

—No necesito estar listo. Yo siempre soy irresistible a los ojos de cualquiera.

—Creído.

—No, hermanita, se le llama ser sincero.

Holly negó con la cabeza al tiempo que yo caminaba detrás de ella. Louis estaba en la parte de afuera esperándonos en el deportivo. Mamá y papá tomaban fotos como si eso fuera importante. No era ninguna fiesta de graduación, simplemente iríamos a emborracharnos por haber terminado clases. ¿Por qué tanta emoción?

Al llegar al lugar, Holly salió corriendo detrás de sus amigas, todas se abrazaron comentando los vestidos de todas. Cosas de chicas que jamás entendería. Louis y yo, por nuestra parte, caminamos hasta llegar a una mesa cerca del bar. Varios de mis compañeros estaban allí.

Inmediatamente, todos se pusieron como locos a platicarme acerca de cuándo regresaría a las carreras, todos iban a verme a pesar de que el motocross y las carreras de racing no eran parte de las actividades de la élite.

—¿Estás bien? —Louis se acercó a mí tendiéndome un vaso con whisky, casi no había tomado, casi no había hablado. Estaba distraído, muy distraído para ser verdad.

—Es una mierda, Lou. Estoy confundido. Hace un par de meses esta era mi vida. Amaba ser parte de este grupo, quería encontrar una Agapi y estar feliz como tú, pero ahora simplemente no… No encajo como antes.

—Solo estás confundido, Renny realmente…

—Esto no tiene nada que ver con ella, me agrada como amiga, eso es todo. Ella y yo somos imposibles.

Lou soltó un suspiro acercándose a mí, esto se iba a complicar mucho más de lo que pensaba. Si todo fuera fácil, tendría una Renny para mí dentro de la élite. De ese modo podría sentirme sin la carga de encontrar a un polo tan opuesto a mí.

—Me voy de aquí —dije dando media vuelta en dirección a la salida.

—No hemos terminado de hablar, además, ¿a dónde vas?

Quería ir a casa, a reflexionar en todo lo que estaba pasando, necesitaba sacarla de mi cabeza, relajarme un poco. La migraña nocturna que ahora conservaba constantemente se estaba haciendo presente. Tengo que irme ahora de este lugar.

—Hola, chicos. —Me quedé inmóvil, viendo a Lou abrir muchos los ojos. No quería dar vuelta, me negaba a dar vuelta. ¿Qué diablos hace aquí?

—Hola, Charlotte. —Lou me esquivó para saludarla, pero yo seguía sin dar media vuelta.

—¿Rees, no vas a saludarme?

Quería gritarle que no, no iba a saludarla, al menos eso quería mi organismo. Realmente Charlotte me había lastimado. Creí en ella, me abrí para que entrara completamente. Agradecí al Dios todo poderoso que dejara una duda en todo esto y no me hiciera entregarme por completo a alguien como ella. Si me hubiera enamorado por completo, estaría tres veces más destruido de lo que estaba.

Opté por ser educado y saludar, siempre sería de ese modo. Mi educación ante todo.

—Hola —dijo sin expresar ninguna emoción—, bueno, los dejo.

Comencé a caminar hacia la puerta cuando una vez más la voz de Charlotte me detuvo. No quería tener nada que ver con ella. Su vestido rosa pálido hasta las rodillas era demasiado para mis ojos, su cabello recogido y esa mirada de picardía eran mi perdición. Era hermosa, no había duda de eso.

—¿Qué te pasa? Acabo de regresar del intercambio y tú te enfocas en huir de mí. ¿Qué?, ¿acaso no quieres saber cómo me fue?

Levanté una ceja, pensativo, como si de verdad me lo pensara.

—No. Si me permites… —comencé a caminar una vez más, ya estaba cansado de esto.

—Rees, ¡espera! Déjame explicarte, nunca me diste la oportunidad de decirte lo que pasó.

No había nada que explicar, yo la vi. Él la tenía de la cintura, tomándola con fuerza y ella… Ella estaba revisándole los dientes con su lengua, era obvio que no había nada que explicar. Caminé mucho más rápido hasta la puerta, quería tomar mi Honda nueva y largarme de este lugar. Cerré los ojos… ¡Mierda! Vine con Louis y Holly.

—Ya pasaron siete meses, supéralo, Hamilton, y regresa conmigo. Los dos sabemos que no vas a encontrar otra Agapi a tu altura. Mis papás son duques, al igual que los tuyos y sobre todo si quieres que tu padre llegue a ser primer ministro tienes que tener una mujer que sea de lucir y no de…

—¡Basta! —dije enfrentándola—. Prefiero bajarme de nivel a estar con alguien como tú. Te vi meterle la lengua hasta la garganta, te vi, Charlotte. Lo deseabas con todas tus fuerzas así que no me miento cuando te digo que no quiero tener nada que ver contigo.

—Me amas, Rees Hamilton, y lo sabes muy bien.

—¿Amarte? —solté una carcajada escandalosa—. Nunca en mi vida he amado a alguien que no sea mi familia y a mí mismo, porque me amo es que te necesito lejos. Me engañaste cuando yo te estaba dando mi corazón, ahora simplemente no quiero saber de ti. ¿Lo entiendes?

Esto se estaba pasando. Mi falta de filtros al decir las cosas estaba siendo aún mejor que nunca. Definitivamente, juntarme con Kyle y los chicos de la fraternidad, estaba acabando con mi paciencia elitista.

Maldije en voz alta por haber viajado con Louis y Holly y no haber traído mi Honda. ¡Genial! Tomé el teléfono y llamé a papá. No tenía ánimos de quedarme a esperar a Holly. Tenía que irme a casa y tenía que irme ahora.

Finalmente, cuando llegué a mi apartamento, me tiré en la cama pensando en qué haría con mi vida. Quería que Renny fuera mañana conmigo a mi cumpleaños, quería que estuviera a mi lado cuando cumpliera 22, la quería como mi perfecto regalo de cumpleaños, quizá algo interesante podía llegar a pasar en la madrugada. A la mierda con la élite, iba a invitarla.

Tomé el teléfono y marqué el número de Kyle, él me diría si ella estaba trabajando a estas horas en ese maldito bar. Estaba sobrio y muy consciente de lo que tenía que decirle.

—¿Race? —Kyle contestó al segundo timbre.

—¿Dónde estás? —Estaba seguro de que estaba en alguna fiesta por la música de fondo y las pláticas en voz alta.

—En el infierno —dijo riéndose como idiota, The Hell era un buen nombre para un bar—. Aquí está Renny Ren, hermano, supongo que para eso llamas.

—Llego en diez minutos.

Tomé mi chaqueta y salí corriendo para la moto. Necesitaba llegar allí lo más rápido posible. Iba a ganarme a Renny Ren en menos de dos horas para que me acompañara a mi fiesta de cumpleaños y si alguien tenía algo que decir dentro de la élite, lo mandaría tres mil veces a la mierda.

Complicated


Entrecerré los ojos al ver el quinto shot que Renny se metía en el organismo. Pensé que estaría trabajando, después de todo, este es su lugar. Esta vez estaba equivocada, Renny estaba con varios chicos, sentada, riendo tranquilamente mientras hablaba y se metía una cantidad de alcohol que me daba náuseas. A este paso pararía inconsciente antes que le pidiera perdón.

Era cuestión de tomar un poco de valor para acercarme a ella, pero aún no me animaba. Brat no estaba en la mesa, pero el séquito de imbéciles sí que estaba allí. No quería problemas, no esta vez. Mis problemas con la ley estaban contados, no quería provocar otro incidente que de verdad me llevara a la cárcel por un par de días.

Levanté la mano para que uno de los trabajadores se acercara a nosotros con dos cervezas más. No estaba en el modo de tomar, en verdad quería irme a casa y dormir. El dolor de cabeza se estaba intensificando. Ver a Renny de ese modo no ayudaba para nada, al contrario, me molestaba de una manera estúpida.

—Tienes que dejar de verla de ese modo, Race, solo te estás obsesionando. Todos sabemos que no es amor.

—¿Perdón? —en algún momento de la plática de Kyle me perdí.

—Sí, ya escuchaste, todos sabemos que eres Race Maldito Hamilton, el hombre con corazón de hierro. Nadie te ha logrado conquistar.

Pensé en Charlotte, realmente me gustaba, pero nunca me había sentido como si mi vida dependiera de ella, tampoco lo hacía por Renny ni por nadie. Quizá tenía razón, era solo un capricho. Hace meses cuando la vi por primera vez, pensé que era una ruda sin control que quería cogerme encima de la motocicleta, hasta el primer día que realmente le hablé. Ese día cambió todo.

—No, nunca va a pasar, al menos por ahora —dije sin apartar la vista de Renny.

—Imagino que… —Kyle chasqueó los dedos frente a mi cara para que le pusiera atención—, mierda, Race, concéntrate cuando te hablo.

—Solo no entiendo. ¿Por qué finge con ellos? Se nota tremendamente que no encaja en su mundo.

Kyle levantó una ceja como si realmente se lo planteara en todas las formas posibles.

—Renny tiene una infancia muy difícil, antes solíamos ser muy amigos, pero después del accidente Renny se vino abajo.

—¿Accidente? —ahora este estúpido tenía absolutamente toda mi atención.

¿De qué accidente estaba hablando y cómo es que no lo sabía? Insistí un poco para que me contara acerca del accidente, pero Kyle se negó. Era algún tipo de acuerdo entre ellos. Una promesa que no diría. ¡Maldición! Ni siquiera le habla.

—Algún día te enterarás de todo, pero por ahora mi boca está sellada con un candado. —Kyle levantó su copa en dirección a Renny que lo veía con una sonrisa—. Se lo prometí.

Kyle y Renny eran tan opuestos, exactamente como era yo con ella. Solté un suspiro viendo sus pantalones flojos y la blusa verde pegada. Al parecer ese es su color favorito. No voy a mentir, me encantaría que le hicieran un arreglo completo. Esa mujer con un par de vestidos, con el cabello planchado o recogido, se vería como una princesa.

La observé unos minutos más antes de tomar el puto valor que necesitaba.

Me tragué mi orgullo y a Rees Hamilton, cuando estaba cerca de ella, Rees debía esconderse en la habitación más profunda en mi subconsciente. Respiré hondo antes de sacar a Race.

—Señoritas —dije con una sonrisa de medio lado—, ¿podría llevarme a esta princesa a bailar?

Mi técnica era sencilla, le di una mirada a la chica rubia que estaba al lado de Renny y luego mis ojos viajaron a ella concentrándome en el verde de sus ojos tres segundos antes de deslizar mi mirada por el resto de chicas.

—No, gracias —dijo Renny con toda su pesadez.

—Lo lamento, cariño, le hablaba a esa rubia que tiene cara de ángel en el infierno. ¿Me permites? —le tendí la mano para ver cómo todas las demás chicas se mataban con la mirada. Justo en el anzuelo.

Una de las mujeres empujó a Carla, según logré escuchar que susurraban. La tomé de la mano llevándola hasta una pista simulada donde algunas parejas borrachas bailaban la música electrónica como si fuera música latina.

Tomé a la chica por la cintura, obligándola a bajar y a subir. Le daba vuelta para sobar esas pequeñas curvas. Su culo se pegaba a mi parte íntima de una manera muy natural. Encajaba bien y había caído justo donde quería que estuviera.

Un par de sus amigas se unieron a la fiesta privada que estábamos formando. Todas levantaban las manos al ritmo de la música a tiempo que otra llegaba con el camarero a ofrecer tequila. Detestaba los shots de damas, dulces y melosos, pero estas mujeres estaban tomando grandes ligas, el tequila quemaba el puto estómago hasta dejarte inconsciente. Intenté rechazar el primero, pero me fue imposible, el segundo sí fue un no rotundo con la excusa de tener que regresar en moto.

Por momentos intentaba ver a Renny de reojo, su mirada estaba clavada en nosotros, como si una parte de ella quisiera unirse, pero la conocía en cierta parte, no lo haría. Kyle intentaba hablarle, pero ella, al igual que yo, lo ignoraba.

—¿Alguien quiere ir por Renny? —lo mencioné con un tono despreocupado, como si no me importara.

—Oh, no. Renny no baila —una de ellas respondio como si yo hubiera dicho la peor cosa del mundo.

—Sí, nunca baila, ni siquiera cuando está rebotando de borracha. Ella es del tipo de chica a la que se llevan a casa para que los mande a la mierda a los segundos.

—¡Exacto! Creo que aún es virgen. —Mi corazón se detuvo tres mil veces en un palpitar. ¡Jamás! Renny no era virgen, yo sabría si lo fuera. Se veía con mucha más experiencia que ninguna otra con la que hubiera estado.

—Creo que se me antojó quitarle la virginidad. —Mis palabras eran totalmente reales, no las quería decir en voz alta, pero sabía que de ese modo seguirían hablando.

—Puedes quitarme la no virginidad a mí, Race. Prometo portarme como es debido. —Carla se acercaba tocando mi cuerpo más de lo digno.

Definitivamente, esto estaba de más. Intenté alejarme un poco viendo cómo Renny gritaba con todos los hombres haciendo un escándalo esencial. Alguien gritó para silenciar a todo el bar al tiempo que tres hombres se subían a la tarima jalando a Renny con ellos. Pero ¿qué diablos?

Los siguientes segundos fueron todo un caos. Entre las chicas comenzando a gritar, Renny tomando una guitarra y el resto del grupo colocándose en sus respectivos lugares. Pero ¿qué diablos era esto?

Cuando la banda empezó a tocar algún tipo de música extraña, yo ya estaba estúpido viendo cómo Renny entonaba las primeras palabras de una canción que nunca en mi vida había escuchado. Hipnotizado por lo que estaba viendo, me acerqué a donde estaba ella tocando su guitarra de un modo especial.

—Se llaman The Power of Ren, tienen al menos unos cinco años tocando. Es lo único que conservo de su antiguo yo. —Kyle me tomó del hombro señalando a Renny—. A veces extraño a esa Renny, la despreocupada que vivía su vida, no la amargada que sigue la corriente a todo.

—¿Qué accidente?, ¡maldita sea, Kyle!

Este solo negó con la cabeza tendiéndome la cerveza que había dejado en la mesa.

—Vas a tener que llevarla a tu casa si no quieres que alguien le pare haciendo algo, solo te escuchará a ti, la conozco muy bien.

Señaló al escenario justo al tiempo que ella se empinaba la botella de ron, levantándola para brindar con toda su gente. ¡Vaya mierda! Era como estar en un concierto de power pop o punk.

Hasta cierto sentido, verla de ese modo hacía mucha más lógica a mi mente. Su ropa era como de una corredora profesional los días que estaba en las carreras, pero cuando estaba en estos lugares, era una skater en su genuina expresión. No era un estilo que en lo personal me gustara, pero era algo en Renny que me recordaba a alguien del pasado, alguien a quien quise mucho y desapareció de mi vida. Intenté intensificar el recuerdo de esa época de niños, pero simplemente no podía ponerle detalles a lo que había pasado.

Transcurrió una hora completa, una en la que la vi ser otra persona, cantando y disfrutando de lo que hacía. Tal y como Kyle lo dijo, bajó como si ella sola se hubiera bebido un litro de ron. Para mi sorpresa, Kyle fue el que la ayudó a llegar a mis brazos, esta reía descontroladamente.

—Pero sí es Race Hamilton al rescate.

—¿Qué pasa Kyleen, ya te aburriste de mis mierdas? —¡Jesús! Esta sí huele a alcohol etílico.

—Race te va a llevar a su casa, es el lugar más seguro por ahora.

—¿Race? —Esta se acercó en su intento de seducirme. Por un minuto fantaseé con que realmente lo intentara. Sería bueno verla expresar su interés por mí por una vez en la vida.

La tomé de los hombros para lograr que no aterrizara de culo frente a todos. Ren me tomó la cara, la recorrió con sus dedos flacos y atravesó mi mandíbula.

—Algún día voy a chupártela tal y como querías, Race. Para enseñarte que puedo hacerlo mejor que todas esas —señaló al grupo de ¿amigas? Ya ni siquiera sé si son sus amigas de verdad.

—¿Vas a demostrarlo, Renny Ren? —Kyle tenía una sonrisa en la cara como si supiera que la estaba provocando.

—Así es como se hace.

La pequeña «virgen» a las que sus amigas estaban mencionando hace unos minutos desapareció, en lugar de eso estaba Ren Scott llevándose dos dedos a la boca. La vi cómo succionaba sus dedos con muy poca habilidad, pero eso bastó para que mi respiración se parara, admitiendo que no fue lo único que se me paró. Creo que era una pésima idea llevarla a casa.

Me mordí el labio intentando concentrarme en que estaba borracha y no sabía lo que estaba haciendo, pero cuando volvió a meter sus dedos y succionar una vez más, ya estaba perdiendo el control.

La guinda del pastel fue el arete de la lengua. Le tomé la mano para evitar que siguiera con esa tortura, yo estaba caliente y muy seguramente Kyle también lo estaba. Contuve la respiración rogándole a quien sea que tenga el control de mi cuerpo en estos momentos, que mi erección no se notara.

—Es bueno saber que te irás con Race a casa.

—No… —Empezó a removerse en mis brazos intentando escabullirse—, voy a la fraternidad, sé que puedo… ¡Hip…!, mierda, ¿tengo hipo?

—Si no es hipo, estás a punto de vomitarte encima campeona, ahora… Race… —Me tendió las llaves de su carro.

—Eres un pésimo mejor amigo, Kyle. —Renny intentó sacarle el dedo, fallando totalmente.

Me tomó unos segundos darme cuenta de toda la conversación. Tomé a Renny como si fuera costal llevándola al baño, si iba a vomitar que lo hiciera aquí, eso sí era asqueroso y por nada del mundo quería verlo, mi cariño por ella no era para tanto.

—Sal cuando termines de vomitar. —Me di media vuelta viéndola como perdía el equilibrio. La tomé del brazo antes de que aterrizara sobre su culo cerca del lavabo. A este paso se abriría la cabeza.

—No estoy borracha, además no vomito imbé… ciiill. Acaso tengo cara de vomiti… vaaa o algo… ¡Hip! A la mierda este hipo.

La vi agacharse poniendo su pelo de cabeza. Se veía tan extraña. La sostuve al tiempo que la escuchaba suspirar. Un recuerdo remoto me vino de la nada. Renny estaba usando el método de las abuelitas de ponerse de cabeza y aguantar la respiración para quitar el hipo. No pude evitar soltar una carcajada ante ese gesto.

—Cierra la boca, Race, siempre fun… Funciona.

Todo pasó en cámara lenta o, mejor dicho, demasiado rápido para reaccionar. Renny levantó la cabeza golpeándose en el lavabo. Intenté agarrarla al tiempo que esta caía al suelo completamente desmayada, pero su cuerpo flácido y la sorpresa pudieron más que Race Hamilton.

Intenté esquivarla para no caer encima de ella, pero fue imposible, lo único que logré fue darme en la mandíbula con un hierro mal ubicado que estaba en esa miseria de baño.

¡Mierda! Eso sí había dolido, dolido como nunca antes. Me puse de pie sosteniendo mi labio y mandíbula. El sabor metálico me indicó que estaba sangrando. Importándome poco que Renny estuviera inconsciente, examiné mi cara en el espejo. ¡Maldición! Me reventé el labio, nada grave, pero Renny escucharía de mí mañana.

La levanté del suelo, acomodándola en mis brazos como si fuera una princesa. Kyle aguardaba afuera, un tanto nervioso, pero no estaba para preguntas estúpidas en estos momentos.

—Revísale la cabeza. ¿Tiene sangre? —dijo con ansiedad.

Kyle, en silencio, revisaba a Renny con paciencia.

—No veo nada.

—Llévame a tu carro. —Empecé a caminar para la entrada. La mirada de todos estaba en nosotros, de seguro se preguntaban qué había pasado con mi maldito labio. Joder con Renny… ¿Cómo llegaría mañana a mi fiesta con el labio de este modo?

—Te hablo mañana para darte el auto y me devuelvas mi moto. Por favor, Kyle, cuídala como tu vida.

—¿A Renny o la Honda?

—La Honda, idiota. Yo me llevaré a Renny por lo que no me voy a preocupar por eso ahora.

Metiendo a la señorita borracha en la parte trasera, la llevé una vez más a mi apartamento, solo que esta vez, inconsciente.

Despierta, campeón


Desperté ante el constante movimiento de la cosa que tenía en los brazos, en un principio me asusté porque hasta dónde sé no tengo perros. Pero no era un perro, era ella, Renny. Intentando liberarse, el cual estoy seguro era bastante fuerte.

Anoche, entre su locura de perder el conocimiento, cuando estábamos en la seguridad de mi apartamento, Renny comenzó a llorar silenciosamente. Un llanto que si no hubiera estado tan cerca de ella quizá no lo hubiera escuchado. En ese momento algo se quebró en mí, verla tan vulnerable y herida.

No aguanté más, me metí en la cama de visitas, la abracé con tantas fuerzas que el llanto se volvió un grito de lamento sin palabras. Permanecimos en esa posición hasta que finalmente los dos, entre lágrimas y palabras de calma, nos quedamos dormidos.

—Vamos, Renny —me quejé, apretándola más a mi pecho. Quería sentirla y jamás dejarla ir, quería cuidarla—. Quiero dormir.

—Entonces, sigue durmiendo, pero suéltame, Hamilton, necesito ir al baño —la sentí moverse una vez más con desesperación, sabía que si la dejaba ir no regresaría a mis brazos.

—Solo si prometes regresar a la cama conmigo. —La sostuve con más fuerza al tiempo que Renny Ren soltaba un grito desesperado.

—¡Dios, no! Pero déjame ir, juro que no aguanto.

—Promételo. —No iba a ceder.

—¡Mierda, Race! Está bien, déjame ir, por favor.

Liberando mis manos, mi princesa del baño salió corriendo como si de verdad le fuera a explotar algo allí abajo. Me puse de pie sabiendo que incluso yo tenía que usar el baño, regresando a mi habitación, me quité la camisa que apestaba a cigarro, me cepillé los dientes, tomé un cepillo nuevo y regresé al cuarto de visitas para encontrar a Renny hecha una bolita en la cama.

Le tiré el cepillo nuevo, esta lo vio, se removió un poco antes de tomarlo con un quejido y regresar al baño. Esa mujer era imposible, me quité la camisa para dejarla sin respiración y da la tremenda sorpresa que no se tomó el tiempo de levantar la mirada.

Coloqué dos botellas de agua fría en la mesita de noche, seguramente tendría mucha sed por todo lo que tomó ayer. A ciencia cierta lo sabía, la resaca de hoy sería extremadamente absurda. Cuando Renny salió, la vi algo incómoda. Para ser sincero, me importaba poco lo que dijera. Le tiré una camisa que estaba seguro cubriría todo lo necesario.

Renny hizo gestos de enojo, como si le fastidiara que no le diera toda la ropa de una buena vez. Regresó con la playera blanca, que tapaba casi todo, si levantaba los brazos, seguramente le vería todo el culo.

—¿Resaca? —pregunté con una sonrisa en la cara, no podía evitarlo, cuando supiera todo lo que hizo ayer le daría un ataque del corazón.

—Me duele la cabeza. —Se llevó las manos a la parte trasera de su cabeza, donde sabía que ayer se lastimó con el lavabo.

—Créeme, te dolerá durante todo el día. ¿Tienes algún otro golpe?

Esta soltó una carcajada sentándose frente a mí, esas piernas definitivamente eran una distracción, más ese tatuaje en el tobillo de una mariposa azul. A pesar de los tatuajes que manchaban el cuerpo de Renny, era preciosa. Quería besar cada uno de los tatuajes, quitarle mi camisa y hacerla mía en estos momentos.

No iba a pasar ni en mil años, menos con el dolor de cabeza que de seguro tiene Renny.

—El idiota del labio reventado eres tú, Race.

—Renny, Renny, Renny. Si tan solo supieras…

—¿Vas a contarme que paso ayer? —Sus ojos estaban llorosos y ojerosos, signos de una buena resaca, sin mencionar el delineador corrido.

—No creo que quieras saberlo, Renny Ren, fue muy vergonzoso.

Llevándose las manos a la cabeza, soltó un suspiro que entendía a la perfección era de frustración. No recordarte de las cosas que hiciste el día anterior era una porquería, sinceramente es como perder el valor. Por otro lado, existían caballeros como yo que nunca, pero nunca, se burlarían de… Al diablo. Esto va a ser muy gracioso.

—Morías por chupármela —dije, cruzándome de brazos.

—¡No es verdad! —para mi sorpresa no estaba enojada. Eso me dio un poco más de confianza para seguir.

—Oh, sí, incluso, te metiste los dedos y te los chupaste. —La vi abrir los ojos como si fuera búho. Las mejillas se le pusieron rojas, como si no reconociera mis palabras—. Luego pensé que vomitarías y te llevé al baño, te dio hipo y utilizaste un extraño método en el que te…

—¿Tapas la nariz y respiras hondo? —me interrumpió antes de que pudiera decir algo más—. ¿Me pegué con el lavabo no es así?

—¡Vaya!, pensé que no te recordabas de nada.

Renny maldijo en voz alta poniéndose de pie, debatiéndose una batalla interna. Cuando se dio por vencida, regresó a la cama, aún roja como un tomate. Se tocó la cabeza una vez más y maldijo en voz baja.

—¿Qué más?

Me encogí de hombros apretando los labios para no reír enfrente de ella. Aún tenía que invitarla hoy en la noche, no iría sin ella y haberla dejado que pasara la noche aquí era el mejor gancho que tenía.

Sonriendo, la observé cómo se preparaba para el «¿Qué más?». No había pasado absolutamente nada más, y no estaba dispuesto a contarle acerca de su ataque de anoche, de cómo lloraba sin control. Quizá eso me traería problemas y quería que lográramos ir comunicándonos poco a poco.

—Tengo una fiesta hoy en casa, llegarán unos amigos. ¿Quieres ir?

—¿Fiesta de qué?

Me lo pensé unos segundos antes de responder, no quería decirle que era mi cumpleaños, se sentiría muy comprometida y sabría que sería una gran fiesta de élite y se negaría sin duda. Iba a llevármelas tranquilo para no presionar.

—Solo unos amigos llegarán a casa, es una fiesta de hielo, ya sabes, la élite y sus cosas.

Renny soltó una carcajada, la cual me hizo sentir infantil cuando mencioné la temática. Holly había preparado mi traje, camisa blanca y vaqueros claros. La chaqueta celeste era el toque de hielo que tanto le gustaba a mi hermana.

—Tengo que trabajar, lo siento —la vi morderse el labio, como si fuera un gesto nervioso. Si nunca en mi vida me hubiera preparado para ser político, me la creería completamente.

—Mientes, tus pupilas lo dicen, además te muerdes el labio como un tic nervioso.

—¡Vete a la mierda, Hamilton!

Esta chica era imposible, pero de ese modo era como me gustaba.

—Con mucho gusto. ¿Vienes conmigo?

Ella intentaba encajar en el mundo de un modo que no era ella. No sabía mucho de psicología, solo saqué un curso en la universidad, pero hasta yo que no soy un experto sé que ella no está bien, está encerrada en sí misma y no deja que nadie logré llegar a ella.

—No tengo ropa apropiada, lo siento.

Si quiere darme excusas, estas son de las peores que puede inventarse. Tomé mi celular antes de decir algo más, eran solo las ocho de la mañana, los centros comerciales no abrían hasta dentro de dos horas.

—Tenemos dos o tres horas antes de ir de compras, tú decides. ¿Vuelves a la cama para que esa resaca se te pase o la sufres hablando conmigo? No tienes una opción que no implique estar juntos.

Impresionantemente, Renny se acercó, acostándose a mi lado. Me acomodé, acercándola a mis brazos como amanecimos hace una hora. Aspiré su aroma, en el fondo se percibía lo dulce de ella, lo único mezclado con olor a cigarrillo y alcohol.

Cuatro horas después, cuando por fin logré despertar a Renny y convencerla de que se arreglara un poco para ir al centro comercial, almorzamos algo en uno de los restaurantes cerca de Westfield.

Tenía planes de buscar un vestido corto, blanco de preferencia, que fuera diferente a lo que estaba acostumbrado, solo para variar un poco. La observé cómo tomaba su café al tiempo que caminaba señalando varias tiendas a las que ni de loca entraría. Era increíble ver que mencionaba todas aquellas en las cuales quería meterla, de ser Holly hubieran sido sus primeras opciones.

—Vamos a hacer un trato —dijo finalmente cuando le expliqué lo que quería para ella.

—Soy todo oídos, cariño.

—No me llames cariño y, sí, tengo un trato. Querías un puto vestido blanco el cual no me pondría ni porque me pusieran una pistola en la cabeza, pero estoy dispuesta a hacerlo con tal de verte a ti con mi ropa.

Un momento, ¿qué?, no iba a usar ropa de mujer, no estaba loco para tanto, si quería ir vestida con su ropa de siempre no me importaría en absoluto. Pero ¿ropa de mujer? No.

—¿Cómo voy a ponerme ropa de mujer? Renny estás…

—No seas idiota, Race. Me refiero a mi estilo. Será divertido, es como si yo fuera élite y tú, mortal.

Me lo pensé un momento, Holly iba a matarme, pero… ¡Qué importa! Esto va a ser demasiado épico. Le di la mano antes de meterla en una de las tiendas a las que nunca entraría. La vi abrir la boca como si quisiera decir algo, pero al segundo la cerró sin decir absolutamente nada. La emoción de sus ojos era lo mejor de ver, ninguna mujer rechazaría estas tiendas.

La señorita corrió a nosotros, saludándome por mi nombre. Era obvio que tenían que conocerme, más si mi hermana estaba en este mundo. Le expliqué lo que necesitábamos y la mujer se fue a buscar mis indicaciones. No fue hasta que Renny se probó el primer traje de mangas largas.

—¿Chanel? Sinceramente, Race, esto es demasiado. No podría pagar Chanel ni porque ahorrara por un año.

—Es bueno que lo esté pagando yo, no tú. Ese no me gusta. —Casi no enseñaba piel, quería verle la maldita piel tatuada y no que pensara que intentaba ocultarlos.

Chanel no funcionó, incluso parecía que ninguno de los dos lo disfrutaba. Esto era tan cuadrado. Quería algo en lo que ella se sintiera una princesa, se sintiera hermosa. Quería darle joyas y todo eso que nunca se podría comprar.

—Vamos a Carola —dijo Renny señalando una tienda enorme que definitivamente vendía cualquier cosa.

—No, primero tú, después yo.

—Seguramente encuentro algo súper subido aquí, vamos, no seas un aguado, Race.

Moví la cabeza tímidamente reprobando la falta de respeto a nuestro acuerdo, pero no pude decir que no. La sonrisa de Renny cambió repentinamente, como si se sintiera en su complemento. No podría decirle jamás un no a esa sonrisa. Jalándola adentro de la tienda, la vi gritar de emoción viendo una camiseta con una calavera que de seguro me tendría que probar. Tomando una cantidad absurda de ropa.

Ninguna diferencia, Holly habría hecho exactamente lo mismo, solo que otro tipo de ropa.

Ella se perdió en la sección de hombres, buscando cosas que ponerme encima. Intentando hacer lo mismo, la tomé de la mano para ir dentro de la sección de damas. Las manos de ambos estaban llenas de camisas de botones de rayas y cuadros, los pantalones pegados negros y los sombreritos de lana era todo lo que ella me presentaba.

Colocando toda la mierda en una canasta, la llevé a su dolor de cabeza. Enseñándole varios vestidos, de todos los colores y formas. Todos eran un rotundo no, pero ignoré sus quejas colocando lo que a mí me gustaba.

Pasamos por el área de zapatos donde terminé con unas Vans y Renny con unos botines negros. Unos que Holly diría que eran espectaculares y combinaban con cualquier cosa.

Nos probamos la ropa simultáneamente, cada traje que sacábamos era una risa constante. Renny lucía bien con cada atuendo, unos más que otros. Sobre todo, los que marcaban su cintura. Por mi parte, no dijimos lo mismo. Esto era todo un caos eterno. Nada me quedaba bien, incluso Renny se daba cuenta.

—Ya sé, quédate aquí. —Con uno de los vestidos puestos, Renny corrió de regreso a la tienda. Me preguntó si se recuerda que anda con un vestido rosado de ballet.

Mucha gente a nuestro alrededor estaba pendiente de nosotros, jamás se me ocurrió que nuestros pasos estaban siendo documentados en las malditas redes. Malditas redes sociales que esclavizan nuestra vida.

—¡Perfecto! —gritó, entregándome una camisa blanca en cuello en v—. Los pantalones negros, los Vans y esta camisa que lucirá tus brazos.

Además de la camisa blanca, tenía una camisa azul sin mangas, como si fuera un chaleco. Negué, pensando en qué dirían los de la élite al verme de ese modo. Pero la ilusión en los ojos de esa princesa que sostenía la camisa me hizo olvidarme de todo.

No era suficiente saber que teníamos la ropa ideal, la fui a meter al salón para que le pusieran tanto maquillaje como un buen peinado acorde al pequeño vestido blanco que compramos para ella. El vestido no era tan costoso como me hubiera gustado, pero me dejó comprarle un collar y aretes Pandora a juego, Rose Gold de brillos que sabía se le verían bien.

—¡Mierda! —mi expresión era súper vulgar, lo sé, pero Renny estaba… Sin palabras.

El vestido blanco le llegaba hasta el muslo, con la falda en a. Tenía un cinturón de la misma tela de la falda dividiendo el busto. Sus pechos resaltaban en un escote en forma de corazón en dorado brillante. Se calzó unos zapatos dorados altos que no sabía si podía manejar y el collar en su cuello que la hacía lucir hermosa. ¡Malditamente perfecto! Se veía sacada de una historia de fantasía.

—Hermosa —dije, viéndola a los ojos.

—Tú tampoco estás mal, Hamilton.

Sí, como una mierda. Tenía puestos unos pantalones negros pegados, las Vans negras con blanco, la camisa blanca en cuello en v y un chaleco negro. Mis brazos realmente lucían de maravilla en este traje.

—Me gusta el guantelete negro. —Renny señaló mi mano derecha, en la cual olvidé recalcar tenía un guantelete.

—Renny, Renny… Voy a tener que cuidarte demasiado. Seguramente todos estarán con los ojos encima de ti.

—Sí, porque soy una mortal, como me llama tu hermana, no encajo en su mundo.

Me acerqué a ella tomándola del cuello, sin pensar absolutamente nada. Ella creía no encajar en la élite y quizá era verdad, era tan diferente a las mujeres que estaba acostumbrado que eso era exactamente lo que me gustaba.

—No, quizá no encajes en ese mundo, pero eres perfecta para el mío.

Sin más que decir, la atraje hasta mis labios, mi sorpresa fue que en lugar de resistirse como esperaba, envolvió sus brazos en mi cuello, jalándome más a ella, correspondiéndome el beso.

Su lengua provocó a la mía, causando estragos con mi corazón y mi alma. Tan dulce como me la imaginaba. Este era el primer beso real que nos dábamos, uno donde no estábamos en una fuente forzando a que esto fuera real.

Me aparté de ella para verla jadear por lo intenso que era nuestro beso.

—No digas nada —dándome un beso en la mejilla me recordó lo bien que se sentían sus labios—, solo no me recuerdes esta noche que no puedo pertenecerte.

—Renny, tú me perteneces. No hay otra cosa que decir, ahora sube a mi maldita moto, porque no iremos en auto solo porque tienes vestido. ¿Está claro?

—No soy una chica de deportivos, Hamilton.

Envolviendo sus manos en mi cintura, aceleré mi Honda llevándola directo al desastre. La élite nunca fue fácil, no para una mortal y yo estaba a punto de meterla en la boca del lobo.

Un cuento de terror


Tenía que permanecer calmado, mantenerme completo. Estaba nervioso. Para la boda de Holly no me preocupaba tanto que Renny me acompañara, lo sentía tan normal. Quizá porque los ojos estaban puestos en Holly y Louis y no en mí.

Esta vez era distinto, los ojos de todos, sin excepción alguna, estaban en mí y en Holly, los cumpleañeros. Tenía que demostrar que nada me ponía los pelos de punta, comportarme como el player de la élite, nunca les demostré mucho interés a las mujeres, ni siquiera cuando estaba con Charlotte.

—¡Santa madre! ¿Esta es tu casa?

Renny se detuvo instantáneamente, observándolo todo como si fuera un tesoro enorme. El jardín estaba totalmente decorado como si entráramos a un puto cubo de hielo, con rosas azules y blancas. Mamá y Holly lo habían hecho de maravilla, seguramente la mitad de las cosas eran hechas por Mary, pero ella nunca tomaba el crédito.

—La casa de mis padres. —No quería que ella notara la gran diferencia entre ella y yo, sí en algún momento le mostraba la casa que heredaría de mis abuelos, quizá le daría un ataque.

Para asegurarle que todo estaba bien, le tomé la mano para guiarla dentro de la fiesta. Aún era temprano, por lo que las personas que estaban eran mínimas a comparación de las que habría más tarde.

Un rótulo azul y blanco captó mi atención, estaba seguro de que Renny ataría cabos ahora. Solo era de esperarse a que…

—¡Es tu cumpleaños! —pensé que tardaría un poco más.

—¡Sorpresa! —dije con ironía, vaya mierda.

—¿Por qué no dijiste nada? —preguntó, dándome un golpe en el brazo.

—No me gusta celebrar mi cumpleaños, siento que a nadie le interesa. Además, es mañana, no hoy.

—¿28 de junio?

Asentí, esta noche sería extremadamente larga. Tomando su mano de regreso, la orienté para que siguiera caminado a la entrada de la carpa, esta me frenó para susurrar.

Solo tu

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